Ninguno de los personajes conocidos que aparecen son míos, sino de la autora J. .
La guerra del Mundo Mágico había acabado por fin y ahora todos luchaban por recobrar la normalidad. Hogwarts se iba reconstruyendo poco a poco y cerca de un año después volvió a abrir sus puertas, dispuesto a aceptar a nuevos y antiguos alumnos.
Harry Potter fue gratamente aceptado en la escuela de Aurores y Ron Weasley decidió ayudar a su hermano en la tienda de bromas, así que del trío dorado la única que volvió dispuesta a acabar sus estudios fue la leona y princesa de Gryffindor, Hermione Granger.
Ginny Weasley y Luna Lovegood, heroínas de guerra también, decidieron acompañar a su amiga castaña, a pesar de que a la pequeña Weasley le habían ofrecido un lugar en el equipo de Quidditch inglés y a la rubia, a la que todos tachaban de loca incluso después de arriesgar su vida para protegerlos, un puesto de reportera mágica internacional.
Volverían a pisar Hogwarts alumnos ya conocidos y no tan conocidos.
Para sorpresa de todos, el Ministerio y los mismos profesores habían acordado que los ex-mortífagos que se contaban entre sus alumnos debían, como castigo, volver al colegio. Draco Malfoy, Pansy Parkinson, Blaise Zabini, Theodore Nott y otros volverían aquel año a su "séptimo" curso.
Muchos ignorarían a estos alumnos o les odiarían por haber hecho mal en el pasado. Pocos sabían que, en la última lucha, varios de ellos volvieron y empezaron a luchar contra el señor Tenebroso. Los Malfoy se contaban entre estos. A pesar de haber huido habían decidido volver, quién sabe porque, para acabar con los pocos mortífagos que aún se revelaban.
Durante todas las semanas después de la caída, la familia Malfoy y los amigos del joven Malfoy habían hecho todo lo posible para ayudar: unos creaban pociones, otros ayudaban con las curas… Lucius y Draco, resignados, se pusieron bajo las órdenes de cierta castaña mandona, que volaba de un lado a otro creando cientos y cientos de pociones curahuesos, cicatrizantes, calmantes…
Varias veces tuvieron que sujetarla para que no cayera desfallecida a causa del cansancio que llevaba acumulado, quien sabe cuántos días llevaba sin dormir ni comer. Irónicamente y casi sin querer, Lucius comenzó a comportarse casi como un "padre" para ella. Le ordenaba ir a comer, dormir, descansar, cambiarse de ropa, asearse, distraerse… En una semana las cosas habían cambiado radicalmente entre ellos.
Y el cambio no había empezado ahí, el cambio empezó el segundo día de "convivencia" cuando unos asustados y exaltados alumnos acudieron a la castaña contándole que habían encontrado un cuerpo en la casa de los gritos, una persona que aún tenía vida, pero poca.
Los rubios acompañaron a la joven y cuando vieron que el "cuerpo" no era más ni nada menos que un débil Severus Snape sintieron que sus mentes de fusionaban en una. Sin salir siquiera de la casa empezaron con las curas. Draco invocaba lo que necesitan, Lucius lo sujetaba a causa de las violentas sacudidas y espasmos que sufría el cuerpo del profesor y Hermione limpiaba, desinfectaba, cosía y empomaba las graves heridas.
Una vez el profesor estuvo estable se aparecieron en la improvisada enfermería y lo dejaron descansando en uno de los camastros, acordando turnos para vigilarle.
…
Y ahora volvían al lugar conocido. Niños y adultos se apelotonaban en el andén del tren que llevaría a los alumnos a Hogwarts. Despedidas, lloros, alegría, reencuentros... Los mismos sentimientos de todos los años inundaban el andén, como si no hubiera habido guerra alguna.
- ¿Estáis seguras de que queréis volver? – Preguntó por quincuagésima vez Ron a su hermana y a Hermione – Podríais ayudarnos a George y a mí.
- Ronald. ¡Me quedan aún dos cursos! Y después de todo no les voy a dar el gusto de irme sin graduarme – respondió cansada Ginny.
- Yo quiero graduarme también – sonrió la castaña.
Hermione divisó a lo lejos unas rubias cabelleras y cuando sus ojos se encontraron con las miradas de los Malfoy sonrió y les saludó con la cabeza, acto que ellos respondieron con el mismo gesto.
- No sé cómo puedes fiarte de ellos… - Se quejó Ron.
- Venga Ron… Ayudaron después de la guerra y han sido declarados inocentes por el Ministerio. ¿No te parece suficiente? – Preguntó Hermione – ayudaron a muchos en Hogwarts, incluso a mí misma – recordó.
