~Red riding Hood~
La niña de la capa roja
1)
−Ven perrito… ven… no tengas miedo… ¡no voy a hacerte daño!
Las palabras de la pequeña vestida de rojo, iban dirigidas a un precioso cachorrito a varios metros de ella, oculto entre la maleza del bosquecillo. Un pompón negro, que desde esa distancia la veía con algo de desconfianza en sus acerados ojos.
La pequeña extendió las manos mientras se le acercaba con ternura. El cachorrito meneó la cola curioso, ella traía un gran sonrisa en la cara.
−¡Ven…! −Reiteró.
Y quizás fue la expresión bondadosa en esos ojos de miel y avellana que hizo que el cachorro aullara contento, antes de lanzarse a los brazos entreabiertos de la niña. Afianzó al perrito contra su pecho riendo ante los lengüetazos que el animalito le repartía en la cara. Era una cosita preciosa, y ambos conformaban un cuadro bien bonito.
−Te pondré Kuro, pero para abreviarlo serás K…
El perrito soltó un ladrido de alborozo, al parecer muy entusiasmado por su nuevo nombre, y apoyó su nariz fría y húmeda en las mejillas de manzana de la pequeña.
− Te llevaré a casa, a partir de hoy serás mi mascota.
…
…
…
…
Un lejano sonido a gritos y algarabía la despertó. Se sentó en la cama, algo aturdida por el sueño que había tenido. Era un remoto recuerdo de su niñez, de cuando tenía cinco o seis años, y tras ese paseo por el bosque que circundaba su casa, halló ese pequeño cachorro de lobo. Claro, ella no lo supo en ese momento, que tan peligroso era llevar un animal como aquel a su hogar. Finalmente, cinco meses después el cachorro, que para ese entonces había crecido evidenciando su verdadera raza, desapareció sin dejar rastro.
Una semana después su familia entera murió descuartizada y… despedazada en una situación extraña y espeluznante que nunca llegó a esclarecerse del todo. Pero el rumor que corría al respecto cobró mayor fuerza, y no dejó lugar a dudas.
Lobos.
Ella estuvo tan impresionada y desconcertada por lo ocurrido, por ver a su familia entera morir ante sus ojos, y por el recuerdo de despertar en medio de esa masacre cubierta por un pegajoso charco de sangre donde el oficial Kayaba la encontró al otro día.
En el presente se talló los ojos, y salió del lecho reprimiendo el bostezo, y censurando los recuerdos de su pasado funesto en el antiguo cofre de sus memorias.
El griterío seguía oyéndose cobrando mayor ímpetu en lo que acababa de vestirse. Se acomodó el grueso vestido blanco, las medias de lana y las gastadas botas marrones. Se peinó su largo cabello mandarina con los dedos y tomando su capa, emblema indiscutido de su historia y su pasado, se la colocó en los hombros y salió de la casa.
El gentío se aglomeraba junto al cobertizo. Se apresuró, temerosa de que alguno de los caballos de los que disponían estuviera herido o algo similar.
Se tragó el frío, y el mal presentimiento que acogió a sus sentidos al acercarse. Algunos le cedieron el paso al reconocerla. Sujetó el borde de su capa con los dedos al ver la silueta de un muchacho pelirrojo que de espaldas a ella, se estremecía rogando a viva voz que lo dejaran entrar.
−¿Ryoutarou? −se arriesgó haciendo el ademán de poner la mano en el hombro tembloroso del muchacho, pero deteniéndose.
Este se giró, sus ojos llorosos se abrieron al reconocerla −A-Asuna… ¡Asuna, dicen que algo terrible le pasó a Rika…! P-Pero no me dejan verla… Desde que llegó, Kayaba está ahí dentro y…
−Está bien −lo cortó notando la desesperación en los ojos angustiados de su amigo −Iré a ver.
−¡Por favor avísame que pasó…!
Ella lo retuvo con un gesto que intentó ser confortable. Suspiró antes de que esas dos personas de aspecto imponente que custodiaban la entrada al cobertizo, le cedieran el paso. Por la expresión seria y grave de sus rostros, entendía que no iba a encontrar nada bueno.
El fuerte olor metálico la recibió, por lo que tuvo que cubrirse la nariz. Con la mano libre se quitó la capucha descubriendo su cabeza y se adentró al lugar, pisando el heno desperdigado por el suelo de tierra. El olor se hizo más fuerte y a ella no le quedó más duda. Sangre. Vio la silueta de dos hombres allí reunidos los cuales voltearon a verla apenas la oyeron entrar. El primero, joven de su edad o quizás un par de años mayor y de cabello rubio, quiso frenarla yendo a su encuentro.
−¿Qué pasó Eugeo?
−Será mejor que salgas…
−Pero…
−Déjala −una voz profunda lo interrumpió. En su tono impetuoso se evidenciaba el rasgo soberbio de alguien acostumbrado a mandar y ser obedecido en el acto. El sujeto estaba entrando a la treintena, delgado, impávido, de corto cabello negro y gafas. Detalles finos que ponían en evidencia su estirpe.
−Kayaba, no creo que sea conveniente…
−Eugeo, Asuna ya no es una niña.
Al oír las palabras resueltas, el joven rubio liberó los hombros de la muchacha pelirroja. Ella buscó los ojos azules del rubio, quien le hizo un gesto de que se adelantara. Se aproximó hacia el otro espectador, quien le extendió la mano.
−¿Qué…? −aventuró la chica mirando el heno revuelto que se pegaba a sus botas. Y entonces reprimió el grito. El escenario que se abría frente a ella la obligó a mantener ancladas las manos a su boca.
Había sangre por todos lados; en el suelo de madera, las paredes. Cubriendo el cuerpo destrozado de la muchacha de cabello castaño que ella conocía muy bien y que ahora estaba hecha un montón dentro del charco carmesí que la consumía por entera. Dio varios pasos hacia atrás cuando la mano de Kayaba la contuvo desde la cintura.
Esa era Rika. Su mejor amiga desde siempre. Podía asegurarlo por el corto cabello castaño y el vestido rosa que era su favorito, ahora sucio de barro, heno y sangre. Pero su rostro… o lo que quedaba de él estaba desfigurado de un modo horrible. Un cardenal morado cubría su frente y ojos, tenía la mandíbula torcida de un modo que no era natural, y su nariz solo era un espectro, en su lugar había un hueco como si se la hubieran arrancado de tajo. Y su cuerpo… solo quedaba una mínima parte de él.
Exhaló el grito que estaba conteniendo y se volvió de tal forma que Kayaba la dejó ir y ella se refugió en el pecho de Eugeo, estremeciéndose y dando arcadas
−Tranquila…−el muchacho la estrechó acariciando su cabello en movimientos suaves y pausados.
El otro espectador se quitó las gafas −Pensé que lo soportarías.
−Eso… eso fue un animal… un animal l-la despedazó…
−No sabemos si fue un animal− intervino Eugeo.
Asuna alzó la cabeza y miró al otro hombre −¿Entonces que fue? −se cubrió la nariz −R-Rika está toda despedazada ¿Qué diablos le hizo eso?... ¿Y PORQUÉ A ELLA…? −su voz subió en un ataque de histeria −¿PORQUÉ A ELLA QUE ERA TAN BUENA Y NOBLE…?
Eugeo volvió a pasarle la mano por el cabello guardando silencio solo unos segundos. Luego su vista se dirigió a la mirada preocupada de Kayaba.
−¿Crees que esté relacionado con los otros asesinatos?
−¿Qué? −Asuna intervino con horror.
−Es algo que tenemos que considerar.
La chica evitó mirar el cadáver de su amiga al enfrentar al otro espectador −¿Por qué lo dices? ¿Qué tiene que ver esto con el crimen de las otras tres mujeres?, no hay ningún nexo en común…
−Asuna, alguien tiene que decírselo a Ryoutarou.
−¡No voy a hacerlo! ¿Acaso lo vieron allá afuera? ¡Está completamente desesperado sabiendo que ustedes le ocultan algo!
Eugeo se despeinó el cabello y se quitó la capa negra de encima de sus hombros −Yo lo haré −tomó la prenda y dando vuelta la cara de la chica para que no viera lo que estaba a punto de hacer, envolvió el cadáver e intentó limpiar la sangre que creaba ríos carmesí en el suelo −También avisaré a los peritos… ¿Tendrás algún problema con esto?
−Ya veré como solucionarlo. Vete.
