Capitulo 1:

Una niña tonta.

El sonido de dos zapatillas resonaba presurosamente sobre la alfombra de Ichigo - sha. Ya casi era el tiempo en el que todas las alumnas debían juntarse en la cafetería para el desayuno. Y como Tsubomi sabía, aquella muchacha se quedaría en su cuarto un momento más que la mayoría de las alumnas. El sonido de sus pasos terminó justo delante de aquella puerta color caoba oscuro. Titubeó un momento, se aclaró la voz como si fuera a dar un discurso y luego sus nudillos golpetearon la madera.

— ¿Quién es?— preguntó una voz en el interior, la voz de Yaya- Sempai. Como Tsubomi esperaba, todavía no había bajado con las demás.

—Soy yo, Tsubomi. Me levanté algo tarde y pasaba para ver si te habías retrasado también. Ya sabés… como ayer—. Dijo de corrido como si fuera un discurso ensayado.

— ¿Esa es tu escusa de hoy? No tenés mucha imaginación.

— ¿Eh?— soltó Tsubomi sintiendo que se acaloraba—. No… No sé de qué me hablás, solo vengo de buena voluntad y…

La puerta se abrió repentinamente.

—Vamos, pasá.

Tsubomi obedeció, soltando un pequeño bufido de disgusto.

— ¿Todavía no terminás de vestirte? Que irresponsable…

Yaya se sentó en la cama y comenzó a ponerse sus medias largas lentamente. Tsubomi desvió la mirada de aquellos muslos sensuales. El sex appeal de Yaya la precedía en cualquier lugar que se encontrase.

— No seas molesta, Tsubomi. En primero lugar vos también te levantaste tarde… ¿o no?— Una sombra maliciosa cruzó por la sonrisa de Yaya—. ¿No es lo que habías dicho antes de entrar?

Lo sabe… Mantén la calma.

—Bu… Bueno sí pero… No… Ósea, quería ver si desayunabas bien, después de todo, sos la mejor en el coro y las demás se decepcionarían si e enfermas o algo... ¡Recordá que hoy tenemos practica, Yaya- Sempai!

Tsubomi creía entender el por qué de que Yaya tardara tanto en vestirse, supuso que a Yaya no debería agradarle la idea de bajar a la cafetería junto con Amane y Hikari, ya que El príncipe de Spica venía a buscar a su pareja puntualmente para bajar un poco antes que las demás alumnas. La responsabilidad de una Etoile es dar ejemplo.

— Eso es muy responsable de tu parte—Continuó Yaya— ¿Entonces venís a cuidarme?

Sí… ¿Te molesta?

—A… ¿Cuidarte?— Tsubomi esforzó cada partícula de su cuerpo en no quedar al descubierto—. Lo que me atraen aquí son mis responsabilidades…

—Bueno, estoy lista.

—Entonces, vamos…

Yaya caminó hacia la pequeña estudiante y tomó su mentón suavemente entre los dedos.

— ¿De verdad? ¿Querés bajar?

Tsubomi sentía como la sangre iba a su rostro.

— ¿Eh?...

—Pensé que podíamos quedarnos a solas…

Dejá de jugar conmigo…

—Basta. Quédate si querés… yo me voy a la cafetería—dicho esto la muchacha se dio la vuelta dispuesta a marcharse. Tsubomi no podía ver la sonrisa sincera que Yaya ponía al verla enfadada mientras la seguía.

—Vamos entonces.

Era así todas las mañanas, desde aquella ceremonia, el día de Tsubomi comenzaba frente aquella puerta color caoba oscuro. Más de una vez pensó en desistir pero algo en su interior la guiaba hasta aquel destino. Las caricias, tal vez… Levantó la mano y acarició su mentón con las yemas de los dedos, luego su boca.

Vamos… Dejá de pensar en ello.

Yaya rebasó a Tsubomi y, antes de pasar, pasó su mano por el fino cabello rosa de su amiga, dejándolo caer de sus dedos a medida que se adelantaba. Tsubomi se detuvo en seco, mirando a Yaya caminar, darle la espalda mientras se alejaba despreocupadamente del lugar.

¿Por qué Yaya se comportaba así? Se preguntaba Tsubomi, una y otra vez, ¿Por qué la molestaba de aquella manera? Siempre que Hikari dejaba a Yaya sola, ella disparaba aquellos juegos contra Tsubomi, la estrechaba en brazos, le besaba las mejillas, acariciaba su cabello… ¿Por qué soportaba todo aquello entonces? Ni ella misma tenía esa respuesta, solo temía, en el fondo de su corazón, que ella no era a la que Yaya tenía en brazos cuando la tocaba… Sacudió esas imágenes con un movimiento de cabeza, tratando de borrarlas.

Intentó darle un principio a esa cadena de sucesos que la habían llevado a pensar eso. Sin duda todo comenzó en aquella noche, hace unas semanas, cuando Nagisa y Tamao las habían invitado a todas a una fiesta de té nocturna, habían pasado dos días desde el evento de Elección de Etoile.

