Notas: Hola a todos… nuevamente me tienen aquí, entregándoles el primer capítulo de este Fic; para los que ya lo han leído antes y estén aquí para leer los cambios, podrán darse cuenta que el Prologo lo he eliminado por completo de la historia… decidí que era mejor agruparlo con el primer capítulo… además de que se darán cuenta cómo es que he puesto un poco más de descripciones tanto en la narración como en los diálogos… aunque no son muy notorios sí que me parecían adecuados para colocar… también podrán notar una aumento en el final del capítulo a comparación de la última vez. Bueno, creo que es todo por el momento. ¡¡Disfruten del Capitulo!!
Disclaimer: Los personajes Inuyasha no son míos (ojala pudieran serlo ¬.¬) son propiedad de la señora Rumiko Takahashi.
Sumary: UA., Kagome es una mujer que busca venganza… Inuyasha un medio para ayudarle, en el camino ambos se enamoran, pero ¿qué serán capaces de hacer para estar juntos?
Aclaraciones
-blablabla- conversación normal
"blablabla" pensamientos
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Capitulo 1: Secretos
El viento mecía suavemente la vela gris de ese majestuoso barco… un barco temido por muchos y alabado por otros, un barco que transportaba la vida de un ser que ha sufrido demasiado… la vida de una joven mujer… con 24 años de edad, llevaba los últimos tres de ellos navegando de isla en isla, acompañada de su hermano mayor y su único hijo. La vida nunca fue justa con ella, desde el momento de su nacimiento dentro de una familia de esclavos, apenas si tenía suficiente comida para alimentarse una vez al día, pues además de alimentarla a ella, sus padres debían de alimentar dos bocas más, la de su hermano y hermana.
Ella se encontraba en la proa del barco, mientras en el horizonte se podía apreciar un hermoso atardecer, acompañado de un tenue soplido de viento. Para muchos, los atardeceres son significado de belleza y tranquilidad, pero para ella no era lo mismo, en especial si el atardecer es visto desde la proa de aquel barco que le pertenecía, para ella los atardeceres solo podían ser sinónimo de declive, pérdida… muerte. Fue en un atardecer como el que presenciaba que perdió a las personas que le dieron la vida, fue en un atardecer cuando la persona en quien más confiaba la traiciono e hirió… en un atardecer como ese fue sometida y humillada. Sin duda los atardeceres eran y siempre serán el presagió de que algo malo ocurriría en su vida.
Pero no estaba dispuesta a vivir todo el tiempo que le quedaba de vida, con temor a esos momentos del día. Era por ese motivo que se dirigía a aquella isla en donde debería de cambiar su destino, de la única forma en que podría hacerlo… destruyendo a la persona que dio inicio a su sufrimiento. Y mirando ese atardecer, fue que comenzó a recordar aquel día que la marco para siempre…
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Era un hermoso día de verano en Europa, a pesar de todos los años que habían pasado, y de todos sus esfuerzos por erradicar la esclavitud, aun podían encontrarse este tipo de situaciones en los poblados más alejados de la civilización, como era el caso de una pequeña isla que tenía el nombre de Sablón, cuyos gobernantes apoyaban el uso de esclavos y lo practicaban. En esa isla podían apreciarse personas poderosas siendo acompañadas por aquellas a quienes consideraban inferiores y que además vestían de la peor forma posible. Entre todos esos esclavos se encontraba una hermosa familia de apellido Higurashi, conformada de padre, madre y tres hijos; siendo hombre el mayor de ellos. Toda la familia se encontraba bajo las órdenes del gobernador de esa isla, su nombre… Naraku… un hombre de gran altura, delgado, buen porte, ojos color zafiro, tez blanca y siempre vestía con colores oscuros, su cabello negro largo hasta más debajo de la cintura, lo llevaba suelto a cada momento. Ese hombre siempre se interesaba por las mujeres que no pudieran oponerse a él, mujeres sumisas y capaces de complacerlo… pero en el último año se había llegado a interesar en una mujer completamente diferente… su esclava más joven…. Kagome Higurashi… aunque está no llegaba siquiera a ser tan hermosa como su hermana mayor, a sus 15 años ya tenía un carácter muy fuerte e impredecible, así en un momento se encontraba completamente alegre y al segundo siguiente furiosa… pero lo que más le llamaba la atención, sin duda era aquel caminar tan sensual con el que se movía naturalmente… un movimiento que lo volvía realmente loco… sin embargo y a pesar de todos los métodos utilizados para hacerla suya nunca logró nada… esa niña se encontraba protegida por sus padres, quienes no dejaban que se le acercara demasiado… a pesar de ser esclavos, ellos aun se defendían a costa de todo…
Pero ese día fue el día de suerte para ese hombre y unos de los días más funestos para la misma Kagome… en la última semana los señores Higurashi, habían adquirido la peste; una enfermedad muy difícil de combatir, en especial para personas como ellos que no tenían los recursos necesarios para pagar un medico; por lo que ese día ambos ya se encontraban muertos… y Naraku vio la oportunidad de inmediato… al momento en que supo sobre la muerte de esa pareja ideo un plan infalible que le permitiera hacerse de la pequeña y poseerla cuantas veces se le diese en gana… con ayuda de algunos de sus sirvientes logró llevar a cabo una de sus tantas artimañas para deshacerse del hermano mayor, acusándolo de un robo dentro de su propia casa, logrando con esto exiliarlo de la isla, con la posibilidad de su muerte en caso de que intentase regresar… en cuanto a la otra…. Kikyo Higurashi… de ella le fue mucho más fácil deshacerse… Kikyo era una mujer ambiciosa, siempre la había tenido como su amante a cambio de entregarle una buena suma de dinero, y ella no se quejaba de nada, incluso en muchas ocasiones ella misma se había llegado a ofrecer realizando actos salvajes en la cama a cambio de un poco más de lo que le acostumbraba a pagar normalmente… y en esta ocasión no sería diferente, Kikyo rápidamente aceptó el trato de entregarle a su hermanita a cambio de 100 lingotes de oro, juntó con la con la completa libertad de abandonar la isla y rehacer su vida en algún lugar lejano, siendo conocida como una dama, no como una esclava.
