Aclaración: ¿Para qué ponerla?, si todo el mundo sabe que Card Captor Sakura es de Clamp y no míos. Nunca lo fueron y nunca serán... bueno... eso no se sabe XD
- Diálogos
pensamientos de los personajes
"..." destacamento de una palabra
*...* algún sonido
·~-·~-·~-·~-·~ cambio de escena
"Tratando de Sobrevivir""En un reino de régimen estricto, donde el verdadero amor es prohibido y los tratos se hacen por conveniencia, ¿logrará una princesa vencer las barreras de lo imposible y ser feliz con su gente?"
Esta historia fue sacada de la idea principal de la novela 'Amor real' y un poco de 'Romeo y Julieta' y gran parte de mi imaginación sobre la libertad, cualquier similitud con otra historia es pura coincidencia.
Capítulo 1: Ser princesa"Yukito:
Hoy me siento profundamente sola, más que lo normal. Estar sin ti me hace sufrir, y eso no quiero sentirlo... Ya son dos meses desde la tarde en que te marchaste, no sé que pensar. No me devuelves las cartas, y eso me deja profundamente preocupada. ¿Te habrá pasado algo?, ¿las cartas no llegan a tus manos?... ya no sé que pensar.
Sé que no debo escribir, ya me lo has dicho en otras ocasiones pero me tienes preocupada. Todos los días me levanto temprano y me quedo esperando en los jardines del Palacio, siempre espero a que tu regreses. Sabes que no es fácil olvidar, y menos cuando te amo.
Quiero verte, necesito verte, pero no sé donde ubicarte. Si alguien leyera esta carta pensaría que soy una cualquiera, pero eso no me importa. Ser plebeya y perder mi título real no tiene importancia, no cuando puedo estar a tu lado.
Sé que esta carta es larga, más que las demás pero necesito saber de ti urgentemente. Temo por tu vida, temo por los dos... Mi padre me quiere casar con un príncipe de tierras vecinas, yo traté de oponerme, le dije que amaba a otro hombre, pero no me escuchó. No le dije que eras tu, no quiero que te mande a matar. Te necesito, más que nunca necesito que estés a mi lado.
Por favor, regresa. Te extraño mucho.
Sakura Kinomoto"
Da un largo suspiro. No puede creer que tanto tiempo haya pasado ya... Mira hacia el horizonte con ojos tristes, otra tarde más sin él. Había tratado de olvidarlo incontables veces, pero nunca daba resultado. Lo seguía amando, y mucho. Nunca pensó el reconocerlo, pero cada día que pasaba se enamoraba más de él.
Una joven mujer de contables dieciocho años caminaba lentamente por un camino que llegaba a la cocina. Sus ojos eran de un azul intenso, solo comparables con el mar. La piel era pálida, sumamente delicada. Parecería una princesa en vez de la pobre sirvienta que era. En sus manos lleva una canasta llena de fruta que había recolectado de los pocos árboles frutales que habían. Tan solo ver a su joven amiga, camina a paso rápido para alcanzarla. No estaba muy lejos, siempre en el mismo lugar, siempre en la misma hora... siempre las mismas tardes....
- Princesa – susurra a su espalda, sobresaltando a la despistada chica.
Al voltearse, puede ver que su amiga la miraba fijamente. Pudo notar que llevaba el mismo vestido azul de trabajo. Pensó el mal gusto de su padre al elegir el color que debería usar estrictamente la gente del servicio... o al menos las mujeres.
Al pararse, trata de limpiar con gran rapidez la poca tierra que llevaba en su vestido. Había estado mucho tiempo sentada, viendo el atardecer sola, esperando a que su príncipe apareciera y se la llevara lejos... muy lejos del reino en que vivía. Sus ojos verdes miraban todo con tristeza, a pesar de su corta edad, nunca creyó haber encontrado el verdadero amor tan pronto.
- ¿Otra vez pensando en él? – preguntó divertida la joven sirvienta.
- Lo extraño, y mucho – dijo con voz quebrada la chica.