- Puedo asegurar eso. Si Lucius no te hubiera mandado a descansar seguramente habrías acabo desmayada por algún rincón de las mazmorras – la acompañó Ginny.
Hermione puso una triste mirada ante aquello mientras recordaba esos "tú, a dormir", "tú, a comer", "tú, o te vas a descansar o te castigaré mirando al rincón", este último en tono bromista. Lucius se había comportado como una especie de padre, mirando siempre que tuviera buen color, estuviese bien alimentada… Las lágrimas asomaron por sus ojos. Sus padres… Merlín sabe cuánto los echaba de menos y ellos, simplemente, ni la recordaban. Se limpió rápidamente y se animó a sí misma. Aquello había sido lo correcto, debía sacarlos del peligro y lo hizo. Ahora ellos estaban felices en algún lugar de Australia disfrutando de su reciente "nueva" paternidad.
- Hermi… - susurró Ginny abrazándola – anímate, por favor.
- Estoy bien, Ginny – sonrió la castaña – es que a veces no puedo evitar que duela…
La pelirroja le acaricio la mejilla y la llevó hasta el tren, después de despedirse de todos y darle un enorme beso a su prometido, Harry Potter.
Caminaron por los pasillos del tren hasta que se encontraron con una alegre Luna. ¡Por Merlín! Seguía tan soñadora e inocente como siempre. ¿Cómo podía seguir igual después de todo lo pasado?
- ¡Hola chicas! – Las saludó la rubia.
- ¡Luna! – Exclamaron ambas abrazándola con alegría.
Buscaron un compartimento libre y se sentaron en él, esperando a que el tren arrancara y les llevara al que desde hace años consideraban su segundo hogar.
….
Los días pasaban y el ambiente se fue relajando en el colegio. Ya nadie miraba con odio a los exmortifagos, ahora simplemente les ignoraban.
Snape había vuelto a su puesto como profesor de pociones y les había asegurado a todos que sería igual de estricto que siempre, sin importar lo que hubiesen hecho antes. Ahora era un "héroe de guerra" y todos sabían que durante años había sido un espía a las órdenes de Dumbledore, aunque eso no significaba que el miedo que le tenía la mayoría hubiese desaparecido.
Aquel día tocaba pociones a primera hora con los de séptimo de Gryffindor y Slytherin y, a pesar de todo, el ambiente era como los años anteriores. Se peleaban, se burlaban unos de otros, se lanzaban indirectas y amenazas… Como si nada hubiese pasado.
Hermione se sentó en primera fila con Neville, sintiéndose algo desprotegida al no contar con Harry y Ron a su lado.
El profesor entró como siempre, de forma brusca y dejando ondear su capa libremente.
- ¡Silencio! – Ordenó con su oscura voz, a pesar de que nadie decía palabra – hoy haremos algo nuevo – anunció – una Amortentia de proceso rápido que lo único que tiene de similar a la original es el oler distinto según la persona que la huela – explicó – tiene ingredientes similares al conocido filtro de amor pero su preparación y su corte es ampliamente distinto. La dificultad radica en el corte y tratamiento de los ingredientes, los cuales pueden hacer que la poción se convierta en otra cosa si no se hace bien.
- ¿Qué otra cosa, profesor? – Preguntó curiosa Hermione.
- Si lo hacen mal, ni que sea por un simple paso, su poción se convertirá en una especie de espuma verdosa que irá creciendo y creciendo si no se le tira la poción que remita el efecto, la cual tengo ya preparada porque sé que alguno de ustedes se equivocará – respondió entrecerrando los ojos.
- ¿Esa espuma es peligrosa, profesor? – Volvió a preguntar Hermione.
- No, señorita Granger. ¿Se piensa que soy tan idiota como para hacer algo así?
La castaña le miró malhumorada y bajó su vista al caldero que tenía delante. Tan Snape como siempre. ¡Cómo si no le importase que ella le hubiera salvado su estúpida vida! Recordó entonces lo que le había contado Harry sobre sus recuerdos. Vale, quizá él quería morir y ella lo había fastidiado todo pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Lucius y Draco también intervinieron y seguro que a ellos no los mataba con la mirada.
- Vayan a buscar sus ingredientes y empiecen. Tienen dos horas para acabar – Dijo el mago oscuro – y recuerden que es un trabajo en pareja – y entonces miró a Neville – señor Longbottom, espero que no estropeé el trabajo.
Hermione bufó mientras recogía los materiales necesarios y se acercaba a la mesa.
- Hermione, c-creo que será mejor que cortes todo tú – tartamudeó Neville con miedo – no quiero estropear nada.
