-NO! De ninguna manera voy a dejar que esa bruja se acerque a mi hija!
-Vamos, James, a mi tampoco me hace ninguna gracia, pero ¿prefieres que sea Rumple? - Snow miraba a su marido con tono suplicante. - Necesitamos que Emma aprenda a utilizar su magia y Regina por mucho que me disguste la idea, es la única que puede enseñarle.
Los dos se miraron a los ojos y luego se dirigieron al resto de los presentes.
-Muy bien, si es la única posibilidad de salvar a todo el pueblo estoy dispuesta a hacerlo. - Dijo Emma, aunque realmente no estaba muy segura de querer aprender a usar magia y mucho menos de Regina. - Ahora sólo queda convencer a Regina de que acceda a enseñarme.
Emma se quedó mirando a todos con una expresión irónica en la cara. Si, esa iba a ser la parte más sencilla de todas, convencer a la que fuera la Reina Malvada de ayudar a salvar a todo StoryBrooke, enseñando a usar la magia a Emma, precisamente a ella, a la que odiaba profundamente por haberle robado parte del cariño de Henry.
Algunos de los enanitos empezaron a murmurar intranquilos, pero el hada azul intervino calmando los ánimos.
-Tenemos, que intentarlo – Dijo esta. - Es nuestra única oportunidad. Además, si esto sale mal, Henry también se vería afectado y Regina nunca permitiría que algo le pasase.
-Muy bien pues iremos a hablar con Regina. - Dijo James, aún con el ceño fruncido.
-Eso no será necesario – intervino el Hada Azul. - Le hice llegar un mensaje diciendo que acudiera lo mas rápido posible, debe de estar apunto de llegar.
-¿Y cómo está tan segura de que aparecerá? - Soltó Emma con un tono un tanto escéptico.
-Es usted una mujer de poca fe, sheriff. - Todos se giraron sobresaltados al oír la voz a sus espaldas, Regina había aparecido envuelta en una nube color púrpura justo delante de la gran puerta. - Bien, ¿a qué se debe que requieran mi presencia con tanta urgencia? - Preguntó mientras entrecerraba los ojos, no se fiaba demasiado de los dos idiotas y sus fieles corderitos.
El hada Azul se adelantó y comenzó a explicarle a Regina los últimos acontecimientos. Rumple había logrado ver el futuro, o al menos una parte borrosa de él, ya que en este mundo era todo demasiado impredecible. El caso es que había visto como, lo que parecía ser una gran nube de humo azul, muy similar al la niebla púrpura que trajo la magia a StoryBrooke, se cernía sobre el pueblo despojando nuevamente a todos de sus recuerdos, y esta vez sin posibilidad de romper la maldición.
Regina se quedó unos instantes con cara de sorpresa, pero en seguida volvió a colocarse su perfecta máscara impenetrable.
-Espera, espera. ¿Estás diciendo que alguien, que no soy yo obviamente, va a volver a lanzarnos mi maldición?- El hada asintió. - Eso es ridículo, sólo yo tenía acceso a esa maldición, estaba sumamente protegida. Además, la fórmula para poder lanzarla se quedó en el Bosque Encantado.
-Ese es el problema Regina. - Dijo el hada Azul, mirando a la bruja fijamente. - Rumple cree que alguien ha conseguido volver allí tras la maldición.
-Imposible. - Contestó con suficiencia y una sonrisa malévola. - Nadie puede regresar desde aquí al Bosque Encantado, de eso me encargué personalmente.
-Exacto, por eso creo que llegó desde otro mundo – Una voz estridente y demasiado aguda sonó de pronto entre ellos.
Rumple, se acercó poco a poco hasta una Regina que se había quedado de piedra y susurró a un volumen bastante audible para el resto.
-¿Se te ocurre quien podría ser, querida? - Y se apartó de ella con extraño saltito mientras se reía entre dientes.
-No... No, ella no... - La cara de Regina era un poema, normalmente era capaz de controlar cualquier emoción pero no esa, no cuando estaban hablando de la persona que mas temía y a la que creía haber encerrado en otro mundo para siempre, no cuando se trataba de su madre.
-¿Regina que ocurre? ¿De que está hablando? - Intervino James cansado de toda la situación.
-Es Cora ¿verdad?, es tu madre... - Todos se volvieron hacía Snow por su repentina intervención.
Regina seguía en una especie de trance. A decir verdad todos estaban un poco conmocionados ante la noticia. Así que el hada Azul volvió a tomar las riendas de la conversación.