- ¿Cómo puede extrañar o enamorarse alguien tan joven como usted?...
- Sintiendo – respondió llevándose las manos a su pecho, cerrando los ojos lentamente - ¿Tu nunca te has enamorado?
- A su edad no – comentó divertida – Tampoco a la mía.
- Es algo maravilloso – exclamó con gran emoción en sus palabras, sus ojos brillaban con gran ilusión.
- ¿Cómo se siente? – la chica de ojos verdes la vio felizmente – Quisiera saber como se siente el estar enamorado. Nunca sentí el amor en mi.
- Es una sensación extraña... sientes una gran felicidad cuando lo ves, las piernas te tiemblan y piensas que en cualquier momento puedes caerte, no quieres separarte de él ni por un segundo... eso, amiga Tomoyo, es estar enamorado – finalizó dando un pequeño suspiro la chica de ojos verdes y piel pálida.
Tomoyo no pudo aguantar más las ganas de reír. Le daba mucha gracia escuchar aquellas palabras de una niña tan dulce e inocente como lo era Sakura.
- ¡Hay niña!, ¡no sabes lo que dices! – bromeó la sirvienta - ¡Si solo tienes catorce años! ¿qué puedes saber de amor?
- En primer lugar – su voz sonaba serena, mientras alzaba un dedo en el aire – Sé mucho más en asuntos amorosos que vos... y en segundo – comenzó a acercarse amenazadoramente, mientras su cara se oscurecía - ¡Nunca vuelvas a decirme niña!, ¿está claro?
- Si, jovencita – rectificó la sirvienta antes de retirarse a sus quehaceres – Si me disculpa – comenzó a caminar con la canasta en una mano. Más valía no enojarla, la personalidad que poseía la joven era extraordinariamente cambiante.
Ausente a aquellos pensamientos, la chica solo volvió su vista al atardecer. Suspiró...
- Vuelve pronto, amor... – susurró al viento, pensando que con eso podría escucharla a lo lejos – No sé que voy a hacer sin ti – comenzó a llorar amargamente. Hacía tiempo que lo hacía en las tardes, nunca funcionaba. Nadie le devolvía a su amor perdido, pero a ella no le importaba. Quería desahogarse, y lo conseguía de esa forma.
Su frágil figura era digna de lo que era: una princesa. El vestido azul que llevaba hacía resaltar sus facciones de mujer. Que a muy corta edad había obtenido durante el largo entrenamiento que había llevado a cabo desde pequeña. Sus brillantes ojos verdes estaban nublados por las lágrimas, su vida era difícil.
Ella era de personalidad simple, aunque a veces parecía dividirse en varias personas a la vez... Su simpleza se debía al ser la menor de la familia real. Desde niña tuvo que aprender a sobrevivir por su cuenta, aprender artes marciales o usar una espada como era debido.
A veces extrañaba a su madre, pero no podía dejar de sentirse culpable por su muerte...
Ella era hija de un rey y una campesina, su padre se había enamorado perdidamente de su madre. Ellos dos eran muy felices, pero cuando ella dio a luz, no pudo soportarlo. Esa noche sin luna, fue cuando la reina falleció, y un nuevo ser vivió. La pequeña Sakura nació esa noche, al mismo tiempo que su madre moría..... El rey siempre la había culpado por la muerte de su esposa, no le importaba la vida de su hija. Nunca le importó.
- Hermana...
Sakura se paró instintivamente. No miró hacia atrás, ya sabía quien era. Se secó las lágrimas con sus pequeños dedos y se acomodó el vestido. Sus manos temblaron al sentir el calor de otra mano tomando las suyas. La misma persona la tomó del brazo para darla vuelta y así poder verla a los ojos. Ella lo miró sin titubear, trataba de no sentir miedo al verle a los ojos. Después de todo, era su hermano.
- ¿Qué ocurre? – interrogó el joven de veintiún años aún sabiendo la respuesta.
