Todos los personajes y la mayoría de los escenarios pertenecen a la maravillosa imaginación de Jk Rowling, yo solo los tome prestados para crear esta historia que espero les agrade.


Capítulo I: El Sauce Boxeador

Aún no se llevaba a cabo el funeral de Dumbledore. Todavía no se sentía real que él ya no estuviera en su oficina detrás del águila. Hermione junto con el resto de los estudiantes estaban aún consternados, solo ella, Ron y Harry sabían lo que había pasado esa noche, la noche en que el rayo alcanzó la torre. Harry les había explicado una vez y luego otra, siempre reparando en que Draco ya había bajado su varita, que de haber sido por él, Dumbledore aún estaría vivo. Pero luego estaba Snape, a él no le había temblado ni la mano ni la voz para lanzar la maldición asesina directo al pecho del mago más grande que había existido.

Hermione caminaba por los jardines de Hogwarts recordando palabra a palabra la voz de Harry narrando la historia, escuchaba el vaivén del viento a través de las hojas de los árboles, estaba cerca del Sauce Boxeador, sentía la hierba bajo sus pies, tenía lágrimas en los ojos y resbalando por sus mejillas, bajó su mirada para limpiarlas y lo vio, un rastro color marrón, olía a óxido, era sangre, Hermione lo sabía.

Durante la fuga de los mortífagos no recordaba que Harry hubiera contado que alguien estuviera tan mal herido como para dejar ese rastro de sangre, ni tampoco siquiera que estuvieran por esa área de los jardines. Tragó saliva, pensó en seguir el rastro, pero se arrepintió, podría ser cualquier cosa, incluso un animal herido por el mismo Sauce Boxeador, se dio media vuelta y siguió caminando, apenas había dado 2 pasos cuando sintió algo crujir bajo sus pies, bajo su mirada y ahí estaba, vio la pequeña vara, era sencilla, sobria, no tenía ornamentos, solo una pequeña empuñadura, ella reconocía esa varita, había sido apuntada con ella en varias ocasiones, sintió como si algo pesado cayera en su estómago y no se dio cuenta como fue, pero se encontraba de pronto caminando hacia el Sauce Boxeador con ambas varitas en sus manos.

Mientras más se acercaba al Sauce Boxeador, veía más nítido el rastro de sangre, se preguntaba "¿cómo podía haber llegado hasta allí el dueño de esa varita, y si después de haber perdido toda esa sangre aún estaría con vida?". Sintió un nudo en la garganta y siguió caminando, al estar en una distancia segura del Sauce Boxeador apuntó con su varita a la nudosa raíz del árbol y éste se paralizó, pasó a través de él y se enfrascó en el camino oscuro y sinuoso que llevaba a la casa de los gritos.

Conjuro un Lumos y la punta se su varita se iluminó dispersando haces de luz por el diminuto túnel, era más pequeño que cuando lo había cruzado la última vez, la varita iluminaba el rastro de sangre que serpenteaba a través del túnel.

Hermione estaba esperando encontrar el cuerpo sin vida de alguien, pues era imposible que alguien siguiera vivo luego de toda esa sangre perdida. Pero no encontró a nadie, llegó al final del túnel y pudo deslumbrar una habitación sucia, con una gran cama, salió y se adentró en ella. Afuera era de día, pero en esa casa las ventanas estaban tapiadas con tablas de madera y de suciedad acumulada a lo largo de los años.

Lo vio moverse, dirigió su mirada y vio un bulto sin forma sobre el colchón mugriento de la cama, dirigió su lumos hacía él y vio su pelo platino brillar con la luz de su varita, él entreabrió los ojos, ella pudo ver el destello azul iceberg de su mirada, el pareció reconocerla porque intentó cubrirse para que ella no lo viera, pero fue inútil, todo en él dolía, dolía como si encajaran 100 dagas ardiendo en cada centímetro de su cuerpo, gimió de dolor y Hermione dio un vuelco y ya se encontraba saliendo de ese lúgubre cuarto.


-¿Alguien ha visto a Hermione?, no la he visto desde que desayunamos-.

