Mortífagos: El Auge

La Maldición de una Fotografía

1

Reuniendo a la Orden del Fénix

Le cortó la lengua de un solo tajo.

El grito ahogó violentamente todos los sonidos que podrían existir en aquel momento. La sangre saliéndole a borbotones de la boca mientras abrazaba la comisura de sus labios pintándolos de muerte.

Se retorció como un cerdo, o eso es lo que le pareció a ella. El tiempo retrocediendo lento, unos pasos para mostrarle a una chiquilla de cabellos negros limpiándose las delicadas manos en el inmaculado vestido mientras miraba a una figura gemir ronca y retorcerse en el piso. Rostro de ángel, dulce. Mirada envenenada de insano placer sadista. Juego de niños imaginando su futuro.

Caminó alrededor, aun con la respiración agitada; las mejillas encendidas por el rubor de la furia que, más que deformar sus facciones, las enaltecían volviéndolas más aristocráticas. El rostro de una diosa en guerra.

Ojos grises, de luna fervorosa y fanática.

La furia corría por sus venas, la furia y la impotencia. Necesitaban información, más información ahora que casi tenían todo el poder; y he aquí que ni siquiera había alguien que pudiera darle algun estúpido que la contenga.

Alzó la mano, aún enguantada de negro con la locura en sus ojos. El hombre se retorció en el suelo, arrastrándose como un gusano para escapar. La valentía mostrada minutos antes había desaparecido del todo. Las piernas rotas aún le sangraban dejando un asqueroso rastro rojo, oscuro y pegajoso por el piso de mármol. Apretó la mandíbula. Hora de terminar.

¡Avada Ked…!

Basta.

Se detuvo en el aire, a medio camino de cortar por completo el ambiente tenso por la rapidez del ataque. No volvió la vista.

¿Y por qué se supone que lo voy a hacer?- protestó aún con la vista fija en el hombre retorciéndose en círculos tratando de huír- ¡Contestame! Es un estúpido que no ha dicho nada desde que lo trajimos- dirigió una mirada de odio al rastro de sangre por el que empezó a caminar- No hay nada que hacer con él más que…

Lestrange no contestó. Permaneció de pie en el umbral de la puerta aún manteniendo la vista fija en ella. Sabía que se detendría, y segundos después lo hizo volviendo la vista de pronto.

Tenemos información nueva- anunció sin cambiar la expresión tranquila- de tu primo- agregó y los McKinnon.

La mortífaga alzó la vista de pronto, deteniéndose por completo para volverla hacia él.

*******

Era una mañana diferente.

Dann McKinnon se despertó aquella mañana presintiéndolo, aunque aún no estaba del todo seguro.

La mañana había transcurrido normal, o relativamente normal. Se había despertado maldiciendo aquel despertador muggle, obsequio de una linda amiga de ojos vivarachos por su cumpleaños, no lo necesitaba, claro, pero había sido una cortesía, o más bien un favor que le había hecho a su hermana el aceptarlo.

Marlene.

Había desayunado cereal, "Pixie Puffs" mezclado con algo de galletas e hidromiel de postre, como siempre, había terminado la mitad por la prisa que llevaba para el trabajo, había ganado recientemente un ascenso y quería ser más puntual de lo que había sido en los últimos años. Miró de paso el retrato movible de él abrazando a una chica de pálido rostro y largo cabello negro, salvaje, cayéndole por los hombros, ambos sorniéndose, como los dos mejores hermanos que eran.

Ahora vivía solo, había sido lo mejor por el trabajo cerca del ministerio que tenía, aunque no por su compañía. Extrañaba las bromas, los cariños y los cuidados que su hermana siempre le había brindado, especialmente al morir su abuela.

Se apresuró aún más metiéndose un panecillo rápido a la boca mientras se repetía el departamento al que lo habían ascendido.

Departamento de misterios.

Se lo había ganado, años de trabajar en el Departamento de Legislación de Leyes Mágicas, redactándolas, corrigiéndolas y comprobando cada uno de sus procedimientos le había otorgado tal derecho. Estaba orgulloso.

Se peinó el ralo cabello parecido al de un chimpancé de pelo corto y se vistió la túnica más feliz para dirigirse al trabajo.

Se le hubiesen preguntado aquel día hubiese respondido que todo había sido completamente normal. Llegó, se encontró con Mafalda Hopkings, quien siempre le sonreía al llegar, Bletchen Crabbits le dirigió la acostumbrada mirada de celos que le enorgulleció más y Bernie, su amigo, le ofreció la acostumbrada taza de café con su mano temblante que le salpicó ligeramente la delantera de la túnica. Un día común y corriente.

