"Gracias a este fanfic me enamoré de Ouran High School Host Club. Ahora hay un otaku en Hogwarts" - JK Rowling.

"Uno de los mejores fanfics de OHSHC del año. ¡Mucho humor!" - New York Times.

Ok, no (?

¿Pueden creer que éste fic de mi fandom favorito ha estado durante ya casi un año en mi mente? ¡Y apenas hoy por fin, después de que éste capítulo sufrió infinitos cambios me animo a subirlo! Espero que les guste, porque le tengo especial cariño a esta historia. EN SERIO MUCHO. Y les prometo mucho humor y cosas lindas en los capítulos próximos. ¡Espero que me den una oportunidad!

Disclaimer: Sólo me pertenecen los OC's y esta historia. Ouran High School Host Club es toda una obra de arte creada por la maravillosa Hatori Bisco.


Aquella mañana ni la cuarta alarma logró sacar al Rey de Las Sombras de la cama, y cuando lo hizo ya era bastante tarde. De no ser porque todos sabían de su letal humor al despertar alguien le había llamado para advertirle la hora, pero seguramente ya cada uno de sus amigos estaban en sus respectivos salones.

De mal humor se metió el primer atuendo de su armario y salió sin desayunar con paraguas en mano. Era apenas su segundo lunes en Boston y no podía permitirse un retraso en su expediente.

Había estado lloviendo mucho esos días, pero nunca le había tocado semejante aguacero. La calle estaba inundada y desierta. Gracias al cielo la escuela quedaba a unos cinco minutos a pie.

Avanzó unos metros cuando escuchó unos chapoteos a su espalda que le obligaron a girarse. Una muchacha corría a unos pasos de él, tratando de cubrirse inútilmente de la tormenta con una carpeta; estaba empapada de pies a cabeza. Tanto que Kyouya dudó por un momento si compartirle su paraguas sería algo útil, pero después de todo optó por hacerlo. Ignorarla sería demasiado grosero de su parte.

Retrocedió hasta ella para ponerse a su lado y resguardarla debajo de su paraguas. De inmediato la muchacha levantó la vista, y Kyouya pudo ver sus ojos hinchados bajo ese flequillo empapado, dándole cierto aspecto a un gatito perdido y triste.

— No es buena idea salir sin un paraguas en éstos días — comentó el pelinegro, comenzando a andar — ¿Vas a Charter, cierto?

— ¿C-como supiste que voy ahí? — inquirió, y Kyouya no supo distinguir si le temblaba la voz por el frío o por nervios.

— Lo supuse porque vienes por el mismo camino que yo, desde la residencia de estudiantes — señaló — Ootori Kyouya.

— Mildred Farrow — se presentó también, pero rechazando la mano que el joven le rendía para estrechar — No quiero mojarte — se excusó, soltando una risita nerviosa.

— Por fin cruzaron la puerta de la entrada, y Mildred le preguntó por su edificio de clases. Al responder él "C-3" ella le sonrió y se puso la carpeta de nuevo sobre la cabeza (a pesar de que de nada le servía).

— Puedo acompañarte — ofreció Kyouya.

— Mi salón está en el edificio del otro lado, y ya has hecho bastante por mi — sonrió, despidiéndose con la mano — ¡Muchas gracias, Ootori Kyouya!

Y salió corriendo sin más, atravesando una de las canchas de football, resbalándose una y otra vez. Kyouya no pudo más que contener una risotada y seguir con su camino.

— ¡Madre! — exclamó un rubio al instante en que el mencionado atravesaba la puerta del salón. — ¡Me estaba preocupando por ti! Para tu suerte el maestro de ha enfermado y tenemos la hora libre — informaba Tamaki, contento, entre todas las voces de los estudiantes que aprovechaban para ponerse al día de sus fines de semana.

— Supongo que es asunto de karma — dijo Kyouya, más para sus adentros, tomando asiento en la mesa que compartía con su amigo, y encendiendo su portátil— ¿Y no dejamos eso de madre y padre desde que estás con Haruhi? ¿No es un poco extraño?

— Es costumbre. Y ella respeta nuestra relación, querida, no te preocupes — sonrió Tamaki, arrastrando su silla para chismosear mejor sobre el hombro de Kyouya — ¿Qué tanto buscas ahora? Es temprano.

— Quiero saber quién es la familia de la muchacha con la que acabo de ganar puntos — respondió.

— ¿Puntos?

— He compartido mi paraguas con ella esta mañana — con esa frase Tamaki pensaba echarle una clase de carrilla, pero el pelinegro siguió — Ya vamos por la segunda semana. Es bueno comenzar a obtener desde ahora contactos.

— Se supone que compartir paraguas con una chica tendría que ser romántico — bufó el cursi rubio.

— ¿Romántico? — Rió Kyouya — ¿Para qué si te tengo a ti, querido?


