Nec tecum possum vivere nec sine te
Cinco años y más de mil ochocientos días era la cuenta que llevaba en mi diario desde que lo había dejado atrás, para siempre y por siempre; fue una noche de invierno en que el frío me despojaba de la tibieza de su abrazo, en que el céfiro gris desvanecía su agreste perfume de mis manos y la nieve sepultaba aquella única lágrima de sal en mi espalda. Me marché sin mirar atrás, ya que quién voltea inevitablemente reincide y no es lo que quería. Con fragmentos de mi corazón guardados en el bolsillo y sintiendo como mi pecho, sofocado por el dolor, clamaba por un poco más de oxígeno. Seguí el camino con el vaivén acompasado de una melodía que reconfortaba mi espíritu y que se convirtió en la compañera de una de las decisiones más difíciles de mi vida…Dejarlo. Podía renunciar a todo y seguir con mi vida, nunca necesité grandes lujos para ser feliz, pero si lo necesité a él para sentirme completa. Sé, al ver pasar el tiempo en el calendario que tengo en la pared, que nada, absolutamente nada, dolió tanto como dejarle a él en manos de otra. Cada vez que apoyaba mis rizos en la mullida almohada, esta mente que no obedece, se iba a vagar acompañada de mi eterno desconsuelo. "¿Será feliz?".
Tuve que dimitir a un trabajo que no era compatible con otra meta clara, sacar la carrera de medicina. En el afán por alcanzar mis sueños me vine a Washington, es divertido ver cómo me observan con curiosidad por dos razones: no estar casada y ser una mujer ―entre muchos varones― con la terca intención de ser médico; sé que era extraño y si nunca me importó ser sindicada como torpe cuando estudié para ser una enfermera, mucho menos por la condición femenina que yo sé que no me hace menor ante la capacidad masculina. Lo demostré al pasar los meses cuando fui la mejor de la clase.
Mi compañera de cuarto: Norah, ya se fue a sus clases de literatura. Desde que apareció y me ofreció su amistad no he dejado de sentirme agradecida de la vida por haberla colocado en mi camino, y es que Dios obra de una manera muy peculiar, ¿por qué lo digo? Sabrán: "Que nadie pasa en la vida de otro por casualidad, todo cobra un sentido tarde o temprano".
Ese día decidí desperezarme ordenando una pila de cajas olvidadas. Hurgo en ellas con la taza de café humeante en mis manos, todo por culpa de este frío y de esta implacable nieve es que he debido quedarme en casa, enferma. ¿Otra vez está nevando? No tengo gratos recuerdos con ese paisaje de allá afuera. Continúo con mi labor y se esparcen en el piso como hojas de otoño, las miles de cartas que no envié e iban dirigidas a él; fue en esos minutos en que la razón se ve presa de la melancolía y sólo pudo emanar de mi puño, de la tinta más cercana, los sentimientos más desgarradores de mi amor truncado por la vida. Ninguna fue enviada, ninguna tuvo el sublime destino de empaparse de su aroma y mucho menos de estrecharse contra su pecho, aunque se tratara de una manía más mía que la suya… Cuando recibía sus cartas las acunaba como si fueran un tesoro. Las aparto en el baúl donde sé que tendrán una ruta hacia la oscuridad del nunca más: el sótano, si es que este edificio lo tiene…
—¿Vas a botar esas cosas, Candy? —preguntó mi nueva amiga Norah.
Me sobresaltó con su voz justo detrás de mí, no la había sentido llegar.
—No, sólo estaba ordenando, no quiero que salgan arañas de aquí —le digo soplando y estornudando con el polvo que se acumuló en meses.
―¿Ya te sientes mejor?
―Un poco, aunque mi voz diga lo contrario ―respondo con mi afonía.
—Hace mucho frío allá afuera y lo único que quiero es dormir —comentó y se sentó muy cansada con miles de libros en sus piernas.
—Puedes dormir si quieres…Yo prometo callarme y no molestar. Tengo licencia para faltar al trabajo —le cuento y aunque no me agrade hacer reposo, sé que queda poco para retomar mis labores.
