El Violinista

Capítulo I:

Obertura

Nicolò Paganini. Virtuoso del violín. Su desbordante talento era tan inhumano, que numerosos rumores comenzaron a surgir. Muchos afirmaron haberlo visto una noche, con las manos levantadas, invocando al diablo. Su deseo era ser el mejor violinista de todos los tiempos.

Nadie sabe si el diablo se apareció ante él.

Pero su deseo fue cumplido.

-.-.-.-

Sus adoloridos dedos se posaban con innecesaria fuerza sobre las cuerdas. Con un frágil agarre, revelador de una técnica deficiente, movía constante el arco sobre las cuerdas, produciendo un sonido demasiado áspero. El control que mantenía sobre el arco era casi nulo, resbalando éste torpemente y llegando por encima del diapasón, brindándole al sonido un molesto tono metálico.

Las notas frente a sus ojos se mostraban amenazantes. Aunque la pieza musical era el Bourrée de Handel, una composición de baja dificultad.

-Detente- Inmediatamente detuvo todo movimiento, apartando su mentón de la barbillera, para mirar al hombre que se encontraba frente a él. Una persona de edad avanzada, con el cabello canoso y la mirada severa. Su vestimenta formal lo hacía ver más intimidante de lo que ya era. Un músico reconocido, y un profesor de violín con una técnica de enseñanza demasiado estricta para un niño de siete años. Sin embargo, sus padres habían elegido a ese hombre como su profesor. Ellos querían que su hijo se convirtiera en un músico profesional; que manejara el violín expertamente. Que con tan solo sus manos y el instrumento lograra producir la música más hermosa.

Sin embargo…

-¿Qué es esto?- El hombre, casi en un refunfuño, hizo la pregunta, señalando con su dedo uno de los signos, una especie de línea curveada que se ceñía sobre varias notas.

Bajó el violín, retirándolo de su cuerpo y sosteniéndolo con una mano. Mirando el signo señalado, habló en un susurro.

-Un legato- contestó, evitando mirar a su profesor. No quería ver la decepción en su semblante.

-Entonces, ¿por qué escucho un staccato?- Involuntariamente, apretó entre su mano el mástil del instrumento. Aunque su profesor lo corregía a cada instante, no podía evitar el sentimiento de frustración que se presentaba cada vez que debía encarar un error. -¿Hay alguna diferencia entre ambos?- Al escuchar la pregunta, asintió levemente.

-Las notas que estén dentro del legato se tocan sin pausa alguna, en una sola arqueada. Las del staccato son cortas y pausadas- respondió. La teoría musical era algo que conocía ampliamente. Podía recordar cada símbolo y su significado, y reconocer todas las notas en un pentagrama. Pero poner ese conocimiento en práctica, a través de la producción de la música, era algo que se le hacía más difícil de lo que debería ser.

-Si tienes en claro eso, no veo razón para que sigas fallando cada vez. De seguro no estás practicando lo suficiente- sentenció el hombre, intimidando aún más al niño, quien bajó sus ojos de tonalidad carmesí, hasta enfocarlos en el suelo. De nada serviría contradecir a su maestro. Este además, no le creería si le decía que practicaba cinco horas diarias como mínimo. Pero no sabía por qué, aunque practicaba hasta el cansancio, no podía avanzar. Quizás era la presión que sus padres ejercían, teniendo éstos demasiadas expectativas. No podía decir que la razón yaciera en una aberración hacia el instrumento que sostenía con su mano. No, era todo lo contrario. El violín siempre había sido un instrumento que lo dejaba maravillado. Pensaba que jamás podría existir un sonido más dulce y magnífico que el de un violín. Y con todas sus fuerzas, deseaba poder algún día reproducir esa mágica entonación.

-Llevas un mes estudiando esta pieza… y casi no has mejorado. De hecho, cada vez es peor. No quiero ni imaginar lo que sucederá cuando intentes aprender a hacer el vibrato- Se mantuvo en silencio, pues no encontraba las palabras correctas para refutar algo que era cierto y real. Aunque practicaba no existía mejora alguna. Aunque dedicaba horas al violín, tocando hasta que sus dedos se cubrían de llagas, no lograba dominarlo. Sin poder excusarse en su corta edad, siendo que muchos niños más jóvenes tocaban piezas de mayor dificultad y de forma sobresaliente, no le quedaba más que pensar que quizás el violín no era para él.

