Mini fic sobre Effie Trinket y Haymitch Abernathy.

Los personajes no me pertenecen, son de la autoría de la genial Suzanne Collins


Levanta la cabeza y enfrenta la verdad

- ¿Jura decir la verdad y nada más que la verdad ante el nuevo gobierno democrático de Panem?

Una mirada celeste y vacía dispara el veneno que le queda – Lo juro.

El eco de la voz ronca de la ex escolta se va disipando dentro de la estancia, todos guardan silencio mientras que el recién juez de la corte de los rebeldes toma asiento en el estrado, aquel que hace semanas sentenciaba a muerte a otros rebeldes que juraban traición al Capitolio.

Effie Trinket, por su parte, solo se dedicó a examinar el recinto con cautela, pero con una mirada fría y penetrante que se aleja por mucho de lo que era hace un año, cuando se convirtió en la escolta más famosa de Panem tras la victoria de los amantes trágicos del Distrito 12.

Por ser del Capitolio y haber trabajado para los Juegos del Hambre, la mujer se perfiló como una traidora directa a las causas de la revolución, aún cuando formó parte del equipo del doce y en las pantallas del país veían como ella acompañaba, junto con el mentor Haymitch, a los adolescentes en su gira como vencedores. Aun después de los posteriores preparativos del tercer Vasallaje, en el que los chicos volvieron a ser seleccionados tras el anuncio del presidente Snow.

Ella nunca llegó a pensar que su desempeño con los muchachos le iban a jugar una mala pasada y que su esfuerzo por mantenerse de su lado no bastaría. Effie nunca imaginó que las terribles pesadillas que los vencedores tenían tras ganar los juegos las podría vivir en carne propia. Ella nunca pensó que estaría ese día ahí, parada en medio de una gran sala y rodeada de escoltas, soldados y aliados de la revolución, para juzgarla por traición a la causa. Por nacer en esta parte del país tendría que pagar las consecuencias.

Trata de ordenar sus ideas mientras que el juez lee un tratado que seguro viene junto con la "Nueva Nación". El hombre lee en voz alta y estruendosa, pero ella solo se dedica a mirar hacia el frente y pellizcarse los nudillos de sus manos. Está inquieta, sin embargo intenta mantener la compostura tal como le enseñó su madre cuando era niña.

- "Ponte erguida, levanta la cabeza y sonríe" - recuerda la voz suave de su madre, aquella que estaba orgullosa por verla ascender al puesto de escolta en tan poco tiempo. Pero ahora, quien sabe dónde estará su cadáver. Lo más seguro que entre los muchos que desecharon en las afueras del Capitolio.

Su intento de sonrisa solo sucede por un microsegundo, lo suficientemente rápido para que nadie se haya dado cuenta y lo suficientemente vacía como para combinar con su estado de ánimo. La Effie escandalosa, risueña y extravagante se ha ido para siempre; ahora solo queda sombra gris y casi muerta de su persona.

- Señorita Trinket – se sobresalta ante el tono de voz de uno de los guardias más cercanos. La cercanía del hombre le inquieta y da un pequeño paso hacia su derecha para alejarse lo más que pueda de él. Pestañea para recuperarse, sabe que están hablando con ella, pero no entiende nada, sus pensamientos la alejaron mucho de lo que sucedía a su alrededor.

- ¿Sí? – logra responder con esfuerzo.

- Se le ha hecho una pregunta – interviene el juez - ¿Sabía usted de los movimientos que realizaría su mentor junto con los demás aliados?

Effie no se mueve, solo examina el rostro del hombre a su izquierda como si se tratase del más despreciable insecto. No se siente a gusto, le parecen todo lo contrario a lo que deberían ser para los esperanzados habitantes de Panem. No confía en su autoridad, aunque podría tolerarlos mucho más que los perros falderos de Snow. No obstante, sabe que el poder pronto se les subirá a la cabeza y terminarán siendo iguales o hasta peores que los anteriores.

