Esa tarde en la Comarca todo era paz y tranquilidad.
Bilbo había ido al mercado donde había podido comprar algo de carne y una magnífica fruta que ahora llenaba la cesta de mimbre entretejido que colgaba de su brazo.
Estaba más que feliz por haber encontrado aquellas jugosas peras con las que sin duda podría hacer una exquisita tarta más tarde pero en ese preciso instante le apetecía pasear.
El ambiente era cálido por el sol de la tarde y no había ni una sola nube en el cielo aunque sin duda la brisa cálida que corría era un aviso claro de la tormenta que seguramente esa noche habría. Pero de momento había una hermosa calma que le invitaba a disfrutar de su paseo.
Caminaba con tranquilidad cuando pudo notar un característico olor a setas que le indicaba que no muy lejos de allí debía haber un setal por lo que dejó su cesta en la orilla del camino y se adentró un poco en la hierba para buscar dicho setal.
Estaba entretenido recogiendo setas cuando oyó unas risitas en el camino, girándose a ver qué ocurría y viendo a dos pequeños salir corriendo con su cesta.
-¡Eh! Esa cesta es mía- gritó corriendo tras de ellos. No había podido reconocer a los niños por lo que no podría darle quejas a sus padres.
Bilbo corrió tras ellos por el rumbo que les había visto tomar, extrañado ya que por allí no había ningún agujero hobbit y frenando en seco al llegar a un pequeño prado que normalmente estaba vacío, pero en el que ahora mismo se levantaba una especie de pequeño campamento.
Iba a continuar su camino tras los niños cuando una imponente figura le cortó el paso.
Bilbo levantó la mirada para encontrarse con un enano y no pudo evitar dar un leve jadeo de sorpresa.
Gracias a la amistad de su madre, Belladona, con Gandalf siempre llegaban a su casa extraños, que con solo presentarse como amigos del mago ya eran bien recibidos lo que hizo que al instante pudiera reconocer que lo que tenía frente a él era un enano.
Pero sin duda no era un enano cualquiera. Debía ser un enano de Erebor.
Hacia un par de años que la caída de aquel gran reino había sido comentada en Bolsón Cerrado, durante una visita de una partida de exploradores de las tierras salvajes, que con pesar anunciaban el fatal desenlace de aquel reino y cómo sus supervivientes se dirigían hacia Moria en busca de refugio en el antiguo reino enano hacía años abandonado en manos de trasgos y orcos.
Sin embargo, meses después las noticias transmitidas por un elfo que cruzaba la Comarca fueron igual de descorazonadoras. Algunos habían logrado sobrevivir pero no habían recuperado la montaña y el número de muertos había sido incalculable. Los pocos supervivientes se habían separado para pedir refugio con sus familiares que vivieran en otros reinos, pero algunos no tenían esos parientes o simplemente no habían sido bien recibidos, viéndose condenados a vagar, acampando donde podían y con el paso del tiempo granjeándose muy mala fama de ladrones dado que por donde pasaban ese tipo de delitos ocurrían por doquier.
-¿Quería algo?- preguntó el enano aún sin franquearle el paso y con tono muy hostil.
-vengo siguiendo a dos niños que se llevaron mi cesta.- respondió Bilbo con tanto miedo de perder esa cesta que ni se dio cuenta de que estaba acusando a dos niños pequeños de ladrones.
-¿Está sugiriendo que somos unos ladrones?- prácticamente ladró el enano molesto por esas palabras.
-¿Qué?- preguntó el Hobbit confundido comenzando a negar con la cabeza.- no, no, no- añadió rápidamente.- yo... Fueron dos niños, uno moreno y otro rubio,los vengo siguiendo. Por favor, se escaparán- añadió pidiendo que le dejara pasar para continuar camino a través del campamento suponiendo que los niños ya debían estar llegando al río,... ¡Esos preadolescentes siempre metiéndose en problemas!
El enano lo observó unos momentos sopesando lo que había dicho sobre un niño moreno y uno rubio terminando por suspirar levemente antes de hablar.
-¡Fili, Kili! Salid aquí.- llamó girándose un poco para ver una de las tiendas de las que salieron de hecho los dos niños con su cesta en las manos.
Bilbo los vio sorprendido. Por la altura había pensado en hobbits de unos 12 o 14 años pero no había contado con niños enanos que sin duda aunque tuvieran esa altura no debían tener más de 7 años el más mayor de los dos.
-no somos ladrones. ¡Trabajamos para pagar lo que tenemos!.- comenzó a decirles el enano con tono serio que mostraba tintes de enojo y frustración, haciendo que varios enanos más salieran de las tiendas para ver qué ocurría.
Bilbo podía ver el rostro de los niños y cómo se iban formando lágrimas en sus ojos sin decir nada en respuesta y no pudo más que conmoverse. Era una chiquillada. Todo niño hobbit se había llevado algún pastelito que otro de una ventana donde se había puesto a enfriar o se había subido a algún frutal que no era de su familia para conseguir alguna fruta y a nadie le importaba. De hecho a él no le importaría si la cesta no fuera de su madre.