—Me encantaría, pero no puedo. Tengo que terminar mi obra para presentársela a ese profesor cascarrabias que tengo…No me gusta escribir obras —rezongó desalentada.
—¿Cuál profesor? Yo creí que era profesora.
—Sí, lo era, pero ella renunció hace tiempo. Ahora llegó uno nuevo, se enfermó y en su reemplazo hay otro profesor…Todas las chicas alucinamos con él, pero cuando dictó las clases nos percatamos que es un plomo —murmuró Norah haciendo esa típica mueca que me causa tanta gracia.
—¿Mal genio? Bueno, me imagino que todos los escritores lo son —asevero. Eso es lo que me imagino aunque no tenga la certeza.
—Y sí… Si es que ese fuera el caso.
—¿Cómo?
—Comentan que este señor: Matthew Davenport, tuvo otra carrera que ni sé cual fue y ahora es un escritor novato, de hecho, mañana es el lanzamiento de su libro —comentó, sacando sus apuntes y ordenándolos para comenzar con su trabajo.
—¡Pobre! Entonces no hace lo que realmente quiere —opino. Es lo que nuevamente me figuro.
—No tengo la menor idea si hará lo que quiere o no, pero siendo tan guapo es un amargado de aquellos… ¡Qué uf!
—Bueno, te dejo para que te inspires —dije y la veo sumergirse en ese cúmulo de libros en busca de una idea.
Yo continúo en silencio y me voy a mi cama. Comienzo a deleitarme releyendo las cartas de Archie: se casó con una linda joven profesional igual que él y ya tienen una pequeña niña que es la luz de sus ojos. Me sonrió al recordar que mi primo se esmera mucho en que siempre se vea como una muñeca, cuando sólo es una niña que quiere jugar y ensuciarse con libertad.
Las cartas más tristes ya son pasado —las penas de Annie— me alegra saber que su herida sanó, aquel dolor que le provocó la ruptura con Archie y el emprender caminos distintos. Ahora es ella la que está pronta a casarse con un joven médico que la trata como siempre soñó, como una princesa.
Las cartas de Patty son más escasas, tiene mucho trabajo en la escuela y los quehaceres como ama de casa; se casó con un apuesto profesor que da clases en una universidad y hace meses atrás me contó de su embarazo. La intención que tiene de nombrarme su madrina me dice que al paso que voy, tendré muchos ahijados. Todos se suman a los dos pequeños hijos de Albert y esa maravillosa mujer, de origen latino que conquistó su corazón, aunque no fuera del gusto de la tía Abuela.
Pasé mucho rato riendo, viendo fotos, recordando a mis amigos y cuando levanto mi mirada hacia la ventana ya es de noche. Veo a Norah aún desesperada por terminar su obra, continúa escribiendo y arrugando miles de papeles, el tamborileo de sus dedos en la mesa se aleja de mi mente y me duermo.
* . * . * . * . * . * . * . * .
La mañana llegó más rápido de lo que esperaba, deambulo por el departamento, aún con mucho sueño. Mis ojos somnolientos reparan en el buró, ahí está la carpeta con el trabajo de Norah, es su obra de teatro y probablemente ella también se durmió porque sobre la mesa hay rastros de una desvelada de aquellas que no da tregua.
—Amiga, has vuelto a olvidar tu trabajo…
Decidí ir a dejárselo y me abrigo muy bien. Tomo el trayecto más largo en taxi, el resto lo decido caminar por las calles de Washington repasando en las llamativas vitrinas. El apuro de otras personas me tira la carpeta al suelo y debo hacer esfuerzos por reunir las hojas del trabajo de mi amiga, se ha mojado por completo.
—¡Rayos! Lo que faltaba… No puedo aparecer con este trabajo así —murmuro y sé que todo el mundo me mira como si hubiese enloquecido.
Mientras camino con eso en mis manos, no me fijé hacia dónde me han llevado mis atolondrados pies. Antes de llegar a la calle indicada mis ojos se posan en un anuncio de una librería. "Hoy lanzamiento oficial: ¿Cuál es mi destino? – Nec tecum possum vivere nec sine te por Matthew Davenport".