Después de que su cabello estuvo lo suficientemente seco lo recogió en una coleta y lo sujetó con dos lápices de colores. Iba a ser algo extraño, pero sería mucho más vergonzoso andar por ahí con una greña en forma de araña peluda por no encontrarse una bandita elástica en el bolso.

Mildred salió del baño en ropas deportivas (que encontró en su casillero nuevas, ya que se las había arreglado para no ir a las primeras clases de educación física), metió a su casillero las mojadas y salió disparada para por lo menos llegar a tiempo a la segunda clase.

Todos estaban absortos en sus respectivas conversaciones y nadie notó a la chica entrar por la puerta e irse a su asiento al fondo del aula, en la esquina a un lado de la ventana. Bien. Odiaba esas miradas.

Antes le gustaba estar atrás para charlar con su compañero más cercano y con poca probabilidad de que el profesor la regañara, pero desde que había entrado a Charter el propósito era pasar desapercibida, y al parecer lo hacía olímpicamente porque no era algún trasero el que calentaba la segunda silla de su mesa compartida, si no su mochila.

Tres personas situadas en una de las bancas de por el medio del salón interrumpieron su conversación para observarla discretamente.

— Ha estado sola desde el primer día ¿Cierto? — inquirió Haruhi con un toque de pena ajena en su voz.

— Eso creo. Nunca habla con nadie, y nadie habla con ella tampoco — decía Hikaru.

— ¿Creen que deberíamos acercarnos? Seguramente es tímida — Haruhi y Kaoru lo miraron sorprendidos — ¿Qué? ¡Oh, vamos! Kaoru, tu sabes igual que yo que a veces se necesita a alguien que te integre. Tú y yo no pudimos hacerlo solos. Para ella debe de ser peor.

— Mi hermano siempre tan bueno — sonrió Hikaru — tal vez deberíamos. — pero en ese momento la profesora de inglés entró, exigiendo silencio.


Ya satisfecho con la cena, Kyouya salió del departamento de Haruhi antes de que los demás terminaran. Estaba tan agotado que no se sintió con energía suficiente como para esperar y seguir escuchando idioteces de Tamaki y centros plebeyos que estaba emocionado por ir a visitar.

Su departamento quedaba tres pisos arriba, pero apenas iba por el segundo cuando una conversación y su curiosidad le hicieron detenerse a media escalera.

— Por favor, señor, déme algo de tiempo en lo que soluciono este pequeño problema — suplicaba una voz femenina.

— Lo lamento, en serio, pero hoy era el último día que le pudimos dar — respondía una voz grave — Tendremos que cederle a otra persona. Puede pedirle asilo a una amiga por ésta noche.

Dicho esto el hombre dobló la esquina y bajó por la escalera junto con otro señor al cual reconoció Kyouya como el coordinador. Después de desearles buenas noches subió los escalones que le faltaban para toparse con varias maletas enfrente del departamento recién vacante y una chica en medio de ellas, con la cabeza entre las piernas, sollozando.

Era la chica sin paraguas de esa mañana, de la cual para su sorpresa no había encontrado nada, y no se había molestando entonces de memorizar su nombre.

— Eh, Kyouya, ¿A dónde vas tan rápido? — exclamó Kaoru de camino a su cuarto junto con su gemelo, viendo al rey de las sombras pasando frente a él a toda prisa.

Kyouya Ootori siempre estaba en el lugar correcto en el momento correcto para atrapar alguna oportunidad y sacar provecho. Puede que ésta vez no fuera por negocios ni relaciones en ámbito de trabajo, pero siempre quedaban los beneficios personales.

Y para eso tenía que hacer buenas acciones, así que puede que fuera también el día de suerte de aquella chica.

Ó puede que tal vez no tanto.

Mientras tanto la chica del 502 seguía encogida en el suelo, temblando de frío y con los ojos rojos de tanto llorar. Después de una semana así o más seguro no le faltaba mucho para dejar a sus glándulas lagrimales completamente deshidratadas.

Sólo no era más tonta porque no tenía un cerebro más grande dónde cupiera más estupidez.

Había perdido el dinero que su abuelo le había dado para la residencia apenas el primer día junto con su monedero favorito. Lo había buscado por todos los puntos por los que había pasado aquel día en la ciudad, pero no hubo resultados positivos. Aunque desde el principio no tuvo muchas esperanzas de que alguien hubiera entregado eso a objetos perdidos o algo por el estilo. ¿En serio creía que por estar en un monedero ese fajo de billetes pasaría desapercibido? La mayoría de la gente al oler dinero no era tan honrada como para entregarlo. Ahora sólo tenía el dinero de su tarjeta que apenas le ajustaba para comer en el mes.

La semana pasó y no pudo encontrar una solución al problema. Los días de plazo que le había permitido la escuela se habían terminado, pero le tenía más miedo a su abuelo (al que después de todo tendría que llamar) que a dormir en la calle. Cuando se enterara le enviaría a una escuela militarizada en Alaska, y si no había la mandaría hacer sólo para ella y su sufrimiento.

