Declaimer: Ninguno de los personajes de Digimon me pertenecen. Esto lo hice por mero entretenimiento y sin fines lucrativos.
Advertencia: Esta es una historia en la que se ensalza a la primera temporada de Digimon sobre las demás. Este es mi primer fic.
Llevo 13 años desarrollando esta historia que tuvo como inspiración a el juego conocido como Digimon Rumble Arena para la PSOne.
"[...] no tengo vocación ni virtud de narrador, ignoro por completo las leyes de la composición dramática, y si me he embarcado en esta empresa es porque confío en la luz de lo mucho que he leído en la vida". Gabriel García Márquez.
I
Corría el primero de agosto en Odaiba, Japón. La ciudad empezaba a experimentar el cambio de rutina que trae consigo las vacaciones de verano. El sol del medio día junto con una brisa refrescante invitaban, a disfrutar del clima saliendo a las calles a pasear y divertirse; por lo que los parques recreativos estaban repletos de niños sonrientes jugando y socializando.
En uno de los balcones, de uno de los tantos edificios departamentales de la ciudad, se encontraba una niña de unos ocho años, tez blanca, cabello corto y castaño, y ojos color rubí. Tenía las manos apoyadas en el barandal, su mirada se dirigía y perdía en el horizonte; sus pensamientos la habían separado del mundo terrenal. Cuando de repente se oyó un estruendoso ruido al interior de la habitación.
Dentro observo una pila de cajas tiradas y debajo el cuerpo de un niño de 12 años.
—¿Qué te pasó hermano? —preguntó la niña llena de curiosidad.
—Estaba buscando la copia de lo foto que nos tomamos con los muchachos hace un año. Estoy seguro que la deje dentro de una de estas cajas, pero cuando quise bajar una accidentalmente las demás se cayeron sobre mí —respondió el hermano con un poco de dificultad debido a los golpes que se había dado.
La niña comenzó a ayudar a su hermano a levantarse. El joven era de tez morena y su cabello, color castaño oscuro, no tenía una forma común; estaba desarreglado como si acabara de levantarse de la cama. Sus ojos, castaños también, se dirigieron a su hermana y preguntó:
—¿Qué estabas haciendo afuera Kari? Sabes que en verano te tienes que cuidar más, no quiero que te enfermes y menos hoy que quedamos de vernos con los muchachos.
—Estaba viendo el cielo —contesto Kari con un susurro.
En ese momento se escucho la puerta del departamento abrirse seguida del grito de una mujer: —¡TAICHI KAMIYA ¿POR QUÉ DEJASTE TU EQUIPO DE FÚTBOL TIRADO EN LA SALA?!
Inmediatamente el tono de la cara de Taichi, o Tai para sus amigos, se torno azulado y empezaba a sudar a mares.
—Enseguida las recojo mamá —dijo Tai, pero antes de salir de la recamara se detuvo y con una voz preocupada preguntó—: ¿Te sientes bien Kari?
—La verdad hermano es que tengo un mal presentimiento —este comentario hizo que Tai cambiara la expresión de su rostro a uno serio. El año pasado había aprendido que su hermana era especial, tenía una luz que la hacía única y diferente de los demás, y el hecho de que tuviera un mal presentimiento lo hizo preocuparse, agregado a que ella no solía expresar su sentir para no preocupar a los demás. Pero inmediatamente recordó que estaba metido en problemas y decidió hacer lo que le había dicho a su madre.
—Eres muy bueno para hacer desastres hermano —comentó Kari, ambos caminaban por la banqueta de su edificio. Tai con las manos detrás de la cabeza sólo pudo contestar con un quejido, no tenía como defenderse, el haber dejado su balón de fútbol y la maleta abierta en la orilla del sillón; cuyo contenido se había dispersado por todo el piso de la sala, y la pila de cajas que dejó en su cuarto eran suficientes pruebas para sostener el argumento de su hermana.
Se dirigían a un parque cercano en el que se reunirían con sus compañeros de aventuras para celebrar el primer aniversario de su viaje, en el verano de 1999, a un mundo de ensueño, en el que conocieron a unas criaturas llamadas digimons y con quienes salvaron ambos mundos: el digimundo de donde, lógicamente, son los digimons y el mundo real en donde viven los humanos. Su participación fue crucial para llevar a buen término dicha tarea, pues al ser los "Niños elegidos" eran los únicos que podían solucionar las alteraciones dimensionales.
