Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, todo es de Masashi Kishimoto, excepto la historia.

N/A: He editado este y más escritos de mi propiedad para corregir algunas cosas. Sin más, espero que disfrutéis de la lectura, y no olvidéis regalarme un comentario, sería maravilloso conocer vuestra opinión.


¡Achuss! ¡Te amo!

por Nam Min Hee

Sasuke Uchiha se levantó perezosamente del sofá para abrir la puerta. Aquello apestaba. No sólo por su apariencia descuidada y el basurero en el que se había convertido su piso en los últimos días, sino por el infierno que tenía que aguantar con la gripe que cargaba. Se había encerrado en esa burbuja que tenía por casa, ahora invadida por el virus de la gripe, a la espera de que se esfumase a partir de los antibióticos que el médico le recetó, no aceptaba visitas, ni mucho menos llamadas estúpidas que pudiesen perturbar su descanso, y aún así su humor no era el mejor.

— ¿Qué?—masculló huraño una vez abrió la puerta.

— ¡Teme... !

Murmurando para sí mismo, le cerró la puerta en las narices. Antes de volver a su cómodo y mullido sofá, el estruendoso ruido del timbre le provocó un respingo. Siseó entre dientes y aferró su cabeza con las dos manos, maldiciendo al sujeto que estaba al otro lado de la puerta.

Esta vez, la abrió con violencia.

— ¿Qué mierda quieres, Naruto? —gruñó.

El rubio rió entre dientes y le extendió una bolsa.

— ¡Hinata-chan preparó chocolate caliente para ti, dattebayo! —exclamó con entusiasmo. Sasuke chasqueó la lengua y arrugó la nariz con desagrado.

— No me gusta el dulce —y volvió a dejarle allí solo fuera. Cuando se hubo girado, oyó los puñetazos que él propinaba en la puerta y la voz ahogada del Uzumaki a través de esta.

— ¡Hinata desea que te recuperes pronto, 'ttebayo! ¡Y yo también... ! bueno, ¡yo no!

Frunció el ceño y entornó los ojos.

— ¡Lárgate! —esperó unos segundos para que los golpes cesaran, y él suspiró. Al dirigirse al sofá, el timbre irrumpió de nuevo.

El azabache reprimió sus ganas de rugir y se levantó. En realidad tendría que dejar que el individuo tocase a su puerta hasta extasiarse, pero él no tenía ganas de aguantar con otra migraña y haría todo lo posible por evitarla.

— Hmp.

— ¡Yo, Sasuke!, ¿cómo estás? —un Kakashi sonriente le estrelló una caja contra su pecho. Perfecto, el que faltaba—. Te he traído unas cosas para que no te aburras mientras estás convaleciente: los tres volúmenes de Icha Icha Paradise, revistas gratificantes, DVD's...

Apretó la mandíbula con fuerza a la par que clavaba su feroz mirada en él.

— No me interesa tu mierda de pervertido.

— ¡Venga, venga! —arqueó las cejas—. No seas amargado, Sasuke. Algo tendrás que hacer para pasar el rato, y como no puedes desahogarse físicamente con otra persona...

— He dicho que no. —respondió tajante, intentando intimidar a su sensei. El de pelo plateado rió nerviosamente y empezó a indagar entre los artículos que contenía la caja, hasta extraer un tuper—. También metí bollos de miel.

El chico gruñó y puso los ojos en blancos, dándose una bofetada en la frente ante lo patético que era el personaje de enfrente.

— ¿Cuántas veces tengo que decir que odio el dulce... ? —tragó con dificultad e hizo una imperceptible mueca cuando su saliva bajó por su garganta quemándola a su paso—. Ahora vete.

Esta vez sí, cuando cerró no se molestó en cerciorarse si se había ido o no. Todos pueden irse a la mierda, se dijo para sí, hastiado de las dos únicas visitas que había recibido en el día pero que consiguieron agotar su paciencia. Una vez se dejó caer en el sofá con abatimiento, llegó a la conclusión él solo de que esos dos habían venido juntos.

Tsk, cómo no, su equipo.

Espera, su equipo.

