Estaban reunidos todos los llegados en el gran salón la mayoría sentados en algunas mesas que se había colocado esa misma tarde; los hobbits, hombres y enanos tomaban cervezas mientras fumaban en sus pipas de cuello largo, los elfos tomaban hidromiel y se encontraban algo apartados por su disgusto al tabaco.

Solo algunos se atrevían a romper el silencio, hablaban de las grandes cosas hechas por Elessar y una que otra anécdota sobre su participación en la comunidad del anillo como uno de los tres cazadores.

Cuando hubo aparecido los primeros rayos de Anor todos se vieron ubicados en los campos verdes de Minas Tirith, las mujeres vestían túnicas negras, la más bella de todas era sin duda era Arwen que a diferencia de las demás su cabello era cubierto por un velo negro.

En el centro había un ataúd hecho de mithril con un ligero brillo, sobre se hallaba una figura de tamaño original del heredero de Isildur con las mismas facciones que parecía dormir.

A la derecha del ataúd se encontraba su amada esposa, junto a Arwen estaban los gemelos Elladan y Elrohir, Glorfindel y su joven hijo Eldarion con la viva imagen de Aragorn y de su cuello colgaba una delgada cadena plateada con una figura que brillaba que hace tiempo su padre llevaba. Detrás de ellos estaba un grupo de conocidos que venía de Rinvendel.

Al otro lado del ataúd estaba Legolas que no había envejecido, a su lado estaba el enano Gimli y los medianos Merry, Sam y Pippin con sus respectivas familias y el mago Gandalf; detrás un pequeño grupo de elfos y enanos que acompañaban a los integrantes de la compañía.

Un poco más alejados estaban el príncipe de Ithilien Faramir junto a su Eowyn y su hijo Elboron con su cuñado Eomer y su esposa, también se encontraba Haldir y sus hermanos Rumil y Orophin; un poco más alejado un grupo de montaraces y capitanes del ejercito de Gondor.

En el viento se escuchaban los cantos que eran acompañados con lágrimas cuando cuatro hombres entraron cargando el cuerpo sin vida del montaras que vestía con ropas muy elegantes dignas de usarlas.

Descansa en paz mi hermano

Tu cuerpo descansa en esta tierra

Y tu alma e los puestos de mandos

Junto a tus antepasados

Grandes reyes que te precedieron

Y tu amado recuerdo

En nuestro corazón

Otros cuatro levantaron la tapa con la figura, los cantos no cesaban y las lágrimas seguían cayendo al meter al hombre y dejarlo descansar. Nadie se atrevía a hablar, estaban sumidos en sus propios pensamientos.

Después de unos minutos el silencio reinaba en el valle, los hombres poco se retiraban seguidos por los elfos, los enanos y los hobbits.

En un rato se hallaba desierto excepto por la presencia de una mujer de cabello negro que se había acercado, descansaba una mano sobre el pecho de la figura y dejaba que sus lágrimas resbalaran por sus cálidas mejillas y de sus labios rosados susurraron….

Namarië