Este sería mi último intento, no podía dejarlo ir de esta forma, no debía irse. No al menos sin saber que sería padre de un niño, de nuestro hijo, tal vez de esa forma se quedaría por un tiempo y no lo decía sólo por mí, si no por ese ser inocente que se encontraba en mis entrañas, yo podría vivir si él ya no me quería. Sin embargo no me hacía demasiadas esperanzas, el giró inesperado de las últimas horas me hizo darme cuenta que no lo conocía como yo creía.
A pesar de los ruidos extraños que profanaba mi vieja camioneta aumente la velocidad, excediendo a duras penas los 80 km/h, el motor de la pick-up que perteneció a mi abuelo se tambaleo en respuesta, dejándome con el temor de quedar varada a mitad de la nada y no llegar a tiempo. Alejé ese pensamiento de mi cabeza, no necesitaba envenenarme yo sola de malas cosechas que sólo me distraían de mi objetivo. Lograr llegar a casa de los Namikaze antes de que estos la abandonaran y con ella, a mi hijo.
El bosque de Konoha pasaba a velocidad a mis costados, hojas verdes llenaban mi imaginación y mis recuerdos, soñando en el último momento de felicidad que me había embriagado tan sólo dos días antes. Minutos después me hayaba frente a la casa del padre de mi hijo, un lugar sin dudar hermoso, lleno de luz tanto por fuera cómo por dentro, altos muros de color marrón y más de una maceta en el vestidor.
La cochera se encontraba completamente abierta, gracias al desnivel fue que pude pasar sin ser notada por los integrantes de la familia más rica de Konoha, de igual forma logré atisbar que casi todos los miembros se encontraban en una pequeña reunión, excepto el más joven.
No podía negar que los nervios me estaban carcomiendo las tripas, las mariposas de amor que sentía cuando lo miraba ahora se encontraban drogadas y alimentándose de mis intestinos, mis manos sudaban mis penas y mis labios se encontraban a mitad del Sahara. Corrí directamente al porche de la masión Namikaze para poder adentrarme tanto en el recinto cómo en mis miedos.
¿Qué sí no lo reconocía? ¿Qué sí no quería tenerlo? ¿Qué sí nos abandonaba? ¿Que sí ya no me amaba?No, sacudí la cabeza para tirar a la basura toda esa mierda que yo sola me preparaba, los conflictos con mi interior debían estar en paz para poder arriesgar el todo.
Las escaleras a su recamara me parecían eternas, nunca tan largas e interminables. Una vez ahí abrí lentamente la puerta y con la nuca empapada de secreción entré.
Él se encontraba ahí, por supuesto, tan apuesto y hermoso cómo era su costumbre. Su varonil espalda me saludaba con desdén y supe que mi batalla estaba perdida, ¿cómo pude pensar que tendría la fuerza de enfrentarlo? Cerré la puerta con pestillo.
— ¿Por qué te vas?— dije con los ojos cristalinos, trataba de aguantar las lágrimas con todo mi ser, no quería que me viera llorar—. Mejor dicho, ¿Por qué te vas sin tan siquiera avisarme?
Los músculos de su dorso se tensaron al oír mi voz en la habitación, apostaría cualquier cosa que lo último que se imaginaba era a la loca de su novia pidiéndole explicaciones, dió media vuelta para encararme. Su mirada se encontraba casi tan perdida cómo mi alma, ni siquiera tuvo el valor de verme a los ojos, y su rostro mostraba un cansancio tan severo que podría deducir que no pudo dormir bien la noche anterior.
— ¿Qué haces aquí?—me contestó con la voz fría, evadiendo mi pregunta— ¿Quién te dejo entrar? Di instrucciones de que no se te dejara pasar por nada del mundo.
— ¿Por qué te vas?—Volví a preguntar esta vez siendo yo la que evitará su pregunta, el tono de su voz me dolía demasiado.
Posó sus ojos en mi, su mirada era poderosa, cargada de incredulidad y de furia, las marcas de gato de sus mejillas se estiraron al igual que sus gestos. Se encontraba tremendamente molesto.