Así, a los tres días de la muerte de los señores Higurashi, la hija menor se encontraba a manos de aquel hombre tan horrible, él había despachado a todos los que se encontraban dentro de la casa, llevando a Kagome de manera forzosa a la habitación que él utilizaba… ella temblaba de miedo, sabía que lo que se avecinaba no era nada bueno para su persona, pero también sabía que no podía hacer nada para evitarlo, ella era solo una niña, y comparada con aquel hombre no tenía la suficiente fuerza para luchar en su contra, tanto porque él era más fuerte, como por el hecho de que se encontraba desnutrida después de que en los últimos días había rechazado comer siquiera un poco de arroz…
Rápidamente fue acorralada, tomada por la fuerza y arrojada a la cama… sintió como sus ropas eran rotas por las manos de él, inútilmente trato de cubrirse, pero Naraku tomó sus dos manos por las muñecas, sosteniéndolas por encima de su cabeza, con tal fuerza que sintió sus huesos crujir… su mente, entonces se mantuvo en blanco, ensimismándose dentro de sus pensamientos, tratando de convencerse de que eso no le estaba pasando… teniendo la vaga esperanza de que todo fuese producto de una pesadilla… una pesadilla de la que pronto despertaría.
Horas después, cuando la mitad de la noche reinaba, ella se encontraba en un rincón de la habitación, cubriéndose con una manta del frió y la vergüenza que sentía de ella misma… Naraku había sido rápido, la tomó por la fuerza y la hizo suya con brusquedad, sin importarle que ella era virgen…lo único que le interesaba era satisfacer esa necesidad que tenía por poseerla desde hacía tiempo; y una vez que lo hizo se arreglo sus ropas y salió de la habitación, dejándola sola y lastimada. Cuando ella hubo recuperado un poco de conciencia fue que se acurruco en aquel lugar.
Por cinco días, Naraku llevó a cabo aquel mismo ritual tan horrible para ella…por cinco días ella no quiso comer nada, sintiéndose una basura y deseando morir… pero al amanecer el sexto día, Naraku irrumpió en aquella habitación, la obligó a vestirse y con la ayuda de dos de los hombres que trabajaban para él, fue llevada fuera de la casa, la subieron a un coche que la dirigió a la playa de aquella isla, donde se encontraba un barco propiedad del gobernador… Siendo apenas consciente de lo que sucedía a su alrededor y a ella misma, se encontró encerrada un uno de los camarotes de aquel navío, sintiéndolo zarpar instantes después… sin siquiera imaginar el destino que le deparaba, alejándose de aquel hombre y jurándose internamente, que en algún momento volvería para vengarse.
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Salió de sus recuerdos tan dolorosos cuando sintió como una fuerte brisa pegaba en su rostro… observando una última vez el rojo atardecer dio media vuelta y comenzó a caminar lentamente en dirección a su camarote… desde aquel día –ocho años atrás- en que fue puesta en ese barco tuvo que cruzar por muchas situaciones muy duras, obteniendo pérdidas importantes para ella en ese lapso de tiempo… cuando se recupero de lo sucedido en la isla se había puesto en la tarea de buscar al maldito de Naraku… pero él había abandonado aquella Isla, una vez que otro fue colocado en su lugar como gobernador, él huyo como el cobarde que era… nadie le supo decir a qué lugar se había dirigido... sin embargo, ahora, gracias a un amigo suyo, supo el lugar exacto donde podría encontrar a aquel sujeto… y estaba dispuesta a hacer lo que fuera con tal de que él pagara por todo lo que le hizo… lo haría pagar… por Kami que cumpliría con su venganza… y con ese último pensamiento, se adentro en su habitación, cerrando la puerta lentamente y disponiéndose a prepararse para alcanzar su objetivo al día siguiente…
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Al día siguiente. Isla de Ferinno.
Ferinno… una de las tres islas más importantes en el océano Atlántico, junto con Sirenca y Sablón… las tres –a pesar de su importancia- encontrándose en puntos distintos de ese océano… separadas por miles de kilómetros… cada una de aquellas islas poseía dentro de su población a las familias más adineradas que podrían conocerse, cada una de ellas manteniendo una forma de vida por medio de los negocios que realizaban… por el puerto de Ferinno, dos hombres apuestos y temiblemente muy parecidos, caminaban apresurada y firmemente buscando algo en particular... uno más alto que el otro, ambos con el cabello de un extraño color plateado, de cuerpo atlético, tez blanca, y lo que más resaltaba de ambos, el hermoso dorado de sus ojos… un color característico de la familia a la que pertenecían, herencia de su padre… ambos hombres vestían elegantemente, el más alto –siendo el mayor de los dos- con ropas color blanco y morado, el otro vestido con pantalones negros y una camisa roja… cualquier mujer que se respetara nunca ignoraría a aquel par de conquistadores. Ellos, eran los hijos del poderoso Inuno Taisho… un hombre millonario, que había llegado hace apenas 2 años atrás y que había duplicado sus riquezas en ese pequeño lapso de tiempo; obra de los negocios que llevaba a cabo… negocios que muy pocos conocían y que la mayoría no quería averiguar… muchas historias existían alrededor de aquella familia… pero a pesar de ello, todo aquel que llevara el apellido Taisho, era tratado con sumo respeto…
En ese momento, los hermanos se dirigían al barco que debía de traer una mercancía muy valiosa para ellos… para su padre, más específicamente. Ninguno sabía de qué se trataba, sólo que debían de cuidar de ella a cualquier costo.