Hasta que salió de allí.

La noche era fría, helada y lo notó al dar algunos pasos por el callejón que bordeaba aquel desierto lugar. Había querido irse por la red flu pero había comprobado con desagrado que se encontraba temporalmente bloqueada por alguna malas instalaciones. La mayoría había elegido a irse en escobas o apariciones conjuntas, pero él había optado por irse caminando; recordaba el que debía comprar un regalo para su hermana, que cumpliría años en dos días más…no podría haberlo pospuesto más. Sin embargo, ahora, sintiendo el frio y la oscuridad, comenzaba a arrepentirse.

Dan era un joven valiente, sin embargo, al sentir de nuevo aquel sentimiento de desolación, al tener de nuevo aquel presentimiento, supo que no se había equivocado.

Tenía el rostro pálido y congelado, el viento arremetía con más fuerza contra él. Se tapó el rostro con la bufanda de tejido rústico que tenía alrededor del cuello y se hundió entre su túnica y su ía los largos dedos entumecidos por el frio, pero continuó apretándolos contra el duro mango de la varita de olmo. Un repentino estremecimiento le recorrió la espalda en las sombras del callejón. Cerró los ojos deseando que todo fueran imaginaciones suyas y nada más, aunque en el fondo lo sabía, y lo había sabido desde siempre.

La fría mano de la muerte se le cerró en la garganta cortándole la voz en aquel segundo. No podía decir nada, sin embargo se agitó bruscamente tratando de escapar de aquello que lo apresaba. Movimientos ágiles y fuertes, pero que no parecían servir de mucho.

¿Dan verdad?-preguntó de pronto una voz alta y fría entre las sombras de su inconciencia. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Sabía quién era, a pesar de no ver nada más que una sombra esbelta caminando con paso contoneado hacia él. Una delgada y pálida mano se extendió apartándole algunos cabellos destrozados sobre su frente.- Si…eres tú.

Y rió. Una risa aterciopelada y loca, como ninguna que había escuchado antes. Zafó bruscamente del ahogo de quién lo apresaba por detrás dando un corto empujón, lo suficiente para que su voz, aquella voz furiosa hablara.

- Bellatrix Black.

Siempre sospechando de viejos delincuentes, siempre equivocándose. Ahora tenía, y lo sabía, a la razón más grande de todos aquellos asesinatos frente a él. La mujer se movió dando un ligero sobresalto debajo de la máscara blanca, pero para su sorpresa, rió de nuevo mirando alrededor como divertida.

Oh, bueno- siseó lentamente mientras movia su varita frente a ella- no tenía intención de matarte McKinnon, pero ya que sabes quién soy…- se acercó a su oído, la máscara desapareciendo en el aire- tendré que hacerlo.

Sé que eres una maldita puta asesina- susurró apenas con voz ahogada por el agarre, el rostro hermoso de la mujer endureció las facciones hasta tornarlas de un cariz peligroso.

¿Ah si?- preguntó retadoramente frente a él mojándose suavemente- Dime entonces…¿Soy igual de puta que tu estúpida hermana traidora a la sangre?- el bello rostro del joven perdió el poco color que tenía- Si…sé que aún está con vida McKinnon.

¡Déjala a ella maldita Pu…!

La puñalada le atravesó el cuerpo despertando a todos sus sentidos mientras la fuerza del dolor lo doblaba en dos para caer al suelo, no alcanzó a distinguir nada más, oscuridad, voces, risas….muerte.

Si, ya sé donde está McKinnon, lo sé y me complace que vas a darle mis saludos a tu estúpida hermanita cuando te la mande pronto al infierno- susurró deleitada mientras caía en la inconciencia total y el nudo de su cuello se envolvía con más fuerza hasta romperle el cuello como el de un muñeco sin ninguna vida.

Rodó por la colina debajo del puente que conducía a su departamento cuando los brazos se aflojaron y lo soltaron con una risa macabra resonando en la noche. el Profeta publicaría la nota al día siguiente. Sólo una noticia más del sensacionalismo, horror y comentarios era lo que significó para la mayoría de la gente de la Comunidad mágica que de seguro lo olvidaría al día siguiente, pero ninguno, a excepción de algunos, sabían lo importante que iba a ser para el transcurso de la historia…y de la Guerra.

