NOTAS DE AUTOR #1
Hola queridos lectores. Bienvenidos a mi segundo fanfic. Espero que sea de vuestro agrado, ya que combina dos de mis aficiones, el fútbol en menor medida y Pokémon en su gran medida.
Pensé que estas dos cosas podían combinar bien... y acabé desarrollando una historia como si nada. Así que hoy, os voy a empezar a contar todo lo que se me ha ocurrido.
Por este primer capitulo, al igual que en mi otro fanfic, no comentare nada sobre él, me reservo ese placer para el capitulo 2.
Solo espero que os divirtáis mucho con lo que os ofrezco.
¿Seremos capaces de llegar juntos a ser un equipo de leyenda? Solo el tiempo lo dirá.
Os invito a dejar vuestras opiniones al respecto en las reviews del capitulo.
Sin mas dilación, empieza la aventura en la Isla Atea.
Capitulo 1: Bienvenidos a Atea
Hacía un sol radiante, sin nubes en el cielo. Era el tiempo ideal para navegar. En la popa de un gran barco se alzaba un Pokémon mirando fijamente al horizonte. Como si esperase algo concreto.
Dicho Pokémon, era un Pignite llamado Ember. Algo más grande que la media, con su habitual color anaranjado y negro y una poco apreciable cicatriz en la parte izquierda de su espalda.
Procedía de los alrededores de Ciudad Gres, una ciudad de la región de Teselia conocida por tener cerca un lugar de interés turístico muy importante, el Solar de los Sueños.
Ember tenía un sueño desde que era un pequeño Tepig. Participar junto a sus amigos en un equipo de fútbol Pokémon y alcanzar así el título de jugador de leyenda. Al igual que sus ídolos lo habían alcanzado.
Para ello, había cogido un ferry que le llevaría a la Isla Atea, la conocida isla del fútbol Pokémon que acogía durante casi todos los días del año a equipos de todas partes del mundo para ponerlos a prueba en sus muchos y variados torneos.
-Ojala lleguemos pronto. ¡Tengo muchas ganas de empezar mi camino como jugador oficial! –La emoción era palpable en Ember. Sus ojos estaban cargados de pasión por el deporte que tanto le gustaba.
Tras unos minutos más mirando al horizonte, pudo ver como una silueta se empezaba a identificar desde la lejanía. Sus ojos se abrieron aun más cuando recordó que la próxima parada del ferry era en efecto, Isla Atea.
-Tienen que verla. Tienen que verla mientras nos acercamos. ¡Debería avisarles a todos de que ya estamos llegando! –Dijo en voz alta ante la sorprendida mirada de los pocos Pokémon que estaban o bien sacándose fotos o bien mirando al horizonte de igual manera que él y hablando de sus cosas privadas.
Acto seguido, algo avergonzado tras darse cuenta de las miradas y las risitas de algunos de los pasajeros, echó a correr por los pasillos del barco hasta el camarote del equipo.
-¡Air, Mussel, Summy! ¡Ya casi hemos llegado! ¡Se puede ver Isla Atea! –Gritó entrando de golpe en el camarote.
-¿En serio? ¿Ya se puede ver? Que chuli. Quiero verla, quiero verla. –Gritaba un efusivo y sonriente Summy mientras corría en círculos persiguiéndose su larga cola.
Summy era el primer y mejor amigo de Ember. Era un pequeño e infantil Sentret originario de Pueblo Cerezo en la región de Johto. Ember y el se conocieron cuando todavía era un Tepig, y desde entonces han compartido el sentimiento por el fútbol Pokémon. Era el más joven del equipo, y como tal, muy inocente. No obstante, no le costaba ganarse la confianza de los demás, y siempre lograba caer bien a todos.
-Ya era hora de llegar. Se me estaban atrofiando los músculos de tanto esperar. En este barco no es que haya demasiado para entrenarse. –Decía Mussel entre bostezos.