- No entiendo porque padre nos envía nosotros, mientras él se encuentra descansando en la mansión – dijo el más joven de los dos, notándose claramente el disgusto que sentía por realizar ese trabajo.
- Está claro que tú nunca entenderás las razones de padre… y deja de estar refunfuñando Inuyasha. – contestó el mayor con la habitual frialdad que lo había caracterizado desde niño y que no tenía reparos en demostrar a su hermano… pero a pesar de sus palabra él mismo no podía comprender la actitud de su padre.
- No molestes Sesshoumaru... además, sabes que tengo razón, padre se ha estado comportando muy extraño en los últimos meses…y justamente hoy, decide que ya es tiempo de que nosotros comencemos a conocer sus negocios, enviándonos a recibir algo de que no sabemos absolutamente nada… esto no me gusta. – fueron las palabras de Inuyasha sin cambiar su tono de voz.
Sesshoumaru no contestó ante las palabras de su hermano menor, sin embargo estuvo absolutamente de acuerdo con él… sabía que su padre se había estado comportando extrañamente desde la muerte de Izayo… la madre de Inuyasha… muerte que había sucedido un año atrás, pero desde hacía poco tiempo que su comportamiento había empeorado… salía de viaje sin decir al lugar predestinado o cuando se encontraba en casa, se encerraba en el estudio, además de que recibía cartas que contestaba lo más pronto posible, y cuando le preguntaba sobre la procedencia de dicha correspondencia, su padre sólo lo veía fijamente y le contestaba "Ya lo sabrás"… cualquiera que fuese el secreto de Inuno Taisho, pronto sería descubierto. En esos pensamientos se encontraba, cuando diviso un barco hermoso… se veía claramente que había sido tallado con suma precisión, por decirlo de una forma: sublime… comenzando por aquel ser que se encontraba en la cabeza del navío… había visto como es que decenas de barcos colocaban al frente de sus naves, la forma de una mujer hermosa ya sea una sirena o alguna dama… sin embargo este barco lo que contenía era una mujer con un bello rostro, pero con cuerpo de un ciempiés, el cual se encontraba rodeando al cuerpo del barco desde su izquierda hasta terminar la 'cola' en el pecho de esta por su lado derecho… casi pareciera que tenía atrapado a aquel navío… y entre una de las manos de aquel ser, podía apreciarse un objeto de color violeta, parecía ser algún tipo de joya… y entonces lo escuchó, el nombre de aquel majestuoso barco en un grito pronunciado por uno de los hombres que ahí se encontraban… Shikon…
- Este es el barco que padre esperaba… - escuchó decir a Inuyasha, el cual se encontraba observando fija y seriamente el navío.
- Vallamos por la mercancía y larguémonos – fue la contestación de Sesshoumaru y lentamente se acercaron hacía quien parecía ser el capitán… pues todos obedecían lo que él les ordenaba.
- ¿Usted es el Capitán? – preguntó el más joven de los hermanos seriamente.
- ¿Quién lo pregunta? – contestó con otra pregunta aquel hombre. Él era tan alto como Inuyasha Taisho, de cabello negro, ojos de color café, cuerpo musculoso y una cicatriz en la mejilla derecha de su rostro.
- Somos los hijos de Inuno Taisho… él nos pidió que recogiésemos algo en este barco. – contestó Sesshoumaru con la frialdad que le caracterizaba. El hombre solo se lo quedó viendo fijamente, como si tratase de descubrir algo…
- ¡Koharu! – gritó aquel hombre, sin despegar su vista de los hermanos Taisho, y después de unos cuantos segundos un niño de apenas 11 años de edad, cabello castaño, ojos del mismo color, con piel oscurecida por el sol, una altura que no rebasada los 1.50 m. y, con visibles pecas que cruzaban mejillas y nariz.
- Dime, Souta – dijo el niño dirigiéndose al hombre, el respeto y porte reflejándose claramente al presentarse ante ellos.
- Llama a tu hermana y a Kag… diles que sus guías han llegado – contestó Souta viendo al chico fijamente, pero sin cambiar su expresión seria.
- ¡Sí! – respondió el niño, desapareciendo de inmediato de la vista de los tres hombres, para adentrarse al barco.
- En un momento estarán aquí y podrán conducirlas… todos los baúles; - comenzó a hablar Souta dirigiéndose a los hermanos, emprendió a dar indicaciones – muebles y lo indispensable para su cómoda estadía se encuentran en camino a la casa, así como los sirvientes y…
- Espera, nuestro padre no nos dijo nada llevar personas a nuestra casa. – interrumpió Inuyasha un tanto confundido e irritado.
- ¿Inuno no les explico nada? – preguntó Souta la confusión notándose en su voz, pero sin dejar a un lado la seriedad con la que se había dirigido desde un principio a los hermanos Taisho.
- Solo nos dijo que hoy llegaba un barco llamado Shikon a las 3 de la tarde y que a bordo se encontraba algo importante que recogeríamos y llevaríamos a nuestra casa de la colina. – fue lo que contestó Inuyasha con tono serio e irritado, esperando con eso que el capitán del barco les indicase exactamente que llevarse con ellos y que no fuese a esas personas que él había mencionado.
- Entonces no tienen que saber nada más, a excepción de que lo que Inuno los mando a recoger no es un objeto y que deben llevarlas a la casa que se les ha predestinado con anterioridad… - terminó girando su vista hacia el barco, donde se pudo apreciar como desembarcaban tres personas… dos mujeres… y con ellas el niño llamado Kohaku.
