Hola a todo el mundo!!!!
Ya sé, ya sé, no tengo perdón, pero esta historia hace ya algún tiempo que andaba por los fondos del ordenador y pensé que ya era hora de sacarla a la luz. En realidad no tenía pensado publicarla en un principio, pero la encontré revisando los archivos y me hizo cierta gracia. Así que allá va.
La idea es abarcar los siete años de Balsie y Draco en Hogwarts. No puedo decir con total seguridad que vaya a ser Slash, pero es muy probable que ese sea su destino, jejeje. En un principio durará de 8 a 10 capítulos. Ya veremos lo que sale de esto.
No es la gran cosa como historia, es simplemente el cómo interactúan estos dos personajes que aquí al menos son tan similares.
Este no es el Blaise al que os tengo acostumbrados, pero espero que no os caiga muy mal.
Bueno, allá va el primer capítulo, ah, y los personajes no son míos, por mucho que me pese, aunque el nombre de Moon, Azura, es cosa mía.
Espero que no os desagrade demasiado.
Besitos mil!!!
Igual
Capítulo Primero.
El traqueteo del tren resultaba tan adormecedor como la cháchara de las chiquillas que habían invadido su compartimento. No hacían más que comentar emocionadas la casa en la que desearían estar y la prueba que deberían pasar para ser seleccionadas.
Les había echado un ligero vistazo por encima cuando entraron alegando que había falta de espacio donde sentarse y, después de un par de preguntas de cortesía le habían terminado por ignorar. No era que le molestase, por cierto. Las había encontrado bastante insulsas.
Dos de ellas eran gemelas, con los mismos profundos y oscuros ojos orientales y el cabello negro y sedoso recogido en una cola baja. Padma y Parvati Patil. Había oído hablar sobre su familia, aunque ninguna maravilla. Eran monas, pero no demasiado dignas de atención después de un par de minutos. Una de ellas (ignoraba cual) no hacía más que hablar y hablar en un tonito molesto, como un zumbido, sobre lo que había echado en su maleta acaparando toda la conversación por largos periodos. La otra parecía más callada, menos entusiasta, un poco más madura. Carne de Ravenclaw.
La chica que las acompañaba debía tener algún pariente nórdico perdido en su genealogía a juzgar por el tono rubísimo de sus largas trenzas. Tenía los ojos claros y sus pestañas eran tan rubias que parecian inexistentes. Miraba con los ojos muy abiertos a la chica habladora casi sin atreverse a meter baza en la conversación hasta que la otra gemela, sutilmente, la desvió hacia otros derroteros. Había dicho llamarse Hannah Abbot, y si no quedaba en Hufflepuff sería una injusticia para la pobre chica.
Aburrido intentó concentrarse de nuevo en su libro para olvidarse de aquellas tres y dejar sus nervios atrás. No podia negar que la selección le preocupaba. Su padre había dicho muy claramente que debía quedar en Slytherin para continuar la tradición familiar, pero él no estaba muy seguro de si podría conseguirlo. No se veía como Sly, no creía caer bajo ese perfil.
Tal vez por estar perdido en sus pensamientos mirando ausente por la ventanilla del tren, una de las gemelas cedió al impulso de hablarle.
- Te llamas Blaise, ¿verdad? – dijo con una sonrisa encantadora. Señaló el libro que aún sostenía abierto por la pagína que pretendía leer -. ¿Qué es?
Blaise la miró impasible.
- Un libro – dijo con seriedad. La chica le miró recriminadoramente, pero sin dejar de lado su media sonrisa.
- ¡No me digas! Nunca lo hubiera dicho – dijo en broma, aunque Blaise no estuvo ni tentado de devolverle la sonrisa - ¿De qué trata?
- Herbología – contestó escuetamente.
- Oh, ¿te interesa la herbología? – preguntó ella curiosamente.
- No.
Ella lo miró perpleja durante un instante y luego soltó una graciosa risilla que atrajo la atención de las otras dos. Su gemela, al ver que estaba hablando con él se acercó un poco más para escuchar su conversación.
- Y si no te interesa ¿por qué lo lees? – volvió a preguntar la chica.
- Conocimientos – dijo simplemente.
Su gemela torció el gesto con desagrado. Vale, esa a Ravenclaw seguro que no iba, ¿pero los gemelos podían estar en distintas casas?
- Vas a resultar un Ravenclaw estupendo – dijo la morena con un tonito que no le gustó en absoluto. Su hermana la miraba molesta.
- Te equivocas, bonita. Voy a ser un Slytherin – informó Blaise calmadamente antes de esbozar una ligera sonrisa de suficiencia.
La primera hermana se la devolvió al instante, a pesar de que el gesto de él había sido un poco desdeñoso para con su gemela. La segunda le miró perpleja un momento y luego se centró en lo más importante de la frase. La había llamado "bonita". Se sumó a la sonrisa con un leve coqueteo que desconcertó a Blaise.
- Pues será una pena, porque en ese caso no estaremos en la misma casa – dijo con una voz que pretendía ser seductora. Blasie parpadeó sorprendido y se arriesgó a cruzar la mirada con la primera hermana, quien no pudo resistir el impulso de poner los ojos en blanco.
- Una tragedia – dijo él con burla, más para sí mismo que para ella, volviendo la atención a su libro en una clara advertencia de que no deseaba más conversación.
O-O-O-O-O-O-O-O
- ¿Cómo se ha atrevido? – mascullaba Draco Malfoy iracundo caminando a rápidas zancadas por el pasillo hasta su compartimento. Abrió la puerta con violencia y se sentó airadamente en su sitio, con los brazos cruzados y un gesto enfurruñado.
- Draco... – dijo su amigo Vincent tentativamente asomándose con cuidado. Gregory aún miraba con malestar su nudillo lastimado, mordido por una rata en el compartimento de Potter.