Mussel, en cambio, era muy despreocupado. Demasiado despreocupado para muchos Pokémon que habían tenido que tratar con él. Era un Machop procedente de Ciudad Fucsia en la región de Kanto conocido por ser tremendamente irresponsable, poco inteligente y amante del entrenamiento físico. Sin embargo, tenía una actitud muy leal, y siempre que se necesitaba de su apoyo, confianza o ayuda, se podía contar con él.
-Deja de ser tan despreocupado Mussel. Has roto varios sacos de entrenamiento del gimnasio del barco y no has parado de correr de aquí para allá en todos estos días. Si no descansas como es debido, luego podrías lesionarte. Debemos descansar ahora todo lo que podamos para todo lo que nos espera. -Air, reprochaba la actitud de Mussel, para no variar.
Air, era la única integrante hembra del equipo. Era de lejos la más sensata y astuta de los cuatro. De pequeño tamaño, pero de fuerte carácter. Siempre se preocupaba por el equipo y su estado de salud, anímico, e incluso de los rendimientos de cada uno.
Incluso sin serlo de manera oficial, podría decirse que era la gerente del equipo.
-Venga compañeros. Subamos a cubierta. Seguro que ahora estaremos lo suficientemente cerca como para poder apreciar la isla en todo su esplendor. –Ember, instaba a sus amigos a subir con él. Summy, sin pensárselo dos veces, salió disparado gritando un "Bieeeeen" por los pasillos.
Mussel y Air en cambio, se intercambiaban miradas de desaprobación entre ellos mientras iban caminando y volando respectivamente.
Era fácilmente apreciable que había bastantes disputas entre la pequeña y sensata Taillow y el musculoso y despreocupado Machop. Casi parecía que el equipo no podía mantenerse unido. Sin embargo, no era el caso. Pese a no ser los más fuertes, si que tenían la voluntad y la determinación necesaria para poder jugar en equipo bien y ganar.
Una vez en la cubierta, Ember, Air y Mussel pudieron ver a Summy intentando alcanzar la barra de popa, pero sus saltitos no le permitían alcanzarla. Lo siguiente que este intentó, fue subirse sobre su propia cola, y aunque ahora sí que tenía la altura adecuada para ver la isla, resbaló y perdió el equilibrio.
Se acercaron a él rápidamente pensando que se habría hecho daño, pero se lo encontraron levantándose él solo mientras suspiraba con la mirada algo triste.
-No te preocupes Summy. Yo te ayudo. –Ember, agarrándole de sus axilas, le elevó para situarle en su cabeza. El pequeño Sentret, de nuevo lleno de felicidad al ver como la isla se alzaba ante sus ojos, se agarró a las orejas del Pignite.
-Gracias Ember. –Le contestó antes de abrir la boca sorprendido por lo que había ante sus ojos.
Los cuatro pudieron entonces observar la impresionante y enorme isla a la cual se aproximaban. Incluso llegaban a ver los Pokémon que estaban en los alrededores del puerto.
Llevaban mucho tiempo deseando aquel momento. Summy y Ember desde que se conocieron, y Mussel y Air desde que respectivamente se unieron al grupo.
La isla del fútbol Pokémon les estaba esperando y ellos sabían que no habría una ocasión mejor para brillar. Porque como su propio lema decía, "solo cuando un equipo es capaz de dejar sus diferencias de lado para jugar unidos por unos lazos irrompibles, es cuando puede ser capaz de todo."
Todo estaba listo para empezar aquella aventura, pues el barco estaba ya preparándose para atracar. Las voluntades de los cuatro Pokémon palpitaban como una sola. Su equipo, Los corazones de fuego, estaba más que listo para dejar huella.
Finalmente, el barco atracó, y por megafonía pudieron escuchar al capitán del barco anunciar entre ruidos de sapo la llegada al puerto principal de Isla Atea, la Puerta Atea. Debía de tratarse de un Seismitoad a juzgar por la voz grave, además de por los muchos Palpitoad que había en el barco.
-¡Al fin hemos llegado! – Gritó Ember siendo incapaz de aguantar su ilusión. –Y pensar que en este mismo lugar estuvieron Pokémon como Blazebird o Bolt… Se me ponen los pelos de punta.
