¡Hola! Estoy bastante emocionada. ¡Este es mi primer Mystrade! Y es increíble por que nunca pensé que escribiría algo que no fuera Johnlock. En realidad tiene un poco de Johnlock, pero... ya es un avance.

Este fic tiene mucha investigación y mucha inspiración. Justamente estaba pensando en unas galletas y en lo emocionante que es integrar comida a los relatos cuando se me sorteo este tema. Me gusta mucho la cocina, sobre todo la pastelería. No soy una experta en eso de las recetas, pero cuando leí de que iba mi reto me entusiasme. Hornear es un arte, y tiene algo de magia y algo de química. Es algo que me gusta mucho.

Recomiendo consumir este relato con el estómago lleno, de lo contrario, con toda probabilidad terminaran con hambre, como yo mientras escribía. Tenía que consumir algo, por que solo de ver fotos de los postres mencionados me daba hambre. Y cuando menos me daba cuenta ya tenía una galleta en la boca y llenaba el teclado de migajas de pan, galletas y otras cosas.

Todos los postres aquí mencionados existen, además de ser parte de la gastronomía típica de la Gran Bretaña. Y cada capítulo es nombrado como un ingrediente o una instrucción para preparar un pastel de ás modifique un poco las cantidades, para darle sentido a que parte de la historia se desarrolla. Como mención especial, uno de estos postres aparece consumido por Mycroft en "The Abominable bride".

Disclaimer: Los personajes aquí me presentados no me pertenecen. Le pertenecen a Conan Doyle y en la versión de la BBC a Steven Moffat y Mark Gatiss. Si los personajes me pertenecieran, Mycroft sería afecto al pollo con mole y Lestrade desayunaría tamales o algo así. O tal vez le pediría prestada su sombrilla a Mycroft.

Como siempre, las sugerencias y comentarios son bienvenidos. Y si encuentran un postre que les encante, también eso es bienvenido en la sección de los comentarios.

Este fanfic participa en el Rally "The game is on!" del foro I am sherlocked, para el equipo "Nicotine Psychopath"("No soy una psicópata soy una adicta a la nicotina"). Reto 2: Profesiones.


"1 taza de harina"

Greg Lestrade al fin había cumplido su sueño. Después de separarse de su compleja esposa, pedir un año sabático de su estresante trabajo como detective y juntar todos sus ahorros había abierto una panadería. Lo más gracioso del asunto es que había rentado un local sobre Baker Street*, sin intención alguna claro, pero era lo que más le acomodaba.

Al principio le había resultado un poco penoso admitir en voz alta que uno de sus sueños frustrados era ser panadero. Pero le tenía mucho aprecio a esa profesión. Su padre había sido un éxitoso patisserie* y el había crecido con el delicioso aroma de el pan recién horneado y la mantequilla derritiéndose inundando sus fosas nasales. Aun recordaba con claridad las navidades en donde el olor se mezclaba con el pavo en el horno. Siempre que olía a algo dulce para él era una tortura, puesto que a su mente acudían los recuerdos del azúcar con sabor a su hogar. Él añoraba esos momentos y cuando era joven había deseado de todo corazón que en el té de la mañana, su sueño de repostero se derritiera con el dulce aroma a victoria; pero cada vez que le comentaba la situación a su padre, este le decía "Greg tienes que estudiar una carrera, tienes el suficiente cerebro como para ser alguien". Su padre no consideraba algo digno de alguien tan inteligente terminar embadurnado de harina y con olor a chocolate todo el tiempo. Pensaba que el hacer pasteles no era una profesión seria. Los hacía amor pero siempre se quejaba de que era "demasiado trabajo". Que nunca iba a ir a ninguna parte solo horneando.