- ¡Me ha rechazado por ese mago de tercera! – casi chilló Draco exasperado. Un poco más y rechinaría los dientes de rabia, ¿cómo se atrevía ese mequetrefe a rechazar a alguien como él?
Provenía de una de las mejores y más poderosas familias del mundo mágico. Había poca gente que no conociera su apellido, ligado generalmente a la política, y su linaje era tan antiguo que casi se podía rastrear hasta los tiempos en los que se fundó Hogwarts. Su fortuna y sus propiedades eran, hasta ese momento, las más vastas de mundo mágico y siempre habia creído que no había nada que no pudiera tener. Hasta que Harry Potter, el salvador del mundo mágico, le había rechazado a favor de un pobretón pelirrojo que lo único que poseía eran un montón de hermanos buenos para nada.
- ¡Malnacido! – exclamó Draco furioso dándole una patada a la pared del compartimento, unicamente logrando con este gesto que el cristal de la ventana temblase un poco y dañarse los dedos del pie agresor. Eso le puso aún de más mal humor.
Su dos mejores amigos se limitaban a mirarle desde fuera del compartimento, temerosos de entrar y enfrentarse con el endemoniado carácter del angelito rubio que tenían por líder. Draco llegaba a ser horrible cuando se enfadaba, y lo mejor era no estar al alcance de su varita cuando eso sucedía. A pesar de tener únicamente once añitos, el crío era de cuidado y Vincent y Gregory ya lo habían experimentado en más de una ocasión.
- ¡Vince, Greg! – llamó imperiosamente. Con algo de temor, los corpulentos muchachos (que podrían reducir a Draquito a papilla con unos cuantos golpes si se lo proponían) entraron despacio dejando la puerta abierta por si había que salir por patas. Ambos se sobresaltaron cuando el muchacho llevó la mano al bolsillo de su capa, y volveron a relajarse cuando comprobaron que en lugar de la varita sacaba un puñado de relucientes galeones – Id a por la bruja del carrito y comprádselo todo – dijo con tono caprichoso entregándoles las monedas.
Los dulces eran lo único que podía mejorar su humor en ese momento y pensaba darse un atracón, hasta ponerse enfermo si era necesario, para tratar de recuperarse del golpe a su orgullo.
Cuando Vincent y Gregory desaparecieron por la puerta para cumplir sus órdenes bufó molesto. Esos dos nunca replicaban una orden suya, y aunque resultase muy conveniente en más de una ocasión estaba bastante harto de su actitud sumisa. Eran sus amigos, pero en el fondo Draco pensaba que se comportaban como unos sirvientes y no podía evitar sentirse superior a ellos. No era que no le gustase la sensación de liderazgo sobre esos dos, pero hacía más molesto el hecho de haber sido humillado frente a ellos, porque ahora tendría que hacer algo para volver a ganar su orgullo y que no pensasen que se había dejado vencer.
- Estúpido Potter – gruñó ceñudo.
Ese maldito crío le había rebajado delante de sus acólitos y era algo que no pensaba perdonarle jamás. Casi estuvo tentado de sacar su varita y volver a ese compartimento para poner las cosas en su sitio. Si no lo hizo fue solamente para no crearse problemas antes de empezar la escuela, y aplicarle a ese desgreñado engreído el hechizo que tenía en mente sin duda era llamar a los problemas a gritos. Ningún alumno de primer año debería tener los conocimientos que él tenía. Claro, que tampoco ningún alumno de primer año había sido entrenado por su padre con tanto afán desde su más tierna infancia.
O-O-O-O-O-O-O-O
Blaise cerró la puerta de compartimento a sus espaldas hastiado de la conversación de las muchachas. Lo único que había sacado en claro era que a la hermana coqueta, Parvati, no había manera de hacerla entender que lo único que deseaba era seguir leyendo en paz. Antes de salir exasperado de allí rehullendo el insistente interrogatorio de la pesada chica, Padma, la hermana sosegada, le había dirigido una mirada de disculpa. Descubrió con algo de desconcierto que Padma podía llegar a caerle bien, pero nunca era demasiado pronto para asegurar que no soportaba a Parvati. Hannah, por el contrario, no le merecía ningún tipo de opinión, aunque seguramente la chica debería conseguirse una personalidad. Esperaba que no tuviera la desgracia de caer en la misma casa que Parvati, o sería su callada sombra por los siete años de escuela.
Suspiró cansadamente y se dijo que necesitaba un premio después de aquello. Nunca antes le habían acosado con tal ronda de insistentes preguntas y ni su más oscura mirada de enojo habían servido para que Parvati se diera por aludida y cerrase la boquita.
- Necesito toneladas de chocolate – dijo para sí con desánimo. Miró a ambos lados del pasillo tratando de deducir en qué dirección podría estar la señora con el carrito de dulces que había visto anteriormente. Le había comprado una modesta cantidad de ranas de chocolate, su golosina preferida, pero ahora tenía ansias de descontrol. Probó en una dirección y por casualidad dio con la mujer, que se alegró de ver a un comprador compulsivo como él y pronto se quedó sin una sola rana entre sus existencias. Blaise, con los brazos cargados y una media sonrisa satisfecha, se dio la vuelta para regresar a su compartimento cuando casi chocó con dos enormes muchachos que por poco taponaban el estrecho pasillo.
- Quita – dijo uno de ellos desagradablemente casi llegando a empujarle. Blaise le dio una oscura mirada, pero el muchacho le ignoró y se acercó al carrito de las chucherías. Su compañero parecía demasiado preocupado por su nudillo lastimado para prestar a atención a nada más.
- ¿Y si tenía la rabia o algo así, Vince? – preguntaba ansiosamente a su compañero, que le ignoraba olímpicamente.
