Hola!

He leído tantas cosas buenas ultimamente, que no pude resistirme a subir esto...

Me gustaría escribir más, pero entre el trabajo, cursos, la casa... a duras penas y consigo leer algo por las noches.

Espero les guste!

Nos vemos abajo!


Vale la pena

Había sido llamado con urgencia a la oficina de su Jefe. El Magnánimo Décimo Vongola. Una sonrisa cruzó por su cara; siempre seria, con la satisfacción de saberse subordinado del castaño.

TOC, TOC

-Pase.

Se sorprendió al ver a la esposa de Tsuna, pero no mencionó nada.

-¿Me mandó a llamar Décimo?

-Gokudera, te he dicho que no me hables de "usted" tenemos la misma edad y somos amigos.

El italiano negó. No iba a demeritar el esfuerzo que le costó a Tsunayoshi estar sentado detrás de ese escritorio.

-Bueno, dejemos eso para después. Hay un asunto que quiero tratar a solas contigo.

Sus ojos verdes viajaran hasta Kyoko que estaba a su lado, sentada… ¿viéndolo?

-No te preocupes, Kyoko está involucrada. Por eso está aquí.

-De acuerdo. –Seguido a esto le extendieron un sobre grande de color blanco. -¿Y esto?

-Gokudera-san, Haru se va a casar.

Alzó una ceja y miró sin interés el sobre. -¿Nos ha invitado?

El matrimonio negó a la vez. –Yo también lo pensé al principio; tenemos semanas sin saber de ella. Pero lo hizo para informarnos acerca de la decisión que tomó. –Tsuna suspiró. -Me pidió como un favor por nuestros años de amistad… que nos mantengamos alejados de ella. En general, toda la Familia Vongola.

-¿Qué?

Kyoko le sonrió tristemente. –Quiere cortar los lazos que la unan a la mafia. Eso nos incluye. –Acarició el sobre. –Supongo que esto fue su despedida.

-Tsk. A mí me parece un intento barato de sentirse halagada. –Apretó los dientes. –Déjela Décimo, vendrá ella sola a buscar a la Familia…

-Lo dudo, Gokudera. –Le aventó un sobre pequeño. –Ese es tuyo. En la carta me pide que te la entregue y…

-No me importa. No quiero leerla. –Despreció el papel con una mirada.

-… me rogó que hiciera que la leyeras. –Sin quererlo, el Décimo sonrió. Esos dos se conocían bien. –Nunca hemos conocido con exactitud que pasó entre ustedes. Si no has tenido la confianza para decírnoslo, lo respeto.

-Décimo, no es eso…

-Déjalo, no es como que te lo esté echando en cara. Es solo, que estoy seguro que lo que pasó entre Haru y tú; fue lo que detonó su regreso a Japón.

-…

-Así como también este matrimonio. Es mi amiga y odiaría saber que tomó este paso de manera apresurada. Un matrimonio es cosa seria.

La Sra. Sawada desde su lugar pudo observar como el Guardián tragó saliva. Con una seña le dijo a su esposo que dejara el asunto en paz.

Tsunayoshi se levantó, tomó la carta y la metió en el saco de su mano derecha. –Léela, ni idea de que diga… pero si Haru estaba tan deseosa de que la tuvieras, fue por algo.

-Claro. –Hizo una reverencia. –Si es todo, me retiro.

-Adelante.

La oficina se quedó sumida en silencio, mismo que fue roto por su dueño.

-Yo también lo sentí Kyoko-chan… Gokudera se sigue mintiendo.


El olor a sexo, sudor y cigarrillo era tangible en su habitación. Su compañera de cama desde hace algunas semanas, se acababa de retirar. Una sicaria italiana a la que veía cada vez que iba a tomar o dejar un reporte de misión.

Nada serio.

El sobre en su mesa de noche le llamaba como si fuera una sirena. Lo hechizaba de tal manera, que en cuanto hubo saciado ese apetito carnal; alegó que debía levantarse temprano.

Ella no preguntó más.

-¡Carajo!

Arrugó el sobre y lo abrió con rudeza.

Hola Gokudera.

Seguramente arrugaste mi carta. ¿Nunca puedes comportarte como un ser humano? Siempre serás un neanderthal.

No la tires, cuando menos espera hasta que la leas por completo. ¿Sí?

A estas alturas Tsuna-kun debió mencionarte mi casamiento… ¿Qué si espero que lo detengas? ¿Qué vengas a último minuto a impedir la boda? No espero un final de película, créeme.

De hecho, te pido una sola cosa.

Jamás, léeme bien; JAMAS ME VUELVAS A BUSCAR. Pase lo que pase.

Me quedo claro que lo que hubo entre nosotros se terminó. Quiero olvidarme de mis años con los Vongola. Quiero creer que ese tiempo en Italia solo fue por estudios.

Ya no te quiero cerca de mí. Me dañas. Eres nocivo y corrosivo para mi vida.

¿Cobarde? Supongo que sí. Pero es hora de despedirnos…

Cierto, un detalle más. Impide que Tsuna-kun y Kyoko-chan me vigilen. Estaré bien, lo estaré siempre y cuando nuestros vínculos desaparezcan.

Soy una chica grande y fuerte.

Los extrañaré, pero es lo mejor para la nueva vida que quiero empezar con mi esposo.

Cuídate, no hagas nada estúpido hombre impulsivo.

Que tengas una buena vida, Hayato.

Adiós

Miura Haru.

No sabía si reírse o llorar. ¿Qué esperaba encontrar ahí?

Conociéndola, una carta de amor. Pero resultó ser una despida; clara y concisa.

Haru Miura se despedía para siempre de los Vongola…

Se acercó a la chimenea y con su encendedor le prendió fuego al papel.

… y él se despedía de la única mujer que amaría en su vida.


-Está listo, Gokudera-san.

-Gracias Giannini.

Sin esperar una contestación salió del área de información de la Base Vongola.

-¿Tsuna-nii lo aprobó?

-Sí, Fuuta. Décimo me dio la orden expresa, de anular cualquier dato que pudiera ligar a Haru con nosotros.