-¡Ah! ¡Ahí está!- interrumpió Bilbo para que el enano no prosiguiera con algo más y los niños se soltaran a llorar- menos mal que me la habéis cuidado, cualquiera habría podido llevarse mi cesta si no la hubierais encontrado.- prosiguió sonriendo a los pequeños que lo miraban un poco incrédulos tratando de decidir si estaban aliviados por tener una salida ante la regañina o si el hobbit estaba loco.- bien, muchísimas gracias, esa cesta era de mi madre y le tengo un gran aprecio.- añadió franqueando al enano y acercándose a los pequeños para terminar haciendo una reverencia ante ellos antes de agarrar su cesta.
Pudo notar la forma en la que los dos veían alejarse la cesta de ellos, con anhelo y quizás algo decepción.
Por lo que sabía de los enanos que había conocido anteriormente, era una raza orgullosa y seguramente si les ofreciera el contenido de esa cesta seguramente no solo no se lo aceptarían sino que además les ofendería pero le partía el corazón ver la cara de los dos pequeños.
-seguro que podemos encontrar algo aquí para agradeceros los cuidados.- dijo el hobbit fingiendo rebuscar un poco y terminando por sacar un paquete envuelto en un papel marrón que abrió cuidadosamente ante los niños, dejando que vieran las deliciosas pastas de miel que Prímula, su prima, le había dado cuando se habían encontrado en el mercado.
Los niños miraron las pastas sorprendidos y luego al enano que había tras del hobbit sin atreverse a tomarlas.
-no necesitamos la caridad de nadie señor hobbit.- dijo el enano con un tono seco que hizo que Bilbo frunciera el ceño terminando incluso por perder un poco la compostura poniéndose derecho y mirándole directo aunque el enano era más alto que él y muchísimo más intimidante.
-Es Bolsón, señor Bolsón, y por si no se dio cuenta, son pastas de miel, no caridad.- dijo sarcástico y señalando todas sus palabras moviendo su dedo índice frente al enano como si aleccionara a un niño.- y ¡son un regalo por los servicios que me prestaron!
En cuanto terminó la frase, Bilbo fue de nuevo consciente de la situación. Estaba en medio de un campamento de enanos itinerantes que no conocía de nada, prácticamente gritándole enojado a uno de ellos por unas pastas mientras unos cuantos enanos adultos más le observaban incrédulos. Maldita fuera su sangre Took... Siempre salía en los momentos menos oportunos.
-gracias por las pastas señor Bolsón.- dijo una voz femenina desde detrás de él, lo que le hizo girarse pudiendo ver a una enana acercarse por detrás a los niños que sonrieron a su madre al obtener su permiso para aceptar el dulce y acercándose a Bilbo para tomar una pasta cada uno del paquete.
-muchas gracias.- dijo el más pequeño dedicándole a una sonrisa encantadora antes de volver a tomar la mano de su hermano.
-Fili y Kili, ¡A su servicio!- dijeron los dos casi a dúo haciendo que no solo Bilbo sonriera ante su reverencia y notando que los niños lo miraban como esperando su respuesta.
-¡Oh si! Si, claro. Bilbo Bolsón, al vuestro.- contestó el hobbit sonriendo y haciéndoles una reverencia también.
-lamento que mis hijos os hayan hecho desviaros de vuestro camino al... "Cuidar" vuestra cesta. No suelen hacer esas cosas.- se disculpó la enana mientras acomodaba mejor en su cadera el cesto que ella misma llevaba con lo que a Bilbo le parecían trapos con sangre y hierbas, quizá vendajes ya usados y que debían lavarse.
Iba a responder cuando el niño más mayor tiró de la falda de su madre ofreciéndole la pasta.
-para el abuelo.- susurró el niño y sin duda Bilbo se sintió tentando de darle no solo otra sino el paquete, siendo detenido por un gruñido proveniente del enano que seguía plantado a su espalda.
Por suerte para Bilbo su parte Bolsón dominó esta vez cerrando la boca entendiendo que sería demasiado entrometerse y segEl niño moreno tomaba la mano del rubio que parecía unos años mayor mientras ambos esperaban una regañina.
uramente saldría mal parado.
-Bien, creo que debería irme. Ha sido un placer.- dijo sonriendo a los niños mientras la enana aceptaba la pasta que el pequeño le daba y Bilbo en ese momento prefirió dejar de ver aquello porque le dolía alma.- ¡Oh! Y por cierto, creo que deberían irse de aquí...
No pudo terminar la frase al ser agarrado por el brazo con fuerza y sacado del prado hacia el camino por un enojado enano.
-¿Y por qué no? Nos han echado ya de cinco sitios distintos en esta maldita Comarca, todo prado pero todo con dueño... Pero ya nos informaron que las zonas no valladas no son de nadie y aquí no hay valla así que señor Bolsón ya se pueden ir usted y sus galletas a ¡molestar a otra parte!.
Bilbo lo miró en principio lo miró sorprendido para cambiar a un gesto enojado.
Abrió la boca varias veces tentado de darle una lección de modales a aquel estúpido enano, pero estaba tan sumamente enfadado que no le salía la voz, terminando por sostener mejor su cesta y marcharse a casa dispuesto a olvidarse de los enanos y a despreocuparse de lo que pudiera pasar con ellos. Con esos modales no le extrañaba que nadie los ayudara.