Eugeo terminó por incorporarse, acarició la cabeza de la muchacha pelirroja, y tras hacerle un corto saludo militar al otro hombre, salió del lugar.
Ahora que el silencio era absoluto entre el par que había quedado ahí dentro, se oía el sonido agonizante de la gente allá afuera. Alguien debió de abrir la boca y por eso la reacción del populacho había sido juntarse allí para enterarse de lo ocurrido.
−Asuna− la profunda voz de Kayaba hizo que la nombrada alzara sus húmedos ojos de miel en su dirección. −Si quieres unirte al escuadrón debes vencer y sobrepasar tus miedos. Sé que el que el recuerdo de tu pasado es un tormento constante, pero veo potencial en ti… Y no te has rendido en todo este tiempo, aunque si necesitas más…
−No −sostuvo los ojos negros del caballero con ese rasgo de coraje y valentía que siempre tuvo −No voy a traicionar la confianza que has puesto en mí… −dudó bajando la mirada, sus ojos temblaron −Padre…
El hombre se estremeció ante esa palabra. Era la primera vez que ella lo llamaba así desde que él la encontró en medio de esa masacre, y no sabiendo que hacer la llevó a su pequeño hogar hasta que una familia transitoria apareciese para darle cobijo. Pero las semanas pasaron y la niña pelirroja seguía en su casa como un animalillo asustado quien apenas emitía palabras. Cuando se cumplieron dos meses, Kayaba Akihiko se dio cuenta que no podía desterrar a esa linda criatura de su casa, su joven esposa Rinko, con la cual aún estaba viviendo esa luna de miel que distingue a los recién casados, estaba fascinada y apegada a la pelirroja. Y él mismo no podía negar que le había tomado cariño a Asuna y a sus mejillas de manzana. Al otro día, Rinko sin decir palabras inició por su cuenta los trámites de adopción. Medio año después la pequeña se había convertido en la primera y única hija del joven matrimonio.
Con eso vino la otra verdad. Rinko era estéril, nunca podría tener hijos. Así que Asuna con su extraño cabello de fuego, sus mejillas sonrojadas y sus ojos grandes y melancólicos se convirtió en la receptora de su amor y cariño.
Pese a esto, la pelirroja jamás se sintió segura o cómoda de llamarlos: Papás.
Hasta ahora.
−No quiero decepcionarte…− reiteró, convencida de que haberlo nombrado como su progenitor no le había hecho mucha gracia −Iré con Alice y…− meditó dando la vuelta.
−Asuna −él la censuró y adelantándose colocó la mano en su cabeza de forma indiferente, revolvió su suave cabello con pesar, y suspiró −Alice y tú pueden hacer la patrulla diurna, deja que Eugeo y Andrew se ocupen de las rondas nocturnas.
−Pero.
Él retiró la caricia y volteó a ver el pequeño montículo en el suelo, como recordando en que estaban. La joven pelirrroja le dio la espalda, escuchando los movimientos torpes hacia un costado. Sus ojos se abrieron de espanto y corrió hacia ese lugar, casi enredándose con sus propios pies ante la prisa. La cual se convirtió en alivio cuando aquellos dulces ojos la vieron y acompañando aquello con un relincho, seguido de otros dos, obvio saludo que los animales le dedicaron al reconocerla.
Corrió la portezuela que la separaba de los tres caballos, oyendo como el hombre que seguía ante el cuerpo en tierra soltaba un agudo bufido. Acarició el alto cuello de Ragnar, un hermoso alazán de crines casi doradas, y que a veces era tan apático como su dueño. Asuna sonrió para sí, ese caballo de rasgos árabes era igual a su padre adoptivo, por eso se llevaban tan bien. Sin embargo ahora resolló feliz al verla, pero fue solo por un momento, luego alzando la cabeza con suma altivez, retrocedió hasta su lugar y hundió la cabeza en el heno sirviéndose el desayuno. La majestuosa yegua blanca fue a su encuentro, ella le pertenecía a Rinko desde sus años de juventud, pero era tanto el cariño que la mujer le profesaba, que jamás pensó en deshacerse de su yegua, por más que tuviera casi veinte años, y no tuviera la vitalidad de cuando era una potranca. Pero Selene hacia honor a su nombre, hermosa y elegante como la diosa mitológica que cabalgaba las estrellas y se sentaba en la luna. Aceptó las caricias bruscas mientras le olfateaba el cabello, y tras soltar un débil relincho, le dio paso al otro ser que a corcoveos le instaba a alejarse. Asuna profirió una pequeña risilla al ver las sombras moverse acompañados de unos pequeños ojos pardos, seguidos de un ligero y cariñoso jalón a su cabello.
−¿Pensaste que le había ocurrido algo a Solitarious? −la voz grave de su acompañante pareció retumbar en el cobertizo.
Ella se sintió levemente culpable de su actitud, ese hermoso pura sangre negro había sido una de las causas por las que se adaptó a su nueva familia, y le guardaba un cariño y apego gigante. No podía estar aquí alegrándose por su caballo cuando la vida de su mejor amiga había sido desarraigada por un desquiciado.
−¿Está mal… pensar así…? −preguntó en un susurro acariciando el hocico del animal −Solitarious ha estado conmigo desde siempre, al igual que Ragnar y Selene…− prosiguió en igual tono -Son como mi familia…− finalizó excusándose.
−Sé que te preocupas demasiado por ellos… −asintió −Pero los peritos necesitarán trabajar aquí dentro y…
−Lo sé −se giró recibiendo las caricias del caballo en su mejilla −¿No es extraño que no les hayan hecho nada?
−¿Qué motivo habría para matar a tres viejos caballos?
Antes de que la muchacha respondiera la puerta se abrió, y varios uniformados de azul entraron. El que estaba a cargo hizo una ligera inclinación ante ella quitándose el sombrero en un gesto de reverencia, y sosteniéndolo nervioso entre sus manos.
−Buenos días señorita Asuna.
−Buenos días Godfrey, ya me retiro −acarició el hocico de Solitarious y se apartó de él viendo como los hombres se desenvolvían por el lugar buscando indicios o evidencias que denunciaran la identidad del asesino.
−No hay pistas, jefe. ¿Puede ser posible? −Comentó un hombre alto y desgarbado que seguía por el rabillo del ojo las acciones de la chica pelirroja.
−¡Busquen otra vez! −el hombre se giró para hablar con Kayaba.
−¿Por qué crees que escogieron este lugar para el asesinato?
−¿Crees que puedan inculparte?
−Pues, si encuentras alguna evidencia que me incrimine ya sabrás que hacer… −Kayaba le comentó socarrón, luego reparó en que su hija adoptiva seguía allí fingiendo acomodar la cerca que mantenía aislados a los animales para oír lo que ambos hombres decían −Asuna− la llamó.
La nombrada la miró, tímida ante su voz demandante, y sin articular palabra se dirigió a la salida ajustando la capucha sobre su cabello anaranjado.
−Destapen el cuerpo… −decía la voz de Godfrey −Prepárenlo para la autopsia…
Asuna cerró la puerta tras su espalda al oír esas palabras desgarradoras. El gentío allá afuera se había dispersado como por arte de magia, los dos guardias apostados en la puerta inclinaron la cabeza en señal de respeto, mientras ella sin devolverles el gesto se alejaba presurosa a su hogar.
Dentro del cobertizo, Godfrey examinó con preocupación el cuerpo de la joven aprendiz de herrera, tras notar la forma en la que la habían masacrado se volvió a su superior con una mueca indescifrable en su rostro.
-¿Le has confiado tus temores a esa niña?
−Aún no.
…
…
…
…
−¿Y qué piensa Kayaba al respecto?
Asuna miró a Alice, esa linda muchacha de cabellos como el sol y ojos del mar que caminaba a su lado con la cabeza descubierta. Era un par de años mayor que ella, y profundamente decidida e independiente. Su completa antítesis.
−Pues no cree que la muerte de Rika haya sido un asesinato aislado, piensa que tiene que ver con las otras dos muertes.
−¿Tú lo crees así?
−No. Y-Yo he visto el cuerpo de Rika… fue como si alguien se hubiera ensañado con ella. Estaba… desfigurada, le faltaba parte de la cara y el cuerpo como si un animal se la hubiera comido…
Las manos de Alice volaron a su boca al oírle decir eso.
−Una persona no actuaría así. Yo creo que fue un animal.