-Bien Regina, ¿nos ayudará entonces? - Al oír las palabras de la pequeña mujer Regina volvió en sí.
-Depende, ¿de qué se trata? - Preguntó esta con suspicacia.
-Creemos que nuestra única oportunidad es la magia de Emma, es el fruto del amor verdadero mas puro que haya existido, por lo que su magia es en teoría la mas antigua y poderosa que existe. - Explicó el hada.
-Bueno, ¿y qué tiene que ver todo eso conmigo? - Respondió Regina con un tono de impaciencia. No le gustaba que le hicieran perder el tiempo. Aquello era una chorrada, si ya tenían a Emma a ella no la necesitaban.
-Lo que necesitamos de ti es que le enseñes a utilizar y canalizar su magia. - Soltó Snow de repente.
Regina soltó un bufido seguido de una carcajada. Todos los presentes fruncieron el ceño por la reacción.
-De ninguna manera! Debes estar soñando si crees que voy a perder mi tiempo enseñando a la persona que me ha hecho la vida imposible desde que llegó al pueblo. - Y tras estas palabras desapareció dejando en su lugar un leve rastro de humo violáceo.
Nadie dijo nada, no tenían palabras, todos sabían de sobra que la ex-Reina Malvada y la sheriff no se llevaban bien en absoluto, no se soportaban, pero Emma había decidido colaborar y sin embargo Regina ni si quiera lo había considerado.
-Lo que yo decía, pan comido. - Se burló la sheriff, lo que hizo que todo el mundo se volviese a mirarla.
-Emma, esto es serio. - Dijo Snow indignada con la mirada llena de reproche.
Emma se sintió un poco avergonzada, obviamente era una bocazas inoportuna, ya debería estar acostumbrada a ello, pero aún se sonrojaba cuando metía la pata, lo cuál sucedía a menudo.
-Por supuesto Mary Mar..., digo Snow. - Bajó la mirada, aún no estaba muy acostumbrada a llamar Snow y era demasiado para ella llamarla mamá, aún sabiendo que eso le dolía a la otra mujer, pero es que simplemente no podía. - ¿Sabes? Creo que debería ir a hablar yo con ella, después de todo es a mi a quien tiene que enseñar, no?
-Si supongo que sí. - Le respondió Snow bastante sorprendida porque su hija se acercase voluntariamente a la que fue su madrastra.
Emma salió del ayuntamiento donde habían llevado a cabo la reunión y se dispuso a subir en su viejo escarabajo amarillo. Conducía hacia la gran mansión blanca propiedad de la alcaldesa con la mente prácticamente en blanco centrándose únicamente en la carretera. Una vez aparcó cayó en la cuenta de dos cosas, la primera ni si quiera estaba segura de que Regina estuviese allí, y la segunda, en el caso de que estuviese no tenía en absoluto ni idea de que le iba a decir para convencerla. Lo máximo que habían llegado a hablar ellas dos habían sido todo discusiones fuertemente acaloradas y autenticas guerras verbales.
Con un fuerte suspiro salió del coche y se acercó hasta la puerta. Llamó un par de veces pero no obtuvo respuesta. Estuvo a punto de irse pero un ruido la detuvo. Parecía venir de la parte trasera de la casa así que decidió rodearla. Conforme fue acercándose al origen del ruido le fue llegando un olor dulzón a azufre. Al llegar lo que vio la dejó totalmente paralizada.
Allí estaba Regina. No, esa no era Regina, esa era la Reina Malvada. Se encontraba de pie de espaldas a la casa mirando hacia uno de los grandes árboles que se encontraban a unos diez metros y sus manos estaban en vueltas en llamas. No dejaba de lanzar bolas de fuego contra el pobre árbol que salia ardiendo al mas mínimo roce del fuego mágico, para acto seguido apagarse tras un leve gesto de Regina, pero tan sólo para poder incendiarse de nuevo.
Emma observó este comportamiento durante lo que le parecieron siglos, pero no se atrevió a mover un solo músculo, hasta que por último con un grito desgarrador Regina levantó ambas manos de las cuales fluyeron autenticas lenguas de fuego que calcinaron el maltratado árbol reduciéndolo a cenizas.
En ese momento la sheriff no pudo contener el leve quejido que salió de su boca debido al impacto que le causó lo que acaba de ver. Se llevó la mano a la boca con la intención de acallarlo pero ya era tarde, había escapado de ella. Y en el mismo instante Regina se volvió como si de una fiera se tratase, de hecho, por su mirada nadie se atrevería a apostar que no se transformaría en una pantera en ese instante para saltar sobre Emma y arrancarle la cabeza de un mordisco.