-No puedes pretender ser un buen violinista de esta forma. Ni siquiera la afinación es buena, aun cuando tienes marcas que te indican la posición de cada nota. ¿Qué harás cuando debas quitarlas?- Miró el diapasón negro de su violín, observando en silencio las marcas que había sobre él, señalando el lugar donde debía colocar sus dedos. Eran simples adhesivos, cuya función era facilitar el proceso de enseñanza. Sin embargo, debían ser removidos en su momento. A diferencia de otros instrumentos, como la guitarra o el piano, en el violín las notas no estaban marcadas, debiendo el músico confiar plenamente en su capacidad auditiva para tocar debidamente. Pero él, ni siquiera con las marcas podía tocar correctamente cada nota, subiendo o bajando sus dedos tan solo unos milímetros, pero que bastaban para arruinar completamente toda la afinación del sonido. La práctica de las escalas era constante, pero su oído aún no podía reconocer siquiera la diferencia entre un si natural y un si bemol.

-Tres años, Yami. Tres años y ni siquiera hemos llegado a los trinos- No sabía si aquella era un regaño o una queja, pero permaneció callado. Escuchar su nombre ser pronunciado, era suficiente para saber que su profesor hablaba en serio. –No aprecio que malgasten mi tiempo. Y aunque ciertamente la paga mensual que me dan tus padres por estas clases es considerable, no sé si eso compensa mi tiempo perdido-

-Practicaré más, lo prometo. Sé que puedo mejorar…- Intentó creer en sus palabras, pero sabía que más allá de lo que ya practicaba no podía hacer más. Pero no podía dejar de intentar. Por sus padres y por sí mismo.

Escuchó al hombre suspirar, casi con resignación.

-Vuelve a empezar- Inmediatamente, volvió a colocar el violín en posición. Y, con manos temblorosas, lo intentó de nuevo.

-.-.-.-

Hermoso. No existía otra palabra que describiera lo que escuchaba en ese momento. Con su padre sentado a su lado izquierdo, y su madre a su derecha, observaba hacia el escenario con ojos maravillados. El sonido de todos los instrumentos juntos se escuchaba casi celestial, pero sus oídos se concentraban solamente en el canto de los violines. La intensidad de sonido viajaba entre el mezzopiano y el fortissimo, formando un crescendo perfecto. Las notas, pulcramente afinadas, resonaban por todo el teatro, lleno en ese momento hasta su máxima capacidad.

La orquesta era una conocida por su habilidad y por el profesionalismo de sus miembros. Sus padres, tan pronto se habían enterado de la presentación pronta a acontecer, habían acudió a la boletería del teatro, a comprar entradas para el palco más cercano al escenario.

La música siempre había formado parte de su vida. Su padre manejaba el piano con excelso profesionalismo, y el canto clásico era algo a lo que su madre había dedicado su vida entera. Por supuesto, toda su familia y los allegados a sus padres esperaban que él heredara ese talento y habilidad para la música. Y aunque a la edad de cuatro años su padre había intentado introducirlo al mundo del piano, pronto encontró que lo que verdaderamente le gustaba era el violín. Sus padres, claramente maravillados de que su hijo mostrara interés, y aún más por uno de los instrumentos clásicos más virtuosos, inmediatamente contrataron al mejor profesor que pudieron encontrar. Un músico mundialmente reconocido, amigo de su padre desde la escuela de música.

Sin embargo, aunque aquellos músicos en el escenario hicieran ver tan fácil el manejo del instrumento, él aún no había podido dominarlo. Con nueve años, había logrado mejorar y avanzar tan solo un par de pasos. Su profesor, quizás ya resignado, había dejado de comentar negativamente, y solamente se limitaba a intentar enseñarle. Su habilidad para la afinación era terrible. Su oído aún parecía negarse a identificar las escalas. Su manejo del arco aún era deficiente. Y en general, el canto que le daba a su violín parecía el de un animal a punto de ser sacrificado, y no el armónico sonido de dulce naturaleza.

Por supuesto, sus padres no sabían de su dificultad. Su profesor, ante sus constantes peticiones, había decidido no comentarles nada. Y él, encerrándose en soledad dentro del cuarto de música de la hermosa mansión en la que vivía, no permitía que ellos escucharan una sola de sus notas desafinadas.