-Me hubiera gustado acompañar a Haru-nee en su boda.

-A todos. Pero respetaremos su decisión. –El Ingeniero suspiró. –Gokudera-san se ve afectado.

-Kyoko-nee me comentó que Haru-nee le mandó una nota a Gokudera. –El recolector de datos se preparó para seguir usando su computadora. –Nadie sabe que le dijo.

-Y nunca lo sabremos, si es por él. –Negó con la cabeza. –Terminemos de borrar las huellas.


DOS AÑOS DESPUÉS

-¿Es todo lo que falta para que esté completa la Base en Namimori? –Tsuna revisó el informe de Giannini. –En unos meses más podemos hacer la mudanza.

-Décimo, no ve la hora en regresar a Japón, ¿verdad? –El mecánico le sonrió, cómo si aún fuera el adolescente que conoció.

-No, me gustaría que Kyoko diera a luz allá… -Se recargó en su silla. –Pero no nos alcanza el tiempo.

-¡Cierto! ¿Cuánto le falta para salir de cuentas? –La Familia Vongola esperaba ansiosamente ese bebé. Sería el primero de su Generación.

-Casi dos meses. –Un aura azul lo envolvió. –Quiere que esté en el parto con ella… No creo que sea lo mejor…

-Décimo, ha sobrevivido a tantas cosas; ¿y no puede entrar a la sala con su esposa?

-¡Gokudera!

Smoke Bomb entró con paso seguro y sonriéndole a su jefe y amigo. -¿Cómo ha estado? Giannini, un gusto verlos de nuevo.

Tsuna se levantó a abrazarlo. –Debiste venir en las Navidades, ¡ha pasado casi un año! –Se estrecharon.

-Los buenos resultados y las buenas conexiones no se hacen de un día al otro.

Los primeros meses después de que Haru se casó, el italiano demostró lo explosivo e intransigente de su carácter.

Nadie lo toleraba, las misiones en grupo pocas veces eran saldo limpio.

Así que Takeshi y Tsuna tuvieron que intervenir; desesperado por una salida, tomó el trabajo de ir a mantener relaciones con una familia rusa que se había acercado a ellos.

El castaño se lo había facilitado, lo conocía para saber que necesitaba alejarse de los recuerdos de su amiga.

-Me gustaría quedarme más tiempo, pero tengo cosas que hacer, Décimo.

-¡Oh si, por supuesto! –Le hizo un gesto de salida con la mano. –Vamos a checar que día sales a Japón para empezar a instalar lo que falta del C.C.T. para la base.

-Por supuesto. –Una reverencia. –Con permiso.

Carraspeó el ojo verde. -Con esto, la Alianza es firme. –Le entregó un folder con documentos. –Me demostraron que son de fiar.

-Eso es excelente. –Ojeó los papales. –Casi pensé que no llegarías para el nacimiento de mi hijo.

Gokudera cogió el comentario en el aire. -¿Será un niño?

Sawada sonrió radiante. –Sí, yo le pedí a la doctora de Kyoko-chan que me lo dijera solamente a mí. Después de mis padres nadie más lo sabe.

-Gracias por contármelo. –Chasqueó la lengua. –Permítame estar en la misma habitación cuando el friki se entere que yo lo supe antes.

-Hay cosas que nunca cambian, ¿Cuándo será el día en que ustedes se lleven bien?

-Eso será cuando…

-Sawada. –Hibari entró sin llamar a la puerta, miró de arriba a abajo a Gokudera. –Herbívoro. –Lo ignoró y caminó al escritorio. –Debes de ver esto.

Los sentidos de Sawada se pusieron a flor de piel. -¿Hace cuánto llegaste? –Se colocó de nueva cuenta en su silla. -¿Los rastros dieron positivos?

-Vine directo desde el hangar. –Sus ojos eran fríos. –Al principio no parecía haber ni una fuga de información. Pero con un poco de "persuasión" todos hablaron. –Tsuna ni siquiera preguntó ese punto. –Ve las fotos. –Miró de soslayo al de cabello cenizo. –A solas.

El ambiente se tensó. -¿Qué es lo que me trajiste que mi mano derecha no pueda ver, Hibari-san?

-Haz lo que quieras. –Cerró los ojos y esperó las reacciones.

-Maldito Hibari…

-¡No me jodas!

Hayato olvidó todas las ofensas que le iba a dedicar a Kyouya, cuando oyó la exclamación de su Jefe.

-¿Estás seguro?

-¿Por quién me tomas, Sawada? -El Guardián de la Nube abrió sus ojos. –Mi información es verídica y confiable.

El castaño asintió y tragó saliva. Con apenas una vocecita. -¿Nos traicionó?

La palabra traición retumbó en sus oídos. ¿Alguien se había atrevido a voltearse contra el Décimo? ¿Contra Vongola? ¿Contra la Familia?

Fuera quien fuera, lo iba a pagar caro. Las reglas en ese sentido eran estrictas: Traición igual a Muerte.

-Sigue viendo las imágenes… hay algo que estoy seguro querrás ver.

Sus ojos se ampliaron y pasó con rapidez una y otra vez las fotos. -¿Qué diablos pasa ahí?

-Esto es lo que sé. Se casaron hace un par de años, tienen una hija de nombre Suzume Fujioka. Tiene un año y unos pocos meses. –Ojos cafés y grises se cruzaron. –Ella es ama de casa y algunos días de la semana ayuda en un Jardín de Niños. La niña asiste a una guardería cerca de casa, cuando su madre tiene que ir trabajar. El… está hasta los huesos metido en la mierda de la yakuza. Esta nueva familia quiere sumir en caos a Namimori. Son un problema.

-¿Eran aliados nuestros?

Ambos ignoraron al hombre.

-Hay algo más, checa los informes.

Justo iba a empezar a reclamarles que lo ignoraran, la mirada furiosa de Tsunayoshi lo hizo retroceder. Había entrado en modo Hyper, y esos ojos eran los mismos que cuando Uni se sacrificó en la Batalla contra Byakuran.

-¿La niña sufre lo mismo?

-No, por alguna razón nunca la toca cuando la niña lo puede ver. La trata con cariño, lo vi yo mismo.