Blaise siguió su camino sintiéndose ofendido al ser ignorado, pero no dijo nada. Manteniendo en precario equilibrio entre sus brazos su preciosa carga de chocolate avanzó despacito por el pasillo, hasta que una enorme manaza en su hombro le detuvo.
El chico grande que casi le había empujado le hizo girar en contra de su voluntad.
- La bruja dice que has comprando todas las ranas de chocolate – informó sonando molesto. Blaise asintió con el ceño fruncido. No le gustaba nada esa situación -. Te las compro – dijo el chico sorpresivamente.
- No están en venta – dijo Blaise con seguridad. Ese era SU chocolate. Lo necesitaba imperiosamente.
- Sí, sí que lo están – dijo el chico haciendo tronar sus puños en una clara amenaza. Blaise decidió que no iba a dejarse intimidar y se irguió en toda su altura (que no era mucha de todos modos) levantando la cabeza con altivez.
- Te aseguro que no – dijo casi siseando.
El chico pareció levemente desconcertado por un segundo, pero detrás de él su compañero del nudillo lastimado le recordó:
- Es el dulce preferido de Draco. Se enojará mucho si no lo tiene.
Eso le decidió a intentar quitárselo a Blaise por la fuerza.
O-O-O-O-O-O-O-O
Draco no había conseguido hacer descender su nivel de enojo, y esos dos estaba tardando demasiado en traerle el único remedio eficaz para su malhumor.
- ¿Qué demonios estarán haciendo para tardar tanto? – se preguntó molesto. Al oír abrirse la puerta del compartimento se volvió enojado para reprocharles el tenerle esperando, pero en lugar de sus dos enormes amigos vio a un crío bajito y pálido, poquita cosa, con el cabello negro ligeramente largo y unos grandes ojos miel. Alzó una ceja desconcertado por esa aparición.
- ¿Y tú quien diablos eres? ¿y qué estás haciendo aquí? – exigió saber.
El chaval se encogió de hombros y señaló a Vince que de un empujón brusco terminó de hacerle entrar en el compartimento para poder pasar él.
A Draco le hizo gracia que el crío le mirara con rabia durante un segundo para después patearle la espinilla con eficacia.
- ¡Desgraciado! – aulló Vincent sobándosela, pero sin intentar devolverle el golpe. Miró a Draco, que aún esperaba una explicación a todo aquello.
- Este pequeño mamonazo compró todas las ranas de chocolate que quedaban – informó señalando al desconocido con un dedo -. Se niega a dárnoslas.
- ¿Y por qué tendría que hacerlo? Son mías, yo las compré – dijo el chaval con altivez.
- Las ha encogido y las tiene en sus bolsillos – dijo Greg atrayendo la atención sobre él. Draco vio entonces que su túnica parecía un poco chamuscada en un costado. Aún despedía un poco de humo y olía intensamente a quemado.
- ¿Y a ti que te ha pasado? – preguntó curiosamente.
- ¡El criminal este! – dijo Vincent con desagrado mirando al chico de reojo -. Nos lanzó un chorro de fuego con intenciones homicidas.
- ¡Intenciones homicidas! – exclamó el chico con burla -. Era de baja intensidad, estúpido. ¿Crees que quiero acabar en Azkaban antes de mi primer día de clases?
- Podría acusarte con los profesores, pequeño cretino, se supone que tú no debes saber ese tipo de hechizos – dijo Vincent resistiendo a duras penas la tentación de partirle la boca al morenito.
- Además de llorica, chivato – dijo el chico poniendo los ojos en blanco. Vincent, indignado, trató de echarse sobre él para darle su merecido.
- ¡Te voy a...!
- ¡Ya basta! – exigió Draco, haciendo que Vincent desistiera de inmediato de sus intenciones. El desconocido le miró con curiosidad, tal vez fijándose por primera vez en él desde que había entrado en el compartimento.
- Un Malfoy, ¿verdad? – dijo sorpresivamente.
Draco no supo muy bien qué sentir al ser identificado con tanta facilidad. Por un lado era todo un orgullo ser reconocido como representante de su familia, pero por el otro hubiera deseado ser un poco más anónimo, como el chico frente a él.
- ¿Y tú eres...? – preguntó con tranquilidad.
- Zabini – dijo el chico sentándose enfrente suya sin esperar ni necesitar una invitación. Draco alzó una ceja el reconocer el apellido.
- Vaya, qué sorpesa – dijo por decir algo. Vio a Vincent moviéndose disgustado y lanzándole miradas torvas al chico. Zabini tampoco parecía muy contento con la presencia del otro.
- Vince, Greg, id a dar una vuelta por ahí – ordenó Draco con sequedad.
- Pero Draco... – protestó Vincent mirando de reojo a moreno.
- Ahora – fue la única palabra que necesitó el joven Malfoy para ser obedecido al instante.
O-O-O-O-O-O-O-O
Cuando los dos mastodontes hubieron salido del compartimento, Blaise se permitió estudiar atentamente al chico sentado frente a él.
Era bajito, casi tanto como él mismo, con esa complexión delicada de los niños hiperactivos que queman todo lo que comen, justo como él y con ese orgullo y suficiencia que era como una presencia invisible que le cubría como una manta, fiel reflejo de la suya propia.
Ahí era donde terminaban las semejanzas. El pelo del chico era de un rubio clarísimo, casi de color marfil, sus ojos de un gris tormentoso, bordeados de pestañas un poco más oscuras que su pelo. Sus cejas eran delicadas, finas y arqueadas, casi femeninas, y su mentón afilado le daba un aire tan aristocrático como la blancura lechosa de su piel. Aunque ya estaba vestido con el uniforme escolar parecía haberse quitado la corbata en un momento de frustracion, pues había quedado olvidada a su lado en el sillón, y se había abierto un par de botones de la camisa, los suficientes para permitir a Blaise admirar sus finas clavículas.
