Prólogo.
La muchacha pelirroja recibió al renacuajo en sus brazos, con felicidad, orgullo y satisfacción. Lo miró y lo remiró. . . aquella preciosidad era suya, solo suya, y era tan bonito y tan. . . se sentía completa y realizada, y además ya no sentía dolor, lo cual resultaba muy agradable. Sonrió.
-Virginia, - dijo la médico, que se había hecho muy amiga suya - ¿los hago pasar?
Ginny miró al niño, y miró al grupo de personas que esperaba fuera. . . Ya sabía que era egoísta, pero. . . ¡bah! Era su noche, y además se lo había ganado. Y estaba muy cansada.
-Diles que podrán verme mañana, ¿sí? Estoy hecha polvo.
La mujer rió.
-Bien, como tú quieras.
-¿Qué van a hacer con el niño?
-Te lo podemos dejar un poquito, pero después tendrá que irse con los demás.
-¿La zona de bebés de este sitio tiene ventanas de esas a través de las cuales se puede ver a los niños?
-No, no. Este hospital no es de esos.
-Bien. . . - Ginny sonrió.
------
A la mañana siguiente despertó en una habitación, rodeada por la familia.
-Buenos días, cariño. - dijo su madre.
Al instante todos sus hermanos y amigos comenzaron a felicitarla y a entregarle regalos. No es que fuese una malagradecida, pero francamente se sentía agobiada y atosigada, así que solo sonrío mientras pensaba "¡imbéciles!". No era algo que sintiese de verdad, pero era la única válvula de escape que tenía, exceptuando el gritarles a todos que por favor se marchasen. Se abrió la puerta. Un muchacho de enormes ojos verdes y pelo azabache entró, con un peluche blanco enorme entre los brazos. Lo dejó caer sobre Ginny. Esta rió.
-Buenos días a ti también. - dijo ella.
Ah, Harry! Otro marrón. No sabía si el niño era de él, bueno, de hecho estaba segura de que no, pero él. . . bueno, él y todos pensaban que él era el padre.
-¿Dónde está él? Me han dicho que es un niño. . . ¡¡¡m muero de ganas de verlo!!! - dijo.
-Emmm, sí, bueno, - tartamudeó ella - la verdad, no tengo ni idea de dónde está. Menuda madre, ¿verdad? Pero anoche me lo quitaron y. . .
La puerta se abrió una vez más, dando paso a dos enfermeras que llevaban un carrito lleno de bebés, como quien lleva un carrito de la compra o reparte sándwichs.
-Hora de amamantar. Es necesario que ella esté tranquila, así que os quiero a todos fuera. - dijo una de ellas, con bastante mala leche.
Medio asustados, la tropa entera salió en fila.
-¿El bebé Potter?
Ginny se ruborizó.
-Em, sí, ese es.
La mujer se lo puso en los brazos y salió del cuarto. Había llegado la hora. El bebé tenía que. . . tenía que. . . en fin, que iba a tener que amamantarlo.
--------
La muchacha observó a su pequeño angelito que, después de haber llorado hasta conseguir su comida, se había vuelto a dormir. Cerró los ojos. Y al abrirlos se sorprendió a sí misma, a sus veinte años, con una pequeña criatura rubia entre los brazos. Rubia de ojos grises. Las cosas se le habían escapado de las manos. Había pensado en ocultar su embarazo. Ocultarlo y largarse cuanto antes. Pero Hermione lo había descubierto y allí todo se había revolucionado. Agradecía haber dado a luz en un hospital con médicos y. . . y. . . y eso, muchos médicos, mucha ayuda y mucha higiene. . . Pero todo lo demás eran problemas. Cuando la gente en su casa se enteró. Bien. . . estaban enfadados, ella, la brillante estudiante capaz de aprobar dos cursos por año, su niña bonita, siempre buena y, por cierto, sin novio formal. Pero la época de enfado, aunque dura, fue breve. Después todos estaban emocionados con la idea de un nuevo retoño correteador. El tema del padre era otro que también traía cola. Harry y ella habían salido una noche. Él se había emborrachado y habían despertado juntos, pero ella sabía que no había pasado nada. Y pensaba decírselo. Pero cuando Harry se había enterado de que ella estaba embarazada, enseguida había dado por hecho que él era el padre y había reaccionado admirablemente. A ella, con ocho meses y medio de embarazo por delante, le había parecido la postura más cómoda. Su familia empezaba a dejar de darle la espalda, y no era plan de añadir el plus de que el padre del bebé era un enemigo acérrimo de la familia, muy probablemente un mortífago, que en esos mismo momentos estaría o muerto o matando. Y, claro, según se acercaba el momento del parto, ella temía más que la verdad iba a saberse. Y allí se encontraba. Carrera y reputación echadas por los suelos, a punto de casarse con un hombre al que no quería y con un niño que evidentemente no era suyo. La solución era seguir con el plan original y largarse cuanto antes. Así Harry no tendría por qué casarse con ella (se querían mucho como amigos, pero, ¿enamorados? No, no, qué va.) y, vale, había terminado brillantemente sus estudios, pero ¿quién le iba a dar trabajo con un niño pequeño a su cargo? En aquella sociedad, nadie. Definitivamente se tenía que marchar. Aún si no hubiese existido el problema de la paternidad, habría sido incapaz de decirle a toda aquella gente que quería una vida nueva alejada de aquel lugar, hogar de todos ellos, y mucho más importante: alejada de todos ellos. Definitivamente, haría lo que fuese para que ellos no viesen a su adorado Jimmy (la idea de llamarlo James si era chico había sido de Harry, pero ya se había encariñado con ese nombre y lo relacionaba inevitablemente a su pequeña criatura) y se LARGARÍA en cuanto pudiese.
