¡Buenaaaaaaaaaaaas! ¿Cómo están? ¡Espero que bien! Ha pasado un tiempo desde mi último fic. Quienes me conocen saben que soy mucho de escribir SasuSaku como pareja principal, pero esta vez traigo algo bastante distinto. Esto es sobre Sakura.

Hay muchas cosas del manga de Naruto que Kishimoto simplemente deja a la imaginación de los fans, o se digna a mostrar algunas cosas necesarias para el desarrollo de la historia (pero no mucho). Bueno, dejé mi imaginación volar un poco con este fic. Es sobre la etapa de la vida de Sakura en que estuvo sola en Konoha, sin Sasuke ni Naruto, y entrenaba con Tsunade. ¿Qué pasó ahí? ¿Habrá conocido a alguien en esos años? ¿Qué misiones habrá hecho? ¿Cómo habrá sobrellevado la ida de Sasuke?

No quiero adelantar más, pero básicamente relato una pequeña parte de la vida de Sakura, pero que de haber sido real, habría sido muy importante para ella. Espero que lo disfruten, todavía no lo terminé pero las chicas que me siguen en el facebook me dieron su visto bueno y animaron a hacerlo. Muchas gracias María Salazar, Alina Montoya Guasch, Cindy Encinas, Yare Preciado, Nellie, Laura Alvarez... y bueno, creo que son todas! Gracias por su apoyo, las adoro y les dedico este capítulo...


Ojos color miel.

Primer capítulo: Hotohori.

Sakura jadeaba mientras corría de un lado a otro, esquivando los miles de kunais que su maestra Tsunade le tiraba desde distintas direcciones.

—¡Vamos Sakura! —le exigía aquella fuerte mujer, arrojando cada vez más— ¡Necesitas ser más rápida!

Sakura hacía todo lo que podía. Los cabellos se le entreveraban en la cara y en el cuello mientras saltaba y los filos de aquellas armas le rozaban la piel hiriéndola. Tsunade quería convertirla en una mujer veloz, porque como ninja médico que era necesitaba estar en condiciones para evadir cada ataque y mantenerse lo más saludable posible para sus compañeros Pero eso simplemente no era lo suyo. Sakura, por más chakra que concentrara en sus firmes y esbeltas piernas, nunca sería tan rápida como su maestra le exigía que fuera.

Ella era una mujer realmente exigente, la llevaba a límites que Kakashi nunca le había puesto antes. Todo el mundo siempre se había encargado de protegerla como a una niña débil y frágil, como la hermanita pequeña del grupo… pero eso no le estaba sirviendo de mucho ahora. A Tsunade le importaba bastante una mierda que fuese una niña de catorce años, que aún fuera gennin y que no perteneciera a ningún clan especial. Tener vagina no la hacía especial, no para Tsunade.

De pronto, en un pequeño momento de distracción, uno de los kunais le alcanzó el brazo. Esta vez no fue un roce, sino que se lo atravesó y quedó incrustado. El grito de Sakura retumbó en todo el bosque mientras Tsunade corría a verla.

—Déjame ver —le ordenó la mujer, tomándole el brazo y provocando más gemidos de dolor de la muchacha. La herida estaba cerca del hombro.

Ella retiró velozmente el kunai, y la sangre empezó a salir de a chorros. Tsunade la detuvo inmediatamente, curándola en menos de un cinco segundos. Su habilidad era impresionante, y una que Sakura todavía no dominaba del todo.

—Tienes que ser más cuidadosa, Sakura. No te concentras lo suficiente —observó Tsunade, mirándola fijo y casi en reproche. Sakura asintió cabizbaja, un poco avergonzada de su error.

—Ya pasó un año desde que me empezaste a entrenar —le dijo la muchacha, tragando saliva.

—¿Y eso qué?

—Todavía no consigo esquivar todos los kunais en el entrenamiento de velocidad.

Tsunade suspiró y se puso de pie, mirándola desde arriba.

—No debes auto compadecerte por tus fallos. Debes seguir y seguir hasta que consigas superar cada una de tus falencias. Ha pasado un año, tienes razón en eso. Pero en este año que ha pasado has aprendido técnicas curativas que a casi todos los médicos que conozco le cuestan al menos cinco años dominar. Has aprendido a dominar tu chakra incluso con más precisión que antes, asimilando una fuerza a la mía. Ni siquiera Shizune aprende tan rápido —le informó, mirándola con un brillo que podría definirse como de orgullo en aquellos hermosos ojos. Sakura se embobó escuchándola con atención, sorprendiéndose un poco con sus palabras de cariño. Un pequeño sonrojo se posó en sus mejillas mientras se ponía de pie.