Regina miraba fijamente a Emma y la rubia era incapaz de apartar la mirada de la bruja, tanto es así que llegó a preguntarse si la estaba hechizando. Cuando Regina comenzó a acercarse ella recuperó el control de su cuerpo aunque quizá mas lentamente de lo que le hubiese gustado.
-SHERIFF! Esto es una propiedad privada! ¿cómo se atreve a entrar por las buenas, sin recibir invitación?! - Regina había llegado hasta donde estaba Emma y aunque esta había ido retrocediendo la morena había caminado mucho mas rápido y ahora se encontraba invadiendo su espacio vital.
Emma sintió temor después de ver toda esa demostración, sin embargo algo dentro de ella le dijo que Regina no le haría daño, después de todo aún no le había amenazado con una bola de fuego, no? Y en las disputas verbales si que podía hacerle frente.
-Eh, debería relajarse señora alcaldesa, estar tan alterada no es bueno para la circulación. - Las palabras que salieron de su boca dejaron perpleja tanto a Regina como a la propia Emma que pretendía aparentar total tranquilidad pero que visto lo visto había vuelto a caer en lo de bocazas.
Regina abrió los ojos tanto que casi se le salen de la cara. ¿La rubia esa era tonta o qué demonios le pasaba? ¿No había visto lo que era ella capaz de hacer? Y sin embargo allí estaba tan tranquila mirándola con una sonrisa impertinente. Regina respiró hondo y miró a la sheriff fijamente.
-¿Es que quiere acabar como el árbol, señorita Swan? - Dijo en un tono tan suave y meloso como amenazante y peligroso.
Al oírlo, Emma sintió un escalofrío que le recorrió toda el cuerpo. Intentó ignorar la sutil amenaza por parte de Regina recordando que lo que tenía que hacer era pedirle un favor, no enfurecerla aún mas.
-¿Estás bien? - Soltó de repente la sheriff haciendo que Regina desprevenida compusiese una mueca de incomprensión – Quiero decir, por lo de tu madre y eso. Debe ser duro...
Ahí estaba otra vez el tuteo, esa odiosa, maleducada e impertinente Emma Swan, pero que se ha creído viniendo hasta aquí, para qué? Seguro que no le importa como se siente, lo único que quiere es que le enseñe a utilizar su estúpida magia. Pues no lo haría!
-Discúlpeme señorita Swan, pero eso no es de su incumbencia. Y ahora lárguese porque se perfectamente a que ha venido y la respuesta sigue siendo ¡NO! - Le gritó la última palabra a la cara, lo que hizo enojar a la sheriff, aquello ya era pasarse ¿es que Regina no pensaba ayudarlos?, ¿ni si quiera por Henry?
-¿Pero cúal es tú problema Regina? ¿Es que de verdad eres tan malvada e insensible que ni si quiera ayudarías a salvar a tu propio hijo?! - Esta vez fue Emma quien terminó la frase en un tono mucho mas alto.
-Yo sola puedo proteger a mi hijo perfectamente! No necesito la ayuda una panda de idiotas remilgados que no hacen mas que intentar encontrarse unos a otros todo el tiempo! - Regina respiraba ya agitadamente – Así que, sheriff, le repito por última vez, FUERA DE MI CASA!
Acto seguido desapareció en una nube púrpura dejando a Emma allí plantada y con un cabreo de tres pares de narices.
Una vez se montó en el coche se arrepintió de haber perdido los nervios, debería haber sido mas suave e intentar que Regina aceptara ayudarlos, pero en cambio la había vuelto a fastidiar, sentía que le había fallado a todo el mundo. Totalmente abatida arrancó su coche y se fue en dirección Granny's.
Nada mas entró por la puerta Ruby ya sabía que su amiga no estaba bien, podía sentirlo, pero mas que nada podía olerlo. Emma se acercó con los hombros caídos a la barra.
-Ey, Emma, traes mala cara, te ocurre algo? - Preguntó Ruby a pesar de saber la respuesta.
-He tenido un día horrible Ruby, está claro que soy un desastre, no sirvo para nada... - Dijo Emma con tono lastimero.
-Bueno, se que aún es pronto pero quizá con una buena hamburguesa y una doble ración patatas fritas mejore la situación, no crees? - Ruby le sonrió guiñándole un ojo y Emma no pudo mas que devolvérsela contestando con un desganado – Por supuesto.