- Nada hermano – desvió su mirada, no podía verlo con las lágrimas empapando su rostro – Solo estoy un poco nostálgica, nada más.
- ¿Estás segura? – volvió a preguntar con terquedad, aunque le costara mucho el decirlo, odiaba ver sufrir a su hermana.
- No te mentiría – respondió con una pequeña sonrisa.
- Ven – la toma de la mano para comenzar a caminar por el gran jardín.
A Sakura le sorprendió la reacción de su hermano. Siempre lo había visto ocupado, serio, nunca con tiempo para hablar con ella... Desde pequeña recordaba el verlo sentado con los consejeros reales, aprendiendo cada vez más sobre sus obligaciones con el reino. Su padre se sentía orgulloso de él, no de ella.
- Es extraño el estar con él de esta forma – pensó en su interior, caminando con su hermano – Igualmente, es reconfortable... hace tiempo que no me sentía así... hermano... – dio una pequeña sonrisa en el desbordante silencio. Ella no se atrevía a hablar, no quería ser muy brusca en ese momento.
Por otro lado, él sabía a la perfección de lo que su hermana le preguntaría en cualquier momento. Pero esperaba el que se lo dijera, hacía mucho tiempo que ellos dos se habían distanciado, once largos años sin poder estar con ella. Solo verla de vez en cuanto, pero nunca hablar. Eran demasiadas sus obligaciones como para hablar.
- Dime hermano – comenzó a hablar con un tono tembloroso en su voz.
- Continua.
- Quisiera saber... si, bueno, tu sabes.
- ¿Qué cosa?
- Si nuestro padre... – trató de continuar, pero las palabras no salían de su boca – nuestro padre....
Touya Kinomoto suspiró. Nunca creyó decir lo que pensaba, o hacer lo que hacía.
- Es por eso que vine a hablar contigo – prosiguió dando clara y serenamente la información a su hermana – Es hora de que comiences a comportarte por lo que eres – ve la cara de ingenuidad de su hermana – Una princesa.
- No es tan fácil – desvía su vista para ver un pájaro volar libremente, comiendo pequeñas frutas de los árboles más pequeños – Afuera hay un mundo, hermano. Un mundo maravilloso, yo quiero conocer lo que hay después de estas paredes – señala con su dedo índice donde termina el Palacio.
- Al igual de maravilloso, es también doloroso.... yo he estado allí, sé como es.
- ¿Por qué no me dejas ser libre hermano? – preguntó sintiendo las lágrimas en sus ojos verdes. No quería llorar, pero las cosas que él le decía la desesperaban más.
- Porque te amo – respondió cambiando su actitud de mandato a una cariñosa, tomándola por los hombros – Y es por eso que no dejaré que te acerques a ese mundo. Sé muy bien que no podrías estar en él, es muy distinto a este lugar. No tienes gente que hacen cosas por ti, allí abunda el hambre, la paz existe en pocas partes, ¿crees que te dejaría salir conociendo tu personalidad?...
Ella se separa de él bruscamente, odiaba que pensaran cosas erróneas de su persona sin antes conocerla bien, y él no estaba en su derecho. No la conocía a ella, solo pocas veces hicieron cruces de palabras. No tenía el suficiente derecho para juzgarla de esa forma.
- ¿Crees que no soy apta para salir allí?, ¿qué solo soy una pequeña y delicada flor que no puede defenderse por si misma?, ¿eso crees de mi? – sus ojos lo miraban fijamente, esperando ver algún cambio en él, algo que le dijera que había comprendido su error. Pero su hermano no comprendía, no a ella. Creía que lo que hacía era por su bien, sin pensar lo que en realidad quería ella...
Al no ver el cambio en él, comenzó a llorar en silencio. Bajo su mirada, no quería que la vieran llorar. No de esa forma.
Él trató de tomarle la mano, pero ella se apartó de nuevo.
- No me toques – advirtió deteniendo su llanto, comenzó a caminar hacia Palacio, pero se detuvo para agregar una última frase – Tu no sabes lo que es vivir en una mentira.