Se hizo una coleta en aquel pelo largo, y la ajustó con firmeza.

—Entrenemos de nuevo —le pidió Sakura, sonriéndole. Tsunade le devolvió la sonrisa y suspiró ampliamente.

—Siempre quieres más, eres como una pequeña máquina —le dijo—. Mejor descansa un poco.

—Estoy bien, podemos seguir —reiteró la joven con seguridad. Tsunade sacudió la cabeza sin quitar la sonrisa de su rostro.

—Aunque quisiera no podríamos, Sakura. Tengo que presentarte a alguien que está a punto de llegar… —ella iba a seguir hablando, pero la voz dulce de Shizune a lo lejos la interrumpió.

—¡Tsunade-sama, él está aquí! —le gritaba la joven, corriendo con aquel cerdito en sus brazos y acercándose a ellas en medio de los árboles.

Sakura miraba confundida.

—¿Quién llegó? —le preguntó a Shizune, que todavía jadeaba por la corrida.

—Ven, debes conocerlo —le indicó ella, tomándole la mano y dirigiéndola a la aldea de nuevo—. Él está en la oficina de la hokage esperando por ti —Sakura caminaba con ella, y Tsunade iba detrás. Pero seguía sin entender absolutamente nada.

—¿Pero quién, de qué hablan?

—Él viene de la aldea de la Arena, cuando lleguemos tengo que hablar con los dos así que mejor apurémonos —indicó Tsunade, dispuesta a saltar por los techos de las casas para llegar más rápido. Shizune la miró un instante con desaprobación, pero luego la siguió y Sakura hizo lo mismo. La curiosidad comenzaba a subírsele al pecho.

Finalmente llegaron a la puerta de la oficina, y Tsunade la abrió permitiéndoles la entrada a sus dos discípulas. Sakura entró con curiosidad, esperando ver a quien fuera que estuviera ahí.

Su ceño se frunció cuando lo vio. Lo examinó de arriba abajo, un joven que jamás había visto en la aldea pero cuyo rostro le era levemente familiar. Era guapo sin dudas: Un cabello castaño claro y desordenado, piel blanca, alto, con una sonrisa simpática y unos llamativos y almendrados ojos color miel que brillaban a la luz del sol que entraba por la ventana. Tal y como dijo su maestra, tenía una bandana con el símbolo de la Arena en su frente, y ropas características de esa aldea: Un abrigo bordó y unos pantalones grises con sandalias negras.

Cuando la vio entrar sus ojos parecieron iluminarse aún más y una sonrisa reluciente se posó en sus labios. Él expulsaba amabilidad y una simpatía especial en su expresión, tan calma y amistosa.

Se acercó a ella y eliminó los pocos metros que los separaban, le tendió la mano y ella, todavía confundida, aceptó el saludo.

—Un placer conocerte. Me llamo Hotohori —le dijo. Su voz era profunda y varonil, sin dejar de lado una tonalidad amigable que concordaba perfecto con todo él en sí.

—Soy Sakura… —respondió ella, sacudiendo la mano. Su apretón era bastante fuerte, y sus manos eran grandes. Se podía ver con facilidad que estaba en forma y que era musculoso. No le tomó más de dos segundo deducir que era un ninja.

—Lo sé —contestó él con aquella sonrisa, y ella arrugó la frente mirándolo con sorpresa. Luego miró a Tsunade, pidiéndole una explicación con los ojos.

—Gracias por venir desde tan lejos. Apenas anoche envié el mensaje y ya has llegado, eres muy rápido —se apresuró a decirle Tsunade, dándose cuenta de la mirada instigadora de su alumna.

—Claro, por eso me enviaron a mí —dijo él, mirándola con respeto. Sakura se dio cuenta luego de que todavía tenía sostenida su mano, y la retiró inmediatamente. Él se dio cuenta de esto y volteó a verla de nuevo.

—Disculpa, debes haberte ensuciado con mi sudor. Estaba entrenando hace apenas unos minutos, no quiero incomodarte —trató de excusarse ella ante su mirada. Era bastante profunda y casi hasta intimidante. Sus ojos eran muy intrigantes y expresivos.