Ruby se deslizó hasta la cocina dejando a una taciturna Emma sentada en la barra.
Dos horas y media después el panorama era muy diferente. Ruby había pedido a su abuela el resto de la tarde libre porque veía a Emma muy mal. Así que después de que se tomase su "pequeño tentempié", sobra decir que de pequeño y de tentempié tenía poco, Ruby se sentó en una mesa y empezaron a charlar mas animosamente. Claro, que a eso le habían ido añadiendo unos chupitos y unos cócteles y tenían montada ya una buena.
La campanita de la puerta vuelve a sonar indicando que alguien está entrando pero las chicas están ya demasiado borrachas como para prestar atención a ese tipo de cosas así que siguen charlando y riendo cada vez mas fuerte.
Al principio Regina no vio a la rubia sentada en la mesa mas alejada, pero al acercarse a la barra a pedir su cena para llevar no pudo evitar escuchar las exageradas carcajadas de las dos mujeres. Se quedó observándolas un rato hasta que vio como Emma se levantaba para dirigirse a la barra. Apartó rápidamente la mirada pero la rubia la pilló infraganti.
Emma se acercó poco a poco a Regina hasta colocarse muy cerca, tanto que la morena pudo apreciar el olor a tequila que desprendía la sheriff.
-¿Ve algo que le guste, señora alcaldesa? - Susurró Emma levantando una ceja. Regina separó los labios para decir algo pero no le salían las palabras. Emma seguía demasiado cerca y a pesar del olor del alcohol Regina pudo distinguir el toque vainilla que desprendía siempre la sheriff.
-Yo lo único que veo es que está usted muy borracha, señorita Swan. - Dijo Regina recobrando la compostura. Emma soltó una carcajada tan sonora que todos los allí presentes se volvieron momentáneamente a mirarla.
-Muy observadora por su parte señorita Mills. - Dijo Emma imitando la manera de hablar de la morena con una sonrisa irónica, a continuación se volvió para comprobar que ya nadie le prestaba atención y saltó sobre la barra para alcanzar otra botella de tequila colocándose medio estirada quedando su culo prácticamente en la cara de Regina.
La morena soltó una exclamación cuando el gesto la pilló desprevenida y Emma aún en la misma posición sonrió descarada llamando la atención de Regina.
-Controle sus ojos majestad, o cualquiera podría pensar cosas que no son de la Reina Mala Malísima. - Emma bajo de la barra y se alejó con una sonrisa no sin antes guiñarle un ojo a Regina.
La alcaldesa no daba crédito a lo que acababa de pasar. Esa estúpida sheriff había estado insinuando ciertas cosas, cosas que ella jamás habría pensado o habrían pasado por su cabeza. Nunca. El cabreo que tenía con Emma estaba haciendo que volviese a sentirse mal, ya no tenía ganas de cenar, aún así agarró bolsa del pedido que acababa de salir y lo pagó dejando una generosa propina. Y sin mirar ni una sola vez a la mesa de la sheriff salió del local con la cabeza bien alta.
Tres cuartos de hora mas tarde Regina ya había cenado, recogido la cocina y pensado en lo mucho que odiaba a Emma. Se dirigió a su dormitorio y mientras subía las escaleras se daba cuenta de que estaba bastante cansada. Entró en su habitación, se desvistió y se colocó uno de sus camisones de seda negro, pero mientras iba hacía el baño con intención de desmaquillarse notó como alguien golpeaba su puerta. Decidió ignorarlo, no eran horas de visitas. Pero los golpes continuaron y cada vez mas fuertes, Regina se propuso seguir ignorándolos pero de pronto comenzó a oír como alguien la llamaba por su nombre. No, alguien no, la maldita Emma Swan estaba aporreando su puerta en mitad de la noche.
A Emma le daba igual la hora que era y sabía que si seguía gritando terminaría por llamar la atención de alguien, pero ella era la sheriff, ¿a quien demonios iban a llamar para detenerla?. Además sabía que era la única manera de que Regina le abriese la puerta.
Había llegado hasta allí a duras penas, cuando la alcaldesa salió del restaurante no pudo evitar seguir pensando en ella a pesar de su estado de embriaguez, la cabreaba bastante que esa cabezota no pensase ayudarlos a todos y tenía ganas de decirle unas cuantas cosas a la cara. Bueno, unas cuantas cosas a parte de las que ya se habían dicho. Y tras acabarse la última botella le había dicho a Ruby que se volvía a casa. Por supuesto nada mas perder de vista el local se dirigió a la mansión blanca dando un pequeño rodeo.