Entre ellos, un anciano de barba plateada sentado en su escritorio tirando al periódico hacia un lado mientras el hermoso fénix de plumas escarlata como el fuego volaba hacia él esperando aquella instrucción definitiva.

Llámalos, Fawkes.


Leía.

El amplió salón estaba desierto, o eso es lo que parecía. Era un salón amplio, lujoso y bastante acogedor. La chimenea enorme era el único objeto que parecía en movimiento con vida, pero nada hacía notar la presencia de otro ser.

La hermosa chica leía. Era bastante joven y hermosa. Debería tener alrededor de 20 años, tal vez más, tal vez menos. Sus largos cabellos negros, le caían salvajes libremente sobre los hombros, rebeldes pero peinados de una forma que le hacía dar un aire aristocrático, con tirabuzones y ondulaciones. Era bastante delgada, esbelta y alta. Tenía los hermosos rasgos de su rostro relajados y al parecer también, al igual que sus enormes ojos de un verde suave, como el agua de mar, concentrados en el voluminoso libro que leía apoyado sobre su regazo.

Se había acurrucado en medio del enorme y grandioso sofá frente a la chimenea, dejando entrever, de una vez, sólo un poco de su cabello.

Un ligero ¡Pop! Detrás de ella y dio un leve salto al escucharlo. Aclaró la voz entornándola antes de hablar.

¡Oye!,¿que te pasa que no paras de asustarme? Ya te dije que te amo mi cielo pero no es para que siempre hagas eso ¿sabes?- preguntó la chica mirándo al joven por encima de su hombro dejando la lectura del libro- ¿Qué siempre me…? ¿Eh?

se quedó paralizada.

Un apuesto joven de ojos grises y rasgos finos estaba parado detrás de ella. Vestía una chamarra de cuero negro y ajustados jeans. Sus largos cabellos negros le caían hasta casi los hombros y de forma elegante sobre la frente.

El joven de ojos grises y enorme sonrisa encantadora sonrió aún más acercándosele.

Sabía que te alegrarías de verme, preciosa- murmuró con una sonrisa de lado- sabía que me extrañarías.

Marlene tardó unos segundos en reaccionar y lanzarse repentinamente en sus brazos.

¡Sirius!

Sirius sonrió y la abrazó con fuerza por unos segundos hasta que se separaron. La lógica, que caracterizaba a Marlene, volvió entonces repentinamente mirándolo.

Pero…¿qué haces aquí?

Repentinamente el rostro del ojigris pareció entristecerse y llenarse de preocupación.

Marlene…- habló modulando un poco la voz- tu, ¿tu no sabes que…?

No importa por qué estas aquí – lo ignoró Marlene con una sonrisa que le dijo a Sirius que no sabía nada en absoluto- viniste a visitarme y eso es lo que importa. ¿Quieres galletas y té?

Si- respondió Sirius educadamente pensando en que Dumbledore no le había dicho nada aún de la reunión de los miembros de la Orden en su casa, era mejor que él se lo explicara cuando llegara, pensó con lástima en su corazón- claro, pero…dime ¿Hiciste tú las galletas?

Si- respondió Marlene a la defensiva, su hermoso rostro tomando un cariz peligroso y retador a la vez ante la sonrisa de Sirius- ¿Por qué lo dices?

Entonces sólo quiero té, gracias- respondió Sirius con una sonrisa ladina- no olvido que en el colegio siempre fuiste una cerebrito pero para la cocina…

Para que lo sepas- respondió con altivez Marlene alzando arrogante el mentón- ya sé cocinar, y sin presumir..

Como siempre lo hacías…

Soy la mejor cocinera que ha habido en el instituto de cocina de Londres- agregó sin inmutarse.

Si, claro señorita Doña perfecta- se burló Sirius tomando un caramelo de los que había en un recipiente sobre la mesilla de té- siempre lo fuiste y siempre lo has sido…

Así es Señor Black, Sirius- respondió ácidamente Marlene con el rostro volviéndose cada segundo más retador y amenazante- así es.

No me llames así, preciosa- respondió Sirius alzando una ceja- sabes que no me gustó en el colegio y nunca me va a gustar como pronuncias mi nombre, además- agregó al ver que Marlene quería interrumpirlo-Donde está aquello de "¿Mi cielo?" "Sabes que te amo pero…"

¡No te lo decía a ti, tonto!- atacó Marlene haciendo que Sirius se hiciera un paso hacia atrás- ¡No te lo decía a ti!

¿Ah si Hermosa?- preguntó Sirius- y ¿entonces a quien?

