Iba caminando hacia el santuario guiando a la chica sin recuerdos, cuando de repente lo sintió. Su corazón se detuvo, se quebró en mil pedazos, lo único que pudo hacer fue tomar su pecho, sintiendo un dolor desgarrador: los cosmos de los doce caballeros dorados se habían maximizado para luego explotar y no sentirse más.

Contuvo las lágrimas, apretó los labios, sintió como los gritos se ahogaban en su garganta. Quería huir pero debía terminar su misión: llevar a la hermana de Seiya al Santuario.

Trató de recobrar el aire, de recoger sus pedazos, de seguir adelante. Era una amazona, una guerrera de las más fuertes, más estrategas, más pensantes… no podía mostrar debilidad. "Dejarse llevar por los sentimientos no es propio de una guerrera al servicio de Athena" pensó para sí misma. Suspiro pesado y profundo y siguió su camino. No supo si camino minutos u horas, puesto que se le hizo eterno el recorrido mientras trataba de hacerse a la idea: ya no estaría más, no lo vería más, no la haría reír más.

Aioria se había ido, su paso por este mundo se había hecho fugaz. Pensó en menor proporción en los once caballeros restantes, los que había tratado y los que no, los buenos y los que se habían descarrilado.

-Shaina- pensó con preocupación cuando recordó al escorpión. Aceleró su paso haciendo trastabillar a la chica que compartía su silencio aunque ajena a lo que ocurría. Finalmente, llegó al recinto sagrado.

Kiki había sentido su presencia aproximándose y fue a su encuentro. El niño con los ojos llorosos se acerca –Marín acaso tú…-

-¿También lo sentiste?… Pregunta ella mientras el niño empieza a llorar con amargura.

-No, Marín, no puede ser- gritó el pequeño- ¿entonces mi maestro Mu está…? no pudo terminar la frase.

La chica solo asintió. Con la protección de la máscara ocultó su gesto de dolor y las lágrimas que querían brotar al tiempo con las del chiquillo.

-Así es pequeño- dio acariciando maternalmente su cabello como lo hizo con Seiya tantas veces- Mu, Milo, Aioria, Shaka, Dohko… los doce han sacrificado sus vidas en esta cruel batalla. El niño se aferra a la cintura de Marín y esconde su rostro en su abdomen. Llora desconsoladamente, mientras ella solo atina a colocarse a su altura y abrazarlo. –Desahógate pequeño, llora todo lo que quieras. Sé cuanto apreciabas a tu maestro y sus amigos.- Ella quería hacer lo mismo pero no podía. No, más que otra cosa no debía. Mostrar flaqueza no era una opción.

Cuando el chico se calmó, miró a la chica junto a Marín, no era una amazona, no era griega. – ¿Y ella quién es? Preguntó curioso.

-Es Seika.- respondió calmadamente. El niño abrió sus grandes ojos. –La hermana de Seiya. ¿Pero cómo, Marín, dónde?

-Ya habrá tiempo para explicaciones. ¿Puedes cuidarla por mí, por favor? Necesito ver a Shaina.- No le dio tiempo de contestar cuando ella salió corriendo. Busco a la que ahora era su amiga y la encontró en compañía de los cinco caballeros de bronce que resguardaban el santuario.

-Shaina.- Trató de buscar algún indicio de dolor pero el frío metal de la máscara no permitía ver reacción alguna.

-Marín- respondió neutralmente la peliverde- ¿Se puede saber en dónde diablos has estado? Pregunto secamente y con tono de enojo

-Estaba en una misión- respondió de tono tajante.

-¿Que puede ser más importante que permanecer en el santuario en este momento? Bufó la cobra.

-Athena me encomendó una misión- respondió Marín de mala gana. La actitud de su antigua enemiga la confundía. En verdad estaba molesta o sólo trataba de ocultar su dolor como lo estaba haciendo ella.

Shaina le dio la espalda, impartió algunas órdenes a Geki, Ichi y Jabú y le pidió a Nachi y Ban que estuvieran pendientes de Kiki. Avanzó varios pasos y sin voltear a verla le hizo una señal con la mano a Marín para que la acompañara. Había avanzado suficiente como para hacerla correr. La pelirroja la alcanzó y caminó a su lado. El silencio reinaba a su alrededor.