−Asuna vamos, eso suena completamente descabellado… ¿Qué clase de animal haría algo tan horrible?
−Tampoco me crees
Alice suspiró mientras miraba el frio cielo invernal que se extendía sobre ambas mientras caminaban dentro de los inicios del bosque como el señor Kayaba, superior de ambas se lo había pedido.
−No es que no te crea, parece una historia de horror y…− se detuvo al ver la expresión apática de su acompañante. Se dio cuenta de lo que había dicho y se apresuró a contradecirse −Asuna lo siento, no debí decir algo tan desagradable, por favor discúlpame.
Antes de que la aludida pudiera decir algo, se escuchó un ruido detrás. Entre la vegetación profunda que se levantaba a sus espaldas.
−¿Qué fue eso? −Asuna aventuró volviéndose a ver.
−¿Qué fue qué?
La pelirroja miró a su compañera rubia con desconcierto −¿No oíste?
−Quizás algún conejo que vuelve a su madriguera. Estás demasiado susceptible, querida.
−Tal vez tengas razón. ¿Volvemos? Aún tengo que ver a Ryoutarou. Eugeo me confió que está destrozado, Rika era mi amiga y…
−¿Eugeo? −la interrumpió la rubia con un ligero titubeo −No lo he visto desde ayer, luego de la ronda nocturna…
Asuna la miró con duda −Estuvo en mi casa hoy en la mañana.
Alice se mordió el labio y apretó el paso dejando a su amiga atrás. El viento frío del atardecer sacudió su capa azul cielo que hacía juego con sus ojos.
La pelirroja la siguió con la ligera sensación de que había dicho algo indebido. Pero era en extremo tímida y despreocupada, ni siquiera se percató de ese par de acerados ojos que la veía con atención desde la profundidad de la maleza mientras su silueta se perdía dentro de los primeros trazos del anochecer.
…
…
…
…
El doctor de la aldea había recomendado que no se hiciera velorio por el alma de la joven herrera. Su cuerpo estaba en proceso de descomposición y una noche entera en vela no sería un bonito espectáculo cuando decidieran enterrarla. Así que se decidió realizar una ceremonia pequeña a modo de despedida, y también para calmar los enturbiados sentimientos de Ryoutarou.
Asuna se sentía ligeramente culpable con su amigo. En vez de quedarse con él y brindarle algo de compañía y devoción, ella había decidido salir a patrullar la ciudad como un día corriente en cualquiera de sus obligaciones. Ryo no le echaba en cara nada, pero ella sabía que no había sido una actitud correcta.
Salió de la humilde casa donde estaba celebrándose la ceremonia de despedida; el inicio del bosque sombrío alcanzaba a verse hasta el infinito, la luz de la luna no era muy alentadora; arrojaba una débil huella plateada en ese camino que se perdía en las profundidades de la foresta. Asuna alzó la vista buscando a su amigo que estaba sentado en un tronco que a veces usaba como asiento, con su cabeza baja, y sus hombros sacudiéndose, ofrecía una triste estampa de dolor.
−Ryo− ella lo llamó con suavidad a sabiendas de que seguramente no le contestaría.
Pero el muchacho levantó la faz cubierta de lágrimas. Y ella se desarmó. Le bastó solo un imperceptible gesto para correr a sentarse a su lado y abrazarlo con fuerza, mientras ella misma intentaba retener las lágrimas que comenzaban a amontonarse en sus ojos. Lo cubrió con sus brazos oyéndolo sollozar y maldecir a la vida, al futuro, por quitarle a su novia y futura esposa. Asuna lo escuchaba, imprimiendo fuerza en el abrazo que lo mantenía en equilibrio. Ella le guardaba profundo aprecio, era un buen muchacho y además era pelirrojo como ella. Y a veces ambos bromeaban con el hecho de que podrían ser hermanos, broma que a Rika le hacía profunda gracia; fuera de tener el color de cabello similar, no existía otra cosa que pudieran tener en común.
Notado que el llanto empezaba a amainar, Asuna se animó a preguntar.
−¿Qué te han dicho?
Él se secó las mejillas y emitió un sollozo −Según el doctor Sugou la hora de su muerte se sitúa entre las 4 o las 6 am… él dice que murió desangrada, y que, aunque la hubiéramos encontrado no habríamos podido salvarla, perdió demasiada sangre, y las heridas que presentaba eran de profunda gravedad… −su voz se quebró −No me dejaron verla, dijeron que era mejor que no la viera, pero…
−Si era lo mejor −le interrumpió, buscando como expresar o evadir el horrible recuerdo de ver a su amiga casi descuartizada. Él entendió que ella tenía conocimiento previo y por eso hablaba intentado aplacarlo −No ibas a poder soportarlo…
Él sacudió la cabeza −¿Qué se supone que voy a hacer? ¿Cómo se supone que voy a sobrevivir…?
Los ojos de Asuna se humedecieron otra vez, lo sujetó de las mejillas y lo sacudió −¡Tienes que seguir! ¡Rika no hubiera querido que te hundieras en la desesperación! −el joven sollozó más fuerte −Ryo, por favor no lo hagas más difícil… −un ruido incierto frente a ellos en el inicio del bosque los cortó en plena plática. Ambos se giraron al mismo tiempo −¿Oíste eso?
Ryoutarou se levantó ante el silencio profundo de la chica quien quedó sentada en el tronco. Se dirigió al inicio del bosque y de pronto rompió a correr como si persiguiera algo.
−¡Ryo! ¡Ryo…! – Asuna fue tras él, olvidando que su sentido de la orientación no era muy bueno. Caminó un buen trecho en los inicios del bosque llamando a su amigo.
Y era extraño, pero tenía ligera sensación de que alguien la estaba siguiendo, y la observaba desde las tinieblas. Fue así como al dar un giro para volver al lugar de partida una sombra imponente se materializó frente a ella. Y Asuna nunca olvidaría la intensidad de esos ojos plateados mirándola desde lo alto. El peso extraño de esas pupilas grandes, así como el resuello que pegaba casi en su frente. Se mantuvo inmóvil reconociendo que no estaba frente a algo humano, sino frente a otra cosa. ¿Tal vez un animal?
¿Pero qué clase de animal sería capaz de pararse sobre sus dos patas y enfrentarla? ¿Un oso…?
−¡Asuna! −la voz de Ryo se oyó nítidamente desde el lado izquierdo.
Cuando ella volvió la cabeza, la extraña sombra había desaparecido y en su lugar veía el camino de regreso hacia la cabaña donde se realizaba el adiós a Rika. El muchacho llegó hasta ella con aire preocupado.
−¿Estás bien? −la miró con fijeza, para luego retroceder sonriendo con evidente pena −Oye… ¿tú crees que en las profundidades del bosque habitan toda clase de seres fantásticos, de esos que ilustran las leyendas…?
−¿Cómo fantasmas, duendes y hadas?
Ryoutarou cerró los ojos −Como animales que tienen rasgos humanos…− suspiró al oír sus propias palabras, y de pronto sacudió la cabeza en negación −Olvídalo. Será mejor que regresemos antes de que se haga más tarde.
El muchacho tomó la delantera, y Asuna dándose la vuelta escudriñó el inicio del bosque fijando sus ojos, intentando indagar todo en profundidad.
En lo alto del cielo estrellado se alzaba; blanca e imponente, una hermosa luna llena.
Asuna se estremeció casi sin darse cuenta.
…
…
…
…
El sol invernal apenas se percibía en el cielo, era un fantasma que se ocultaba detrás de las nubes anunciando un nuevo día.
Asuna terminó su aseo matinal y se colocó frente al espejo para trenzar su cabello. No había dormido bien, primeramente por el entierro de Rika, luego Eugeo, Alice y ella le habían hecho compañía a Ryoutarou hasta el final de la noche, y por ende se había acostado cerca del amanecer. También ese extraño encuentro en el bosque impedía que cerrara los ojos. Recordaba ese momento, esa sensación de sentirse observada por esa cosa, su altura imponente y anormal. Y esos ojos grises examinándola con intención.
Cada vez que el letargo osaba caer sobre ella, veía esas pupilas aceradas carcomiendo sus pensamientos.
Finalmente decidió levantarse. Era más productivo hacer algo para variar que permanecer en la cama intentando dormir. Se vistió con su vestido azul de lana y entró a la cocina, sorprendida de ver a Rinko levantada y preparando el desayuno.
