Hola queridos lectores UvU, aquí traigo el primer capitulo de una historia bastante larga.
Se trata de una continuación directa de la historia "Buscando una heredara".

Espero les guste realmente, empezamos con fuerza el #NiquelsYear UvU.
Espero les agrade.

Enjoy :D

Disclaimer: Los personajes nativos de Pokémon son propiedad de sus creadores, la trama de la historia y los OC son creación mia.


Entrada Uno: Comienza el experimento.

Ciudad Iris, Johto

El suave y tranquilo viento de Johto le dio la bienvenida a todos los habitantes de Ciudad Iris, en especial a los turistas que visitaban con emoción el museo de la ciudad. Un museo que había sido abierto hace apenas ocho años, pero que albergaba dentro múltiples objetos que hacían recordar la historia de aquella tradicional región.

Aunque se podía caminar libremente por sus instalaciones, el museo brindaba el servicio de guías para que los turistas pudiesen disfrutar de las leyendas e historias de la región. Por lo que no era raro ver a un grupo de turistas aficionados siguiendo a un guía que los llevaba y explicaba cada uno de los objetos que había ahí.

—Aquí podrán observar una pintura de la Ciudad Iris del siglo XV —explicó un hombre vestido con un camisa blanca y pantalones negros—. Se desconoce el artista de dicha obra, aquel hombre quiso mantener su identidad en secreto.

Aquel hombre de elegantes ropas les explicaba a un grupo de turistas el origen de aquella pintura. Aquel cuadro, pintado con suma sutileza y mimo, mostraba una Ciudad Iris mucho más tradicional de lo que era ahora, con sus torres intactas y con cientos de pokémon andando por sus calles.

Los turistas se acercaron levemente para apreciar con mayor detalle aquella obra artística, solo hubo un turista que se mantenía ajeno a la situación. Un chico, de aparentes veinticuatro, vestido con un gran abrigo azul y un sombrero que imposibilitaba a las personas el ver su rostro. Aquel chico solo se quedó en silencio, mirando la pintura y percatándose que había algunos agentes de seguridad mirándole.

—Pero vaya que son paranoicos —murmuró el chico para sí mismo—. Bueno, que se le va hacer.

Luego de que los turistas terminaron de apreciar el cuadro, el guía los llevó al último objeto de exhibición. Todo el contingente se quedó parado frente a un pequeño pilar que sostenía una caja de cristal, caja donde reposaba un extraño orbe con los colores del arcoíris, y en el fondo se podía ver una inmensa loza de piedra con extrañas inscripciones.

—Con ustedes, el corazón del mañana —comentó el guía, con una sonrisa—. Este artefacto fue descubierto hace ocho años cuando comenzó la construcción del museo.

Como era de esperarse, todos los presentes se acercaron más para poder apreciar aquel extraño orbe, incluso el chico del abrigo se acercó de manera interesada, cosa que alertó a los guardias.

—¿Cuál es su historia? —preguntó un turista.

—La verdad es que no se sabe mucho de él —confesó el guía con un poco de vergüenza—. Pero según dice la inscripción donde fue encontrado, este objeto guarda una estrecha relación con el pokémon legendario Ho-oh, en la misma inscripción se dice que es capaz de devolver a la vida a los espíritus en una forma energética, pero la verdad es muy poco probable que tenga esa función.

La gente se quedó bastante sorprendida ante aquel relato. Un objeto capaz de devolver a la vida a las almas era algo muy difícil de creer, aunque teniendo en cuenta que la leyenda cuenta que fue el mismo Ho-oh el que devolvió a la vida a los pokémon que murieron en la torre quemada, tal vez aquello no era tan errado.

Luego de un tiempo, el guía agradeció a todos por haber contratado sus servicios, indicándoles donde se encontraba la salida y la tienda de suvenires en caso de que quisieran marcharse, o también podían seguir apreciando del museo. Aunque la mayor parte de turistas se dispersaron, aquel extraño chico se quedó apreciando el orbe, mirándolo fijamente y sin mover ni un solo musculo.

