Necesitaba decírtelo, me voy. Dejó la seductora pasividad para volver a cazar; despacho mi paz para arrojarme al infierno; huyo de tus brazos para enfrentar las patas ponzoñosas de la araña. Siento tus ojos que lloran como un nuevo castigo, un capítulo más en esta tragedia de la que no eres culpable. Soy consciente de lo repugnante de mí accionar; tengo presente que solo un bastardo como yo puede abandonarte en esa suave cama de hotel que acobijó nuestro ingenuo amor. Pero también entiendo que este joven que tú quisiste desde el primer momento no será el que ajusticie a esos demonios que me atormentan por las noches. Ese joven dulce y bueno no podría soportar el camino que se abre frente a mí, y por eso dejo esa parte de mi ser a tu lado como regalo de despedida, sabiendo que lo cuidarás con todo el afecto que eres capaz de ofrecer. Tan solo espero que no me odies demasiado y sientas piedad por este bastardo de ojos rojos que ahora camina solo, bajo la lluvia.
