Este año me decidí a reescribir el especial que hice durante 2018 (y a terminarlo ajajaja soy la peor)

Originalmente el especial iba a estar dividido en dos partes: "El día de San Valentín" y "El ingrediente perfecto", pero para que cada capítulo no quedase tan largo terminé dividiendo ambos, así que quedarán cuatro partes.

Espero sea de su agrado!


Una dulce respuesta

(Especial de San Valentín)

"El día de San Valentín"

Parte I

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Era el día de San Valentín, aquella primera vez que lo vio.

A Hinata solo le bastaba cerrar sus ojos para recordarlo claramente.

Cursaba la escuela primaria y estaba acompañando a su madre a recoger un pedido realizado en una pastelería cercana, cuando conoció a quién sería el causante del futuro latir acelerado de su corazón.

La tienda, llena a rebosar por el día tan especial, se asemejaba más a un lugar mágico para una niña de ocho años que cualquier otro sitio en el mundo. Inundada como estaba del aroma de galletas recién horneadas, y con sus estantes repletos de pasteles, bombones y otras delicias, la pequeña Hinata deseó probar cada uno de aquellos dulces, aunque, estaba segura, que de plantearle la idea a su madre esta le contestaria con una negativa. Sin embargo, ella se contentaba con aquel aroma tan cálido y especial.

"El amor" -solía decir su madre-, "es el mejor ingrediente al cocinar"

Entonces, ¿cuánto amor se necesitaría para cocinar tantos dulces?

Fue, mientras se preguntaba aquello, que él apareció. O, más bien, fue cuando Hinata lo vio.

Un niño, probablemente de su edad, que la observaba fijamente desde detrás del mostrador. Quién sabe cuánto tiempo habría estado allí, tan solo mirándola en silencio.

- Hey, ¿te gustan los bombones? -Hinata aún recordaba como aquella simple pregunta había sido suficiente para producirle un sobresalto. Tal vez porque no esperaba que él fuese a hablarle sin conocerla. Sin embargo, lo hizo, y ella -a pesar de toda la timidez de la que solía ser presa-, fue capaz de responder.

- Sí… mucho -aceptó. El niño, de cabello rubio, sonrió con sus palabras.

- ¡Entonces te daré uno! -susurró entusiasmado. Sin preguntarle, sostuvo su mano y tiró de ella, llevándola tras el mostrador.

Y pronto, e igual de rápido, Hinata sostenía un pequeño bombón de chocolate entre sus manos.

- ¿Qué esperas? Pruébalo -él la alentó, expectante. No había nada más que entusiasmo en sus ojos, por lo que Hinata decidió confiar en aquel extraño niño. Un pequeño escalofrió inundó su boca en el segundo en que dio una mordida, consiguiendo que él sonriera al notarlo-. Está delicioso, ¿verdad?

Ella asintió.

- Muchas gracias -se apresuró a responder. No dudó en hacer una reverencia por aquel regalo.

- No hay de qué, todo el mundo está regalando chocolates-dattebayo -él se encogió de hombros, restándole importancia-. No entiendo la razón, pero parecía divertido -en aquel instante Hinata quiso responder su duda y explicarle sobre la tradición de San Valentín, sin embargo, no fue lo suficientemente rápida. Él se enderezó y estiró su mano en su dirección-. Por cierto, mi nombre es Naruto, Namikaze Naruto -anunció.

Ella sonrió y alzó su mirada, encontrándose directamente con sus ojos azules.

- Mi… mi nombre es…

- ¡Hinata!

La joven Hyuga dio un salto, regresando por fin a la realidad.

Justo frente a ella, su mejor amiga la observaba con un puchero, replicándole en silencio su falta de atención.

- Lo siento -musitó de inmediato, avergonzada. La joven, de ojos jade, solo suspiró. Las ventajas de ser mejores amigas es que no necesitaban palabras para entenderse.