Su postura era decididamente arrogante, tal vez demasiado para alguien tan joven. Tenía el tobillo izquierdo sobre la rodilla derecha, y una de sus pálidas manos de largos y finos dedos tamborileaba insistente sobre su pierna, mientras su otra mano desordenaba de manera sutil algunos mechones marfileños de su pelo, apoyado su codo en el filo de la ventana. Estaba ligeramente recostado en su asiento, estudiando a Blaise tan atentamente como era estudiado por él.
El moreno se descubrió pensando que de haber tenido el pelo largo y haber asumido una postura menos... ¿gamberra?, ¿prepotente?, ¿desdeñosa?... habría podido pasar por una chica.
Por lo que sabía de su familia era de armas tomar, y convenía más tenerlos, sino de amigos, al menos de aliados antes que ponerse en su contra. Por lo pronto Blaise no pensaba en ninguna de las dos opciones. El chico apenas había hablado y cuando lo había hecho había sido prácticamente para ordenar, pero si pensaba que Blaise obedecería sus órdenes tal y como habían hecho aquellos dos se iba a llevar una buena sorpresa.
Draco, también en silencio, tomaba nota de cada detalle del chico sentado frente a él. Le parecía pequeño y delicado, aunque intuía, por mucho que le molestase la idea, que si se ponían uno al lado del otro vendría a ser de la misma altura. Llevaba el pelo ligeramente largo, casi hasta los hombros, negro, liso y brillante. La cinta negra que llevaba alrededor de la muñeca izquierda seguramente sería utilizada para atarlo en una cola y mantenerlo apartado del rostro. No lucía desaliñado, al contrario, parecía recién cepillado y estaba limpio y cuidado. Draco supuso que sería seguramente la única muestra de vanidad del chico, pues no parecía prestar la misma atención a sus uñas mordidas hasta el límite. Tenía unos enormes ojos de un color miel brillante, que hacían parecer su rostro más pequeño y atraían la atención irremediablemente. Su cara, lejos de ser angulosa como la de Draco, era redonda y aniñada y le haría parecer inocente si no fuera por el rictus ligeramente desdeñoso de sus labios. Era poseedor de unas largas y espesas pestañas que se curvaban con gracia y Draco las envidió al instante, pues hacían su mirada mucho más interesante.
Se había sentado descuidadamente, reclinado contra el respaldo, los brazos cruzados sobre el pecho y las piernas insolentemente abiertas, los pies calzados con botas de cordones bien plantados en el suelo. Vestía un pantalón de piel beige claro, un fino sueter castaño que ponía de relieve su delgadez y una túnica chocolate abierta descuidadamente.
La hebilla de su cinturón era, seguramente, el símbolo que los Zabini habían escogido como firma, una Z gótica encerrada en un octágono labrado con runas. Nada demasiado impresionante, a decir verdad, pero Draco no tenía nada parecido. Su padre le había regalado en una ocasión un sello con la firma de su familia, pero llevar un anillo de oro macizo en la mano era demasiado pomposo para lucir con once años. Pero un cinturón no estaba mal. Draco pensó que podría pedirle a su padre uno para poder lucirlo como Zabini.
Casi antes de terminar este pensamiento Draco frunció el ceño para sí mismo. Ni hablar, no se rebajaría a imitar algo que tenía otro. No sería un gesto digno de un Malfoy. Apartando esos pensamientos estudió la expresión hermética del otro muchacho.
- Soy Draco Malfoy – dijo con un tono indiferente, sin moverse un ápice de su posición.
- Blaise Zabini – dijo el moreno escuetamente, imitando su tono.
- Le quemaste la túnica a Gregory Goyle y el que trataba de matarte es Vincent Crabbe – señaló el rubio para su información. Las familias de Crabbe y Goyle también eran conocidas en el mundo mágico por su largo linaje, aunque no tenían tanto poder como los Malfoy.
Por toda respuesta Blaise solo sonrió torcidamente, sin tener nada que añadir. Draco casi volvió a fruncir el ceño, pero se contuvo. Blaise parecía una persona más reservada de lo que acostumbraba a tratar.
- He oído hablar de tu familia, Zabini – dijo casi con pereza -. Y si la mitad de lo que se dice es cierto me atrevería a considerar que tienes una excelente preparación a tus espaldas.
Blaise sonrió torcidamente.
- No deberías prestar oído a las habladurías, Malfoy. Nunca sabes cuánto hay de verdad en ellas – apuntó serenamente. Draco le miró un momento en silencio, tratando de considerar la manera en la que debería tomarse esas palabras.
- Pienso que no me he equivocado en mis apreciaciones, Zabini – dijo después de unos segundos -. No es muy común que un alumno de primer año pueda realizar un conjuro de ataque con fuego, por muy de baja intensidad que haya sido – le recordó -, o al menos no es muy común demostrar que puedes hacerlo. En el mejor de los casos no es un movimiento sensato.
Blaise apretó los dientes molesto. No le hacía falta que ese crío le recordara que había cometido una terrible imprudencia y nada menos que en el corredor del tren, demasiado cerca de la señora del carrito de dulces y donde cualquier alumno hubiera podido salir de su compartimento para ver qué ocurría. Realmente había ternido mucha suerte de que nadie hubiera visto el intercambio de golpes, insultos, patadas y hechizos menores que había tenido con los dos bueyes. Podría haber sido castigado, o incluso expulsado nada menos que antes de su primer día de clases. Hubiera sido la peor humillación posible para él y su familia.
Blaise aceptó el reclamo en silencio, porque eso había sido el recordatorio del rubio, una llamada de atención. No iba a rebajarse a tratar de justificar sus actos ni tampoco se disculparía ante nadie por sus propias decisiones. Tal vez Draco estaba esperando que él reconociera su liderazgo, pero Blaise estaba esperando que el rubio reconociera su independencia. Todo era cuestión de quién cedería antes.
