Draco piensa que su trabajo es sencillo. Le pagan por hacer algo que haría de buen gusto sin necesidad de cobrar, pero claro, su tiempo es oro, así que he ahí la controversia.

Aun así, ser el jefe de Protocolo en el Ministerio de Magia no es un trabajo que le venga muy grande. Si fuese por él, enseñaría a todo el mundo; magos y brujas, mestizos o sangrepuras a comportarse como es debido. No es algo que cueste tanto, la verdad.

De todas formas, llegar a ser jefe le ha costado sudor, ya que no cualquier día ponen a un marcado delante de una jefatura en el Ministerio. Así que aunque se ha esforzado más que ningún otro de sus compañeros, ahora sabe que ha merecido la pena y que a partir de ese momento, todo irá mucho mejor.

Mientras está pensando en todas esas cosas oye el sonido de la puerta siendo golpeada con insistencia. Con un pase de varita la abre con suavidad y deja pasar a uno de sus chicos, uno al que contrató cuando ascendió y al que utiliza más como lechuza que con el verdadero cargo con el que accedió al puesto.

—Señor —le dice algo cohibido—, el jefe dice que necesita que vaya a su despacho inmediatamente.

—Dile a Bergson —añade sin levantar si quiera la vista de sus documentos—, que me da igual lo que hayan hecho en esa recepción, estoy muy ocupado.

—No, señor —carraspea incómodo—, no se trata de mi jefe, si no del suyo, del Ministro.

—Maldita sea —se levanta de inmediato dejando caer varios pergaminos en el camino—, es el Ministro; di Ministro, no jefe —murmura mientras se acomoda la túnica y desaparece por la puerta lanzándole una mirada que promete una no muy amigable charla luego.

Prácticamente corre hasta la oficina del Ministro. Sabe que tiene que ser urgente, ya que desde que ha ascendido no ha sido solicitado personalmente para nada. Quizás tenga que ver con la recepción que habrá en el ministerio dentro de una semana, con motivo del décimo aniversario de la caída del Voldemort, a dónde sabe que va acudir bastante gente importante. Se sentiría congratulado si el Ministro le pidiese que interviniera directamente, en vez de mandar a alguno de sus subalternos como es costumbre, eso querría decir que solo confían en él para ese trabajo, porque sabe que nadie podría hacerlo de forma más perfecta que él. Aunque eso suponga perderse la fiesta como invitado.

Cuando llega al despacho, golpea muy suavemente, espera en silencio y a los pocos segundos el Ministro en persona le abre la puerta, tiene cara de pocos amigos y parece algo agitado, como si hubiese estado discutiendo con alguien minutos antes. No suele si quiera oírle alzar la voz, así que eso le llama poderosamente la atención.

El Ministro le pide que se siente en un sillón burdeos que tiene algo apartado del escritorio, dándole a entender que la charla tiene algo de matiz personal. Él se queda cruzado de brazos, con la túnica del Winzengamot aun puesta, supone que porque acaba de llegar de alguna reunión, o de un juicio y entonces se da cuenta de que está mirando a una figura que se encuentra tras una cortina y que parece estar observando el falso exterior. O lo que es más posible. Evadiendo la mirada del ministro.

Lo único que puede ver de esta persona, que está de lado y medio oculta por la tela ámbar, es que lleva un brazo en cabestrillo y se sujeta de una vara metálica que va desde su codo hasta el suelo, tiene que ser algo muggle, porque jamás ha visto a ningún otro mago utilizarla.

—¿Me citó, Ministro? —pregunta intentando romper ese silencio incómodo en el que están sumidos.

—Sí, señor Malfoy —responde mientras rodea el sillón y termina sentado sobre su propio escritorio—. Empecemos esta reunión —Draco se endereza entonces—. ¡Harry! Tú también.

Y entonces, de detrás de la dichosa cortina, aparece la cabeza siempre alborotada de Potter, que con cara de malas pulgas abandona su sitio junto a la ventana y a regañadientes se sienta junto a él. Mientras se acerca, observa cómo cojea y se ayuda de la vara metálica para caminar, luego, toma asiento; pero su mirada de resignación no cambia ni un ápice.

