Disclaimer: Todos los personajes y lugares pertenecen a J. K. Rowling!
N/A: Hola a todos nuevamente! Me he decidido (y encontrado un poco de tiempo!) y retomaré este fic desde el principio, aunque con correcciones y algunas modificaciones.
N/A: Continuación de mi primer fic, "Después del Final", y espero que les agrade. Esta nueva historia comienza algunas semanas después (cronológicamente) del final del fic mencionado, y si lo han podido leer completo, ya saben que transcurre con posterioridad al séptimo libro. Para los que no lo leyeron y quieran seguir esta historia, les recomiendo leerlo ya que al tratarse de una continuación seguramente habrá cosas que no comprendan.
Capitulo 1
"... Jons driblea entre dos jugadores de los Halcones, lanza la quaffle hacia Marlon pero es interceptada por Kiennegan! El equipo visitante contraataca nuevamente! La quaffle vuela hacia el cazador Protasov y... por Merlín qué cerca estuvo de anotar por sexta vez!"
El fantástico y secreto estadio del Puddlemere United lucía majestuoso, iluminado en todos sus rincones y con dos refulgentes y enormes escudos (azul con dos dorados juncos entrecruzados) suspendidos por encima de ambas cabeceras del estadio. La voz mágica que relataba el encuentro de la Liga Británica e Irlandesa de Quidditch entre el Puddlemere y los Halcones de Falmouth retumbaba por todo el estadio, apenas disimulando el murmullo generalizado de los fanáticos locales. Estos, cada vez más impacientes por el pésimo rendimiento de un equipo que tras perder los primero tres partidos de la liga iba en camino de perder el cuarto, habían dejado de vociferar y alentar hacía largo rato, desencantados con el equipo de sus amores. Nunca antes en la historia de la Liga el Puddlemere había perdido los tres primero partidos, y pocas veces se había visto tan bajo nivel de juego en uno de los equipos más ganadores y populares de Inglaterra.
"…Kerry lucha y finalmente logra hacerse con la quaffle pero... recibe el impacto de una bludger en su espalda! La legendaria puntería del veterano halcón Parks está haciendo estragos entre los cazadores del Puddlemere! La quaffle es atrapada nuevamente por los Halcones… Kiennegan, Derbelock, Kiennegan, Protasov, de nuevo para Kiennegan y… providencial atajada del joven Woods ante el veloz contraataque de los Halcones!"
Los suplentes del Puddlemere United, sentados en la banca al costado del pit del estadio respiraron aliviados ante lo que parecía el vigésimo segundo tanto de los Halcones. El actual campeón de la liga profesional de Quidditch estaba apabullando al Puddlemere en su propio estadio, y transcurrida apenas media hora de juego los fans locales ya habían dejado de alentar y cantar ruidosamente, azorados por las enormes diferencias entre los equipos.
A medida que el tiempo transcurría el ánimo de los suplentes locales iba en caída libre. El marcador de 210 a 20 era apenas una mera estadística ya que la supremacía de los Halcones de Falmouth era aplastante, y sólo podían soñar con que el buscador del Puddlemere atrapara la Snitch dorada cuanto antes y evitar una catástrofe aún mayor... pero éste estaba celosamente vigilado por los golpeadores de camiseta gris y blanca y no lograba concentrarse del todo en buscar la esquiva y diminuta bola alada.
"…Otra gran atajada de Woods! Detuvo el fortísimo disparo de Protasov providencialmente... pero Kiennegan toma el rebote y mete la quaffle en el aro occidental!"
"Demonios! No podemos estar haciéndolo todo tan mal!" Se quejó Benji Williams parándose de la banca y arrojando al suelo su gorra para luego saltar sobre ella como un desquiciado. Observando el estado de locura del entrenador del equipo más antiguo de Inglaterra, su ayudante se levantó de su asiento en la banca y vociferó en la dirección de los cazadores locales.
"Marlon! Peters! Dejen de seguir la quaffle como idiotas, maldición! Sigan a los cazadores, es a ellos a quienes deben presionar!"
En ese mismo momento una bludger impactó en Woods justo unos instantes después de que el joven guardián del Puddlemere detuviera el enésimo disparo de los Halcones, haciendo que éste cayera de su escoba y se precipitara sin control al suelo. Afortunadamente el Puddlemere poseía potentes hechizos que frenaban un poco la caída y acolchonaba el sector del suelo en donde el accidentado iría a impactar y gracias al encantamiento de seguridad el cuerpo de Oliver no sufrió heridas de consideración luego del golpazo en el césped.
La artera jugada de los Halcones hizo enervar a los espectadores y el estadio entero estalló en gritos de repudio. Mientras el árbitro intentaba con todos sus medios calmar los ánimos de los jugadores del Puddlemere que querían abalanzarse contra el golpeador rival, un par de medi-brujos atendía al golpeado Oliver para que pudiera seguir jugando; el partido estaba momentáneamente suspendido ya que según las reglas de la Liga sólo podía ser reemplazado si éste no podía continuar jugando por golpes o heridas.