-Estarás ahí un día, hijo, tocando frente a cientos de personas- Alzando su mirada, observó tristemente a su padre. Su semblante destellando orgullo solamente le produjo una punzada en su pecho. Se había negado a tocar ante sus padres, pues no quería que estos supieran que en cuatro años de estudio había avanzado de forma mínima. Alegando que quería tocar para ellos cuando considerara que su nivel era excelente, los mantenía bajo la ilusión de que había heredado el talento musical de la familia.

Sabía que no podría esconderse por siempre. Pero confiaba en que si practicaba aún más duro podría mejorar, al menos hasta llegar a un nivel aceptable. Aunque deseara estar allí arriba, tocando las más hermosas sonatas y los conciertos más elaborados, sabía que su deseo estaba muy lejos de cumplirse, siendo casi imposible de alcanzarse.

Estaba enamorado del canto dulce y nostálgico del violín. Eso jamás podría ponerse en duda. Pero era frustrante no poder ser él quien reprodujera ese magnífico sonido, teniendo que conformarse con mirar a los demás hacerlo, escondiendo la envidia de la vista de sus padres.

Daría lo que fuera a cambio de estar en un escenario.

-.-.-.-

Con una exclamación poseedora de la más profunda frustración, cayó se rodillas sobre el suelo alfombrado. El dolor en sus dedos, desgastados por las llagas, no era comparable con la impotencia que sentía. Otro año había transcurrido. Había dejado el violín de 1/2 pues de pronto se había convertido en un instrumento demasiado pequeño. Por supuesto, sus padres inmediatamente le compraron un nuevo violín de mayor tamaño, costoso al menos para un instrumento dirigido a jóvenes. Sin embargo, el cambio de violín no había significado una mejoría en su tocar. Aunque había avanzado, aún no era suficiente.

Había logrado llegar al nivel en el que el sonido se tornaba dulce, pero aún tenía problemas con la afinación. De nada servía tener control sobre el arco, cuando no podía colocar sus dedos sobre las notas exactas. Después de tanta práctica, y de tanto tiempo invertido, ya debería de haber llegado a un nivel aceptable. El estudio de las escalas era constante, pero cuando tocaba una pieza musical, especialmente una de mayor dificultad, no podía identificar sus propios errores, teniendo que ser éstos señalados por su profesor. Él debía de ser capaz de notar cuándo tocaba una nota demasiado baja o alta, pero le era casi imposible.

Sus padres aún no se daban por vencidos, insistiéndole en que tocara para ellos. Por supuesto, después de todos esos años, debían pensar que su hijo ya se había convertido en el siguiente Paganini.

Pero él no había cedido, no queriendo mirar los semblantes decepcionados de las personas que tanto habían invertido en su educación musical.

Por ello, se limitaba a dejar escapar su frustración cuando estaba solo, en el salón de música. El piano de su padre, un hermoso instrumento blanco con bordes cubiertos por un baño de oro, poseedor de un valor incalculable, descansaba en una de las esquinas. Cada vez que lo miraba, allí entre las paredes color crema y delante de las grandes cortinas doradas, sentía decepción hacia sí mismo. Aquel majestuoso instrumento parecía sentarse a mirarlo, burlándose de su torpeza.

-Daría lo que fuera… lo que sea…- susurró, mirando hacia la alfombra de clara coloración. Su violín reposaba a su lado, olvidado momentáneamente junto al arco. –Quiero hacerlos sentir orgullosos… quiero tocar como los grandes músicos. No, quiero tocar mejor que todos ellos- Sus ojos ardían, pues intentaban esconder las lágrimas. Deseaba producir con sus manos el sonido más majestuoso. Crear imposibles sentimientos en toda persona que lo escuchara tocar. Quería que el canto de su violín fuera el más hermoso jamás escuchado.

Podía imaginarse en el escenario, tocando ante cientos de personas, maravilladas por su talento. Pero también podía imaginar la decepción de su profesor, de sus padres, ante su inhabilidad.

Con repentina rabia, cerró los puños sobre la alfombra. Sus siguientes palabras, escaparon no de su garganta, sino de lo más profundo de su corazón.