El silencio y la tensión se expanden en la sala mientras todos esperan la respuesta de Effie, pero cuando abre ligeramente la boca para emitir sonido, su mirada pronto se desvía hacia un punto más arriba, en el costado superior izquierdo del guardia, justo en el estrado que rodea la gran olla. Allí, con un saco color gris plomo y una bufanda verde olivo, se encuentra la persona en la que una vez confió, pero que ahora se presenta como un espectro muy lejano que la mira de una manera extraña… casi como si tratara de decirle a gritos algo. Como si ella fuera una cosa que él nunca pensó que encontraría.

-Señorita…

- Sí, escuché – responde por fin sin despegar la mirada azul penetrante sobre los grises lastimeros de Haymitch Abernathy.

- Por favor – insiste. Ella solo trata de aclararse su ya maltratada voz y desvía por fin la mirada hacia el juez.

Sabía lo suficiente como para ser interrogada con la misma pregunta varias veces y sin poder complacer a nadie. – levanta la barbilla para mostrar seguridad, aunque solo lo hace para evitar que una lágrima rebelde se atreva a salir.

- Señorita Trinket, sea clara y concisa, por favor – una sonrisa de medio lado y sombría comienza a aparecer tras ser llamada "señorita", una palabra que no concuerda en lo absoluto con su persona desde hace varias semanas. Otra cosa que le hace odiar más su situación.

- No… no estaba al tanto de nada. – pestañea para borrar una lágrima y desvía la vista hacia ese punto a su izquierda. El hombre le sostiene la mirada y esta vez intenta encontrar algo que le haga descifrar lo que dicen sus ojos grises. Sin embargo, Haymitch aparta su mirada hacia abajo como si temiera lo que ella va a decir. – Estuve excluida de los planes rebeldes. A decir verdad, nunca llegué a pensar que tras esas alianzas se escondían grandes maniobras. – Haymitch aprieta sus labios y sus parpados se cierran por segundos – De haberlo sabido, tal vez no estaría tan cuerda para hablar con ustedes… señor. – voltea hacia el juez y da un respiro profundo y lastimero.

Los murmullos se incrementan de a poco en la sala y el juez los hace callar tras golpear con un pequeño mazo un trozo de madera en su pódium.

- ¿Usted mantuvo contacto con los demás vencedores retenidos en el Capitolio? – el silencio regresa y muchos pares de ojos se centran sobre su cabeza.

- Me temo que no – suspira –, de alguna forma no querían que estuviera cerca de ellos… y lo agradezco – sabe que Haymitch la ve –, no querría haber escuchado los gritos de Peeta.

Peeta, otro traicionado por su mentor. ¿Quién diría que Haymitch abandonaría a su suerte al chico que logró amarrar con su simpatía a gran parte del Capitolio? Él hizo de la historia de los "amantes trágicos" un arma lo suficientemente peligrosa como para lograr crispar de los nervios a Snow.

- ¿Entonces usted no estaba al tanto de los pedidos del presidente para bajar las armas en los distritos, ni de la manipulación que los soldados del Capitolio tenían sobre el vencedor Peeta Mellark? – seguía insistiendo el hombre.

- No… - entrecierra los ojos en dirección hacia el mentor del doce – pero de haberlo sabido no habría podido hacer nada. Ya el daño estaba hecho, Peeta solo era torturado… como todos. – se le quiebra la voz con la última frase, pero de inmediato carraspea y trata de calmarse.

- Como cada uno de los que vivieron en carne propia las atrocidades de Snow. Como cada víctima de los juegos y de esta revolución.

- Al ser la única escolta con contacto directo con aquellos que intervinieron en la causa, seguro habría negociado su parte para librarse del castigo o quizá… aportando información con la cual pudiera salir lo más ilesa posible – interviene el juez con una voz que delata su inconformidad con las declaraciones de ella. El hombre entrecierra los ojos esperando que ella declare algo que la haga ver como la capitolina que ellos suponen que debería ser: vanidosa, interesada en su bienestar por encima del dolor de los otros. Una copia más de los habitantes del Capitolio sedientos que disfrutaban al ver a jóvenes inocentes morir en la arena de los juegos, y que apostaban por las vidas de aquellos que sufrían y padecían acosta de mantener viva la imagen del Capitolio.

Effie no puede resistirlo, se siente sumamente ofendida y se le crispa la sangre por la rabia y la decepción. Esta gente nunca creerá lo que diga. Para ellos, Effie Trinket es solo una capitolina más del montón y por lo tanto, enemiga de la revolución.