—No te preocupes por eso —respondió él, mirándose la mano—. Tu mano no me incomoda para nada.

El silencio se abrió paso en la habitación. Shizune dibujó una pequeña sonrisa tras una mirada de sorpresa, y Tsunade no pudo evitar retirar alguna que otra carcajada escondida detrás de ellos. Sakura se sorprendió ante sus palabras y un color rosa pálido le cubrió las mejillas mientras él la miraba fijo, sin borrar esa encantadora sonrisa suya.

—Bien, bien —interrumpió la Hokage, tratando de ponerse seria sin lograrlo mucho que digamos—. Vengan aquí ustedes dos, quiero mostrarles algo —les pidió. Ellos hicieron caso. La palidez volvió enseguida a la cara de Sakura mientras tragaba saliva y cerraba los ojos.

Tsunade sacó del cajón de su escritorio unos sobres marrones que parecían contener muchos papeles dentro.

—Estos documentos son muy importantes porque contienen unos contratos comerciales con una aldea que nos provee materiales para la academia de ninjas. Las negociaciones con esta aldea este año han sido muy delicadas. Los ataques que recibió Konoha debido a Orochimaru antes de que llegara yo han atrasado todas estas cuestiones, y casi no quieren renovar los contratos porque no nos veían como un lugar seguro donde invertir. Finalmente los hemos convencido y quieren que llevemos los contratos hasta allá para que ellos los firmen. Ustedes los entregan, se los firman, les dejan un duplicado y me traen el otro a mí. Así de simple.

Sakura procesaba cada cosa que escuchaba y veía de reojo cómo Hotohori asentía a cada oración de la Hokage con seriedad. Era evidente que la iba a enviar con él a hacer esa misión, sin embargo había algo que no le cuadraba. Tras algunas preguntas de Hotohori de dónde quedaba exactamente la aldea y qué camino podían tomar, ella miró seria a su maestra y finalmente abrió la boca.

—Tsunade-sama, ¿podría hablar un minuto con usted? —le preguntó. La mujer suspiró, previendo aquello. Asintió y le pidió a Hotohori y Shizune que se fueran.

Cuando estuvieron totalmente solas, una frente a la otra, Sakura decidió hablar.

—¿Por qué me envía a esto ahora? ¿Por qué yo y por qué mandan a un chico de La Arena para algo tan sencillo como esto?

—Sakura, casi no hay ninjas en la aldea. Están en misiones o fuera entrenando en algún lugar, como Naruto. Eres una de las pocas de confianza que tengo para entregar algo tan importante. Si no cerramos este trato, no tendremos de dónde sacar fondos para la educación de los estudiantes de la academia y tendremos que cerrar por todo el año. La aldea está en una situación bastante delicada desde todos los gastos que hubieron en construcciones y medicinas por los heridos.

La voz de Tsunade era firme, y Sakura lo comprendía. Pero…

—Está bien, lo entiendo. Pero…

—No has hecho nada más que entrenar todo el año —interrumpió Tsunade—. Desde que me lo pediste todos los días hemos entrenado, y no es que me queje, porque la verdad es que prefiero estar contigo luchando ahí afuera antes que encerrada aquí firmando papeles. Pero tú estás demasiado tensa, Sakura. No te concentras lo suficiente muchas veces, como si tu cabeza estuviera encerrada en algo todo el tiempo. Necesitas hacer algo distinto a entrenar, así no vas a alcanzar al máximo nunca. Dices que quieres mejorar, pero mientras tengas todo eso dentro tuyo no vas a conseguir traspasar tus límites.

Sakura se sorprendió y alteró un poco con sus palabras.

—¿De qué habla, por qué me dice que no puedo traspasar mis límites? ¡Estoy haciendo todo lo que puedo, y más!

Tsunade cerró sus ojos e inhaló un poco de aire. Cerró sus puños y los apoyó contra la mesa, tratando de mantenerse serena.

—Tú sabes bien a qué me refiero, Sakura. Toda tu vida cambió por completo desde que se fue Sasuke —el corazón de Sakura se detuvo cuando escuchó ese nombre. La vieja nunca mencionaba a Sasuke, y todos los demás aldeanos lo evitaban a toda costa cuando ella estaba cerca siendo sabedores del dolor que le provocaba recordarlo. Pero eso era algo que definitivamente Tsunade quería decirle—. Sasuke te dejó, Sakura. Y tu corazón se rompió. Después de eso se fue Naruto, y Kakashi casi no se ve de tantas misiones en las que se mete. Todos tus compañeros están en su propio mundo, yendo en equipo a todos lados. Y tú estás aquí, sola, conmigo casi todo el tiempo, haciendo nada más que entrenar y encima entrenando mal porque reprimes todo lo que estás sintiendo.