Aprovechando el parate, el entrenador Benji Williams volvió a sentarse en la banca, justo al lado del jugador más joven del equipo y de toda la Liga.
"Por todos los demonios, entrenaremos doble turno a partir de este lunes, triple turno si es necesario!"
Harry protestó internamente, imaginándose ya el calvario de tener que asistir a los entrenamientos en esas condiciones, pero no osó decirle nada al entrenador; su furioso semblante era suficiente prueba de que el estallido estaba al caer y que no debía tentar a la suerte.
"Maldición, a este paso tendré que mudarme de mi casa y venir a vivir al Puddlemere." Le dijo a Harry a modo de protesta y al oído Jeremy Stretton, uno de los cazadores suplentes del equipo que se hallaba sentado a su derecha y uno de los pocos que se llevaba bien con él. Si bien Harry había sido recibido con efusividad el día de su primer práctica, pronto algunos de sus compañeros comenzaron a sentir recelos ya que Harry acaparaba casi toda la atención de los fanáticos y de la prensa por ser el héroe del mundo mágico; incluso su camiseta (con el número 14 estampado) era la más vendida en las tiendas dedicadas al Quidditch, aún sin haber jugado oficialmente ni un solo minuto.
La muchedumbre que colmaba el gigante y mágico estadio estaba inmersa en un nuevo murmullo generalizado, y aparentemente los ánimos ya se estaban calmando. El ayudante del entrenador del Puddlemere seguía repartiendo indicaciones y retos entre los jugadores, y cuando finalmente Oliver pudo recuperarse del gran golpe sufrido por la bludger el partido se reanudó.
Pero nada cambió. En apenas un par de minutos los Halcones anotaron dos tantos ya que Oliver aún se hallaba resentido por sus golpes, y los golpeadores visitantes siguieron haciendo estragos lanzando bludgers contra los cazadores del Puddlemere.
"Hey! Eso es Impedimento y está prohibido! Marlon no estaba en la jugada!" Gritó el entrenador levantándose de un salto de la banca para increpar al árbitro cuando el cazador Marlon recibió un golpe de bludger sin estar involucrado en la jugada, al tiempo que los suplentes vociferaban indignados al unísono.
El clima comenzó a crisparse nuevamente ya que los jugadores locales no consideraban imparcial las decisiones del árbitro, quien parecía permitir en demasía las faltas de los jugadores de los Halcones. Repentinamente el buscador local pasó en vuelo rasante cerca de la banca a toda velocidad. Harry pudo notar que estaba persiguiendo un diminuto reflejo dorado y se levantó para poder observar la acción.
Ronnie, el macizo pero ágil buscador titular del Puddlemere seguía como podía a la nerviosa y esquiva Snitch y cada pocos segundos debía realizar giros abruptos e inesperados para no perderla de vista.
"… Y otro tanto de los Halcones, esta vez a través de Kiennegan que pone el partido 240 a 20! Todo mientras el veloz Ronnie intenta acabar con esta tortura y atrapar a la pequeña dorada! Vamos, Gran Ronnie!"
La voz del comentarista retumbó en todo el estadio y en los exasperados oídos de los asistentes. A Harry se le detuvo el corazón al ver que Ronnie tuvo que detener casi por completo su escoba para evitar una furiosa bludger que lo hubiese descabezado, pero en ese momento otra bludger impactó en la parte trasera de su escoba y la destrozó. El buscador cayó sin control al césped del pit justo cuando el árbitro pitaba su silbato y anunciaba el final del tortuoso partido; siguiendo con su vista lo que le sucedía al buscador del Puddlemere Harry no había visto al buscador de los Halcones atrapar la Snitch dorada y dejando el marcador final en un humillante 390 a 20.
El muchacho de la famosa cicatriz había quedado estupefacto en su primer partido oficial como suplente por la rapidez y la rudeza que mostraron los equipos profesionales; Harry pudo apreciar no menos de diez infracciones distintas cometidas por los Halcones sólo contra el buscador del Puddlemere, supuestamente todas prohibidas.
"Prefiero lidiar con dragones…" Pensó para sí mismo.
Aún impresionado por la violencia que tuvo que afrontar Ronnie y por la pegajosa persecución que tuvo que afrontar durante todo el partido, Harry se levantó de la banca rumbo a los vestuarios, envuelto en silbidos y gritos de desaprobación por el magro rendimiento del equipo por parte de los fanáticos que aún se hallaban colmando el iluminado estadio.
"Ahora comprendo por qué muchos jugadores de Quidditch se retiran tan jóvenes." Pensaba mientras caminaba por el túnel de acceso a los vestuarios por detrás del resto del cabizbajo equipo.
Habían pasado cuatro partidos desde el inicio de la Liga (interrumpida los dos años anteriores por culpa de Voldemort y su horrible ataque a la comunidad mágica), este último con él como suplente y aún el Puddlemere no había conocido la victoria. Y al igual que en los anteriores encuentros, volvía a repetirse la misma escena: el equipo caminando apesadumbrado rumbo a las duchas, esperando una fuerte reprimenda del entrenador en los vestuarios (gritos de cólera incluidos) y una larga y pesada semana de práctica… doble turno, si el entrenador cumplía con su palabra.