Draco encontraba el ambiente tenso. No era muy común para él la acitud del chico sentado en frente suyo. Lo más normal hubiera sido que le hubiera asegurado que nunca se volvería a repetir algo así. O bien, que le hubiera presentado algún tipo de excusa para su comportamiento. Pero no había hecho nada de eso. De hecho, se limitaba a mirarlo en silencio con aire indiferente, como si nada de lo que le dijese le fuera a afectar en lo más mínimo, aunque Draco había creído ver por un momento como su mandíbula se tensaba y sus ojos se achicaban un segundo, como picado por el recuerdo de su fallo. También podía ser que se lo hubiera figurado, pero prefería dejarlo en duda.
- Buen, Zabini, espero que seas más cuidadoso en un futuro – dijo Draco con un tono distendido, procurando que el otro se relajase y dando por zanjado el tema sin posibilidad de discursión.
Como mucho Blaise podría añadir algo como "lo seré" o "no volverá a suceder", pero el rubio a estas alturas no contaba con ello. De todas maneras con esa frase dejaba en claro que no toleraría de nuevo ese tipo de comportamientos, sin necesidad real de que el moreno aceptase su liderazgo.
En otras palabras, se imponía.
- Y yo espero que esos sacos de grasa no vengan a tocarme la moral después de esto, Malfoy – dijo Zabini ligeramente cortante, dándose cuenta de que había estado demasiado tiempo en silencio y le había dejado decir la última palabra - , porque si buscan pelea te aseguro que la van a tener.
Draco sonrió ante su gesto de bravuconería. Se rebelaba, el pequeño. Bien, sería divertido observarle, ver si era capaz de mostrarse tan altanero sin su apoyo, porque con ese discursito le había dejado muy claro que no pensaba ser como Crabbe y Goyle y convertirse en su subordinado. Sí, estaba seguro de que se divertiría.
- Muy bien, Zabini. No te tocarán – sonrió burlonamente al imaginarse lo que Vincent tendría que decir sobre ello – Ahora... tengo entendido que tienes ranas de chocolate en tus bolsillos...
Blaise parpadeó desconcertado por el cambio de tema. Creía que seguirían con la lucha de voluntades durante un rato más, pero al parecer el rubito había decidido dejarlo estar. La apenó un poco descubrirlo, realmente se había estado divirtiendo al ver los intentos de Malfoy de ponerle bajo su bota, sobre todo porque había sido lo bastante diplomático para no hacerlo de manera abiertamente ofensiva, y suficientemente sutil para que Blaise hubiera podido aceptar sin darse cuenta.
Bastante listo el crío para tener once tiernos añitos.
Entonces recordó que él también tenía once tiernos añitos.
Como no había tenido mucho contacto con gente de su edad había tenido una idea preconcebida del grado de inmadurez que podían tener, y la presencia de Parvati en su vagón no había hecho más que reforzar esa idea. Ahora se daba cuenta de que Draco había sido criado como una versión en miniatura de un adulto, justo como le había ocurrido él, y aunque podría tener arranques de infantilismo (como estaba demostrando al sacar el tema de las ranas de chocolate con los ojos brillantes de expectación) él también tenía sus momentos, como cuando se había cabreado seriamente con Crabbe y Goyle en el pasillo y cedido a su impulso de exhibir un poco sus conocimientos.
En otras palabras, se sintió identificado con Draco, porque veía que eran iguales.
Sonriendo calladamente aceptó compartir algunas de sus ranas con el rubio Malfoy.
O-O-O-O-O-O-O-O
Poco antes de llegar a la estación, Blaise, casi hastiado de chocolate, volvió a su compartimento para vestirse su uniforme. Parvati le clavó la mirada en cuanto abrió la puerta.
- ¿Dónde estabas? Parece que estamos a punto de llegar. Tienes que cambiarte.
Blaise le lanzó una mirada ceñuda pero no dijo nada. Se limitó a abrir su baúl para sacar el uniforme pulcramente doblado en medio de un tenso silencio.
- Si quieres salimos para que te cambies – sugirió Padma amablemente -. Supongo que los baños estarán más que ocupados de estudiantes vistiéndose.
Ellas ya se habían cambiado, apreció Blaise, así que no se sintió demasiado culpable al aceptar su sugerencia y enviarlas por unos minutos al pasillo, donde pudo escuchar con claridad como las gemelas discutían en susurros de algo así como "echar una miradita". Padma calló eficazmente a su hermana con un grito de "he dicho que no" que al parecer atrajo la atención de uno de los prefectos. El tipo las estuvo interrogando durante más de un cuarto de hora sobre la causa de su comportamiento y Blaise agradeció sinceramente esos minutitos de paz y silencio entreteniéndose en atarse el pelo con la cinta de su muñeca y guardar sus pertenencias en el baúl, hechizándolo en previsión de vistazos indeseados.
Enganchando su varita del cinturón como su padre le había enseñado a hacer, abrió la puerta del compartimento para indicarles a las chicas que podian pasar. La verdad era que no quería que Padma tuviera que seguir soportando la aburrida charla de ese espigado pelirrojo con aires de suficiencia. El gesto le valió una sonrisita coqueta de Parvati aunado a un batir de pestañas que le hizo pensar si se le habría metido algo en el ojo. Se mordió a tiempo la lengua para no preguntárselo.
Por suerte, el tren no tardó en detenerse y Blaise trató de perderse entre la multitud que bajaba al andén. La maniobra fue del todo inútil, lo único que consiguió fue que Parvati se cogiese con fuerza de su capa para no separarse y se ganó unos cuantos molestos tirones en el cuello cuando se alejaba demasiado. Terminó compartiendo una barca con las tres chicas, Parvati sentada a su lado, casi sujeta de su brazo porque según ella "esas negras aguas no le daban ninguna confianza". A Blaise el recorrido se le hizo eterno, y en más de una ocasión estuvo tentado de empujar a su compañera de banco hacia "esas negras aguas" para que se ahogara de una vez.