-Tenemos que entrar en acción. –Bajó las fotos y empezó a dictar órdenes. –Quiero a todos los Guardianes aquí. Ryohei, Chrome y Yamamoto están fuera del país; que dejen todo. Que releguen responsabilidades. Esto tiene prioridad. –Golpeó con el puño el escritorio. –Quiero saber hasta el último rastro de información. Pero más que nada… ¡Nadie se mete con alguien de mi Familia y sale indemne! ¡NADIE!

-Le diré a su secretaria… -Estaba saliendo de la oficina cuando le retuvieron.

-Creo que Sawada quiere decirte algo.

Hibari salió sin mirarlo. Esperó a que Tsuna quisiera hablar.

-¿Por qué se separaron tú y Haru?

No se esperaba esa pregunta. -¿Disculpe? Décimo, este momento no es el ideal…

-No voy a aceptar una evasiva más. –Con el modo Híper no le dejaba muchas opciones. –Quiero respuestas, Gokudera. Ahora.

Ese AHORA, fue dicho como una orden. –Ella quería algo más. El asunto de una relación formal. Salir juntos, compromisos y cosas así…

-¿Te acostaste con ella?

Los colores se le subieron a la cara. –Lo lamento, pero mucho que lo respete y sea mi jefe; eso no le da derecho a saber todo de mí.

-¡Maldición Gokudera! ¡No estoy de humor para esto!

Nunca, jamás; en los años que tenía de conocer a Tsuna lo había visto así.

-¿Por qué es tan importante mi vida personal?

-Por esto. -Le aventó las fotos y los papeles a sus pies. –Tú dime, si no es importante.

Las primeras fotos no las reconocía, era un sujeto bien parecido metiéndose en tugurios y lugares de mala muerte. Otras más con bolsas, que estaba seguro; no eran de basura.

La siguiente hizo que su corazón brincara. Era la boda de Haru… con ese sujeto.

-¿Ella… ella nos traicionó? –Estaba de rodillas buscando la mirada del Líder.

-Continúa…

La siguiente era… de una niñita de cabellos cenizos y ojos verdes. Una más, pero en brazos de Haru. Otra, en un paseo familiar. Los tres.

-No es posible.

-¿A quién te recuerda?

El hombre era de cabello negro, ojos castaños. Bastante común, a su ver. Cualquiera diría que tal vez, la niña salió a algún familiar. ¡El mismo lo hubiera alegado!

Pero esa niña era el vivo retrato de su madre.

-Es mi hija…

-Estoy casi al 100 por ciento seguro, que lo es. Esa niña es igual a ti.

-Pero, pero…

-¿Puedes decirme que dicen esos informes médicos?

-¿Informes médicos?

Revolvió los papeles hasta que los encontró.

Fractura de costillas. Accidente casero.

Hombro fisurado. Accidente casero.

Contusión cerebral. Accidente casero.

Y así había al menos, 6 hojas más.

Paciente: Haru Fujioka.

-¡¿Accidente casero?! –Los arrugó. -¡Una mierda! Ese cabrón la golpea. –Algo hizo click. -¡Voy a hablar con Hibari! ¿Le consta que a la niña no le ha hecho nada? –Estaba al pie de la puerta a punto de salir…

-¿Qué vas a hacer después de eso? ¿Ir por ellas? Hasta donde sabemos, Haru nos podría haber traicionado… si ese bastardo la golpea… ¿Quién nos garantiza que no le ha dicho algo de nosotros?

-Haru no es capaz.

-¿Estás seguro?

Giró para verlo a los ojos. –No sé qué está pasando, pero te puedo jurar por mi vida Tsunayoshi Sawada que esa mujer, jamás haría algo en contra de los Vongola.

Se fue relajando y salió de Modo. –Bien, eso quería oír.

-Yo mismo voy para allá.

-¿Perdón? –Décimo negó con la cabeza. –No, no creo que sea lo mejor.

-Es mi hija, la que está viviendo con ese hijo de puta.

-Entiendo, pero…

-¡NO! ¿Y si la mata? ¿O pierde la cabeza y le hace algo a la niña? –Se pasó desesperado las manos por el cabello. –No puedo perder más tiempo. Me voy en el Jet, en cuánto se abastezca que regrese por ustedes.

-Bien. –Hayato parpadeó confundido. –Mientras vas por tus cosas, arreglaré todo.

Intercambiaron una mirada. –Gracias, Décimo.

-Pero espero de ti, un informe en cuanto sepas algo.

-Hecho.


-¡Buenas tardes, Haru!

-¡Buenas tardes, Yosano-san! –La castaña llevaba empujando la carriola con su hija.

-¡Pero que linda se pone cada día, Suzume!

-Qué cosas dice. –Se pararon y se colocó a lado de la niña, que dormía manteniendo escondidos esos ojos verdes que tanto le gustaban. –Pero tiene razón. Mi niña cada vez se ve más bonita.

La señora; ya de edad avanzaba y única vecina miraba cómo se apagaba cada vez más la joven.

-Kentarou… -Se tensó al oír el nombre de su esposo. -¿Todo va bien con él, cariño?

-¡Por supuesto! –Inconscientemente se bajó hasta las manos las mangas de su blusa. –Por cierto, debo apresurarme… -Quitó el freno a la carriola. –No debe tardar en llegar.

-¿Por qué no te vas? –Se paralizó por la pregunta. –Querida, yo sé que desde que tus padres murieron solo lo tienes a él y a Suzu-chan, pero… -Bajó la voz. –Un día de estos…

-Tranquila, no pasa nada. ¿Sí? –Le sonrió con verdadero cariño. –Suzu-chan y yo, estaremos bien.

-Algún día, se cansará de ti… -Bajó los ojos a la niña que nunca se despertó de su siesta. –Y podría ser ella la siguiente.

-Yo…

-¡Haru! –Aunque era muy guapo físicamente, debajo de esa fachada era perverso. –Señora Yosano, buenas tardes… casi noches.

-Hola Kentarou, estaba diciéndole a Haru que tienen una hija bellísima. –Aparentó que no platicaron de nada fuera de lo común.