Al arribar al lugar de encuentro pasó algo completamente inusual: eran los primeros en llegar. Era inusual porque Tai tenía la fama de llegar algo tarde a cualquier lado. Así que decidieron esperar bajo la sombra de un árbol. No pasaron ni cinco minutos cuando sintieron la presencia de una persona. Era el pequeño Takeru, T.K., Takaishi, un niño de nueve años, de piel blanca, cabello rubio y ojos azules. El tiempo había hecho su tarea con el chico quien había crecido considerablemente en los meses que no se habían visto.
—Hola, ¿cómo han estado? —preguntó el recién llegado.
—¡T.K. es un gusto verte de nuevo! —le respondió Tai. Mientras Kari sólo atinó a decir un simple "hola" acompañado de un movimiento de mano y una tierna sonrisa en su rostro en señal de saludo.
—No pensé que fueras a venir solo T.K. —comentó Tai, pues era bien sabido que debido a su corta edad, su mamá o hermano no lo hubiesen dejado ir sin compañía por la calle.
—No vine solo, mi mamá me trajo al parque, pero se quedo hablando con mi hermano, hace mucho que no lo veía y yo decidí adelantarme a ver si ya había llegado alguien— respondió el pequeño.
—Entonces Matt ya llegó —mencionó Tai.
En ese momento la tierra empezó a temblar, la primera reacción de Tai, fue proteger a los dos infantes que lo acompañaban, pero un sonido hizo que los tres dirigieran sus miradas al suelo notando que, a diez metros delante de ellos, se había formado, en el piso, una grieta de una gran longitud, como si hubiese partido a la mitad la tierra, de ella una barrera de color turquesa había brotado; haciendo que dejara de temblar.
Inmediatamente Tai revisó que su hermana y amigo estuvieran bien, para posteriormente dirigirse hacia la extraña barrera. En el momento que estuvo delante de semejante fenómeno pudo notar que del otro lado se podía ver el resto de la ciudad. A simple vista todo parecía normal, pero un algo hizo que su rostro se mostrará sorprendido. Ahí, en un anuncio publicitario, cerca de una parada de autobús, se podía ver que pertenecía al año 2003. Pero lo que más le sorprendió fue ver aparecer frente a él una silueta de un muchacho, de su misma estatura y con facciones parecidas a la de él, exceptuando que la forma del cabello era completamente diferente. Pero lo que definitivamente llamó su atención fueron los lentes de aviador que portaba en la cabeza la silueta. Eran idénticos a los que él llevaba colgados en el cuello junto con una banda de color azul marino.
—¿Taichi? —dijo la sombra ante la sorpresa de Tai, cómo sabía ese ser su nombre.
Pero de repente una luz salió del bolsillo de su pantalón. Al introducir su mano sacó su dispositivo digital (mejor conocido como digivice) un pequeño artefacto tecnológico color blanco, con una pequeña pantalla en su centro. Del artefacto salió un humo color blanco que formaron el contorno de un rostro humano.
—Disculpa mi intromisión y mis modales, pero en este momento no puedo presentarme pues el tiempo apremia. Sólo puedo decirte que el digimundo se encuentra en peligro y si no hacemos algo pronto el mundo de los humanos también perecerá. Así que necesito teletransportarte para que nos ayudes a salvarnos de la catástrofe que se nos avecina, pero no puedo hacerlo en contra de tu voluntad. Así que, ¿aceptas? —preguntó ese extraño ser.
Tai miro hacia atrás y vio a T.K. junto con su hermana. —T.K. te pido por favor que cuides de Kari.
Dirigiéndose al ser de humo sólo dijo: —Acepto —No había meditado demasiado en su decisión, ya que no era su estilo. Además, la situación no lo permitía.
Lo siguiente que vio Tai fue una luz cegadora y sintió como su cuerpo se hacía más liviano, y mientras se sumergía en ese mar de calma escuchó distintas voces gritar su nombre.