-No te olvides de Fiore o Lilian. Algún día quiero llegar a ser igual de bueno que ellas. –Summy se unió en la ensoñación a su amigo Pignite. Ambos parecían estar cautivados por la idea, pues sus caras denotaban ensimismamiento severo.
-Chicos, deberíamos de ir a registrarnos en vez de quedarnos aquí soñando despiertos. ¿No os parece? –Air, tras darse cuenta de que no se movían del sitio, les dio un pequeño golpe con su ala en sus orejas para hacerlos volver a la realidad.
-Eh… Si… Claro. Tienes razón. Lo sentimos. –Contestó Ember disculpándose por él y por Summy.
No fue hasta ese instante cuando se percataron de que les observaban. Algunos se reían disimuladamente, otros simplemente no salían de su sorpresa. Ambos se pusieron rojos cual tomates.
-Quizás lo primero que debamos hacer es dejar todo en el centro Pokémon para no ir cargados hasta las cejas a todos los lugares que vayamos. –Mussel contradijo una vez más a air, ofendiéndola.
-Las prioridades son registrarnos como equipo. No vamos sobrados de tiempo precisamente. ¿Tengo que recordarte de quién fue la culpa de coger ese ferry que nos desviaba de la ruta que nos privada de llegar en un único día? –Air atacaba el punto débil de Mussel.
-Eso es un golpe bajo… -Llevándose una mano a la cabeza mientras hablaba en susurros, nuestro compañero Machop reconocía su fallo. Si no hubiese sido por que se durmió por estar entrenando hasta tarde, habrían podido llegar con varios días de antelación.
-Bueno, amigos míos. Dejemos las discusiones de lado por un momento. Sé que estamos justos de tiempo, pero no creo que nos pase nada por ir más ligeros de equipaje a registrarnos. -Ember, trataba de poner orden entre ambos Pokémon. Sabía que Air tenía mucha más razón que Mussel para protestar, pero por otra parte, ir cargados con el equipaje, tampoco les beneficiaría demasiado. Solo Air iba ligera de equipaje. –Busquemos el centro Pokémon y dejemos las maletas allí. –Sugirió al final Ember tratando de ser lo más imparcial posible, aunque le costó dar la respuesta.
-Eso, eso. Seguro que nos da tiempo de sobra. –Summy prácticamente siempre coincidía con su amigo ígneo. Parecía tratar al Pignite como su ídolo. Algo que Ember no estaba acostumbrado a pensar.
-¿Vosotros también? Bueno, como digáis. Luego si no tenemos tiempo y debemos apresurarnos, no digáis que no os he avisado. –Air se molestó. Estaba claro que era una de las prioridades principales.
Tras acabar, se dividieron para preguntar por el centro y poder localizarlo. Pues ninguno de ellos había estado jamás allí, en aquella ciudad portuaria de edificios blancos y floridos llamada Puerta Atea.
Tras recibir las direcciones y buscar unos pocos minutos por la colorida ciudad, llegaron a un edificio de techo rojo señalizado con un cartel en el cual aparecían las caras de Chansey y Audino alternándose cada poco. Al lado de la puerta, había un cartel que indicaba que aquel edificio era un centro Pokémon.
Una vez dentro, pudieron ver a un montón de Pokémon dentro. Algunos estaban sentados en asientos de la sala de espera hablando entre sí. Otros estaban enfrascados leyendo la gaceta Pokémon, el diario más famoso del mundo. En otra esquina podían verse a algunos clientes entrar al comedor, mientras que en el centro de todo el edifico, estaba el mostrador de recepción con las encargadas del propio centro.
Cuando se acercaron al mostrador, una de las Chansey que estaba allí se les acercó.
-Buenos días. ¿Qué desean? –La voz de la Chansey era dulce y melodiosa. Casi todas las Chansey tenían una voz agradable para todos. Ember había oído varias veces a otros Pokémon decir que las voces de las Chansey enfermeras era suficiente para curarles.
-Una habitación para los cuatro, por favor. –Ember, era el cabeza de grupo. El capitán. Era el encargado de representar y hablar por el grupo.