***HP***
Ese mismo domingo, el Ministro de Magia Kingsley Shacklebolt aprovechaba la soledad del día que reinaba pasmosamente en el Ministerio para realizar una visita al Departamento de Misterios; una visita no aconsejable si fuera día de semana dadas las actuales circunstancias. Llevaba una copia del Profeta bajo su brazo.
Luego de atravesar la Sala del Tiempo, Kingsley se aprestaba a golpear la puerta del lúgubre despacho del jefe de los inefables cuando ésta se abrió repentinamente; su vista enfocó rápidamente (aunque con cierto esfuerzo debido a la oscuridad) un hombre canoso y de aspecto serio y misterioso justo detrás de la puerta.
"Croaker!" Atinó a decir Kingsley, sorprendido.
"Ministro." Devolvió el inexpresivo inefable. "Entre, por favor."
A decir verdad, a Kingsley no le agradaba ese despacho. Era demasiado frío y carente de vida. La penumbra del sitio dificultaba su percepción, y las escasas y gastadas velas iluminaban trémulamente el despacho, y hacían que las sombras temblaran.
"Siéntese y sírvase té." Le ofreció Croaker, señalando una antigua tetera de plata apoyada sobre la mesa.
"No, estoy bien, gracias."
El inefable sólo asintió con su cabeza, se sentó y se sirvió una taza de vaporoso té. Luego apoyó su espalda contra el respaldo de la enorme silla y clavó su vista en el Ministro. Algunos instantes después Kingsley no soportó más su mirada y desvió la suya al enorme retrato de Clement Domenescu que colgaba sobre la cabeza de Croaker en una de las paredes.
"Lo recuerda?"
"A quién?" Preguntó Kingsley sin comprender. El inefable sólo señaló con su dedo índice hacia el retrato.
"Oh. Pues sí aunque nunca tuve el… agrado… de conocerlo personalmente."
"No, usted era muy joven y aspiraba a Auror cuando Domenescu fue asesinado por Evan Rosier. Un par de días después me ofrecieron el cargo de Jefe de los Inefables, pero yo no estaba muy seguro de querer aceptarlo ya que en ese entonces Riddle buscaba desesperadamente poder acceder a este Departamento."
"Sé a qué vino, señor Ministro." Concluyó Croaker con su grave voz.
"Lo sabe? Acaso estuvo utilizando la legilimancia conmigo desde que entré aquí?" Le preguntó Kingsley con cierta dosis de sarcasmo.
"No. Lo sé porque trae el Profeta consigo."
"Y eso qué?" Preguntó el ex Auror observando el periódico que llevaba consigo.
"Que seguramente ha leído las noticias. Quiere saber si yo he abierto la boca, no es verdad?"
Kingsley frunció su entrecejo. No desconfiaba de Croaker ya que era imposible para él develar los secretos que se escondían en el Departamento de Misterios. El Ministro abrió el periódico y leyó rápidamente la segunda página. Debajo del título A qué están jugando? Se desarrollaba una nota que lo había intranquilizado enormemente:
Gracias a ciertas fuentes que nos negamos a revelar, este periódico se ha enterado de algunos hechos que pueden llegar a alarmar a la comunidad mágica. Hace un mes, el Ministerio se esforzó notablemente en encubrir la internación de Ron Weasley, héroe de la Batalla Final, y del Auror Perkiss en el Hospital San Mungo, éste último en condiciones tan lamentables que apenas pudo salvarse de la muerte. Y un par de días después el Auror Petrearca fue asesinado en un episodio tan confuso como inexplicable…
Las mismas fuentes señalaron que el Auror había resultado muerto en cumplimiento de sus funciones… en Irlanda. Qué hacía el Auror Petrearca en Irlanda? Y cómo es que uno de los Aurores más experimentados y calificados de Inglaterra es asesinado? La comunidad mágica goza de épocas de euforia y alivio por la caída del mago tenebroso y su reino de terror… acaso debemos volver a preocuparnos y encerrarnos en nuestras casas nuevamente?
Todo esto, oscuro como el agua del Támesis, nos lleva a otra pregunta: Acaso los mortífagos siguen aún en actividad? Porque otro de los hechos a los que hemos tenido la suerte de acceder resulta como mínimo sorprendente: Es cierto que justo por esos días (oh, divina casualidad!) el Ministerio recibió a cuatro mortífagos que se las habían arreglado para escapar de las garras de la justicia, y los encerró en las mazmorras en el más absoluto secreto?
Con qué fin? Cuál es el propósito de mantener en secreto la captura de algunos de los pocos seguidores de Riddle que quedaban libres, si con ello harían que la comunidad mágica se sintiera más segura? Y más aún, existiendo la posibilidad de que uno de ellos sea Arnold Yaxley, uno de los más fieros y depravados mortífagos que ha podido escapar de las garras del destrozado Ministerio pese a haber sido detenido luego de la batalla de Hogwarts?