—¿Así que esto es lo que quieres? —preguntó a la nada—. Bueno, solo esperó que no te equivoques.

El chico se acercó más al orbe, sobrepasando la línea del suelo donde indicaba el límite donde un turista podía acercarse a una obra. Como lo habían supuesto, los guardias se acercaron rápidamente al sujeto y lo detuvieron tomándolo del hombro.

—Señor, no puede acercarse tanto —indicó uno de los guardias, tomando el hombro del chico.

—¿Enserio? —preguntó con un tono de sarcasmo—. Solo quería admirarlo más.

—Lo lamento, está fuera de lo reglamentado —el hombre trató de empujarlo para atrás, pero el chico no parecía querer alejarse—. Si sigue así, nos veremos en la necesidad de pedirle que salga del museo.

—Ustedes ya tenían ganas de hacerlo, ¿no es así? —preguntó con voz retadora—. Sé que me vigilan desde hace un rato, no son buenos siendo sigilosos —repentinamente, su ojo comenzó a brillar con un intenso color anaranjado—. Y tampoco son buenos lidiando conmigo.

Aunque los guardias estaban a punto de atacar al hombre con sus armas paralizantes, el chico hizo un simple movimiento con las manos y ambos sujetos se quedaron inmóviles, no podían mover un solo musculo. A su vez, ambos fueron cubiertos por un aura anaranjada.

El chico apuntó su mano hacia una dirección, aquel acto hizo que los guardias salieran despedidos y se incrustaran en las paredes del recinto, sin capacidad alguna de moverse. Mientras la alarma de seguridad sonaba sin parar, los turistas que estaban alrededor gritaron y comenzaron a correr al ver aquella extraña escena.

—Bueno, empecemos con esto que ya se hizo muy largo —el chico sacó de una pokébola a un Infernape.

Cuando el pokémon salió, inmediatamente golpeó el cristal que protegía al orbe y lo rompió por completo. La criatura tomó el objeto, que cabía perfectamente en su mano, y se la dio a su entrenador.

—Que comience el experimento —dijo con una sonrisa maliciosa.

Tres guardias más llegaron a la escena, apuntando con sus armas eléctricas al chico. Sin embargo, antes de que el primer proyectil fuese lanzado contra él, aquel extraño y su pokémon se desvanecieron de repente, sin dejar rastro alguno más allá de un pequeño humo anaranjado.

[Tres años después]

Pueblo Arena, Sinnoh

La inmensa mansión Berlitz siempre estaba demasiado tranquila. Más allá del ruido provocado por los empleados que mantenían el lugar limpio, la mansión siempre estaba en silencio.

Sin embargo, en aquel tranquilo día, unos extraños ruidos provenían de la cocina de la gran mansión. Dentro de aquella gran habitación blanca repleta de cientos de utensilios, una niña cocinaba un poco de estofado de zetas.

La niña, de ojos cian, cabello corto de color oscuro y dos pequeños mechones a cada lado de su peinado con punta invertida, cocinada tranquilamente junto a su pequeño Shuppet. Aquella niña era Níquel Berlitz, la hija adoptada de Platinum y Diamond.

—Creo que le falta un poco más de sal —probando un poco el estofado de zetas que cocinada.

La chica corrió rápidamente hasta la enorme alacena de madera, analizó los cientos de frascos que ahí había y tomó uno de plástico que contenía aquel ingrediente. Níquel estaba demasiado acostumbrada a cocinar su propia comida, no estaba del todo cómoda comiendo la comida del chef de la familia.

Luego de menear un poco aquel estofado, la niña corrió hasta otro anaquel y, con la ayuda de Shuppet, bajó una bolsa repleta de cruasanes que estaban en el compartimento más alto de aquel mueble. Luego de poner la bolsa en una mesa, Níquel fue a seguir viendo su estofado.