- Pensabas en el tonto de Naruto otra vez, ¿cierto? -adivinó, sintiéndose de inmediato satisfecha con solo ver el rostro de la chica sonrojarse por haber sido descubierta.

- Yo… ¡yo no…!

Sakura comenzó a reír. Hinata realmente era como un libro abierto. Con doce años recién cumplidos ella continuaba siendo la misma chica tímida de siempre, aquella que se avergonzaba con excesiva facilidad y quién, por alguna razón, continuaba enamorada de aquel niño ingenuo, su compañero de salón, que no era capaz de siquiera sospechar sus sentimientos.

- Realmente no sé qué ves en él -resopló finalmente. Aunque era mentira, ellas ya habían tenido muchas veces aquella conversación.

- Es que él es… es realmente muy amable -susurró Hinata, en voz baja, llevando un mechón de su azulado cabello tras su oreja, un gesto que repetía cuando estaba nerviosa. Tras eso guardó silencio, sin añadir nada más, probablemente pensando en alguna cosa en particular.

De todas formas, Sakura sonrió al verla.

Tal vez no entendía como era que Naruto podía ser tan especial para Hinata, pero definitivamente entendía a la perfección aquel sentimiento que inundaba a su mejor amiga.

Después de todo, ella también lo sentía.

- La próxima semana será San Valentín, ¿por qué no le regalas algo? -aventuró. Hinata dio un salto con sus palabras y a Sakura le bastó ver su expresión para adivinar que de seguro ella ya lo había pensado-. ¿Has preparado algo ya, Hinata?

La joven negó con su cabeza, como si la simple pregunta fuese una locura.

- De seguro él lo rechazará -musitó temerosa. Sakura sonrió.

- Te preocupas demasiado. Yo estoy segura de que lo aceptará -afirmó, otorgándole ánimos como siempre-. ¡Ten confianza, Hinata! ¡Tú cocinas dulces deliciosos! Y, además, será San Valentín, todas las chicas estarán regalando chocolates a sus amigos.

- Pero Naruto-kun… él… -ella hizo silencio, conservando sus propios temores para sí misma. Sin embargo, a Sakura solo le tomó un minuto entenderlo.

- Ah, ¿lo dices por dónde vive? -preguntó, obteniendo un mero asentimiento de cabeza.

- No soy tan buena cocinando… -susurró. Sin embargo, no podía detener el latir rápido de su corazón, ya entusiasmado con la idea. Después de todo, ella siempre había anhelado retribuir, de cualquier manera, el bombón que él le había obsequiado años atrás, aquella mañana de San Valentín.

Incluso había buscado recetas por internet, tutoriales y tips. Y en la cocina estaban los ingredientes necesarios.

Lo único que faltaba, era que ella se atreviese a prepararlo.

Fue entonces cuando Sakura se levantó de la mesa, apoyando ambas manos sobre la misma. El repentino movimiento le produjo un sobresalto. Cuando alzó la mirada, Hinata se encontró con la mirada determinada de su mejor amiga.

- Tu madre dice que el amor es el mejor ingrediente, ¿no es así? -ella asintió en respuesta, sin apartar su vista de aquellos ojos verdes llenos de valor-. Entonces tu chocolate será el más delicioso de todos. Eso te lo prometo.

- ¿Por qué lo dices?

Sakura tomó asiento nuevamente, arrojando un suspiro. Para ella la respuesta era evidente.

- Porque no hay ninguna otra niña a quién le guste ese tonto tanto como a ti -aseguró, guiñándole un ojo, y provocando que Hinata volviese a sonrojarse-. Entonces, ¿qué dices?, ¿lo harás?

La idea de ser rechazada, de que los sentimientos que tan cuidadosamente había almacenado durante esos años resultasen ser no correspondidos, era algo que siempre la había asustado. Hinata lo tenía claro, para aquel chico ella no era más que una amiga. Sin embargo, también recordó lo mucho que en verdad anhelaba obsequiarle un chocolate, incluso si era solo por agradecer su amistad.

