Holas!
¡Por fin lo he podido subir! He estado intentándolo desde ayer, pero me salia "Error tipo 2 y bla... blaa..." así que no podía hacer nada.
¡Gracias por esta maravillosa invitación! Ame mis emociones y supe de inmediato lo que quería de ellas jejeje. Confieso que la segunda me costo un poquitin, pero todo fue solucionable y casi esta listo ese capítulo 2.
Esta historia es 50% trabajo (en mis tiempos libres aprovechaba) y 50% casa jajajaja.
Espero que les guste.
Nota de autora: Fanfic Drarry. Relacion chico-chico.
Este fic participa del Reto Normal de Abril "Emociones y Sentimientos" del foro "Provocare Ravenclaw".
Disclaimer; los personajes de esta historia pertenecen a J. K. Rowling, excepto los que han sido creados por mí.
Emoción/Sentimiento: Temor.
.
.
.
Capítulo 1. Situaciones
Siempre fue así.
Siempre te sentiste así.
No fue cómodo sentir aquello.
No fue cómodo estar rodeado de ello.
Tu vida nunca fue sencilla.
Todos pueden pensar que fuiste un cobarde, todos pueden pensar que cometiste miles de errores, pero ellos, aquellos que te repudian, escupen y atacan, no saben lo que es sentir miedo. No tienen una jodida idea de lo que es estar viviendo con tu, en ese momento, amo. Sí, amo. Increíble, ¿No?, pero cierto. Ellos no saben lo que fue estar rodeado de sangre, amenazas y golpes.
Cuando el juicio se llevó a cabo tuviste que confesar todo, y cuando dices todo; es todo. Siempre pensaste que las mazmorras de tu mansión eran frías, pero nada se comparaba con las celdas asquerosas de Azkaban donde tuviste que esperar tu sentencia, donde sentiste en carne propia el temor a ser asesinado, violado o, en el peor de los casos, desmentorizado. Afortunadamente, y gracias a la confesión de Potter, pudiste reducir la sentencia a seis meses en Azkaban y diez años de libertad condicional con trabajos para el jodido Ministerio.
Pero tus padres no tuvieron tan buena suerte. Lucius, aquel hombre que te inculcó todo lo que sabes, recibió sin muchos miramientos la peor condena: ser besado por dementores. Lloraste al oírlo, pero no porque sintieses pena por él sino por el temor de que a ti te ocurriese lo mismo, en ese momento tú no sabías nada sobre tu futuro. Narcissa, aquella mujer fría que solo te habrá besado unas contadas veces, recibió una sentencia menor; ella había sido cómplice.
Ella solo tuvo que estar dos años en prisión. Dos años que para ti fueron un alivio, ya que pudiste dedicarte a otras cosas. Cuando ella volvió, no lo hizo derrotada o débil. No, ella volvió siendo otra Narcissa. Renovada. Sí, esa era la palabra. Ella solo quería que el apellido volviera a ser el de antes. Tú lo comprendiste cuando te miró a los ojos y te susurró —Ya es hora de dejar los juegos, Draco. Ya es hora —entonces supiste que los seis meses en Azkaban no fueron nada para lo que te tocaba seguir viviendo.
Desde ese momento han pasado cinco años más. Tu madre te mira y te arregla la túnica de gala —Has adelgazado —susurra frunciendo el ceño. ¿Quién no lo haría cuando estas a punto de casarte con alguien que no amas?—. Lo bueno es que aún podemos arreglarlo —ella sonríe—. Ya quiero que llegue la fecha —tú no respondes. Para que. Para decirle que a ti te importa una mierda el matrimonio. Que si te conociera un poquito mejor sabría que a ti no te va ni Pansy ni ninguna mujer. Prefieras callar, de todas formas el silencio otorga.
—Estas callado hoy, Draco.
Suspiras —Tengo que ir al Ministerio.
—Uhm. Siempre que vas ahí te pones de mal humor.
Cierto, pero en este último tiempo encuentras fascinante ir. No es que te guste alguna de las secciones, donde te obligan a trabajar, interesantes. Es... más bien... otra cosa, o, en dado caso, otra persona.
—Pero no te preocupes, ya solo quedan tres años para que termines —y le das la razón, pero no le has mencionado que podrías anular dicha sentencia si entrases a la facultad de medimagos. Prefieres no mencionárselo, de todas formas ella ya tiene un plan para ti—. Cariño, puedes quitarte la túnica. Mandare a hacerle algunos ajustes. ¿Bien?
—Bien —murmuras. Ella te sonríe antes de abandonar la habitación.
Comienzas a quitarte toda aquella ropa de gala. Esperas no llegar atrasado, en todos estos años no les has dado ningún motivo para una sanción o cualquier cosa que se les pueda ocurrir.
.
Cuando la red flu te deja en la sección donde "trabajas", en realidad conoces todas y cada una de ellas porque cuando te estás acostumbrando, o tus compañeros se están adaptando a ti, te cambian, caminas rápidamente hacia la primera puerta en el fondo del pasillo. Tu gran trabajo es: servir café y ordenar papeles. Es aburrido, pero de todas formas prefieres hacerlo antes que estar en casa con tu madre o con Pansy y sus cosas...
— ¡Malfoy!
Haces una mueca —Weasley.
—Quiero un café. Ahora.
¿Existe algo más denigrante que servirle a un traidor de sangre? La respuesta no se formula en tu cabeza porque rápidamente te diriges a la cocina. Si pensabas que el día no podía ir peor, es ahí donde te encuentras con Potter.
—Malfoy.
—Potter, ¿Quieres un café?
Él frunce el ceño y menea la cabeza — ¿Te han mandado de nuevo?
La respuesta es obvia, pero para que más tarde no te duela la cabeza decides responder —Sí. Tu amiguito Weasley quiere uno y tengo que llevarle el suyo a tu jefe.
—Si quieres se lo llevó yo.
Draco hace un floreo con la varita y los cafés están listos en un par de segundos —No, gracias —entonces sales dejando a Potter ahí. Ciertamente has pasado unas dos veces por la sección de aurores y que puedas tener varita es gracias al Salvador del mundo mágico porque si no tendrías que atenderlos como un vil muggle.
El día pasa ligeramente más rápido cuando hay muchos papeles que archivar, guardar y clasificar. Así que no te das cuenta cuando alguien toca levemente tu puerta; ¡Gracias a Merlín te han dado una oficina! Aunque pequeña, la privacidad es fundamental.
La puerta se abre y un Potter muy agotado está apoyado en el marco de la puerta.
—Es tarde —murmura.
—Lo sé —respondes ordenando, tratando de no mirarle.
—No quieres regresar a tu casa, ¿Verdad?
Ciertamente no, piensas.
—Yo tampoco —responde él ante tu silencio—, pero si quiero un trago ¿Quieres venir?
La respuesta resbala de tus labios sin que puedas retenerla.
Un simple "sí".
Que en el futuro te causara las pesadillas más desalentadoras que hubieses tenido.
Y, por primera vez, en mucho tiempo, tendrías miedo de haberte enamorado.
Enamorado y necesitado de alguien.