−Buen día −le saludó animosa la mujer −No pensé que te levantarías tan pronto, considerando que te acostaste cerca del alba.
Asuna observó cómo preparaba el desayuno con eficiencia. Se hundió levemente en el banquillo en el que había tomado asiento, y prefirió guardarse para si la extraña experiencia en el bosque.
−No puedo dormir sabiendo que… hay tantas cosas por hacer− mintió con suavidad.
Rinko le sirvió la taza de café y las rodajas de pan recién salido del horno. A pesar de transitar la treintena era una mujer hermosa, de cabello castaño oscuro, casi negro, expresión alegre y risueña. Ojos castaños y tímidos como los de un cervatillo. Era lo opuesto a Kayaba, pero ¿no se dice que los opuestos se atraen? Y en esa pareja era completamente creíble.
−¿Pasa algo? −la voz cantarina de Rinko la volvió en si mientras le acariciaba el cabello con obvia ternura −¿Cómo esta Ryo?
−Nos costó mucho que se durmiera…−replicó con pesar.
−Es solo cuestión de tiempo hasta que se reponga, de momento ustedes tienen que estar con él hasta que eso suceda.
−Lo sé.
−Bueno, ahora bebe tu desayuno antes de que se enfríe −avivó el fuego de la chimenea y se cubrió con el chal que amenazaba con caer de sus hombros −¿Tienes que patrullar hoy?
−En la noche.
Ante eso, la mujer la miró visiblemente preocupada. Pero antes de que pudiera replicar, otra voz la interrumpió.
−De ahora en más Alice y tú patrullaran la ciudad solo de día. El resto de los muchachos lo hará de noche…− Kayaba había aparecido en una esquina del salón y recostado contra la pared observaba a ambas mujeres.
−¿Es que no confías en que podré hacerlo bien? −protestó la pelirroja con fastidio.
−¡Tus capacidades, o la falta de ellas no tienen nada que ver con mi decisión! −fue la respuesta escueta.
−Pero, no es justo qu…
−Justo o no es lo que vas a hacer si quieres ser un miembro activo de la fuerza −Asuna se encogió débilmente en su asiento ante su tono amenazante −Y es una orden.
La muchacha no dijo más. Corrió su banco hacia atrás y afianzando la capa roja sobre sus hombros caminó y se dirigió hacia la puerta, la cual abrió sin despedirse.
Apenas Rinko escuchó el golpe sordo de la madera al cerrarse se volvió a su esposo con expresión enojosa.
−¿Por qué la tratas así? ¡Es una niña! ¿No te das cuenta que hace todo lo posible por complacerte?
−Intento protegerla, no sabemos que es lo que hay allá afuera…− la miró con pena −Y no tiene que entender lo que le digo, sino obedecerme.
−Ni siquiera terminó su desayuno.
…
…
…
…
Asuna se precipitó hacia el cobertizo, no importándole que ese lugar supuestamente estaba en cuarentena hasta que los peritos dejaran de investigar el asesinato de Rika. Empujó la puerta de madera sabiendo que estaba violando una regla, pero importándole muy poco fue en busca de Solitarious a quien sacó al exterior. Como era de esperarse el caballo relinchó de gusto al verse liberado, y acarició con su hocico los cabellos de su ama.
Ella lo montó sin esfuerzo, y clavándole con ligereza los tacones de las botas en sus ancas, éste emprendió un galope suave y elegante que rimaba con su ánimo incierto. Cruzó parte del pueblo a ese ritmo, siguió por el camino marcado hacia el bosque, cuando un alazán imponente le salió al encuentro.
−¡Eugeo! −exclamó deteniendo a tiempo su caballo.
−¿A dónde se supone que vas?
−A ver a Ryo…− mintió al ver que estaba cerca del hogar de su amigo.
−Iré contigo −hizo un gestito con su boca, y el alazán se le puso a la par del pura sangre. Anduvieron a ese paso hasta llegar a los inicios de las jóvenes columnas de árboles, las cuales resguardaban la entrada al bosquecillo. Ambos conservando el silencio.
Eugeo la miraba de soslayo, sus ojos tan profundos e intensos como los de Alice. Pero en diferente manera. Siempre notaba algo agudo y penetrante en esas bellas pupilas de zafiro. Algo que solo sucedía con ella. Era su amigo, y siempre lo vio como el hermano que le fue arrebatado en la masacre de su familia.
Sabía que no podía mentirle. Él no lo merecía.
−No iba a ver a Ryo.
El rubio volteó a verla con una sonrisa conocedora −Lo sé. Solo quería ver cuánto tiempo podrías mantener la mentira.
Estaba tan cerca, que ella lo golpeó con su mano derecha en el hombro.
−Tonto… −refunfuñó apenada.
−¿Entonces a dónde ibas?
−Kayaba dijo que Alice y yo debíamos hacer la ronda diurna…
−Bien, ¿dónde está Alice?
Ella suspiró tristemente −No tenía ganas de tener compañía, quería ir sola.
−Pues lo siento, no voy a dejarte hacerlo −le sonrió y ajustó el caballo para que aumentara su velocidad −Te dejaré la zona norte, yo iré por el lado contrario ¿está bien?
Ella asintió y sacudió las bridas del animal indicándole que volviera por el camino del que venían −Nos vemos aquí en un hora −le gritó al pasar.
Eugeo solo asintió.
…
…
…
…
En realidad dio esa vuelta como una forma de hacerle creer al rubio que había acatado sus órdenes, pero en cambio solo fue una treta, giró en redondo y rehízo el sendero de antes. Algo ansiosa al ver el bosquecillo aumentó la velocidad internándose en sus adentros.
La adrenalina la recorría por entera mientras veía los pinos extendiéndose alto sobre su cabeza. ¿Qué estaba haciendo ahí? el recuerdo de lo ocurrido la noche anterior se había implantado en su conciencia de tal modo que tenía que investigar.
Era una locura, estaba segura, pero no quería irse sin haberlo intentado. De un brusco tirón retuvo a Solitarius y se apeó de la montura, palmeó la cabeza de su caballo y sujetando las riendas echó a caminar sobre el camino rocoso. Vio por sobre su hombro, notando que había perdido de vista el pueblo.
Solitarious caminaba detrás de ella marcando el ritmo con sus herraduras, siendo el único sonido que se oía rompiendo el extraño silencio espectral que los rodeaba.
−Esta es una locura ¿verdad? −preguntó al aire. Como respuesta el animal le empujó la cabeza con el hocico, relinchando con suavidad.
Ante eso Asuna rió con vergüenza −Ya sé que soy rara… pero tú eres el único que me quiere así como soy…− apresó el largo cuello de su caballo con sus brazos y se sintió mejor ante el calor familiar.
La sensación de tranquilidad rápidamente se disolvió cuando el equino empezó a corcovear y moverse intranquilo, luchando por zafarse del agarre de la joven.
−¿Solitarious que ocurre?
Pero sus palabras quedaron suspendidas en el aire al darse la vuelta. Y de la impresión dejó caer las riendas del caballo el cual se adelantó, situándose entre la joven y el intruso que estaba a menos de dos metros de distancia.
Asuna lo miró con atención. Era un muchacho alto de salvaje cabello negro; piel blanca como la nieve, ojos de plata y… orejas de perro. Las cuales se agitaron curiosas al verla. Su larga cola negra se erizó cuando el caballo pegó un salto y se irguió sobre sus patas traseras de modo majestuoso defendiendo a su ama.
−¡No…!
El grito que pegó no evitó que ese chico-bestia le enseñara sus dientes de modo amenazante, empuñando sus manos a modo de garras, acercándose a Solitarious con la intención de lastimarlo. Y éste en un intento de evadirlo, dio una tremenda coz derribando a Asuna que estaba detrás haciendo todo lo posible por sujetarlo de las bridas.
Asuna se estremeció de dolor, recordando cuantas veces Kayaba le había dicho que nunca debía pararse detrás de un caballo furioso, por más familiar que este fuera, porque podía recibir una patada que la enviaría directo al país de los sueños. Entre nieblas vio como esa extraña criatura mordía a su caballo y este emitía un agudo relincho de dolor.
Luego sintió que el mundo se torcía cuando su mejilla se hundió en la tierra, y la conciencia se evaporó de su conciencia sumiéndola en la oscuridad
…
…
…
…
La conciencia le volvía lentamente, al igual que el dolor en su frente donde de seguro debía tener un chichón del tamaño de un limón maduro. Algo estaba lamiéndole el golpe y las mejillas, y Asuna a pesar de hallarse desorientada pudo sonreír levemente
−¿Solitarious…? −murmuró algo desorientada, sintiendo en lo profundo de su ser que algo no estaba bien.