-Enseguida. Tenemos aun unas pocas habitaciones libres. Síganme. –La recepcionista, salió del mostrador y les guió hasta la habitación en cuestión. Era una habitación de tamaño medio con cuatro camas, una perfecta iluminación y unas vistas impresionantes de la zona portuaria de Puerta Atea.
-Genial. Es perfecta. Muchas gracias. –Volvió a agradecer el cerdo ígneo.
-Si necesitan cualquier cosa, búsquenme en recepción. Pasen un agradable día. –Tras despedirse con una sonrisa en la boca, cerró suavemente la puerta de la habitación.
Tras ver como Mussel se pedía y competía con Summy por la cama más cercana a la ventana y ganar, Air, como de costumbre, se negó a dormir en la cama o tierra firme.
Entre los demás montaron la percha donde Air se acomodaba noche si y noche también. Ella nunca se quejaba ante los encargados de los establecimientos porque le parecía muy descortés, pero no le gustaba nada dormir en tierra firme o una superficie lisa. Solo lo hacía si era estrictamente necesario.
Tras colocar todo en su sitio y adecentarse un poco, el grupo decidió que era buen momento para ir al registro de equipos. Lugar que tampoco conocían.
-Deberíamos de preguntar en la recepción en vez de salir y dar palos de ciego. –Air ofreció la opción más lógica, como siempre.
-Sí. Seguro que esa Chansey de antes puede darnos instrucciones. Bajemos a buscarla. –Dándole la razón a Air, el equipo capitaneado por Ember, bajó a la planta baja para hablar con la encargada.
La recepción estaba aun tan llena como cuando llegaron, sino más. Pero pudieron ver a la Chansey en su puesto en el mostrador.
-Díganme. ¿En qué puedo ayudarles?
-Buscamos la oficina de registro de equipos. Hemos llegado hoy y antes de que acabe el plazo queremos registrarnos. –Explicaba Ember con una sonrisa en la cara.
-¿La oficina de registro de equipos? De fútbol Pokémon supongo… -La expresión de su cara empezó a cambiar a una más seria.
-Sí, justo esa. ¿Puede indicarnos donde esta? –Ember no le dio importancia a la cara de la Chansey en ese instante.
-Sí… ¿Pero por qué no habéis ido antes? El plazo de inscripción cierra en diez minutos… -Puso una cara de duda mientras les revelaba ese dato.
-¿Diez minutos? –El grito del equipo entero fue unánime. Todos los Pokémon que estaban en ese momento en las cercanías del mostrador les miraron asustados. Por supuesto, la Chansey también se sobresaltó.
Sí… Si corréis mucho quizás todavía lleguéis. Pero vais con tiempo muy ajustado. –Se la notaba aterrada por el grito. Ember se sintió mal por ella, pero saber que estaban casi fuera de plazo les pilló completamente fuera de juego.
-Pues parece que nos toca correr… Ideal para entrenar. –Mussel reía ligeramente temiéndose lo peor. Sabía lo que venía a continuación.
Air fulminó con la mirada al Machop y comenzó a echarle la bronca sin tener en cuenta el espectáculo que estaban dando.
Entre todo el jolgorio provocado por la Taillow y el Machop, Summy y Ember recolectaron la información que la encargada les dio y se disculparon por el susto y por el espectáculo desagradable que estaban dando sus compañeros.
-Dejad de discutir y corred. ¡O nos quedaremos fuera! –Les dijo el Pignite mientras echaba a correr con el pequeño Sentret agarrado a su espalda.
A la orden, ninguno de los dos protestó. Tenían claro que la prioridad de registrarse era mucho más que urgente.
-Menuda manera de comenzar en Atea. –Summy parecía preocupado. No era para menos, podían estar a punto de perder su oportunidad.
-No perdáis la esperanza. Todavía no. –El capitán del equipo animaba con ese ligero rayo de esperanza mientras se apresuraban a la oficina.
El centro estaba situado en la parte este de Puerta Atea. Tenía el techo verde y al igual que el centro Pokémon, tenía un cartel que indicaba mediante el icono de un balón de fútbol que era la oficina de registro.