Caminaron hasta un punto donde se divisaban las doce casas. Se detuvieron y observaron frente a ellas las ruinas que habían dejado los combates entre santos, "traidores" y espectros. Sintieron el frío de la muerte que se había llevado a sus amigos y a su diosa. Shaina se retiró la máscara dejando ver al fin los ojos aguados. –Lo sentiste. ¿Tú también lo sentiste Marín?- dijo mientras caía de rodillas. La fuerte y amenazante guerrera se había desplomado. Empezó a llorar con dolor, al tiempo que cerraba los puños apretándolos con verdadera rabia.

-Se han ido Marín, se han ido- sollozó. La pelirroja se puso a su altura y la abrazó. Las guerreras más fuertes de todo el santuario se habían desmoronado como caliza. En ese momento no eran amazonas, eran mujeres llorando a sus amigos, compañeros, maestros y sobre todo a los hombres que habían amado. Shaina respondió al abrazo del águila con otro, clavó sus dedos en la piel de la espalda tratando de soltar todo ese dolor que le desgarraba.

-¿Por qué Marín? ¿Por qué?

-No lo sé- la chica tampoco conocía la respuesta. Sólo sabía que ella estaba destrozada. Después de cambiar las peleas por amistad y complicidad, Marín había observado cómo se daba el amor entre la cobra y el escorpión.

**Escena retrospectiva**

Shaina llegó a la cabaña de Marín y azota la puerta.

-Maldito bicho rastrero como lo odio- gritó al tiempo que pataleaba como niña pequeña.

Marín estaba recostada sobre su cama leyendo una revista. Sin siquiera voltear a ver a la otra mujer preguntó – ¿Y ahora que te hizo?-

-Pues, tenía que ir a la cámara del patriarca y no me quería dejar pasar por su casa. Que si quería pasar tenía que ir por los pasillos subterráneos.

-¿Y...? refutó la pelirroja

-Que esos lugares están llenos de telarañas y bichos y huelen inmundo… asco pasar por ahí

-Ajá ...

-Después de mucho pensarlo, el descarado me dijo que me dejaría pasar pero tenía que escoger entre dos opciones: Vencerlo en un duelo o darle un beso.

-Y tú como guerrera fuerte e independiente trataste de vencerlo, eso lo sé.

Shaina calló por un momento… -Pues… ¡no!

Marín por fin volteó a verla - ¿Qué diablos estás diciendo?

-Pues que le dije que le daría el beso, pero sólo en la mejilla y si se cubría los ojos… tú no sabes cómo duelen esas agujas escarlata y eso que sólo me aplicó tres la última vez que quise pasar por esa casa…

Marín se cruzó de brazos esperando una explicación. –Te escucho-

La cobra jugaba con sus dedos… -Entonces me quité mi mascada, le cubrí los ojos…retiré mi máscara…

Marín ya estaba intrigada con tanto jugueteo, Shaina nunca había tomado tanto tiempo para explicar algo – ¡Ya dilo por los dioses!

-Bueno, me acerque a su mejilla a darle el famoso beso y cuando estaba a punto de llegar a su mejilla, él se dio la vuelta, me tomó el rostro entre sus manos y terminé dándole el beso en la boca.

Marín abrió sus ojos, no daba crédito a lo que estaba escuchando -¿Qué, qué? Me imaginó que opusiste resistencia.

Inconscientemente Shaina con la mirada hacia la nada, acercaba sus dedos delicadamente a sus labios como añorando el momento. –Si claro amiga, yo me opuse y lo golpeé pero tú sabes que él es mucho más fuerte que yo.

-Caíste en sus redes- le dijo Marín sacándola del trance.

Shaina se dejó caer sobre la cama al lado de Marín – ¿Cómo se te ocurre? Quién podría fijarse en ese latoso, pesado, egoísta, egocéntrico, fastidioso, molesto bicho con actitud de don Juan, sonrisa coqueta, mirada azul seductora y ese cuerpazo regalo de los dioses. Maldito es tan… sexy…- dijo pasándose rápidamente las manos por la cara.