- ¿Negociar? – su voz se eleva una octava más arriba de su ronquera, por lo que termina haciéndose daño en sus ya maltratadas cuerdas vocales. No puede creer lo que escucha, sin embargo trata de mantener la compostura… aunque esto no dura mucho.

Aprieta sus puños con fuerza a medida que habla.

- Portia, Orestes, Celina, Otto… - recita los nombres del equipo de preparación de Peeta arrastrando las palabras e incrementando el volumen de su voz conforme avanza en la lista.

La imagen de la ejecución de sus compañeros se le hizo tan lejana y bizarra a la vez, que un escalofrío le recorrió la columna vertebral al pensar que tal vez ese iba a ser su destino; eso sí, de no haber sido por algo o alguien que prefirió mantenerla encerrada en un calabozo sucio y húmedo para la diversión de los soldados y lame botas de Snow.

- Cinna… - el nombre sale de sus labios como un doloroso suspiro. Ladea su cabeza y dispara dardos con su mirada hacia el estrado de al frente. Los hombres allí presentes se ponen erguidos de inmediato – todos capitolinos y al final… terminaron muertos. – une sus manos en señal de fortaleza para ella misma. – Dígame ahora… ¿Le parece que ellos negociaron por sus vidas antes que Snow acabase con ellos? ¿Piensa siquiera que tuve la oportunidad de negociar que no me torturaran, golpearan y vejaran solo por ser de aquí? ¿Supone acaso que me entregué a esos soldados porque no soportaba la idea de un levantamiento, incluso después de haber arriesgado mi vida para proteger la imagen de Katniss y Peeta ante sus visitas a los distritos que empezaban a alzarse? ¿Piensa que sería capaz de delatar una hazaña, de la cual no estaba enterada, solo para que me dejaran libre y acabaran con las personas que sí me importaban? – niega con la cabeza lentamente – No lo creo – musita casi para ella misma y de inmediato siente como Haymitch la mira fijamente, siendo tan pesada su insistencia que la obliga a dirigir sus ojos azules hacia los grises penetrantes.

Los hombres alrededor del juez comentan en voz baja y secretean. De pronto el mazo del hombre central choca contra la madera y se pone de pie.

- Tomaremos el veredicto. Regresaremos en unos minutos – y con esto se retira por la puerta a su izquierda seguido por un séquito de guardias que sirven de testigos.

El guardia a su lado se acerca para custodiarla, pero ella solo se deja caer en la silla que reposaba tras suyo. Unos espasmos que incrementaban de poco comenzaron a alterar su respiración. Apoyada a la baranda que tenía al frente y bajando su cabeza hasta esconderla de los murmullos a su alrededor, Effie liberó esas lágrimas que estaba reteniendo desde que comenzó el juicio. Estaba resignada, cansada y abatida por todo.

Se sentía traicionada… golpeada.

Hasta que su silencioso llanto cesó y su pecho volvía a acompasarse con un ritmo menos acelerado, Effie fue levantando poco a poco su cabeza y enderezándose en la silla. En ese momento decidió dirigir su mirada azul y vacía hacia la gris arrepentida de Haymitch.

- "Te odio" - le decía mediante sus pensamientos y con dolor y una tristeza tan pulsantes que la hacían estremecer. Su rabia hacía palpitar su corazón con fuerza - "Me fallaste de nuevo" - y como si él escuchara las palabras de sus pensamientos, pudo ver como bajaba la mirada y removía sus manos con impaciencia. Un leve temblor en ellas lo hacía ver más vulnerable - "¿Por qué Haymitch?"- él levanta rápido la cabeza y ve en sus ojos grises una fina capa de humedad y dolor - ¿Por qué? – esta vez lo dice en voz casi inaudible, tratando de mover los labios lo suficiente como para que él los leyera.

Y es entonces cuando él mueve los suyos en respuesta – Lo siento – y desaparece el gris de su panorama.

El juez de inmediato hace presencia junto a su sequito y sin sentarse siquiera, dice su veredicto.