-Se parece a mi hermanita, que a su vez era idéntica a mi madre. –Con infinita ternura acarició su mejilla. –Vamos Haru, la noche refresca y le puede hacer daño.

-Claro, hasta luego Señora Yosano.

-Hasta luego, cariño.

Haru iba tragando saliva e implorando a Dios que esta fuera una noche tranquila. Tomó aire cuando la puerta se cerró.

-Traje comida china, voy a acostar a Suzu y bajo para que cenemos. –Sacó con cuidado a la niña y subió a la planta superior.

Respiró varias veces para tranquilizarse. Sacó los empaques y fue a vaciarlos en platos de cristal. Nunca en cartón o unicel… Kentarou nunca comía en esos, lo aprendió con un ojo morado.

-Listo. -Sonrió tímidamente mientras esperaba a que él se sentara, para hacer lo mismo. -¿Cómo te fue en el trabajo?

-Bien, estamos preparando el festival para las sakuras. –Le sirvió en su plato.

-¿Y a Suzume en la guardería? -Empezó a comer.

-¡Oh, bien! Llegaron dos niñas de su edad y la maestra dijo que de inmediato congeniaron. –Lo vió sonreír genuinamente… como al principio que se conocieron.

-Qué bueno.

Comieron en silencio, y Haru estaba a punto de dar las gracias para empezar a recoger los platos; cuando sonó el celular de su esposo.

-Ve recogiendo la mesa, quiero que durmamos temprano. -Se levantó para ir por el aparato a su chamarra. –Mañana el Padrino quiere que vayamos a desayunar con él.

Haru escondió su cara de desagrado. -¿Con la niña?

-Sí, ya sabes que la adora.

La castaña se mordió los labios para no decir nada. El "Padrino" no era otra persona, más que el viejo más retorcido y grotesco que ella hubiera conocido. Gran causante de sus desgracias.

Llegó a intentar suplantar a los Vongola. ¡Ja! Buena suerte con eso.

-¡¿Qué?!

Sus instintos se activaron. Ese tono… lo conocía muy bien.

-¿Estás seguro? –Apareció en la puerta del comedor mirándola de arriba abajo. –Le preguntaré…

Por reacción se echó a correr hacia el sótano con el que contaban, pero la jaló de los cabellos.

-¿Adónde crees que vas? –La empujó contra la mesa, rompiendo y tirando la vajilla. -¡¿CONOCES A UN TAL HIBARI?!

El nombre la congeló. Y sintió cómo las piernas le fallaban. ¿Habrían averiguado algo?

-¡Lo conoces! –La azotó contra el piso, sin importarle que los cristales se le clavaran en la cabeza. -¿QUIEN ES? ¿DE DONDE LO CONOCES?

-No, no lo conozco. –Intentó quitárselo de encima, pero lo único que logró fue que la apretara por el cuello. – Urgh… no… no puedo…

-¡Dímelo, Haru! –Estrujó más fuerte y la estrelló de nueva cuenta. -¡¿COMO CONOCES A ALGUIEN DE LOS VONGOLA?!

-No se… de que hablas. –Tomó fuerza y en un momento que sintió débil el agarre, se deslizó debajo de la mesa e intentó llegar a la sala. –Nunca había escuchado esos nombres.

-Ese hombre mató y dejó mal heridos a dos hombres a mi cargo. –Tomó un florero entre sus manos. –El "Padrino" quiere respuestas. Me las debes… se las debes a tus padres…

-¡Yo no sé nada! –Se paró en pasillo que daba a la sala, decidiendo si subir a las habitaciones o al jardín.

-Explícame entonces, porque pidió información acerca de nosotros… -Se aproximó algunos pasos… -¡Acerca de ti!

Aunque se había agachado, una parte del florero de la había dado en la cabeza, lo suficiente como para dejarla mareada.

El cuerpo entero de su marido la retuvo contra el piso. -¿Qué es lo que no me estás diciendo?

-Ken, por favor. –Empezó a llorar. –Debe haber algún error. Las cosas no son cómo te dijeron…

-¡Maldición Haru! ¡DESDE QUE LLEGASTE A MI VIDA, TODO LO PERDÍ!

Llegó el primer puñetazo, el segundo… luego las patadas.

-¿Qué relación tienes con los Vongola? –No podía enfocarlo bien, debido a la hinchazón. -¡Dime!

Un llanto lo asustó, por un momento la observó horrorizado. Hasta que una nueva sombra de odio le nubló los ojos.

-Mierda, Haru… -La levantó de un tirón. –Yo estaba enamorado de ti, ¿Por qué me mentiste?

Y fue cuando la joven sintió que el mundo se le venía encima, desmayándose.


-Por Dios… -Bianchi tenía los ojos llenos de lágrimas. –Es igual a ella…

-Lo sé, y Gokudera también.

Reborn, Bianchi, Lambo y Tsuna iban en el avión privado de Nono, Hibari estaba en la parte trasera alejado de ellos. Llevaban 2 horas de diferencia con Hayato.

-Espero que estés consciente que esto será una masacre… caiga quien caiga.

-Lo sé Reborn, lo sé.

Rogaba que las cosas no fueran, como parecían por fuera.


Cuando logró abrir los ojos; por una rendija pequeñita, notó que seguía siendo de noche.

Pero Suzume no lloraba… no lloraba…

En un ataque de adrenalina se enderezó sin sentir dolor y corrió escaleras arriba. Abrió de golpe la puerta rosa y con un respiro de alivio la vió suspirar en sueños.

-Sigue aquí…

¿Pero… y Kentarou?

Su habitación estaba abierta y no estaba ahí. Ni un ruido en la casa… hasta que la puerta de un coche cerrándose la hizo salir del cuarto a prisa. Jamás le había puesto una mano a su niña; pero no quería tentar a su suerte.

-¡HARU!

No había lugar para correr, ni esconder… ninguna puerta tenía cerrojo. Él los quitó.

-¡BAJA AHORA!

Ni loca. Estaba segura en la parte alta, evitaba hacerle algo en ese espacio. Evitaba perturbar a la niña.

-Ven acá.