—Creo que ya está —la chica tomó otra cucharada y la comió—. ¿Tú qué opinas?

El pokémon se acercó a la cuchara y probó el estofado. El sabor de aquella comida era bastante rico a decir verdad, una combinación entre un toque ligeramente salado y una textura bastante buena. El pokémon solo sonrió a su entrenadora.

—Bien, creo que será hora de comer —con una sonrisa Níquel apagó el fuego y buscó unos platos.

Mientras ella buscaba los utensilios para poder servir sus alimentos, un mayordomo abrió la puerta de la enorme mansión. Del umbral de aquella puerta apareció una mujer de bello pelo negro y ojos color avellana.

—Bienvenida a casa, señora Platinum —saludó cordialmente el hombre.

—Gracias, David —agradeció la bienvenida la chica.

Luego de entrar, Platinum rápidamente dejó su bolsa en una pequeña mesa que estaba en la entrada y, rápidamente, se percató del delicioso aroma que provenía de la cocina.

—La joven Níquel está preparando estofado —anunció el mayordomo—. Volvió a ganarle la cocina a Mathew.

—Esa niña nunca aprenderá —comentó con una risa—. Iré a verla.

Despidiéndose del mayordomo, Platinum fue rápidamente hasta la cocina, encontrándose con la pequeña sirviendo su estofado en un gran plato de porcelana. Al verla, no pudo evitar pensar las primeras veces que Diamond cocinaba en la mansión. Aquella niña tenía una habilidad innata para la cocina, casi como la del esposo de Platinum.

—Buenas tardes, Níquel —saludó desde el umbral.

—Oh, buenas tardes, Platinum —la niña se sorprendió ligeramente de ver a su madre adoptiva—. Llegas más temprano de lo habitual.

—Digamos que pude dejar la oficina antes —con una sonrisa, la mujer se acercó—. ¿Qué cocinas?

—Un estofado de zetas —respondió sin vacilar—. Tenía algo de hambre, no tanta para hacerme algo rápido pero si lo suficiente para hacerme algo así —luego de servir uno de los platos, la niña miró de reojo a Platinum—. ¿Quieres probarlo?

—Por supuesto, me encantaría —confesó con una pequeña risita.

La verdad era que, aunque le costara admitirlo, Níquel le gustaba servirle de comer a Platinum y Diamond. Aun se sentía en deuda con ellos por haberla recibido en su hogar luego de aquel trágico accidente. Aunque al principio ella no se llevaba bien con Platinum, con el tiempo su relación se volvió un poco más cercana, aunque aún no llegaban al umbral de sentirse como madre e hija.

Níquel sirvió la comida en dos grandes platos y, con la ayuda de Platinum, los llevó al comedor principal para poder degustar de la comida. Sentándose en las bellas sillas de madera de abedul, Níquel, Platinum y Shuppet degustaron de la comida.

Sin perder sus modales, Platinum disfrutó plenamente del estofado, comiendo hasta la última gota que había en el plato. Níquel por su parte también lo comió con tranquilidad y Shuppet parecía ser el menos agraciado para comer.

—Te ha quedado delicioso, Níquel —dijo Platinum, limpiándose la boca con una servilleta.

—Me alegra que te haya gustado —Níquel parecía satisfecha—. Hace mucho que no preparaba algo tan complejo.

—¿Has estado tomando lecciones con Diamond?

—Sí, es divertido verlo cocinar en el restaurante —la niña cruzó los brazos y se recargó en la silla—. Aprendes de buena cocina.

—Siempre ha sido así, desde que salimos de aventura.

Aquella última palabra le hizo recordar algo a Níquel, algo que la tenía inquieta desde hacía un tiempo. Aunque estaba un poco nerviosa, la niña se llenó de valor para preguntarle algo a su madre.