O-O-O-O-O-O-O-O
El castillo, por dentro, no era tan impresionante como uno habría podido esperarse. Para Blaise, quien ya vivía en un castillo durante la mayor parte del año, no fue nada sorprendente la construcción del lugar, pero sus compañeras lanzaban exclamaciones ahogadas cada vez que sus ojos ingénuos topaban con algo. Incluso Padma parecía impresionada por lo que veía aunque por fortuna sabía ocultarlo mucho mejor que las otras dos, que parecían torpes pueblerinas recién llegadas a la gran ciudad. A Blaise le daban algo de vergüenza ajena, aunque al darse cuenta de que la mayoría de los alumnos reaccionaba igual dejó de darle importancia.
La profesora McGonagall, una sesentona con pinta de solterona amargada, les lanzó un aburrido discurso sobre el funcionamiento del sistema de casas. Cuando se marchó por la puerta, diciendo que volvería en breve, las chicas que apresuraron a arreglarse lo mejor que pudieron, alisándose la túnica, enderezándose la corbata y pasándose una mano por el pelo. Padma, sorpresivamente, se acercó a Blaise casi con timidez para enganchar un mechón de pelo suelto tras su oreja y tratar de quitar las arrugas de su capa que el puño de Parvati había producido. Le sonrió encantadoramente y Blaise, sin poder resistirse, le devolvió la sonrisa enderezándole innecesariamente la corbata a su vez, en un simple gesto de agradecimiento por sus atenciones.
Parvati no tardó en acercarse abruptamente para tratar de ayudar en algo, buscando infructuosamente algún fallo en la apariencia del chico que pudiese arreglar. Al no encontrar nada decidió lanzarse en la imaginativa conversación que pululaba por toda la habitación.
- ¿Cómo harán para seleccionarnos?
Nadie pudo contestar a su pregunta porque una veintena de fantasmas eligieron ese momento para aparecer en la habitación atravesando una pared. Hannah, Parvati y Padma dieron un grito y un salto y se escondieron detrás de Blaise mirando por encima de sus hombros. El chico suspiró resignado, preguntándose cómo pensaban ellas que podría defenderlas si primero, se suponía que no sabía aún ningún hechizo y segundo, los fantasmas son intangibles y por lo tanto inmunes a cualquier ataque directo.
- No pasa nada – dijo con un tonito fastidiado -. Sólo son fantasmas.
- Nunca había visto un fantasma – reconoció Hannah tímidamente, aún agarrada con fuerza a su brazo derecho.
- No te harán nada – trató de tranquilizarla el chico, ligeramente conmovido por sus enormes ojos asustados.
Parvati, al parecer algo picada por su actitud, tiró de su manga izquierda insistentemente.
- ¿Estás seguro? ¿Nada de nada? – ensayó el efecto de sus ojitos tiernos, obteniendo un resultado nulo.
- Bueno, quizás a ti sí – dijo Blaise con una sonrisa torcida. A Parvati le recorrió un escalofrío por la columna, pero se apretó más al moreno en busca de protección.
- ¿Tú me defenderías verdad?
Blaise no tuvo tiempo de contestar despectivamente porque McGonagall había vuelto para llevarlos a la prueba de la selección.
O-O-O-O-O-O-O-O
Se sentía incómodo, allí situado entre una chica grandota y Parvati, que al parecer se había vuelto a enganchar de su capa a juzgar por el tirón molesto en su cuello. Era consciente de que todos los alumnos les miraban uno a uno, evaluándolos, tratando de adivinar en qué casa quedarían y sin duda disfrutando con el aspecto temeroso e inseguro de la mayoría.
- ¡Sólo hay que probarse el sombrero! – cuchicheó Parvati en su oreja como si él no se hubiera dado cuenta después de la tonta canción del trapillo viejo que descansaba en el taburete.
Hubo un tenso silencio en la sala hasta que McGonagall se adelantó con un rollo de pergamino en las manos y llamó al primer alumno.
- ¡Abbot, Hannah!
Hannah se sobresaltó al oír su nombre, salió tímidamente de detrás de Padma y avanzó con aparente resolución hasta el taburete, cogiendo el sombrero entre las manos. Le envió a Blaise una sonrisa medio temblorosa antes de calárselo hasta los ojos y sentarse. No tardó demasiado en ser la primera nueva Hufflepuff y con una sonrisa de alivio se dirigió hacia la mesa que la vitoreaba, siendo saludada por un fantasma regordete vestido con hábito que la asustó un poco con su efusividad.
- Vaya, una Hufflepuff – dijo Parvati tras él con cierta desilusión.
Blaise se alegró por Hannah. Nada hubiera sido más desastroso para ella que acabar con Parvati de compañera por siete largos años.
Ligeramente aburrido, se dedicó a mirar el techo encantado escuchando ausentemente los nombres de los alumnos que salían de la desordenada fila algo temblorosos. Volvió a la realidad cuando la chica frente a él dio un respingo y avanzó hasta su taburete. No había escuchado su nombre, pero resultó ser la primera nueva Slytherin.
Conforme la selección avanzaba, Blaise se aburría cada vez más. Por empezar su apellido con Z seguramente sería el último seleccionado, así que no necesitaba estar alerta a cada nuevo nombre por si él era el siguiente. Sin embargo, hubo unos cuantos a los que sí prestó atención.
Vincent le empujó con el hombro al pasar por su lado cuando le llamaron, yendo a parar a Slytherin, como era de suponer. Su amigote Gregory se reunió con él poco después sin aparente sorpresa. Blaise vio pasar por su lado a Draco Malfoy orgullosamente, siendo declarado Slytherin casi antes de tener puesto el dichoso trapejo.
