Las gotas de agua repiquetean sobre el suelo de linóleo, calentando la fría superficie y llevándose todo el jabón con ellas. Una joven de unos veintiséis años, con el pelo cobrizo y largo y los ojos verde claro cerrados acabó de aclararse el pelo y cerró la ducha con un suspiro. Detestaba las duchas de hotel barato, pero no tenia otro lugar donde quedarse en San Francisco. Alcanzó la toalla y se envolvió mientras parpadeaba para quitarse el agua de las pestañas y ver la hora. Iba bien de tiempo, así que remoloneó mientras se vestía, cogiendo su traje de entrevistas, con el look que se espera de una CSI: chaqueta, blusa, pantalón negro y tacón bajo. No era plato de su gusto pero había que causar buena impresión. Se vistió rápidamente y se cepilló el pelo, completando el atuendo con un sencillo pasador. Encima de una mesilla tenía un paquete de galletas integrales con sabor a serrín ya empezado, y ese fue su único desayuno mientras salía del hotel y notaba el mortecino sol de Septiembre en la cara. Comió tres galletas más en el taxi que la llevaba a la jefatura de policía, mientras el taxista la miraba de reojo calibrando si era una delincuente, una abogada o una alarmista que pone treinta denuncias al mes. Una vez dentro del antiguo edificio, una recepcionista la despachó con una dirección: Calle Breckett, numero 5, los nuevos laboratorios del CSI San Francisco, que aprovechan para renovarse y crear el muy necesario turno de noche. No es que fuera una ciudad tan violenta como Nueva York, pero no era una santa precisamente. En un nuevo viaje en taxi, repasó mentalmente sus ahorros y comprobó que el currículo estuviera en su bolso, empezaba a estar nerviosa, cosa poco habitual. Ella es la que nunca se alteraba, la que tranquilizaba a los demás, como aquella vez que ella y un compañero suyo de la brigada de Chicago fueron rehenes en un asalto. Se miró las uñas como calibrando si mordérselas o no, pero en ese momento el taxi llegó a su destino y, tras pagar, se bajó en la acera y contempló lo que, espera, sería su nuevo lugar de trabajo.
Un edificio muy moderno, blanco y geométrico, con un gran ventanal en la fachada. El parking estaba casi vacío, seguía siendo pronto. No tenía mas remedio que sentarse en un banco y comerse un par de chicles de esos que supuestamente son como lavarse los dientes. Mientras esperaba, vio entrar a un par de personas y salir a otra, sin fijarse demasiado. Tendría que haber traído algo para entretenerse, el iPod, la maquina de sudokus o algo así, pero entre que salió escopetada del hotel y que quería aparentar experiencia, que la tenía, no se habia decidido.
Finalmente entró al edificio algo titubeante. El hall era amplio y de paredes de piedra oscura, pulida y brillante. Justo frente a la puerta, un inmenso escritorio blanco, se hacía pequeño ante la sala casi vacía. Volvió a enfrentarse a una de las especies mas temidas del mundo: las secretarias. Pero a diferencia de la de la policía, esta la indicó amablemente como llegar a la sala de entrevistas e hizo un pequeño chiste que parece repetía a todos los aspirantes. La joven subió hasta la tercera planta en ascensor, más relajada y con una pequeña sonrisa en los labios. Cuando por fin llegó a la sala, ya había algo de gente esperando.
En las sillas colocadas en batería junto a la pared, hay un par de personas sentadas, un chico joven y una mujer de unos treinta y tantos. Se sentó en la primera silla que pillo tras murmurar un tímido saludo y estuvo un rato mirando al suelo de moqueta gris.
Cuando se decidió a alzar la vista, se topo con los ojos azules del chico, que justamente estaba sentado enfrente. El chico, al darse cuenta de que le observaba, sonrió de medio lado y se presentó.
- Ryan Wolfe, vengo de Miami, y tu?- Ryan llevaba una chaqueta clara, un polo blanco y unos pantalones color beige. La mujer, con una espesa mata de rizos castaños y unos ojos verde oscuro, hizo lo propio. Llevaban una ropa parecida, aunque a la mujer se la veía más cómoda, como si la llevara habitualmente.