Cuando abrió los ojos, lo primero que distinguió fue ese par de pupilas aceradas que vio la noche del entierro de Rika. Mismas que ahora tenían una expresión consternada y afligida. Sin embargo su atención fue captada por otra cosa que no podía pasar por alto; el par de orejas que orgullosamente portaba entre su cabello negro. Sonrió feliz al verla despierta y de nueva cuenta volvió a lamerle la mejilla.
Los ojos de Asuna se abrieron como platos e ignorando el mareo que le produjo incorporarse de súbito, se echó hacia atrás como intentando escapar de la curiosa criatura, pese a que por algún motivo estaba sentada en su regazo. Su respiración se agitó al recordar la forma en la que le había enseñado los dientes a su caballo, y eso la alteró de tal modo que temió empezar a hiperventilar. Sus manos se negaron a moverse y solo podía verlo con el temor plasmado en sus ojos de miel. Por alguna razón recordó sus propias palabras al referirse a Kayaba dentro del cobertizo.
−Eso… eso fue un animal… un animal l-la despedazó…
Sus pupilas temblaron ¿estaría frente al posible asesino de su amiga?
Antes de que pudiera hacer algo, el chico-perro la apresó de los hombros y la abrazó a su cuerpo. Y la sensación que le produjo ese gesto fue profundamente íntima y familiar, como si ya hubiera sentido algo semejante en el pasado. El cuerpo que la aprehendía se sentía tibio, y humano, su cabello le hacía cosquillas en la garganta, y sus manos grandes parecían temblar al rozar el género carmesí de su capa. Empero se mantuvo tiesa, casi tratando de no respirar.
−Yo… debo encontrar el modo de…− murmuró advirtiendo aterrada que no estaba en el lugar donde se había desvanecido, sino en un claro, una pradera llena de dientes de león, y algunos de ellos le cosquilleaban las piernas −Solitarious… −articuló quedo.
El muchacho pareció oírla y la alejó de si, quizás notó su expresión rota porque tomó el rostro de la muchacha con ligereza y sin titubear la acercó al suyo. Asuna apretó los parpados esperando lo peor, pero aquella lengua danzarina volvió a lamerle las mejillas y la frente, allí donde se había golpeado.
−N-No hagas eso…− soltó un respingo ante la sensación mareante que la recorrió.
−¿Por qué no?
Asuna abrió grande los ojos al oírle hablar perfectamente.
−¿Me entiendes…?
−Por supuesto que te entiendo− le sonrió como si fuera lo más obvio −¿Estás bien?
−Sí… solo el golpe…− así diciendo se palpó la frente notando con sorpresa que donde debía estar el chichón solo había una ligera aspereza sin importancia −¿Qué..?
− Ohhh −él sonrió moviendo sus orejas −Me tomé la libertad de sanar eso, ya que en parte fue mi culpa.
−Tu espantaste a mi caballo −le replicó en un susurro y otra vez hizo el ligero ademan de levantarse.
−¿Estás incomoda?
Ella lo examinó con más atención ahora. Debía tener su edad, su piel era blanca como la nieve, y el fulgor plata de sus ojos resaltaba como una lumbre en plena oscuridad. El cabello desordenado le daba una apariencia salvaje y tentadora; vestía de negro, y sus prendas mundanas eran finas como las de un noble señor. Y en ese momento que lo veía con más detenimiento tenía una apariencia calma y hasta amistosa. Se sentía fuerte y vigoroso, lo notaba en la firmeza de su cuerpo al sostenerla. Y finalmente su cola que se movía cual remolino, consciente de que era su objeto de estudio.
Se apenó.
−¿Puedo preguntar que eres?
−Soy un lobo −le dijo con cierta soberbia −Ahora estoy permitiendo que me veas en mi forma humana, pues no quiero espantarte.
−Un lobo…−lo analizó y se quedó momentáneamente sin aire −¿…Y eres humano…?
−Por supuesto que lo soy −murmuró ofendido, y de un ágil movimiento se puso de pie, haciendo lo mismo con ella. La diferencia de altura entre ambos era innegable. La cabeza de la pelirroja le llegaba al hombro. Y en verdad se sentía pequeña y desprotegida ante su estatura.
Notando que disponía de espacio, dio varios pasos hacia atrás mientras las alarmas se encendían dentro de la chica. Pero sus piernas se negaron a moverse con la velocidad que se hubo propuesto en un primer momento.
El joven lobo movió las orejas a medida que la veía retroceder. El gesto de terror en el semblante de la pelirroja era demasiado obvio.
−¿Por qué huyes? −aventuró cruzándose de brazos y torciendo la cabeza hacia un lado sin dejar de verla, similar a un joven cachorro curioso −Yo tendría que huir de ti…
Las rodillas de Asuna no pudieron sostenerla por más tiempo y cayó de golpe entre las flores las cuales esparcieron petalos amarillos a su alrededor −¿Porqué..?
−Ustedes son los que han exterminado a mi familia −le dijo con seriedad −Yo te salvé la vida −ella parpadeó desconcertada −Pensé que eras diferente a ellos…
Entonces las dudas que la roían en lo profundo hicieron que las palabras salieran de su boca antes de pensarlas −¿Cómo puedes culparme a mí? ¡Cuando tú has asesinado a mi mejor amiga…!
Apenas Asuna terminó de hablar que tuvo al lobo frente a ella en cuestión de segundos. Su altura había hecho que doblara el tronco en una actitud intimidante que logró alarmar a la pobre chica. Sujetó los pliegues de su capa con fuerza, de modo que sus nudillos se pusieron blancos, y evitó la mirada de plata que parecía atravesar todo hasta vislumbrar su alma. Entonces esas manos grandes la sujetaron de la barbilla y la forzó a verlo, prolongando el examen que mantenía sobre ella.
−Tú eres una buena humana, lo sé −Asuna se estremeció ante la suavidad con la que le habló. Sus ojos de plata ejercían un magnetismo innegable y ya no pudo apartar la atención de él −No haría nada que te hiciera daño…
−Pero es que…
−¡Asuna…! ¡Asuna…! ¿Dónde estás…?
Ambos se volvieron al unísono hacia el lugar por el que había resonado el llamado. Se oía el sonido de cascos, y el ladrido difuso de perros de rastreo.
−Creo que ya es hora de irme…−comentó risueño −Me dio gusto reencontrarte Asuna…
−¡Espera! −la muchacha le sujetó el borde su capa negra, reteniéndolo algunos segundos −¿Cómo te llamas?
Él sonrió con cierta decepción −Soy Kazuto, pero me dicen K.
−Asunaaaa… ¡Asuna…!
Las palabras del chico le trajeron una oleada de añoranza que no entendió bien a qué venía. Luego, este le lamió la mejilla derecha y desapareció de su vista cruzando el claro hasta perderse entre los árboles.
−¡Asuna! −la voz desesperada de Eugeo se oyó a la lejanía, hasta que su silueta se materializó frente a ella. Estaba montado en su brioso alazán y se veía completamente desesperado. Tras él llegaron Alice, Kayaba y varios miembros más de la patrulla. Algunos llevaban perros que ladraban desaforados apuntando la dirección en la que el joven lobo había desaparecido −¿Qué pasó? Solitarious regresó solo al cobertizo con una herida superficial en el anca… Parecía nervioso e inquieto…
−¿Algo los atacó? −Alice tomó la palabra ahora mirando consternada a su amiga.
Kayaba la observaba en silencio su rostro envuelto en una mueca indescifrable. Asuna sabía que no estaba para nada contento con lo acontecido.
−Sufrimos un accidente estúpido… Caí del caballo... −se excusó tocándose la nuca con vergüenza− Solitarious se asustó tanto que decidió ir por ayuda…
−Creo haberte dicho que solo te remitieras a patrullar dentro del pueblo…−agregó con fastidio el muchacho rubio, luego inclinándose ante ella le ofreció su mano −Ven, te llevaré.
−No es necesario…
Eugeo hizo oídos sordos a sus palabras; y asiendo su mano, de un hábil salto la subió a su montura colocándola en su regazo, manteniéndola protegida en sus brazos mientras emprendían el camino de vuelta, a la par de los canes que no dejaban de ladrar enloquecidos en dirección a las profundidades del bosque.