—Bien, le he traído aquí porque necesito sus servicios —dice Shacklebolt dirigiéndose únicamente a Draco—. Como ve, el señor Potter no podrá acudir a la recepción del sábado.

—Claro que puedo ir —interrumpe el moreno que se ha cruzado también de brazos. Draco lo mira de reojo y no puede ocultar su inconformidad ante una actitud tan infantil—, es usted quien no me lo permite.

—A lo que íbamos —añade Kingsley ignorándolo por completo—, no puede ir y necesito que hagas lo mismo que hiciste cuando no pude asistir a aquella convención porque me encontraba con viruela de dragón.

—Pero Ministro… —para de hablar un segundo y mira a Potter; por su expresión está seguro de que no tiene ni idea de lo que le están pidiendo— es… es diferente, yo le sustituí como un favor personal, además, sabe que ya no lo hago y…

—Espera —interrumpe Harry, y Draco desea que por fin el gryffindor se haya percatado de lo que va la cosa y se niegue, porque así él tendría la oportunidad de salir indemne de aquella situación y su valor profesional se quedaría intacto—. ¿Qué es eso de sustituirme? ¿Sustituirme? ¿Por quién? ¿Por Malfoy?

Harry suelta una única y sonora carcajada que suena sobre todo irónica. El rubio se da cuenta de que no es precisamente un artista de las sutilezas.

—Harry, Draco ha hecho esto más veces de las que te imaginas, pero solo con altos cargos. Se mantiene en estricto secreto, por eso nadie sabe nada. Se trata de un servicio que se presta desde el departamento de Protocolo Ministerial. Si un miembro importante no puede acudir a un evento por cualquier motivo, el señor Malfoy lo sustituye con poción multijugos y un potente e innovador hechizo de su propia invención.

—Ni con todo el multijugos del mundo mágico sería capaz de pasar por mí —dice Harry—, en cuanto le salga ese aire petulante que tiene sabrán que no soy yo.

—Perdona que discrepe, Potter —le hierve la sangre al pensar que no ha cambiado nada, ni un poco; pero no, sigue comportándose como un niño malcriado, ¿y se supone que el que tiene que cargar con ese sobrenombre más a menudo es él?—, ¿no has oído la parte del hechizo? Con él, tú estarás todo el tiempo consciente dentro de mí, es como si manejases mi cuerpo de algún modo. No tienes libre albedrío, por supuesto, pero podrás oír y ver todo lo que yo vea y oiga; y podrás hablar por mí. Además, oiré tus pensamientos como si llevase uno de esos micrófonos muggles y podrás dirigir mis pasos.

—Vaya —dice Harry bastante asombrado—, sí que lo tienes todo bajo control.

—No sé de qué te sorprendes, lo creé yo. Nunca dejaría ningún cabo suelto. Es un sistema que te permitirá manejar mi cuerpo —Harry deja escapar una risa floja—. Compórtate de una vez, Potter; y por supuesto, no te emociones, seré tú con multijugos…

Harry alza una ceja y le mira escéptico.

Intenta negarse al menos durante media hora más, pero parece que está más que decidido. Al menos se tranquiliza al observar que a Malfoy le hace exactamente la misma gracia que a él, aunque claro, el rubio sabe disimularlo demasiado bien para su gusto. De lo que está seguro es de que aquello no acabará bien, además, sigue pensando que para el sábado estará en perfectas condiciones, eso seguro. Así que se tranquiliza con ese pensamiento. Lo toma como un mantra. Tiene que ir a ese evento, no puede permitir que Malfoy interactúe con sus amigos y antiguos compañeros.

Mientras Draco y Kingsley ultiman detalles, los vuelve a interrumpir.

—Mira, Malfoy, me parece que ese invento tuyo es excelente, pero yo para el sábado estaré perfectamente.

—Eso no te lo crees ni tú —le corta Shacklebolt rápidamente mientras lo mira con severidad—, y haz el favor de no volver a repetirlo. Se hará así y no hay discusión —Harry suspira resignado y observa cómo el slytherin mal disimula una risa—. Además, tenemos tiempo para perfeccionarlo. ¿O te has olvidado de que mañana por la noche tienes que asistir a la graduación de la promoción de los de primer año? Ya saben que no presentarás la ceremonia, como se había acordado en un primer momento, pero tendrás que asistir y a la fiesta de después también.