—Es el profesor de Norah. Puedo entregarle a él la carpeta.
Entro y está atiborrado de personas, prensa y críticos, al parecer el tipo es conocido aunque yo nunca lo he oído nombrar. Me instalo en una esquina, recién me percato que no sé cómo es, no tengo permiso, ni invitación —si es que para el lanzamiento de un libro se necesita— tampoco puedo entregar la carpeta de mi amiga en esas condiciones. ¿Qué hago?
—Si sólo pudiera hablar con él y explicarle —digo en voz alta.
Me empino y al parecer fui escuchada por una joven rubia y despampanante que me mira de forma extraña.
—No eres la única, querida. Dudo que lo logres —me dice y se va con una de sus amigas.
No comprendo por qué lo dijo, sólo me limito a escuchar lo que otras mujeres murmuran:
—Sí, dicen que es una novela muy hermosa y cuenta una historia triste… —comenta una joven que sostiene una libreta en sus manos.
—Yo no me muevo de aquí sin comprarla y que él mismo me dé un autógrafo —dijo otra mucho más fanática y empujando al resto para tener una buena ubicación.
Todas comentan maravillas de esa novela y por más que intento buscarle el sentido a las palabras no se las encuentro. ¿Es latín o qué? Si leo algunas hojas puedo darme una idea ya que dice: "Todos los caminos se confabulan para llevarte a las puertas de tu destino… Entonces…¿Cuál es mi destino?" por más que analice la frase no la entiendo del todo. Hay alguien más a mi lado que intenta saber lo mismo, una chica que sonríe, al parecer ha tenido el mismo pensamiento.
—Parece que no soy la única que no entiende mucho —le digo riendo de buena gana.
Sostengo el libro en una mano y en la otra, la carpeta de Norah malograda. Lo vuelvo a poner en el estante.
—Sí, yo no sé por qué escoger una frase tan complicada para explicar un libro —comentó la chica de cabellos rizados.
—Porque el tipo debe ser muy complicado. Ja, ja, ja, ja, ja… Así lo refleja… —bromeo nerviosa, con una voz espantosa por mi resfriado y ambas nos reímos.
—Debe ser. Dicen que esa novela es su primera obra, aunque no entiendo por qué tanto revuelo y tantas mujeres —me comentó extrañada.
Ambas buscamos con curiosidad al sujeto y alrededor de nosotras sólo hay estantes y unos tipos sumergidos entre unos libros. Tal vez son uno de los pocos varones que hay en el recinto.
—Curiosidad, eso debe ser. Ya sabes, el que un hombre escriba este tipo de cosas —digo sin tomar mayor importancia —. Acá, en la dedicatoria dice así: "Lo imposible ha de ser lo que más huellas nos deja en la vida; sin embargo creo que existen muchos imposibles y sólo las huellas que prevalecen con el paso del tiempo… son aquellas que deja el único y verdadero amor. Para la única mujer de mi vida". Linda frase ¿no? Al parecer está enamorado o debe estar casado… —digo y creo que ese libro comienza a interesarme aunque no tenga tiempo para leerlo.
—Puede ser. ¿Tú también vienes a comprar el libro? —interrogó la chica.
—No. Yo no tendría tiempo para leerlo. Trabajo y estudio medicina… —le respondo encogiéndome de hombros.
—¿Y entonces?
—Venía porque el tipo complicado que escribió este libro, es el profesor de mi compañera de cuarto… Un tipo que dicen que es un antipático al cubo y siento mucha curiosidad por saber qué tan desagradable es. Ja, ja, ja, ja —le confidencio en voz baja.
Alguien a nuestras espaldas botó una pila de libros causando un barullo impresionante. Las dos nos alejamos de allí, por seguridad.
—¿De verdad? ¿Y escribe así tan lindo? —me dice la chica sin poder creer que mi amiga sea su alumna.