- Oh, vamos, Neville – rio la castaña – también es tu trabajo. Corta estas raíces en trozos de cinco centímetros. Eso puedes hacerlo, ¿no? – Preguntó bromista.
- Oh, eh, ah… Sí, creo que sí – respondió acobardado él cogiendo de forma temblorosa el cuchillo.
Empezaron con las instrucciones que había apuntado Snape en la pizarra, cortando todos los ingredientes y asegurándose de que las medidas eran exactas a las requeridas. Media hora después se disponían a meter los ingredientes en el caldero según el orden explicado.
- ¡Neville, no! – Chilló Hermione al ver que su compañero metía unas hierbas antes de los ojos de sapo.
Su caldero empezó a sacudirse peligrosamente mientras todos les miraban espantados. El líquido de dentro, que al principio tenía un bonito color rojo, empezó a tornarse verde y a espesarse.
- Ya lo sabía yo… – Gimió Snape desde su mesa.
La espuma del caldero empezó a crecer y crecer, tomando toda la superficie de la mesa mientras todos retrocedían asustados, hasta que Snape le tiró una poción negruzca por encima. La espuma se endureció y quedó como una piedra, dejando de aumentar al instante.
- Longbottom, Granger, cincuenta puntos menos para su casa – dijo Snape furioso.
- ¡Eso no es justo! – Aseguró Hermione.
- ¿No? ¡Pues cien puntos menos y usted, señorita, queda en detención! Esta noche la espero en mi despacho a las nueve – respondió el profesor mirándola con odio.
La castaña frunció los labios, aguantándose todo lo que quería soltar en ese instante. ¡Fantástico! ¡Extraordinario! ¡Ahora tenía que aguantarlo odiándola aún más por haberle salvado la vida!
- Se acabó la clase – anunció Snape - ¡Fuera!
Todos se levantaron y salieron pitando del aula, excepto Hermione, que seguía mirando al profesor.
- ¿No me oyó, Granger? – Preguntó Snape bajando la voz.
La castaña iba a decir algo cuando una mano le cogió del brazo y le obligó a salir.
- ¿Tú estás loca? Responderle así a Snape – suspiró Draco.
- No tiene derecho… - susurró Hermione.
- Venga, Granger, ya sabes cómo es… - le recordó el rubio mientras caminaban y le tendía la mochila a la castaña.
- Sí, y parece que el haber estado a punto de morir lo ha vuelto más imbécil aún. Estúpido murciélago…
- Vamos, Granger. No es para tanto – bromeó Draco – seguro que en cualquiera de las clases que nos quedan conseguirás doscientos puntos para tu casa.
- ¡No me importan los puntos! – Exclamó la castaña - ¿acaso va a estar tratándome así todo el resto del año? Si lo sé lo dejó morir…
- No lo hubieses hecho – sonrió Draco.
- ¿Y por qué piensas eso? – Preguntó molesta Hermione.
- Porque eres tú. Hermione Jane Granger, la leona de Gryffindor, la princesa de rojo, la que siempre ayuda, la que siempre escucha… - respondió él sincero – la que fue capaz de hacer que mi padre ignorase sus ideales y se comportase como un padre de nuevo tras mucho tiempo… - añadió en tono melancólico.
- Yo…
- Me gustó verlo así – rio el rubio – amenazándote con ponerte cara al rincón como si hablara con una niña pequeña.
Hermione hinchó los mofletes.
- Bla, bla, bla… - susurró la castaña.
Draco le dio un golpecito en el hombro.
- Vamos, anímate. Si quieres puedo hablar con Snape para que se controle un poco.
- No, déjalo. Ya veré como me defiendo solita – refunfuñó Hermione.
Iban a seguir hablando cuando se tropezaron con un grupo de chicas Slytherin liderado por la misma Pansy Parkinson.
- Oh, Draco, estás aquí con… ésta – dijo la morena en tono despectivo.
- Se llama Hermione Granger, no ésta – recordó Draco.
Pansy sonrió sin ganas. Había vuelto a la escuela y se había "reformado", pero eso no significaba que aguantase que una chica se acercase a "su" Draco, y menos la sabelotodo.
- Si, ya, como si eso me importara. ¿Vienes, Draquito? Vamos a los jardines – preguntó fingiendo inocencia.
- Lo siento, Parkinson, pero tengo cosas mejores que hacer – respondió con una inocencia igual de fingida el rubio.
- ¿Mejores? ¿Con la rata de biblioteca? – Preguntó una de las otras chicas – no sabíamos que te fueran esas cosas…
Hermione bufó y empezó a caminar.
- Te espero con los demás – anunció, aunque no sirvió de mucho ya que Malfoy apartó a las chicas y la alcanzó en pocos pasos.
