Capítulo 1 Cuando la razón está frente a tus ojos
Las gotas de agua caían.
Empapaban todo a su paso.
La manguera que regaba era sostenida por el enterrador que intentaba, por muchos medios, que la tierra removida pronto recuperara su aspecto habitual.
Dos hermanos se daban apoyo mutuamente en silencio, sabiendo que las palabras sobraban y no tenían algunas para ese momento. Su nonno, Rómulo Vargas, era recientemente fallecido y los hermanos no tenían consuelo alguno. Querían al viejo sí, pero lo que más los mortificaba eran las enormes deudas con que los abandonó, unas deudas que ni en diez mil años terminarían de pagar, literalmente.
— ¡Cazzo, ese anciano!—alzó la voz Lovino, el mayor de los dos mellizos—mira que morirse dejándonos semejantes deudas, debiéndole tanto a ese condenado banco.
—Vee~ pero hermanito, si ni hubiera hecho eso seguro que nunca hubiéramos tenido la vida a la que estamos acostumbrados…—replicó Feliciano agitando frente a su hermano un esclava de oro blanco que pendía de su muñeca.
— ¡Che palle! No tiene escusa—dijo dándose la media vuelta.
Las gotas de agua siguieron cayendo, la tierra todavía no estaba como antes.
1
—Vee~ fratello, esta es la quinta advertencia que nos manda el banco para que le demos el pago mensual que dejó pendiente el nonno—entró Feliciano a la cocina donde cómodamente Lovino estaba atacando la pasta que todavía quedaba en el refrigerador.
— ¡Que les den! Yo no pienso darles ni un quinto, no pueden obligarme—semi contestó con la boca llena de pasta, escupiendo un poco contra el rostro de su hermano.
Dos semanas después…
— ¡Oigan, no pueden llevarse eso!—reclamó Lovino detrás de unos hombres grandotes y sudorosos que llevaban con esfuerzo su pantalla de plasma— ¡Dejen al jodido gato, ni siquiera es nuestro!—exclamó al ver que también intentaban meter a un pobre gato al camión.
En una esquina de la gran mansión Feliciano estaba acurrucado, temblando y con los ojos aguados, se habían llevado su preciada pasta.
— ¿Lovino Vargas?—preguntó un hombre calvo y de bigote extraño, con unas enormes gafas. — Sí, ¿quién pregunta?—respondió con altanería y burla—Soy del banco Hamilton, estoy seguro de que usted ya se encuentra al tanto de la deuda millonaria que dejó su abuelo al morir. Firme aquí e inmediatamente la deuda queda a cargo de usted.
— Y una mierda ¿Qué le hace creer que yo quiero hacerme cargo de la jodida deuda?
—Que si no se hace cargo usted, todo su patrimonio se verá embargado, incluido su hermano.
— ¡¿Qué?! No puede embargar a Feliciano, es ilegal—respondió furioso, queriendo fulminar al tipo pelón con la mirada.
—Cierto, es ilegal, pero lo que su abuelo hizo tampoco fue legal, es más, si la policía llegara a enterarse seguro que lo van a buscar a la tumba con tal de que pague su condena.
—Yo no tengo nada que ver con las mierdas que ese viejo haya hecho…
—Se equivoca, porque justo aquí, en su testamente, lo dejaba a usted como su único heredero, así que hereda toda su fortuna, pero también todas sus deudas quiera o no, así que pasa a perder la fortuna.
Lovino se quedó mirando el papel que era ondeado con arrogancia frente a sus narices, sintiendo las ganas de sacar su revólver y llenar de plomo a ese bastardo.
—No le queda de otra, o firma o nos llevamos a su hermano, recuerde que él es menor de edad y usted cumple su mayoría de edad en tres meses, en ese tiempo pueden pasar muchas cosas~
—Dame ese puto papel.
Firmó sabiendo que estaba sentenciando toda su vida, incluso la vida de su quinta generación.
—Muy amable, por el momento solo nos llevaremos los muebles, le dejaremos la casa hasta que nos dé el primer abono, su cuenta inicia en ceros—dijo el calvo hombre antes de darse media vuelta, el tiempo que tardó Lovino en procesar eso último.
