Hola chicas. Aquí viene un nuevo fic. Esta vez cambiamos de idioma, y me voy a aventurar con el portugués. Espero lograrlo, y no estresarme mucho por el camino y cometer muchos errores. Si alguna sabe portugués pido disculpas de antemano por los errores que seguro cometeré.
Este fic se titula Un parodoxo de sentimientos y está escrito por un pareja de chics llamadas Luna y Dri Azevedo. Es español lo he traducido como Paradojas de sentimientos. Se trata de un fic AU, y según sus autoras está basado en la novela The Shadow os Moonlight de Lindsay Armstrong.
Lo de siempre, ni personajes ni historia me pertenecen. Aunque yo no sea la creadora, quiero dedicar la traducción a mis chicas del WhatsApp y a las del grupo SwanQueen español del Facebook. Espero que os guste.
Café amargo y una conversación con la señorita Swan
Regina Mills-Swan agarró el plato y bebió un sorbo de café.
Desayunará sola, lo que era habitual.
Estaba perdida en sus pensamientos, reflexionando sobre el rumbo que tomaría su vida a partir de ahora en que su "querida" cuñada había resuelto regresar a la granja Swan, aparentemente, para pasar un tiempo indefinido.
Con un suspiro tomó un sorbo de café y movió la taza de un lado para otro, distraída.
Su reflejo en la plata pulida le mostró a una mujer de 30 años, con la tez morena, cabellos negros con algunos mechones castaños, cortados por encima de los hombros y ojos marrones enmarcados por cejas bien dibujadas.
Sus labios carnosos estaban pintados con carmín rojo, resaltando la cicatriz que tenía en la parte superior de la boca.
Pero, mientras tomaba su café, sus pensamientos no estaban puestos en su apariencia.
Se estaba acordando de que esa misma mañana, al regresar a los establos, después de presenciar un lindo amanecer montada en Rocinante, su corcel preferido, presenció cómo una de las yeguas de la hacienda paría.
Regina adoraba a esos magníficos animales de porte majestuoso y elegante y, desde que se había ido a vivir a la granja Swan, ya cerca de dos años, había desarrollado, poco a poco, un don especial que le permitía prever cuando una de esas hembras iba a dar a luz o tendría problemas en el parto.
Por eso, esa mañana, se despertó más temprano de lo habitual, ya previendo que Encantada, una hermosa yegua de color beige y crin blanca, tendría a su potrillo.
En total, existían en la hacienda cinco sementales, cinco yeguas y con la llegada del nuevo, seis potrillos, dos machos y cuatro hembras.
Después de que salió de los establos, Regina miro para las paredes blancas y tejado robusto de la vieja cooperativa vinícola construida por Leopold Swan, el abuelo de su marido fallecido, Robin, y que hoy estaba en desuso, ya que la producción de vinos no había prosperado en aquella propiedad, debido al clina y al suelo, según decían algunos expertos.
Pero, si la familia Swan había fracasado en la producción de vinos, tuvo éxito en el cultivo de pinos, ya que ese árbol crecía en abundancia en el estado de Maine, donde se localizaba Storybrooke, ciudad con poco más de 10 mil habitantes, que abrigaba la propiedad agrícola de los Swan.
La familia fabricaba muebles, entre otros objetos, con la madera extraída de esos árboles, siendo uno de los clanes más ricos y preeminentes de aquella región de Nueva Inglaterra.
Sin embargo, a pesar del amor que Regina había desarrollado por esa hacienda a la que consideraba un hogar, por la señora Eva Swan, la matriarca de la familia, por los empleados y por aquellos caballos magníficos, la idea de marcharse de la granja Swan y de Storybrooke, se hacía cada vez más presente en su cabeza.
El sonido de pasos perturbó sus pensamientos.
Levantó la cabeza y se puso rígida cuando una mujer relativamente alta y de largos cabellos rubios entró en la cocina.
«Regina» dijo Emma Swan a modo de saludo y se encaminó para coger un plato y cubiertos.