La muchacha pelirroja recibió al renacuajo en sus brazos, con felicidad, orgullo y satisfacción. Lo miró y lo remiró. . . aquella preciosidad era suya, solo suya, y era tan bonito y tan. . . se sentía completa y realizada, y además ya no sentía dolor, lo cual resultaba muy agradable. Sonrió.
-Virginia, - dijo la médico, que se había hecho muy amiga suya - ¿los hago pasar?
Ginny miró al niño, y miró al grupo de personas que esperaba fuera. . . Ya sabía que era egoísta, pero. . . ¡bah! Era su noche, y además se lo había ganado. Y estaba muy cansada.
-Diles que podrán verme mañana, ¿sí? Estoy hecha polvo.
La mujer rió.
-Bien, como tú quieras.
-¿Qué van a hacer con el niño?
-Te lo podemos dejar un poquito, pero después tendrá que irse con los demás.
-¿La zona de bebés de este sitio tiene ventanas de esas a través de las cuales se puede ver a los niños?
-No, no. Este hospital no es de esos.
-Bien. . . - Ginny sonrió.
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A la mañana siguiente despertó en una habitación, rodeada por la familia.
-Buenos días, cariño. - dijo su madre.
Al instante todos sus hermanos y amigos comenzaron a felicitarla y a entregarle regalos. No es que fuese una malagradecida, pero francamente se sentía agobiada y atosigada, así que solo sonrío mientras pensaba "¡imbéciles!". No era algo que sintiese de verdad, pero era la única válvula de escape que tenía, exceptuando el gritarles a todos que por favor se marchasen. Se abrió la puerta. Un muchacho de enormes ojos verdes y pelo azabache entró, con un peluche blanco enorme entre los brazos. Lo dejó caer sobre Ginny. Esta rió.
-Buenos días a ti también. - dijo ella.
Ah, Harry! Otro marrón. No sabía si el niño era de él, bueno, de hecho estaba segura de que no, pero él. . . bueno, él y todos pensaban que él era el padre.
-¿Dónde está él? Me han dicho que es un niño. . . ¡¡¡m muero de ganas de verlo!!! - dijo.
-Emmm, sí, bueno, - tartamudeó ella - la verdad, no tengo ni idea de dónde está. Menuda madre, ¿verdad? Pero anoche me lo quitaron y. . .
La puerta se abrió una vez más, dando paso a dos enfermeras que llevaban un carrito lleno de bebés, como quien lleva un carrito de la compra o reparte sándwichs.
-Hora de amamantar. Es necesario que ella esté tranquila, así que os quiero a todos fuera. - dijo una de ellas, con bastante mala leche.
Medio asustados, la tropa entera salió en fila.
-¿El bebé Potter?
Ginny se ruborizó.
-Em, sí, ese es.
La mujer se lo puso en los brazos y salió del cuarto. Había llegado la hora. El bebé tenía que. . . tenía que. . . en fin, que iba a tener que amamantarlo.
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La muchacha observó a su pequeño angelito que, después de haber llorado hasta conseguir su comida, se había vuelto a dormir. Cerró los ojos. Y al abrirlos se sorprendió a sí misma, a sus veinte años, con una pequeña criatura rubia entre los brazos. Rubia de ojos grises. Las cosas se le habían escapado de las manos. Había pensado en ocultar su embarazo. Ocultarlo y largarse cuanto antes. Pero Hermione lo había descubierto y allí todo se había revolucionado. Agradecía haber dado a luz en un hospital con médicos y. . . y. . . y eso, muchos médicos, mucha ayuda y mucha higiene. . . Pero todo lo demás eran problemas. Cuando la gente en su casa se enteró. Bien. . . estaban enfadados, ella, la brillante estudiante capaz de aprobar dos cursos por año, su niña bonita, siempre buena y, por cierto, sin novio formal. Pero la época de enfado, aunque dura, fue breve. Después todos estaban emocionados con la idea de un nuevo retoño correteador. El tema del padre era otro que también traía cola. Harry y ella habían salido una noche. Él se había emborrachado y habían despertado juntos, pero ella sabía que no había pasado nada. Y pensaba decírselo. Pero cuando Harry se había enterado de que ella estaba embarazada, enseguida había dado por hecho que él era el padre y había reaccionado admirablemente. A ella, con ocho meses y medio de embarazo por delante, le había parecido la postura más cómoda. Su familia empezaba a dejar de darle la espalda, y no era plan de añadir el plus de que el padre del bebé era un enemigo acérrimo de la familia, muy probablemente un mortífago, que en esos mismo momentos estaría o muerto o matando. Y, claro, según se acercaba el momento del parto, ella temía más que la verdad iba a saberse. Y allí se encontraba. Carrera y reputación echadas por los suelos, a punto de casarse con un hombre al que no quería y con un niño que evidentemente no era suyo. La solución era seguir con el plan original y largarse cuanto antes. Así Harry no tendría por qué casarse con ella (se querían mucho como amigos, pero, ¿enamorados? No, no, qué va.) y, vale, había terminado brillantemente sus estudios, pero ¿quién le iba a dar trabajo con un niño pequeño a su cargo? En aquella sociedad, nadie. Definitivamente se tenía que marchar. Aún si no hubiese existido el problema de la paternidad, habría sido incapaz de decirle a toda aquella gente que quería una vida nueva alejada de aquel lugar, hogar de todos ellos, y mucho más importante: alejada de todos ellos. Definitivamente, haría lo que fuese para que ellos no viesen a su adorado Jimmy (la idea de llamarlo James si era chico había sido de Harry, pero ya se había encariñado con ese nombre y lo relacionaba inevitablemente a su pequeña criatura) y se LARGARÍA en cuanto pudiese.