Una noche, cuando su padre estaba trabajando arduamente en el pastel de cumpleaños de su madre, entraron al pequeño local que tenían unos ladrones a intentar robarse el dinero de la caja. Su padre, si bien tenía el carácter fuerte, siempre había sido una persona muy centrada y por más que no se había rehusado al asalto; los criminales en un ataque de pánico habían terminado por matarlo. Eso era lo que había convencido a Greg de que quería ser policía, de alejarse de toda esa azúcar y ese dulce. El buscar justicia para su padre, el buscar justicia para todas aquellas personas que no podían defenderse y que se levantaban muy temprano en la mañana a ganarse el "pan de cada día". Ya no quería más que seguir el consejo de su padre y convertirse en alguien útil.

Al principio de su carrera como detective se sentía bien, creía que estaba haciendo un trabajo estupendo. Luego, un amateur había demostrado que, con menos recursos y preparación, podía resultar mejor en su puesto. Y le dio envidia, pero también le hizo preguntarse si el camino que había elegido era el correcto. Si no era conveniente volver a su antigua pasión de hornear. Así que decidió darle un aire fresco a su vida y puso manos a la obra a su sueño.

Afortunadamente, siempre que tenía tiempo libre cocinaba en su casa. Esa había sido una de las razones ridículas por las que su mujer lo había dejado. Ella solía decir "usas mejor tus manos para amasar que para acariciarme". Él sabía perfectamente que solo se trataba de la envidia que le producía cada vez que probaba una de sus recetas.

Había compartido su talento repostero con algunos de sus colegas en Scotland Yard, claro sin que estos se enteraran, pero dar el paso para poner a prueba todas sus habilidades aun le hacía latir el corazón con una mezcla de orgullo y ganas de esconderse. Siempre había dicho que todos los postres y galletas los cocinaba su esposa, por eso algunos no habían podido entender como es que había pedido el divorcio. Curiosamente, fue uno de esos comentarios el detonante principal."¡Si todo esta riquisímo!" Había dicho Anderson. Y ahora, ahí estaba.

Desde que había abierto su pequeño local, Greg se levantaba temprano cada mañana a hornear. Tenía dos horarios para hacer pan y en la mañana elaboraba unos cuantos pasteles; pero por la temporada navideña se veía obligado a hornear un poco más. El local era pequeño, pero se sintió orgulloso cuando un café, situado más arriba de la calle empezó a pedirle algunos de sus productos para servirlos. Estaba otra vez en activo. No de la misma manera que todo imaginaban, pero cada vez que veía una charola con galletas que despedían un olor a calma no le importaba el que dirán.

Estaba considerando en contratar una ayudante, por que no podía con la carga de trabajo, cuando lo vio entrar. Por la puerta de establecimiento entro el hombre más elegante y peculiar que podía entrar en una panadería. Destacaba entre tanto olor a azúcar por su porte que destilaba más a una personalidad amarga.

―Disculpe, ¿vende plum pudding*?―Preguntó el hombre con un aire ciertamente altanero. Era alto, pelirrojo y se notaba que trabajaba en algo importante. Por alguna extraña razón a Greg se le hizo conocido, pero juraba que era la primera vez que lo veía. Y no quiso seguir haciendo preguntas, eso lo devolvería a su antiguo modo de detective. Así que decidió contestar:

―Si, pero en este momento no tengo. Solo lo hago por pedido, ya sabe, por las fechas...Tal vez prefiera otra cosa. Por ejemplo, si necesita algo con sabor casero, tengo tartas de fresa, piña y manzana. Las tartas son una buena opción en lugar del plum pudding ―El plum pudding no era difícil de hacer, era solo una mezcla de masa, nueces y otras coas por el estilo, pero si algo elaborado para ser algo que se tuviera siempre a la mano. Además el sabor era demasiado cargado para los niños,que eran los clientes habituales, mismos quienes preferían el chocolate. Pero Greg sabía que, con la temporada, alguien inevitablemente lo llegaría a pedir, así que se había preparado con antelación y tenía las cosas a la mano por si se presentaba la oportunidad de hacer ese postre casero.