—Platinum —el tono de su voz llamó la atención de la mujer—. Tú lograste conseguir las ocho medallas de gimnasio, ¿no?

Aquella pregunta sorprendió bastante a la mujer, no esperaba en lo absoluto ver a Níquel tan nerviosa o preocupada por ese tema.

—Sí, fue hace casi dieciocho años —comentó con un poco de nostalgia—. Fue una forma de volverme fuerte para conseguir mi objetivo de forjar el emblema de mi familia —con orgullo, Platinum sacó de su sacó aquel emblema.

—También venciste a los ases del frente de batalla, ¿no? —preguntó devuelta.

—En efecto, aunque eso fue un poco después —luego de mirar su emblema, Platinum lo guardó—. ¿Por qué lo preguntas?

—C-curiosidad —confesó ligeramente nerviosa—. La verdad es que la otra vez entre a tu habitación y no pude evitar ver la vitrina donde tienes tus medallas.

La verdad era que Níquel quería corroborar lo que era evidente, Platinum era una muy buena entrenadora. Pero eso, lejos de transmitirle seguridad, le aterraba. Le aterraba saber que ni siquiera una entrenadora que había conseguido aquellos logros fuera capaz de derrotar al asesino de sus padres.

Había pasado tiempo desde que aquel hombre le dijo a Níquel que entrenara para volverse más fuerte y tener una batalla en la cima del Monte Corona. Sin embargo, había pasado prácticamente cuatro años después de aquello y ella no había entrenado en lo absoluto, se había quedado en casa de Platinum.

No era porque no quisiera vengar a sus padres, quería hacerlo, pero el miedo y la desconfianza le impedían tomar aquel gran pasó. Miedo del inmenso poder de aquel hombre y desconfianza al ver que, si Platinum y Diamond no pudieron hacerle frente, que le aseguraba que ella podría vencer.

Antes de que Platinum pudiese decir algo más, David interrumpió la escena.

—Disculpe, señora Platinum, el señor Cooper está en el teléfono —avisó el mayordomo.

—¿Cooper? —Platinum se sorprendió.

—Pensé que ese hipster se quedaría en Kanto y no joderia mas —Níquel parecía estar molesta.

—Yo igual —Platinum se levantó de su asiento—. Gracias David, ya iré a contestar.

Ambas se dirigieron a la sala principal donde estaba el teléfono descolgado. Sentándose en el confortable sillón de la sala, ambas dieron un suspiró y Platinum contestó el teléfono con desgana.

—Bueno —habló la mujer.

—Prima Platinum, años de no hablar contigo —el tono sínico de Cooper molestaba de sobremanera a Platinum—. ¿Cómo ha estado la familia?

—Bien, Cooper, mejor que nunca desde mi aniversario con Diamond —confesó con una sonrisa de burla.

—Justo eso de lo que quería hablarte —una risa maliciosa salió de sus labios—. La querida "Níquel" —haciendo énfasis en ese nombre— ¿ya consiguió el emblema de nuestra familia?

—Eso no es algo de tu incumbencia —respondió con pesadez.

—Lo es, querida, y más que nunca —el hombre parecía estar colmando la paciencia de la mujer—. Espero que ya lo haya hecho, porque aunque legalmente ya tengan un hijo, el contrato estipula que necesita tener obligatoriamente ese símbolo para no perder su dinero, y odiaría profundamente que tengan que quitarles todo lo que tienen y dármelo a mí.

Aquello no hizo más que enojar y sorprender a Platinum. Ella había pensado que Cooper ya había dejado de fastidiarlos con el tema de la herencia, pero parece que solo estaba esperando para volver a molestarlos e intentar robarles todo. Sin embargo, su sorpresa también fue debido a saber que, estaba vez, si podría cumplir sus amenazas, y ahora no habría nada que los pudiese salvar.

—No sigas molestando con eso, Cooper —se limitó a decir eso, aunque su expresión preocupó un poco a Níquel.