Marín sólo la observaba y le terminó estrellando la revista en la cara. –Ouch… eso dolió- refuto la peliverde

-¿Y el matrimonio para cuando?- Está vez fue Shaina la que golpeó a Marín.

-Tonta, no te burles. Ya quiero verte cuando el gato te diga algo.

-¿Quién?- Preguntó extrañada el águila

Shaina viró los ojos –el gato… pues Aioria…- Marín soltó una carcajada. –Ay Marín, no me vengas con esa risita. Ustedes dos se gustan desde hace mucho, que se hagan los desinteresados es otra cosa.-

Marín abrió la boca para contestar algo, pero prefirió guardar silencio. Dentro de todo Shaina tenía razón. No podía negar que sólo escuchar su nombre, o sentir su presencia cerca le hacía erizar la piel y acelerar su corazón. La cuestión era que como buena guerrera y maestra de aspirantes a santos debía respetar las normas del santuario.

El águila negó con la cabeza –No, las leyes del santuario se deben respetar.

-¿Sabes que es lo mejor de las leyes? Romperlas- dijo la peliverde sentándose al lado de su amiga- Marín deja de ser tan ñoña o ¿acaso quieres que se muera el gato sin que sepa lo que sientes por él?

Marín lo pensó para responderle – Pues… él tampoco me ha dicho nada. No veo porque yo debería decirle algo. Tampoco estoy segura que él sienta algo por mí.-

Shaina se dejó caer sobre la almohada y empieza a maldecir. –Ustedes son tan tontos… tantos años venerándose y adorándose el uno al otro y por esas estúpidas reglas no se van a decir nada.-

Marín calló. Su sentido de la responsabilidad era mayor al del amor. Además. Aioria ya había tenido suficiente siendo llamado injustamente por tantos años "el hermano del traidor". Romper las reglas no era una opción para él. Se alegraba por su amiga, pero tal vez el de ella sería un amor en silencio y no correspondido.

-Marín no me regañes, pero ahora te contaré la mejor parte… me invitó a cenar- chilló emocionada.

**Fin flashback**

Y dentro de todo, su amiga había tenido razón. Ella al menos pudo disfrutar de su relación con Milo, y aunque lo calificaba como un noviazgo apasionado, siempre afirmaba que entre ella y el escorpión no había existido intimidad. Por lo menos tuvo el sabor y candor de sus besos, sus caricias, se sintió protegida en sus fuertes brazos. El amor de Marín había sido silencioso, callado, secreto, pero a la vez tan grande que había sentido que le arrancaban el alma del cuerpo cuando sintió el cosmo de Aioria desfallecer.

El mayor contacto físico que recordaba con él fue cuando la salvó de un entrenamiento con su ahora amiga. La recibió evitando que cayera a causa de sus heridas y la abrazó con su cosmo para ayudar a curarla. El calor de su cuerpo, el tibio cosmo y los sonidos en el pecho del corazón del caballero se apoderaron de su ser. El embriagante aroma de su piel se clavó en su memoria sabiendo que tal vez nunca la tendría. Ese día, esos minutos que sus brazos la rodearon se convirtieron en el mayor recuerdo que guardaría en su mente, alma, corazón y piel. Aioria era un gran hombre, un guerrero valiente, un gran amigo, un cómplice… pero de ahora en adelante sólo sería un recuerdo.

La noche llegó sombría, silenciosa con un aire a sufrimiento. Las amazonas se quedaron de guardia para calmar el dolor, para evitar caer presas de las lágrimas, para no llorar más por aquellos que habían partido. Debían ser fuertes como homenaje a los guerreros caídos.

La mañana llegó y el eclipse avanzaba. Marín y Shaina habían permanecido en pie toda la noche. Cambiaron de guardia con Jabú e Ichi y se dirigieron a descansar o por lo menos a intentarlo. Caminaron hasta que llegaron a la cabaña del águila. –Marín, ¿quieres que te acompañe?- La pelirroja asintió. Las dos mujeres entraron y Shaina se sentó en el borde de la cama, mientras Marín le alcanzaba un pijama y sacaba otra para ella. Se retiraron las máscaras, vistieron las prendas y se recostó sobre la cama. Marín se acercó a la pequeña cocina, colocó algo de agua a hervir y sacó dos bolsitas de té. Las sirvió y acercó una a su amiga. La tomó con ambas manos y la probó. –Manzanilla, la favorita de Milo- su rostro obscureció. –Menta, la de Aioria- dijo tratando de esbozar una sonrisa.- No nos queda más que los recuerdos y ser fuertes por ellos. El silencio inundó la habitación y trataron de conciliar el sueño…finalmente el cansancio ganó.

