Disclaimer: Ni Harry Potter ni sus personajes me pertenecen, son obra de la maravillosa JK Rowling. Solamente he tomado prestados sus personajes para esta historia.


Guía práctica sobre una sangre sucia

Draco y la curiosidad

¡Ah!, la curiosidad…siempre pudo más que él.

Desde muy chico había deseado conocer todo aquello que se escapaba de su pequeño mundo en expansión, porque –aunque el resto se no percatara de ello- los padres sangre pura eran muy recelosos cuando se trataba de la educación de sus hijos. Draco nunca había entendido el porqué, pero solo sabía que necesitaba más que aquello que se le ofrecía.

Y es que eso sí, su madre no estaba criando a un tonto –eso decía con frecuencia- y siempre le había alentado a que aprendiera más y conociera su entorno, su magia y las intrincadas ramificaciones de su árbol genealógico.

Él se sentía honrado de pertenecer a aquella familia, de su magia y de la curiosidad que se le fue entregada como un don.

Le encantaba aprender y explorar.

La primera vez que supo del quidditch –gracias a un estupendo libro que le compró su padre y a un par de partidos a los que llegó a ir- sintió el intenso deseo de volar por sí mismo y atrapar entre sus pequeños dedos la dorada snitch…así que pidió una escoba voladora.

Sus padres no se lo negaron, pero tenía prohibido volar pues "Eres muy pequeño.", remedó con desgana al recordar las palabras de sus padres. ¿Qué sentido tenía entonces regalarle una escoba?

Resopló.

Draco no podía sentirse más en desacuerdo con ellos, así que una noche –mientras todos dormían- se escabulló con la escoba en mano e intentó emprender su primer vuelo.

Podía sentir el encantador cosquilleo de la magia en el mismo instante en el que sostuvo la escoba y pateó el suelo, del mismo modo en el que vio a los jugadores hacerlo en los partidos.

No hubo problema alguno al despegar, el aire nocturno le bañaba el rostro, el cabello se le despeinaba en extraños ángulos y el pijama le hondeaba sin parar mientras el corazón tamborileaba fuertemente contra su infantil pecho y sus oídos.

Dio unas cuantas vueltas alrededor de una pequeña zona en los jardines tranquilos de Malfoy Manor… y se sentía vivo, como nunca en su corta vida se había sentido. Y si, las vueltas eran algo erráticas –dada la inexperiencia- pero le importaba poco.

Se sentía natural, se sentía en su ambiente.

Su respiración oscilaba frenética y el vaho se escapaba de entre sus labios. Hacía frío, sí, pero en realidad no lo sentía, al contrario, sentía un intenso y cosquilleante calor que le encantaba.

Estaba rompiendo las reglas.

Pura adrenalina se arremolinaba en su interior y dejaba aflorar una sonrisa que se repetiría en su rostro a lo largo de los años, una sonrisa característicamente traviesa.

Claro, cuando todo hubo acabado –y aceptó mentalmente que debía volver antes de que supieran que estaba fuera de la casa, volando en la escoba que, se supone, no debía utilizar- se dio cuenta de cierto detalle, algo fundamental…no sabía cómo bajar de allí.

Esta carencia se vio reflejada cuando rodó sobre sí mismo contra el césped al aterrizar de mala manera. Su pijama se había ensuciado, las rodillas le escocían y el cabello se le había llenado de hojas y tierra… ¡Pero se sentía maravilloso!

Claro, sus padres no compartieron la misma opinión al respecto cuando se enteraron, pero Draco solo veía ante sí aquella nueva experiencia y la revivía mentalmente sin parar.

Sus huellas habían bañado el inmaculado mármol de la entrada y el pijama sucio no hizo más que delatarle, si es que quedaban dudas.

Un elfo doméstico le curó las rodillas raspadas mientras escuchaba de manera ausente a su padre, quien le regañaba por no comportarse como era lo esperado.

Draco ahora tenía algo claro, le encantaba volar y no iba a parar de hacerlo hasta dominarlo. Llevar la contraria nunca había sido tan satisfactorio como entonces.

Aquella no fue ni la primera ni la última vez que el menor de los Malfoy se dedicó a explorar y descubrir cosas por su cuenta, pero sin dudas fue de las experiencias más gratificantes que había tenido hasta el momento.

Ahora, mientras esperaba que fuese su turno con el sombrero seleccionador, algo llamó su atención y los recuerdos de su escoba y las ganas de volar se encontraron disueltos.