A mí- contestó detrás una voz profunda que hizo que los dos se sobresaltaran y que miraran hacia una de las esquinas del salón.

Un joven estaba parado allí. Era bastante alto, casi igual que Sirius; tenía el cabello castaño oscuro casi negro y fulgurantes ojos azules que parecían iluminados, iguales a las aguas oscuras del mar en el sol. Mirada fría y rasgos finos. Vestía una túnica sencilla pero bastante seria y elegante. Buen porte. Llevaba una bandeja de plata bastante ornamentada que tenía unas tazas y un recipiente de galletas que parecían apetitosas. Miró con cautela a Sirius y avanzó hacia Marlene. Parecía haberse quedado un momento escuchando antes de hacer notar su presencia.

Y ¿Quién es él para…?- preguntó Sirius que había perdido ligeramente el color dirigiéndose hacia Marlene.

Es mi novio, Ben Fenwick- replicó Marlene con voz arrogante recibiendo la bandeja y dejándola en la mesa obligando a Ben a sentarse mientras ella se ponía de pie.

¿Novio?- preguntó burlón Sirius mientras reía- no me digas preciosa mía que ya andas buscando a novios por aquí y por allá…¿Dónde quedó la preciosa mia que se sonrojaba nada más mencionar la palabra "noviazgo"? Vamos, dime ¿Dónde quedó?- rió de nuevo- No querrás ahora que te digan que eres una especie de…"Mujer fatal" ¿o si?

¿Quién es este- señaló Ben con la voz más profunda y rígida a Sirius con el pulgar encima de su hombro?- tipo? ¿Y por qué te habla como si fueras..?

No es nadie- respondió Marlene con una sonrisa sarcástica hacia Sirius- Sirius Black,- aclaró- es del colegio, o sea no fue nadie. – Aclaró de nuevo al ver la duda en los ojos de Fenwick- fui la única tonta que no se enamoró de él en el Colegio, y es por eso que me odia.

¿Ah si?- preguntó retadoramente Sirius encarándose hacia ella con una sonrisa en los labios- Y entonces dime…¿Quién fue el primero que…?

¡Oh, por Merlín!- exclamó Marlene acalorada levantándose- ¿Quieres dejarlo de una vez por todas? ¡Fue un maldito error! Ahora te lo digo ¿si? ¡Error! – y agregó rápidamente al ver que Ben parecía algo perturbado y confundido- ¡No, no, no es nada de lo que piensas Ben!

Yo fui el primero en su vida…- murmuró Sirius malignamente pasando por su lado con una perversa sonrisa- ¿Cómo te queda el ojo ahora Fenwick?

¡Basta!- gritó Marlene perdiendo la paciencia hacia Sirius- ¡Bien, en primer lugar quiero que te vayas de aquí!

Señaló la puerta con el pie tocando rítmicamente el piso mirando furiosa al ojigris que se levantó y caminó hacia allí para salir sin antes seguir murmurando:

¡Bueno, bueno Fenwick y recuérdalo, el Primero!

¡Fuera!

Sirius salió campante con las manos en los bolsillos y paso lento sin borrar la sonrisa. Marlene cerró la puerta de un golpe cuando estuvo afuera.

-¿Es cierto?- preguntó rápidamente Ben mirando a la chica que se había quedado como en trance mirando la puerta.

- Si- contestó Marlene con voz todavía aletargada como si pensara en voz alta. Ben alzó las cejas y la chica pareció depertar mirándolo- ¡Pero no, no, claro que no! ¡ Bueno si, pero…¡No es lo que piensas!

- Entonces dime lo que pienso- cruzó los brazos el joven mirándola fijamente. Marlene bufó y se sentó a su lado con una sonrisa en los labios. Hubo una pausa y habló.

- Fue mi primer amor- susurró la chica tomando un cojín de su lado y mirándolo sonriendo tristemente- en el colegio.

Ben suspiró sin poder disimular su alivio. Sonrió divertido.

-¿Un "Primer amor"?- preguntó sonriente- ¿Aquellos primeros amores tontos del colegio?

- No fue tonto para mí- respondió Marlene frunciendo algo el entrecejo con una voz seria- Creo que mis sentimientos no son tontos en lo absoluto ¿sabes?

- Oh, claro, claro- añadió apresuradamente Ben tomándole de las manos- lo siento, no quise decir que…bueno, tu sabes, me hizo gracia que tú y aquel…con la facha que tiene…

Marlene se ruborizó.