- Siento eso… - se disculpó mientras se dirigían a los jardines, en donde habían quedado con Theo, Blaise, Luna y Ginny.
- Tranquilo. No es como si no estuviese curada en espantos ya – recordó la castaña mirándole.
El semblante de Draco palideció.
- Yo… Siento lo de todos estos años… Estaba muy equivo…
- Tranquilo, Draco, ya te has disculpado millón y medio de veces… Además, no te estoy recriminando nada – lo tranquilizó Hermione – y ahora será mejor que corramos si no queremos que los demás nos maten.
Llegaron corriendo a los jardines y vieron a todos ya sentados sobre una enorme manta.
- Llegáis tarde. ¿Se puede saber que hacíais? – Preguntó Ginny con clara picardía.
- Oh, Pansy y su estúpido grupito – respondió Draco – un día de estos le lanzo una maldición…
- Yo creo que ni por esas te librarías de ella – rio Hermione sentándose al lado de Luna – seguramente se convertiría en fantasma y te seguiría allá donde fueras.
- Oh, no – gimió teatralmente el rubio dejándose caer sobre la manta – entonces me mato yo.
La relación entre los muchachos se había ido fortaleciendo desde el primer día, aunque ni a Harry ni a Ron les hacía gracia que sus amigas se juntasen con ellos. Fue gracias a esa misma relación que muchos dejaron de intentar dañar a los muchachos. Si la heroína Hermione Granger se juntaba con ellos sería que su "cambio" era real.
- ¿Qué tal la clase de pociones? – Preguntó Luna.
- Oh, quita quita. No me lo recuerdes – respondió Hermione.
- Neville la ha vuelto a armar – explicó Draco - ¿se puede saber por qué no habéis venido vosotros? – Les preguntó a Blaise y Theo – Snape os va a matar.
- Yo estaba en la biblioteca y perdí la noción del tiempo – se excusó el misántropo.
- A mí me secuestró una de sexto – rio Zabini – no puede decirme nada.
- Pervertido – dijo Ginny.
- ¡Oye! Te metes conmigo porque soy negro, ¿verdad? – Lloriqueo él.
El resto del día pasó igual, entre clases y risas y algún que otro encontronazo con Slytherins que no veían bien que su "principito" se mezclase con Gryffindors o la loca de Luna.
Las horas de la comida eran más divertidas. Se la pasaban mirándose, haciéndose muecas, pasándose notitas… Provocando sorpresas, burlas y murmullos sobre todo por parte de Gryffindors y Slytherins. Incluso los profesores se quedaron más de una vez observándolos con expresión sorprendida.
Tras las clases de la tarde Hermione se retiró a la biblioteca para hacer los deberes que les habían mandado: un pergamino sobre una planta poco conocida para herbología, un ensayo para runas y el resumen de un libro para historia de la magia. Se escondió en una de las mesas del fondo e invocó los libros que necesitaba.
Finalmente acabó sus tareas y se recostó sobre la silla, frotándose los ojos con cansancio y devolviendo los libros a su sitio con un simple movimiento. Miró el reloj y casi soltó un grito. ¡Las nueve menos diez! Snape la iba a matar, seguro que en cuanto entrara por la puerta de su despacho le lanzaba un crucio o algo peor. Aunque bueno, después de los que le había lanzado Bellatrix dudaba que pudiese hacer algo que le doliera más. Se tocó la cicatriz del pecho por encima del uniforme sintiendo un escalofrío al recordar la maldición. Dolía tanto… Y dolió más al recordar como la miraban unos demacrados Malfoy mientras la torturaban, aterrados, horrorizados…
Se obligó a ponerse en pie cuando su cuerpo empezó a temblar. Debía seguir adelante, por ella, por sus padres, por sus amigos, por todos. Ignoró la necesidad masoquista de volver la vista hacia su antebrazo izquierdo y levantar la manga, para toparse con la realidad de la palabra escrita a base de cortes.
Salió de la biblioteca notando las lágrimas. ¡Mierda! No podía llorar. Después de todo lo que había pasado llorar por unas simples cicatrices era estúpido, sin importar lo que significaran.
¿Qué os ha parecido este nuevo fic? ¿Os gusta la idea de ese cambio radical por parte de los Malfoy y cia? ¿Os imagináis a Lucius regañando a Hermione por no comer? XD
Espero que os divirtáis leyendo y dejéis muchas reviews. Y para los que no me conozcan, leeros mi otro fic "aprendiendo a vivir sin magia". ¡Hasta la semana que viene! (Actualizo los lunes tanto en este como en el otro fic).
