No he terminado mis otros fics…ya lo sé, pero la idea se me vino a la mente y no dude en escribirlo…este fic está ligeramente basado en una historia hecha por mí, no es igual debido a que muchas cosas no concuerdan, un ejemplo sencillo es la nacionalidad, Arthur es ingles y el personaje mío es alemana (porque es mujer), y eso tiene mucha influencia en la historia.

…espero y les guste,

HETALIA NO ME PERTENECE AL IGUAL QUE SUS PERSONAJES, LO UNICO MIO ES LA TRAMA.

Corría rápidamente, tratando de no caerse con las raíces de los arboles. Sus cabellos dorados se mecían suavemente con el frio viento de la noche. Intento correr un poco más rápido, quería verlo. Se detuvo lentamente al notar una silueta entre la oscuridad, se acerco cuidando no hacer mucho ruido y cuando estuvo lo suficiente cerca del chico lo tomo de la capa.

El otro saco la espada que había en el cinturón, se giro rápidamente y puso el arma en el cuello de su atacante. Este por su lado contuvo la respiración al sentir el filo de la espada sobre su piel, el otro reconoció el par de ojos azules que lo miraban con miedo.

Emily—regaño el joven mientras guardaba la espada.

Lo siento— murmuro ella, se encontraba nerviosa, arrugaba torpemente los holanes de su vestido color rosa, el chico sonrió levemente y se agacho hasta quedar a la altura de ella.

Emily se sorprendió al sentir los tibios labios del chico sobre los suyos, un tacto delicado y suave, ella levanto sus manos y las puso en el rostro del joven, acariciando la suave piel que este tenía. El chico se separo lentamente, fijo sus ojos verdes sobre el infantil rostro de la joven de apenas 15 años. Ella lo abrazo y recargo su cabeza en el pecho de él.

Respiro suavemente, tratando de ignorar las imágenes que había visto al momento del toque, cada una más sangrienta que la otra, apretó los ojos con fuerza. Todo lo que había visto estaba en el pasado de él y no le interesaba en lo más mínimo recordárselo.

Arthur—susurro ella ahogando las palabras en el pecho de el— Te amo.

Yo te amo mas—y sin permiso de la adolescente, la levanto del suelo para poder mirarla directo a los ojos— Pero…

Ya sé que vas a decir— contesto rápidamente ella, puso su mano sobre su nuca de el, revolviendo los cortos cabellos rubios del chico— Nuestro amor es prohibido.

Tu sabes que es lo que yo soy— miro fijamente los ojos de ella, el par de orbes azules brillaban en la oscuridad con determinación, se sentó en una piedra que había cerca sin soltar a la chica, la sentó en sus piernas y empezó a jugar con los pequeños rizos que se formaban en los cabellos dorados.

Tú también sabes que soy yo— hizo un gesto infantil, que a los ojos del joven eran tiernos y adorables— Y aun así me amas.

No quiero que mueras— la abrazo con delicadez, recargando su cabeza en el cuello de ella y aspirando el suave aroma a rosas que Emily desprendía, ella envolvió su brazos en el cuello de el— pero…si lo haces, recuerda que siempre te esperare.

¿lo prometes?—

Lo prometo— la separo y la miro a los ojos— No importa cuántas vidas tengan que pasar, yo siempre luchare para estar contigo.

Esas palabras las había mencionado ya antes, un amargo sabor le lleno la boca al decirlas. ¿Cuántas veces había esperado? ¿Cuántas veces lo habían separado de aquella persona que tanto amaba?

¿Arthur?— pregunto ella suavemente, el chico la miro a los ojos— ¿Cuántas veces nos hemos conocido?

No las recuerdo— una sonrisa amarga apareció en su rostro— Muchas…

Pero… ¿por qué nunca somos felices?— las lágrimas empezaban a correr lentamente por las mejillas de ella, el rubio levanto su mano para limpiarlas, le dio un beso en la frente y abrió la boca para contestar a la pregunta de ella.