Volvió a alzar su vista a Sakura, quién impaciente esperaba una respuesta. Había tanto valor en sus ojos que solo bastaron un par de segundos para que Hinata también se sintiese contagiada por aquella emoción.

Ella podía hacerlo.

- De acuerdo -susurró, consiguiendo que Sakura la mirase con orgullo y entusiasmo.

- ¡¿De verdad?! -Hinata asintió, por fin decidida, y por un instante, fue capaz de hacer a un lado sus temores.

- Lo prepararé.

Sí. Definitivamente lo haría.

No importaba si el chocolate no era perfecto, o si sus sentimientos exactos por Naruto continuaban siendo algo confusos para ella.

Si podía, de alguna manera, tomar aquella mezcla de felicidad y nerviosismo que sentía al estar cerca de él, y depositarla en un pequeño chocolate, sería suficiente para ella. Porque no ansiaba ninguna otra cosa más que sus sentimientos alcanzándolo.

Y, tal vez, un pequeño chocolate preparado en San Valentín sería un buen primer paso.

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- ¡Créeme! ¡Te digo que sí!

- ¡Y yo te digo que es mentira!

Naruto Namikaze frunció su ceño.

Si a sus cortos doce años había algo que en verdad odiaba, era que lo llamaran mentiroso. Y mucho más si el insulto venía de quién consideraba su mejor amigo.

- ¡Sakura te estaba viendo durante el recreo, estúpido teme!

Sasuke Uchiha frunció su ceño de vuelta. Con todo el orgullo que pudo reunir infló sus mejillas y continuó caminando, acelerando su paso mientras era perseguido por el muchacho rubio.

- ¡Solo lo dices para molestarme, dobe! -decidió. Ignoró el nerviosismo que lo invadió al pensar siquiera en la remota posibilidad de que Sakura Haruno lo mirara en los recreos.

¡Ah, nunca debió haberle revelado al tonto de su mejor amigo sus sentimientos por la joven de ojos jade! ¡Ahora solo lo molestaría!

- ¡Te digo la verdad! -Naruto insistió, alcanzándolo por fin. Vio su expresión nerviosa y le sonrió, entusiasmado-. ¡Ella siempre te está mirando! ¡En la clase, en el almuerzo, incluso en gimnasia!

- ¡Ah, cállate de una vez! -ordenó el chico de cabello azabache, clavando sus ojos en él. Su rostro hacía tiempo había dejado su usual palidez, sus mejillas, ahora decoradas con un ligero carmín, fueron visibles para Naruto, quién no dudó en sonreír maliciosamente al ver aquello.

- Me pregunto si Sakura creerá que eres lindo si alguna vez te ve sonrojado -se burló. Sasuke solo hizo un gesto de indignación, justo antes de huir. Naruto, por el contrario, se detuvo en mitad de la calle-. ¡Hasta mañana, teme! -se despidió, como era usual entre ellos.

Su mejor amigo no respondió, solo siguió corriendo algunos metros antes de arrojar otro grito, dejando notar lo avergonzado que se encontraba realmente.

Al verlo, Naruto se sintió orgulloso por el buen trabajo realizado.

Dio media vuelta y enseguida se encaminó hacia una de las tiendas en la calle, cuyo estandarte dejaba ver un hermoso pastel decorado. Aquella, sin duda, era la pastelería más famosa del barrio, recientemente decorada con enormes globos rojos con forma de corazón.

Mientras avanzaba hacía la entrada, Naruto reflexionó en silencio sobre aquella confesión que Sasuke le había hecho por la mañana.