Eso no es todo. Según cuentan las mismas fuentes…
Kingsley suspiró de la indignación. Había leído esa nota tres o cuatro veces intentando convencerse de lo que leía, pero sólo lograba enfurecerse más. Los reporteros del Profeta se habían enterado de buena parte de todo lo que había ocurrido un mes atrás con Harry, la Varita de la Muerte y los viajes al bosque de Killykeen en Irlanda, y a este paso tenía la inquietante impresión de que se enterarían del resto.
"No, Croaker. Sé que no fue usted el que abrió la boca."
"Me alegra escuchar eso, señor Ministro. Recuerde que además del encantamiento de protección que he realizado a todos los que participaron de la destrucción de la Varita de la Muerte, la información sobre la Reliquia ahora forma parte de la Sala sin Nombre, por lo que…"
"Sí, lo sé! Ningún inefable puede divulgar los secretos que guarda la Sala sin Nombre! Soy Ministro de Magia, lo recuerda?" Interrumpió Kingsley ofuscado.
"Un Ministro de Magia que, según dicen allí arriba, aún gusta de jugar con sus antiguas funciones de Auror." Agregó Croaker, esbozando una media sonrisa que le erizó los pelos a Kingsley; definitivamente la sonrisa nunca encajaría en el rostro repleto de arrugas y cicatrices del jefe de los Inefables.
"Puedo observar que tu reclusión aquí abajo no te impide enterarte de lo que sucede allí arriba." Dijo Kingsley devolviendo el sarcasmo.
"Lamento tener que volver a opinar que fue imprudente que el mismísimo Ministro de Magia haya decidido ir a esos dos viajes a Irlanda, sin más custodia que un par de Aurores, y exponerse de semejante manera a tamaño peligro."
Kingsley no dijo nada; estaba ofuscado y no quería iniciar una discusión con el inefable. Pero recordó algo que había escuchado el día anterior y no pudo contenerse.
"Me he enterado que te has reunido con Harry esta semana."
Ahora era Croaker el que no contestaba; sólo clavó su vista en el Ministro con una mirada profunda y expectante.
"Quisiera no creer que insistes con la cuestión de las Reliquias." Insistió Kingsley.
"Es mi… trabajo." Respondió Croaker lúgubremente.
"Déjalo en paz, las dos Reliquias que quedan no son una amenaza para nadie."
"No una de ellas."
Kingsley observó a Croaker a punto exasperarse por la paranoia del inefable.
"Esa… piedra… no es útil, no regresa a la vida a los muertos! Además sólo Harry sabe dónde la enterró!"
"No importa qué es o qué no es la Piedra, señor Ministro, sino qué crean los demás sobre ella."
"A qué te refieres? Nadie sabe sobre ella!"
"Casi… nadie."
El monótono e incontestable tono de voz del inefable sacaba de las casillas al Ministro, pero antes de que pudiera contestarle Croaker prosiguió.
"Recuerde que no fueron pocos los que se han enterado de la existencia de las Reliquias de la Muerte a lo largo de la historia. Y tendrá que aceptar que tarde o temprano otros magos o brujas se enterarán e intentarán averiguar sobre ellas… y buscarlas."
Kingsley soltó un gruñido de fastidio. "Sólo queda la Piedra y la Capa de Invisibilidad Croaker! Ya hemos podido destruir la Varita de la Muerte! Que quieres, destruirlas?"
"No, sólo estudiarlas a fondo para poder comprender la dimensión de sus poderes, y mantenerlas a salvo aquí, en el Departamento de Misterios."
"Pues eso está fuera de discusión. La Piedra está enterrada y perdida en algún lugar de Inglaterra, y la Capa le pertenece a Harry, es parte de su herencia familiar." Zanjó el Ministro.
"Son artefactos muy poderosos como para que permanezcan perdidos o en manos de un muchacho de dieciocho años."
"Harry es un muchacho inteligente y con más experiencia que muchos adultos. Adora su Capa y no se la dará a nadie." Sonrió maliciosamente el Ministro.
"Estoy de acuerdo, ha pasado por mucho y por ello mismo sabe sobre el peligro que acarrean las Reliquias. También estoy de acuerdo que es inteligente y que sería de mucha utilidad… como un inefable."
"Oh por las barbas de Merlín, Croaker! Me estás queriendo decir que quieres convencerlo de que sea un inefable?"
"También es parte de mi trabajo, o no? Puesto que el Ministerio no contrata personal para este Departamento entonces es uno de mis deberes reclutar personal de..."
Kingsley se levantó de su silla, nervioso y dispuesto a marcharse. "Harry es ahora un jugador profesional de Quidditch, se lo ha ganado y te ordeno que lo dejes en paz!"
"Por qué? Acaso no lo has estado intentando convencer de que siga la carrera de Auror? Por qué no puedo yo convencerlo de que sea inefable?"
El ministro detuvo su marcha y se dio vuelta. "No hemos intentado convencerlo. Él ha querido ser Auror desde su quinto año, y lo será si así lo quiere."