—Oh, detecto algo de preocupación —la risa sínica de Cooper solo empeoraba la situación—. En unas tres semanas iré a Sinnoh, los visitare para que los tres podamos apreciar nuestros queridos emblemas, hasta pronto, primita.

Y la llamada finalizó de golpe, dejando a Platinum con un rostro que reflejaba un poco de miedo y rabia. Aquello preocupó mucho a Níquel, sabía que una llamada de Cooper le produciría enojo a cualquiera, pero el miedo en el rostro de Platinum debía ser por algo importante.

—¿Qué dijo el hipster para que te pusieras así? —preguntó con preocupación.

—N-nada, solo molestaba de su vida en Kanto —mintiendo—. Nada de lo que preocuparse.

—¿Segura?, no creo que solo haya dicho eso —Níquel se acercó a su madre adoptiva—. ¿Necesitas que le patee el trasero?

—No —aunque una risa salió de sus labios, la preocupación aún se mantenía—. Solo ignóralo, ya en la tarde Diamond y yo lo solucionaremos.

—Bueno, si eso dicen —escondiendo sus manos detrás de su cabeza—. Iré a limpiar los platos.

Aunque sin estar muy convencida de su respuesta, Níquel decidió dejar las cosas así e ir a limpiar los platos que habían ensuciado. Sentía que algo malo le había dicho Cooper, algo lo suficientemente malo para plasmar en la seria Platinum un sentimiento de preocupación, seguramente tenía que ver con la herencia por la cual ella incluso se había sentido usada, pero según ella aquello ya se había solucionado.

Poco sabía Níquel que aún quedaba esa cláusula, una que Cooper había guardado hasta el último momento para atacar una vez más. Platinum se sentía genuinamente preocupada, su primo se la había jugado bastante bien. Sin embargo, ella se reusaba a pedirle a Níquel que hiciera aquello por ellos, seguramente lo tomaría una vez más como que la están utilizando, y no quería arruinar su relación familiar que tanto les había costado sacar. No era perfecta, pero al menos daban grandes avances.

Pensando en cómo solucionar sus problemas, Platinum se fue a su habitación para buscar algo que le ayudase a pelear contra Cooper, se aproximaba una pelea legal bastante intensa y quería estar preparada para ello. Mientras ella buscaba la copia del testamento de sus padres, Níquel y Shuppet pasaban un rato en el gran jardín de la mansión, disfrutando del suave viento del verano.

—Parece que ese hipster volverá por mas —dijo la niña, preocupada y mirando al horizonte—. Pensé que ya nos habíamos librado de él.

Su mirada estaba perdida en el horizonte, un horizonte que le recordaba aquella extraña fiesta de aniversario donde, finalmente, había aceptado ser hija de Diamond y Platinum. A pesar de que ella pensaba que solo la utilizaban para mantener su dinero, el verlos arriesgar su propia vida para defenderla le hizo sentir que si les importaba, que la querían.

—Supongo que podremos arreglárnosla otra vez, ¿no es así, Shuppet? —preguntó a su pokémon fantasma.

El fantasma afirmó con la cabeza y comenzó a dar vueltas alrededor de ella de forma juguetona. A pesar de la felicidad de su pokémon, la niña de ojos cian seguía perdida en sus recuerdos, recuerdos de aquella batalla.

El color anaranjado que comenzaba a tomar el cielo conforme el ocaso se acercaba le hacía recordar aquel ojo brillante del asesino. Aunque había rabia dentro de ella, el sentimiento de preocupación y miedo se hizo presente en ella. Recordó las últimas palabras que aquel asesino le había dicho.

—Volveré al Monte Corona, para que tengamos nuestro enfrentamiento —cuando aquellas palabras salieron de sus labios, su pokémon se detuvo y la miró con preocupación—. Tengo miedo, miedo de que cumpla su palabra y me arrebate todo una vez más.