La cargó tomándola por sorpresa, al no oírlo subir.

-¡Bájame! ¡No me pegues, por favor! –Se intentó zafar de sus brazos.

-Como quieras.

Sin ninguna piedad la aventó por las escaleras. Logró protegerse la cabeza, pero todo su cuerpo estaba gritando por descanso.

-Fui a casa de tus padres…

No se movió desde donde había caído. Se resignó, supo que encontró.

-Ahora entiendo muchas cosas…

Pasó encima de ella y se perdió por el pasillo; hacia el comedor y cocina. Emitió un grito, cuando lo vió regresar con un cuchillo.

-No, no, por favor Ken… Piensa en Suzume, me necesita. –Cuando intentó levantarse una de sus piernas le falló, posiblemente fracturada. –Ken, no me hagas daño. Por favor, por favor…

-Nunca me amaste. Nunca lo olvidaste… -Empezó a llorar. -¿Es parte de los Vongola?

-Ken, por favor, deja eso. –Su voz era clara, lo que era una suerte. –No hagas nada que te arrepientas.

-¡Por eso los mataron! –Blandió el cuchillo frente a ella. -¿No te importó que los mataran? Mi madre y hermana, eran inocentes… Eran buenas… ¡FUE TU CULPA!

-Lo siento, lo siento tanto… -Las lágrimas le escocieron las heridas en la cara. –Nunca quise que pasara…

-¡POR TU CULPA HE TENIDO QUE VENDER MI ALMA AL PADRINO! –Le rasgó la ropa. - ¿SABES LO QUE LE PASARÁ A MI HERMANO SI ME NIEGO A HACER EL TRABAJO SUCIO? ¡LO VAN A MATAR!

-¡LO SIENTO, LO SIENTO! –Intentaba en vano cubrirse con sus manos su piel desnuda. -¡PERDONENME!

-¡¿Y todo para qué?! ¡Estas protegiéndolo! –Le subió la falda. -¿Cuánto tiempo tardó para meterse en tus bragas?

-¡No! Ken, por favor… por favor…

-¡CALLATE HARU!

La primera cuchillada la hizo soltar un grito que levantaría a los muertos. Que fue silenciado por su propia blusa.

Estaba segura que la destrozaría por dentro y por fuera. Eran pocas las veces que tuvieron intimidad, y sólo la primera fue sin golpes e insultos.

Sus brazos se cansaron y ya no pudo seguir rasguñándolo o golpeándolo…

Esta era la noche. Por fin la alcanzó lo que tanto temía.

Aunque la Señora Fujioka la escuchara y reportara… nadie vendría. El "Padrino" sobornaría y nada pasaría… igual que las veces anteriores.

Su pequeña Suzume… si pudiera decirles en Italia; estaba segura de que irían por la niña. Cuando menos se aseguró de esto.

Ella estaba dispuesta a pagar por sus errores. Que la juzgaran, pero que su pequeña estuviera en buenas manos era lo único que importaba.

¿Con la muerte expiaría todos sus pecados? Si tenía que ser, será.

Pero su pequeña, merecía la Familia –de nombre y sangre- que la recibiría a manos llenas. En cuanto la tuvo en sus brazos supo que tenía todos los genes italianos. Era idéntica a su padre. El la amaría, estaba segura.

Le zumbaban los oídos, así que no pudo responder a lo que le preguntaban. Lo que le equivalió a un tajo más.

Si, esta era la noche.


Kentarou Fujioka tardó en reaccionar después de saciar sus deseos; pero cuando lo hizo notó que estaba en un gran problema.

-Mierda, mierda. –Temblando sacó su celular. –Tengo un inconveniente, necesito que vengas… ¿Qué haces hasta el otro lado de la ciudad? No importa, prepara todo el equipo que tengas… Casi no respira, no puedo llevarla al hospital… ¡Carajo, no puedo tirarla en cualquier lugar! El "Padrino" está seguro que ella nos llevará a los Vongola… ¡Bien! Paso por ti, estate listo.

Subió a cambiarse, y checó a la niña antes de irse. Que buena la de las paredes a prueba de ruidos. Nada salía y nada entraba. No podía llevársela, estaba segura en casa. Besó la frente calientita y cerró la recámara.

Sin detenerse a checar a su esposa salió de su casa, a tiempo para ver que su vecina estaba espiando, sobre la cerca que dividía los terrenos. Mas valía callarle la boca.

-Un muerto más, qué más da.


Agradecía a los Dioses el que su moto estuviera en el garaje y con gasolina. No era su preferida; pero era veloz.

Un presentimiento lo oprimía. Antes de llegar a la últimas casas de ese barrio; bastante solo y con casas espaciadas entre sí, bajó de su vehículo y se escondió entre las sombras.

Encontró un cuerpo, en el patio delantero. Tragando saliva se acercó despacio. Era una mujer, pero no la que el buscaba.

-P-por favor… -Estaba viva, aunque a duras penas con esas balas en su cuerpo. –H-Haru…

-No…

Saltó la cerca y abrió su celular en el camino, que le importaba si lo oían. -¿Romario-san?

-¿Gokudera-kun?

-Mándame un equipo médico a…

Sin dar ninguna explicación terminó la llamada y sacó sus pistolas.

La puerta de la sala que daba al jardín estaba abierta, el olor a sangre lo hizo sudar.

-Por favor, no…

Corrió hacia ella, era su Haru. La estúpida mujer, su estúpida mujer. La única que logró amar.

-Haru, Haru… -Hizo tiras la camisa que tenía sobre puesta. –Por favor, por favor… -El pulso era débil. –No te vayas, por favor… -La vista se le nubló, rápidamente sacó la caja de Uri y lo llamó. –Necesito… -Su arma mascota lo iba a atacar… -¡Escúchame! Busca que no haya nadie en esta casa, si encuentras a alguien, avísame. Si no hay nadie, busca por la casa un aroma como el mío… o como el de Haru; es un bebé, ¿entiendes? Quédate ahí, cuando la encuentres.

UN gruñido de rabia salió del gato, cuando reconoció quien era el bulto.

