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Yuri! on ICE es propiedad de MAPPA.
Si la temática te resulta demasiado bizarra, eres libre de cerrar este fanfic en este momento.
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Zmeya
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En época de apareamiento (debido a la similitud entre ellas) las serpientes macho usualmente tenían que acercarse al resto de individuos para descubrir si eran hembras receptoras o rivales contra quienes tener un indeseado enfrentamiento. Reconocer a una hembra era algo que fácilmente una serpiente hacía mediante los componentes químicos que las demás dejaban en el aire.
A diferencia de las serpientes comunes, aquellos seres híbridos llamados nagas o lamias —según las leyendas que los humanos quisieran utilizar para describirlos— tenían una vista algo más desarrollada.
Así que Viktor Nikiforov, un naga adulto ya experimentado en la vida, no necesitaba su particular olfato para saber que Mila era una lamia joven, que Yuri sería su competidor en ese o el año próximo o que Yakov era lo suficientemente mayor como para ver las peleas como algo innecesario y agotador. Lo cual no significaba que no confiase completamente en sus percepciones animales en momentos como ese, donde los rastros del celo de alguna desconocida habían dejado un camino que había seguido por puro instinto.
Las serpientes podían vivir en toda clase de lugares, desde árboles hasta madrigueras, en el suelo desértico o junto a las aguas termales. Al ser un poco más grande que varias de las especies animales habituales, ellos frecuentaban más cuevas como a la que había llegado. Desde el interior, el olor se hacía fuerte, minando su conciencia casi en su totalidad.
Debido a ello, no resultó nada extraño que, cuando logró vislumbrar una figura serpenteante al adentrarse a lo desconocido, su primer impulso fuese abalanzarse sobre la criatura. La larga cola escamada que poseía trató de enredarse alrededor del cuerpo que forcejeaba bajo el suyo hasta que su presa pareció rendirse...
Entonces se dio cuenta.
Era un hombre.
Un hombre de cabellos castaños que, aprovechándose de su estado de infinita perplejidad, había cambiado los papeles tan fácilmente que Viktor no habría sido capaz de decir cuándo su espalda chocó con el suelo, ahogado en un mar de feromonas masculinas tan diferentes a las anteriores que debían ser una amenaza en lugar de una invitación.
Pero el chico sonrió. Como si no fuera un rival más, como si todo hubiera estado fríamente calculado.
Y Viktor se sorprendió a sí mismo cuando —aún en su desconcierto— se dio cuenta de que no sólo había sido engañado, sino que el hecho de yacer bajo el desconocido enredando sus colas se había vuelto una idea no del todo desagradable y que, incluso, le estaba devolviendo la sonrisa.
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N/A:
¿Qué tal? Siento que esta especie de introducción me ha salido algo forzado. Quizá se veía mejor en mi cabeza.
Últimamente he estado investigando acerca de las serpientes y me topé con un dato curioso de la Thamnophis sirtalis (que aquí vemos representada por Yuuri Katsuki), y es que resulta que algunos machos han adoptado la capacidad de crear feromonas femeninas que utilizan para engañar a las otras serpientes y hacer que los sigan para alejarlos de las hembras y luego quedárselas ellos.
Como mi mente no podía ser la de una persona normal, tuve el impulso de experimentar con esto, aunque el motivo de Yuuri es un poco diferente...
¡Nos vemos!