"Potter tiene un gran potencial como inefable, es un desperdicio que no lo sea. Si después quiere ser un Auror, bien por él, pero ya sabes que pienso que todos los Aurores antes deberían ser inefables!"
Kingsley se quedó mirándolo, estupefacto. No se le ocurría forma alguna de rebatir semejante opinión, y no tenía intención de entablar discusión alguna al respecto. Se marchó del despacho de Croaker, molesto con la terquedad del jefe de los inefables y con la certeza de que tendría una charla con Harry al respecto.
***HP***
Al día siguiente, Hogwarts bullía de la actividad propia de un lunes. El mundo mágico, ajeno a los vaivenes de los hechos de la destrucción de la Varita de la Muerte, lentamente se recobraba de la pesadilla de Tom Riddle y sus seguidores. Pero aunque habían transcurrido ya algunos meses de la caída de la oscuridad las esporádicas noticias sobre mortífagos capturados o aurores heridos seguían preocupando a todos. El colegio de magia y hechicería, bastión de la resistencia, no era la excepción: algunos alumnos, lejos de disfrutar de la libertad y de la alegría, se mostraban aún perturbados por los recuerdos de la cruenta batalla final en el castillo. Algunos incluso lucían agresivos sobre todo contra los alumnos de Slytherin; pero casi todos vivían pendientes de las noticias que llegaban periódicamente desde afuera, sobre todo a través del Profeta. Daba la impresión de que el miedo y la desconfianza aún estaban profundamente arraigados en la población mágica, y que llevaría tiempo sanar.
"Y ahora qué sucede, Catherine?"
Hermione se disponía a sentarse a tomar su almuerzo después de una agotadora clase doble de aritmancia; además ya había tenido que solucionar un par de trifulcas entre alumnos de Slytherin y Hufflepuff durante ese mismo día; sin embargo hizo lo imposible por ocultar su fastidio ante la pequeña alumna de segundo año de la casa del Hurón.
"Lo siento Hermione, pero es que Rabash y Duduala comenzaron a pelearse y…" Comenzó a explicarse la alumna tímidamente, pero fue interrumpida por el fastidio de la muchacha castaña.
"Pues entonces ve y busca a los Prefectos de Hufflepuff!"
"Es que… no los encontramos…"
El rostro de la niña reflejaba la sorpresa y el pánico por el exabrupto de Hermione, y su voz terminó la frase en un registro casi inaudible por el murmullo generalizado del gran comedor.
"Acaso no pueden… solucionarlo ustedes mismos? No podemos ir corriendo por todo el castillo sólo para separarlos y calmarlos!" Repuso Hermione, sin calmarse; sabía que los prefectos de Hufflepuff estarían besuqueándose en algún rincón alejado del castillo.
"Pero es que… discutieron y… se arrojaron algunas maldiciones entre ellos, y… ahora Rabash tiene el cabello hasta la cintura y Duduala no puede hablar porque su lengua se estiró hasta…"
"De acuerdo!" Bufó la muchacha exasperada, y comenzó a caminar raudamente por el pasillo entre las mesas mascullando y fastidiada mientras pensaba qué demonios sucedía con los alumnos de Hufflepuff.
***HP***
Diez minutos después Hermione finalmente lograba sentarse en la mesa de Gryffindor, ante las burlonas miradas de Parvati y Lavender.
"Qué?" Preguntó bruscamente la muchacha castaña mientras comenzaba a tomar su almuerzo retrasado por la trifulca entre un Hufflepuff y un Slytherin, percatándose de que las dos alumnas sentadas enfrente a ella continuaban mirándola con sorna.
"Nada!" Contestaron las dos al unísono, mirándose entre ellas y agachando las cabezas para ocultar las risas.
"Ser Premio Anual no significa ser una niñera, o por lo menos eso creía…" Murmuró entre dientes Hermione, lo suficientemente fuerte como para que sus compañeras la escucharan y estallaran en risas. Antes de que pudiera decirles algo, Luna se sentó a su lado y apoyó un periódico en la mesa, abierto de par en par.
"Hola… Luna" Dijo Hermione mirándola, desconcertada por el rostro de la muchacha rubia; su conocida mirada de soñadora ahora estaba oculta por un ceño fruncido y por sus ojos entrecerrados. Unos segundos después Luna levantó la vista y la miró.
"Has leído el Profeta, Hermione?"
"No, aún no llega…"
"Ya lo sé, éste es de ayer domingo."
"Oh, pues… no, no lo he leído. Qué sucede?"
Luna abrió sus ojos y levantó sus hombros. "No lo sé, es que aquí dice que un Auror casi muere hace unos días, que otro fue asesinado y que Ron estuvo internado en el hospital de San Mungo."
Hermione le arrebató el periódico a la chica y comenzó a leerlo, entre asustada e indignada; se suponía que nadie debía enterarse de todo lo que había sucedido unas semanas atrás en Irlanda. Parvati y Lavender, que cuchicheaban aisladamente, comenzaron a prestar atención por lo que había dicho Luna.