¿Pedirle a una amiga asilo? No había logrado hacer ni una. Era más tímida de lo que hasta ella misma creía, y no se había atrevido a hablarle a nadie. Tal vez si alguien de su clase se acercara sería más sencillo desenvolverse, que alguien más diera el primer paso y no ella, pero ¿Cómo iba a pasar si siempre estaba escondiendo la mirada y tan seria? Seguramente daba miedo.

Con el único que había intercambiado palabras era ese atractivo y amable Ootori Kyouya. Hace mucho que las comisuras de sus labios no se movían más que para abajo, y esa sonrisa al despedirse de él le desentumió los músculos. Desempolvó un poquito la felicidad en el corazón de Mildred, pero no era como si ahora le fuera más fácil acercarse y sentarse con él a almorzar. Por más que lo pensó y trató de animarse a hacerlo, sus amigos y el hecho de que fuera un año mayor y tan guapo eran factores intimidantes para ella.

Sabía que era amigo de aquel chico rubio por el cual estuvo flechada unos seis minutos a la salida de su segundo día de clases, hasta que vio como le tomaba la mano a Haruhi, la chica de su clase. Después se permitió entristecerse un poco por ello de camino a casa y dejarlo atrás.

En serio dudó en tener poderes telepáticos en el momento en que levantó la mirada y se encontró con unos ojos oscuros detrás de unas limpias gafas, observándola.

— Lamento mi intromisión en asuntos que no son de mi incumbencia, pero al escucharte llorar no he podido evitarlo y pregunté sobre tu problema — comenzó a decir Kyouya, poniéndose en cuclillas para estar a la altura.

Mildred se secó las lágrimas, completamente avergonzada. ¿Acaso habrían mencionado el detalle de que había perdido el dinero y que había llegando a las oficinas llorando a suplicar por un plazo de tiempo? ¡Quedaría como una idiota!

— Sí, creo que ahora tengo que irme — suspiró, poniéndose de pie —Gracias por el interés…

— Oh, no, déjame terminar, por favor — le interrumpió Kyouya, también levantándose — He arreglado todo para que te devuelvan el apartamento hasta el próximo pago.

— ¿Has logrado que me den otro plazo? — el muchacho negó con la cabeza, y Mildred abrió desmesuradamente los ojos — ¿T-te refieres a que lo has pagado? — soltó, tratando de no gritar. Charter era un colegio caro, para gente de alto rango en la sociedad, pero jamás se esperó que alguien fuera a pagar por ella, una completa desconocida en problemas, semejante cantidad de dinero.

Debió de haber hecho algo realmente bueno en otra vida, y él probablemente había sido un rey de los más generosos. Muy amable y atractivo.

Tarde se dio cuenta de la estúpida expresión de asombro que tenía en su rostro.

— Oh por Dios, gracias, gracias, gracias, gracias — por un momento quiso abrazarlo, pero sería demasiado embarazoso si incomodaba a su salvador, así que se limitó a tomarle las manos — por favor dime cualquier cosa que pueda hacer por ti y lo haré. Te debo la vida. Gracias, gracias, gracias.

— No es que no pueda gastar dinero así, pero fue una cantidad retirada de mi cuenta bastante grande como para que mi padre no lo notara — aventuró Kyouya, interrumpiendo los saltitos de alegría de la castaña — Pronto preguntará, y yo tendré que darle una respuesta…

— Uh…Oh…bueno, no quiero que te metas en problemas por mi culpa — dijo, sin comprender realmente.

— No lo harás. Porque tú serás la asistente a la que le diré a mi padre que contraté.

— ¿A-asistente?

— Sí — asintió Kyouya, cambiando esa sonrisa adorable por una tenebrosamente maliciosa — asistente.

Y entonces la colorida imagen de Kyouya rodeado de un aura brillante y destellos se tornó a blanco y gris, perdiendo su pedestal real en la mente de Mildred: su nueva "asistente".


Como podrán ver esta historia sucede después del manga :) pero no hay spoilers excepto por los pequeños detalles que si llegaron a esta parte significa que ya los leyeron.

¡Waaa! Sé que eso de "endeudarse" no es algo muy nuevo, ESTOY CONSCIENTE DE ELLO, pero es que todas las ideas que me gustaron surgieron a través de eso y así la mayoría de la historia, por lo que no fui capaz de cambiarlo. ¡Igual espero que les haya gustado y que le den una oportunidad! Les prometo que le estoy echando muchas ganas, sobre todo por el gran amor que le tengo a Ouran, y tengo muchas ideas :)

¡Próximo capítulo un poco más sobre Mildred y su nuevo puesto como "asisTONTA".

¡Nos leemos!

PD: Mis dedos torpes tienden a dedear cosas que no quiero, por lo que, cualquier error ortográfico o palabra que no va o lo que sea les suplico que me lo informen para modificar de inmediato :)