— ¿Cómo que mi cuenta inicia en ceros?—preguntó alarmado. —Su cuenta inicia en ceros, lo dado por su abuelo ya no tiene valor—soltó como si del clima estuviera hablando. — ¿Cómo carajo que ya no tiene puto valor? ¿Tengo que empezar a pagar desde cero?—preguntó echando humor por las orejas. —Así es, ¿tiene algún problema con ello?
Sí. Sí que tenía un puto problema con ello, pero si habría su bocota para reclamar seguro que al final quien saldría perdiendo era Feliciano, que al fin y al cabo todavía, como dijo ese calvo hombre, era menor de edad y podían separarlos por eso, porque él todavía no cumplía su mayoría de edad para hacerse cargo de su tonto hermano, y dado que no tenían más familiares, podría decirse que estaban prácticamente, aunque la palabra lo jodiera, solos y desamparados en el mundo.
—No, ninguno, puede largarse cuando guste, pero si prefiere en este mismo instante—espetó dándole la espalda, comenzando a buscar a Feliciano, escuchando la risa burlona que el jodido pelón le estaba dedicando.
Finalmente lo encontró debajo de la única mesa que dejaron, lloriqueando porque se llevaron, y frente a él, comieron su pasta, su amada y preciada pasta.
—Vamos idiota, tenemos trabajo que hacer, literalmente—dijo enfadado tomando del cuello de la camisa al menor, levantándolo sin hacer caso a los lloriqueos de su mellizo, que ni era mellizo, pero les gustaba que pensaran eso, o al menos a Feliciano.
La casa había quedado casi en su totalidad vacía, exceptuando unas asépticas sillas arrinconadas, un florero medio vacío de flores, su ropa –o parte de ella-, los colchones y la estufa, ni siquiera pudieron dejarles la puta lavadora.
—Vee~ fratello, se han llevado la pasta—lloriqueo Feliciano anclándose al brazo del mayor, que pensaba en una buena solución para salir de todo ese asunto sin dejar que se llevaran a Feliciano.
—Supongo que Eli puede ayudarnos a conseguir tra-tra-tra-trabajo—le costó todo un maldito esfuerzo decir la palabra, él, a sus casi veinte años de edad, nunca había tenido que trabajar ya que su nonno siempre se los había dado todo, no había necesidad para ello, hasta ahora.
En alguna plaza...
— ¿Te escapaste de la cocina otra vez?—preguntó Lovino apenas vio a la chica castaña esperándolos en la fuente central, con un sartén en mano y su típico vestido de empleada doméstica color verde con un mandil blanco.
—Muy gracioso Lovi—rio ella con sarcasmos—hola Feli.
—Vee~ ciao Eli —contesto Feliciano colgándose del brazo de la muchacha.
Elizavetha Hèdérváry era una residente ilegal en Los Angeles, era originaria de Hungría, pero no recordaba nada de su país. Trabajaba, al igual que su madre y padre, en una casa de ricos como sirvienta, específicamente en la cocina por lo que era raro no verla con una sartén en la mano, y golpear de vez en cuando a una persona si la exasperaban demasiado.
—Entonces los hermanitos Vargas quieren trabajar~ eso es algo que nunca creí posible cariño—le dijo a Lovino después de explicarle brevemente lo sucedido. Su rostro risueño cambió a uno de seriedad—Por el momento no estoy segura de que haya trabajos para ustedes, pero para mañana tendrán una respuesta segura—les dijo levantándose—Bueno chicos, ya me tengo que ir, cuídense y esperen por mi mensaje mañana.
- Hola hermosa ~
Los chicos regresaron a casa no más animados, pero si esperanzados en que Eli les pudiera conseguir un buen puesto como catador de comidas o vinos, o ambos al mismo tiempo.
—Buona notte fratello~ —Dijo Feliciano ciñéndose a su brazo, porque sí, el muy maldito había tenido miedo de quedarse solo en su habitación ahora que estaba medio vacía, así que le había pedido hasta la muerte que lo dejara pasar ahí la noche.