Llevaba como diez minutos aporreando la puerta y parecía que la muy bruja no tenía ninguna intención de abrirle la puerta. Pues se iba a enterar. Se echó hacia atrás unos pasos para tomar carrerilla con toda intención de tirarse contra la puerta y echarla abajo. Estaba claro que estaba totalmente ebria, nadie en su sano juicio y en plena posesión de sus facultades habría intentado semejante cosa ante una puerta casi blindada.
Una vez alejada lo que creyó suficiente comenzó a correr hacía la puerta, pero instantes antes de producirse el impacto la puerta se abrió de golpe mostrando a una enfadadísima Regina.
-SWAN! ¿QUÉ DEMONIOS...? - Regina no lo vio venir, nada mas abrir la puerta la rubia se le abalanzó haciendo que cayesen al suelo por la velocidad y la fuerza que llevaba Emma.
Gracias a Dios que había colocado una nueva y mullida alfombra en la entrada hacía poco y eso suavizó el golpe de Regina contra el suelo. No se podría decir quien estaba mas desconcertada de las dos. Tenían los ojos fijos la una en la otra, las respiraciones aceleradas y los corazones latían desenfrenadamente. Eran incapaces de moverse, Emma se encontraba tirada encima de Regina con los codos apoyados a ambos lados de su cabeza y las manos de Regina agarraban la cintura de la sheriff. No sabían cuanto tiempo llevaban ya allí inmóviles cuando Regina volvió en sí, recuperando el control de su cuerpo y de la situación, arrastró una de sus manos de la cintura de la rubia hasta el centro de su pecho y la empujó con brusquedad hacía arriba para quitársela de encima haciendo que cayese a un lado.
Emma se sobresaltó ante el contacto de Regina y su repentina brusquedad. Ya desde el suelo Emma empezó a pensar que esa había sido seguramente la peor idea que había tenido en su vida. Regina estaba ya de pié y observaba como la rubia intentaba levantarse del suelo y a duras penas conseguía incorporarse.
-¿Qué demonios pretendía sheriff? Es usted una imbécil ¿Es que quería tirar la puerta abajo? - Preguntó Regina totalmente indignada después de haber recuperado la compostura. - Además, ¿qué demonios hace en mi casa a estas horas? Hable de una vez, ¿a qué ha venido?
-Pues en primer lugar sí, petren... perte... pretrend... Quería tirar la puerta porque era obvio que no me pensabas abrir – Regina levantó una ceja de incredulidad ante lo que la sheriff decía como si fuese lo mas normal del mundo, estaba claro que se había pasado con el alcohol ya hasta le costaba trabajo pronunciar ciertas palabras – Y en segundo lugar he venido a decirte que...
Y ahí se quedó, acababa de dirigir la mirada hacía Regina por primera vez tras conseguir levantarse del suelo. Lo que vio la dejó petrificada, no podía apartar los ojos del cuerpo de la alcaldesa, cubierto por el pequeño camisón negro y una bata, tan minúscula que dudaba de que pudiese llamarse bata, todo ello de seda. El encaje junto con la seda se adaptaba perfectamente a su cuerpo, y madre mía que cuerpo...
Regina pudo ver perfectamente como Emma se la comía con los ojos, no estaba siendo nada discreta. Regina empezó a caminar muy muy lentamente hacía la sheriff.
-Señorita Swan, esta usted realmente borracha ¿me equivoco, querida? - Le preguntó Regina mordazmente.
Eso hizo que Emma saliese de su ensoñación repentina y se recobrase un poco.
-Eso no importa! Yo he venido a decirte que eres una desagradecida! - Soltó Emma de repente. La cara de Regina cambió del asombro por el repentino ataque, a la ira por el atrevimiento de la sheriff – No me mires como si no supieses de lo que estoy hablando, sabes perfectamente que si no hubiese sido por mi intervención habrían acabado contigo antes de que volviese la magia!
-Yo no necesitaba su ayuda! Puedo defenderme sola perfectamente y le vuelvo a repetir sheriff que NO les voy a ayudar – Regina volvía a respirar agitadamente. Estaban cada vez mas cerca la una de la otra, a penas si las separaban diez centímetros y se desafiaban mutuamente con la mirada.