La noche era cálida como la mayoría en el verano de un cielo estrellado. Las chicas coordinaron en ir todas por separado y en diferentes horarios para no despertar sospechas, sabían que la prefecta hacía guardia nocturna y ninguna tenía ganas de limpiar aquellas sucias escaleras otra vez.

Chiyo se encontró con Tsubomi en un rincón del pasillo y llegaron primero. Nagisa y Tamao las saludaron a todas como si no las hubieran visto en años. Se veía algo nuevo en sus miradas, el fantasma del cambio las había visitado a todas, rastros de sentimientos sin borrar.

— ¿Y Yaya y Hikari - sempai?—preguntó Chiyo, adelantándose a Tsubomi.

—No deben tardar en llegar— Soltó Tamao— Tomemos asiento el té estará listo en un momento.

Mientras tomaban sus lugares alrededor de la pequeña mesa Tsubomi no tardó en notar que Tamao era de alguna manera más cariñosa que de costumbre y Nagisa no se despegaba tanto de ella, a veces cuando Tamao hablaba, Nagisa se quedaba mirándola por un largo lapsus de tiempo como si hubiese hecho algo indebido a espaldas de su amiga.

—Espero no haber convocado esta fiesta demasiado pronto— susurró Nagisa con un semblante vacío.

—No, no te preocupes Nagisa – Sempai —Agregó Chiyo animada, con su dulce rostro de niña en apuros—. En realidad yo también quería verlas a todas.

— ¡Es cierto, yo también!— Exclamó Tsubomi. Chiyo la miró—. Eh… Bueno… alguien tiene que vigilar el comportamiento de todas.

— ¿Lo ves, Nagisa?— dijo Tamao en un gesto dulce, posando su mano en el hombro de su amiga—. Te lo dije…

Un débil golpeteo se escuchó desde la puerta.

— ¡Yo voy!

Chiyo trotó hacia la puerta y la abrió levemente descubriendo a Yaya y a Hikari vestidas de camisón, el primero blanco, el segundo, amarillo canario. Las dos con cara de haber tenido una buena semana. A Nagisa le brillaron los ojos de alegría. La fiesta de té podía comenzar

Cada una tomó asiento, Yaya entre Tsubomi y Hikari Y Nagisa entre Tamao y, por último, Chiyo, quien aprovechó a servir el líquido en las pequeñas tazas rosas.

—Es bueno verlas a todas otra vez juntas—comentó Hikari mientras tomaba la taza entre sus dedos. Estaba radiante, como si hubiera tenido la mejor semana de su vida. Todas adivinaban el por qué.

—Me pregunto si es bueno retener a una Etoile a estas horas de la noche—Bromeó Tamao mientras miraba la rubia pícaramente.

—Es lo mismo que le dije yo—siguió Yaya—. Se siente como si hiciéramos algo ilegal.

Hikari se encogió de hombros tímidamente. Todas rieron.

—Por cierto, Yaya, no recuerdo haberte visto en toda la ceremonia— dijo Nagisa como al pasar.

Tsubomi casi escupió lo que estaba tomando. Le dirigió una rápida mirada a la pelirroja. Hikari calló en seco y dirigió sus ojos hacia el rostro de Yaya. Sin embargo, Yaya se dedicó a tomar su té hasta el fondo y luego, dejando la taza en la mesa con lentitud dijo:

—Lo siento, mucho. Una "niña tonta" se sentía sola y tuve que acompañarla.

Un escalofrío recorrió la espalda de Tsubomi.

¡¿Una qué?!

— ¿Una niña tonta?— repitió Nagisa como si Yaya hubiera hablado en algún otro idioma.

—Es muy molesto de explicar pero… espero que esa "niña tonta" me visite otra vez…— Todas quedaron en silencio, no entendían a lo que Yaya se refería, al mismo tiempo que, misteriosamente, las mejillas de Tsubomi parecían adoptar el color de un tomate—. Los siento… No me hagan caso, por cierto, Nagisa ¿Cómo van las cosas con Shizuma?

Chiyo y Tamao se sintieron sacudidas.

—Eh… Bueno… Bien, muy bien. Gracias por preguntar— balbuceó Nagisa mientras sus mejillas tomaban el color de su cabello.

—Sin embargo…— aventuró Tamao tomando a la pelirroja por la cintura—. Mientras Nagisa se encuentre en los dominios de mi cuarto, será totalmente mía…

— ¡Tamao!...

Las risas recorrieron la mesa una vez más.

—Tsubomi… ¿Pasa algo?— inquirió Chiyo.

— ¿Eh?... No, nada…—Mintió mientras quitaba su mirada fija en el té.

— ¿Segura? Generalmente molestas más…— agregó Yaya. Tsubomi no pudo evitar buscar algo en su mirada.

—Estoy segura… es que…—Extendió bruscamente el brazo hasta el plato de galletitas — Tenía ganas de probar una…

—Ah…las hice yo…espero estén bien— dijo Nagisa con timidez.

—No te preocupes, Nagisa– Sempai.