Si, claro- añadió ella sonriendo de nuevo y pensando en el aspecto rebelde que había tenido Sirius- lo mismo había pensado en el colegio. Éramos diferentes, de hecho…- pareció pensativa- demasíado. Dos polos opuestos. Nada en común- Rió repentinamente- Él blanco y yo negro…el rebelde y yo una estricta en las reglas, él divertido y yo lo suficientemente tímida para no decirle y ni siquiera admitir que siempre me había gustado, su físico, su rebeldía, sus hermosos ojos grises…Ben carraspeó incómodo tratando de llamar su atención- pero claro- añadió Marlene despertando de sus recuerdos- era un viejo amor de adolescentes simplemente, y todo acabó en séptimo, cuando me fui para seguir mi futuro…

Que era yo- completó melosamente el apuesto joven acercándosele más y tomándole de la barbilla suavemente. Marlene pareció incomodarse pero se dejó llevar.

Si, que eras tú- asintió- y te encontré, de cierta manera…

Se iban acercando, mucho hasta que sus alientos se rozaban, casi podían rozarse y…

¡Hola Chicos!

¡Emmeline!

Marlene se abalanzó hacia la joven abrazándola con una sonrisa inmensa y separándose del agarre y del posible beso que estaba a punto de recibir. Ben sonreía también aunque parecía menos feliz mientras las dos chicas se abrazaban y saltaban como dos niñas.

Lo siento- dijo una voz detrás de ellas que Ben reconoció con molestia como la de Sirius- ¿No interrumpimos nada verdad?

No, nada Black- contestó Ben con sarcasmo fulminado con la mirada al ojigris- nada, nada…

Ok entonces- respondió éste con aquella sonrisa retadora y burlona en los labios que hizo que la sangre de Ben empezara a hervirle en las venas. Ciertamente comenzaba a odiarlo.

Pero- alzó la vista Marlene alarmada mientras veía que varios magos más aparecían en el salón- ¿Qué pasa? ¿Por qué todos vienen a visitarme hoy? ¿Pasa algo malo?

Emmeline alzó sus vivarachos ojos azules hacia Sirius que le hizo una señal de asentimiento.

- ¿Nadie – tartamudeó Emmeline indecisa- pero …nada…nadie…nadie te dijo nada sobre…Dan?
Marlene abrió los ojos horrorizada.

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El salón estaba lleno de personas, todas con rostros serios pero apenados. No se escuchó nada más que la voz del anciano de larga barba plateada acompañada de un suave sollozo entrecortado de fondo durante mucho tiempo. Albus Dumbledore al fin había explicado lo que necesitaba: El reunirlos de nuevo, una vez más, pero no tan rápidamente como creía haberlo hecho antes, con premura formando una precaria organización rápida la primera vez, sino algo más fuerte y algo más organizado; porque ahora era diferente, el Mundo Mágico estaba a punto de experimentar horrores que no había conocido antes, y tenían que impedirlo.

No- dijo de repente una voz profunda pero decidida que hizo que todos levantaran la vista hacia allá. Bones, Edgar Bones había hablado. Un miembro del Ministerio de magia. Alto, ojos de un azul intenso y duro, cabello rubio castaño corto. Tenía el gesto frío- no voy a arriesgarla por una cosa así.

Edgar- habló un Joven que parecía de menor edad que él. Tenía el cabello color paja- tienes que comprender que Amelia…

Eh dicho que no- cortó friamente él- no voy a arriesgar a Amelia por una tontería como "querer salvar al mundo siendo los héroes"- Sirius le miró con rencor apretando la empuñadura de la varita-así que no cuenten conmigo para aquello.

Dumbledore había llegado junto a Elphias Doge, un hombre de cabello blanco que le hacía parecer un diente de león. Se veía furioso. Todos parecían estar confundidos y reticentes a decir algo.

Es una situación urgente!- dijo a su lado Doge levantándose hacia ellos- ¿Es que no lo entienden? ¡Una guerra! ¡Esto es una guerra!

Elphias…- murmuró Dumbledore tranquilamente pero él no se calló

¿Quieren dejar de pensar en salvar sus tontos cuellos por nada más que estar calientitos y a salvo escondiéndose hasta donde puedan? ¡¿Creen que al final todos saldrán vivitos y coleando nada más que por no luchar y hacer que todo se quede como está? ¡Qué se le puede llamar a eso?!

Todos parecían estar sorprendidos pero reflexionando. James, de la mano de Lily de pronto la miro y ella le sonrió. Ambos comunicándose en silencio.