- Stella Bonasera, Nueva York- dijo amablemente. La joven sintió como se relajaba, el ambiente era relajado y tranquilo, no como en una entrevista de trabajo habitualmente.
- Yo soy…- empezó a contestar, notando como una pequeña sonrisa le tiraba de las comisuras. Pero no pudo acabar la frase, ya que la puerta próxima se abrió y se asomo un hombre de unos cuarenta y pico, con el pelo oscuro y los ojos entre verde y azul. Inconexamente pensó que se podían mezclar los ojos de sus dos compañeros de tortura para lograr ese color.
- Ferrand, Wolfe y Bonasera- anuncio. Los tres se levantaron, Ryan y ella como con un resorte, y Stella mas tranquila, saludo con una sonrisa al hombre. Seguro que ya se conocían.
Les hizo pasar a una sala, donde había tres expedientes. El hombre, que se presento como Mac Taylor, era el nuevo jefe de sección y a el le correspondía elegir a los nuevos CSI's. Empezó por orden alfabético, y descubrió que si se conocían, el tal Mac había sido jefe de Stella en Nueva York un par de años antes, y conocía bien su trayectoria.
Cuando acabaron, Stella se arrellanó en el asiento y Mac se volvió hacia ella.
- Francesca Ferrand- comenzó, a lo que ella asintió. Al menos ya no tenía que presentarse. Empezó a leer su expediente con interés, y Francesca, Franzie para sus amigos, sentía las miradas de Ryan y Stella encima, pero no se atrevía a volverse. Era como si le hubieran rellenado el cuello de hormigón.
- Graduada en Chicago, un año en el turno de día de CSI Chicago…su supervisor era Colin Gatusso, ¿verdad?- pregunto, alzando la vista del papel. Su antiguo supervisor era algo así como una celebridad, y seguramente ahora venia la pregunta del millón.
Mac cerró la carpeta de momento y se acomodo en su asiento- ¿porqué dejó Chicago?
A ver Franzie, ¡piensa! Mmmm… ¿me acosté con mi jefe y la situación se volvió insostenible? No, la baza de la verdad no le convenía. ¿Quería cambiar de ambiente? Demasiado típica.
- Empezaba a quedarme estancada y quería probar algo nuevo- contesto finalmente, no se le había dado tan mal. El moreno asintió, aparentemente satisfecho, y tras un par de preguntas inocuas, se volvió hacia el tercer aspirante.
Franzie hizo como que escuchaba con interés, pero en realidad estaba recordando su año de trabajo en Chicago. Mas que su año de trabajo, a su atractivo ex-jefe. Y al par de veces que estuvieron juntos, aunque aun se sentía culpable. Volvió a la realidad cuando escucho el ya conocido carpetazo de Mac.
- Bien, así que has estado medio año inactivo, alguna razón?- preguntaba en ese momento.
- Si, como pone en mi expediente medico, tuve problemas con un ojo- el Csi pareció querer dejarlo ahí, pero la mirada inquisitiva de Taylor le hizo seguir hablando. Parecía que le gustaba mas que se lo dijeran a leerlo- un sospechoso me metió un clavo aquí- se señalo el lugar exacto con el dedo, se podía apreciar una cicatriz redonda junto al ojo- y al final se me infecto, pero ya esta arreglado. Veo perfectamente- añadió, como para dejarlo claro. Se hizo un momento de silencio hasta que Mac asintió levemente y se volvió para mirarles a los tres.
- Eso es todo, ya os llamaremos al teléfono de contacto- los tres aspirantes recogieron sus cosas y salieron de la sala, sintiendo un peso menos encima.
En la sala de espera ya había otras dos personas, un chico rubio con aire de autosuficiencia y una joven morena. El ambiente estaba algo tenso, ya que minutos antes…
El rubio, llamado Kevin Blair, tras comerse con los ojos un rato a la joven, decidió romper el hielo. Bastante mal roto, por cierto.
- ¿Sabes que esto no es un pase de modelos, verdad?- pregunto algo arrogante. Tal y como el era.