-Quiero ser el mejor… ¡daría lo que sea por ser el mejor violinista del mundo!- Tan pronto las palabras escaparon de su boca, un terrible escalofrío recorrió su espalda, producto de una fría brisa que se abrió paso por el lugar, aun estando todas las ventanas cerradas. Inmediatamente alzó la mirada y observó sus alrededores, sintiendo cómo un extraño temor se apoderaba de sus sentidos. La habitación de pronto parecía más fría y no podía evitar la sensación que le advertía que en ese momento estaba siendo observado.

Pero al mirar sus alrededores, no pudo identificar nada que estuviera fuera de lugar. Todo estaba en calma, y solo él estaba en esa habitación. Aunque el sentimiento no se disipaba, y su respiración de pronto parecía entrecortada, sus ojos no podían encontrar razón para el temor que había acudido, sacudiendo todo su interior.

No había nadie más allí. Aunque sus emociones le indicaran lo contrario, y un extraño presentimiento le advirtiera de una presencia cercana, no había nadie más allí.

Pero el repentino sonido de la puerta al ser tocada lo sobresaltó, haciéndole mirar hacia allí, con incipiente miedo.

-Yami, corazón, ¿puedes venir un momento? Tu padre y yo te tenemos una sorpresa- Mas su acelerado corazón se calmó de inmediato al escuchar la voz de su madre. Su temor fue rápidamente remplazado por la curiosidad, al analizar el significado de las palabras de la mujer.

-¡Ya voy!- exclamó en alta voz, puesto que las paredes de aquella habitación no permitían que el sonido se filtrara fácilmente. De hecho, su madre pareció no haberlo escuchado, pues continuó tocando con insistencia.

Levantándose entonces, y dejando el violín en una mesa que se encontraba contra la pared, se acercó a la puerta, hasta abrirla, revelando a la rubia mujer que se encontraba del otro lado.

La mujer sonrió al ver a su hijo, sus ojos amatista brillando ligeramente.

-¿Qué sucede, mamá?- preguntó el menor, con obvia curiosidad.

-Vamos a la sala, tu padre y yo tenemos algo que mostrarte- habló, ofreciéndole su mano derecha al niño, quien con semblante que destellaba confusión, la tomó, dejándose guiar fuera de aquel lugar.

Quizás si hubiera mirado una última vez hacia el salón de música, habría visto la figura cubierta por oscuridad que yacía de pie al lado del piano de su padre, mirándolo solamente a él con ojos azules que brillaban inhumanamente. Con el semblante sombrío, completamente cruel y frío, mostrando rastros de profunda burla.

Los labios se curvearon en una sonrisa torcida, que finalmente se convirtió en una risa profunda, que reveló colmillos afilados.

-¿Lo que sea?- Y el susurro, proveniente de una voz de invierno, grave y altanera, rebotó por las paredes del lugar.

-.-.-.-

Magi: bueno, he regresado. Tenía esta idea desde hace milenios, de hecho ya tenía hecho el resumen desde hace meses, pero no había tenido ni tiempo ni inspiración para sentarme a escribirlo. Pero después de ver la respuesta en "Intocable", no pude resistir la tentación de volver a escribir. Es bueno saber que aún tengo lectores n.n

La idea de esto me llegó mientras escuchaba el Trino del Diablo de Tartini. Esa sonata tiene su historia, un poco oscura. Dicen que Tartini la compuso después de escuchar al diablo tocar una melodía inigualable en el violín. Por supuesto son rumores, igualmente con Paganini, un virtuosísimo violinista que dicen que le vendió el alma al diablo. Pero bueno, el punto es que de ahí vino la idea para este fic n.n Además debo aclarar que yo toco violín, por lo que hacer un fic que gire alrededor de este instrumento significa que no tendré que dedicar horas a investigar sobre el tema. Igual, no sé si más bien habré mencionado conceptos muy elaborados. Intentaré no entrar mucho en detalles respecto a la teoría musical, solamente lo necesario para hacerlo creíble.

Pero bueno, basta de habladurías. Espero que les guste la idea del fic. Será bastante corto, no creo que de más de 4 capítulos. Realmente no quiero enredarme con fics largos por el momento. Igualmente, como es un género del que normalmente no escribo, esperaré para ver si les ha gustado… sino mejor lo dejo aquí y dejo de torturarlos xD

Por el momento, me despido.

Ja ne!