—Eso no es de tu incumbencia— Colocó dos bolsas negras frente a mí—, ahí está todo lo que alguna vez me diste, no puedo llevármelo— Una de las bolsas cayó dejando entre ver el estúpido retrato que le había regalado una semana atrás— . Sólo me estorbarán, además son porquerías sin valor ni mucho menos importancia.
Cuando mi padre me dijo que los Namikaze se irían de la ciudad no me imagine un panorama tan dañado, ¿qué le sucedía realmente? Un día antes las cosas entre los dos eran de lo más normal, incluso me había mencionado el pasar por mí el lunes para ir a la entrega de diplomas.
No podía negar que sus palabras atravesaban mi corazón cómo miles de estacas, unas venían de enfrente, otras de la espalda y unas más entraban por mi boca. ¿Acaso había dicho o hecho algo mal?, si era el caso podría solucionarlo retractándome.
— ¿Qué te sucede?—Lo miré y ya no pude contener más el torrente de lágrimas que tocaba la puerta de mis corneas, Naruto nunca me había hecho derramar ni una sola, al menos no de dolor.
Los ojos se le salieron de órbita, apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos y como de costumbre, cuando se molestaba, se tomó el puente de la nariz.
—¡Me sucede que ya no te aguanto, no te soporto!— Se me acercó echando humo por todos lados— Es insoportable tu compañía— Pateó la bolsa que seguía de pie, todo el contenido salió de ella—, esos 300 dólares que me pagaron para quitarte la virginidad no valieron la pena—. Ni siquiera el tener sexo cuando quería y en donde fuera— sus ojos se volvieron rojos de furia y la mirada que me lanzaba era la misma que un zorro con nueve colas y a tan sólo dos pasos de mi me asesino con sus palabras—. Me dabas asco Hyuga, sólo eres un monstruo de ojos raros.
No quería creerlo, no podía ser cierto, él era un buen chico. No, era mentira, no era cierto, me estaba jugando una broma.
¿Seis meses juntos y todo fue una farsa?, un vil engaño que le hizo a mi corazón y a mi cuerpo. Sólo se había metido en mi vida para escurrirse por debajo de mis sabanas, y después ir corriendo con sus amiguitos alardeando de haberle abierto las piernas a la nerd de ojos raros.
—¡Naruto, ya está listo todo—se escuchó la voz de su madre gritando desde la sala—, no tardes!
Tómo un par de maletas que se encontraban a un costado de su cama, rodeó mi inmovil cuerpo para irse y cuando escuché el sonido del pestillo saltar le grite:
—Espera—La respiración se me acelero aun más y el cuerpo entero me tembló.
Quise decirle, en verdad que deseaba restregarle a la cara lo que su apuesta había ocasionado, pero me arrepentí. No tenía el menor de los casos contarle lo que ocurría si no le importaría en absoluto, ni mis sentimientos, ni mi cuerpo y seguramente ni su hijo. Y si le llegaba a importar sería su castigo.
Hinata Hyuga podría ser una madre tan fuerte que no le faltaría un padre al bebé.
— ¿Qué quieres?—contestó entre dientes con una mano en la chapa.
—Naruto, no vuelvas o me aseguraré de que Hiashi te dé un balazo entre los ojos—Esta vez mi voz tomó otro tono, uno tono mucho más duro y frío.
—Cómo digas—abrió la puerta y antes de dar un portón sentenció su partida—, cierra al irte...
El claxon sonó por tercera vez fuera de la casa de mi padre.
—Boruto, apúrate que tío Kiba empieza a desesperarse y si demoramos demasiado terminará por dormirse en el volante— dije riendo porque probablemente fuera cierto. Mi querido mejor amigo Inuzuka Kiba era el hombre más perezoso y dormilón que había conocido.
Mi hijo ya contaba con cuatro años de edad, una mirada azulina seductora, una sonrisa de ensueño, unos rebeldes mechones dorados y dos marcas de nacimiento a la altura de sus mejillas. También podía jactarme de sus buenas calificaciones y lo travieso que se había vuelto últimamente, siempre el número uno en la lista de promedios al igual que en la de reportes.
