Bueno, pues aquí estoy presentando una nueva historia, es distinta a lo que he escrito hasta ahora. Se basa en el año siguiente a DH, y he tomado prestadas algunas ideas de una serie de televisión que ya os diré.

Espero que os guste.


LO QUE NUNCA MUERE

CAPITULO 1

Minerva McGonagall siempre había sido una mujer de costumbres. Con lo que ya era una tradición arrastrada de muchos años atrás, tan atrás que su memoria (de la que siempre se había enorgullecido) no alcanzaba a recordar cuando comenzó ese hábito; se levantó ese día, como todos los demás, a las 6:00; se incorporó en la cama sin salir aún de ella, cogió su varita estratégicamente colocada en la mesilla que quedaba a su derecha y, con un hábil movimiento de muñeca, sin mover los labios para pronunciar el hechizo, abrió las cortinas para que entrase la luz, y la ventana para que el frío aire de la mañana ayudase a sus ojos a despejarse.

Salió del reconfortante calor de la cama y se apresuró a ponerse su bata de franela. Después de deshacerse la trenza que esmeradamente se hacía cada noche, y tras cepillarse su larga melena que llevaba años sin cortar; se sentó en la misma silla que todas las mañanas orientada hacia el ventanal desde el que podía visualizar todo el terreno de Hogwarts, rodeando con sus delgadas manos una taza de café irlandés, su favorito.

Mientras le daba el primer trago a su humeante taza, elaboraba la lista de tareas que le esperaban ese día. A primera hora tenía que seleccionar a los posibles candidatos a ocupar los puestos que quedaron vacantes tras la guerra. Estudios Muggles, Astronomía, su antiguo puesto en Transformaciones y Defensa Contra las Artes Oscuras.

No pudo evitar fruncir el ceño al recordar todos los secretos que Dumbledore le ocultó a ella para confesárselos a Snape. Por supuesto que ella no hubiese accedido nunca a ponerle fin a la vida de su querido amigo y mentor. Minerva McGonagall hubiese hallado la manera de combatir la maldición en lugar de conformarse con la salida fácil, como Severus. La nueva directora suspiró derrotada recriminándose por pensar en aquellas cosas. Ella no tenía ni la mitad de conocimientos acerca de maldiciones que poseían sus difuntos colegas.

A su pesar no podía evitar guardarle una pizca de rencor al que fuera profesor de pociones. Si bien se sentía apenada por su muerte y Potter, por razones que escapaban a su entendimiento, le tenía ahora una profunda admiración, Minerva no podía olvidar, y nunca lo haría, que Severus Snape mató, a sangre fría con consentimiento o sin él, a Albus Dumbledore.

Decidida a que su pena no influyese en sus obligaciones, la mujer apartó de su mente aquellos pensamientos, y continuó con su lista de tareas. A las diez tenía una cita con una posible nueva alumna que solicitaba plaza pata el 7º curso. Este hecho era inusual. Recordó la carta que había recibido la semana anterior de Evangeline Wars, explicándole que acababa de concluir sus estudios en el Instituto Mágico de Los Ángeles (Florida) en el que tras los TIMOS, solo entregaban una licencia de Magia Avanzada si se cursaba un año más de educación. Pero al querer trasladarse a Londres necesitaba los EXTASIS, por lo que había decidido solicitar plaza en dicho curso. A la directora le resultó extraño, ya que ignoraba la existencia de otro dentro educativo en el continente americano a parte de Salem. Aunque si en Europa poseían tres, era lógico pensar que en América también hubiera más de uno.

En fin, tras entrevistar a la chica, asistiría a las 12:30 a una reunión del Consejo Escolar en la que se discutiría la admisión de la extranjera.

Después de comer ordenaría las cartas que habían d recibir los alumnos. Dado que el año anterior se suspendieron las clases antes de acabar el curso y a muchos alumnos sus familias les sacaron del colegio, no hubo exámenes. Por lo tanto se repetirían los cursos; habría el doble de alumnos en 1º, pero no quedaba otra opción.

McGonagall sonrió esperanzada, sería el primer año, después de muchos, en el que no pendiese una amenaza mortal sobre sus cabezas. Sí, aquel era el comienzo de una nueva Era.

En ese momento la mujer no sabía cuánta razón tenía. Ese año daría comienzo una nueva Era, pero no precisamente como la directora imaginaba.

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¿Cuántas vidas, cuántas ilusiones se había cobrado Lord Voldemort en su absurda guerra? ¿Cuántas esperanzas había arrebatado?

Harry Potter no pudo evitar hacerse esas preguntas mientras miraba a su ahijado Teddy Lupin Tonks. El recién nacido, con apenas un año de vida, dormía plácidamente ignorando los ojos verdes que le observaban.

- Harry, no te esperaba tan pronto – Andrómeda Tonks salió de la cocina portando una bandeja con dos tazas de té - ¿Te encuentras bien?