Una de las mujeres vestía de forma humilde… con un vestido de lana color marrón, el cual le llagaba solo un poco debajo de las rodillas, ella tenía el cabello castaño sujeto con un listón negro en una cola baja, de tez bronceada y siendo un poco más alta que su compañera. En contraste, la otra mujer vestía elegantemente… con un vestido, que a simple vista podía identificarse hecho de seda y satín, de color negro que le llegaba hasta los tobillos mostrando solo un poco de sus zapatos; usaba guantes que le llegaban hasta el codo del mismo color que su vestido, el cabello de color negro azabache lo llevaba suelto llegándole hasta la cintura, su tez que siendo blanca tenía un tenue bronceado, sin llegar a ser tan notorio como en la otra joven, contrastaba perfectamente con los colores de sus ropas, y sus ojos de color castaño que parecían mirar a la nada… esa mujer sin duda alguna era muy hermosa…
Los hermanos Taisho se quedaron sin palabras al poder apreciar a aquella dama, en especial cuando comenzó a descender de aquel navío, mostrando una elegancia que muy pocas veces habían conocido en alguna mujer, pero cuando llegó a la altura de ellos y hablarles el encanto se rompió.
- ¿Ustedes son los hijos de Inuno Taisho? – pregunto con voz seria y formal, mirando fijamente a los hermanos.
- … Así es señora… Sesshoumaru Taisho a sus órdenes… - se presentó tomando la mano izquierda de aquella mujer y colocando un beso en ella, sin dejar la seriedad de su rostro a un lado.
- Y yo soy Inuyasha Taisho… - dijo realizando el mismo acto que su hermano.
- Es un placer conocerlos, Inuno me ha contado mucho sobre ustedes… - dijo aquella mujer tan misteriosa - … Mi nombre es Kagome Takeda, supongo que su padre no les ha hablado de mi… - termino de decir ella viendo la cara sorprendida de ambos hombres… y girándose hacia Sota le habló, cambiando un poco su forma de hablar a uno más amable. - ¿Cuándo te marcharas?
- Solo estaremos aquí por tres días, comprando los comestibles y material requerido… después de eso regresamos a Sablón… - contestó Souta mostrando una tenue sonrisa, dirigida claramente a Kagome.
- Bien… ¿podrías regresar en dos o tres semanas?... estoy segura que en ese tiempo ya habré terminado con lo que he venido a hacer. – dijo Kagome con seriedad.
- Estaré aquí en dos semanas. – contesto él con la misma seriedad que ella.
- Entonces hasta dos semanas. – dijo por ultimo ella, viendo como Souta se inclinaba ante ella en modo de despedida y regresaba a comandar el barco, perdiéndose dentro del mismo - Creo que podemos marcharnos ahora. – terminó dirigiéndose a los hermanos Taisho.
- …Claro, por aquí por favor… – contesto Inuyasha, tendiéndole el brazo derecho para que lo tomase Kagome, quien aceptó gustosa y comenzaron a caminar, mientras Sesshoumaru caminaba al lado de su hermano y la otra joven junto con el niño detrás de ellos.
Prontamente abordaron un carruaje que se encontraba dispuesto cerca del puerto, teniendo que llevar con ellos a los dos que parecían ser los sirvientes de la dama. Durante todo el trayecto hacía la casa donde debía de instalarse Kagome, ninguno de ellos pronuncio palabra alguna, sumergiéndose en un silencio que parecía más que tensar, agradar todos… Kagome, mientras tanto fue absorbida por los pensamientos y recuerdos que se arremolinaban en su mente, recuerdos que en esos momentos, en lugar de hacerla sentir triste o desdichada, la llenaban de un sentimiento de gratificación y ansiedad por lo que sabía sucedería en poco tiempo, sin mostrar ningún cambio en su rostro que diera a conocer los sentimientos que la rodeaban en ese momento… todos esos años le habían mostrado que aún la persona con el más puro corazón, es incapaz de perdonar ciertas cosas, ni siquiera su esposo; y ante el recuerdo de aquel hombre que fue su salvador y primer amor, no pudo evitar cerrar sus manos en puño… él también era una de las razones que la había conducido a llevar a término aquella venganza, él merecía ser vengado…
Iba sentado justo al frente de aquella hermosa mujer llamada Kagome, aunque no iba al pendiente de lo que ella hiciera o dijera, no pudo evitar notar el momento en que ella cerraba sus manos en puño, lo cual lo intrigó demasiado, llevándolo a mirar con detenimiento su rostro… notando lo hermoso y fino que llegaba a ser a pesar de las facciones tensas, con una nariz pequeña y respingona, una boca pequeña y deseable, pero lo que más le llamo la atención fueron sus ojos, por donde se desbordaban un sin fin de emociones, y siendo de color chocolate, "casi de la misma intensidad que los de… ¿Kikyo?" fue entonces que se percató del gran parecido que tenía esa mujer con la que era su prometida, no sólo en los ojos sino que también el color de cabellos y la forma de esta, con una pequeña diferencia, el de su novia era completamente lacio y el de Kagome poseía unos pequeños rulos en las puntas… con este pensamiento la observó con más detenimiento tratando de descifrar que más cosas tenía en común con Kikyo...