"Ha sucedido algo con Ron?" Preguntó alarmada Lavender; Hermione puso sus ojos en blanco y suspiró de fastidio; la muchacha nunca había superado el hecho de que Ron la había dejado por Hermione.
"No, no ha sucedido nada con él." Contestó parcamente la muchacha castaña mientras leía la noticia completa.
"Entonces por qué dijo ella que Ron estuvo internado?" Insistió Lavender.
"Yo no lo dije, el Profeta lo dijo." Respondió Luna.
"Eso ya lo sé Luna!"
Mientras las dos seguían discutiendo, Hermione intentaba asimilar lo que leía. Aparentemente alguien del periódico había tenido acceso a parte de lo que había sucedido en Irlanda: el Auror malherido, el otro Auror Perkiss asesinado y Ron internado, y todo casi al mismo tiempo, dando al cronista de la noticia la pista de que todo ello estaba relacionado.
"Quién habrá abierto su boca? Sólo espero que no haya sido Ron… de lo contrario Harry terminará por matarlo." Pensó Hermione desquiciada. De sólo pensar que el Profeta pudiera enterarse de lo que ocurrió realmente, de la Varita de Saúco, del extraño y poderoso ser oscuro…
"Hermione!"
El grito de Parvati sacó a la muchacha de sus cavilaciones y se sobresaltó, derramando con su mano el jugo de calabaza. "Qué?"
"Te hemos preguntado qué dice el Profeta al respecto!" Le espetó Lavender ofuscada.
"Oh… pues…" El cerebro de Hermione intentaba buscar una respuesta acertada; no podía contarles lo que realmente había sucedido. "Dice que… el Auror Perkiss apareció muerto y que otro Auror, Petrearca, apareció malherido."
Las tres muchachas abrieron sus ojos hasta el límite, entre asombradas y aterradas por las noticias. "Y qué sucedió con Ron?" Insistió Lavender.
"Pero esos hechos sucedieron con algunos días de diferencia, creo que el que escribió la noticia los está relacionando sin prueba alguna." Mintió Hermione, intentando desdramatizar y calmarlas.
"Y por qué menciona a Ron en la misma noticia? Qué ha sucedido con él?" Volvió a insistir Lavender, provocando el fastidio en Hermione.
"Acabo de decir que este periódico está relacionando hechos que seguramente no tienen conexión alguna!"
"Tú eres amiga de Ron, o por lo menos eso creo! Tú sabes qué ha sucedido con él!"
La insistencia de Lavender para con el estado de Ron sacó de las casillas a Hermione. "Él está bien, sufrió un accidente con su escoba pero lo dieron de alta inmediatamente, de acuerdo?"
Lavender, lejos de mostrarse satisfecha, miraba a Hermione con sus ojos entrecerrados; obviamente no le creyó una sola palabra. La muchacha parecía mostrar demasiado interés en su antiguo novio, y no lo ocultaba.
"Ese Auror… Perkiss… estuvo en la batalla final aquí, en Hogwarts, no es verdad?" Preguntó pasmada Luna.
"Sí…"
"Pero… cómo es posible? Acaso tenemos que seguir sintiendo miedo? O volver a refugiarnos en nuestras casas?" Increpó Parvati nerviosa.
"No, todo acabo Parvati, no hay por qué preocuparse." Respondió Hermione, segura que todo había terminado y que la amenaza de ese extraño ser oscuro que los acechó en Irlanda se había disuelto; habían destruido los horcrux y la Reliquia más peligrosa también estaba destruida; y la mayor parte de los mortífagos que aún no habían sido atrapados o habían podido escapar ya no eran una amenaza… aunque sin embargo no estaba segura del todo… algo muy dentro suyo seguía intranquilizándola.
"Hay que luchar, volver a luchar y seguir luchando porque sólo así se podrá mantener a raya al mal, aunque nunca se llegue a erradicarlo."
Aún recordaba cada palabra de esa frase, dicha por Harry unas semanas atrás en Francia y que él había escuchado de Dumbledore varios años atrás. Frase que había quedado grabada en su memoria y que dicha por el hechicero más poderoso de todos los tiempos significaba mucho más que si hubiera sido dicha por otro.
De pronto, Catherine volvió a aparecer detrás suyo, tocándole un hombro para llamarla. Hermione se dio vuelta instantáneamente, con su mente aún fija en la frase.
"Disculpa Hermione, es que Rabash y Duduala volvieron a arrojarse maldiciones, y ahora…"
"Descuida, iré ya mismo." Contestó Hermione interrumpiéndola y levantándose como si tuviera un resorte, aliviada por escapar de las constantes preguntas de sus compañeras que no debía responder, pero preocupada por los problemas que no dejaban de aparecer.
***HP***
Al mismo tiempo, en el Callejón Diagonal, la tienda Sortilegios Weasley´s se aprestaba a cerrar como todos los mediodías, luego de una mañana de lunes extremadamente tranquila y casi sin clientes. Sin embargo, algunos compradores aún permanecían dentro de la tienda.