No llevaban más de un par de horas dormidas cuando lo sintieron a lo lejos.

Las mujeres quedaron sentadas en la cama, cruzaron sus miradas. –Marín…- musitó la peliverde. –No es posible Shaina, ellos…- El fuerte cosmo de los caballeros dorados se había encendido de nuevo, fuerte, brillante, poderoso. Podía sentirse hacía el norte.

-¿Asgard? ¿Qué están haciendo allá?- preguntó confundida Shaina.

Se levantaron sin más y vistieron rápidamente sus ropas de combate. Se dirigieron al punto de reunión con los caballeros de bronce. Allí se encontraban los cinco chicos y algunos otros guardias quienes habían sentido el renacer de los dorados. Todos hablaban al tiempo, manoteaban, suponían hasta que Shaina los tranquilizó. –Estamos reunidos aquí porque creo que todos tuvimos la misma sensación. Al parecer los caballeros dorados han revivido pero no lo hicieron en el santuario, sino al norte del continente. Debemos estar alertas por si apresuran su llegada pronto. Por el momento, todos a sus posiciones e informen cualquier novedad.- Los guardias empezaron a caminar para regresar a sus puestos

-¿Shaina qué haremos? Preguntó Jabú, quien se quedó con sus compañeros de bronce.

-Esperar. No podemos hacer más- dijo bajando el tono de la voz.

Marín la siguió con la mirada y empezó a caminar junto a ella. – ¿Lo dices en serio?- la cuestionó- ¿Sólo nos quedaremos acá a esperar si llegan?

Shaina miró sobre su hombro y vio alejarse a los 5 muchachos. Se detuvo frente a Marín y viendo que no estuviera nadie más a su alrededor se retiró la máscara. De nuevo su mirada estaba nublada por las lágrimas –¿Y qué podemos hacer Marín, salir corriendo para ver cómo están? No sabemos porque revivieron allá, pero como tú misma dices nuestro deber como caballeros y amazonas es permanecer en el santuario. No tenemos otra opción. No hay más personal para defender el santuario o darles la bienvenida cuando lleguen ellos o los de bronce que están con Athena en el inframundo. Sólo podemos esperar.- Se coloca de nuevo la máscara y sigue su camino.

Los días siguientes son duros, eternos. No hay rastros de los dorados ni de los caballeros que están en el Inframundo. Marín por fin presenta a Seika a sus compañeros revelando la misión que le había encomendado Athena. Cuenta como la chica perdió la memoria buscando a su hermano y fue acogida por un hombre de Rodorio que la encontró y la cuidó. En ese momento, la chica advierte tener un dolor que le atraviesa el cuerpo. Una voz de ultratumba amenaza con terminar la vida de la chica: es Thanatos el dios de la muerte desde los campos eliseos. Kiki advierte un rayo que va directamente sobre la chica. Los caballeros y amazonas presentes la defienden de los ataques a distancia rodeándola. Reciben varios golpes, pero el ataque finalmente cesa. Los cosmos de los chicos dan ánimo a Seiya para proseguir la batalla.

Se levantan heridos, pero felices de saber que sus amigos aún se encuentran con vida y siguen luchando por la paz. Sin embargo, no todo es tranquilidad ya que los cosmos de los caballeros dorados siguen en Asgard y han sentido como algunos de sus cosmos han disminuido considerablemente: Afrodita, Milo, Aldebaran, Death Mask… otros han fluctuado como el de Shaka, Saga, Camus, Aioria… Aioria… aún lejos no podía salir de la cabeza y el corazón de la amazona del águila.

Casi se había completado una semana desde que sintieron que los caballeros dorados estaban de nuevo con vida. De repente, sintieron revivir esos mismos cosmos como nunca, luchar contra algo más poderoso que ellos mismos y así como habían regresado, de repente todo se volvía a apagar.