-Al parecer todos tenían razón, es usted realmente malvada, un auténtico monstruo. - Dijo Emma poniéndole énfasis a la última palabra.
Al oír esto Regina perdió los nervios y agarró a la rubia por la chaqueta empujándola hacia la puerta que se cerró con el golpe de la espalda de la sheriff.
Emma se encontraba apretada entre la puerta y el cuerpo de Regina. La bruja tenía la misma expresión que cuando estaba lanzando bolas de fuego contra el árbol y por un momento Emma sintió miedo, pero rápidamente rechazó el sentimiento. Eran demasiadas cosas que procesar a la vez, sentía todo el cuerpo de Regina pegado al suyo y su rostro tan cerca que su olor la embriagada. Podía sentir el aliento de la morena chocar contra sus labios y eso la descentraban, no era capaz de oponer resistencia, tan sólo fue capaz de mover una de sus piernas que quedó entre las de la alcaldesa.
Regina separó sus labios con la intención de replicar algo mordaz a la rubia pero, al tener tan poca ropa y estar totalmente en contacto con Emma, tras el inocente movimiento de esta, un gemido fue lo único que salió de su boca.
Al oír el gemido de Regina, Emma abrió los ojos tanto que casi se le salen de las órbitas y su cuerpo se incendió de repente y no precisamente por un fuego mágico.
La morena contrariada por lo que acababa de pasar soltó un poco el agarre de la rubia con la intención de alejarse, pero en el momento en el que Emma se vio algo mas libre de la prisión que eran los brazos de Regina, giró sobre si misma llevándosela con ella, siendo ahora la morena la que estaba atrapada contra la pared.
Antes de que Regina pudiese reaccionar Emma ya había atrapado con furia sus labios. Al principio intentó resistirse pero al cabo de unos segundos cuando notó la lengua de Emma sobre sus labios intentando entrar en su boca se dejó llevar por el beso. No fue un beso tierno o de amor, mas bien fue un beso lleno de lujuria y rabia.
Mas que besarse se mordían la boca, y sus lenguas resbalaban en medio de aquella batalla campal por ganar el control.
Las manos de Emma parecían tener vida propia, una vida cuyo único propósito era acariciar cada milímetro del cuerpo de Regina. Con una le agarraba el pelo para que no apartase la cabeza y la otra comenzó a bajar por su espalda hasta llegar al muslo donde empezó a acariciarlo mientras deslizaba la seda hacía arriba.
Regina sintió como la mano de Emma entraba por debajo de su camisón y agarraba su trasero. No era justo, ella llevaba menos ropa, estaba en desventaja, aunque eso tenía fácil solución. Chasqueó los dedos y al instante la chaqueta y la camiseta de Emma habían desaparecido.
Emma se sobresaltó cuando sintió que su ropa desaparecía, una queja comenzó a formarse en su mente pero no le llegó a los labios, de estos tan solo salió un profundo gemido cuando notó una de las piernas de Regina presionando contra el centro de sus vaqueros mientras arañaba su espalda.
De pronto la visión se le volvió algo borrosa y se sintió como flotando, pestañeo un par de veces y se asombro al ver que aparecía a su alrededor lo que parecía ser el dormitorio de la morena. Obviamente Regina había utilizado la magia para transportarlas hasta allí, pero por lo visto no solo para eso porque para sorpresa de Emma sus pantalones también habían desaparecido.
Regina la empujó haciéndola caer en la cama y subiéndose a horcajadas encima de ella.
-Mucho mejor así, ¿verdad? - Le susurró al oído con una voz tremendamente sexy mientras le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.
Al sentir el aliento cálido en su oreja Emma sintió un escalofrío recorriendo todo su cuerpo culminando entre sus piernas con un latigazo de placer. Al notar el estremecimiento de la rubia Regina se incorporó sobre ella y comenzó a hacer presión con sus caderas moviéndose poco a poco.
Emma se estaba volviendo loca, estaba muy mojada, necesitaba sentirla con todo su cuerpo. Alargó sus manos agarrando el suave camisón y se lo sacó de un tirón con un movimiento brusco. Regina no llevaba sujetador y Emma soltó un jadeo al ver los perfectos pechos de la alcaldesa en un movimiento acompasado al de sus caderas. Sin poder resistirlo mas acercó su boca a uno de sus pechos y comenzó a saborearlo mientras con la mano acariciaba el otro.
Besaba, lamía, mordía y succionaba, y Regina gemía ante aquel delicioso maltrato.