Eugeo iba a la cabeza, con Kayaba detrás, seguido de la muchacha rubia.
Asuna nunca pudo olvidar la expresión dolida y decepcionada de Alice durante el viaje de regreso.
…
…
…
…
−Querida ¿qué es esto?
La voz de Rinko la trajo de vuelta a la tierra. Otra vez estaba fantaseando con encontrar al muchacho lobo, y pese a que su presencia la intimidaba en gran manera, al mismo tiempo le producía un extraño grado de fascinación. Ahora se encontraba sentada en la mecedora del salón, la mujer le peinaba el cabello con cariño, y en algún momento los dedos de madre palparon la cicatriz en su frente. Estaba preocupada y lo sabía.
−¿Qué te pasó aquí Asuna?
−Me caí del caballo −mintió, pero antes de que la dama objetara se apresuró a agregar −Pero no ha sido nada grave, solo un golpe tonto.
Rinko la peinó con mimo, y le ofreció una taza de té −No hagas nada indebido, como desobedecer a tu… padre… −añadió bajito −¿Tienes idea de cómo nos preocupamos cuando vimos llegar a ese caballo sin ti?
−Lo siento −la miró con genuino pesar −No volverá a suceder.
Estaba ausente y por más empeño que pusiera no podía dejar de divagar.
−¿Ha pasado algo?
Asuna echó un vistazo a su madre adoptiva sin entender.
−Ayer Eugeo…
−Él solo es mi mejor amigo −la interrumpió comprendiendo a donde iba con eso.
−Se preocupa demasiado, y es tan obvio que tiene sentimientos por ti, Asuna.
−Quisiera que no los tuviera…− confesó con pesar, recordando la expresión decepcionada de Alice del día anterior. Y aunque no era su culpa no podía dejar de sentirse mal por su amiga.
−Con todo lo que está ocurriendo, desearía que dejaras de patrullar…
−Pero me siento útil haciéndolo− acotó con un hilillo de voz.
Rinko suspiró apoyando la mano entre los cabellos anaranjados −Te pareces tanto a él; ambos testarudos y tercos como un par de mulas…
Asuna rio levemente. En realidad nunca sabía qué hacer con esas demostraciones de afecto. Quería mucho a Rinko pero se sentía cohibida ante su cariño maternal. Ella le había demostrado mucha paciencia durante su crecimiento, y a pesar de su pasado sangriento, había aprendido que el presente podía ser algo hermoso si alguien la guiaba. Y esa morena de aspecto bondadoso había demostrado ser una gran madre.
−Ve a descansar ¿está bien? Saldré un momento para la feria.
Asuna asintió y se dirigió a su habitación, esperando ansiosa el momento en que oyera el sonido de la puerta al cerrarse, para ir en busca de su nuevo amigo.
…
…
…
…
−Tu padre me matará si sabe esto…− Alice suspiró en forma cansina mientras ambas caminaban por las callecitas finales del pueblo, en el límite del bosque −Dime otra vez ¿Por qué estamos haciendo esto?
−Perdí mi bolso ayer… por favor, necesito recuperarlo −le confió con tristeza.
Y quizás Alice era demasiado confiada porque le creyó sin titubear, y tomando su mano la jaló consigo cruzando los arbustos que circundaban la entrada al bosquecillo.
−Creo que lo mejor será separarnos.
−Espera Asuna ¿estás segura?
−Lo estoy, tú ve por ahí −señaló el sendero de la derecha −Yo iré por aquí…− si no se equivocaba ese era el camino por el que habían regresado ayer.
−Bueno, al menos dime como es lo que supuestamente estamos buscando.
Asuna volteó a verla mientras reía discretamente −Un bolso marrón sin gracia, de esos que venden en el mercado.
−Vale- la rubia suspiró y mientras se alejaba, la oyó murmurar −¿Qué no era más sencillo comprar otro en el mismo lugar?
Asuna observó como la silueta de Alice se perdía en la espesura antes de ella imitara su ejemplo y caminara por la senda que había escogido. Por un segundo se arrepintió de no haber traído un arma como la rubia, pero Kayaba aún no le había dado el permiso para portar una. En ese pueblo nunca fue necesario el uso de armas de fuego. Hasta las circunstancias actuales.
−Él nunca confió en mí…− llegó a la conclusión. la mayoría de sus compañeros eran principiantes como ella, y todos sin excepción, portaban la pequeña pistola reglamentaria para usarla en casos de fuerza mayor.
Menos ella. Era como si Kayaba se negara a aceptar que esa preciosa joven de 19 años estaba a un paso de convertirse en una mujer.
−¡K… Kazuto…! −exclamó bajito deteniéndose en el mismo claro que la vez anterior. Los dientes de león se sacudieron con la brisa invernal como una ola de oro. En verdad el lugar era precioso, desde ahí se veía el azul límpido del cielo, y las copas de los pinos meciéndose al compás de la melodía del viento.
Algunas ramas crujieron detrás de ella, y cuando se volvió sonriendo, segura de haber encontrado a su amigo, la recibió la dramática visión de un enorme lobo gris de turbios ojos aguamarina que la contemplaba con furia. De sus fauces entreabiertas sobresalía un hilo de sangre que bañaba el suelo.
Asuna se llevó las manos a la boca acallando el grito que casi se le escapó de la garganta. Retrocedió por inercia, sabiendo que con cada paso, aquel lobo daba los equivalentes para alcanzarla.
Fue uno de esos momentos en los que se maldijo por ser tan vulnerable e inocente. Conocía ese bosque desde que era niña y jamás había sentido el temor que estaba sintiendo ahora. Kayaba decía que los animales salvajes no atacaban a menos que fueran provocados deliberadamente, o presintieran que un miembro de su manada estaba en peligro. Asuna estaba muy segura que no había hecho ni lo uno, ni lo otro; por lo que siguió retrocediendo con aparente calma sintiendo su corazón galopar en su pecho. ¿Por qué no se había conseguido un arma antes de salir? Ojeó el suelo a sus costados, pero no halló nada que pudiera serle de ayuda. Y el gran lobo no quitaba sus cristalinos ojos de ella.
El animal olfateó el aire a su alrededor y dejó escapar un largo y triste aullido. Luego le gruñó enseñándole su sangrienta dentadura en una acción provocadora; estaba agazapándose para saltar sobre ella cuando una rápida ráfaga negra se interpuso. Aún de espaldas, Asuna reconoció la imponente silueta de su reciente amigo, el cual la miró por sobre su hombro con preocupación. Alzó las manos como preparándose para enfrentarla, su postura era rígida e intimidante. También le mostró los dientes en medio de un feroz gruñido. La cola erizada al igual que sus orejas negras.
−¡Ni se te ocurra Sinon! −exclamó.
El lobo retrocedió ante esa orden, pero se mantuvo gruñendo de forma inaudible, enseñándole los colmillos a la chica que no dejaba de verlo.
−Espero que no hayas hecho ninguna estupidez…−señaló el hilo carmesí que caía de su boca entreabierta. Y que bañaba su hermoso pelaje gris perla −Vete de aquí.
El animal alzó el cuello hacia arriba soltando un largo y lastimero aullido. Miró al joven con ojos humanos y dejó escapar un débil sollozo antes de seguir en línea recta con el rabo ente las patas, alejándose de esa parte del bosque.
Asuna no tuvo tiempo de preguntar nada. Al segundo siguiente el muchacho lobo estaba lamiéndole la mejilla. Con sus orejas en alto, la cola meneando de izquierda a derecha.
−¿Puedes dejar de hacer eso?
Él la miró ofendido, se alejó −Solo estaba mostrándote mi aprecio de que estuvieras bien.
Asuna se sintió fatal, pero era orgullosa por lo que no fue capaz de sostener sus ojos. Levantó la capucha y se la colocó ocultando su cabello −Estoy bien…−masculló −¿Ese era tu amigo?
Él extendió la mano y de un tirón se la quitó −Me gusta más así, tu cabello brilla como el sol… como oro y fuego −se permitió acariciar su frente donde la cicatriz se había hecho más pequeña −¿Te refieres a Sinon? −agregó luego −Ella es mi amiga, es un poco ruda con los desconocidos, pero es una buena chica.