-¡Ve! –La sangre seguía emanando. -¡Carajo! Estúpida mujer, no te mueras.

Cuando el ruido de carros y personas cerca de la casa, se debatió en dejar de apretar las heridas o tomar su arma.

-¡¿Gokudera?!

-¡Aquí Dino-san!

El rubio se frenó y dejó que su equipo médico, portadores de la llama del Sol se acercaran.

-Haru… -Esa castaña era inconfundible.

-¡No la dejen morir!

En cuanto alguien lo relevó en la presión se alejó y corrió escaleras arriba. Dino lo siguió con su arma desenfundada.

Una vez más se quedó pasmado cuando al entrar en una habitación rosa, encontró el siempre huraño Guardián de la Tormenta abrazando a una bebé al grado de hacerla llorar.

-¿Gokudera?

Quería saber que pasaba en esa casa, pero cuando el llanto del hombre y el ronroneo del gato retumbó aún más fuerte que los ruidos de la niña; decidió que debía dejarlos solos.


-¡¿Qué?! -Tsuna se levantó del asiento del avión con los ojos horrorizados. -¿Cómo está? ¿Qué tanto de gravedad? ¿Gokudera? –Algo más le contestaron. –Bien, vayan a la Clínica y quiero un grupo armado, oculto… estoy seguro que regresará… Y lo quiero vivo para cuando aterricemos. Lo dejo a su cargo Romario-san.

-¿Qué pasó? –Todos se enderezaron de sus asientos, inclusive Hibari. -¡Tsuna!

-Tranquila Bianchi. –Compartió una mirada con Reborn. –Quiero que prepares una incursión a gran escala en donde esté su base, Hibari-san va a la cabeza.

-¿Y Haru-nee? –Lambo temblaba de pies a cabeza, temiendo la respuesta.

¿Hibari al frente? Era algo grande.

-Romario está en la casa de Haru, están dándole primeros auxilios… ese bastardo… ¡LA DEJÓ DESANGRANDOSE COMO A UN ANIMAL!

-¿Y la niña? ¿Qué pasó con la niña?

Reborn ya estaba pensando en una muerte larga y dolorosa para ese cabrón.

-La tiene Gokudera, está a salvo. Al menos por lo poco que dejó que Dino y Romario la revisaran.

-¿Qué tan grave? –El Hitman empezó a jugar con su pistola.

-Mucho, no pueden dar un reporte total… Tiene heridas de un cuchillo, está golpeada y quien sabe que más…

-Yo voy con ustedes. –El Escorpión se quitó la gabardina de piel. –Haru es de la Familia.

-Avisen a los demás, iremos directo al enemigo.


Por más que intentaba concentrase, no lo lograba. Alguien más había logrado hacer una maleta para la niña, porque no la soltó para nada. Les aventó las llaves de su moto. Y se metió a un auto conducido por Romario.

Ahora estaban en el Hospital. Suzume dormía en sus brazos, después del susto inicial y de susurrarle palabras para calmarla, volvió a su apacible sueño.

Sentía que flotaba…

-¡Por Dios, Gokudera! –Dino lo detuvo. –Vas a desmayarte con la pequeña en brazos. –Extendió sus brazos. –Dámela, toma algo y prepárate, mi hermano llega en máximo media hora…

Eso lo despertó y se enderezó sin titubear.

-Van por ellos.

Miró a… su hija y muy despacio se la dio. –Cuídala, cuídala mucho.

-Tranquilo, me quedo con ella y las enfermeras me ayudarán en caso de que lo necesite.

-Bien, los voy a recoger al hangar.

-Que te acompañe uno de mis hombres. Necesitaran un chofer. Mandaré otro auto, para los demás.

-Gracias, Dino-san. Si hay algún…

-Si pasa algo en el quirófano yo te informo, está en buenas manos. Mis cirujanos son de lo mejor.

-Gracias.

El rubio italiano observó detenidamente a la bebé. –Dios, ¿Cómo pudiste permanecer oculta todo este tiempo?


Encendió su 12vo cigarro; le informaron que el avión en que venía Yamamoto y los demás llegaría primero que el del Décimo.

-Están a punto de aterrizar, Gokudera-san.

Solo movió la cabeza y siguió exhalando humo. El aire frío de la madrugada lo tenía alerta, la venganza contra esos yakuza iba a ser ejecutada totalmente por los Guardianes Vongola.

Un honor bastante mortífero; pocas ocasiones los 6 guardianes hacían la limpieza… y ni siquiera mencionemos cuando fue que Tsuna fue participe de un evento tal.

-Malditos idiotas.

El sonido del avión hizo que terminara el pitillo. Estaban a una distancia prudente del hangar, esperó a que terminaran el aterrizaje en el lugar cubierto.

Revisó las municiones de su cartuchera. Sus cajas del Sistema CAI. Anillos…

-Hey…

Yamamoto estaba mortalmente serio, sus ojos color caramelo se asemejaban al dorado; en definitiva estaba furioso.

-Décimo quiere que partamos todos juntos. –Terminó de acomodar sus pistolas plateadas en sus costados. –Vamos todos.

Chrome, Ryohei sacaron los maletines con sus armas de fuego. Fue cuando se dio cuenta que estaban vestidos con los trajes negros hechos por León.

-Mierda. –Él iba en jeans y con una playera negra.

-Estaba pensando en que momento te darías cuenta. –Takeshi le pidió a uno de sus hombres que fuera por su equipaje. –No creo que el pantalón te quede, pero la camisa sí. Póntela.

Sin decir nada se colocó la camisa blanca y la cerró dejando dos botones abiertos. A lado de sus compañeros lucía bastante informal, pero lo que importaba era el material. Esos trajes les habían salvado las vidas innumerables veces.

-Sasagawa-san, Décimo arribará en 30 minutos más.

-De acuerdo. –El boxeador se recargó en la camioneta. – ¿Tenemos un aproximado de cuantos son?

-Leí el informe de Hibari en el vuelo. No son más de 200, algunos grupos menores de delincuentes se unieron. No tienen nada que perder y mucho por ganar.

