Título: Cada mañana.

Resumen: Merlín nunca había notado antes cómo es que su príncipe era capaz de resplandecer cual mañana de primavera. Si leyera sus pensamientos, Arturo le diría que no fuera una niña.

Aviso: Este fic participa en el Minireto #1: "Junio Colorido" del foro Un Pequeño Rincón.

Color: Amarillo

Significado: Resplandor

Cada mañana

Cada mañana Merlín era feliz. Bien, puede ser que se esté quejando de alguna que otra cosa, ¡Pero estaba en su derecho! Tenía un príncipe incompetente a su cuidado y muchas tareas asignadas que eran un dolor de trasero.

Volvamos a empezar. Nos habíamos quedado en que las mañanas eran muy felices para Merlín, porque no había cosa que lo pusiera de mejor humor que el resplandor del sol. El brillo de la estrella le recordaba a cuando estaba haciendo magia, poderosa y natural, que fluía libre como agua o, en todo caso, fuego.

A veces había algo raro en su interior: extrañaba. ¿Alguna vez vieron a un animal salvaje reprimir sus instintos más primarios? ¿No? Bueno, así se sentía Merlín cuando reprimía su impulso por hacer magia.

Aunque tenía cierto malestar, Merlín descubrió que era más fácil dejar de extrañar su magia si pasaba tiempo con Arturo. A pesar de que su príncipe fuera… un cabeza de chorlito, para resumir.

Esa mañana tan resplandeciente y preciosa de primavera, con una bandeja llena de alimentos para su señor, Merlín abrió la puerta sin delicadeza para pasar sin preguntar a los aposentos de (un muy dormido) Arturo.

— ¡Muy buenas mañanas! El sol ya salió. ¡A levantarse, dormilón!

El brujo escuchó las quejas y gruñidos restándole importancia mientras abría las cortinas de la recámara y observaba como todo se llenaba de luz. Pero cuando Arturo se sentó en la cama, con su cabello dorado todo desacomodado y una cara de muerto viviente Merlín se quedó mudo, petrificado, observando cómo resplandecía, como el sol, como la luz, como todo lo majestuoso de Camelot, como el escudo del reino: Pintado de rojo fuego y sangre y de amarillo cegador, brillante. Casi doloroso.

— ¿Qué te pasa? Estas sonrojado y pareces una mujercita, Merlín. ¿Hola? ¿Merlín? ¿Necesitas una invitación para volver a la realidad y contestarle a tu futuro rey o prefieres quedarte en las nubes?

Ni siquiera soltar estupideces hacía que la imagen de Arturo tuviera menos impacto en el mago: El rubio solo necesitaba ser él mismo para resplandecer, sin importar que estuviera en una batalla o en la misma cama burlándose de su sirviente.

— Alguien amaneció hambriento y de mal humor, pero yo tengo la solución. — dijo acercándose hasta él con la bandeja de plata en sus manos, sorpresivamente, sin iniciar ninguna pelea.

Justo hoy no tenía ganas de pelear. Sólo deseaba contemplar.

En ese momento se preguntó para qué demonios necesitaría Arturo una corona, si no iba a ser lo suficientemente brillante, si no iba a resplandecer más que Arturo.

Nada podía resplandecer más que Arturo.