Harry sigue resoplando, maldiciendo entre dientes y poniendo los ojos en blanco mientras Kingsley termina de hablar con Draco, excluyéndolo completamente de una conversación en la que él es el principal afectado. Perfecto.


Al día siguiente, Harry ha olvidado por completo que esa noche Draco hará de él en la ceremonia y fiesta del Ministerio, así que cuando a las cinco y media, llaman a la puerta, sale en pantalones de pijama y medio dormido a abrir. Draco le espera justo al otro lado y no podría haber mayor diferencia con su indumentaria, ya que viene con un traje y una túnica bastante elegante.

El rubio, nada más abrir, le mira de arriba abajo como si llevase puesta una bolsa de basura. Harry piensa que Draco tendrá hasta los calzoncillos de marca y planchados.

—Has llegado pronto —dice intentando disimular la sorpresa—, suponía que hasta las seis o seis y media no vendrías.

—Esa era la hora acordada, sí, pero he preferido venir antes ya que me gustaría ultimar contigo algunos detalles antes de que hagamos esto oficialmente.

Harry se aparta de la puerta y lo deja pasar, tampoco es que tenga muchas más opciones.

Draco avanza por su casa sin mirarlo, sorteando un cojín que hay en el suelo, y sin siquiera arrugar su traje, se sienta frente a él. Harry se pregunta esta vez, si lo que lleva planchado es el pelo, pues no ha visto ni un solo hilo moverse. Entonces se imagina al estirado de Malfoy intentando aplacar su propio pelo cuando se haya transformado en él, y se ríe solo.

Durante unos segundos se miran en silencio. Harry imagina que estará estudiando su cuerpo ya que tendrá que llevarlo durante esa noche, y el día del décimo aniversario.

De repente, Draco carraspea y vuelve a prestarle atención.

—A ver, Potter. Vamos a dejar las cosas claras: tú no quieres hacer esto, yo tampoco. Hay que hacerlo porque el trabajo de ambos depende de ello, así que te propongo colaboración. Yo puedo saber lo que quieres que haga en todo momento. Si quieres que vaya hacia la derecha, que me siente… pero no estoy obligado a hacerlo, así que no te creas que tendrás poder sobre mí. Tenemos que confiar el uno en el otro, sino esto se pude convertir en una broma muy pesada. Y yo soy una persona que se toma en serio su trabajo. En el momento en el que intentes alguna jugarreta, me iré de la fiesta inmediatamente.

Harry lo escucha todo estoico. Ni que fuese un crío. Él sabe comportarse, además, si hace alguna tontería va a ser él el que salga perjudicado. A fin de cuentas, lo que pase, pasará con su apariencia.

—Creo que yo tengo más que perder que tú, así que trato hecho —dice alzando su mano. Draco la toma y la estrecha—. Ahora quiero que me expliques con detalle que podré hacer, ver o decir.

Draco sonríe y comienza a explicarle todas las posibilidades; está muy orgulloso de su hechizo y no duda en presumir de él, además, tampoco puede negar que se hincha de satisfacción con la cara de asombro y perplejidad que pone Potter cada vez que le explica algo. Ha olvidado que Potter, al contrario que él, es alguien que sí expresa lo que piensa y parece bastante asombrado y de buena manera con sus logros.

Media hora antes de la ceremonia, Draco se encuentra de pie delante de Harry mientras este le enseña y le indica el traje que debe ponerse.

—Bien, ya está todo claro, ahora voy a tomarme la poción multijugos —el rubio sostiene el frasco entre sus manos y justo cuando va a dar el primer sorbo siente la mano de Potter sobre su antebrazo—. ¿Qué haces? —pregunta arrugando el entrecejo.

—No quiero sonar arrogante, pero si no quieres que tu camisa sufra ningún desperfecto te sugiero que te la quites antes de que te haga efecto la poción. No sé si te has dado cuenta, pero mis brazos y mis hombros son bastante más grandes que los tuyos.

Draco lanza una mirada barredora y apreciativa antes de contestar.

