Capítulo 1.

¡Eres hombre muerto ttebane!

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Había una sola persona en la que Uchiha Fugaku sería capaz de poner su vida. Una sola persona que por más canas verdes que le sacara jamás lo traicionaría, una sola persona que era capaz de ayudarlo hasta en la locura más grande y esa era Uzumaki Kushina; el habanero sangriento de Konoha.

Sabía que la amistad que ambos compartían confundida a los demás, bueno, lo entendía, él y Kushina eran como el agua y el aceite, desde la punta de sus cabellos hasta la punta de sus pies, ambos eran completamente diferentes. Algunos hasta confundian la amistad que compartían con otra cosa, y quizás fue de eso de lo que se aprovechó para salir de aquel problema en el que desde hace unos meses atrás se veía envuelto.

Suspirando miro a su padre con la misma seriedad con la que este lo miraba.

—No puedo casarme con Mikoto-san.—dijo rompiendo el silencio.

La mirada además su padre paso de sería a molesta y el suspiró.

Perdóname Kushina.

Pensó con pesar, sabía que se le vendrían una gigantesca ola de problemas en el momento en el que abriera su boca pero era eso o casarse con una desconocida a la cual solo había visto en dos ocasiones.

—Por que yo ya tengo prometida.—el rostro furioso de su amiga paso unos segundos por su cabeza haciéndolo sentir escalofríos, pero no había vuelta atrás.

—¿Y se podría saber quién es la afortunada prometida del futuro líder del clan Uchiha?.—preguntó su padre con sarcasmo.

El cerro sus ojos unos segundos, dándose valor internamente, antes de esperar aquella bomba.

—Uzumaki Kushina.

Cómo en cámara lenta observó el rostro de su padre pasar de la molestia a la incredulidad, sorpresa y por último resignación.

—Así que como vera no me puedo casar con Mikoto-san.—explico a lo que su padre asintió.—Con su permiso me retiro padre.—susurro haciendo una pequeña reverencia y abandonando aquella habitación casi con el corazón en la boca. Kushina lo mataría.

Iba a matar a Fugaku. Lenta y cruelmente.

—Prometidos mis calzones ttebane.—gruño con furia saltando de techo en techo en dirección al barrio Uchiha.

Esta vez definitivamente había cruzado la línea, pero mira que meterla en semejante embrollo sin siquiera decirle, y más aún aprovechando que estaba de misión.

—Te voy matar maldito Fu-baka.—gruño nuevamente.

Ya sabía que algo andaba mal cuando desde que estuvo en la torre Hokage el viejo Hiruzen la había felicitado, no lo había entendido y supuso que se trataba por el éxito de su misión. Grave error, no era eso.

Y desde que salió de la torre Hokage las felicitaciones no habían cesado, desde las personas que conocía hasta las que no conocía, todos absolutamente todos la felicitaban, y no fue hasta que ingreso a Ichiraku que se dio cuenta ya finalmente a que se debían las felicitaciones.

—"¡Enhorabuena Kushina!".—había dicho Inoichi una vez que tomo asiento junto a él. Confundida lo había vuelto a ver y este continúo, con su sonrisa Colgate en su rostro.

—"Atrapaste a un buen partido, aunque ya todos nos lo veíamos venir, ¿No es cierto Choza?.".—había palmeado la espalda del gran Akimichi, quién simplemente asintió con una amable sonrisa en su rostro.

—"Felicidades Kushina-san, espero y nos invite a su boda.".—y fue ahí cuando ella lo observó aún más confundida.

¿Boda?.—hablo por primera vez viendo cómo ambos compañeros de equipo asentían con una sonrisa.

¡Si, ya todo Konoha lo sabe!.—rio escandalosamente Inoichi.—El clan Uchiha lo ha hecho público, tu y Fugaku están comprometidos.—sonrió pícaramente el rubio.

Con los ojos abiertos de par en par se levantó precipitadamente de donde estaba sentada, a la vez que gritaba:.

¡Te voy a matar ttebane!.

Con una sonrisa perversa escurriendo de sus labios apresuró el paso cuando a lo lejos distinguió el abanico que orgullosamente estaba pintado en las paredes del barrio Uchiha.

—De está no te salvas Fu-baka.—susurro.