-¿Se identificaron las casas de seguridad? –Chrome balanceaba su tridente. –Tal vez si nos separamos…

-No lo creo. Hibari encabeza el grupo. –Gokudera abrió los ojos con sorpresa. –Tsuna se comunicó conmigo; será un gran ataque y luego irlos cazando…

-¿Lenta y tortuosamente? Déjame a ese cabrón.

Ninguno preguntó a quien se refería el hombre.

Los minutos se pasaban de manera tan lenta, que Hayato se empezó a preguntar si no harían toda la acción cuando el sol ya hubiera salido.

Hasta que el avión de Nono apareció en la oscura noche. Todos se enderezaron, aunque fueran amigos desde adolescentes; la presencia de este Tsunayoshi adulto les imponía respeto.

Todavía se oían los motores, cuando la escalerilla del jet descendió. Primero Lambo y Bianchi aparecieron, el Bovino sin hacer ningún comentario. Hibari respiró profundamente, como disfrutando el aire. Reborn fue el siguiente seguido de Tsuna. Los hombres de Dino y los pocos subordinados de los Guardianes hicieron una reverencia.

Los 6 dueños de los anillos Vongola se colocaron delante de su Jefe. Bianchi y Reborn a un costado de la formación.

-Todos sabemos para qué estamos aquí. -El Manto de Primo se ondeaba con el viento. –No quiero sobrevivientes. Sólo dos rehenes. El nombrado "Padrino" del que me haré cargo personalmente y Kentarou Fujioka del que Gokudera-san estoy seguro quiere verle de frente.

-¿Qué pasa si tienen gente retenida? –La única mujer levantó la voz. Una posibilidad siempre latente, con gente de su calaña.

-A resguardo para después dejarlos en libertad. –Todos asintieron. –Un contingente de Dino-nii nos alcanzará. Pero esto debe ser hecho por los Vongola. Nadie puede meterse con la Familia y ensuciar Namimori; sin que tengan un castigo. –Entró en Modo Hiper. –Vamos.

Hibari tomó una moto negra que estaba ahí por su orden. Reborn hizo lo mismo.

Los demás partieron en diferentes coches.

El aura letal los transformó. Esto es la Mafia.


Los yakuza solo sabían por cuentos el poder de los Vongola. Enfrentarlos, fue algo increíble.

Eran asesinos. Rápidos, eficaces, con técnicas limpias y sin rastro de arrepentimiento o duda.

Hibari y sus tonfas, fueron el primer frente. Reborn demostró porque era el Hitman de los Arcobaleno.

La incursión fue un éxito, tanto como podría ser la aniquilación de la podrida familia.

Respiraban agitados, que fueran diestros en estos asuntos; no les quitaba que fueran humanos.

-Kojiro, Jiro y yo iremos a los calabozos. Hemos despejado el área, los refuerzos de Dino-san ya entraron. –Siseó por lo bajo por el dolor. – Logramos sacarles información de que tienen rehenes. Al parecer hay más gente aquí de la que creímos al principio. –Yamamoto estaba recibiendo de Ryohei algunos cuidados. –Solo falta la parte trasera donde el primer contingente sigue peleando.

-Bien, terminen eso y vayan al Hospital. No hay rastros de su Jefe y Fujioka. –Tsuna estaba tomándose un respiro de la pelea. –Ya casi alcanzo a Hibari.

-¿Gokudera?

-Tsk, deja de joderme friki.

-Está conmigo. Nos vemos ahí. Cambio y fuera.

El cuñado de Tsuna terminó su labor. –Quiero conocer a esa niña. Así que acabemos pronto.

-¿Chrome? –Abrió una nueva conversación. -¿Cómo estás?

-El ala este, despejada. Donde se encuentran ustedes es el único lugar donde podría haber civiles.

-¿Necesitas a Ryohei contigo? -El boxeador movió la cabeza y rodó los ojos.

-No, no te preocupes. Solo rasguños. –Una risita por la línea lo hizo sonrojarse. –Nos vemos en la clínica. –Nuevamente una risa interrumpió la conversación.

-Lambo, cállate y no digas nada.

-De acuerdo Yamamoto-nii.

-Cambio y fuera.

-¿Ya le dijeron a Mukuro?

El Guardián de la Lluvia se sonrojó y lo alejó de él. –Vamos tenemos trabajo.

-Jajajaja, Cabeza de pulpo va a disfrutar de esto.

-Supongo que a Hana le gustará saber que tu última misión fue con una mujer de compañía, ¿cierto?

-De acuerdo. –El boxeador carraspeó y se limpió el polvo de los pantalones. - Vamos a liberar a esa gente.


-Sabía de su eficacia, pero nunca esperé que tardarían tan poco en llegar a mí.

-¿Dónde está Fujioka?

-¡Ah! ¡Eres el padre de la pequeña Suzu-chan! –El hombre, que por sus rasgos físicos bien podría ser extranjero; le sonrió. –Siempre supe que Haru-chan y su hija nos serían útiles.

En un parpadeo Hayato lo sostenía del cuello. –No juegues conmigo.

-Herbívoro, hazte un lado. –Hibari aventó lejos a uno de los guardaespaldas del Jefe Yakuza. –Es mío.

Los miembros restantes de la mediocre familia; estaban temblando pero con sus armas desenfundadas.

-Atrás. Hibari termina con los restantes. –Tsunayoshi se acomodó los X-Gloves. –Gokudera, bájalo.

-¿Dónde está Fujioka? –Lo azotó contra el muro. -¡DIMELO!

-¿Sabes lo que es que maten a toda tu gente? ¿Qué maten a tu esposa, tus hijos? ¿Tu madre? ¿Tus hermanos? –Hayato aflojó un poco el agarre. –Tomé una cuantas decisiones que no debía, lo admito. –Sus ojos fueron hasta Tsuna. –Eres el heredero de una Familia podrida. Aunque El Noveno intentó borrar todo, ¡yo sobreviví! –Sacó una pistola y apunto al pecho del Guardián de la Tormenta. -¡La venganza jamás se acabará!

El peli cenizo logró reaccionar y esquivó el disparo directo, pero su brazo fue alcanzado. -¡Joder! –Y que la camisa fuera hecha por León eso no evitaba que recibieran una parte del daño.