Sakura tragó saliva ante sus palabras. Sentía que las manos le temblaban, y corrió la mirada.

—Eso no es cierto, yo…

—Exacto. Haces eso. No quieres salirte de esa burbuja en la que te encerraste para protegerte del dolor que sientes todo el tiempo, y entrenar conmigo o estudiar medicina no lo va a solucionar. De hecho creo que lo está empeorando. Me preocupo por ti, Sakura —la pelirrosa la miró con los parpados caídos. Quería llorar, pero no frente a ella—. Quiero que te distiendas un poco haciendo esto que no es tan peligroso ni nada del otro mundo, y de paso que conozcas un lugar nuevo y… a un amigo nuevo, casi de tu edad, para variar —finalizó con una sonrisa amable.

Esa mujer realmente quería mucho a Sakura, y lo hacía por su bien. Sakura entendía esto, de verdad. Pero detestaba que la conociera tan bien, y sacara a flote cosas que creía tener bajo su control. Era imposible, Tsunade podía ver dentro de ella y sabía lo que le pasaba, y la forma en que pensaba. Quizás era porque ambas eran muy parecidas por dentro, y porque habían vivido cosas similares. Ambas habían sentido la perdida de un gran amor, y la ausencia de sus amistades.

Tras cierto silencio en que hizo todo lo posible por contener las lágrimas, Sakura decidió hablar.

—Y ese chico… ¿por qué lo mandaste a llamar desde tan lejos…?

—Es para mantener los lazos con la aldea de La Arena. Tras muchas negociaciones, tratados de paz y disculpas recíprocas por la anterior invasión, ellos propusieron que nos enviáramos ninjas mutuamente para ayudarnos cuando lo necesitáramos. Yo envié algunos el mes pasado para allá, y como todos ahora están en misiones o entrenando mandé un mensaje para que me enviaran a alguien. No pensé que sería tan rápido pero aquí está —informó ella, caminando a Sakura y deteniéndose para tocarle el hombro con cariño—. Bien, puedes ir a alistar tus cosas. El viaje no durará más de dos días entre ida y vuelta, prepara tu mochila, come y descansa. Salen mañana a las seis de la mañana —terminó, pasando de ella y abriéndole la puerta.

Sakura la miró unos segundos, pensante. Pero luego asintió asumiendo que no le quedaba opción, y que ciertamente necesitaba esas pequeñas "vacaciones" de rutina. Salió de la oficina y del edificio, dirigiéndose a casa. Cuando estaba caminando por las calles de Konoha se encontró con aquella figura conocida: Hotohori.

Estaba de perfil, a lo lejos, comprando un helado de chocolate en un puesto del centro. Sí. Era él. Lo reconoció enseguida, resaltaba del resto de los aldeanos comunes que rondaban la zona. Había dejado el abrigo en otro lugar, porque ahora tenía puesta una camiseta negra y holgada de mangas cortas. Sus brazos lucían tal y como los imaginó: musculosos.

Sakura vio inevitable saludarlo al tener que pasar por ahí. Se dirigió con su mejor cara, dispuesta a conocerlo un poco más. Después de todo ambos irían a misionar juntos la mañana siguiente, y no conocían nada del otro. Cuando ella llegó a él, el chico volteó a verla sin sorpresa alguna en su mirada. Ella se asombró un poco por ello, y se sorprendió más todavía cuando él le extendió un cono de helado de frutilla.

—¿Qué…? —preguntó ella incrédula. Él le sonrió.

—Tómalo, es para ti. Va a derretirse si no lo comes —le advirtió riendo, y ella lo agarró. Sus dedos se rozaron sutilmente en la toma, y ella sintió por un segundo que él la acarició con suavidad con la yema de sus dedos en la mano, pero no duró tanto como para sorprenderla o hacerla pensar demasiado. Luego le pagó al señor y tomó su propio cono de chocolate—. ¿Me enseñas un poco la aldea antes de que vayas a preparar tus cosas? —Sakura no podía creer lo que escuchaba.