—Sí, yo le traía la carpeta de mi amiga… Es su trabajo. Creo que se lo dejaré en la mesa —miro hacia la mesa donde supuestamente estará el profesor y no hay moros en la costa —. Me tengo que ir, adiós.
Me alejó colándome como puedo en ese mar humano de mujeres que no me permiten el paso, debo codear y empujar para abrirme paso. ¿Qué les pasa?
—¡Así que antipático! ¡¿Quién esa insolente que habla así de mí?! ¿Ya la oíste? —dijo el joven a su representante, mirando con rabia a la chica rubia que se perdió entre la multitud.
—Y sí que la oí, pero Matthew. ¿Para qué te molestas tanto? —palmoteó a su amigo —. No le tomes asunto.
—Me molesta porque ni siquiera ha leído el libro y habla de esa manera —alegó molesto.
—Olvídalo. Mejor vamos preparando tu discurso y alista la mano para los autógrafos…Aunque yo dudo que todas esas mujeres vengan por el libro.
—Sí, pero antes quiero que me hagas el favor de entregarle el libro a esa chica, que se desapareció. ¿Me oíste? —exigió sacando un libro de su bolso.
—Sí, te oí…pero…
—¡Pero nada! Entrégale uno y convéncela a que haga la fila… ¡Ya verá!
Logré llegar cerca de la mesa y con disimulo dejo la carpeta entre las cosas que presumo son de él. La lanzo así de forma casual para no levantar sospechas, cuando siento un dedo detrás de mí.
—Señorita.
—¿Sí? Dígame —digo apenas mirando al sujeto. Un señor de bigotes y canoso.
—Esto se lo envía el Señor Davenport y quiere que se quede a esperar su discurso… Si fuera tan amable, haga la fila para el autógrafo —me ordena dejando en mis manos un libro nuevo.
—¿Qué?... ¡No!… yo ya me tengo que ir —le respondo aterrada ante la idea que de que me haya visto lanzar la carpeta de esa forma.
—No, por favor, quédese. En una de ésas obtiene más de un autógrafo… —me dice guiñándome el ojo con cierta complicidad.
—¡Oiga!
¿Qué ha querido insinuar? No tengo opción de salir y las personas se aglomeraron para ver al tipo ése dar su discurso y los aplausos hacen eco en mis oídos, soy tan baja que desde donde estoy no veo nada de nada. De un resoplido me voy para los estantes a entretenerme con algunos libros, mientras el escritor es ovacionado por su primera obra y comienza su discurso:
"Gracias a todos por venir, por compartir conmigo este maravilloso momento en que sale a la luz mi primer libro como novelista. Sé que soy un novato en esta rama y que mis caminos anteriores eran opuestos a este mundo.
Creo que muchos habrán sentido alguna vez, que han perdido el norte de sus vidas y en esa búsqueda han surgido variados caminos donde se han probado otras capacidades que tenían ocultas o adormiladas…A eso le llamo: Destino, a las miles de rutas divinas que nos coloca la vida.
Ésa es la razón de este libro, la primera parte, y que sólo continuaré cuando sienta que tengo la inspiración necesaria, a la que alguna vez renuncié. Adentro contiene una frase en latín: "Nec tecum possum vivere nec sine te" de Marcial y tiene un significado que espero revelar en las páginas de ese libro…Sin más que decir y dedicándole esto a la única musa de mi vida".
He escuchado cada palabra y de forma inexplicable se me ha erizado la piel. El trovador tiene verborrea que cala los huesos para referirse a un libro que tiene un nombre profundo y que ojeo reparando que son muchas hojas; probablemente quien le haya inspirado, ha estado presente en cada minuto de su vida, en cada hálito de sus labios y palabras.
Hago la fila como me lo pidió y espero cansada de todo eso, estoy a punto de irme y por un motivo que desconozco no lo hago. Me quedo ahí a pesar que el tipo no me da la cara, el único que me mira es el mismo señor que me entregó el libro.
—¿A nombre de quién quiere que le autografíe? —pregunta con la cabeza enterrada en el libro y con una voz que denotan que está en las mismas condiciones que yo: resfriado.