—Dilo, Potter, no hace falta que seas sutil. Está claro que nuestros músculos más desarrollados se encuentran en diferentes partes de nuestra anatomía. El mío está aquí —dice señalándose la cabeza—. Y los tuyos repartidos en otros lugares menos interesantes. No debes sentirte inferior por ello.

Lo ha dicho con algo de burla, no iba completamente en serio, pero no espera para nada que de repente Harry estalle en carcajadas.

—A veces tienes gracia —añade a continuación ante la mirada interrogante del rubio.

Harry lo observa desabrocharse la camisa y ponerse su propia ropa sin mayor dificultad. Y ahora sí que se aprecia la diferencia en sus constituciones. El traje le viene algo corto de mangas y piernas, pero le queda bastante ancho.

—Bien —suspira mirándolo con sus grandes ojos grises por última vez aquella noche—. Ahora voy a ser el jodido héroe del mundo mágico —dice más para sí mismo.

Y sin más dilación vacía sobre su boca el vial de poción.

Harry observa bastante curioso cómo Malfoy pasa de medir más de un metro ochenta, a apenas llegar al metro setenta y cinco. También, cómo su cuerpo comienza a hincharse, como cuando a un globo le meten aire. Y mira con fascinación cómo sus ojos se tornan verdes, cómo su piel pasa de pálida a ligeramente bronceada, y el cabello rubio y suave se vuelve cada vez más oscuro y áspero.

Aquello no puede rebatirlo, el pelo de Malfoy es infinitamente mejor que el suyo.

Durante un rato ambos se miran sin saber qué hacer o decir. Harry ya ha experimentado el verse a sí mismo en otras ocasiones, así que tampoco es que esté muy asombrado. No, lo que realmente le fascina, es que ese alguien sea Draco Malfoy.

—Bueno, pues voy a terminar de arreglar este desastre —dice señalándose el pelo moreno—, necesitarás unos retoques antes de salir.

—Tampoco te esmeres mucho, a la gente le encanta mi pelo revuelto —añade con una sonrisa.

En cuanto termina de decirlo Draco lo mira con una ceja alzada sin llegar a creerse eso del todo. Lo duda. Él jamás admitiría a una persona mal peinada en una fiesta. Niega con la cabeza, dándolo por imposible y sale de la habitación.

Una vez listo, se mira al espejo de todos los ángulos posibles, no quiere sorpresas y eso suele pasar cuando usas un cuerpo que no es tuyo, pero tiene que admitir que el de Potter es bastante simétrico y sin nada a lo que tenga que poner alguna pega, lo tiene todo perfectamente colocado en su sitio. Tanto, que siente unas irrefrenables ganas de tocar algunas, pero se abstiene, porque él es un auténtico profesional.

Nada más salir de la habitación se encuentra con el verdadero Potter sentado en el sofá y nota como le dirige una mirada más que apreciativa.

—No seas narcisista, Potter. Eres tú —dice socarronamente mientras se sacude el traje.

—Ya —afirma sin apartar la vista—. Pero mi yo, tú, se ve mucho mejor que mi yo, yo. Y eso me parece algo… inquietante.

—Se llama buen gusto. Despídete de él, Potter, porque te va a durar poco. Exactamente lo mismo que la poción multijugos.

Sin poder remediarlo, Harry vuelve a reírse, no recordaba que el sarcasmo de Draco fuese tan gracioso en el colegio. Quizás es el hecho de que ahora no va dirigido a su madre muerta.

—Bien, repasemos —comienza a enumerar Draco mientras se anuda los gemelos de la camisa—: Prohibido interrumpirme mientras hablo, quedarías como un imbécil, ya que parece que discutes contigo mismo. Te recomiendo que estés solo mientras dura el hechizo y que intentes tener los ojos tapados; vas a ver lo mismo que yo vea y sería muy confuso para ti y podrías hacerte daño si caminas. Si tú hablas, yo hablo, si piensas solo yo puedo oírte. Al igual que tú oirás lo que yo piense. No puedes manejar mi cuerpo, pero si piensas en sentarte o caminar, lo haré.