Cuando le tocó el turno a Padma, Blaise no pudo evitar susurrarle un "suerte" que la chica agradeció con una bonita sonrisa. Resultó ser una Ravenclaw, lo que tampoco suponía ningún sobresalto, aunque Parvati pareció ligeramente decepcionada, sobre todo después de haber sido seleccionada para Gryffindor.
Blaise reprimió un bostezo, que se cortó en seco cuando el siguiente nombre resonó por todo el comedor.
- ¡Potter, Harry!
Un chico flacucho, moreno y con un pelo al parecer imposible de domar se adelantó hacia el taburete con paso mesurado.
- ¿Ha dicho Harry Potter? – preguntó Blaise a nadie en particular. Simplemente estaba sorprendido. Nadie le había dicho que fueran a estar en el mismo curso. Desde luego, podría haberlo esperado, pero ni siquiera había considerado la cuestión. Casi sin darse cuenta su mirada se había desviado hacia Malfoy, que no podía evitar observar a Potter con desagrado.
Harry Potter estuvo un buen rato sentado en el taburete, con el sombrero cubriéndole los ojos y agitándose levemente inquieto. Finalmente el sombrero le declaró un Gryffindor y la mesa de los leones estalló en estruendosos vítores que molestaron a Blaise. La daba la sensación de que esa exhibición de júbilo degradaba al resto de seleccionados en esa casa, aunque después de todo ellos no eran tan importantes como Potter, tal y como se demostró cuando un pelirrojo delgaducho, ya el único de la fila a parte de él, quedó en esa misma casa y recibió tibios aplausos.
McGonagall dejó de observar complacida a la mesa de los leones y se volvió para clavar sus ojos en él. Blaise estaba incómodo, sabiéndose el último y siendo observado por todos. La mujer miró la lista y pronunció solemnemente:
- ¡Zabini, Blaise!
Avanzó resuelto a terminar con aquello lo antes posible. Se puso el sombrero y antes de que le tapase del todo la visión ya había resonado en todo el salón el grito de "¡Slytherin!". La mesa verde aplaudió entusiastamente, tal vez porque con él se superaban ampliamente el número de alumnos que tenía Gryffindor, y se dirigió a su mesa para sentarse al lado de una chica rubia con ojos celestes y mandíbula fuerte que se presentó como Pansy Parkinson.
- Bienvenido a Slythein, Zabini – dijo con una expresión orgullosa.
O-O-O-O-O-O-O-O
A Blaise le gustó mucho el aspecto ligeramente siniestro de los corredores que atravesaron de camino a Slytherin. La contraseña para acceder a la sala común era "Veneno de serpiente" y cuando la pared se deslizó hacia arriba dejando ver su nuevo hogar, sonrió complacido. La decoración consistía en verde, plateado y negro. Sobrio y elegante. Nada demasiado estrambótico, y la sala común era bastante grande, con amplias mesas lacadas en negro donde hacer los deberes, y mullidos sillones de piel negra donde sentarse a charlar. Las lámparas que colgaban del techo mediante cadenas daban una luz ligeramente verdosa que a Blaise le gustó enseguida.
Theodore Nott le confesó que no hubiera soportado estar en Hufflepuff, donde todo era amarillo y negro y tenían como figura representativa un tejón.
- ¡Un tejón! ¿te lo puedes creer?
Blaise no se lo podía creer. Al menos ellos tenían una serpiente, un animal del gran poder y sabiduría, que era muchísimo más de lo que podía ofrecer un simple tejón. Además, ¿quién es capaz de combinar el negro con el amarillo? Solo alguien con pésimo gusto.
Blaise, Theodore, Vincent, Gregory y Draco siguieron el camino que les señaló el prefecto y observaron la puerta negra del que sería su hogar por los siguentes siete años. El número plateado relumbró a la luz de las antorchas, y el silencio de los chicos dio más solemnidad al momento. Draco adelantó la mano y abrió la puerta, entrando el primero en la habitación y observándola con ojo crítico. Vio su baúl en la cama más cercana a la entrada y frunció el ceño.
- Elijo la cama del fondo – dijo para sorpresa de todos.
Theodore, que era quien tenía esa cama, a juzgar por el baúl a sus pies, pudo haber protestado por ello, pero se limitó a quedarse en silencio bajo la mirada sorprendida de Blaise.
- Yo me quedo con la mía – dijo éste con cierto tono desafiante. Estaba al costado izquierdo de Draco, así que supuso que Vincent o Gregory saltarían indignados, pero no lo hicieron. Vincent tenía la cama de la derecha, y Greg la de la izquierda de Blaise, la más cercana al baño. Theodore arrastró resignadamente su baúl hacia la primera cama, la más cercana a la puerta y se sentó pesadamente en el colchón.
- Cortinas verdes. Buen gusto – comentó Draco tocando distraídamente el terciopelo de las colgaduras mientras Vincent y Gregory trasladaban su baúl.
Viendo ese gesto y mirando a Nott, Blaise pensó que tratar con Draco sería cuestión de echarle pelotas al asunto y no dejarse amilanar por cualquier cosa. Al menos, pensó, sería lo mínimo que Malfoy esperaría de él. O eso dedujo al ver la sonrisita de superioridad que el rubio le envió al darse cuenta de que estaba siendo observado.
O-O-O-O-O-O-O-O
Severus Snape era su jefe de casa.
Habia reunido a todo Slytherin al día siguiente por la mañana en la sala común para comentarles muy escuetamente lo que esperaba de ellos aquel año. A Blaise le gustó de inmediato. Tal vez por aquel aire misterioso que le daban las túnicas negras o su imponente altura o puede que por esa mirada directa y amenazante que dirigía hacia aquel que parecía no esta prestándole la debida atención. Daba la impresión de ser un hombre exigente e inflexible, y Blaise supo que convenía evitar problemas con él a toda costa.