Ante esa explicación, la joven rió levemente entendiendo ahora el porqué de su comportamiento −Debió sentir que estuve provocándola de alguna forma, y solamente quería protegerte… tal vez sintió que venía a robarte o algo similar…
El muchacho compartió su expresión risueña solo por un momento –No te preocupes, hablaré con ella y le explicaré. No puede venir aquí y atacar a mis amigos… Por que… tú eres mi amiga otra vez, ¿verdad Asuna?
La nombrada no entendió porque su corazón saltó al oír su nombre de los labios masculinos, ni porqué la recorrió una vieja sensación de añoranza.
−Sí −asintió sin dejar de sonreír.
…
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…
…
Se había quedado dormida en el prado. Que estupidez, iba a visitar a su amigo y terminaba durmiéndose como niña pequeña; claro el peso de las pocas horas de sueño de los días anteriores finalmente había hecho mella en ella. Abrió los ojos al saberse tibia y abrigada lo cual era raro considerando que a esa hora de la tarde hacía frío, y su ropa aunque de lana, no era suficiente para soportar el cruento clima. Apenas sus pupilas se abrieron supo la vergonzosa causa; estaba recostada de lado, su cabeza usaba el pecho de Kazuto como almohada quien aún se encontraba sumergido en el país de los sueños. Sus firmes brazos la sujetaban con firmeza y cierta posesividad, todo él se sentía tibio y suave. Pero aunque disfrutaba de su cómoda posición sabía que se le había pasado la hora y Alice estaría frenética buscándola.
Alzó la cabeza así podía verlo con más detenimiento. Realmente era muy guapo; ese salvaje cabello negro caía enmarcando su cara de piel tan blanca e inmaculada, su nariz recta y hasta su mentón cuadrado e imponente evidenciaba su espíritu de lucha, como un guerrero de leyenda. Sus pestañas eran increíblemente largas, y a juzgar por el movimiento incierto de sus cejas, estaba soñando algo preocupante. Le apoyó la mano en la mejilla y lo tranquilizó, la respiración del muchacho se volvió imperceptible y ligera. Sus manos hicieron presión al apresarla un poco más contra su cuerpo…
−¿Asuna? -sonó una enojada voz femenina desde atrás –¿Qué diablos se supone que haces?
Ella se volvió sorprendida viendo a Alice con su capa azul parada en el césped, y sosteniéndose el pecho. Se notaba que se había hecho una carrera para llegar hasta ahí, pero ella ni siquiera la había oído. Antes de que pudiera ponerse de pie, distinguió la imponente silueta de Kazuto que en menos de un parpadeo se ubicó frente a ella enseñándole los colmillos y plantando sus pies en la tierra de modo amenazante.
−¡Kazuto no…! ¡Ella es mi amiga! −llegó y se detuvo entre ambos. La rubia había sacado su pequeña magnum de la cintura y nerviosa lo apuntaba −Alice no lo hagas por favor, él es mi amigo. No va a hacerte daño…
−¿Por esta cosa te escapabas de tu casa…? −aventuró sin poder creerlo examinándolo de arriba a abajo pese a su expresión intimidante que no había mermado ni un poco pese a la intervención de la pelirroja −¡Pero si está a punto de comerme…!
−No almuerzo personas…
−¡Dios mío hasta puede hablar! −Alice bajó el arma cuando Asuna la abrazó con fuerza.
−Por favor no le dispares, él es bueno… −susurró en el oído de su amiga con intensidad −Por favor, Alice…
La aludida resopló −Al no verte decidí volver al pueblo, y Rinko me preguntó si estabas conmigo… ¡Tuve que mentirle y le dije que estabas en mi casa…!
−Lo siento.
−¿Y toda esa mentira del bolso que perdiste era para esto?
−¡Lo siento, en verdad lo siento!
Kazuto se rascó el cuello al ver al par de chicas hablando en cuchicheos, se cruzó de brazos y se sentó en sus talones mientras su cola se movía lentamente analizando la situación.
−¿E-Es un perro…?
−¡Soy un lobo…! −bufó indignado alzando las orejas, soltando un gruñido ante la expresión asombrada de la muchacha rubia.
Asuna tomó la mano de su amiga y se acercó a él quien inmediatamente se incorporó meneando la cola −Ella es Alice…−señaló a su acompañante −Alice, él es Kazuto…
−Pero puedes llamarme K…
Asuna lo miró sorprendida y apretó los labios sin saber porqué.
Alice se inclinó en un gesto desconfiado, se volvió a la pelirroja −¿Entonces ya podemos irnos?
La pelirroja lo miró de soslayo notando que este le devolvía el gesto.
−Será mejor que vayas si te necesitan.
Ella asintió −Mañana vendré a almorzar contigo, Alice me ayudará…
−¡Hey!, ¡yo no di mi consentimiento para nada! −protestó la nombrada.
Asuna no supo cómo despedirse, así que poniéndose en puntas de pie revolvió el cabello del joven, el cual ante el gesto meneó alegremente su larga cola cerrando los ojos con placer.
−Te espero mañana Asuna.
…
…
…
…
−En realidad no puedo creer que te encontré durmiendo con un chico lobo…
−Dicho así suena horrible, Alice− protestó la pelirroja acomodando la capa roja sobre su cabello sintiendo que la temperatura había descendido horriblemente.
−Solo digo lo que vi −volteó a verla con las cejas rubias en alto −¿Cuándo lo conociste?
−Ayer…
−¿¡Y ya tan confiada te echas a dormir junto a él…!?
Asuna se sonrojó como un tomate −No lo entenderías… −se apretó las manos bajo la capa de lana −Alice ¿tú crees que él tenga que ver con el asesinato de Rika?
−¿Estas bromeando? Ese lobo parece vegetariano… aunque en lo que se refiere a ti… −esbozó una sonrisa burlona −Creo que te ha reconocido como su ama.
−¡Ni digas cosas tan vergonzosas!
Alice soltó una risita que contagió a su compañera, y al doblar una esquina la solemne silueta vestida de gris les salió al encuentro haciendo que ambas se detuvieran y callaran de inmediato. El rostro serio de Kayaba se veía más grave y parco de lo normal.
−¿Tienes idea de la hora que es? Rinko está muerta de preocupación por ti…
−Lo siento, señor −Alice tomó la palabra haciendo una pequeña reverencia ante su superior −Estábamos en mi casa y se nos fue la hora…
−No es contigo Alice −la voz del caballero salió fría como un trozo de hielo −Asuna entiende perfectamente lo que estoy diciendo. La insubordinación no es algo que toleraré en mi escuadrón…
La pelirroja se alejó de su consternada amiga y se inclinó ante su padre adoptivo, por la acción la capucha cayó de su cabeza revelando su largo y hermoso cabello anaranjado −Lo siento mucho señor, no volverá a ocurrir.
−Ve a la casa −dijo inerte.
Alice miró a su amiga con tristeza mientras esta sin voltear emprendía el camino hasta su hogar.
−Es demasiado duro con ella −acotó sin importarle que estaba dirigiéndose hacia un principal con demasiada familiaridad.
−No te metas en lo que no te concierne, Schuberg.
La muchacha se mordió el labio para no decir algo impropio que le acarreara más problemas, y tras la pequeña reverencia se alejó en sentido contrario.
Apenas se vio solo, Akihiko Kayaba se despeinó el cabello y maldijo internamente.
…
…
…
…
−Te perdonaré si me dices que estabas con Eugeo…− Rinko sonrió cantarina peinando el cabello color mandarina de su hija.
Ella infló las mejillas con rubor −Estuve con Alice toda la tarde.
−¿Sabes? No vamos a enojarnos si confiesas que estuviste con ese muchacho… Yo creo que en cualquier momento vendrá a hablar con Akihiko para pedir tu mano… él le tiene gran aprecio.
Asuna se estremeció ante sus palabras y la miró deteniendo la acción del cepillo −E-Eso no puede ser cierto…
Pensó en Alice y el corazón se le estrujó de modo doloroso.
−¿Qué es lo que no puede ser cierto? −la profunda voz de Kayaba interrumpió la charla entre ambas mujeres.
La chica se puso de pie, su lacio cabello caía hacia abajo mientras inclinaba la cabeza en respeto.
Rinko tomó la palabra −Estoy confiándole a Asuna nuestras sospechas de que Eugeo vendrá en cualquier momento a pedir su mano.
−Oh, es cierto, aunque el muchacho sabe que no lo tendrá fácil.