Potter, que no podía dejar de sorprenderse del parecido de la mujer que tenía frente a él, con la mortífaga despiadada que se llevó la vida de su padrino, y de los padres de su propio ahijado, sacudió la cabeza y contestó:

- No se preocupe señora Tonks, solo pensaba.

Andrómeda asintió comprensiva. Porque ella, de entre todas las personas, era quien más podría entender al joven mago. Al igual que él, Andrómeda, si bien por elección propia, perdió a sus padres y hermanas. Y esa estúpida guerra le había arrebatado lo que más quería: su propia familia. Le había quitado un marido con el que todavía le quedaban muchas cosas por vivir; le arrebató su sueño de envejecer junto a su Ted; también le había sido vedado el preparar grandes comidas que compartir los domingos con su hija, su yerno, su marido y su nieto. Y es que lo nunca podría perdonarle a la vida era el haberle privado también de su única hija, haber dejado huérfano a su nieto Teddy sin darle la oportunidad de conocer a sus padres. Porque Nimphadora, su Dora, no pudo experimentar la dicha de escuchar a su hijo decir "mama" por primera vez.

Por todo eso podía comprender a Potter mejor que nadie, pero también sabía que no podía darse por vencida, porque la guerra le había dejado algo por lo que seguir adelante, le había dejado un nieto por quien velar. Y Harry Potter tenía unos amigos y una novia con los que disfrutar la larga vida que tenía por delante.

- ¿En el próximo curso? – Le preguntó Andrómeda, con la intención de distraerle, mirándole por encima de su taza. El chico resopló molesto.

- Ni derrotar a Voldemort me libra de los exámenes – contestó Harry. Advirtió el pequeño estremecimiento que recorrió el cuerpo de la mujer, pero no dijo nada al respecto. La gente todavía experimentaba ese tipo de reacción, se encogió de hombros, algún día se les pasaría – Pero si siempre he querido ser tratado como los demás, no puedo quejarme cuando lo hacen.

- Bueno, así sabrás lo que es preocuparse únicamente por los estudios, ¿no? – Le consoló Drómeda – Disfruta de tu juventud Harry, porque no vuelve. Hablando de juventud, ¿por qué no te acompaña hoy la encantadora Ginebra?

Harry frunció el ceño, pero no pudo evitar que sus labios se curvasen en una sonrisa al pensar en su novia. Ginny le había echado esa mañana, literalmente, de Grinmmaud Place, su propia casa, y le había advertido que cómo se le ocurriese poner un pie allí antes de las 18:00, le echaría un mocomurciélago que ni su preciosa Orden de Merlín le quitaría.

- Ginny me ha echado de mi casa – contestó el chico suspirando – No sé lo que estará haciendo, pero me ha prohibido volver hasta las seis, así que estoy aprovechando para hacer visitas. Me gustaría pasarme a ver a mis tíos.

- Vivían en Surrey, ¿no? – Le preguntó Andrómeda. Harry asintió – No queda lejos de aquí.

- Lo sé, por eso se me ha ocurrido ir hoy. Llevo retrasándolo varias semanas y hoy parece ser el día perfecto.

- Me alegro de que te hayas decidido a verles – Aprobó la señora Tonks mirando al chico con lo que parecía orgullo – Dice mucho de ti, Harry.

El Gryffindor iba a contestar, pero la alarma de Apariciones se activó interrumpiéndole. Andrómeda alzó las cejas sorprendida. No esperaba más visitas.

Harry se puso alerta. Cierto que Voldemort había muerto, pero aún era pronto para bajar la guardia. Al pensar eso recordó a Ojoloco, y sintió nostalgia.

- ¿Esperaba a alguien? – Preguntó. La anfitriona negó con la cabeza y, tras unos segundos de silencio, el timbre de la puerta sonó y Andrómeda se levantó con una elegancia que Harry no pudo más que admirar. Se incorporó y la siguió hasta la puerta con la varita en la mano.

Andrómeda abrió la puerta, y aunque en ese preciso momento no esperaba a nadie, llevaba muchos años esperando esa visita. Sin embargo, lo único que atinó a hacer fue quedarse inmóvil en el marco de madera con multitud de sentimientos encontrados. Alegría, nostalgia, resentimiento, esperanza, rencor,... .

- Meda... – La mujer que estaba al otro lado de la puerta pronunció su nombre, el diminutivo que usaban en su infancia, con voz queda, insegura; algo muy, pero que muy inusual en ella.

Harry, detrás de Andrómeda, se quedó atónito observando a la mujer rubia que solo tenía ojos para la señora de la casa. No tenía claro cómo actuar a continuación, si atacar o, por el contrario, guardar la varita.

Lo último que había pensado el chico Potter al llegar esa tarde a ver a su ahijado, era encontrarse en casa de la señora Tonks, con Narcissa Malfoy.

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¿Qué os ha parecido el primer capítulo? Espero vuestras opiniones.

Xoxo. Eli.