El pequeño Boruto Hyuga bajó a tropezones por los escalones, en sus manitas traía mi bolsa y en su espalda su mochila, antes de abrirme la puerta de la entrada tomó mis llaves realizando una caravana al estilo medieval.
—Adeante, hemosha dama— trató de imitar, con su voz de bebé, al tío Kiba siempre que me abría la puerta.
Me limité a salir y soltar una leve risita.
Una vez en el carro de Kiba nos dedicamos a charlar sobre los planes para el próximo fin de semana, el cumpleaños de Boruto. Habíamos pensado en ir a Suna con su tía Hanabi, pero el trabajo me tenía de rehén, el estúpido de mi jefe me había negado las vacaciones debido a que el nuevo director llegaría a la ciudad y necesitaba de un tour por todo el hospital al igual que asesoramiento.
Teníamos que ser sinceros, la clínica de Konoha no era tan grande, la forma de operar era regular y con una semana bastaría para amaestrar a "la eminencia médica" que llegaría para liderar la institución. En conclusión, mis vacaciones se verían reprogramadas hasta navidad, dos días después del cumpleaños de mi bebé
Ser madre soltera no había resultado tan fácil cómo lo creí en un principio, lo que más me había ayudado fue el apoyo que me brindó mi familia. Con familia me refería a mi padre, Kiba, Shino e incluso Kurenai, todos ellos me habían brindado su sosten de distintas formas. Algunos con dinero, comida, techo, ropa e incluso comprensión.
Debía sentirme afortunada por todo eso, pero al terminar el día, cuando le daba el beso de las buenas noches a Boruto sólo podía mirarlo a él. El vacio que me había dejado no podía ser llenado por más que lo intentará, el lugar que un padre ocupaba no había podido manejarlo a la perfección. El hueco de Naruto Namikaze seguía gritando por él.
—Mami—la voz de mi pequeño me sacó de la turbulencía por la que pasaba mi cerebro —. Ya hemos llegamos a tu trabajo.
Me había perdido tanto en mis pensamientos que ni siquiera noté cuando llegamos al hospital, inclusive deducía que llevabamos un rato aparcados en el lugar puesto que Kiba había apagado el motor del auto.
—Gracias por traernos, Kiba—dije tomando mi bolso y dándole un beso en la mejilla —. Y tú pequeño Angelito paso por ti a las 3, hoy iremos a comer a Ichiraku, tú abuelito tiene patrullaje de modo que lo veremos hasta el lunes, así que esté fin de semana es sólo nuestro pequeño astronauta.
—¡Hee!—gritó mi bebé y viéndome con ojitos suplicantes agregó: —, ¿y luego podemos ir por un helado de fresas con crema, mami?
Le dedique una sonrisa amable y le di un beso en su frente, era tan parecido a su padre y provocaba un efecto irresistible igual al de Naruto, pero de otro modo mucho más angelical y tierno. Uno más eficaz.
—Claro que sí, mi vida—tome su lunch y se lo di—Hoy te puse un sándwich de atún, manzanita picada con limón y un jugo de durazno. Te acabas todo, campeón. Te amo.
Le di un beso en la mejilla y salí del carro, inmediatamente un viento helado me caló la cara y fue como si viajará cinco años atrás.
Una de las primeras citas con Naruto y había olvidado mi chaqueta en su auto, ahora moría de frío y estaba casi segura que en mi frente se escribía un letrero "Próxima escultura de hielo", no me animaba para nada a interrumpir al rubio en su relato. Contaba una historia sobre cómo jugaba béisbol con su familia en un prado cerca de su casa, sus ojos brillaban como diamantina y sus característicos hoyuelos se le hundían cada que decía " anotación".
Era clara la razón por la cual no le diría "Hey, soy lo bastante estúpida para olvidar mi abrigo en la temporada más húmeda y fría de todo el año, ¿podemos regresar?"