Tsuna lo desarmó e inmovilizó. –Esto acaba aquí. Haz matado a gente inocente, hecho destrozos en Namimori y sobre todo… -Sus ojos se volvieron gélidos. –Permitiste que un integrante de MI FAMILIA resultara herido. –Le hizo una seña a Hibari. –Arrasa con todo y todos.

La Décima Generación Vongola era vista por muchos como débil, con principios "infantiles" y "poco factibles para la Mafia".

Pero una cosa era segura; su fuerza militar y táctica los hacía alguien de temer.

Su comunicador de Hayato sonó. -¿Qué?

-Fujioka y algunos hombres han sido detenidos. –Romario estaba cumpliendo su parte. –Los trasladaremos a la casa de seguridad de Dino-san.

-Voy para allá. –Se levantó y no miró siquiera los cuerpos que iban cayendo. -¿Del Hospital?

-Sigue en quirófano, la niña despertó pero fue atendida y ya duerme de nuevo.

-Bien. Nos vemos ahí.

Corrió por los pasillos de ese lugar. Afuera sus compañeros ya se estaban reuniendo, se pararon el verlo salir.

-Décimo sigue dentro, igual que Hibari. –Fue por su moto, seguido de Yamamoto. –Encontraron al "Padrino". Voy a la casa de seguridad.

-¿Tienen al esposo de Haru?

El Guardián de la Lluvia no tuvo tiempo de reaccionar antes de que Gokudera lo golpeara. -¡Y una mierda, que es su esposo! Ese cabrón no llega a ver la luz del día.

-¡Eh, Gokudera! Nosotros no somos tus enemigos. –Ryohei corrió a meterse a la pelea.

-Voy detrás de ti.

Takashi se limpió la boca. No en balde eran amigos desde hacía años. Se seguirían hasta el infierno.


Kentarou temblaba de frío, de miedo, de ansiedad. Era un manojo de emociones.

Los tipos que los habían apresado no eran policías; y eso es lo que más temía.

La puerta se abrió con un azote, y un borrón de cabellos grises se abalanzó contra él.

Un golpe tras otro, ni siquiera podía respirar antes de sentir una patada o un puñetazo.

-¡Eh, Gokudera!

El borrón le fue quitado de encima y tardó unos momentos en recuperar la vista.

Cabello cenizo y ojos verdes. -¿Suzume? ¿Dónde está Haru? No entiendo nada…

-¡NO TE ATREVAS MENCIONARLAS BASTARDO!

La silla fue enderezada de golpe y unos ojos nuevos le dieron la "nada calurosa" bienvenida a la realidad.

-¿Quiénes son? ¿Conocen a mi hija y a mi esposa?

Un golpe nuevo fue directo a su mejilla, esta vez del hombre de cabello negro. – ¿Tu esposa? Que cobarde eres…

-Te lo diré fuerte y claro. –El hombre de cabellos gris le siseó las palabras. –No soy alguien que no cumpla su palabra. Te voy a matar y quiero que sepas porque.

En un momento de lucidez. La respuesta le llegó fuerte y clara. –Eres el padre de Suzume.

-Haru no merecía ningún golpe, ella siempre ha sido…

-¡POR SU CULPA MURIERON MI MADRE Y HERMANA! ¿En serio es una persona inocente?

Ambos Guardianes se quedaron un momento callados, en experiencia propia sabían que una persona desesperada era capaz de soltar bastante información por si solos.

-Yo la amaba, me enamoré de su forma de ser, su sonrisa y su alma pura… -Cada frase le mandaba un aguijonazo al italiano. –Pero ella siempre me mintió. Solo me dijo que tenía que irse de Italia, se veía con mucha prisa. Muy nerviosa. –Lagrimas corrían por su rostro. Si iba a morir, ¿porque no decir todas esas palabras que lo ahogaron ese tiempo? –Cuando me di cuenta de su embarazo le propuse casarnos, yo le daría una familia a ese bebé. Ella me aceptó, pero nunca me amó. Me mintió diciéndome que el padre del bebé la había botado cuando se enteró de su embarazo y que ella no sabía que hacer… le creí, creí en todo lo que me dijo.

Hayato cerró los ojos. La conciencia le pesaba. Si él no la hubiera dejado, si hubiera entendido que lo necesitaba, que lo amaba…

-Por eso, por eso mataron a mi familia. Por las cosas que Haru sabía y que calló por protegerte… Por no decir nada mi familia murió. Los mataron.

-Cuando te casaste con ella, prometiste cuidarla…

-Se llevaron a Satorou y lo mantuvieron en vida este tiempo… Porque me metí en la mierda de la mafia. Mi trabajo a cambio de la vida de mi hermano. –Ahora eran lágrimas de coraje. –Verla me llena de odio, lo perdí todo por ella, y ella no me quiere. Podría haber sido otra historia si me amara, pero no fue así. Hubiera perdonado… pero la veo y… quiero matarla, que sienta el mismo dolor que yo.

-Te concederé lo mismo… - Hayato se acercó con frialdad. -Te haré clamar por tu muerte, lenta, muy lentamente te haré sentir todo el dolor que tú le hiciste. –Abrió una carpeta. -¿Fractura de costillas? Concedido. –Acercó un mazo de gran tamaño.

Yamamoto bajó la vista al primer grito. Haru jamás los traicionó. Jamás lo haría, aunque viviera el infierno en la tierra.

Internamente se preguntaba. ¿Quién se torturaba más? ¿Haru dejándose maltratar para saldar unas vidas? ¿Kentarou al vivir con una mujer que no lo amaba? O ¿Hayato al dejar salir su frustración en el hombre?

¿Qué pasaría si Haru no volvía a abrir sus ojos?


NOTAS DE LA AUTORA:

Amé escribir de una Vongola con sed de venganza...

Estaba quedando muy largo y está dividido en dos.

Espero subir en estos días la siguiente parte.

Hoy me gana el tiempo, entró a trabajar a las 3, y son 2:10 y yo... ni siquiera me he arreglado :P

Espero sus reviews!

Saludos!

aDiOs!