Advertencia: Post-cannon | Posibles futuros spoilers.

Disclaimer: Los personajes utilizados no me pertenecen.


Ese viejo truco de Soma.

Megumi Tadokoro era testigo de la frase "nunca terminas de aprender algo". Después de aprender a sincronizar su equilibrio con el impacto de los platos sonando, la destreza de comenzar lo nuevo segundos antes de terminar lo anterior; la técnica para mantener en mente dos cosas a la vez y mantener la tercera a raya, era consciente de la amplia gama de las palabras.

Sin embargo, se las arreglaba para tener problemas. Después de todo, sus métodos de aprendizaje radicaban en la adaptación, y en todos los casos, se necesita de un patrón repetido de errores y correcciones para ello.

Ser la ayudante de Soma en el comedor Yukihira era complicado aunque se mentalizó con la idea. Tenía expectativas que quería cumplir, predeciblemente tratándose de ella.

Podía sentir que el bullicio general formaba una gigante aura desde todos los impacientes apetitos abiertos, donde su estresada y débil alma succionaba de un fino hilo a aquella esfera abismal que jamás terminaría de vaciarse. Lo que ella sacaba, era rellenado por diabólicos rostros con máscaras de una dulce pasión por el ulular del olor a gloria. Dos se iban, y cinco llegaban.

El sudor resbaló tan lento por su frente como la cocción programada a cinco minutos. ¿Desde cuando cinco minutos eran mucho tiempo?

–¡Otro menú número siete para la mesa dos!

¿Tal vez no sería mala idea una ayuda extra?

–¡Dos especiales, cinco ensaladas y tres menús de la carta!

¿O ya estaba cerca de adaptarse?

–¿¡Dónde están los platillos de la mesa diez!?

Ay, días como estos… quizá los extrañaría algún día.

Soma se volteó a su lado en el momento que pasaba la manga de su brazo por la frente. Cruzaron la mirada un segundo y, definitivamente, él la leyó.

Megumi vio su sonrisa determinada y recordó cuan contagiosa era. Sonrió también, y alzó sus manos juntas como en los días de preparatoria en que él le contaba lo efectivo que era ese golpe en…

–¡Gaaaaaaaaaahhhhh!

El grito agudo brotó de sus labios después del picor. Los colores le subieron al rostro, el cuerpo le tembló y se sintió desfallecer mientras observaba la mano alzada de Soma-kun que le había dado de lleno en el trasero.

–¡S-Soma-kun, t-t-t-ú…!

–Lo siento, pero lo necesitabas. –respondió carcajeando y repitiendo el golpe con más suavidad antes de desplazarse a otro lugar de la cocina.

–¡P-p-pero, ahí no tú…! ¡Las manos! –chillaba agarrándose el trasero, aún sin poder creerlo.

El muchacho levantó la mirada a través de su hombro; mostrando su radiante hilera de dientes que le acompañaba a todas sus travesías.

–¡Es que mi padre me dijo que a los amigos en las manos, y a la esposa en el trasero! –y se dio vuelta para no cortarse algún dedo con el cuchillo. –¡Jaja! Ese viejo es un descarado.

Y que así sea. De tal palo, tal astilla.


N/A: Soma es un loquillo.