—...entonces no sé de donde saco tales fuerzas Karin y golpeo fuertemente la pelota...casi sale del prado, pero por suerte logré alcanzarla y la tiré en dirección a mi madre que la puso en el tapete antes de que mi prima terminará la carrera. Esa chica Uzumaki puede ser la mejor bateando, pero no hay nadie más rápido que Namikaze Naruto...eso está científicamente comprobado—dijo metiendo sus manos a sus bolsillos.
Era increíble que un ser humano pudiese lograr convertirse en ángel y más aún fijarse en mi.
Me encantaba como se emocionaba al recordar aquel deporte que le apasionaba tanto, a ratos tenía la vista perdida y a ratos me observaba fijamente a los ojos, con sus diamantes cristalinos y azules, tan intensos como él mismo mar.
—Pues yo nunca he jugado beisbol y la verdad no pienso hacerlo, me encanta verlo en el televisor con mi papá, pero jugarlo es muy diferente, estamparía en el suelo antes de que dijeran "Bola"—dije lo último con más sarcasmo de lo permitido.
Naruto soltó una carcajada ante mi comentario lo cual provocó una risita discreta de mi parte, no porque me pareciera gracioso, ya que el hecho de ser torpe y terminar en el suelo no me era muy grato, sino porque su risa era como campañillas de ángel.
—Apuesto a que yo te podría mantenerte de pie, Ángel—dijo tomándome por la cintura y colocándose frente a mí.
¿Acaso me había leído el pensamiento? Me sonroje al instante .
— ¿Ángel?—pregunte casi en un susurro, temía que al hablar me castañeara los dientes—No soy un Ángel.
—Sí, tienes demasiada razón, no eres un ángel―dijo en un tono pausado y serio―. Eres mi Ángel y eso es una gran diferencia.
Ninguno de los dos dijo nada más hasta llegar a la pequeña plaza que estaba en el centro de Konoha, el chico de ojos azules artículo algunas frases para ofrecerme ir por un helado el cual, a pesar de estar muriendo congelada, acepté sonrojada. El pidió uno mediano de fresas con crema y yo uno pequeño de nuez.
Al parecer una firma de autógrafos se celebrababa aquel día llenando el lugar gente, así que le propuse dar un paseo por el parque. ! MALA IDEA!, hacía el doble de frío que cuando entramos a la plaza y el helado no ayudaba mucho.
―¿Te gusta tu helado, Ángel?―me pregunto besando mi oreja, ¿qué no sabía hacer eso mientras caminaba era peligroso?
Me volteé y le di un pequeño beso y seguí caminando.
―No soy Ángel―me arrepentí al instante de decir eso ya que mis dientes castañearon, quise solucionarlo susurrando―Si, está delicioso.
Me miro con ojos sospechosos y al instante se quitó su abrigo caro de 500 dólares y me lo trató de poner ya que yo me apartaba cuando lo acercaba a mis hombros.
—Hina, no seas necia y ponte el abrigo. Tienes frío―insistía tomando con una mano su helado y con la otra forcejeando con el abrigo .
―No, en verdad que no tengo frío―trate de mentir pero mis dientes me traicionaron de nuevo.
Estúpidos espasmos.
―Hinata, no sabes mentir―rió como loco ―. Si fueras actriz morirías de hambre.
―Si te hace feliz, ser actriz no entra en mis planes de profesión―dije aparentando estar enojada pero era imposible, eso hizo que soltara un bufido.
―Hazlo por favor, por mí―Y me vio con ojos tan suplicantes que no me pude resistir, tomé su abrigo caro y me lo puse de mala gana.
― ¿Contento señor Namikaze?―dije molesta comiendo un trozo de nuez.
―Vamos, sonría mi futura señora Namikaze―dijo metiéndome un dedo lleno de su helado en la boca.
Me pare en seco y puse los ojos como platos.
―Soy alérgica a la fresa ―grite llevándome las manos a la garganta para toser desenfrenadamente.
Naruto me tomó por el rostro y asustadísimo decía " ¡Amor, perdóname, no sabía, lo siento, vamos al hospital!"