—No sé. Sólo hágale una firma y ya…Me tengo que ir —le digo mirando en dirección a la puerta y apenas le he prestado atención a sus rasgos.
—Señor, Davenport…es la joven que usted me pidió que le diera el libro —murmura el tipo que es su colaborador.
—¿Si? con que… ¿¡Candy!?
Su voz me paralizó en miles de interminables segundos, no le habría reconocido sino hubiese dicho mi nombre, aquel susurro que sólo sus labios convierten en melodía. Nos miramos largo rato impresionados con esa visión y reconociendo cada detalle de nuestra faz que se hizo imborrable, la fusión del valle y el mar de nuestros ojos que nos nubla la razón. Noto que se cortó el cabello, su rostro se volvió anguloso y mucho más varonil, sigue siendo enigmáticamente atractivo. Se acerca a mí y siento que tiemblo aunque no sea de frío, es la sensación de la más pura emoción al volver a tener frente a mí al amor de mi vida. De forma espontánea es él quién se apega a mi cuerpo con un abrazo que necesitaba tanto y no nos importa que los demás nos observen, que las preguntas quieran salir a importunar y el razonamiento de quién fue el responsable de este reencuentro. Sólo me interesa estar en sus brazos el mayor tiempo posible. Es Terry, el actor que dejé, que ha transmutado por amor en un trovador. Me besa entre murmullos de la única poesía que siempre quise escuchar, la de un: Te amo.
—¡Candy!
—¡Terry!
—Yo…no… No entiendo que haces aquí —es todo lo que me dice mientras recorre mi figura con su mirada.
—Yo… vine a dejar una carpeta de una amiga a su profesor de literatura. ¿Terry? ¿Ya no te llamas así? —interrogó al recordar que él es quién firma los libros.
—Sí, por supuesto que sí; pero mi seudónimo es: Matthew Davenport, para presentar mi novela… Mira —me indica su libro y antes de que yo pueda decir algo escribe algo para dármelo.
De prisa me abraza para que no me desvanezca de sus manos y asegurarse que no soy una visión. Me vuelve a besar delante de todo el mundo y antes que diga algo lee mi mente con esa precisión que me asombra.
—No hay problema con que te bese…Yo no veo anillo de matrimonio y yo tampoco lo tengo —me dice señalando su mano y entrelazándola con la mía.
—No… pero…
—Fue Susana quien me pidió que te buscara…—me aclaró de inmediato.
—¿Susana?
—Sí, me lo pidió antes… de… morir. Fue hace un año atrás —lo dice con respeto; pero sus ojos se vuelven a iluminar al mirarme —. Es cierto, ella me pidió que te buscara, era su deseo y el mío también…
Me toma de la mano y con una orden le encarga todo al señor, dejando a prensa y todo el mundo de lado… por estar conmigo.
—Señores, lo siento pero no puedo continuar con ustedes. Acaba de llegar a mi vida la razón de ese libro —aclara a todos los presentes y me mira como si fuera la primera vez —. Creo que sólo puedo prometer que sí habrá segunda parte… Si es que ella acepta quedarse conmigo —todo el mundo me mira y yo puedo sentir que me ruborizo.
—Terry…
—No tienes que responderme aquí delante de todo el mundo…quiero que vengas conmigo ahora, por favor —me susurra y acepto con una sonrisa.
¿Dónde estuvimos por más de dos horas? conversando sobre su vida y la mía, si es que a esa separación se le pudo llamar así: "Vivir". La risa se apoderó de nuestros semblantes al pensar en cómo nos reencontramos y quiénes fueron las personas anónimas que obraron en esto.
—¿Tú crees que es cursi el nombre del libro?… —interroga con una mohín pícaro en su mirada.
—No… No dije eso —le aclaro de inmediato.
—Sí, en cierta medida lo hiciste. Te escuché, estaba de espaldas a ti, no te reconocí por la voz… —me dice sonriendo al recordar las cosas que dije y que él escuchó.
—Oh, bueno es que mi amiga ha dicho que eres un profesor muy cascarrabias —le digo apretando su nariz con mis dedos, en ese ambiente íntimo entre los dos, en medio de una concurrida cafetería.