—Bien —dice algo divertido— eso te convierte en un perrito…

Draco prefiere ignorar eso, así que cierra los ojos y cuenta mentalmente hasta diez.

—Después de aclarar lo más importante —continúa como si no lo hubiesen interrumpido— me voy. Te recomiendo que hagas lo que te he dicho, que te tumbes o sientes en un sitio cómodo y te tapes los ojos.


Cuando Draco llega a la recepción se da cuenta de que jamás ha sido tan observado. Y ya es mucho decir. Él está acostumbrado a que las miradas se posen en él, que le miren de reojo e incluso a oír algún que otro comentario mal intencionado. Pero no está preparado para todas esas miradas, pendientes de él como si esperasen que de repente fuese a salvar a un cachorro o a un bebé de un incendio. Como si fuese Merlín reencarnado o pudiese hacer cosas que los demás no pueden hacer. Es una especie de fanatismo absurdo.

Se pregunta qué sentirá Potter cuando todo el mundo lo observa de esa manera.

"Actualmente indiferencia" oye en su cabeza, "al principio me sentía incómodo y no sabía cómo comportarme, pero ya ha dejado de afectarme que la gente me mire de esa forma".

Draco recuerda en ese instante que todo lo que piensa le llega a Potter como si estuviesen manteniendo una conversación telefónica. Deja de pensar en ese mismo instante. Ha tenido un descuido muy tonto.

Durante un rato, está apoyado sin más junto a la barra bebiendo whisky de fuego y charlando mentalmente con Potter sobre la indumentaria de alguno de los invitados. Bueno, la verdad es que es más como él criticando el poco sentido del gusto y el gryffindor riendo a carcajadas.

"¿Sabes?" piensa en una ocasión, "Cuando la petulancia va dirigida a otros puede llegar a ser divertida"

El primer obstáculo de la noche es la llegada de gente que comienza a saludarlo y a charlar con él. Draco se da cuenta de inmediato de la incomodidad de Potter y que no es precisamente dado a socializar. Mantiene varias conversaciones por sí mismo.

Harry a su vez se pregunta en qué momento Draco se ha convertido en un animal social, lo oye diluir conversaciones, detallar, improvisar, reír, alagar… realmente es entretenido mantener una conversación con él.

"Gracias Potter, sé que soy una persona muy interesante"

Le responde inmediatamente con una sonrisa. Y siente a Potter reírse también.

Mientras saluda a la mujer de un auror ya retirado que le ha apretado la mano durante toda la conversación, puede oír a Potter en su mente perfectamente.

"Mierda, mierda mierda…"

Draco gira disimuladamente la mirada y observa a Weasley y a Longbottom acercándose.

"Me dijeron que no iban a venir, que cabrones"

Puede notar la molestia de Harry, así que piensa que se los quitará de encima rápidamente.

"¿Qué hago?" pregunta mientras los observa a pocos metros.

"Nada, salúdalos y veré que les digo… esto no me puede estar pasando… Odio que puedas oír todo lo que pienso" Añade en última instancia, aunque Draco puede comprenderlo, en ese momento es algo que él también piensa.

Esperan a que lleguen ellos. A Harry aquella situación no le gusta una mierda. Supone que Ron comenzará a criticar a alguien en cuanto llegue y espera que no se haya encontrado a Draco esa mañana en el ministerio ni en el callejón Diagon, porque si no, le espera una retahíla sobre el "maldito hurón albino" que no sabe si su némesis aguantará.

"Potter, ¿Tengo que volver a repetirte que oigo absolutamente todo lo que piensas? Maldita sea la comadreja."

Harry esta vez ríe de puros nervios y desesperación.

En cuanto llega, Ron lo primero que hace es darle un enérgico golpe en el hombro, y el rubio agradece que no sea el suyo propio, de ser así es más que probable que hubiese terminado en el suelo.

—¿Qué pasa, Ron? —pregunta—. Pensé que no venías.

—Ya, pero sabes cómo es Hermione. Si no venía, me castraba.

—Pues vaya calzonazos —suelta Draco.

"¿Qué demonios haces, Malfoy?" piensa rápidamente Harry.

—¿Qué? —pregunta Ron que no entiende a qué ha venido eso.