El primer día de clases fue algo extraño, sobre todo por Nott. Daba la impresión de estar dividido entre agruparse con Blaise o buscar la aprovación del grupo dominante del domitorio, por supuesto formado por Vincent y Gregory, siendo Draco su líder.
En la primera clase, transformaciones, Nott se sentó a su lado por iniciativa propia. Tal vez Blaise tendría que haberle prestado más atención a su compañero de pupitre, pero la transformación era algo que se le daba sumamente mal y consideró más importante tratar de convertir su cerilla en una aguja que darle conversación a Theodore. Esa elección solo le valió que su cerilla siguiera siendo una cerilla y que el chico se sentase con Goyle en Historia de la magia. A la hora de la comida volvió a sentarse a su lado, aunque el grupito de Draco también estaba cerca, así que Blaise no supo si lo había hecho sólo para estar más cerca de ellos.
Dejó de preocuparse por ello cuando tuvieron Herbología con Ravenclaw. Padma Patil se situó rápidamente a su lado para compartir la clase con él. Blaise no pudo decir que le molestase realmente. Después de todo Padma era muchísmo mejor que su molesta hermana.
A la hora de la cena Theodore volvió a sentarse a su lado. Pero una vez más podía ser porque Draco se situó frente a él cuando llegó.
Draco Malfoy tenía un comportamiento muy curioso hacia él la mayor parte del tiempo. Durante esa primera semana Blaise pudo comprobar como el rubio reconocía cortésmente su presencia, pero parecía más decidido a pasarle por alto. Al menos no le ignoraba directamente.
Un día, cuando el resto se hubo ido a la cama, agotados después de una jornada especialmente intensa, Blaise entró en el cuarto de baño y encontró a Draco en pijama y descalzo sobre el suelo lavándose los dientes.
Blaise le hizo un gesto de saludo y cogió su propio cepillo llenándolo de pasta. Draco le observaba desde el reflejo del espejo. El rubio se enjuagó la boca y se limpió los restos de agua con la toalla sin dejar de mirarle.
- ¿No te llevas bien con Nott? – le preguntó con genuina curiosidad.
Blaise se quedó a medias de su cepillado de dientes mirándole inquisitivamente, con la boca llena de la espuma de la pasta mentolada.
- Lo digo porque esta tarde te sentaste con Moon en Encantamientos – señaló Draco.
Blaise se enjuagó la boca y le miró seriamente.
- No está tan mal – admitió.
Draco no supo muy bien si se refería a que Azura Moon le parecía guapa, simpática o simplemente aceptable o si estaba dándole su opinión sobre Nott.
- Y en Herbología te sientas con esa Ravenclaw...
- Padma Patil, nos conocimos en el tren – dijo Blaise, sin saber a donde quería llegar el otro.
- ¿Y Milicent Bulstrode? – preguntó Draco alzando una ceja rubisima.
Blaise se encogió de hombros.
- No habla mucho, pero no lo creo un defecto.
- Y te he visto hablando con dos Gryffindor...
- Parvati, la hermana de Padma, y su amiga, una tal Brown. Son unas pesadas – informó Blaise poniendo los ojos en blanco.
- ¿Y Hannah Abbot y Susan Bones? – inquirió el rubio que al parecer estaba un poco mosqueado, aunque Blaise no sabría decir por qué.
- A Hannah también la conocí en el tren. Con Bones no he tratado mucho – suspiró pesadamente al comprobar que Draco seguía mirándole con detenimiento - ¿A qué viene este interrogatorio, Malfoy?
Draco se frotó los ojos cansado.
- ¿Por qué todas las chicas quieren hablar o sentarse contigo, Zabini? – preguntó abruptamente. Blaise casi saltó ante esa pregunta.
- ¿Qué dices? – preguntó sorprendido.
Draco volvió a mirarle directamente con esos extraños ojos agrisados.
- Pansy Parkinson dijo el otro día que le parecías muy "mono".
Blaise no pudo evitar ruborizarse ante ese comentario.
- ¿Yo? ¿Mono? ¡Pero si apenas le he dicho dos palabras!
Draco le miró de arriba abajo, examinante.
- Ya, pues a lo mejor es porque NUNCA dices ni dos palabras.
Blaise parpadeó sorprendido.
- ¿Estás celoso? – se le escapó sin querer. Draco se sonrojó tan intensamente que Blaise creyó por un momento que le había dado un ataque.
- ¡Celoso yo! ¿De qué hablas!
Casi se echó hacia atrás como para escapar de esas palabras. Blaise frunció el ceño.
- Seguramente Pansy te considere también "mono" a ti, solo que no lo ha dicho o no lo has escuchado – dijo razonablemente.
Draco le miró parpadeando un momento y volvió a sonrojarse lentamente.
- Sí, puede ser – dijo poco convencido. Blaise se adelantó y le dio unas amistosas y varoniles palmaditas en el hombro a modo de consuelo.
- Verás como antes de que acabe el mes te la has ligado – dijo alentadoramente, para seguidamente darse media vuelta y meterse entre las mantas de su cama.
Draco estuvo un rato más en silencio en el cuarto de baño, según pudo comprobar Blaise al ver la luz aún encendida entre sus cortinas medio cerradas.
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Lo que me gusta de este capítulo: es simplemente el cómo piensan el uno del otro. Draco considera un crío bajito a Blaise, a pesar de que son de la misma estatura y edad, y lo mismo le sucede a éste con Draco, sólo que él llega a la conclusión de que son iguales (Nota. No sabemos si Draco ha llegado a la misma conclusión)
Besitos mil y gracias por tener el valor de leerme a pesar de todo!!!!