—No es cierto y no soy profesor, sólo accedí a reemplazar por unos meses a un amigo mío —responde besando mi mano.
—¿Por qué dejaste la actuación?
—Es lo que explica ese libro que sostiene es tus manos, Candy.
—Lo tendré que leer —prometo.
Lo observo y…¿Es posible que ver el sueño de otra persona plasmado en hojas, pueda emocionar tanto? ¿Cómo lo llamaría a eso?...Amor…
—Yo creo, aunque si no tienes tiempo, puedo leerlo por ti cada día que estés a mi lado, mientras me ayudas a escribir la continuación… —propone, robándome otro beso de mis labios.
—Terry, qué dices…
—Sí, la verdad que no debí decirlo…Sino más bien hacer… —murmura entre dientes —. Ven, vamos —dice poniéndose de pie y pagando la cuenta.
—¿Dónde me llevas?
—A un lugar especial…Mi departamento.
—¿A tu departamento?
—Sí, tengo algo que mostrarte. Vamos.
Nos vamos en ese viaje hacia su departamento y aunque no es correcto que una dama visite a un varón a solas, la ansiedad por saber qué sorpresa hay guardada para mí me lleva con él sin tener el menor temor. Estuve mucho tiempo en la soledad absoluta, sumergida en la pena de dejar pasar al único amor que ha estado en mi alma cada mañana y anochecer que quiero extender al máximo el tiempo en su compañía.
Cuando llegamos corre a traer algo y me quedo observando los detalles del hogar que alberga al nuevo hombre que está frente a mí. Sonrío ante las palabras de él y los múltiples caminos divinos y es que jamás pensé que Dios me premiaría de esta manera, dándome con Terry una segunda oportunidad.
Cuando volteo está frente a mí con algo en sus manos y con el torbellino de emociones que nos hemos confesado con una sola mirada, se acerca.
—Esto siempre fue tuyo —me dice tomando mi mano y colocando en mi dedo un anillo de diamantes hermoso.
—Terry —se me quiebra la voz con la emoción, llevó en mis dedos un pedazo de su ilusión.
—Este anillo lo compré cuando te envié los boletos a Nueva York…Candy, pude deshacerme de él y alguna vez pensé que guardarlo sólo me hería más; pero siempre sentí, en mi alma, que volvería a tener una nueva oportunidad contigo…Quiero que lo lleves ahora, porque nunca has salido de aquí —me indica su corazón y sé que estoy llorando —. Candy ¿serás mi novia para convertirte en mi futura esposa? —pregunta con timidez y miedo en sus ojos.
—¡Terry!… Claro que sí… ¡acepto! —lo abrazo sintiendo otra vez su respiración y una fugaz lágrima de los dos que se funde para ser una; ésta vez bendice mi piel con la esperanza de este amor que ambos compartimos.
Recorre con sus sublimes labios, mi cuello, en el camino bendito que siempre le aguardó y que sólo él es el peregrino que tiene el paso a mis sentidos y a mi alma. Con sus labios va recogiendo los aromas de las rosas de mi perfume esparcidos en mi piel, para llevarlos a mi boca que lo espera y depositar esa mixtura de su sabor que siempre añoré. Es sólo un preludio de lo que nos espera como pareja…Ya lo sé, está dispuesto a postergar sus deseos, que comparto, sólo un poco más hasta convertirme en su esposa. Así que sé que se contiene y preferimos ponernos al día con lo que dice ese maravilloso libro, el artífice de que mi mejor destino esté hoy a mi lado.
—El libro… tiene una frase en latín. ¿Qué significa? —interrogo apoyada a su pecho.
—¿Quieres que te diga el final? Ja, ja, ja, ja. No lo haré señorita pecas —me dice riendo del movimiento de mis pecas en ese mohín de decepción.
—Es que no tengo tiempo para leerlo…y no quiero que lo cuentes, sólo quiero saber que significa… lo que dijiste en el discurso —claro que recuerdo cada frase; pero espero que él las pueda repetir o traducir para mí una vez más.
