Disclaimer: Ningún personaje me pertenece. Todos son propiedad de DreamWorks con William Joyce y Cressida Cowell. Esta historia es mía, escrita sin fines de lucro.
Atención: Esto es Slash/Yaoi/BL/etc. Si te disgusta, abandona esta página y busca algo de tu agrado. Gracias~
Advertencia: Muerte de los personajes.
AU: Se sitúa en la secuela de Cómo entrenar a tu dragón, justo cuando Toothless está bajo el trance del Alpha. Si aún no has visto la película, ¡lee bajo tu propio riesgo o abandona la página y vuelve en otro momento! ¡Gracias!
Sepulcro de hielo
Prólogo
Muchos dicen que el otoño es un andante melancólico. ¿Cómo saber, entonces, si realmente planea seguir viviendo? Perece cada estación, desterrando todo aquello que lo demás cultivó; dejando caer las hojas.
—Frente a esto… Tu. Eres. Nada.
Sus ojos verdes vieron el camino que hizo la lanza, hasta poder diferenciar lo que era ser perseguido a ser encontrado. El cómo el mayor lo veía, sin importarle siquiera que tuviese la intención de matarlo. Iba a matarlo, con o sin dragón. ¿Le podría decir? Que recientemente había encontrado a su madre, que su relación con su padre era memorable, que sus amigos nunca lo dejaban solo, que por fin podía decir que con esfuerzo había logrado el honor de llamar a Astrid como su novia. ¿Lo escucharía? No significaba nada pero para él lo era todo. Era su todo. ¿Se burlaría? No le importaba, mientras pudiese decirlo.
La lanza apuntaba a su pecho, y apenas logró ver cómo el Alpha respondía. Ahora tenía a su mejor amigo frente a sus ojos, viéndolo con aquellos ojos extraños con los cuales lo había conocido. La pupila afilada cual felino al acecho; intranquilo y absorto. Estiró su mano hacia adelante, retrocediendo un paso cuando lo vio acercarse. Pese a todo, quien lo veía era Toothless, mas la razón le decía que no lo era realmente.
—Eh, Toothless… ¿Qué fue lo que te dijo? —Su voz tembló, viéndolo en un intento de no demostrarse cuán amedrentado podría estar. Temor por perderlo.
Su padre corría sobre las estacas de hielo sólido clavadas en el suelo, viendo la escena desde una altura formidable, apresurándose en llegar. El ambiente se sentía tan frío y seco que era casi imposible aceptar que no pasaría algo. Porque incluso los jadeos que provenían de la mujer, como vaho desesperado, indicaban la condena. El humo negro se extendía por los cielos.
—¡Toothless! —continuó retrocediendo, intentando de alguna forma que volviese a entrar en razón—. Por favor, ¿qué te pasa, amigo? —escuchó el rugido y levantó la mirada hacia el Alpha, el cual endureció la mirada, incitando a que la furia de las noches se acercase definitivamente a él—. ¡No, no, no! Espera, ¿qué haces? ¡Ya basta! —jadeó, siendo inconsciente de cómo lo veía el reptil. El Night Fury parecía no querer despertar—. ¡Espera! ¡Reacciona Toothless!
El jefe de Berk lanzó su hacha hacia las sogas que sujetaban una columna de madera, logrando que ésta cayera a favor a su andar veloz. Se subió a ella y corrió por sobre la misma, saltando hacia la nada.
—Toothless… —el castaño giró la mirada hacia atrás, topándose con el mismo hielo que le impedía retroceder aún más—. ¡Toothless, no! ¡Toothless!
Drago dio una última mirada antes de girarse y caminar hacia el dragón más grande.
La espeluznante mirada que recibía y veía, al mismo tiempo, de su dragón oscuro era simplemente desesperante. Sentía su corazón latir de una forma descomunal, el frío y el calor profanando su cuerpo a medida que las patas de la criatura daban un paso más hacia él. Alas en alto, ojos filosos, boca entreabierta, dando a ver la hilera de dientes que contrariaba el nombre que él le había dado. Aquel nombre que lo había divertido tanto cuando lo había comenzado a entrenar. Cuando ambos eran tan sólo niños.
Un último gruñido llegó a sus oídos y lo único que hizo fue gritar.
—¡No!
Su padre corría, el Alpha observaba intimidante, y el carecía de esperanza.
—¡Hiccup!
—¡No! —su expresión de espanto hizo presencia, justo cuando vio la boca del animal abrirse hacia él, y la luz morada formándose en su garganta—. ¡Nooooooo!
—¡Hiccup!
Se giró rápidamente a ver a su padre acercarse, jadeando a último suspiro—. ¡Papá, no!
El estallido enmudeció el terreno, siendo Valka la que se detuvo en seco a mitad de camino, exhalando el poco aire que le quedaba y abriendo sus ojos sin contención. Casi al instante emprendió una corrida mucho más apresurada.