Mientras tanto, Sesshoumaru sólo podía pensar en una cosa; aquellos personajes de apariencia humilde estaban viajando con ellos… ¡en el mismo carruaje!... eso para él era inconcebible, cualquier persona de sociedad que se respetara no aceptaría llevar a nadie en condición de servidumbre dentro del mismo carruaje…sin duda alguna aquella mujer era demasiado confianzuda y los trataba como sus iguales, cuando ciertamente no era así… viéndola de manera disimulada pudo observar más atentamente la forma de vestir de aquella mujer… sin duda se notaba la elegancia que poseía y se preguntó ¿cómo es que no la había conocido antes?, pues realmente ella era hermosa, sería, fría y preciosa… le recordaba un poco a la prometida de su hermano… "mmm, ¿Cómo dijo que se llamaba?... ah sí, Kagome Takeda… ¿Takeda?..." debía de admitir que aquella mujer le había despertado la curiosidad, en especial con el apellido que portaba, ya que aquel apellido era de la familia más poderosa -aparte de la de ellos claro está-, que existía en aquellas islas… conformada por 4 hermanos y siendo el mayor la cabeza de todos… Bankotsu Takeda, quien recientemente había muerto asesinado por razones que aún se desconocían… así que era fácil decir que aquella mujer era la viuda por la vestimenta negra que portaba y el anillo de casada con el símbolo de la familia Takeda que aun llevaba y del cual se había percatado hasta hace unos instantes… pero aun quedaban dudas, ¿Qué hacía ella en aquel lugar? ¿Cómo es que conocía a su padre? ¿Por qué se hospedaría en la casa de ellos, cuando podría fácilmente comprar una a su gusto? ¿Por qué su padre los había enviado a su encuentro?... todas aquellas preguntas y no encontraba respuesta alguna, pero de las cuales pronto sabría…
Fue así que sin darse cuenta habían llegado a aquella mansión ubicada en lo que era el lado oeste de aquel pueblo, cerca de unos riscos donde se podía apreciar el mar en todo su esplendor, una mansión de color ocre, con ventanas de madera en la mayoría de las habitaciones superiores y tres balcones, uno a la izquierda, otro a la derecha y uno en el centro de aquel piso, en la parte inferior las ventanas llegaban a ser más grandes y amplias con las cuales se dejaba entrar luz a lo que sería el recibidor, el ante comedor, el comedor y la sala; logrando así un equilibrio magnifico, además podía apreciarse un pequeño establo y por supuesto el amplio jardín que abarcaba desde la reja de la entrada de aquellos terrenos hasta la mansión, siendo una distancia de 200 metros a lo largo.
Una vez que bajó del carruaje con la ayuda de Sesshoumaru, Kagome pudo percatarse de la persona que la esperaba a la entrada de aquella casa… lo que ocasiono que hiciese algo completamente inesperado… sin decir una sola palabra y dejando sorprendidos a los hermanos, se encaminó a aquel hombre mostrando una leve sonrisa de felicidad, y abrazándolo cuando estuvo frente a él, con la urgencia de las personas que han extrañado a alguien muy querido y a quien no habían visto en mucho tiempo. Aquel hombre aunque sorprendido en un principio por aquella muestra de cariño que pocas veces podía obtener de aquella mujer, devolvió el abrazo demostrando en mismo sentimiento y después de unos segundos así, se separaron con una sonrisa en el rostro de ambos.
- Es un gusto volver a verte Inuno-san – dijo Kagome haciendo una pequeña reverencia – y lamento causarte tantas molestias al hospedarme en tu casa.
- Para mí también es una alegría verte, pero vamos Kag, sabes que no es ninguna molestia, después de todo esta casa muy pocas veces la usamos y para mi es una forma de agradecerte el apoyo brindado en los momentos más difíciles en mi vida – contestó Inuno Taisho con una pequeña sonrisa melancólica – … pero ¿qué estamos esperando?, entremos a la casa para platicar más a gusto… - continuó mostrando un poco más de alegría, tanto en su expresión como en su voz.
Los hermanos Taisho lo único que pudieron hacer fue seguirlos en silencio, preguntándose ambos nuevamente ¿Cómo es que su padre conocía aquella mujer?. Después de hacer el recorrido obligatorio en aquella mansión para que Kagome se sintiera más a gusto, Inuno ordenó a uno de los sirvientes que ya se encontraban ahí, que les llevaran un poco de té y algunas galletas al estudio donde ahora se encontraban, aquel lugar tenía un hermoso librero hecho de caoba, además de un escritorio de madera y con una silla de piel, así como se encontraban un par de sofás para 3 personas de color vino, la pared de aquella habitación era de color café oscuro, y lo que le daba iluminación a aquel lugar -además de ser el candelabro en el techo- eran las hermosas ventanas que ocupaban la mayor parte de la pared detrás del escritorio… ensimismados en un silencio un poco tenso por parte de los hermanos Taisho… no tardo en llegar la misma joven que los había acompañado en el carruaje, y que había desaparecido en el momento de la llegada a la casa, llevando una bandeja sobre la que llevaba una tetera y cuatro tazas de lo que parecía ser porcelana china, junto con un plato con galletas, colocándolas sobre una pequeña mesa que se encontraba en el medio de los sofás, comenzó a servir el té.
- Muchas gracias Sango – dijo Inuno Taisho en cuanto recibió su taza de té, sonriéndole con amabilidad a la joven… sentado en uno de los sofá con Kagome a su lado, y frente a ellos, en el otro sofá, sentados Inuyasha y Sesshoumaru – ¿Cómo está tu hermano?
- … Se encuentra muy bien, Inuno-sama – fue la respuesta tímida de Sango, mientras terminaba se servir la ultima taza de té, y una vez cumplido su trabajo se retiro silenciosamente.
- Parece ser que conoces a muchas personas… pero me gustaría que me dijeras desde cuando ustedes dos se conocen – dijo Inuyasha dirigiendo su mirada dorada a su padre y Kagome; después de hacer esa pregunta se hizo un pequeño silencio, en el cual Inuno solo pudo girar su rostro para ver a su compañera de asiento, y en un mudo silencio solicitando su permiso para hablar sobre ello.