12 del mediodía del día siguiente…
El sonidito de su celular llevaba minutos intentando despertarlo, o por lo menos, levantarlo de la cama, pero Lovino no se daría por vencido…hasta que recordó que Eli ese día les tendría una respuesta respecto al dichoso trabajo.
—Ciao—respondió apenas descolgó—los siento bella, estaba durmiendo, ya sabes.
—Sí, de eso no tengo duda. Pero de lo que quería hablarte era del trabajo, conseguí algo pero debo tratarlo bien con ustedes antes de darles el sí a mis jefes.
— ¿Me estás diciendo que trabajaremos contigo?
—Algo así, pero tienen que venir para que les explique de qué se trata, no es muy pesado pero hay algo que a ustedes…
—No importa, lo que sea mientras no sea un trabajo pesado o de puto, con eso me conformo. ¿Y pagan bien tus jefes?
—Sí Lovi, pagan bien, pero tienes que escuchar…
— ¿A qué hora debemos ir mañana?
—Yo paso por ustedes, pero tienes que oír primero…
—Bien, dale el sí a tus jefes de inmediato Eli, y gracias.
—Pero Lovi…—pero Lovi ya había colgado—es un trabajo para chica, ellos piensan que ustedes son chicas…
Ocho de la mañana del día siguiente
Llamaban a la puerta incesantemente, tanto que obligaron a Feliciano a despertar como muy pocas cosas podían.
—Vee~ ciao Eli ¿tan temprano es el trabajo?—preguntó Feliciano ladeando la cabeza.
No. El trabajo no era a esa hora, pero sabiendo cómo eran el par de hermanos perezosamente italianos, lo mejor era irles a buscar temprano, para que les diera tiempo de alistar sus cosas…sus pocas cosas que les dejaron.
— ¿Puedo pasar?—ignoró la pregunta del menor, entrando y echando un rápido vistazo, era mucho más fácil convencer a Feli de usar "eso" que Lovino, pero se le ocurriría algo, por eso daba gracias de que Lovino siguiera dormido.
—Mi fratello todavía está durmiendo ¿quieres que lo despierte vee~?
—No hace falta Feli, mira, traje algo para ustedes—dijo alzando la bolsa que llevaba.
—Vee~ ¿qué es?—preguntó curioso Feli intentado echar un vistazo.
-Antes Todos valoramos, la cosas Prometeme-Pidio de Eli Manera extraña, sabiendo que Feliciano era tan inocente como para decirle en.
—Vee~ por su supuesto.
—Bien, la primera, te pondrás lo que te traigo aquí y la segunda, me ayudaras a convencer a Lovi y, de ser necesario, obligarlo que se lo ponga.
— ¿Qué son vee~?
—Sus uniformes de trabajo.
Diez minutos después…
Feliciano salía de cambiarse, la verdad comenzaba a dudar sobre si eso realmente era su uniforme de trabajo, al papá de Eli jamás lo vio con algo así puesto, seguro era el uniforme para jóvenes.
—Vee~ Eli, no estoy muy seguro—dijo en cuanto quedó a la vista de la húngara que se tapó de forma sospechosa la nariz.
—Segura, Feli, ahora eres segura.
— ¿Segura?—preguntó Feli ladeando la cabeza al no entender.
— ¿Pero qué demonios le estás haciendo a mi hermano?—vociferó Lovino que acababa de levantarse y, tras escuchar plática en la sala había ido para echar un vistazo, ¡y vaya vistazo que se dio! Su tonto hermano estaba usando un vestido idéntico al de Eli y un paño en la cabeza, no es que Feli fuera la cosa más masculina del mundo con sus "vee~" y sus pastas, pero esto era el colmo, necesitaría terapia después de esto.
—Esto era lo que estaba intentado decirte ayer por teléfono, mis patrones creen que ustedes son chicas ya que andaban buscando personal femenino y yo me enteré solamente que andaban buscando personal, así que los propuse a ustedes y ellos aceptaron, luego te llamé para decirte cómo estaba la situación pero en cuanto escuchaste que daban buena paga no me dejaste continuar, y como me dijiste que les dijera que sí sin importar de qué mientras te pagaran bien, yo se los dije. Ahora heme aquí, con sus nuevos uniformes y la noticia de que tienen que ser chicas de ahora en adelante, además de que tienen que irse a vivir para allá.