Caminó a paso veloz, no quería que la vieran en ese estado. Su padre seguramente le regañaría por estar en esos "harapos", tan sucios que no se distinguirían de un verdadero vestido. Él nunca la comprendía....
Al llegar a su recamara azota la puerta provocando un golpe seco, salta ágilmente hacia su cama y comienza a llorar. Desde niña hacía esa típica rutina, siempre por distintas cosas, la de hoy fue más dolorosa. Su hermano, un ser a quien amo tanto tiempo, se había opuesto por su libertad.
- También piensa que soy una delicada flor – pensó aumentando las lágrimas – Nadie me entiende... Tomoyo es mi única amiga, pero no comprende cosas de amor...
Comienza a caminar lentamente hacia el gran ventanal. Las cortinas blancas se elevaban a causa del viento, su vestido levita al igual que su largo cabello...
Cuando llega al ventanal, mira con tristeza las tierras que ocupaba Palacio. Grandes jardines con miles de flores y árboles diferentes, una laguna en el medio de él. Fija su mirada fuera de las enormes puertas, puede divisar distinta gente caminar de un lado a otro, algunas tiendas. Eso creía que eran.
- Pero, lo que en verdad quieren es que me olvide de él. Y eso no pasará, no mientras lo ame... – toca con sus dedos un pequeño colgante con dos iniciales en él, siendo oro puro las iniciales ST relucen con la luz. El colgante era símbolo de una promesa, una promesa de amor hecha por una niña y su soldado real – No mientras este viva y la sangre corra por mis venas.
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Abre la puerta lentamente, las luces iluminaban el gran salón dejando un efecto fúnebre... Penetra sin hablar, trata de adaptarse a la poca luz del lugar. Divisa en la oscuridad dos sombras, una sentada en el trono y una parada a un costado.
A paso firme comienza a caminar hacia el trono, un par de ojos lo veían penetrantemente, los ojos eran fríos y de un tono café.
Al llegar hace una pequeña reverencia al hombre que gobernaba el reino donde vivía.
- ¿Me llamó usted, padre? – preguntó con voz firme, la que usaba frecuentemente en las reuniones diplomáticas.
- Acércate – ordenó el viejo rey fríamente, una vez su hijo esta frente a él apunta a la otra sombra – Quiero que conozcas a la embajadora de Inglaterra.
Entre la oscuridad sale una persona. Sus ojos eran de un marrón rojizo, su cabello era largo y fino, de un color rojizo intenso. El vestido que usaba en ese momento rozaba con el suelo, era de un color amarillo intenso, casi dorado que hacía contraste con su pálida piel... Su estatura era media, llegaba hasta el hombro del príncipe.
- Ella es lady Kaho Mitsuki.
El joven besa la mano de la mujer en señal de cortesía. Pero había algo en ella que impedía el dejar de verla. Tal vez era su encantadora sonrisa, o esos ojos misteriosos que poseía. No lo sabía bien, pero algo le atraía desde el momento en que la vio.
- Es un honor el conocer a una persona tan importante como usted, príncipe Kinomoto – su voz era suave haciendo que las palabras fueran harmoniosas.
- Igualmente – respondió distraídamente – Su japonés es muy bueno, para ser inglesa.
La mujer acentuó su sonrisa.
- He aprendido algo.
- Yo diría, si no es grosería, que sabe bastante de nuestro idioma... ¿Podría saber como ha aprendido?
- Le agradezco. Respondiendo su pregunta, un primo me ha enseñado. Sé muchos idiomas, aunque eso se debe a tener un padre que desde niña me enseñaba distintas cosas.
- ¿Sabe leer?
La mujer asintió levemente.
- También escribir.
- ¿Cómo una mujer puede aprender tantas cosas?
- Soy mujer, pero no significa el no ser una persona. Mis derechos son diferentes a los de ustedes, pero en Londres, donde vivo, esta permitida la enseñanza a nosotras. Lo digo con buenas intenciones, sin ofenderlo majestad.