Una chica caminaba hacia el taburete y Draco no pudo evitar dejar escapar una sonrisilla de sus labios porque –al caminar- el cabello desastroso de la chica rebotaba graciosamente y se le hacía curioso, parecía un gran arbusto, un arbusto botador muy gracioso.

La chica fue seleccionada para Gryffindor y a Draco se le borró un poco la sonrisa de los labios…una leona. Suprimió entonces una mueca de desagrado.

Bueno, va bien con su cabello.

Cuando finalmente es llamado al taburete, es bastante evidente a qué casa iba a ir, los Malfoy solo pertenecían a un lugar. El sombrero apenas le roza la cabeza cuando la abertura se mueve e interrumpe el sonido quieto del gran comedor.

—¡SLYTHERIN! —grita el sombrero y su voz le llena los oídos y reverbera en cada célula de su ser. Esto era importante y lo sabía, la casa a la que le habían seleccionado significaba mucho más que solo un color más para complementar su uniforme o una mesa dónde sentarse.

Ser Slytherin era un honor.

Su mente volvió entonces a centrarse en aquello que añoraba, con la mirada perdida en el cielo nocturno –que en realidad era el techo del gran comedor que había sido hechizado- y se acomodó mejor entre sus nuevos compañeros de casa.

Ese año –por ser de primer curso- no podría entrar al equipo de quidditch, pero aquello no le desanimaba. El segundo curso sería su momento, se uniría al equipo y sería un gran buscador –porque esa era precisamente su posición favorita en el equipo- y podría volar sobre el campo, escuchando los gritos de la multitud clamando su nombre.

Aquello era su motivación ya que las clases habían resultado ser aburridas desde un comienzo y su mente se iba a otra parte, o bueno, estaba allí mismo, pero en otros asuntos; otras cosas que estaban específicamente relacionadas con cierto arbusto que se encontraba unos asientos adelante del suyo, específicamente frente al profesor.

Bien, la cuestión era la siguiente…La chica arbusto había resultado ser hija de muggles, una sangre sucia… ¡Y eso no tenía sentido!

Toda su vida –no era mucho, pero venga, era toda su existencia- Draco había crecido con la idea de que los sangre sucia habían llegado al mundo de los magos para robarles sus trabajos y propagar enfermedades. Eran horribles (como trolls), mal olientes (como trolls), estúpidos (como trolls) y…bueno, básicamente eran como trolls pequeños, con apenas capacidad mágica en su interior.

También tenía entendido que los hijos de muggles que resultaban ser mágicos obtenían sus poderes al robarlos de los hijos nacidos de padres sangre pura, squibs. De este modo, Draco podía deducir que los sangre sucia eran unos ladrones y manipuladores maliciosos de mucho cuidado.

Eran inferiores y no merecedores de la magia que portaban.

Su padre no quería que se mezclase con ese tipo de gente e intentó enviarlo a otra escuela mágica, Durmstrang, pero su madre se negó en redondo.

Aun así, aquella chica definitivamente no parecía encajar con aquella descripción de los sangre sucia y Draco buscaba semejanzas constantemente. Si incluso sus compañeros decían lo mismo que sus padres…algo de razón debían llevar… ¿No?

De pronto se encontró a sí mismo observando detalladamente si Granger –la chica arbusto- tenía verrugas o pústulas –bueno, también alguna cosa similar a un troll- en algún sitio de su cuerpo, pero –salvo algunas pechas sobre la nariz, que notó en la clase de vuelo- no pudo distinguir mucho más.

—¡Arriba! —gritaba ella a la escoba, misma que se encontraba rotundamente negada a moverse. Su cabello de arbusto se mecía en la brisa de la mañana mientras ella miraba de manera desafiante a la escoba.

Volar no era para todos.

Tampoco parecía especialmente estúpida, de hecho, parecía tener una gran facilidad en las materias –para ser una sangre sucia- y aquello le desconcertaba a Draco porque –por muchos libros que leyera- la magia era algo que iba más allá de solo la teoría impresa en pliegos de pergamino y libros viejos. Se suponía que los sangre sucia apenas y serían capaces de leer.

Una sonrisilla ladina se dibujó en los labios del Slytherin al pensar que, en realidad, la descripción de los sangre sucia le iba como anillo al dedo a Crabbe y Goyle.

De hecho, en la clase de vuelo había acabado fastidiando a Longbottom, un chico sangre pura –de Gryffindor, para variar- que definitivamente parecía más un troll que otra cosa.

El chico era torpe y eso le molestaba, ¿para qué lo iba a negar?

Así que cuando arruinó la clase de vuelo –tal como Draco lo esperaba- su recordadora rodó por el suelo y Draco decidió tomarse la libertar de robarla.