No pude más y solté la carcajada más grande de toda mi vida. Era tan gracioso.
―Y decías que era una pésima actriz― dije riéndome y echando a andar de nuevo por la calle oscura de la pequeña ciudad.
Después de medio segundo el Namikaze reía junto a mí. El aire me pegaba en la nuca alborotándome los cabellos y llevándolos a mi rostro. Entonces sin pensarlo susurre "Te amo" y me detuve, él siguió caminando y por verme no se dio cuenta de que el semáforo estaba en rojo. Lo jalé lo antes posible y quedó frente a mí.
―No sabes cuantas veces he soñado que me lo decías―acercó mi rostro al suyo y me besó más lento que otras veces, pego nuestras frentes y cuando terminó la unión dijo―Te amo mi Ángel.
Recordar con tanta lucidez aquellos momentos a su lado me resultaba sumamente doloroso.
Me hacían sentir como:
—Soy un pedazo de papel tirado por ahí—mis brazos apretaron mi tórax intentando mantenerme en pie—, porque lo recuerdo todo muy bien.
Sin darme cuenta llegué a la cálida recepción del hospital, salude a Jenna con un beso en la mejilla y le pregunte sobre sus pequeños; Emma y Patrick. Después seguí mi rumbo a mi cubículo, fuera de la oficina del director.
Esta mañana me había traído Kiba al trabajo y había ido a dejar al niño porque le tuve que prestar mi auto a Lee, el día anterior su padre había enfermado y cuando eso sucedió él se encontraba en mi casa, Kiba lo había abandonado antes de irse a Suna, su madre había hablado a mi casa y Lee salió a toda prisa en mi coche a su casa con la promesa de traerme hoy la pick-up.
Llegue a mi cubículo, dejé mi bolsa en el escritorio y mi abrigo en el perchero, encendí la computadora. El informe sobre el nuevo director al fin estaba en mi escritorio, puse la cafetera y me senté a hojearlo.
Nada fuera de lo común 50 años, graduado con honores, 15 reconocimientos a lo largo de su carrera, proveniente de La Lluvia, casado, hijos, todo un profesional y bueno a todo esto ¿cuál era el nombre del doctor modelo del año?
La cafetera hizo ese sonido que tanto me molestaba cuando estuvo lista, me apresure a callarla de inmediato, me serví una taza, le puse 3 cucharadas de azúcar y fui de nuevo a sentarme, pero esta vez algo había cambiado, al plano se había agregado algo, más bien, se le había agregado alguien. Frente a mí se encontraba Namikaze Minato con sonrisa amable y mirada relajada.
― ¿Qué hace aquí?―dije entre dientes, sentía el cuerpo rígido cómo una piedra.
― ¿Hina, como haz estado?― dijo cariñoso y notablemente apenado, pero cuando se dio cuenta que no tenía intención de contestarle respondió―. Mi familia y yo hemos vuelto, soy el director de nuevo.
Me moría de ganas de saber si se refería a todos cuando decía familia. Dejé la taza en mi escritorio y tomé un archivo con los informes de cada uno del personal docente para poder entregárselo.
― Bien, doctor Namikaze ahí tiene los informes, me tomé la molestia de ordenarlos por aula y después por orden alfabético empezando por el apellido.
― ¿No vas a contestar mi pregunta, Hinata? ―dijo tomado el informe entre las manos y añadió―Sabes que me puedes decir Minato, nada ha cambiado.
Cerré mis puños ¿Qué nada había cambiado? Me habían abandonado sin decirme una sola palabra, había tenido que ser madre soltera de un bebé de su hijo, tuve que dejar mis estudios para trabajar, estuve hundida en la depresión ¿y se atrevía a decir que nada había cambiado? Lo mire con desconcierto.
―He estado bien, gracias― espeté entre dientes y en tono aún más frío añadí―. Muchas cosas han cambiado y preferiría no me llamará por mi nombre de pila señor Namikaze.
Bueno está historia fue escrita una noche de diciembre del 2012. Espero les guste