No se apreciaba movimiento dentro. No podían ver a nadie salir, ni entrar. Se temieron lo peor. Sin embargo, para su suerte, cuando se aproximaron a la puerta corredera, esta se deslizó sin problemas.
-¿Hola? Buscamos al encargado del registro de equipos. ¡Es urgente! –Gritó Ember con la esperanza de que alguien apareciese, y por suerte, tras unos segundos, así fue.
-Buenos días. Me llamo Roco, soy el encargado de esta oficina de registro. –Era una voz gravísima. Tan pronto descubrieron de quien era aquella voz, lo entendieron. Era un Graveler bastante grande.
-Buenos días. Queremos registrarnos como equipo para poder participar en los torneos de la Isla Atea. Discúlpenos por llegar tan apurados de tiempo. Hemos tenido… Contratiempos. –Los tres miraron serios y con cierto enfado al Machop.
-Ya he dicho que lo siento… No seáis tan duros… - Mussel empezó a hacerse el loco para evitar mayores problemas.
-No. No lo has dicho. –Air volvía a recriminarle.
-No ahora, chicos. Por favor. –Summy les rogaba que parasen, y como era costumbre en Air, dejó la discusión en ese mismo instante. Air podía ser una Taillow estricta, severa y poco tolerante con los fallos, pero la actitud infantil de Summy le era superior. No podía mantenerse enfadada ante sus ruegos.
-¿Habéis tenido cinco días enteros para el registro, y venís el ultimo día a ultimísima hora, sobre la bocina? –Roco parecía no estar demasiado contento.
-Lo sentimos de corazón. No era nuestra intención llegar tan tarde. Le estaba confesando la verdad. Realmente ninguno de ellos quería llegar tarde.
-Estáis fuera de plazo. Lo siento mucho. No puede ser. –Les señaló el reloj que en ese instante indicaba que habían pasado cinco minutos desde el final del plazo.
-Por favor. No nos haga esto. Hemos pasado por mucho para llegar hasta aquí y registrarnos. Haga la vista gorda por esta vez. Por favor. –Hasta Ember empezó a rogar.
-No, es no. Las reglas están para cumplirse y vosotros no las habéis cumplido. Haber venido antes. –Roco parecía más molesto. Debían de haberle pillado en un mal momento.
-Porfi, señor Roco. –Summy estaba al borde del llanto. No llevaba nada bien las situaciones que le agobiaban, y perder su oportunidad de jugar era algo que no podía aguantar.
-No funcionara ese truco conmigo jovencito. No caeré ante tu Llanto Falso. –Roco pasó a un nivel que ya no podían consentir. Estaba acusando a un compañero de usar un ataque que no conocía.
-¡Oye! ¡No te pases! No está usando ningún ataque, Summy no conoce Llanto Falso. Cuando llora, llora de verdad. –Ember salía en defensa de su amigo.
-Sois como un chorro de agua al despertarse… -Estaba enfadado de verdad. –Muy bien, vosotros ganáis. Os propongo un reto y solo si lo superáis os registrare. Demostradme vuestra fuerza. Demostradme que podéis ganar. Demostrad que tenéis lo que hace falta.
La proposición les pillo desprevenidos. Les estaba proponiendo un partido en el cual debían ganar a toda costa.
-Si es la única manera… Nosotros, los Corazones de fuego, aceptamos el reto. No abandonaremos nuestro sueño antes de empezarlo. –Los cuatro miembros del equipo estaban motivados. Se podía apreciar en sus ojos. Ya no había lugar para lágrimas o lamentos, debían unir sus voluntades en una sola.
-Que así sea pues. Seguidme al campo de entrenamiento. –Roco les instó a seguirles por los pasillos de aquella oficina de registro.
Esta sería la primera de muchas pruebas para los Corazones de fuego. Estaban decididos a ganarse el registro y participar en los torneos de la isla. Las luces al final del pasillo se extendían. El campo estaba ante ellos. Ya no había marcha atrás.