Claro, el asunto no terminó satisfactoriamente dado que el idiota de Potter arruinó su diversión…pero Potter era otro tema.

Si debía ser sincero, el resto de los alumnos que eran hijos de muggles también parecían carecer de dichas "cuestiones de trolls" al igual que Granger, pero ninguno le causaba tanto conflicto como ella.

Quizás era porque rivalizaba con él en clases, quizás…

Una tarde –sin que nadie se diera cuenta- Draco se acercó a la biblioteca y cogió un libro sobre estudios muggles –una asignatura denigrante y asquerosa…como estudiar ratas, según palabras de su padre- y se sentó en un pasillo oscuro, entre las estanterías de libros menos visitados, y allí, agudizando la vista –o intentando hacerlo al entrecerrar los ojos tras las rubias pestañas- comenzó a ojear apresuradamente el libro.

Nada, nada de lo que conocía sobre ellos salía reflejado en el libro…aunque sí otras cosas.

Acabó leyendo durante un largo rato sobre los muggles y sus soluciones a la falta de magia. Draco sabía que muchos amantes de los sangre sucia no tenían problema con usar objetos muggles –incluso hechizarlos- pero igualmente algunos le llamaron la atención, aunque no estuviera bien visto que fuera así.

También estaban algunos medios de transporte que ya conocía –no por usarlos él mismo, la verdad- pero que le seguían sorprendiendo por la forma en que funcionaban ya que –ellos como magos- si querían que un objeto se moviera simplemente lo hechizaban, pero los muggles –que carecían de esos poderes- utilizaban su ingenio para crear artefactos como…motores que hacían andar sus coches a velocidades vertiginosas ¡Y aviones!, que eran como unos pájaros gigantes de metal que surcaban los cielos, ¡Como una escoba!

Cerró el libro de golpe, conforme una sensación extraña se le trepaba en el estómago y se aferraba a su garganta. Si su padre se enteraba de aquello…su hijo, su precioso hijo sangre pura leyendo sobre muggles, ahí, tirado sobre el suelo como un perro.

Se levantó, limpió su túnica con unas cuantas palmadas y se largó con toda la dignidad que pudo reunir.

Lo malo –para su padre, para él no tanto- es que aquella noche, entre los doseles de Slytherin, Draco soñó que volaba un avión… ¡Y era genial!

Demonios, ¡no debería estar pensando esas cosas!...¿o sí?

Draco comenzaba a sentirse infantil, porque pensar que los hijos de muggles eran así, justo como un troll, era –cuando menos- inmaduro.

Pero su padre no era un inmaduro ¿por qué le había dicho esas cosas sobre los sangre sucia?, y sus compañeros de casa pensaban igual que su padre… ¿Debía él pensar lo mismo sin siquiera cuestionarlo?

No, eso no ha sido lo que te inculcó tu madre, pensó.

Cada vez se sentía más confundido y –si algo estaba claro para él- necesitaba despejar aquellas dudas.

Quizás –y solo quizás- ellos eran mucho peor de lo que su padre le había dicho y lo había ocultado en un afán de protegerle…esa maña que de los sangre pura por ser sumamente discretos con ciertos asuntos ¿sería eso?

Tenía un presentimiento…

No era tonto, su padre había hablado poco sobre el tema, pero él ya lo había averiguado un poco por su cuenta.

Los magos oscuros existían, aquello era un hecho, muchas cosas secretas que su padre nunca le dijo y es que sí, había mucho más allá de lo que apenas conocías dentro de su pequeña burbuja de seguridad.

Los libros no siempre contaban la realidad, no todo era malo o bueno –eso decía su madre- así que esos maravillosos inventos no significaban directamente que ellos eran buenos…y el ser sangre pura no significaba que eran superiores a los hijos de muggles… ¿o sí?

Necesitaba saberlo.

Y tomó la decisión.

Ese año no podría jugar al quidditch ni nada similar así que ahora tenía una nueva misión, una que realizaría a la perfección porque –después de todo- era un Malfoy, había ciertos estándares que cumplir.

Iba a descubrir toda la verdad.


~Travesura realizada~

Hihi!

Si bien quiero escribir el segundo capítulo para "Hidromiel", también me sentí tentada a escribir un short fic (que es lo que tengo planeado para esta historia) y que fuese específicamente un Dramione.

Me gusta la idea de tratar temas como lo que algunos podrían considerar moralmente correcto o incorrecto y los prejuicios ¿Quién mejor para hablarnos de prejuicios que el propio Draco Malfoy?

¿Creen que merezca un review?