Los nudos de los dedos de Regina se pusieron blancos de la fuerza que estaba usando para agarrar el asa de la taza de café, antes de colocarla en la mesa y levantarse.
Pero Emma repitió su nombre y se vio obligada a mirar hacia atrás.
Emma Swan tenía 28 años y, en ese momento, estaba con sus cabellos rubios amarrados en una cola de caballo, dejando sus rizos dorados suspendidos en el aire.
Poseía unos ojos verde-azulados y rasgos bellísimos, se diría que hasta angelicales, aunque su sonrisa cínica estampada en su rostro volvía su personalidad petulante, insoportable y, muchas veces, cruel.
Llevaba puesto unos vaqueros azul marino, botas de caña alta marrones que le llegaban hasta la altura de las rodillas y una camiseta blanca, que dejaba ver sus brazos bien torneados.
Mirando hacia ella, Regina no pudo no pensar que aquella mujer era irresistiblemente "masculina".
No debido a su orientación sexual, sino a causa de su postura, modo de vestir y caminar.
Y aunque ese término podía ser peyorativo asociado a otras lesbianas, en Emma el efecto era justamente el contrario, pues su estilo fuerte la volvía atractiva para muchas mujeres, sobre todo si tenemos en cuenta la cantidad de enamoradas que ha tenido, según su propia abuela, decenas, todas bellos ejemplares del sexo femenino.
Las dos se miraron, Emma con un plato en la mano y Regina en pie, agarrando el respaldar de la silla, en una actitud defensiva.
Se quedaron así hasta que Emma observó
«No veo por qué no podemos usar un mínimo de cordialidad»
Una chispa de rabia iluminó los ojos de Regina, dejándolos más oscuros, pero levantó la nariz, encarando a la otra mujer
«Buenos días, Emma»
«Buenos días, Majestad» habló Emma, tranquilamente, y sonrió al verla cómo se irritaba ante el epíteto «Siéntese» continuó, mientras se giraba para servirse tortitas, bacón y huevos «Tome el café conmigo» entonces se sentó y colocó el plato en la mesa.
«Ya me tomé el café»
«Entonces tome apenas una taza de café conmigo, y por favor, sírvame una a mí también, si no es pedir mucho» dijo Emma, esbozando su sonrisa jocosa
Regina apretó los dientes, pero se volvió a sentar y sirvió dos tazas. Por el gesto, recibió otra sonrisa provocadora.
«Por lo que estoy percibiendo Regina, el orden del día va a ser resistencia pasivo-agresiva»
«¿Acaso he ofrecido resistencia de otro tipo?» preguntó, lanzado una mirada de soslayo a Emma.
Emma enfrentó su mirada con una expresión de curiosa ironía, hasta que Regina desvió el rostro, y después habló.
«Tiene la manía de lanzarme miradas mortales»
«Me sorprende que lo haya notado» habló Regina con burla
«Ah, pero siempre mostré actitud en notarla en todos los aspectos, majestad» Emma comentó, y sometió a la morena a un detenido escrutinio que provocó en Regina un rubor en sus mejillas, que se acrecentó cuando la rubia añadió «Una cosa que nunca negué, su belleza es tan tentadora que sería la perdición de cualquier hombre…o mujer» hizo una pausa antes de decir las últimas palabras y aprovechó para encarar aquellos enigmáticos ojos castaños.
Regina sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal, cerró los ojos y se obligó a controlarse.
«No espere que se lo agradezca» dijo en tono bajo
«No esperaba agradecimiento» Emma sonrió, tomando un sorbo de café «Imagino que está despierta hace horas» concluyó
«Sí»
«¡No solo es pecaminosamente bonita, sino también voluntariosa! Tengo la certeza que nosotros, los Swan, no teníamos idea de que podría transformarse en un miembro tan valioso de la familia» Emma sonrió, pero sus ojos ya se burlaban de un modo ya conocido.