−Oh por favor no seas injusto, es un buen chico. La niña no podría estar en manos de alguien mejor −la dama ayudó a su esposo a quitarse la capa y la colgó en el perchero de madera que estaba a un lado de la ventana −Además harían una bonita pareja ¿No lo crees así, cariño?
Kayaba miró a la joven en cuestión notando como apretaba los puños manteniendo su actitud. se quitó los anteojos.
−¿No estás de acuerdo?
−Soy muy joven como para casarme −murmuró con un hilillo de voz.
−En eso te doy la razón, aun tienes mucho que aprender. ¿Acaso no te gusta ese muchacho?
Era el colmo del bochorno para Asuna −Eugeo es mi amigo, n-no puedo verlo de otra forma…
−Mucho mejor si es tu mejor amigo −añadió Rinko sonriendo encantada.
Kayaba no respondió se sentó a la mesa y se sirvió un vaso de agua. Su esposa volvió a la cocina y comenzó a sacar los platos para servir la cena.
−Iré a dar de comer a los caballos…−se excusó la pelirroja dirigiéndose hacia la puerta.
− Solitarious ya se encuentra mucho mejor, tan solo fue una herida superficial −comentó el caballero mirándola de soslayo.
−No te demores demasiado Asuna, la cena ya está lista.
−Será solo un momento −abrió la puerta y salió al exterior.
Ya era noche cerrada y se veía en el cielo invernal la luna llena inmensa y majestuosa que emitía su luz plateada, delineando los techos de las casitas campestres y las copas de los árboles.
Cubriéndose los brazos y maldiciendo el frío que le aguijoneaba la piel, entró al cobertizo como todos los días para alimentar a los animales. El ligero olor metálico se metió de nueva cuenta en su nariz al entrar, los caballos relincharon inquietos al oírla, y cuando se dio la vuelta portando el cubo de cereal en sus manos, vio el bulto pequeño envuelto en el heno, en el mismo lugar donde apareció Rika días atrás.
A la difusa luz de la luna que entraba por la puerta entreabierta, advirtió el río carmesí que llegó hasta sus botas, y profirió un grito agudo cuando descubrió la cara destrozada de otra muchacha. Sus pupilas azules abiertas la veían con precisión, pero aunque sus ojos estaban abiertos desmesuradamente era obvio que su alma ya no estaba ahí.
Volvió a gritar y dejó caer el cubo desparramando el cereal que lentamente se embebió en sangre. Era Suguha, la joven asistente del doctor Sugou. Hija de una pobre familia de granjeros a la que ella solía enseñar en sus tiempos libres antes de entrar a formar parte de la orden de patrulla dentro del pueblo. Suguha había sido una buena amiga, y aunque ahora no se hablaban mucho guardaba gratos recuerdos de cuando eran más pequeñas.
Retrocedió en shock hasta que su cuerpo chocó contra algo tibio que la sacudió levemente.
−¿Qué te pasa Asuna? −la voz irritada de su padre adoptivo la contuvo algunos segundos, hasta que este fue consciente del espectáculo cruento que sucedía ahí dentro. Cubrió a la temblorosa muchacha con sus brazos y la apretó contra su pecho −Ve a la casa, y no salgas de ahí ¿me escuchas?
Asuna aún seguía lela temblando involuntariamente.
−¡Ve a la casa y quédate con tu madre! −le insistió empujándola hacia afuera.
Asuna caminó hacia su hogar en trance, pero en lugar de abrir la puerta, rodeó la vivienda por detrás y emprendió una loca carrera hacia el bosque.
Eran cerca de las diez de la noche cuando atravesó los arbolillos que cubrían la entrada de ese inmenso agujero negro, no sintiendo el frío, ni las correntadas de viento helado que echaban su cabello suelto hacia atrás. Solo su corazón galopaba trémulo con la única meta de encontrar a su amigo.
…
…
…
…
Cayó de rodillas sobre el césped lleno de rocío e inclinó la cabeza buscando recuperar el aliento y las fuerzas.
−¿Asuna que haces aquí a estas horas? −la voz de barítono que conocía a la perfección se oyó con preocupación −Es peligroso estar de noche en el bosque…
Ella alzó la cabeza y lo miró, sus ojos inmersos de lágrimas la hacían lucir muy vulnerable. Kazuto estaba de pie vistiendo de negro, solo sus pupilas de acero eran visibles en esa oscuridad intrincada. Como esa noche que se encontró de lleno con él cerca del hogar de Ryoutarou.
−Estás temblando…−comentó con preocupación quitándose la capa y arropándola con ella. Pero la joven seguía sin proferir palabra. Parecía una muñeca de trapo dejándose vestir.
−¿Qué pasó? −la sacudió −¿Qué tienes…?
−Asesinaron a otra chica… la… la destrozaron… cruelmente… solo quedaba la mitad de ella…
−¿Y crees que fui yo? −adivinó con saña.
−N-No… es que… −se echó a llorar desconsoladamente escondiendo el rostro entre las manos −¡Y-Ya… ya no sé qué pensar…! ¡Q-Quiero que… que esos recuerdos dejen de atormentarme…! ¡P-Parece que todo lo que alguna vez tuvo contacto conmigo se desvanece de modo siniestro...!
Kazuto la cubrió con sus brazos apegándola contra su pecho, sintiendo como su frágil humanidad temblaba como un pajarillo asustado. Apoyó el mentón en su cabeza descubierta y compartió su silencio por varios segundos.
−Jamás haría algo que pudiera dañarte indirectamente…− susurró contra su cabello −Te cuidaré, así como tú me cuidaste en el pasado…− eso último lo dijo tan leve que ella no lo escuchó. La separó de su cuerpo y tomando su rostro lloroso en sus manos, limpió las lágrimas con su lengua, una y otra vez, hasta que la joven fue consciente de lo que hacía, y lo retuvo apenada.
−No hagas eso.
−Es mi forma de consolarte, no me gusta verte llorar porque tienes un dolor tan profundo que no puedo curar…
Asuna sonrió débilmente ante sus palabras. Los ojos acerados de Kazuto brillaban con tanta intensidad en esa noche de luna llena, que no pudo evitar conmoverse por sus palabras.
−Debes regresar a tu hogar, tu familia ha de estar preocupada…− le dijo con suavidad.
−No quiero volver allá −colocó sus manos sobre las de él que acunaban su rostro. Sostuvo sus ojos al preguntar −¿Puedo… puedo quedarme contigo esta noche…?
Kazuto parpadeó confuso, luego su cola se movió alegremente al igual que sus orejas −Por supuesto.
Asuna volvió a sonreír, esta vez con alivio genuino. Y Kazuto volvió a lamerle la mejilla con lentitud ante su expresión desconcertada.
−¿Por qué fue eso? Ya no estoy llorando…− bromeó ampliando el gesto.
−Lo sé, es que te veías demasiado linda y no pude evitarlo.
Ella se sonrojó y bajó sus ojos solo un segundo, antes de mirarlo dubitativa −Hay otra forma de mostrar cariño…−él parpadeó con atención instándole a que se explicara −Un beso…− susurró con bochorno.
−¿Un beso? −repitió sin comprender.
−Sí... de esta forma −y tomando el rostro del atento muchacho se puso en puntas de pie para alcanzar su mejilla, pero a milímetros del contacto Kazuto sintió la imperiosa necesidad de girarse, recibiendo con asombro la temblorosa caricia de la chica en sus propios labios.
Y pese a la equivocación ninguno se movió. Sus siluetas pronto se unieron al extremo que parecían una sola bajo la inmensa luna llena que los bañaba con su suave fulgor plateado.
Nota:
Bueno, aquí traigo mi tardía contribución al reto de San Valentín de los cuentos de hadas. Si alguien no lo comprendió, el cuento que yo elegí es 'Caperucita Roja' en verdad la semana pasada y esta fue caótica por cosas que a nadie le interesará saber… pero hey! Aquí está.
Pido perdón a las chicas del grupo del Face que las adoro y las amo, y les agradezco tanta paciencia y apoyo para terminar esto. Chicas esta historia (loca, como no podía ser menos viniendo de mi desquiciada musa) es de ustedes. Nació gracias a ustedes!
Cuántos capítulos tendrá? No lo sé! Porque mi mente ideó un dramón gigante, de tragedia, y romance que no sé bien donde terminará esto… Creo que si no mato a Asuna en Blood terminaré asesinándola aquí xDDD
Bueno… gracias por leer.
Comentarios se agradece ^^
Sumi Chan~