"Tengo que decirte algo" -había murmurado, evidentemente avergonzado, justo antes del inicio de clases-. "Me gusta Haruno"

El pequeño Namikaze no tuvo tiempo de sorprenderse. En ese mismo segundo Sasuke lo amenazó de muerte, asegurándole que rompería sus videojuegos si tan solo pensaba en contarle algo a alguien. Para ser un niño de doce años, a veces Naruto creía que su el chico era algo dramático.

Claro que él jamás le contaría a nadie. Eran mejores amigos. Además, él ya llevaba un tiempo sospechando los sentimientos del muchacho. Solo le bastaba recordar la forma en que Sasuke solía mirar a la chica, o la manera en que, al charlar con ella, sus palabras parecían quedarse atoradas en su garganta demasiado tiempo.

Por supuesto, la causante de aquel suplicio tenía que ser Sakura Haruno, una chica de su salón.

Era fácil reconocerla en la escuela, porque tenía ojos verdes y cabello rosa, como la goma de mascar. Era algo gruñona, pero también podía ser amable. Siempre sonreía y le gustaban un montón las historietas de super héroes.

Y, lo más importante, al menos para Naruto, era que todos en el salón sabían lo mucho que Sakura miraba a Sasuke durante los recreos.

¡Así que definitivamente él debía formar un plan para juntarlos!

Aunque, debía aceptar, las cosas románticas no eran lo suyo. No sabía nada sobre el romance ni mucho menos sobre las chicas.

Naruto pensó entonces que tal vez debería pedir ayuda a sus padres, después de todo, ellos siempre tenían respuestas cuando él preguntaba algo.

Sí, eso haría.

Encontraría la forma de ayudar a Sasuke. Después de todo, eso hacían los mejores amigos.

Con la decisión ya tomada, y sintiéndose satisfecho, Naruto por fin entró en la pastelería, siendo inmediatamente invadido por el aroma a pasteles, galletas y chocolates que tan armoniosamente se mezclaban en el aire.

Pasteles decorados en los expositores, bombones rellenos y demás dulzuras captaron su atención, sin embargo, Naruto sabía que tenía prohibido comer cualquier tipo de dulce antes de la cena. Así que tan solo se aseguró de colocar el pestillo a la puerta y voltear el letrero, para indicar que ya estaba cerrado.

En la cristalera, las palabras "Pastelería Uzumaki" resaltaron un instante.

Él sonrió.

Si bien vivía en una pastelería, Naruto no era especialmente un gran fan de los dulces o de los chocolates. Le gustaban, sí, como a la mayoría de los niños, pero si tuviese que elegir alguna comida favorita esa siempre sería el ramen. Siempre. Él solía sentirse muy confiado y seguro al respecto.

De hecho, la única duda que lo atormentaba a su edad era si acaso el ramen de la tienda del viejo Ichiraku sería más delicioso que el ramen que su propia madre preparaba. Aunque eso todavía estaba en discusión, claro.

Había cosas más importantes que hacer primero, como terminar su tarea antes de la cena o ayudar a Sasuke a declararse. Y, para lo último, necesitaría la ayuda de su madre.

Avanzó entonces hacia el fondo del mostrador, colándose por la puerta que conectaba la pastelería con el resto de la casa. Dentro, el aroma dulzón a chocolate y galletas solo se intensifico. Probablemente su madre estaba cocinando algo nuevamente.

Pocas veces su casa no presentaba aquel aroma dulce. De hecho, cada vez que iba de visita, Sasuke solía decir que su casa era como la casa de jengibre en el cuento de Hansel y Gretel, aunque Naruto encontraba que se trataba de una mala broma. Su casa no estaba hecha de dulces, solo olía de esa forma. Y él ya se había acostumbrado completamente a ese aroma, tanto, que a veces ni lo sentía.

- ¡Estoy en casa-dattebayo! -anunció, como cada día. La respuesta de su madre no tardó en llegar.

- ¡Bienvenido! -su voz vino desde la cocina-. ¡Estoy preparando algo, ven rápido!