Tenía miedo, miedo a que volviera a perder todo aquello que le importaba. Ya había perdido a sus padres y a su abuela, no estaba dispuesta a perder a Diamond y Platinum. Si bien no los consideraba unos padres del todo, ella los quería y, aunque no lo demostraba, no quería perderlos a ellos también.

—Sé que debemos estar preparados, pero no sé si nuestro poder sea suficiente —dijo mientras se rascaba el hombro—. Platinum y Diamond son entrenadores excepcionales y fueron derrotados fácilmente, ¿acaso yo podría hacer la diferencia?

No estaba segura de nada. Quería entrenar y volverse mucho más fuerte, pero ni siquiera ella sabía si eso sería suficiente. Ella misma se ponía barreras que le impedían tomar la decisión de ser alguien lo suficientemente fuerte como para defender a su familia e, incluso, vengar a sus padres.

Todos aquellos sentimientos conflictivos la mantuvieron pensativa tanto tiempo que no se dio cuenta de que el Sol ya se había ocultado, dejando pasó a la oscura noche.

Sus pensamientos se interrumpieron cuando una cálida mano tocó su hombro. Cuando volteó, la chica pudo ver a un hombre de pelo negro y ojos azules.

—¡Diamond! —la niña se sorprendió de verlo.

—Linda noche, no te parece —comentó el hombre con una gran sonrisa—. ¿Cómo estuvo tu día?

—Bien, supongo —riendo de forma forzada.

—¿Ocurrió algo? —preguntó, arqueando la ceja.

—No, nada importante —Níquel rápidamente buscó una forma de evitar hablar de sus quejas—. Bueno, el hipster que tienes por cuñado habló a la casa, y dejó un poco preocupada a Platinum.

Al escuchar aquello, el rostro de Diamond cambio de uno sonriente a uno un poco más serio, pero no demasiado. Mirando de reojo a la mansión, el hombre decidió ir a investigar.

—Entonces iré a hablar con ella, tal vez no sea algo tan importante —aquella sonrisa llena de vitalidad no parecía irse de él—. ¿Qué te parece cenar unos panqueques para pasar el mal rato?

Níquel rio levemente, era costumbre en Diamond hacer panqueques cuando Platinum o ella estaban de mal humor. Con una leve sonrisa, la niña aceptó el trato y entró junto a él a la mansión.

Mientras Níquel corrió junto a su pokémon para sacar todos los utensilios, Diamond subió rápidamente a hablar con Platinum acerca de la llamada de Cooper. La niña no tardó mucho en tener todos los utensilios e ingredientes listos para la cocinar los panqueques, por lo que rápidamente se acercó lo suficiente a la habitación de sus padres adoptivos para poder escuchar su conversación.

—¿Así que Cooper sigue con el mismo objetivo? —preguntó Diamond, con seriedad.

—Sí, y creo que esta vez puede ganar —la mujer de ojos color avellana estaba un poco más preocupada—. Leí el documento una vez más y Cooper tiene todas las posibilidades de ganar.

—Entiendo —el hombre se acercó a su esposa—. No te preocupes, saldremos de esta.

—¿Cómo? —algunas pequeñas lagrimas salieron de sus ojos.

—Con nuestros trabajos podemos seguir adelante, conseguiremos una casa para los tres cerca de Pueblo Hojaverde y seremos siendo la misma familia de siempre —las palabras del hombre estaban llenas de consuelo, pero el corazón de Platinum no parecía aliviarse con ello.

—Esta casa ha estado en nuestra familia por generaciones —las lágrimas comenzaron a salir—. Mis padres me hicieron prometerles que siempre la cuidaría, y siento que les he fallado, no pudre cumplir mi promesa.