―Si, de hecho me llevaré una de manzana y una de fresa. También un muffin de chocolate, ¿Ese de ahí qué es? ―Greg no podía dejar de ver al hombre. Creyó que era un inspector de sanidad y de repente estaba ahí, como si nunca hubiera entrado a una panadería, comiéndose con los ojos todo lo que veía. Era la imagen más contrastante, alguien serio que tenía fanatismo de niño por los dulces. Hasta pensó que podría tratarse de una broma organizada por sus antiguos compañeros de trabajo, pero esa era una suposición muy a la antigua escuela. Prefirió despachar el muffin y contestar normalmente:

―Un parfait* de galleta de chocolate ― Lo miraba muy atento en espera de un gesto que lo delatara.

―Bien, ese también me lo da. Media docena de croissant*, y dos docenas de galletas de mantequilla―Conforme señaló todo, Greg lo fue envolviendo. Se preguntó como se sentiría la familia del inspector de sanidad comiéndose todo eso y estuvo a punto de preguntarlo. Quería ser amable, pero le daba un poco de pánico el hombre elegante.

―Aquí tiene señor. Disculpe, ¿Quiere hacer el pedido del plum pudding? ―Greg estaba impresionado. Era una calle muy transitada, pero había algo particular en esa persona que le hacía pensar a cantidades iguales que lo conocía y que jamás en su vida había visto a alguien así. Una mezcla de peligro y sensatez muy extraña.

―Si, de hecho lo espero mañana a esta hora. No me defraude― Le había mencionado un pudin navideño a unos días de noche buena como si fuera un asunto de seguridad nacional. Esas maneras hoscas le recordaban a alguien, quizás de algún sitio que frecuentaba de antaño, pero no lograba recordar o unir los puntos de como era posible que conociera a alguien tan peculiar. Le sorprendió la rudeza del trato del "inspector sanitario" (así le diría de ahora en adelante), pero cuando le entrego una tarjeta de crédito negra prefirió guardar silencio. Clientes eran clientes. Así que entregó la mercancía con una sonrisa que no se reflejo en el hombre de negocios que en ese momento estaba mirando un poco alterado la pantalla de su celular. Y cuando entregó la bolsa con en "buen día" no recibió respuesta.

En fin, no se podía hacer mucho. Así que, prefirió continuar con la rutina. Antes de irse se dedico a realizar las preparaciones para el plum pudding que hornearía mañana. Si dejaba reposar un poco el contenido siempre tomaba mejor sabor. Aunque el secreto de esa receta radicaba en que su padre lo solía servir con una salsa que mezclaba el brandy y el chocolate. Era su parte favorita de las navidades, eso no cabía duda. No estaba muy seguro por que pero, ese pedido era una de esas cosas que se habían convertido en su prioridad. Quería dejar una buena impresión con esa receta, para al menos, tener la oportunidad de cocinar un poco de ese bello recuerdo para la noche buena.

A la mañana siguiente, hizo rápidamente sus pedidos habituales y le dedico toda la energía del pedido. Era la primera vez que hacia el pudin para vender, más que para su familia, por eso cada vuelta a la harina se recodaba que, a pesar hallarse solo, el había tenido una familia que siempre lo había acompañado. Y con esas ganas de que, quien comiera ese pastel no se sintiera solo, lo horneo.

Exactamente a la misma hora del día anterior entro el hombre trajeado para recoger su pedido. Igual de seco, igual de apremiante e igual de arrogante. Pero Greg sonrió por que vio el brillo en sus ojos azules, ese que decía " Me siento feliz. Me siento en casa".

No sabía si el postre le agradaría al trajeado, pero tenía confianza en que su recete funcionaría y que ese hombre no volvería a sentirse solo.


*Baker Street. Literalmente "Calle del Panadero". En realidad la calle toma ese nombre por "William Baker".

*Patisserie. Pastelero. Son especialistas en pastas, pasteles y dulces.

*Plum pudding. Mejor conocido como "pudin de navidad". Es un postre inglés hecho a base de ciruelas, frutos secos y otras cosas similares.

*Parfait. Postre helado servido en copas altas. Combinación de frutas y helado.

*Croissant. Creciente en francés. Pan con forma de luna creciente.