PREFASIO
Hay personas que entran en tu vida una vez y te la arruinan para siempre. Eso hizo Okita Sougo con la de Kagura. Bueno, no para siempre, pero sí periódicamente.
Kagura había llegado a Japón desde China a los doce años con una beca de intercambio y el apoyo económico de su padre. Le hacía feliz sentirse independiente en su habitación para estudiantes, aunque esperara religiosamente la quincena para que le depositara más dinero. Tenía una vida relativamente feliz y sus compañeros no le marginaban porque hablaba el japonés como Tarzán. Tenía amigos, ropa interior limpia, calificaciones por encima de la mínima necesaria para mantener la beca y dinero de sobra para comprar sukonbu trece veces por semana.
Durante su primer encuentro con Sougo, el susodicho le había derramado un jugo en el asiento y Kagura tuvo que soportar las burlas continuas sobre su poco control de la vejiga durante el resto de la semana. Sougo se había disculpado con un "perdón", un gesto de mano restándole importancia al asunto y luego se había alejado muy fresco de la escena de crimen a conseguirse una bebida nueva. A Kagura le hubiera gustado odiarle por los siglos de los siglos a partir de eso, pero el imbécil era guapo y ella estaba en medio de su confusión shakespeariana sobre ser o no ser lesbiana, luego de un muy ebrio encuentro casual con su compañera Nobume en su primera borrachera; tenía cosas más importantes en su lista que mirarle con rencor cada vez que se encontraban en el centro comercial o a la salida de sus centros educativos, ubicados uno al frente del otro.
La segunda ocasión que cruzaron caminos Kagura ya había resuelto sus dudas sobre su sexualidad, conocía la fama del otro muchacho y había sido advertida de los peligros que conllevaba conocer al chico por su amiga Tae, quien le comentó que la lengua del joven Okita era como la de un lagarto.
—¿Y eso qué sinifica?
Como Tae pensaba que el japonés de Kagura todavía daba pena —que la daba—, le había dado dos palmaditas en la espalda y le había hecho prometer que no se quedaría a solas con él o podría darse por perdida. En aquella época Kagura pecaba de inocencia y creía que Sougo no se metería con una desorientada como ella que apenas había decidido hacía dos noches y con cuatro cervezas encima que el sukonbu estaba hecho del cordero de Dios y que lo suyo con Nobume no era algo que repetiría sobria, pero que gracias por la experiencia, si volvía a sentirse lesbiana sería ella a quien primero llamara.
Pero Okita Sougo había desafiado sus creencias y se había presentado en el cibercafé en el que Kagura trabajaba a tiempo parcial tres días a la semana. Sougo tenía 19 años y Kagura recién había cumplido los 15, la chica pensaba que esto y el hecho de que apenas estaba en mitad de su desarrollo físico serían barrera suficiente para que el otro no intentara hacer nada estúpido, pero la estúpida probablemente era ella. Sougo rentó una cabina cerca de la hora del cierre y luego de un par de sonrisas y un "Gura-sama" que le revolvió el estómago de buena manera, ésta accedió a gastar sus preciosas horas de sueño vigilando el negocio con Okita adentro para que éste terminara "la tarea que tenía pendiente". Pasados diez minutos desde que la última alma se fue, Sougo se quitó los audífonos y le pagó la tarifa, le hizo un conversación fácil diciéndole que le hubiera gustado conocerla más antes de que ella se graduara de la secundaria e inminentemente regresara a China, encandilándola hasta tal punto que sesenta segundos luego de echar abajo la cortina del cibercafé, Kagura estaba empotrada contra la pared aguantándose un gemido que la mano de Sougo por encima de su blusa le provocaba.
Aparte de esa manoseada superficial mientras estaba ebria con Nobume, a Kagura no le había tocado nadie en su vida, dándole a Okita Sougo el privilegio de ser el primero que le hacía un oral y se la metía de lleno por entre las piernas mientras recordaba las palabras llenas de sabiduría de su buena amiga Tae.
La lengua del joven Okita era como un lagarto.
Luego de aquel encuentro en el suelo de su trabajo a tiempo parcial, la llamada de su padre avisando que su hermano mayor se había marchado de la casa y de que él se iría de tour alrededor del mundo por cosa de su trabajo, Kagura quedó varada en Japón por tiempo indefinido. El adiós a su ciudad natal Beijing hubiera sido más soportable si Sougo le hubiera llamado después, pues estaba más que claro que él y toda la escuela sabían que se había matriculado de una vez por todas en el bachillerato al que éste asistía.
Pero Sougo no lo hizo y la próxima vez que lo vio muchos meses después, el muchacho estaba cruzando una avenida poco transitada con una sonrisa de oreja a oreja y los audífonos puestos. Sonrió todo el tiempo hasta que Kagura se subió a la acera y lo golpeó por detrás con la parte delantera de la moto de reparto. Apeó para evaluar los daños con el entrecejo arrugado.
La moto estaba bien.
Menos mal.
El dinero no crecía en los árboles ni en el bolsillo de su padre, quien casi parecía que se había desentendido de ella.
—¿Te he roto algo? —preguntó mirándolo por encima. Sougo se había teñido el cabello rubio a lo Stan de Eminem y su cara era todavía atractiva y perversa a pesar de la mueca de dolor.
—La pierna…
—Bien.
Volvió a la moto, se echó para atrás y continuó su camino hasta su trabajo de medio tiempo.
Tuvo suerte de que Sougo no levantara una denuncia en su contra.
Si bien no se arrepentía, Kagura achacaba aquel incidente a la enajenación temporal y desde entonces no había atropellado a nadie. No que se hubiera dado cuenta.
Para su tercer encuentro, Kagura tenía muchos años más encima y mucha inocencia menos; terminó que echaba humo de coraje y con la seguridad de que era mejor no tentar a su suerte y propiciar un cuarto encuentro, pero estaba sin dinero y atrapar a Okita Sougo era la única solución a sus problemas financieros.
[Explicaciones random y de relleno que a nadie le interesan]
Hola, soy Troy McClure. Tal vez me recuerden de oneshots como I'll Divorce You y No Olvides Cómo Respirar o de longfics como Una Nariz Rota Duele Menos que un Corazón Roto (:v) y Pieces of a Life.
LOL.
En fin, desde hace más de un año he estado sufriendo una crisis de identidad (?) y dejé muy de lado fanfiction. Pensé en declararme en hiatus permanente y en eliminar hasta el último drabble de mi perfil.
Pero he reflexionado y creo que lo único que tengo es desencanto con la escritura que lo único que puede quitármelo es... Escribir.
Mientras desempolvaba Scrivener para actualizar historias y una en particular encontré este archivo que data de 2016, pero en realidad es una idea que tengo desde 2014 o por ahí. Tengo borradores de 2010 así que no es novedad.
En fin, esta historia es una adaptación (y por adaptación me refiero a que el 90% de la narración me pertenece, salvo pasajes/frases puntuales de la obra original y que DE NINGUNA MANERA es un copiar y pegar) de un libro que es probablemente mi favorito. Verán, mi género favorito es el policíaco pero soy mala en ello, así que decidí intentar con una adaptación para comenzar.
No les doy el nombre del libro porque me arruinan el fic, lo daré hasta el final, y si alguien lo conoce no lo diga *carita enojada*
Les hará feliz saber que tengo la planeación hecha y varios pasajes avanzados.
Ya no tengo slogan final, desactivé la página de Facebook y cerré los DM.
Es todo.
Hasta aquí mi reporte, Joaquín. Volvemos al estudio :)