Las lágrimas comenzaron a manchar el abrigo de la mujer, momento en el cual Diamond la abrazó con todas las fuerzas que tenía. Detrás de aquella fachada aparentemente venal se escondía un genuino sentimiento de culpa. No eran los millones invertidos en ella, era todos aquellos hermosos recuerdos que había pasado, todos y cada uno en compañía de sus padres y abuelos. No quería perderlos, no quería perder lo único que le recordaba aquellos buenos tiempos donde ellos aún estaban con vida.

—No digas eso —el hombre de ojos azules intentaba tranquilizar a su esposa—. Estoy seguro que ellos no quisieran que lloraras, encontraremos la manera de salir adelante.

—No hay forma de hacerlo —las lágrimas comenzaban a amainar—. Sé que podríamos sobrevivir bien por nuestra cuenta, pero el sentimiento de perder esta casa es lo que más me mata por dentro.

Aquellos llantos sorprendieron a la niña que estaba del otro lado de la puerta. Níquel se apretó el pecho con fuerza, sentía en carne propia el dolor tan profundo que su madre adoptiva sentía. Sin poder soportarlo más, la chica entró de golpe.

Al ver a la niña, la pareja se sorprendió en seguida y se levantó de golpe, incluso Platinum se limpió las lágrimas rápidamente, no quería que la niña la viera llorar de esa manera.

—Níquel, pensé que estabas en la cocina —Diamond estaba sorprendido.

—Subí para decirte que ya estaba listas las cosas, pero no puede evitar escuchar lo que decían —el dolor en el pecho de Níquel se desvaneció—. Así que el idiota hipster sigue queriéndote quitar tu dinero.

Sin poder negarlo, Platinum simplemente afirmó con la cabeza mientras su rostro trataba de recuperar su estado serio.

—No es algo de lo que tengas que preocuparte, Níquel —la mujer se acercó a ella.

—Si me preocupa, mas tratándose de ese sujeto —el enojo de la niña era evidente—. ¿No se supone que en la fiesta ya se había solucionado eso?

La pareja se miró directamente y se cuestionaron si era necesario contarle la verdad. Ambos no querían hacerlo, no querían que se sintiera presionada o culpable por no haber cumplido con aquella tradición. Aunque Diamond intentó evitar el tema, la mirada retadora y enojada de Níquel terminó haciendo que Platinum confesara.

—Aunque seas nuestra hija legalmente, el testamento específica que debes ir al Monte Corona y forjar el emblema de la familia, de lo contrario no podremos heredar nada —la voz de Platinum era seria.

Níquel se quedó quieta y sin nada que decir al respecto, no se esperaba que aquel problema del dinero tuviese tantos problemas y trabas. Sin embargo, a diferencia del pasado, esta vez no sentía como si fuera un recurso para que ellos mantuvieran su fortuna. Ambos se habían ganado su cariño, ambos habían demostrado que la querían más allá de conseguir aquel dinero o no.

—Con todo respeto, tus padres fueron demasiado específicos con las condiciones —rió de manera nerviosa.

—No fueron ellos, así está estipulado desde tiempos bastante antiguos —la mujer parecía haberse calmado—. Pero no te preocupes por ello, Níquel, encontraremos la forma de salir a delante sin la herencia.

Aunque la voz de la mujer parecía sincera, Níquel detectó esa preocupación intrínseca que tenía su madre adoptiva, estaba mintiendo. Lo pensó un poco, caminando entre la habitación y deteniéndose justo en la vitrina donde Platinum tenía su bufanda con las ocho medallas de gimnasio.

Aquellas brillantes medallas pegadas en su bufanda le inspiraron un sentimiento extraño, un sentimiento de poder. De alguna manera, el sentimiento de miedo y preocupación se habían esfumado de su cuerpo, ahora se sentía repleta de determinación, determinación para hacer lo que siempre debió de haber hecho. Suspiró y miró de manera determinada a la pareja.