Ding-dong ~

Suspiró y dejó escapar una risotada irónica, echándose el flequillo hacia atrás. Esa persona que velaba por el bienestar de los demás y que se hacía llamar Dios aún tenía su nombre en el libro negro y le daba la espalda por todo el rastro de amargura, venganza y sangre que aún dejaba atrás. Con ayuda del apoyabrazos, se reincorporó y emprendió el camino hasta la entrada con lentitud.

Grande fue su sorpresa cuando abrió... o no tan grande.

— Sasuke-kun... —una mata de pelo rosa resguardada bajo un gorro de lana blanco que llegaba a la altura de su mentón, anunció el nombre de la recién llegada.

— Sakura.

Su compañera tragó y empezó a removerse inquieta en su posición. Sus ojos jade barrieron cada rincón del exterior hasta encontrarse con unos de color carbón. Se mordió el labio y apretó el obsequio que portaba contra su pecho.

— Yo... te he hecho... ¡te he hecho galletas! —y en un abrir de ojos, tenía una pequeña caja de plástico bajo su nariz. Sasuke entrecerró los ojos.

Inexplicablemente, el olor de aquellas galletas no le resultaba tan repulsivo. Levantó la mirada hacia la pelirosa, la cual tenía un bonito sonrojo en las mejillas. Su expresión tímida, los ojos brillantes y la pequeña sonrisa contenida, hizo que se enterneciera un poco.

— Sasuke-kun... —el tono bajito le sorprendió. La vio con la preocupación pulida en su pequeña cara, y cuando levantó la mano para estrecharla en su frente sintió las puntas de sus orejas enrojecer repentinamente—. ¿Tienes fiebre?, te ves sonrojado.

Tragó con esfuerzo e ignorando el dolor que percibió en su garganta irritada. La piel de su mano era fría contra su frente caliente y experimentó una variación de temperatura que al final, bueno, no le resultaba desagradable.

Se percató de que ella aún no se movía, sino que parecía vacilar en hacer o decir algo, ya que sus ojos se posaban en él y rápidamente se retiraban—. ¿Sabes? Y ta-también quería decirte que... yo, pues... —comenzó a entrecerrar los ojos poco a poco y a alzar la cabeza ligeramente, entonces Sasuke dedujo lo que pasaría con seguridad: —¡Achuss! ¡te amo!

Bueno, eso sí que no se lo esperaba. O sí.

Sakura ensanchó los ojos a la vez que la sangre se acumulaba en sus mejillas e iba extendiéndose por todo su rostro hasta el punto de que éste se asemejaba a un tomate. Apretó los delgados labios rosas con vergüenza y bajó sus llorosos ojos al suelo.

Cinco segundos en silencio.

Diez segundos en silencio.

Quince segundos en silencio.

Su mano capturó la muñeca femenina y apartó la mano de su frente poco a poco, pero no la dejó caer como pensaba la chica que haría, si no que la dirigió a su boca, y el pequeño contacto que hizo con los labios de él hizo que se le pusieran los pelos de punta.

— Hmp. —esbozó una pequeña sonrisa apenas escondida detrás de la mano, y tras un rápido movimiento se hizo inmediatamente con las galletas, agarrándolas sin delicadeza y permitiendo que colgaran de una mano al lado de su cuerpo, después la echó dentro con un brazo.

— ¿Sasu... Sasuke-kun? —repentinamente se vio a ella misma en el interior del apartamento del Uchiha, perpleja e insegura. No había reparado en la pequeña sonrisa en la boca del Uchiha.

Él viró la cabeza sobre su hombro para mirarla previamente a cerrar la puerta, permitiendo en el ángulo una vista en primer plano de sus ojos, brillantes y oscurecidos con suspicacia.

— Vayamos a comer galletas. —esa fue la segunda cosa de él que la dejó desarmada.

Al fin y al cabo, ¿qué más daba el peligro que había en la ''burbuja'' de su casa? después de todo ella parecía empezar a recaer en una gripe, y si no... pues irremediablemente él se encargaría de que lo hiciese.

FIN.


N/A: No sé si me quedó tierno o no, ¡pero me gustó! sí habéis notado, él aceptó las galletas... y eso que odia el dulce, pero, ¿habéis pillado lo del final? espero que sí porque no seré yo quien os lo haga comprender. ¡Un saludo!