-No Ron, por décimo quinta vez, no la hemos visto- respondía Ginny volteando los ojos y haciendo una mueca graciosa.

-Tal vez fue a dar una vuelta por los jardines, la última vez que la vi, su cabeza estaba infestada de torposoplos- intervino Luna con aire soñador.

Esta vez fue Ron quien torció los ojos e hizo una mueca graciosa.

De repente la vio, un enmarañado cabello marrón se movía rápidamente desde las puertas del gran comedor, pero no iba hacia ellos, se dirigió a una alumna de Ravenclaw de tercer año que se encontraba con un grupo de amigos, ella se levantó y la siguió hacia afuera del gran comedor. Ron gritó su nombre pero Hermione parecía no notarlo, pues siguió caminando rápidamente.

Luego de que la alumna de Ravenclaw le diera una gran bolsa, Hermione se dirigó hacia el almacén donde Snape guardaba todos los ingredientes y las pociones, tomó una botella con contenido oleoso color marfil, luego otra con una solución clara como el agua, otra más grande con un color verde fosforescente, y así siguió tomando más y más y metiéndolas en una bolsa con cuentas que parecía no llenarse nunca.

Pasó luego a la cocina y los elfos domésticos le dieron comida a manos llenas, envueltas cuidadosamente, las cuales también metió en su bolsa. El último sitio al que debía ir lo dejó al final por miedo a que la interceptaran, y tal como había previsto al entrar por el retrato de la señora gorda Ron se abalanzó sobre ella:

-¿Dónde has estado?

Hermione con una voz más impetuosa de lo que quería respondió:

-Ahora no Ron, debo hacer algunas cosas-, y diciendo esto corrió escaleras arriba hacia el dormitorio de las chicas.

Cuando entró encontró a Ginny recostada en su cama leyendo un libro. La saludó rápidamente, tenía mucha prisa, sentía que habían pasado horas desde que había abandonado aquel lúgubre lugar, aunque en realidad habían pasado unos cuantos minutos.

Se arrodilló al lado de su baúl, de ahí fue sacando toallas, sábanas, una cobija y todo lo metió en su diminuta bolsa de cuentas.

Ginny que había estando observándola todo el rato, por fin habló:

-¿Debería preguntar si vas a fugarte con algún chico malo?- dijo divertida.

Hermione se sobresaltó y al contestar su voz sonó más nerviosa de lo que ella esperaba, pero menos de lo en verdad se sentía.

-No claro que… ¿por qué dices eso?-.

-¿No quieres decirme, cierto?-.

-No, no es eso… es solo que… mejor luego, tengo mucha prisa-.

Diciendo esto se puso de pie y salió corriendo hacia los jardines nuevamente. Corrió tanto como sus pies se lo permitieron, corría con solo un pensamiento en su cabeza:

"Que no esté muerto, por Merlín, que no esté muerto".

Apenas llegó al Sauce Boxeador paralizó las ramas y entró corriendo con un potente lumos alumbrando su camino. Al llegar al final del camino, lo miró ahí en donde ella lo había dejado minutos antes. Se apresuró a ir hacia él, dejó su bolsa de cuentas sobre el polvoriento buró que estaba al lado de la cama, con sus manos temblorosas fue descubriendo el rostro de Draco, no sabía si aún respiraba, eso la asustó mucho. Tomó uno de los mechones platino que descansaba sobre su frente llena de sangre, entonces él abrió los ojos de golpe y eso la tranquilizó y asustó a partes iguales. Él intentó alejarse, pero de nuevo ese dolor insoportable lo embistió.

-No voy a hacerte daño, quiero ayudarte-, le dijo Hermione con un tono de voz dulce y preocupado.

-No ocupo de tu ayuda, Sangre Sucia inmunda…

Ella sitió dolor, coraje y enojo al mismo tiempo, ella solo quería ayudarlo, pro él, ese prepotente no quería su ayuda aunque sabía que la necesitaba. Se dio media vuelta para tomar su bolsa e irse, pero al volverse para ver a Draco lo vio dormido, con un gesto de dolor inmenso, entonces dejó su bolso sobre el buró nuevamente y tomó su varita con manos temblorosas.

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