- Yo tenía apenas 10 años cuando conocí a su padre, a pesar de las circunstancias, él siempre se portó amable conmigo y mi familia, y tal vez fue en ese tiempo que comenzamos a tratarnos como amigos de verdad… - fue la contestación de Kagome, para después dejar su taza de té sobre la mesa y continuar con su relato – … pero fue apenas 2 años atrás que comenzamos a tener contacto por medio de cartas y algunos viajes; por supuesto que mi difunto esposo siempre supo de nuestra amistad y algunas veces estuvo en aquellas reuniones.
- ¿Quién era tu esposo? – pregunta Sesshoumaru sin soportar más su curiosidad por saber su sus deducciones eran ciertas.
- Creo que eso es obvio hijo… - dijo Inuno con una sonrisa un poco prepotente – … ella es la viuda de Bankotsu Takeda.
- ¡¿Qué?! ¿Y porque es que la conocemos hasta ahora? Si tú ya tenías tratos con los Takeda, ¿por qué nunca los invitaste a la casa? – dijo un Inuyasha sobresaltado.
- Porque yo nunca quise aceptar las invitaciones que Inuno-san me hacia – contesto Kagome seriamente – he estado muy ocupada persiguiendo un objetivo muy importante para mí y el cual estoy a punto de alcanzar… después de todo mi amado esposo, que en paz descanse, no era el único que buscaba hacerse de aliados y socios.
Antes de que cualquiera hiciera alguna otra pregunta, se escuchó que tocaban la puerta dando paso, segundos después, a un pequeño niño de 7 años de edad, de cabello negro corto, ojos de un hermoso color azul turquesa, y tez tan blanca que parecía nunca haber sido tocada por el sol o algún otro ser, vestía elegantemente un traje negro, haciendo una reverencia ante todos pidió disculpas por la interrupción.
- Lamento importunarlos, pero necesito hablar contigo Okasan – dijo mirando fijamente a Kagome.
- Por mi está bien… señores, déjenme presentarles a mi amado hijo, Hiroshi Takeda – habló dirigiéndose al señor Taisho y sus hijos, mostrando una pequeña sonrisa, símbolo inequívoco de lo orgullosa que estaba de su pequeño niño.
- ¿Él es el pequeño Hiroshi? – dijo un sorprendido Inuno, para momentos después acercarse a él y en un gesto de cariño revolverle un poco su cabello - … tal vez no me recuerdes, pero te conocí cuando apenas tenías 3 años de edad, soy Inuno Taisho. – se presentó adecuadamente mostrándole una tenue sonrisa.
- Es un gusto conocerlo Taisho-sama, lamento decir que no lo recuerdo – respondió el pequeño haciendo una graciosa mueca de vergüenza.
- Oh, no me llames con tanta formalidad, me haces sentir viejo, jajajaja – devolvió Inuno con jovialidad – sólo llámame Inuno-san, ¿de acuerdo? – preguntó al pequeño.
- … está bien – contesto el niño, emitiendo una sonrisa alegre.
- Bueno, creo que es momento de retirarnos, vendré a visitarte dentro de un par de días. – comentó Inuno, yendo hacia la puerta y dirigiendo claramente sus palabras a la joven madre.
- Fue un gusto conocerla, señora Takeda – dijo Inuyasha, despidiéndose de Kagome del mismo modo en que se habían presentado ante ella.
- Un gusto – dijo secamente Sesshoumaru apenas imitando lo que su hermano menor había hecho.
- Igualmente fue un placer conocerlos… - dijo Kagome viendo como los hermanos Taisho salían del estudio, mientras que Inuno se detenía un momento antes de retirarse por completo y viéndola a los ojos le dijo unas últimas palabras.
- No te adelantes aún Kagome, espera sólo un poco por mí… - y cerrando la puerta dejó a solas a Kagome con su hijo.
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Afuera de la casa.
Tan pronto hubiesen salido de la mansión, los hermanos Taisho habían decidido esperar a su padre a que saliera, justamente sin entrar al coche que los esperaba… mientras esperaban no cruzaron palabra alguna, cada uno pensando en el encuentro de su padre había tenido con Kagome y sacando sus propias conclusiones en cundo a cómo es que pudieron conocerse.
- No es momento de hablar de eso aun… - dijo él hablándoles con gran seriedad, nada parecido al hombre que minutos atrás demostraba gran variedad de sentimientos.
- ¿Y cuándo será el momento? Has estado evadiéndonos durante este último año y ahora viene esta mujer, que parece está involucrada en eso… - dijo Sesshoumaru mientras los tres subían al carruaje en el que llegaron los hermanos.
- Él momento de saber la verdad será cuando todo esté arreglado… Kagome debe de resolver un asunto de suma importancia, una promesa que se hizo a sí misma y que reafirmo a Bankotsu… - dijo Inuno sin cambiar de expresión.
- ¿Una promesa? – preguntó Inuyasha con intriga.
- Si, una promesa que estuvo a punto de olvidar hasta un par de meses atrás…antes de la muerte de Bankotsu – siguió Inuno mirando por la ventana, después de un pequeño silencio.
- ¿Qué tipo de promesa pudo haber hecho como para cambiar de opinión después de la muerte de Takeda? – preguntó Inuyasha a su padre.
- … Eso es algo que yo no puedo decirles – contestó Inuno mirando a sus hijos.
- No puedes decirnos, pero es algo que te involucra… de no ser así no habrías dispuesto esa casa para ella… - dijo Inuyasha – no la casa que fue de mamá ¿son amantes acaso? – pregunto fríamente.
- Ella es una niña Inuyasha y la considero como mi hija desde el momento en que la conocí… además ella es alguien que se da a respetar, nunca sería la amante de alguien por voluntad propia… bueno creo que sería mejor hablar de otra cosa, como ya les dije todas sus preguntas serán contestadas en el momento adecuado… momento que aún no llega, así que lo único que pueden hacer es esperar. – dio por terminada la conversación.