"Sí señora, tenemos algunas capas de invisibilidad en stock, aunque ya no tendremos de fibra de tármica y algodón de Egipto hasta dentro de una semana." Decía Ron ante el pedido de una señora con un gran sombrero rojo.
"Verity, quieres encargarte de aquella pareja?"
"Lo siento Ron, George me encargó que busque más mini-dragones." Le contestó a la pasada y sin detenerse.
"Demonios, cómo es posible que vengan todos justo cuando íbamos a cerrar?" Pensó Ron fastidiado y hambriento, mientras se dirigía al depósito a buscar un par de capas de invisibilidad.
Quince minutos después, George y Ron pudieron finalmente cerrar la tienda para la hora del almuerzo; anotaban las ventas del día en sus libretas mágicas mientras dicha información aparecía también en forma mágica en el libro de transacciones de la tienda. No tenían mucho para declarar ya que la mayor parte de sus clientes eran los jóvenes que a esa altura del año se hallaban enclaustrados en Hogwarts y otros colegios de magia de Inglaterra. Las ventas de bromas mágicas, golosinas y productos en general mostraban un drástico (y natural) descenso, pero sin embargo notaban cómo otro tipo de productos mantenían su demanda.
"Creo que deberemos comprar más capas de invisibilidad, no sólo de tármica sino también las regulares." Opinó Ron mientras finalizaba con sus anotaciones.
"Bien. Haré que Verity vaya a Yarmouth y se las encargue al señor Preston para mañana mismo." Le respondió George afanado en sus propias anotaciones. "Y tú irás al Ministerio a la tarde e informarás sobre ello al Departamento de Seguridad Mágica."
"Al Ministerio? Yo? Pero por qué?"
"Sí, tú." Le respondió el gemelo. "Porque es lo que todas las tiendas que venden productos para la seguridad mágica acordaron con el Ministerio, recuerdas? Debemos declarar este tipo de ventas una vez a la semana."
Ron dejó de protestar y frunció su entrecejo. "Aún siguen queriendo controlar lo que…"
"No se trata de control por el control mismo. El Departamento de Seguridad Mágica diseñó una política de seguimiento de bienestar de la comunidad, y cree que si magos y brujas continúan comprando este tipo de productos para la seguridad como capas de invisibilidad, sombreros mágicos o billeteras explosivas, es un indicativo de que la comunidad sigue sintiéndose desprotegida o desconfiada." Explicó George finalizando con su libreta y guardándola.
"Sí, seguramente están muy preocupados por el bienestar de la comunidad mágica…" Expuso Ron con sarcasmo.
"No creo que Kingsley caiga en los mismos errores que…"
"Los ministros de magia rara vez controlan el poder y las decisiones, eso lo saben casi todos. Acaso nunca has escuchado a papá?" Interrumpió Ron, quien aún anotaba en su libreta.
"La política me importa un nabo tibetano, Ron, pero si te pones paranoico terminarás como el abuelo Séptimus, que veía integrantes de los Black por todos lados, que lo amenazaban con reducirle la cabeza por haberse casado con la abuela Cedrella."
"No es paranoia George!" Le respondió alzando la voz y la vista de la libreta. "El departamento de seguridad mágica depende del departamento de Aplicación de la Ley Mágica, dirigido por Robbin, ese cabeza de mandril con ínfulas de superestrella que detesta a Harry y lo quiere controlar todo!"
"Como quieras, pero no evitarás ir al Ministerio. Y si la gente sigue comprando artículos de seguridad por lo que publica el Profeta, pues mejor para Sortilegios Weasley." Opinó George, quien se hallaba cruzado de brazos esperando que su hermano terminara sus anotaciones.
"Sería más fácil que el Profeta dejara de publicar estupideces, así la gente no se entera…" Murmuró el amigo de Harry entre dientes, recordando lo publicado por el periódico el día anterior.
"El Profeta ya no está intervenido por el Ministerio y publicarán lo que les venga en gana, como antes de Riddle. Y termina ya con esa libreta, quiero ir a tomar mi almuerzo con Angelina!"
"Ya termino!" Espetó Ron. "Me pregunto cómo demonios se habrá enterado el Profeta de todo eso."
"Hablando sobre eso…" Dijo George, y clavó su vista en su hermano menor. "Leí que Petrearca fue asesinado en Irlanda."
Ron se encogió de hombros, simulando no saber nada.
"Y que el otro Auror, Perkiss, fue herido… en Irlanda." Agregó George.
"Sí, eso leí yo también."
"Y también recuerdo que tú y Harry habían ido a Irlanda… unos asuntos que Harry debía resolver allí según me dijiste."
Ron comenzó a ponerse nervioso. Su hermano no sabía nada sobre todo lo ocurrido con la Varita de la Muerte (ni él ni el resto de su familia salvo Bill) pero por culpa del Profeta ahora se estaba enterando que ese viaje había sido algo más que un paseo.
"Sí lo recuerdo yo también."
"Y creo recordar además que estuviste internado en San Mungo… casi al mismo tiempo que lo que ocurrió con Petrearca y Perkiss."
