Lo que Mariam le dijo al oído
-o-
Un suspiro acompañado de llanto. Lágrimas y lágrimas. El rubio podía llorar de una forma muy sucia. Aladdin a su lado le dio un pañuelo y le sonrió tan cálidamente como él podía hacerlo. Si el pequeño magi de cabellos azules no le hubiera sonreído así y sujetado su mano con fuerza hubiera sido imposible que Alí babá se levantara de nuevo.
Lo había visto con sus propios ojos y aún con el cuerpo en sus brazos era incapaz de admitirlo. Kassim, su Kassim había muerto. Y dolía ¡que si dolía! Mucho.
Era tanto que esa sensación el pecho ardía y sentía que en cualquier momento devolvería el estómago.
Es que, ya sabía que eran muy diferentes y entre esas visiones se había visto a su lado bebiendo juntos a una edad adulta mientras sus manos torpemente se tomaban.
Cerró los ojos de nuevo y abrazó de nuevo el cuerpo sin vida entre sus brazos. Era frió, y Kassim siempre había sido alguien tibio. A pesar de su mirada afilada, las palabras tocas, los golpes que a veces le daba (los de buena y mala manera) Kassim era tibio. Lo recordaba muy bien por todas esas veces que se tomaron de la mano cuando eran unos niños.
Él mejor que nadie conocía a Kassim. Había visto sus secretos y aquel pasado que él mismo no se había atrevido a contarle. Entonces ¿por qué tenía que abandonarlo?
¿Era mucho pedir que se quedara a su lado un poco más?
Sorbió por la nariz y se talló su cara quitando las lágrimas que estaban empapando sus mejillas hasta que su cara quedó completamente roja y pegajosa.
-Alibabá, no puedes seguir llorando, si lo haces él no podrá irse. - El rubio asintió un poco y miró aun con un nudo en su garganta al pequeño magi. Justo cuando levantó su mirada pudo ver a un par de personas conocidas. Su madre y su padre. Juntos.
Pestañeó un par de veces y entendió las palabras. – Ellos te están mirando siempre- Soltó un suspiro y por primera vez pudo ver a la cara y sin remordimiento a su padre.
Entonces entendió, si ellos estaban ahí, él también.
Su sonrisa, que aún era débil y medio torcida, se enderezó por completo cuando vio a la pequeña Mariam. Ella también estaba ahí. Sonriendo.
Quiso soltar una leve risita pero cuando ella, con sus ojitos iluminados y cálidos, se le acercaron a él y reconfortaron su adolorido corazón escucho a penas un leve susurro. Casi como el sonido del viento conjugado con una suave brisa matutina.
"es que, tú a él, le gustas mucho" - El rubio no entendió a lo que refería, pero supo que cuando dijo él, no se refería a otra persona que no fuera Kassim.
No tardó mucho en levantar la vista y mirarlo a él, de nuevo. Tan resplandeciente como siempre. Con una sonrosa tranquila y un leve sonrojo en las mejillas. Jamás había visto a Kassim de esa forma y ese sería su último recuerdo de él.
Su mundo siempre estaba de cabeza y no entendía muchas cosas. Siempre estaba perdido y a veces se estremecía entre el dolor y la impotencia al saberse tan inútil.
Lo peor era que el mismo sabía lo torpe que era, y aún así, en su mundo distorsionado lo sabía. Nada salía como él esperaba. Pero tenía la sonrisa que Kassim que atesoraría por siempre.
Lo sentía suyo y sabía que parte de él estaría por siempre a su lado. Mirandolo desde el cielo.
Solo era una pena que jamás pudiera tocar sus manos y entrelazar sus dedos, como lo hacía cuando eran unos niños.
-Kassim~ tu siempre serás mi mejor amigo.
Para Kassim Dagash y mi adorada Naunet~