Porque cuando te encuentro ya es muy tarde y si lo hago, siempre llega alguien a arruinarlo todo—

Te amare todo el tiempo, no importa cuántas veces nos separen, siempre serás mío.

Miro con aburrimiento a sus compañeros de clase mientras golpeaba repetidamente el banco con el lápiz, escuchaba los murmullos de los alumnos, algunos reían levemente por alguna estupidez que hicieron el día anterior, otras comentaban sobre el vestido que vieron en el escaparate de alguna tienda, cosas sin sentido.

— ¿Quién soy?—

Frunció el ceño e intento ignorar las imágenes que pasaban por su mente, ¡oh por dios!, ¿con que él había sido el que puso la grabación porno en los altavoces hace una semana? Levanto sus pálidas manos y toco las del otro, que tapaban sus ojos con fuerza, para jalarlas con brusquedad.

—Ya te he dicho que no hagas eso Francis— el rubio de cabellos ondulados hizo un gesto dramático, Alfred rodo los ojos, el chico siempre hacia eso cuando lo ofendían o lo regañaban.

—Vamos petit Alfred, no seas amargado— el francés recargo su peso en la espalda del otro, una imagen que no era necesaria que mirara paso por la mente del rubio, este lo empujo con fuerza. Francis dio unos pasos hacia atrás tratando de mantener el equilibrio y no caer de espaldas.

—No me gusta que me toquen, ya lo sabes—

No le agradaba el contacto físico, no le gustaba conocer el pasado de las personas. Porque con el simple tacto de otra persona contra su cuerpo podía conocer todo lo que habían hecho durante su vida, sin censuras, sin mentiras, sin secretos, podía saber todo lo que había sucedido al pie de la letra. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta del salón se abrió, los alumnos corrieron a sus lugares en un vano intento de no ser regañados.

—Buenos días jóvenes— Jackson Stewart, el maestro de literatura, por lo que había logrado averiguar debido a su habilidad especial, este se divorcio por un problema que tuvo, una relación amorosa con una alumna de preparatoria. Su gesto cambio a uno de asco al recordar ciertas imágenes que había visto sobre el pasado de el hombre— Saquen el libro que les pedí y empiecen a leerlo, por favor.

Tocaron la puerta, miro con indiferencia como el hombre calvo que tenían por maestro se levantaba y se dirigía hacia ella, se puso a platicar con alguien afuera y saludo a alguien más con un apretón de manos, le resto importancia al asunto y busco entre su mochila el libro, lo saco y lo abrió en la primera pagina bostezando suavemente.

Tenía varias noches sin poder dormir bien debido aquellos extraños sueños, todos involucraban al mismo joven de rostro desconocido y cabello rubio. Las únicas cosas que recordaba a la perfección de él eran aquellos brillantes ojos verdes que lo miraban fijamente para de pronto cambiar a color rojo como si fuera lo más normal del mundo y lo más importante de todo… su nombre.

—Arthur…—susurro el chico cambiando de pagina lentamente.

—Chicos— el profesor golpeo varias veces el pizarrón con el borrador tratando de llamar la atención de los estudiantes, levanto su cabeza y volvió a bostezar, ahora con aburrimiento— Este día un nuevo alumno se integra a la clase.

Los murmullos llenaron el salón, Alfred se volvió a centrar en su lectura como si fuera lo más interesante del mundo con intención de ignorar sus compañeros.

—Puedes pasar— los pasos se acercaron lentamente, el rubio acomodo limpio sus antejos y los acomodo nuevamente sin dejar de mirar el libro sobre la banca—Chicos les presento a Arthur Kirkland.

Abrió los ojos sorprendido y levanto la mirada lentamente, su corazón se detuvo unos segundos al mirar al joven parado frente a la clase. Le dieron ganas de quitarse los lentes y limpiarlos nuevamente para ver si no le estaba fallando la vista. De seguro estaba drogado y alucinaba aquel par de ojos verdes que lo miraban fijamente, justo como en sus sueños.

Nos encontraremos nuevamente, y te prometo que esta vez sí seremos felices

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