"Hmm… sí, es probable." Susurró Ron cerrando lentamente la libreta, e intentando cambiar de tema agregó: "Sabes cómo le fue al Puddlemere ayer?"
"Ya sabes que el Puddlemere perdió ayer, y también sabes que tus Chudley Cannons han ganado nuevamente y van primeros en la liga por primera vez en más de cien años."
George seguía mirándolo con sus ojos entrecerrados y continuó: "Papá me dijo que te internaron porque sufriste un accidente con una escoba, en Irlanda."
"Sí, mi Barredora se volvió loca y caí desde una altura considerable." Mintió Ron, aunque en parte porque si bien el accidente de escoba fue real, no había sido por una mal funcionamiento de la misma sino por haber sido alcanzado por una maldición de un mortífago en una trifulca aérea en Irlanda.
George sonrió sarcásticamente. "Dame un poco de crédito hermanito. El Profeta dice que fueron capturados cuatro mortífagos, entre ellos Yaxley; es obvio que algo sucedió en Irlanda, no?"
Ro se quedó callado mientras observaba cómo su hermano terminaba de acomodar algunas cajas en los estantes con demasiado ímpetu; estaba levantando temperatura aunque no sabía si era porque no se había enterado de nada o por algún otro motivo. Antes de que pudiera decir algo, George continuó:
"Además, fuiste con Harry… y todos sabemos que haga lo que haga o vaya donde vaya, los problemas siempre encontrarán a Harry."
"Harry no tuvo nada que ver, él no quiere buscar problemas." Acotó Ron en voz baja, intentando defender a su amigo. "Él sólo quiere una vida tranquila."
"No dije que él busque problemas, dije que los problemas lo encuentran a él. La semana pasada un cliente me contó que vio a Harry en Hogsmeade, caminando por el pueblo junto a Hermione. Iban tomados de la mano y parecía tranquilo y feliz, y realmente me alegré por él, Ron." Ahora era Ron el que fruncía el entrecejo; George convocó su abrigo con su varita y se lo puso mientras seguía: "Pero no puedo creer que siga habiendo problemas, no después de que nos deshiciéramos del enfermo mental de Riddle! El Profeta no tiene la culpa por haber publicado lo que publicó, aunque haya alimentado la psicosis de la gente para que sigan comprando capas de invisibilidad, sombreros mágicos, botas humíferas o varitas más nuevas!"
Ron se estaba preocupando. George finalmente se había largado a hablar de algo que no fuera la tienda, ya que luego de la muerte de su hermano gemelo nunca había expresado sus sentimientos y se había transformado en una persona de muy pocas palabras. Pero se dio cuenta de que estaba muy enojado e intentó calmarlo.
"Tranquilízate George, que hayan sido capturados cuatro mortífagos es una buena noticia, no tienes por qué enfadarte!"
El gemelo se acercó a Ron mirándolo fijamente. "Claro que es una buena noticia, idiota! Pero los Weasley fuimos perseguidos y atacados, Bill fue desfigurado por Greyback… todos estuvimos en peligro de muerte por mucho tiempo por culpa de Riddle y de los malditos sangre pura! Y ahora, Fred ya no está con nosotros, y no queremos perder a otro miembro de la familia, puedes comprenderlo?"
George finalmente estalló, y montado en cólera se dirigió raudamente hacia la entrada de la tienda dejando a Ron petrificado en su lugar.
"Encárgate de cerrar la tienda!" Le gritó desde afuera, cerrando la puerta violentamente.
El pelirrojo aún no se reponía por el estallido de George, y mientras cerraba las persianas de los escaparates con su varita y activaba los sistemas de seguridad mágicos pensaba en distintas formas de calmarlo cuando lo volviera a ver a la tarde, cuando abrieran nuevamente la tienda. Comprendió que George estaba demasiado preocupado por lo que había ocurrido y por él, su hermano menor, y que esa era la forma en la que su hermano expresaba sus preocupaciones.
"Creo que lo mejor será que le cuente lo que ha sucedido en Irlanda, y que ya no volverá a suceder." Pensaba mientras caminaba por el callejón Diagonal, casi desprovisto por completo de gente puesto que era la hora del almuerzo. "Bueno, todo menos lo relacionado con la Varita de la Muerte y el extraño hechicero oscuro, sino Harry terminará por asesinarme."
Al pensar en su amigo, a Ron se le formó un nudo en su estómago. Pese a los gritos de George, aún retumbaba en su mente lo que le había contado sobre Harry y Hermione; se los imaginó caminando por Hogsmeade, tomados de la mano y riendo.
"No, los he visto tomarse de la mano mil veces, deja ya de pensar estupideces por una vez en la vida." Se dijo a sí mismo sacudiendo su cabeza para alejar esos pensamientos. Metió sus manos en los bolsillos ya que hacía frío, e intentó pensar en los Chudley Cannons y en su exitosa temporada, pero mientras seguía caminando, el vacío en su estómago se negaba a desaparecer.
***HP***