—Quiero decir que como es que al final no has podido escaquearte, colega —dice, ahora con plenos poderes Harry.

—Pues porque así al menos esta noche mi madre tiene a Rose, y podemos estar solos después —añade Ron alzando ambas cejas—. Oh, mirad, por ahí van mis canapés favoritos —dice siguiendo a un camarero con la mirada.

En cuanto sale tras los aperitivos, tanto Harry como Draco respiran tranquilos. Pero para martirio de ambos, Neville no solo se queda, sino que lo agarra fuerte de un brazo y lo lleva un poco a parte para contarle algo.

—Oye Harry —susurra—, no es por fastidiarte la noche, pero Julien está buscándote. Anda con el resto del personal administrativo, lo he visto cerca de los lavabos.

En cuanto termina de decirlo, hace una mueca en mudo entendimiento y se va colocándose bien la corbata.

"¿Quién es ese Julien?" pregunta Draco medianamente intrigado.

"Alguien a quien debemos evitar si quieres que esto salga bien"

"Pues dime al menos cómo es, sino, no sé cómo esperas que lo evite.

Harry resopla algo frustrado

"Veamos, es rubio, alto, ojos azules, sonrisa falsamente encantadora. Corbata morada a cuadros…"

"¿Lo has visto ya?"

"No."

"¿Y cómo sabes que llevará esa corbata?"

"Porque se la regalé yo"

Draco pone los ojos en blanco y le da otro sorbo a su copa, no le da realmente importancia, así que sigue con su paseo y sus charlas.

Pronto se da cuenta de que debe charlar más con la gente si no quiere dejar a Potter como un loco autista, ya que lleva prácticamente toda la noche hablando con él y pronto va a parecer que necesita ayuda psicológica.

Conversa con varios aurores y sus parejas, con un inefable que más bien escucha y también con Dean Thomas y Cho Chang, ambos empleados del Ministerio. Todo está relativamente tranquilo hasta que Malfoy le confiesa algo.

"Necesito ir al baño, Potter" dice con urgencia.

"Aguántate, dentro de pocos nos iremos"

"De eso nada, por fuera seré tú, pero por dentro sigo siendo yo así que lo siento, pero mi vejiga está a punto de estallar"

"Joder, está bien, pero mientras lo haces procura tener cuidado, como bien has dicho, por fuera soy yo"

Draco se da cuenta entonces y suelta una carcajada. Varios hombres a su alrededor lo miran como si estuviese loco o muy borracho.

"Y no se te ocurra beber más en lo que queda de noche" añade Harry.

Entra al baño y se acerca a los urinarios dando pequeños y vergonzosos saltitos. Se baja la cremallera del pantalón lo justo e imprescindible. Y aunque lo intenta, al final le gana la curiosidad y no puede evitar dirigir su mirada hacia abajo.

Sus ojos, en este momento verdes, se abren desorbitadamente.

"Por el amor de Merlín, Potter" piensa con una sonrisa de medio lado, "¿Esto te venía de serie?"

Harry lo intenta, pero finalmente no puede evitar reírse ante aquella expresión, aunque intenta fingir que le molesta.

"No mires"

"Lo necesitaba, al menos si no querías que mease en la pared"

Termina de hacerlo y mientras acaba de colocarse bien los pantalones, siente unas manos sobre sus caderas.

Algo asustado se gira inmediatamente.

"Mierda, no… maldita sea" oye la voz de Harry dentro de su cabeza.

No hay que ser muy inteligente, aunque Draco lo es.

Alto, pelo rubio, ojos azules, cuerpo tallado con cincel divino… ese debe de ser el tal Julien. Potter no le había dicho que el tipo tenía tendencias acosadoras. Le está agarrando con insistencia y de una manera… pero bueno, no es que es se esté quejando.

Lo barre con la mirada de arriba abajo, es inevitable.

Menudo desperdicio de cuerpo heterosexual, si estuviese en el suyo propio le habría dado al todopoderoso escandinavo lo que parecía pedir a gritos…

"Joder, Malfoy, que estoy oyendo lo que piensas, córtate un poco… ni siquiera sabía que fueses gay"

"Lo siento" es lo único que escapa a pensar en esos momentos.