En cuanto Eli dijo "ser chicas" Lovino dejo de procesar información batallando con esa, él de chica, vaya, nunca lo hubie…esperen un jodido segundo…él de chica ¡él de chica! Maldición, una cosa es que Feliciano fuera la cosa menos masculina de la tierra, o que él mismo no lo fuera, pero de eso a "ser chicas" había mucho trecho que no se podía permitir cruzar, un trecho muy grande que pendía de entre sus piernas.
Eli miraba aterrada cada una de las facetas que el rostro de Lovino le estaba mostrando, primero desconcierto, luego sorpresa, luego como si se hubiera dado cuenta de la cosa más importante del mundo, luego furia y por último…una plena desolación…
—… ¿No conoces más trabajos?—preguntó con voz lánguida, como si de pronto le costara cada movimiento un millar más que de costumbre.
—Con sus estudios que sólo llegan a mitad de preparatoria donde paguen bien y reciban buen trato sin ser prostitutos…no—respondió Eli igualmente, tratando de parecer apesumbrada, aunque en realidad, estaba deseando ya ver a Lovi con su uniforme.
—…Estamos jodidos…Feliciano—dijo lentamente Lovino, tratando de hacerse a la idea de ser…ser…chica.
—Vee~ yo no lo veo tan malo fratello—rio tontamente a pesar de ser él quien ya llevaba el vestido puesto.
—No hay remedio…dame ese puto vestido—ordenó Lovino sin esperar mucho, pocos minutos después no había mucha diferencia entre los tres, tomando como partida que dos de ellos tenían ojos verdes y los tres de cabello castaño.
—No olviden sus tacones—bromeó Eli recibiendo una mirada aterrada de Lovino—era mentira, no usamos tacones.
—Si no fueras mujer…—masculló entre dientes Lovino.
—Pues ahora tú también lo eres, lo son—dio una enorme sonrisa—por eso en este preciso momento comienzan sus clases intensivas de "cómo ser una mujer"—Ante esa mención Lovino palideció, más por la sonrisa aterradoramente risueña de Elizabeta que por otra cosa—Paso número uno: la postura al caminar. Nada de andar enconchados ni con manos en los bolsillos, deben de tener una postura natural y suelta, con la espalda erguida y los brazos a los lados, inténtenlo.
Feliciano a los dos intentos lo logró exitosamente, por desgracia Lovino caminaba sacando demasiado el pecho y con los brazos ridículamente rígidos a sus costados, dando zancadas como de a metro.
—No, no cariño, lo haces todo mal, para empezar, no pongas rígidos tus brazos, dejalos moverse naturalmente al caminar, tampoco saques mucho el pecho ni des grandes zancadas a menos de que tengas prisa—le dijo Eli enderezándolo y poniéndolo en marcha nuevamente hasta que por fin pudo caminar como toda una chica.
—Ahora la forma de hablar, acostúmbrense, ahora son unas chicas, así que vamos a cambiar esa "o" por una "a".
—Vee~ ya entendí Eli, entances la que tenemas que hacer es cambiar la letra esa por la "a".
Eli por poco hace que Feliciano quede más tonto por algún golpe.
—No Feli, no hablaba literalmente, sino que ahora hablaran como chica, en vez de decir "estoy hambriento" dirán: "estoy hambrienta", o "estoy cansado" por "estoy cansada·.
—Vee~ ahora si te entendí.
—Sus modales son buenos, pero de chico, así que pongan atención que después se me olvida qué les digo. Cuando se sienten y traigan falda o vestido, pasen una mano por debajo para que no quede alzada y se arrugue la tela, no levanten las piernas, no hablen con la boca llena, aféitense las piernas, todos los días y noches aféitense el rostro, no coman…
Y Eli siguió hablando por mucho más tiempo, nada de sus palabras empezaban a ser claras cuando se emocionaba hasta ese punto, lo único que Lovino tenía claro eran tres cosas: ahora era, como dijo Eli, Lovina Vargas; debía pagar la deuda del viejo; no dejar que se llevaran a Feliciano.
Su vida en resumen: un caos que se ponía mejor ¿o peor?