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Dentro de la mansión.
El pequeño Hiroshi se encontraba sentado en el sofá al lado de su madre… se encontraba serio, mirándola a los ojos; el tema que quería tratar con ella era un poco delicado, dado que la involucraba a ella y su inusual comportamiento que había adoptado las últimas semanas… un comportamiento que estaba lejos de comprender si no se lo decía ella misma. Respirando un poco, fue el primero en hablar.
- ¿Por qué vinimos a esta isla Okasan? – preguntó Hiroshi sin cambiar su expresión seria.
- ¿De eso es de lo querías hablar conmigo? – contestó con una pregunta Kagome sonriéndole cariñosamente a su hijo.
- Responde mi pregunta Okasan, desde la muerte de Otosan te he notado además de triste muy… como decirlo…mmm, preocupada. – dijo Hiroshi mostrando preocupación por lo que le estuviera pasando a su madre.
- Hiroshi… - fue lo que dijo ella antes de envolver a su hijo en un abrazo, donde demostraba lo mucho que lo amaba – disculpa por preocuparte, pero la verdad es que desde que supe de la muerte de Bankotsu he tenido miedo de que algo pudiese pasarte, después de todo tú eres la única familia que me queda y lo más preciado para mí. – continuó diciendo, apretando un poco más el abrazo y sintiendo como es que su hijo comenzaba a devolverlo.
- ¿Esa es la razón de haber venido aquí? ¿Porque tienes miedo de que puedan dañarme en Sablón? – siguió preguntando el pequeño ocultando su rostro en el pecho de su madre.
- Si, esa es la razón… no quiero perderte de vista y saber que te han hecho daño… y teniéndote aquí puedo estar segura de que estas a salvo, pues estás rodeado de las personas en quienes más confió… - dijo Kagome separándose de Hiroshi – … además no estarás para nada sólo y aburrido… tengo entendido que en un par de días llegará Miroku en su barco. – continuó diciendo con una pequeña sonrisa en su rostro.
- ¿En serio? Entonces, también vendrá Rin y Shipou ¿verdad? – pregunto el pequeño emocionado, sus ojos brillando más que antes, demostrando con eso la enorme felicidad que sentía.
- Así es… - contestó ella aumentando más la sonrisa que portaba.
- ¡Genial!, tengo muchas cosas que contarle y podré mostrarle los juguetes nuevos que me han regalado. – dijo el niño mientras reía feliz - Y él también me contará de las aventuras que ha tenido, de seguro son muchas y emocionantes.
- Ya lo creo que sí, pero eso será hasta unos días… ¿porque no vas con Kohaku y le dices que te muestre los alrededores?… - le dijo Kagome sonriendo felizmente al observar la emoción en los ojos de su hijo – pero quiero que regresen para comer, ¿entendido?
- Claro… nos vemos después Okasan – contestó Hiroshi felizmente, para momentos después salir corriendo del estudio en busca de su amigo.
- … No se parece en nada a su padre ¿verdad Bankotsu?… - susurró Kagome mientras enfocaba su vista en dirección a la puerta por donde había salido su hijo – … eso es lo que agradezco, sólo espero que todo salga bien… - diciendo estas últimas palabras se levanto del sofá y saliendo del estudio camino en dirección de la habitación que se le había designado; cuando llegó entró lentamente en ella y se dirigió hasta su tocador, buscando así -dentro de un pequeño joyero que tenía- durante algunos segundos algo especial para ella… sacándolo en el momento en que lo encontró, mostrando así un hermoso relicario rectangular que tenia pintada una rosa de color azul, el cual se quedó observando por mucho tiempo hasta que decidió ponérselo en el cuello.
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En el atardecer. Del otro lado de la isla.
Un hombre apuesto de ojos dorados y cabellos plateados, se encontraba descansando en la sala de una hermosa -aunque pequeña- casa, al lado suyo encontrándose una mujer de cabello negro y ojos café, de tez pálida y mirada fría, vestida elegantemente con un vestido azul cielo que se le ceñía perfectamente a su torso, mostrando la estreches de su cintura y la voluptuosidad de sus pechos, dejando una parte de estos al descubierto; ambos se encontraban tomando una taza de té mientras que Inuyasha le contaba a su acompañante los sucesos de ese día, así como el comportamiento de su padre.
- … Y sin más explicaciones que darnos nos dijo que lo que quisiéramos saber nos lo dirían en cuanto todo estuviese solucionado, se que ellos nos esconden algo de suma importancia, pero parece ser que ni Sesshoumaru ni yo somos lo suficientemente confiables como para que nos digan algo. – dijo Inuyasha indignado.
- Tu padre debe de tener suficientes razones como para guardar aquel secreto… - dijo aquella mujer – de seguro no es nada del otro mundo aquello que esconden, tal vez sea un nuevo negocio… después de todo ella es la albacea de todo lo que Bankotsu poseía, ¿no es así?...
- Si fuera un negocio lo que tienen en manos, no deberían de ocultárnoslo, nosotros también somos dueños de una parte de lo que padre maneja – contesto Inuyasha frunciendo el seño.
- Posiblemente aquel negocio es riesgoso y no quiere involúcralos hasta que este seguro de que funcionara, ya sabes cómo es tu padre al momento de hacer tratos con los demás. – dijo la mujer en defensa de Inuno Taisho.
- …tal vez tengas razón Kikyo, y esté imaginando cosas que no vienen al caso. – dijo Inuyasha soltando un suspiro.
- ¿Por qué dices eso? – pregunto Kikyo con cierta curiosidad reflejada en su voz.