La joven llevaba pantalones negros, camiseta blanca sin mangas, americana a juego con los pantalones y tacones de aguja bajos. La verdad no era para tanto.
Alzo una de sus finas cejas y contestó.
- Es mi ropa de trabajo mas modosita- en su tono, además de la burla, se podía notar el acento sureño, de Florida quizá, y que era de clase alta. Una niña rica de papa, seguramente.
En ese momento fue cuando salieron los demás de la sala de entrevistas. Ryan se paro frente a la joven morena sorprendido.
- Katie! ¿Te has cortado el pelo?- saludo calidamente. Franzie se asomo desde detrás de Ryan, ya que el pasillo entre butacas era muy estrecho. Se giro también un momento, Stella se había rezagado hablando con Mac, parecía que todo el mundo se conocía.
Resignada a esperar a que ese par charlara, se sentó en una de las sillas.
- ¿Ya has vuelto a la acción?- preguntaba en ese momento Kate. Al mismo tiempo, Mac despidió a Stella y les hizo una seña para que pasaran. Kevin se levanto, pero los de Miami no se dieron por aludidos.
- Eh, que no sois fantasmas!- les espeto impaciente. Ryan se disculpo y le dio ánimos a la morena, que se levanto y siguió al rubio, Kevin, por el pasillo hasta la sala.
Franzie se levanto y llamo al ascensor, pensando en procurarse un segundo desayuno decente.
-¿Conocéis alguna cafetería por aquí?- pregunto algo distraída, aunque seguramente ellos no habían estado mas en San Francisco que ella.
- Esta zona es nueva, yo iría al centro- sugirió Stella mientras entraban en el ascensor- te acompañaría, pero quede con una vieja amiga- se encogió de hombros.
- ¿Has venido en taxi?- preguntó Ryan. Ante el asentimiento de la joven, continuó- puedo llevarte en mi coche si quieres. No he desayunado- propuso.
- ¿Has venido en coche desde Florida?- pregunto sorprendida, ante lo que el criminalista se ruborizo ligeramente y se encogió ligeramente de hombros, como Stella algo antes.
El ascenso se abrió y salieron al hall, bajo la atenta mirada de la secretaria.
- Está bien, acepto- decidió Franzie.
En la sala de entrevistas, Mac Taylor seguía con su ritual de leer el expediente y hacer preguntas. Empezó con Blair, quien venia directamente de Las Vegas, tras dos años y medio de estar allí. Según su antiguo supervisor, era muy competente pero quizás demasiado impulsivo, eso lo achacaba a su juventud. Aunque ya tenía casi veintisiete años y seguía igual. Mac clavo la vista en los ojos color chocolate del aspirante y entrevió una gran seguridad en si mismo, puede que demasiada. Pero los que estaban entrevistando primero eran los candidatos con mas posibilidades, es decir, estos cinco. En realidad, Kevin debería haber ido con otra tanda, pero dos aspirantes se retiraron ante mejores puestos, y por eso solo había dos ahora.
La chica, Catherine Burnside, era hija del todopoderoso Richard E. Burnside, uno de los magnates mas poderosos de la costa este; y de Liselle Lennox, una de las primeras mujeres en hacerse, primero con un hueco y luego acaparando la parte mas importante del mercado de bienes inmobiliarios. Vamos, lo que se decía la hija de dos peces gordos. Por sus informes, era realmente buena en su trabajo, especializada en buscar rastros en prendas de ropa y similares, pero dedujo que la posibilidad de estar enchufada la iba a perseguir bastante tiempo.
Había estudiado algunos años en una prestigiosa escuela de París cuando era pequeña y hablaba con fluidez dos idiomas. Recién terminados sus estudios en Florida, había entrado en el equipo de Horatio Kane en el que ya estaba Ryan Wolfe, el aspirante anterior. Por lo visto tenían buena relación. Ojeando su expediente, se dio cuenta asombrado que no tenía ninguna pregunta que hacerle y lo cerró sin más.