Cuenta con nosotros- dijo James hacia Dumbledore aún sosteniendo la mano de Lily que tenía el gesto apacible pero que sonreía levemente asintiendo- y con Canuto también- miró hacia el ojigris- ¿no es así Sirius?

No me lo perdería por nada- contestó Sirius con una sonrisa y miró hacia Remus a un lado- ¿Y tú Lunático?

Remus parecía pensativo, pero asintió seguro.

Vamos a hacer lo necesario- contestó apacible, algunas líneas formándose leves en su rostro joven.

¡Perfecto!- exclamó Sirius- Y con Colagusano también…- miró alrededor- ¿Dónd rayos está? ¿Alguien lo mando por bebidas o algo? - El chico de cabello color de paja levantó la mano con una leve sonrisa.- pero bueno cuenta también con él- contestó Sirius – y con Sturgis también ¿no es así?

¿Venir aquí en vez de quedarme con mi madre?- preguntó el joven de cabello color paja- ¡Estaría bendecido!

Bones avanzó repentinamente un par de pasos hacia delante y todas las risas murieron al instante.

Voy a protegerla- dijo de pronto mirando hacia Dumbledore quien le sostuvo la mirada y lo sostuvieron así, como comunicándose en silencio.

Estará en buenas manos entonces- contestó Dumbledore y Edgar asintió retrocediendo un paso y desapareciendo al instante.

No vamos a dimitir- dijo la voz de Hestia Jones, una joven de cabello negro hasta los hombros, liso y mejillas rosadas mirando hacia un joven algo mayor de rasgos duros a su lado.

Por supuesto que no lo haremos- dijo él mirándola a ella y ambos asintieron con Dumbledore.

Y no vamos a renunciar- añadió repentinamente la chica de ojos vivarachos y cabello castaño adelantándose hacia ellos.

Por supuesto, estamos en esto- añadió a su lado Ben Fenwick con mirada segura.

Será divertido- dijo la voz de Frank Longbottom apartándose el cabello de la frente, un poco más largo que lo general sonriendole a la chica rubia a su lado que le dio un ligero golpe en el hombro.

Por favor, Frank- replicó Alice- ¡Es algo serio!

Lo sé, pero ¿No me vas a decir que no te gusta el peligro?- replicó hacia ella- no es por eso que te casaste conmigo?

Me casé porque sabes cocinar bien los mariscos- dijo Alice sonriente hacia él que le tomó la mano y la besó de pronto, Alice se sonrojó y miró solemne hacia Dumbledore y los demás- Cuenten con nosotros.

Los mejores aurors del Ministerio- añadió Frank y Alice le dio otro codazo leve sonriente.

Voy a luchar- añadió una voz suave de repente y todos miraron hacia el sillón donde se sentaba Marlene.

No, no Marlene- dijo la chica de ojos vivarachos inclinándose hacia ella con pena- no, tu no vas a luchar aquí, será peligroso.

Por supuesto que no lo va a hacer- dijo Ben con algo de severidad mirando a todos desafiante inclinándose tambien- no lo vas a hacer Marlene…

Lo quiero hacer- murmuró Marlene su voz algo cortada todavía.

No, va a ser peligroso y….- añadió Lily- era tu hermano él que…

¡QUIERO LUCHAR!- gritó de pronto levantándose de allí y sorprendiendo a todos- ¡No voy a quedarme sentada aquí mientras Dan….Dan….! ¡No lo voy a hacer! ¡No Dumbledore!- se puso frente a el anciano que la miró con intensidad como cuando miraba a Bones- ¡Usted lo sabe Albus! ¡Lo sabe! ¡Mi padre se lo dijo! ¡Mi padre se lo dijo antes de morir y no voy a quedarme así porque si!!

Dumbledore asintió.

Si es tu decisión.

Es mi decisión luchar- dijo ella con firmeza aún con lágrimas en los ojos.

Se escuchó dos sonidos de desaparición y se volvieron hacia ellos. El lugar donde Caradoc Dearborn estaba se encontraba vacío.

Siempre supe que era un cobarde – susurró Sirius.

La Orden del Fénix se reunía de nuevo.

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Oh, y qué les pareció? Ahora me dedico a escribir caps más largos…y publicar menos seguido, pero creo que lo prefiero así. ¿Primer cap qué dicen? ¿Me siguen? ¿Comentarios? Hoy es mi cumple…30 de enero ..¿Algún reto? Ya les cuento la historia de cada miembro de la Orden…