- Bueno… es que la verdad… aquella mujer es muy hermosa… no me malinterpretes, tu eres aun más hermosa mi amada Kikyo… pero ella tenía un aire… no sé… como melancólico en su mirada, que llamaba mucho la atención, así como su forma de moverse y hablar… no parecía actuar como es apreciable en la mayoría de las mujeres… - dijo Inuyasha concentrado un poco en aquella imagen de Kagome en el momento en que bajaba del barco seguida de aquella imagen cuando iban en el carruaje hacia la mansión - … es verdad… debo admitir Kikyo, que ella me recordó mucho a ti…no en la manera de comportarse ni en su presencia, sino en lo físico… casi hubiera jurado por un momento que eras tú a quien miraba… mismo color de cabello, color de ojos, incluso el rostro tiene rasgos similares. – termino de decir Inuyasha mirando fijamente a Kikyo, concentrado en sus palabras e intentando averiguar que más cosas tenían en parecido ellas dos.
- Bueno, aquello puede ser una coincidencia, he escuchado decir a algunas personas que todos en este mundo tenemos un doble en alguna parte, después de todo yo no tengo familia y eso tú lo sabes Inuyasha – dijo Kikyo tomando un sorbo de su té.
- Es cierto… ya me habías contado sobre aquello… pero bueno, sólo te contaba la impresión que me dio Kagome al conocerla. – dijo Inuyasha de manera despreocupada.
- … ¿Kagome? – preguntó Kikyo midiendo que su voz no se escuchara nerviosa – ¿así se llama aquella mujer?
- Si, ¿acaso no te la había dicho? – preguntó Inuyasha, y viendo la negación de su novia se apresuró a decir – bueno, ya lo sabes… el nombre de aquella mujer es Kagome Takeda, aunque no le pregunte por su apellido de soltera ella tampoco lo menciono. – y mirando hacia la ventana se dio cuenta de que el anochecer estaba cerca – creo que es momento de retirarme, no me gustaría que la gente comenzase a hablar de ti si me ven salir tan noche. – dijo Inuyasha emitiendo una sonrisa un tanto cínica.
- … como si no estuviesen hablando ahora… pero todos saben de nuestro compromiso Inuyasha, creo que no es algo malo que te quedes esta noche, después de todo en tu casa no se darán cuenta de nada. – dijo Kikyo al momento en que se acerco a Inuyasha colocando sus manos en el torso de él y acercando su rostro al de Inuyasha comenzó a acariciarlo muy sugestivamente, provocándolo, seduciéndolo de a poco, ocasionando en él la respuesta deseada, pues en un arranque él se inclino hacia Kikyo y la beso en los labios de una manera muy apasionada, introduciendo su lengua en la boca de ella, y abrazándola por la cintura la apretó hacia su cuerpo, sintiendo las curvas y el calor de ella al momento en que su cuello era envuelto por los brazos de Kikyo.
Al poco tiempo ambos se encontraban enredados entre las sabanas de la cama de ella… disfrutando ambos del placer se daban mutuamente… y mientras hacían 'el amor', Kikyo no dejaba de sonreír, una sonrisa que no era por el hecho de sentirse amada por Inuyasha… no, esa sonrisa hablaba sobre lo poderosa que se sentía cada vez que lograba atraer hacía su cama a hombres tan poderosos económica y socialmente, como era el caso de su actual conquista. Él más joven de los hermanos Taisho, amante de las mujeres hermosas, y poco confiable de los hombres que considerase como sus rivales… se había convertido en su objetivo en el momento en que lo hubiese visto cuatro meses atrás, viéndolo así tan hermoso y perfecto la había atraído hacía él, pero en cuanto supo de la extensa riqueza que estaba en sus manos y de la que podría llegar a obtener en el momento en que su padre muriera fue que realmente se puso como objetivo el conquistarlo… algo que logró un par de semanas después…
Las caricias de Inuyasha la devolvieron un poco a la realidad… llenándola de placer con las embestidas que le proporcionaba… el peli plateado estaba tan satisfecho haciéndole el amor, tan concentrado en solo poseerla que eso la hizo sonreír nuevamente… él solo pensaba en ella, solo la sentía a ella y solo la amaría a ella; no dejaría que Kagome se adentrara en sus pensamientos, sin importar que estos fuesen solo por la curiosidad que su prometido sentía; porque sabía que si lo dejaba aquella curiosidad se convertiría en atracción, como había sucedido con otros hombres… sí, eso era lo que pensaba porque no tenía duda alguna de que la Kagome que Inuyasha conoció era su hermana, pues recordaba cómo es que desde pequeñas siempre las confundían, por el gran parecido físico que poseían, aunque realmente fuesen muy distintas en la forma de actuar… no sabía porque Kagome se encontraba en esa isla, ni mucho menos si sabía que ella era la prometida de Inuyasha, pero de lo que estaba completamente segura era de que nada bueno le traería aquella llegada; si no se cuidaba bien a ella misma terminarían por descubrir la verdad sobre su pasado y eso no debía de suceder… no antes de casarse con Inuyasha Taisho, el hombre que heredaría gran parte de la fortuna Taisho… el hombre que la sacaría de aquella pobreza y para que aquello sucediera ella se encargaría de que nadie descubriera su secreto.
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Continuara…
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Notas: Creo que también han notado el formato de mis notas… jejeje… bueno, es para hacer la lectura más amena... Ok, Ferinno, Sirenca y Sablón, obviamente son nombre inventados... jijijijiji... espero que haya quedado claro la importancia de esas islas... mmmm, esta semana espero entregarles el capitulo 2: Reencuentro, ya editado y aumentado con algunas cosas más... y si me es posible también el capitulo 3: Remenbranzas... Bueno, espero que me dejen sus comentarios, criticas, felicitaciones, etc... Nos leemos pronto!!
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Para escribir sólo hay que tener algo que decir.
Camilo José Cela
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