—Bueno es sólo la verdad. Tomé una decisión en la que no pasó ni un sólo día en que no me arrepintiera y rogué miles de veces para que algún camino me uniera al tuyo, en algún momento de nuestras vidas… Creo que ese plegaria fue escuchada —me sonríe perdiéndose en mi mirada.
—¿Por quién?
—Me imagino que quién todo lo sabe y conoce mi profundo amor por ti: "Lo imposible ha de ser lo que más huellas nos deja en la vida; sin embargo creo que existen muchos imposibles y sólo las huellas que prevalecen con el paso del tiempo… son aquellas que deja el único y verdadero amor. Para la única mujer de mi vida…" ¿No te dice eso mucho? —pregunta besando mis manos con delicadeza sin dejar de mirarme a los ojos.
—¿Estás diciendo que ese libro lo escribiste pensando en mí? —interrogué impresionada.
Nunca nadie dedico algo para mí, una carta era mucho y un libro completo significaban: horas, días, desvelos y amanecidas de dedicación…Todas para el amor que me profesaba.
—¡Todo el tiempo pensé en ti! y no debería sorprenderte…Tú ocasionas milagros en mí: dejé de fumar, aprendí a tocar mejor la armónica y me convertí en un trovador por ti…eso es el amor. ¿No crees?
Sus palabras me emocionan, ya no tiene el temor de pronunciarlas y sonar cursi aunque sabe que para mí nada que provenga de su recóndito corazón lo será. Tiene sentido, el mismo sentido que él le dio a mis días. ¿Cuánto tiempo pasamos ahí? No lo sé, sólo sé que cuando terminó de leerme cada capítulo de ese libro nos casamos y con la llegada de nuestro primer hijo: Matthew, se dio origen a la continuación que él prometió.
—Terry.
—¿Qué?
—Me leíste el libro completo… pero no me dijiste lo que significaba la frase. ¿Debería buscarla en un diccionario?
—No, mi vida, te la puedo traducir: "No puedo vivir contigo, pero tampoco sin tí".
—Es hermoso. ¿Por qué latín?
—Te dije que cada día que lo escribí era una plegaria para pedir un camino que me llevara a tí… pues para mí Dios habla en ese idioma: latín…
Sonrío con su revelación y no sabía que tan creyente era y cada día que pasó me enamoré más de él. A los años posteriores vine a saber que su seudónimo no era cualquiera, era uno escogido con un gran mensaje intrínseco ya que el nombre de Matthew significa: "El regalo de Dios" y fue el mismo que escogimos para bautizar a nuestro primer hijo. Los cuatro llevaban nombres significativos que él mismo se encargó de buscar, ningún hijo es igual a otro y bajo esa premisa tuvo gran dedicación para nombrar a las tres niñas que vinieron después del primero.
Esta mañana me he despertado rodeada de pétalos de rosas, cumplimos veinte años de casados y al lado de mi almohada hay una cajita con un hermoso anillo de platino con flores de Lys talladas, en su interior otra promesa de amor: " Nec possum vivere sine te in aeternum – Terry"
—Significa que: No puedo vivir sin tí… y eso se prolongara hasta el infinito.
Fin
Notas de autor: ¿Y qué tal? Es un trabajo casual que me animé a subir, no es mi especialidad los minifics porque siempre me dejan con las ganas de continuar y sí…¡soy una lata!
Este pequeño relato es una inspiración directa de un capítulo de mi fanfics "Tiempo de respuestas" Y que puedo decir, me gustan las palabras en latín, son para mí, las palabras divinas para instantes mágicos. Está escrito bajo la mirada de Candy…. Si hubiese que colocarle una música a este minific, que sea de mi grupo favorito U2 "Without or without you"
La frase que figura es de Marcial y es un aforismo. La Flor de Lys es el emblema de los anillos de la edad media que denotan pureza. Para ver el video que me hizo una buena amiga, Irly, visitar la página de FB creada por Mayosiete (para el enlace, ver mi perfil de acá)
Gracias por leer.
Ladyzafiro