- No ofende lo que dice usted, es interesante la información que nos da de las reglas en Londres – dio una pequeña sonrisa al acordarse de una persona que pensaba de la misma manera que la joven invitada – Mi hermana piensa igual que usted, se llevarían bien.
- ¿Su hermana?, ¿cuándo podría conocerla?
- Ahora no – ordenó Fuyitaka con voz seca – Ya tendrá tiempo para conocer a mi hija – observando a Touya – Quiero que la lleves con una doncella que la guíe a su recamara. Debe estar cansada por el viaje.
- Si no es molestia – interrumpió Mitsuki – Me gustaría conocer los jardines de Palacio. He escuchado que son hermosos.
- Como quiera, pero hoy no. Es tarde ya. Mañana a la noche se hará el banquete de bienvenida. Dentro de una semana comenzaremos con la política – finalizó el rey Kinomoto.
- Como ordene, padre – respondió en príncipe Touya retirándose de la sala seguido por lady Mitsuki.
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Sakura estaba parada frente al balcón. De sus ojos lágrimas escapaban, parecían perlas en la oscuridad de la noche.
Recuerdos iban a su memoria, distintas escenas vivía a la vez, muchas dulces, otras dolorosas. Pero la mayoría eran tristes.
Una canción llegó a su mente, la había oído días antes de su partida. Su única amiga la cantaba con su hermosa voz...
Esa noche tenía ganas de cantar, tratar que con el canto sus dolores se fueran. Valía la pena intentarlo...
Yo no vi las flores marchitar.
Ni ese frió en tus ojos al mirar.
No, no vi la realidad me ibas a dejar.
Ese día, el día más triste de su vida... ¿Por qué la había dejado?... ella no lo sabía con claridad. Una guerra surgió en el sur, y las tropas de su reino fueron a luchar en ella.
Ella tenía fe en que volvería, pero no se había enterado hasta el día que debía partir. Su padre no le había dicho nada.
Dicen que la vida no es como la vez
Para aprender hay que caer
Para ganar hay que perder
Lo di todo por ti.
Recordó. Cuando tenía trece años había descubierto la verdad: estaba enamorada del soldado que la protegía. Pero no lo aceptaba, no podía creer lo que sucedía en ella.
Llore y llore y jure que no iba a perderte
Trate y trate de negar este amor tantas veces.
El día que partían las tropas para combatir contra el enemigo, ella solo pensaba en él. No tenía ojos para nadie más que él. Trató de evitar el que se fuera, trató de convencerlo. Pero todo fue en vano.
Si mis lágrimas fueron en vano
O al final yo te ame demasiado
Como yo.
Como yo
Nadie te ha amado.
Los días que pasaron de su ida fueron los más dolorosos para ella. Nunca se había puesto en tan malas condiciones. Ya no comía, ni le importaba vivir si él no estaba con ella.
Cada hora una eternidad.
Cada amanecer un comenzar
Ilusiones nada más.
Que fácil fue soñar.
Pero esa etapa había terminado. Todas sus ilusiones estaban en que él volviera. Y no moriría hasta verlo una última vez.
Esta vez la pasión ha ganado
Y por eso sigo esperando
Como yo
Como yo
Nadie te ha amado.
- Regresa por favor – pensó en la oscuridad, viendo a las estrellas – No soportaré mucho tiempo sin ti.
*/*/*/*/* Continuara */*/*/*/*
Notas de la Autora: Holas!!, sip, sip, no tengo remedio -_-U... en vez de quedarme con una historia y7 terminarla más rápido publico otras. Pero bueno.....
En este fic me ayudo mi 'querida' (voz amenazadora) primita (primita cuando es más grande que yo), así que va dedicado a ella :P
Bueno, capítulo corto, notas cortas. Espero que les guste este fic y me dejen un review, sea bueno o malo. Uno tiene que aprender de sus errores, ¿no?
Saludos a Yuen and Oracle, mis grandes amiguitas del ocio.
Chao!!
Meli-chan