- Muchas gracias, lo mas probable es que reciban una llamada mia mañana- no quiso mentirles, además, aun le quedaban un par de horas entrevistando a otros aspirantes a forenses, técnicos de laboratorio, o simplemente secretarios y recepcionistas.
Los dos jóvenes recogieron sus chaquetas y bolso, en caso de Kate, y se despidieron aun algo nerviosos. Mientras tanto, en el interior de un espacioso coche, un mercedes de los ochenta, de color beige claro y suave olor a pino, Ryan y Franzie daban cuenta de unos chocolates en vasos de cartón, mientras una caja de muffins humeaba en el asiento trasero. Tras renunciar a aparcar en el centro, Franzie había bajado unos minutos y comprado cosas para llevar en un Starbucks, mientras Ryan aparcaba precariamente en doble fila. Luego habían estado dando vueltas por la ciudad hasta llegar a un parking gratuito, con los chocolates ya tibios.
- Como crees que ha ido la entrevista?- pregunto de repente Ryan mientras trataba de alcanzar la caja del asiento trasero. La ojiverde, que estaba tratando de ver si tenía chocolate en la mejilla en el reflejo del retrovisor, se quedo pensativa.
- La verdad, en mi primer trabajo logre entrar de milagro, así que ni idea- por lo visto, aun no se le había ocurrido mirarse en el espejito con luz que traen casi todos los mercedes de serie en el techo. Se giro hacia el otro lado, buscando el retrovisor del interior del coche y maldiciendo haberse dejado su espejito en el hotel. Al mismo tiempo, Ryan alcanzo por fin la caja de cartón y se volvió sin mirar, chocándose con Franzie en el proceso. Mas concretamente, con su mejilla manchada de chocolate. Más concretamente, su boca contra la mejilla chocolateada.
Se echaron hacia atrás como separados por un huracán y Ryan se toco los labios con un dedo abstraído.
- Tienes chocolate en la boca- susurro la chica mientras trataba de no ruborizarse furiosamente, algo fácil. No era muy vergonzosa.
- Y tú en toda la mejilla- sonrió él de vuelta. La chica cogió una servilleta rápidamente.
- Lo sabía!!- mascullo molesta.
Eran las siete menos cuarto, pero la ocupante de la habitación ya se había secado el pelo con una toalla. El móvil empezó a soltar destellos intermitentes de luz, señal de llamada entrante, antes de tocar la conocida musiquita de una canción de moda. Stella cogió el teléfono de la mesilla y pulso el botón verde.
- Diga?- contesto, de manera automática, aunque ya sabia quien era. Después de todo, la había dado su número de móvil nada mas acabar la entrevista.
- No se porque me sorprende encontrarte ya despierta y despejada- sonó la voz de Mac en el altavoz- veo que hay cosas que no cambian
- Espera, te paso a manos libres- repuso ella, y pulso una serie de teclas. A lo que su antiguo jefe hacia referencia es a que ella siempre llegaba a la oficina perfecta y la que mas temprano. Costumbre.
- Supongo que es un poco superfluo decirte que ya estas en el equipo, no?- dijo Mac, mientras la morena abría su armario, puesto que estaba en casa de una amiga temporalmente, y cogía un bonito conjunto para pasar el día visitando la ciudad- quería preguntarte que te parecería venir esta tarde y conocer al equipo. Forenses y Csi, a los del laboratorio les veras el lunes, si es que aceptas el trabajo
- Lo dudas?- pregunto burlona Stella, volviéndose para mirar el teléfono como si fuera una persona. Se abrocho la camisa y se puso la falda y unas medias mientras Mac le contaba los pormenores de su horrible mañana haciendo entrevistas.
- Entonces esta tarde? Tenía que llamar a los demás, pero parece que se me ha hecho tarde- se empezó a despedir. Stella soltó una pequeña carcajada, cierto que eran ya las siete y veinte.
- Te dejo jefe, me voy a desayunar- contesto ella, cogiendo el móvil y quitando el manos libres.
- Adiós- se despidió él, para colgar después.