—¿Acaso me estabas esperando?

—Te vi a lo lejos —Sakura se preguntó en silencio en qué jodido momento la había visto si estaba de perfil todo el tiempo—. No te asustes —le pidió él riendo ante su expresión de extrañeza—, es que estoy muy bien entrenado. Estoy a punto de ser ascendido a jounnin en mi aldea, me enviaron a esta misión de bajo rango porque soy rápido y llegaría aquí en pocas horas —le explicaba él, y ella iba armando el rompecabezas de a poco. Era un chico misterioso que no tenía problemas en contar sus secretos sin que se los preguntaran. Era trasparente, y eso le gustaba. Estaba cansada del misterio.

Sakura lamía el helado, caminando al lado de él por las cuadras del centro. Por fin estaba haciendo algo normal y distinto, acorde a alguien de su edad.

—Eres bastante joven para ser casi jounnin —observó ella con intriga. Él asintió.

—Tengo quince años. Me hice chounnin hace poco en mi aldea y por mis logros a partir de eso, quieren ascenderme.

—Pues yo soy sólo una gennin de catorce todavía, aunque me entrena la hokage. Se supone que el año entrante o dentro de algunos meses entraré al examen y pasaré. Estoy esperando a que regrese mi amiga Ino de una misión para anotarme con ella —le comentaba.

—Estoy seguro de que pasarás esta vez —le dijo él. Aquello llamó la atención de Sakura.

—¿"Esta vez"? ¿Cuándo mencioné que ya…? —le preguntó frunciendo el ceño levemente y terminando lo último que quedaba de su helado.

—¿Qué es eso? —le preguntó él, mirando a otro lado y desviando los ojos. Sakura siguió el dedo que señalaba, y sonrió.

—Es un puesto de ramen —le explicó, recordando a Naruto. El lugar lucía solitario sin él rondando por ahí—. ¿No hay en tu aldea?

—No, nosotros comemos otro tipo de comidas. Nuestro clima es bastante particular allá —le respondió él, tirando su cono vacío a un tacho y dirigiéndose. Ella lo miró parada y expectante, hasta que él volteó a verla—. ¿No vas a venir?

Ella suspiró y vio el cielo. Estaba anocheciendo y tenía que preparar todo y despertar temprano.

—Mejor otro día, Hotohori —le dijo con una sonrisa—. Tengo que ir a casa.

Él desfiguró la sonrisa en una que ella entendió como decepción, y lo vio suspirar con los ojos cerrados.

—Nos vemos mañana entonces, a la salida de la aldea —le dijo él, saludándola con la mano y entrando al puesto del ramen.

Sakura se quedó un instante viéndole la espalda, y luego se fue también. Le caía bien, era sociable y bueno. Su atractivo hasta llegaba a recordarle a él…

—No —dijo Sakura sola, mientras caminaba a casa, dándose cuenta de lo que hacía en su cabeza.

Siempre había tenido la bendita costumbre de comparar a todo chico que conocía con Sasuke, y estaba harta de hacerlo casi inconscientemente. No podía evitarlo, pero le cansaba hacerlo siempre. La verdad era que ninguno se asemejaba a él. A todo chico que hubiese mostrado interés en ella le encontraba defectos, aunque fueran mínimos, y siempre llegaba a la inevitable conclusión de la perfección inigualable del Uchiha.

Pero este chico, por más que no lo igualara, se le acercaba bastante. Se atrevía a deducir que en su aldea debía ser el típico galán-playboy por la cual todas suspiraban, al igual que Sasuke en Konoha… o bueno, hasta que se fue.

Sakura suspiró en sus adentros con una mueca de tristeza mientras pensaba en esto, y siguió caminando a casa hasta que llegó a su cuarto. Pasó por el espejo, mirándose un rato y dándose cuenta de que había crecido en comparación a cuando Sasuke se fue, apenas algunos centímetros. Se notaba distinta, pero en realidad seguía bastante igual que siempre. Usaba aquel vestido rojo que tanto le gustaba, y el pelo le había crecido tanto que le llegaba casi hasta las caderas.

Le echó la mirada de siempre al retrato de su mesita de luz, donde estaba él. Sonrió con nostalgia, besó la foto y la puso en su lugar de nuevo. Luego sacó la mochila y se dispuso a guardar todo lo necesario para el otro día. Sólo el destino sabía cómo iba a ser ese viaje…