Ahí debe haber empezado todo, pensó Tsubomi mientras desayunaba en la cafetería. Aquella noche, cuando la fiesta de té había terminado y el momento de visitar la almohada había dado comienzo, Tsubomi no había podido dormir sin darle vueltas a su mente aquella frase: "Espero que esa niña tonta me visite otra vez…" ¿Lo habría dicho enserio o solo era una de las tantas bromas que había sufrido de aquella morocha? La imagen calmada de Yaya mientras lo decía…

¿Por qué pienso tanto en ello?

—No soy una niña tonta…—fue lo último que dijo Tsubomi antes de cerrar sus ojos.

Al día siguiente, la peli rosa se sintió tentada de pasar frente a aquella habitación, no para tocar la puerta sino… solo pasar por ahí, pero justo antes de doblar la esquina del pasillo, algo que sus ojos divisaron hicieron que se quedara ahí oculta. Amane y Hikari se encontraban ahí, frente a la puerta de la habitación de Yaya, mirando hacia el interior. Tsubomi agudizó el oído para escuchar.

—… ¿Entonces no vienes Yaya?—preguntó Hikari mientras los dedos de su mano se entrelazaban con los de Amane.

—No… ni de broma. Es demasiado temprano— exclamó la voz de Yaya desde dentro—. Yo las alcanzaré en unos minutos.

En el momento en que Amane y Hikari desaparecieron de vista, Tsubomi se paró en frente de la puerta, dudando en si debía tocar o no. Apretó los parpados, blanqueó su mente y llamó a la puerta. Se abrió casi al instante.

—Hikari, te dije que… ¿Tsubomi?

—Ah… ¡Hola!

— ¿Vienes a molestar tan temprano?

— ¿¡Molestar!?— repitió Tsubomi, dolida.

— ¿Vas a pasar o no?

Tsubomi titubeó y luego, soltando un suspiro de indignación, siguió a Yaya hacia adentro de la habitación. La morocha se sentó frente al espejo y comenzó a peinar su cabello. Tsubomi la miró en silencio por un momento, observando cómo se laceaba aquel largo cabello oscuro.

— ¿Qué se te ofrece?

— ¡Nada, nada!

— ¿Entonces para que viniste?

Tsubomi pensó en contestar, "porque vos me lo ofreciste". Pero decidió callar. Ya tenía la imagen de Yaya riéndose en su cara por haberse tomado el comentario de esa noche enserio. Decidió cambiar de tema.

—Yaya- sempai…

—Dime.

— ¿Porque no bajaste con Hikari y Amane?—Hubo una breve pausa— ¿Yaya-Sempai?

— Por nada…

Yaya se quedó inmóvil por un momento, con el peine elevado a unos centímetros de su cabello. Tsubomi se dio cuenta de que había metido la pata de alguna forma. Pasaron unos eternos segundos, y luego con los ojos ocultos bajo los mechones de su cabello negro, dejó el peine sobre la mesa.

—Dime una cosa Tsubomi.

— ¿Qué cosa?

— ¿Crees que las cosas volverán a ser como antes algún día?

¿Se refiere a Hikari?, pensó Tsubomi mientras intentaba encontrar alguna respuesta.

—No… No lo sé… pero…

— ¿Pero?

—Bueno… siempre hay una niña tonta que puede consolarte.

Yaya soltó una lánguida carcajada.

—Tsubomi…

— ¿Ahora qué?

—Acércate…

Tsubomi se colocó al lado de Yaya mientras ella bajaba las manos y las dejaba sobre sus muslos.

— ¿Qué pasa?

La morocha tomó la cintura de Tsubomi bruscamente y la sentó sobre sus piernas, abrazándola de la cintura para que no pudiera levantarse.

— ¡Wahhh! Yaya, ¡Suéltame!—Exclamó la muchacha mientras intentaba zafarse.

Yaya la abrazó casi con ternura mientras la callaba como si Tsubomi fuera un bebé refunfuñando.

—Shhh… Tranquila…

— ¡No!

De pronto, los ojos de Tsubomi se cruzaron con los de Yaya. ¿Está llorando? No… le pareció verlo pero sus ojos estaban húmedos como si fuera a hacerlo.

—Muchas gracias, Tsubomi.

En unos segundos Tsubomi sintió aquellas manos tomarla con cariño por su pequeña cintura. Se quedó inmóvil mientras Yaya posaba gentilmente su frente sobre su mejilla. Mechones rosas y negros entrelazados como dos sabores de helado. Tsubomi no se atrevió a preguntarle el por qué… solo se quedó ahí con ella mientras las manos de su Sempai la abrazaban con gentileza, en silencio.

Ahí se inició todo, desde ese día, Tsubomi no había podido comenzar en la mañana sin pasar por aquella puerta para consolar a Yaya, sin jamás preguntar. Tenía miedo de saber, miedo de la respuesta que se pudiera escapar de los labios de su sempai pero, al pasar los días esa pequeña fisura de vacío en su corazón fue agrandándose con cada gesto de cariño, con cada rose. Hasta que las dudas de Tsubomi se disiparon… la estaban usando como un consuelo y sin embargo se había enamorado. La imagen de aquella Yaya en la fiesta de té llegó a su cabeza. Tsubomi sonrió con un dejo de tristeza, parece que después de todo si era una niña tonta, pensó.