Naruto sonrió, descalzando sus zapatos con velocidad. Se aseguró de dejarlos en su sitio correspondiente -para evitar un posible castigo-, antes de correr directo por el pasillo hacia la cocina.

- ¡Hoy fue un día increíble! -contó, apenas cruzó el umbral y la divisó. Su madre sonrió al oírlo. Su rostro manchado con harina, su cabello pelirrojo recogido y el olor a canela que desprendía ya era una imagen habitual para su joven hijo.

Después de todo su madre era pastelera, acostumbrada siempre a cocinar deliciosos dulces que luego vendía en la tienda familiar. Naruto, claro, seguía siendo algo joven para manejar el horno -¡aunque su madre había prometido enseñarle en las vacaciones de verano!-, pero a veces ayudaba revolviendo los ingredientes o cortando la masa para galletas. Incluso, en ocasiones, su madre le pedía que probara sus recetas y le dijera que opinaba al respecto.

Esa, de hecho, era su parte favorita.

- Todos los días dices lo mismo -respondió la mujer, riendo levemente.

- ¡No, pero de verdad hoy lo fue! -aseguró Naruto, decidido-. ¡Shikamaru llevó su videojuego nuevo! ¡Al comienzo no quería dejarme jugar, pero luego Sasuke lo convenció! ¡Y lo ayudamos a pasar el nivel!

- Que bien. Supongo que lo cuidaste, ¿cierto? -el muchacho asintió, entusiasmado. Ella asintió de vuelta, conforme con su comportamiento. Tras eso volvió a su tarea.

La curiosidad invadió a su hijo finalmente, quién con rapidez buscó el pequeño taburete de madera que sabía había en la cocina.

- ¿Qué preparas? -preguntó de inmediato, subiendo junto a ella. La observó entonces, revolver el chocolate en una olla, con mucha lentitud y paciencia.

- Un regalo muy especial -aseguró su madre, con una sonrisa. Él la observó confundido.

Por más que lo pensó, no recordó quién estaba de cumpleaños.

- ¿Un regalo? ¿Para quién?

- Es para tu padre -respondió Kushina. Él no entendió la razón, después de todo, estaba seguro de que el cumpleaños de su padre ya había pasado. Iba a preguntarle a su madre, en cuanto escuchó como ella lo llamaba por su nombre.

Cuando giró a verla nuevamente, pudo ver en sus manos un pequeño bombón decorado.

- Pruébalo -pidió la mujer-. Dime que tal sabe.

Él asintió, feliz. Después de todo se trataba de postre antes de la cena. ¡Y eso era lo mejor!

Sin dudarlo tomó el pequeño bombón y se lo llevó a la boca, masticándolo como era usual.

El sabor dulce del chocolate y su textura suave le produjo un escalofrío de placer.

¡Estaba tan delicioso!

- ¿Y bien? -su madre esperaba una respuesta, aunque parecía conforme con solo ver su gesto de satisfacción-. Vamos, dime, ¿sabe bien?

- ¡Está muy…!

Naruto interrumpió su frase, de un segundo a otro.

¿La causa? El agudo dolor que de pronto invadió su diente.

Gritó entonces, llevando una mano a su boca, como si aquel simple gesto sirviera de algo para aliviar aquella tortura incesante. Su madre le miró con sorpresa, asustada.

- ¡¿Naruto?!

Él no contestó, intentando reprimir el dolor, pero nada de lo que hizo funcionó.

- ¡Auch, auch, auch! -gimoteó. Hizo silencio por fin, llevando la lengua hasta el lugar y apartando con velocidad los restos del chocolate. Y por fin, tras segundos de intenso dolor, este se redujo hasta finalmente desaparecer. La espantosa sensación de que alguien estaba taladrando su diente por fin se esfumó.

- Naruto, mírame -pidió su madre. Él abrió sus ojos, temeroso de que aquel dolor volviera en cualquier segundo. Su madre, frente a él, lo observó con preocupación-. Abre la boca.