La batalla de los Campos Elíseos también había terminado. Athena regresaba con los triunfantes caballeros de bronce investidos ahora por las armaduras divinas, pero con un herido Seiya en sus brazos. Athena, ahora Saori, decide cuidar a Seiya, alejarse del santuario y permitirles a sus caballeros vivir una vida tranquila como la de cualquier humano.

Shiryu fue a Cinco Picos a su encuentro con Shunrei, Hyoga partió a Siberia, Ikki permaneció unos días con su hermano antes de desaparecer, Shun se quedó en la mansión. De repente, la paz terminó. Artemisa la diosa de la luna y Apolo el dios del sol, llegaron a reclamar las vidas de los santos de bronce que habían levantado sus manos contra los dioses. En castigo a los caballeros dorados, encerraron sus almas en un pilar frente a los ojos de todos en el santuario para recordar lo que podía ocurrirles si se llegaban a revelar. Otra batalla tuvo lugar. Aunque Athena intentó sacrificar su vida para evitar la muerte y destrucción de la tierra, los caballeros ahora legendarios llegaron en su ayuda. Para tristeza de Marín, uno de los protectores de Artemisa era su hermano Touma o Icaro como prefirió llamarse, quien había renunciado a su humanidad para defender los ideales de la diosa y terminó muriendo en sus brazos.

Seiya se enfrentó a los dos dioses logrando golpear a Apolo y cuando éste iba a impartir su castigo haciendo que olvidaran quienes eran y cuál era su misión en la tierra, el padre de todo apareció.

Zeus imponente, cayó como un rayo que inundó todas las esquinas del mundo. Los presentes se arrodillaron ante él.

-¡Alto! ¡Detente Apolo! ¿Qué crees que estás haciendo?

-Pe.. pero padre de todo, estos mortales han ofendido a los dioses del Olimpo... Yo sólo quería castigarlos- respondió tartamudeando.

-Silencio. ¿Acaso pasaras por encima de mí para tomar decisiones?

-Nunca gran Zeus- dijo mientras se hincaba en una rodilla temeroso.

-Después de ver los últimos sucesos he tomado una decisión.

Todos los presentes aguardaron las palabras del dios del trueno.

-He visto a mis hijos enfrentarse por el poder, por el dominio de esta tierra. Los he visto atentar contra sus habitantes con inundaciones, terremotos, eclipses. Y también he visto como perecen los valientes guerreros que han sido reclutados para sus ejércitos. ¿Quién les dio a ustedes –señala a Athena, Artemisa y Apolo- que les permitiría jugar con las vidas de aquellos que juraron protegerles?

Mi decisión es que a partir de este momento declaro que todos los guerreros que han fallecido o resultado heridos en guerras en nombre de sus dioses deben revivir. Santuario, Inframundo, Asgard, Templo del Mar, prepárense para recibir a sus guerreros caídos como los héroes que son. La paz reinará en todos los templos y aquel dios que insinúe el inicio de una nueva guerra será desterrado del Olimpo y de estos mundos. He dicho.

Apolo y Artemisa enojados al no cumplir su objetivo se retiran de nuevo al Olimpo. Athena agradece al padre de todo antes de retirarse prometiendo cumplir su orden.

El júbilo es total en el santuario y en el mundo. Kiki, Shaina y Marín se abrazan entre sí.

-Ves pequeño, volverás a ver a tu maestro- dice Shaina mientras el pequeño se limpia las lágrimas con el dorso de la mano.

-No sólo mi maestro, todos los caballeros. Estoy tan feliz- dijo el niño que salió corriendo a celebrar la noticia con Jabú y los otros.

Las amazonas soltaron el abrazo. –Escuchaste Marín. Regresarán.- grito emocionada Shaina mientras sostenía los brazos de la pelirroja.

Las máscaras ocultaban la emoción de las chicas pero sus corazones latían con más fuerza que antes, incluso algunas lágrimas rodaron por sus mejillas.

Marín soltó a su amiga y miro al horizonte. Estaba feliz, tenía la esperanza que volvería a verlo.

Ahora solo una cosa, solo una persona ocupaba su mente… Aioria.