El despertador de Franzie marcaba las siete con cuarenta y tres minutos. O lo marcaría si tuviese despertador. Pero no pudo más que pensar eso cuando, tras dejar que saltara el contestador y tratar de dormir unos minutos más, llamaron a la puerta. Era el servicio despertador que había pedido a las ocho menos cuarto, especificando que la llamaran a la puerta y no al teléfono o no podría levantarse de la cama.
Avanzo soñolienta por la habitación y se tropezó con la maleta, pero al final llego a la puerta y abrió. La luz del pasillo se coló en la habitación y la arreó como un mazo entre los ojos. Cerró los parpados con fuerza y le dio las gracias al empleado de recepción que la había despertado, al parecer atiborrado de cafeína. Santo Dios, como detestaba las mañanas…
Solo después de lavarse la cara con agua muy fría por segunda vez, se dio cuenta de lo que significaba cualquier llamada que pudiera recibir y se abalanzo sobre el contestador. Tras dos pitidos, una irritante voz le anuncio que tenía un mensaje. "Ya lo sabía" gruño ella de vuelta, pulsando el botón de reproducir.
- Señorita Ferrand, al parecer he llamado demasiado pronto o tal vez muy tarde, pero su móvil estaba apagado así que tuve que llamarla al hotel. En fin, suelo sentirme estúpido hablando con una maquina, así que seré breve: ha sido contratada. Si acepta claro. Esta tarde, más o menos a eso de las cinco y media vamos a reunirnos todos en un café del centro, el Buckle Doors, para conocernos mejor, en plan informal. En caso de que decida aceptar el trabajo, las señas son…- Franzie se apresuro a apuntarlas en la libretita de al lado del teléfono. Poco después, la grabación se acabo, y ella se tiro encima de la cama con una sonrisa de felicidad en la cara.
- Hotel Ritz-Carlton, San Francisco, dígame?- contesto una voz femenina y agradable.
- Sí, podría pasarme con la…602? A nombre de Catherine Burnside, por favor- contestó la voz de Mac Taylor en el teléfono.
- Ahora mismo, señor- contesto la recepcionista, tras comprobar que esa habitación estuviera ocupada y correspondiera a esa huésped. También comprobó que no hubiera dado orden de no pasarle llamadas, por si acaso.
- Catherine Burnside al habla- contesto una perezosa voz de mujer al otro lado de la línea. La rica heredera del imperio Burnside Lennox había decidido empezar el día con un baño relajante seguido de un masaje que había contratado en un par de horas, para luego ir de compras y renovar su armario.
- Señorita Burnside, soy el inspector Taylor- la joven se incorporo en la bañera para prestar mas atención- llamo para comunicarle que ha sido admitida en el equipo. So acepta el trabajo, puede venir esta tarde al Bucle Doors a conocer al equipo o el lunes al laboratorio para firmar su contrato
- No se preocupe, allí estaré. Se como ir- agregó al final. Se había dado una vuelta por el centro la tarde anterior para fichar las tiendas que había.
- Muy bien, pues nos vemos esta tarde- empezó a despedirse el que seria, o más bien era, su nuevo jefe.
- Un momento, puedo preguntar quien serán mis compañeros?- lo corto ella, con curiosidad. Quería saber que esperarse.
- De acuerdo, aunque no se si les conocerá a todos- se escucho el ruido de un cajón al abrirse, y al rato Mac contestó- Ryan Wolfe, Kevin Blair de Las Vegas, Stella Bonasera de Nueva York, Francesca Ferrand de Chicago y yo como CSI's, Adam Philson es el jefe de los forenses, así que no tengo una lista de su personal. Y el capitán del turno de noche que mas nos ayudara se llama…Jacques Lennox ¿son parientes? No es un apellido muy común- preguntó, extrañado.
- No, lo siento. Bueno, le dejo- dijo apresuradamente la sureña antes de colgar el teléfono y echar la cabeza hacia atrás, derrotada. Poco le faltaba para darse cabezazos contra la pared del baño, ¿Por qué tenía que haberle tocado "él", precisamente, de todos los policías de Estados Unidos? Debía haber hecho algo muy malo en una vida anterior para que la pasara esto.
