La tarde era perfecta.

Un radiante sol bañaba las calles de luz dorada, mientras la gente iba a paso ligero de un lado a otro, perdida en sus pensamientos e inquietudes propias.

De las enormes puertas del centro comercial, salieron Ludwig y Feliciano, éste último contrastando completamente con la bonita tarde debido a sus ojos enrojecidos y las lágrimas en sus mejillas.

El más alto le extendió (por enésima vez en menos de unas horas) un pañuelo, siendo recibido con una sonrisa y más lágrimas de por medio.

-Gracias... Lo siento, Ludwig, soy un desastre, mírame nomás, no paro de llorar y ya terminó hace como quince minutos.

El alemán suspiró, algo avergonzado por las miradas que se ganaban de parte de los transeúntes, pero en cierta forma acostumbrado y conmovido por la sensibilidad de su acompañante.

-Pues no entiendo por qué elijes ver películas así de dramáticas si siempre terminas llorando.

Feliciano sonrió en medio de su llanto ya más calmado, secando las lágrimas gentilmente con el pañuelo del otro.

-Ah, Ludwig-dijo con voz cantarina, como si comenzara a recordar las líneas de una obra de teatro- hay ciertas formas de belleza que no se pueden encontrar en las cosas "bonitas". La tragedia es algo que mueve el alma, la golpea, la hace sentirse viva.. es una sensación extraña y a la vez perfecta.

-Suena algo masoquista para mi- soltó el rubio mirándolo con una ceja levantada. Jamás terminaría de comprender al italiano, aunque eso era justamente algo maravilloso.

Feliciano rió ante las palabras mencionadas.

-En cierta forma sí lo es- dijo mirándole con los ojos bien abiertos y una expresión juguetona- pero Ludwig, estarás de acuerdo conmigo en que algunos dolores dan placer.

El alemán enrojeció instantáneamente, maldiciéndose por pensar cualquier cosa menos lo relacionado al tema en sí. Y para colmo, Feliciano le miraba con una expresión tan inocente que hasta resultaba malvada.

-¿Q-Qué..?-alcanzó a articular antes de que el otro rompiera en risas y le tomara de la mano.

-¡Nada! ¡Vamos a la zona de comidas, se me ha antojado un helado de chocolate!-gritó el castaño antes de echar a correr jalando a su acompañante. Vamos, alguno de éstos días Ludwig tendría que captar sus indirectas.