—¿Dejaras ganar a Cooper así de fácil? No eres la Platinum que conozco —aquella sonrisa determinada sorprendió a la pareja—. Dile que devuelva su trasero a Kanto, porque yo, Níquel Berlitz, forjare el emblema que tanto ha estado en esta familia.

La determinación y convicción que demostró Níquel con aquellas palabras dejó impactados a la pareja. No esperaban en lo absoluto que ella se lanzara en esa misión sin que siquiera ellos se lo pidieran.

—Níquel, no tienes que hacer esto si no quieres —Platinum se acercó a ella.

—Quiero hacerlo, debo hacerlo —aquellos ojos cian seguían sorprendiendo a Platinum—. Desde el accidente con el asesino de mis padres no he parado de pensar en cuando vuelva, y quiero estar preparada cuando ese lunático vuelva.

—¿Estas segura de eso? —preguntó Diamond.

—Más de lo que nunca he estado —con una sonrisa retadora, su pokémon se acercó a ella sonrió de forma determinada—. Me hare más fuerte, conseguiré las ocho medallas de gimnasio, creare el emblema Berlitz y le pateare el trasero a Cooper, todo en ese orden o con distintas variantes.

Aunque lo último sacó una pequeña risita por parte de la pareja, ambos miraron con alegría y determinación a la pequeña y su pokémon. Luego de aceptarlo, todos fueron a la cocina para cenar y hacer los últimos preparativos.

Para mañana en la mañana, Níquel comenzaría su aventura tal como sus padres adoptivos lo habían hecho hace dieciocho años. El miedo se había ido y las dudas habían sido resueltas, Níquel estaba dispuesta a convertirse en una entrenadora aún más fuerte que lo que Platinum fue en su infancia.

[…]

Laboratorio de Pueblo Arena, Sinnoh

En medio de un sin número de papeles y maquinas, una chica de aparentes veintidós años analizaba unos datos en su computadora, acompañada por un pequeño Rotom metido en una pokédex.

—Parece que está listo, los dos antiguos pokédex holders de Johto vendrán en unos días —la chica de lindo pelo oscuro parecía haber enviado dos mensaje a través de la computadora—. Espero que me puedan ayudar con este problema.

Suspirando, la chica caminó hasta una mesa acompañada por su leal pokémon, el cual parecía seguirla de manera alegre. Al pararse frente a la mesa, ambos vieron los tres pequeños aparatos rectangulares que había sobre ella.

—Pearl y Maylene me dijeron que su hija estaría mañana en Jubileo, esperó que pueda encontrarla rápido —la chica suspiró, cansada—. Son las primeras pokédex que creo como profesora, actualizadas con todos los pokémon que se conocen hasta la fecha.

—Son más complejas que la mía zzt —dijo Rotom.

—Pero tú tienes más personalidad —riendo tiernamente—. Sera mejor que las prepare para mañana.

Metiendo las pokédex en un pequeño portafolio, la chica colocó el portafolio en su mesa principal y procedió a apagar las luces del laboratorio, aquel laboratorio que antaño había pertenecido al profesor Rowan, la máxima autoridad pokémon de Sinnoh hasta su trágico deceso.

—Si hay solo dos entrenadores, ¿Por qué entre creaste tres pokédex? —preguntó el Rotom con curiosidad.

—Platinum Berlitz tiene una niña adoptada que tiene tanto potencial como los otros dos, estoy segura que ella también dará el gran paso —sonriendo—. Y si no, al menos la tendré para cuando yo tenga un hijo —bromeó.

Apagando completamente en el laboratorio, la chica se limitó a apagar su ordenador y retirarse a dormir tranquilamente, mañana sería un día agitado donde les haría entrega de dos de las pokédex a dos entrenadores que la necesitarían para completar sus misiones.

Mientras se retiraba del laboratorio y ponía rumbo a su casa, la chica dobló su bata y la colocó justo en una pequeña silla. Sobre la bata se alcanzaba a leer el nombre bordado de la dueña.

"Profesora Moon".