Él obedeció de inmediato.

Y es que, en verdad, ¡cualquier cosa por no volver a sentir aquello!

Sin embargo, supo al instante -por el gesto sorprendido y preocupado de su madre-, que estaba en un gran lío. Ella continuaba examinándolo, mordiéndose el labio preocupada. Finalmente, la pelirroja arrojó un suspiro.

Oh, diablos. Naruto conocía ese gesto perfectamente.

Sea lo que sea, las cosas no estarían bien.

¿Ahora en qué se había metido?

Por la tarde, su padre dio el diagnostico final.

- Sí, es una carie -informó, también en un suspiro, al observar la pequeña mancha oscura en el diente del muchacho.

Naruto hizo un gesto de desagrado al oír a la causante de su sufrimiento.

¿Una carie?

- ¡Esto no es justo-ttebayo!

Su padre sonrió, como si su réplica fuese muy divertida.

Su madre, en cambio, frunció el ceño. Naruto sintió un escalofrío al verla. Como siempre, que ella estuviera enfadada no era nunca una buena señal.

- Esto sucede cuando no te lavas los dientes cada noche-ttebane -replicó la mujer, para luego cambiar su gesto molesto por uno de preocupación-. ¿Qué haremos, Minato?

- No hay ningún remedio casero que darle, Kushina -el hombre sonrió-. Mañana después de la escuela deberemos llevarlo al dentista.

- ¡No!

Ambos adultos miraron a Naruto, antes de recordar lo mucho que su pequeño hijo odiaba ir al dentista. ¿Cómo harían para convencerlo?

- Naruto, si no vas no dejará de dolerte -insistió su padre, viéndolo negar con su cabeza-, solo empeorara y ya no podrás comer más dulces.

- Puedo dejar de comer dulces -replicó él, con seguridad. Sus padres se miraron, intercambiando una sonrisa en aquella ocasión.

Él supo lo que debían estar pensando. "¿Vivir en una pastelería y dejar de comer dulces?"

Bueno, sí, aquella idea era estúpida.

- Solo háganlo rápido -ordenó avergonzado, y sintiendo que estaba cavando su propia tumba.

Su padre llamó entonces para agendar una hora con su dentista, sin embargo, la tortura no parecía tener final.

- No tiene horas disponibles hasta la siguiente semana -Kushina se mostró preocupada ante la noticia

- ¿Entonces estará toda una semana con esa carie?

- Aún no es tan mala -Minato sonrió, dirigiéndose al muchacho-. Mientras no comas dulces y recuerdes lavar tus dientes cada noche no empeorara, ¿de acuerdo?

Él dudó.

¡Y es que lavarse los dientes antes de dormir era algo tan fácil de olvidar!

Sin embargo, aquella preocupación desapareció con solo oír la voz autoritaria de su madre.

- Vas a lavarte los dientes cada vez que comas algo, ¿quedó claro? -exigió saber. El pequeño asintió, asustado-. Y otra cosa, jovencito -añadió-, si sigues comiendo dulces tendrás más caries-ttebane. Así que hasta que vayamos al dentista tienes estrictamente prohibido comer chocolates, ¿de acuerdo?

Naruto infló sus mejillas ante aquel regaño.

Él no era un niño goloso, pero odiaba ir al dentista. Y no quería tener más caries.

Además, su primo llegaría la siguiente semana, como cada año, para sus vacaciones. Él amaba las cosas dulces y su madre siempre estaba preparando chocolates y pasteles en su estadía. Y si la carie continuaba allí no podría comer nada dulce ni delicioso con él.

¡Ah! ¡Aquello en verdad no era justo!

- De acuerdo -refunfuño. Al oírlo, sus padres suspiraron aliviados.

Así que, por toda una semana, nada de dulces para el pequeño Naruto.

CONTINUARÁ...