—Vaya, Harry —habla por fin Julien con una gran sonrisa vanidosa—, y yo que creía que no te ibas a alegrar de verme… pero veo que me equivocaba.

—Apártate de mi camino —dice Harry. "Vamos Malfoy, camina y sal de ahí inmediatamente"—. Si me disculpas.

Pero el tipo no se mueve ni un ápice. Al contrario, estira un brazo y lo apoya contra la pared cerrándole el paso completamente. Draco sonríe de lado y Harry maldice a la vez.

"Malfoy, por el amor de Merlín, vámonos"

Draco puede notar que Harry está bastante nervioso, mientras, este, intenta bloquear todo los pensamientos que le están viniendo a la mente en ese momento.

"Joder, ya voy" dice al final por pura insistencia.

Empuja el brazo de Julien pero lo único que consigue es que el otro se apriete aún más contra él.

—Por favor, Julien —dice Harry—, vamos, déjalo…

—¿Por qué te pones así? —Draco nota como el chico le pone una mano en la barbilla y se da cuenta de que aquello se está tomando un rumbo que lo desconcierta y mucho—. Te dije que lo sentía, prometí no volver a hacerlo… fue una estupidez.

—Julien —vuelve a advertirle—. No es el momento, ni el lugar. Por favor, necesito volver a la fiesta.

Lo que Harry realmente quiere es que Malfoy no tenga que oír esa conversación, no quiere que más detalles íntimos de su vida queden al descubierto a expensas de lo que el rubio pueda opinar o burlarse.

—Pero ven conmigo a casa —sigue insistiendo—, solo esta noche; si no te demuestro todo lo arrepentido que estoy no insistiré más, lo prometo.

Draco nota como la mente de Harry es un hervidero de dudas y pensamientos confusos. Oye frases sueltas como "no vuelvas a caer" o "no vayas" o "no seas tonto" y lo ambiguo comienza cuando por otro lado también oye otras como "dale la oportunidad" o "a lo mejor está realmente arrepentido".

Y mientras Harry piensa y Draco está concentrado en esos pensamientos, Julien aprovecha la duda en sus ojos y se acerca a él para besarlo.

Lo que al principio es un beso meramente tentativo, poco a poco se vuelve mucho más pasional.

Draco cierra los ojos ya que está totalmente estupefacto, además de completamente bloqueado por la situación en sí; y tiene que admitir que el chico lo hace realmente bien. Pero también nota a Harry reaccionando con rechazo ante aquella intromisión. Así que lo aparta y deja pacientemente que ambos solucionen sus problemas. Se mantiene en silencio esperando que Potter diga algo.

—¡No vuelvas a hacer algo así! —le grita alterado—. Joder, fuiste tú quien me dejó por ese imbécil, así que no vengas ahora reclamando algo que ya no te pertenece.

—Por favor —vuelve a suplicar, una súplica muy falsa, si le permiten a Draco decirlo—, solo una oportunidad, no te pido más…

"Esto es patético" piensa para sus adentros el slytherin.

"Yo… solo quiero irme, vámonos, Malfoy"

Draco asiente internamente, también quiere marcharse y dejar atrás ese espectáculo bochornoso, pero el tal Julien le bloquea la salida como antes y no para de verborrear sobre perdones y segundas oportunidades.

—Mira, Julien —dice Draco tomando el control de la situación—, hablaremos más adelante, ahora necesito aclarar mis ideas, así que deja de insistirme y apártate de una maldita vez o solo conseguirás que termine muy cabreado.

El chico se queda mirándolo algo confuso, no acostumbrado a que Harry le hable así ni siquiera cuando han estado enfadados, así que deja de hablar y se aparta dejando quesalga del cuchitril de una vez.

"Gracias Malfoy" es lo único que acierta a decir Harry nada más salir.

"No es nada, Potter, el imbécil se merecía que alguien lo pusiese en su lugar, podría haber sido más claro, pero sé que no es tu estilo"

No entiende bien porqué, pero se siente algo orgulloso cuando escucha la risa de Harry.

"Sí, ha sido una reacción medio Malfoy medio Potter"

Este sonríe también al oír aquello.

"Creo que es hora de irnos".