- Se ha llegado a un consenso en el que procuramos ser lo más condescendientes posible. – todos guardan silencio. Effie aguanta la respiración – Tras evaluar las declaraciones y unir los hechos, la señorita Euphelia Trinket será absuelta de traición a la causa rebelde y se pondrá en libertad de inmediato.

Las voces llenas de sorpresa empiezan a incrementar a su alrededor. Ella no lo puede creer, pero trata de guardar sus emociones para evitar una imagen errónea de su persona. Ella los detesta, no puede mostrar alegría aunque por dentro se anima porque no pasará más tiempo encerrada en una celda.

- ¡Pero! – todos se callan de inmediato – esto se cumplirá luego de que usted haga un último trabajo.

Effie se asusta y teme que los rebeldes le hagan pasar por una tarea o un castigo más. Su cuerpo ya está destrozado.

Muerde su labio inferior con tanta fuerza que termina entrando un sabor a sangre dentro de su boca.

Tiene miedo…

- Cumplirá con la tarea de ser escolta por última vez de Katniss Everdeen para el evento de ejecución de Coriolanus Snow el día de mañana.

¿Eso es todo? Se pregunta ella alzando una ceja. Reprime una sonrisa carente de emoción y asiente como respuesta, haciendo que sus rizos rubios naturales salten un poco sobre su frente.

- Una pieza más de sus juegos – replica en voz baja y de nuevo busca a Haymitch con la mirada, solo que esta vez encuentra la silla vacía.

Se ha ido nuevamente. Se ha marchado tal como lo hizo esa noche en la sala de visiones de los mentores. La ha abandonado por segunda vez y sin decir nada.

- ¡Se levanta la cesión! – el estridente mazo sobre la madera la regresa a la realidad y el guardia a su lado se acerca para tomarla de los brazos.

- ¡No me toque! – chilla apartando rápido sus extremidades hacia su pecho – Yo puedo sola. – escupe con desdén y el hombre solo se limita a apartarse, ya harto, y le da paso mientras ella baja de su pequeña tarima y camina escoltada por el pasillo improvisado de hombres y mujeres que le crean un sendero hacia la salida.

No se atreve a mirar hacia atrás de nuevo, ella sabe que el mentor no está allí. Ella sabe que está a un paso de su libertad condicional, ya que está segura que libre por completo no será; no hasta haber borrado de su mente todas aquellas atrocidades vividas en esas mazmorras subterráneas.

Si de ayudar a Katniss por última vez se trata, pues ella lo haría. Pero si con eso viene el encontrarse con Haymitch, tal vez sea mejor hacerlo lo más pronto posible. Quiere olvidarlo y eso espera conseguir. Mientras más le piense, más le dolerá.

Para ella lo mejor será borrar el número doce por mucho tiempo, aun cuando su corazón le grite que no. Su alma, por otro lado, le dice que será lo más sano hasta que sus pensamientos y el perdón lleguen a los oídos de su único receptor.

- Te perdono Haymitch. – dice para sí misma esperando que sus palabras vuelen hasta la mente del vencedor – Te perdono. – susurra y retiene a tiempo una lágrima lastimera. Sin más, arregla un mechón rebelde y sigue su camino con paso firme.

En algún momento le podrá hablar y preguntar por qué lo hizo, pero por ahora intentará mostrarse lo más serena posible con tal de mantener las apariencias frente a los rebeldes que le dieron una segunda oportunidad, a costa de preparar a su Sinsajo para eliminar a Snow.

Un truco astuto, eso sí, pero carente de todo. Ya pronto el hombre estará muerto y olvidado, pero ahora es que toca ver que logran con esta nación destruida.

En el fondo se alivia de poder vivir libre después de mañana… pero teme que esos demonios vuelvan.

- Levanta la cabeza y sonríe – repite las palabras de su madre que tanto la describen y sale de la sala con un solo propósito:

"Si he de vivir, que sea lo más lejos de aquí"


¡Hola! Este es un pequeño fic sobre Effie y Haymitch. Es la primera vez que escribo sobre estos dos personajes y espero que se de su agrado.

La inspiración me vino después de ver por trigésima vez la película de Sinsajo Parte 2 (aún no supero que haya terminado).

Si els gustó pueden dejar sus comentarios. Besos.

Mary.