Los personajes de Naruto no me pertenecen.
El moreno alto avanzó lentamente hacia el balcón más alejado de la multitud, mientras lo hacía las luces atenuaban, el barullo bajaba su volumen, los taconeos susurraban, para sus sentidos la fiesta perdía intensidad, en cambio, sus tímpanos atraparon lo que parecía una conversación acalorada. Una muchacha molesta.
—¿Para qué me has traído aquí entonces? —reclamó una voz femenina.
—Yo no te he traído, tú me seguiste —el hombre hablaba impacible.
—Me dijiste que te siguiera.
—Te dije que podías seguirme si querías. Realmente no creí que fueras a hacerlo. Así que, me sentiría muy complacido justo ahora si te decidieras, por fin, a marcharte y buscar entre los otros alguien que de verdad tenga interés en ti y tus vulgares modos.
Escuchó una sonora bofetada, luego un taconeo se aproximó y junto a él pasó velozmente una muchacha rubia cuya cara estaba roja e hinchada de ira. Por escasos segundos la siguió con la mirada, cuando estuvo seguro que no volvería, reemprendió su camino.
El pelirrojo estaba apoyado en la barandilla dando la espalda a los jardínes, tenía los ojos cerrados y sentía el viento hacerle cosquillas en la nuca. Precisamente quería venir a este lugar para evitar el típico episodio molesto con las muchachas egocéntricas de su clase. ¿Cuándo entenderían que sus ojos coquetos y risas no causaban ninguno de los efectos deseados? Le molestaban desde pequeño, le molestaban ahora y no cambiaría nada en el futuro.
Pasos. No era ella, por supuesto, eran zapatos de hombre, tampoco podía ser un amigo o pariente de la muchacha dado el corto intervalo de tiempo. Además, aquellos pasos eran tranquilos. Una parte de sí pensó que eran agradables, pues sonaban como su propio andar.
Cuando el moreno pasaba debajo del arco del balcón, observó al pelirrojo inexpresivo sobre un fondo de árboles exuberantes, flores en capullos, abiertas y una luna menguante de plata. Poco a poco los ojos cafés se abrieron para encontrarse con carmín. Examinaron primero sus miradas, luegos sus expresiones, los ritmos de sus cuerpos quietos, buscaron en el otro indicios de bullicio. Todo permaneció calmado.
—¿Duele?
El pelirrojo se llevó una mano a la mejilla.
—Es apenas una sensación —sacudió los hombros. Movido por un presentimiento, sonrió de medio lado mientras observaba de arriba abajo al moreno—. ¿Por qué dos copas, se puede saber?
—Uno no puede brindar solo. Soy Itachi —estiró la copa hacia el otro.
—Sasori —aceptó la copa, la llevó cerca de su nariz para deleitarse con el aroma—. ¿Por qué brindamos?
—Por un nombre tan melódico, por el viento que lo ha llevado hasta mis oídos.
You, smooth fucker.
—Ya veo… —Sasori lo miró intensamente con un amago de sonrisa en los labios, él otro lo imitaba. Era casi como si rieran en su particular modo.
Las copas chocaron y ambos bebieron de ellas.
—¿Por qué no brindar con una de las lindas damas de la fiesta? —el más bajo se sentía emocionado de una forma nueva para él, agradable, sin embargo.
—No creo que mis gustos sean compatibles con ellas — una minúscula gota de vino había resbalado de la copa, eludido su boca e intentado escapar bajando por el labio inferior, aunque fue atrapada en una breve acción de los dientes superiores sobre aquel labio. Y Sasori quedó hipnotizado mientras duró.
—Brindemos por tu buen gusto —el de ojos cafés se acercó hasta que el espacio personal estuviera olvidado, deslizó gentilmente su mano por detrás del antebrazo del moreno, sus codos quedaron juntos y debieron acercar más sus rostros para acceder a sus respectivas copas.
Cuando el vino se hubo acabado, Sasori no estaba ebrio, aunque sí lo suficientemente animado para apartar el contenedor de cristal, asir con una mano el cuello de la camisa del moreno y beber de sus labios delicadamente.
Notas finales: Love you, senpai.