Drago se detuvo una vez más, parpadeando ante el silencio, girándose para ver qué era lo que se encontraba regado entre los escombros de hielo. Una sonrisa torcida hizo aparición, musitando un tenue "Ups" antes de voltearse una vez más a irse de allí.
La respiración intranquila movía y levantaba el polvo del suelo, causando que cerrase sus ojos debido a la molestia. Aún podía escuchar el retumbar del estruendoso sonido que había sido expuesto. El dragón no se movía de su lugar, manteniendo la mandíbula baja y las pupilas finas, junto a una respiración que movía su cuerpo entero. Fue necesario abrir sus ojos claros una vez más para ver sus manos contra el suelo. El frío era lo de menos.
Levantó lentamente la mirada, sintiendo sus oídos zumbar punzantes, y procuró inútilmente de que lo que vio a continuación no le causara una quebradura imperdonable. ¿Cómo retenerlo? El cuerpo inmóvil yacía a no mucha distancia de él, tan sólo pocos metros, cubierto por medianos bloques de hielo, empapando así su hombreras. Sus pupilas se dilataron y contuvo el aliento, de tal manera que de no respirar hubiese muerto en ese momento.
—¡Hiccup! ¡Hijo!
Tan rápido como se levantó, corrió hacia él. El esbelto cuerpo, comparado al suyo, no presentaba movimiento o amago de hacerlo siquiera. La desesperación lo llevó a levantar los bloques y arrojarlos lejos. Lo sostuvo entre sus brazos, observando cómo las hebras oscuras se mecían hasta caer hacia atrás, dejando al descubierto su rostro ahora dormido. Val no tardó en llegar a la zona, quedándose de pie a tan sólo pasos de ellos dos. La mirada destrozada de Stoick pudo haberle dicho todo, pero necesitó acercarse para cerciorarse de no estar viviendo un sueño. Una pesadilla.
El jefe se quitó el yelmo y apretó su oído contra el pecho de su hijo; nada. El vacío mismo, un hueco profundo sin retorno.
—Se ha ido…
El sollozo quemó los ojos de la mujer, que cubrió sus labios con ambas manos y se sumió en la pena misma; llorar nunca se había sentido tan necesario. Terminó la distancia que le quedaba y cayó al suelo de rodillas del lado opuesto al cuerpo ahora inerte del muchacho, envolviéndolo en sus brazos cuando el llanto fue tan audible que el furia nocturna amplió sus pupilas y retomó su acostumbrada apariencia. Sus orbes tan particulares observaron confundidos a las personas que tenía delante y a su mejor amigo siendo sujeto de tal manera—. Mi bebé… No, ¡no!...—inclinó la cabeza hacia adelante cuando escuchó sollozar a Valka por lo bajo, aferrándose con las uñas incluso a la armadura. Sus lágrimas caían una por una, enrojeciendo sus mejillas. Stoick no se despegaba de su lado.
Ladeó la cabeza y se volvió a inclinar hacia adelante, con sus grandes y relucientes ojos tóxicos, acercándose a ellos. A pesar de poder, ningún sonido emanó de él, ni tampoco quiso hacerlo. Acercó su hocico hacia la mano reposada sobre el hielo, aquella mano que sujetaba sus riendas cada vez que montaba y surcaban el tan misterioso cielo. La movió apenas hasta sentir la palma contra sus escamas, abriendo sus ojos al sentirla fría. Helada. Ésta no tardó en volver a caer al hielo.
—¡Aléjate! ¡No lo toques!—una mano más grande empujó su cabeza hacia atrás, retrocediendo por impulso unos cuantos pasos, encogiéndose en el lugar ante la vista endurecida y quebrada del padre; la tristeza de sus ojos le hizo comprender lo que había hecho—. ¡He dicho que te vayas! —¿por qué debería irse? Si él no había hecho nada—. ¡Tú lo mataste! —el grito logró que bajase sus orejas y a su vez volviese a ver a su jinete, el cual parecía estar profundamente dormido.
Valka se alejó y giró a ver cuando el dragón agitó sus alas e intentó volar inútilmente hacia la lejanía—. No es su culpa… y lo sabes… —el hombre retomó su lugar junto a su hijo y sólo agachó la mirada, cerrando sus ojos. Vio caer al dragón oscuro no muy lejos de allí y no lo vio levantarse. Apretó el labio superior contra el inferior—. Buenos dragones, bajo el control de malas personas, hacen cosas malas…
El rugido lastimero llegó a sus oídos y no tardó en romper en llanto una vez más.
Su hijo se había ido, junto a todo lo que conocía correcto.
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Continúa en…
Sepulcro de hielo
Capítulo I: Fall
PRÓXIMAMENTE
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