«Emma…» ella paró para respirar profundamente «si tiene algo que decirme, por favor, hable claro. ¿Quiere que me vaya ahora que usted ha regresado? Puede quedarse tranquila, es exactamente lo que pretendo hacer»
Emma Swan paró de comer y su expresión de endureció.
«Oh, no, no pretende. Esto es solo parte de la representación que hace ante mi querida abuela. La pobre y dedicada viuda, es una experta en ese papel. Pero la verdad es que ya ha echado raíces aquí, como cabría esperar de alguien que se casa por interés» la rubia hablo, mordaz.
Ambas cruzaron miradas.
Regina estaba pálida, con los labios trémulos, pero hacía mucho tiempo que no lloraba y no iba a dar ese gusto a Emma.
«Bien, entonces ya lo verá» dijo secamente y se levantó con movimiento decidido.
Emma también se levantó y se quedaron cara a cara, mientras que una extraña tensión planeaba por el aire.
«Haré eso mismo, majestad, pero dudo que quiera separarse de su braguetazo»
Por un instante, Regina se vio tentada, realmente tentada de abofetearla, pero el sentido común prevaleció.
Se estremeció al pensar en el modo en cómo Emma habría reaccionado. La idea la hizo retroceder un paso y tropezar.
Emma fue rápida y la agarró por el brazo para sostenerla.
«Existe un dicho…» Emma sonrió, del mismo modo cínico que tanto la irritaba «que habla sobre miradas que matan»
Regina sentía la piel de su brazo, allí donde Emma la tenía agarrada, quemar «Sí, pero yo perdí la fe en eso hace mucho tiempo, no mucho tiempo después de haberla conocido. Pero, como usted insinuó antes, es una costumbre difícil de romper»
«Por extraño que parezca, Regina, esa es la única costumbre suya que aprecio. Por lo menos es sincera»
«Bien, en ese caso…» dijo la morena entre dientes «la próxima vez que sinceramente sienta ganas de agredirla, no intentaré controlarme»
«Lo podría intentar, Regina» ella entrecerró los ojos aproximándose cada más a la otra mujer, invadiendo su espacio personal «Pero creo que tomó la decisión correcta hace un momento. No sería una buena idea. Pero, tal vez haya otra oportunidad, ¿no?» añadió fríamente, soltando su brazo.
Regina respiró hondo, nerviosa, y tomó la única salida que le quedaba para ella.
Salió de la cocina, dándola la espalda a Emma Swan, oyéndola reír por la bajo detrás de ella.
Después de dejar la cocina, Regina se dirigió a la biblioteca, donde encontró a la señora Swan sentada en una de las confortables poltronas que existían en esa zona de la casa.
La bondadosa señora levantó sus ojos del solitario y sonrió amorosamente a la viuda de su nieto.
«Regina, querida, siéntese aquí. Me gustaría jugar una partida de ajedrez con usted» dijo, señalando el sillón de enfrente.
La morena asintió y se sentó en frente de la amable anciana.
Regina estaba absorta en sus pensamientos, habían pasado algunos minutos desde que la partida había comenzado, y no conseguía dejar de pensar en la discusión que había tenido con Emma.
La señora Swan, percibiendo que la joven morena estaba más taciturna de lo normal, preguntó
«Querida, ¿algún problema? ¡Está muy callada! No se dio cuenta de que use la torre para saltar una de sus piezas»
Regina sonrió al acordarse de que la anciana siempre usaba métodos poco ortodoxos para ganar al ajedrez.
«No es nada, señora Swan, estoy pensando que sería buena idea hacer un viaje, hace mucho tiempo que estoy encerrada en la hacienda»
La anciana reflexionó y dijo
«¿Está así por causa de la llegada de Emma?»
«No, solo pienso que sería bueno cambiar un poco de aires, ya lo sabe, desde que ocurrió lo del accidente no he tenido coraje de viajar» la morena añadió rápidamente.
«Hmmm, sabe que nunca he entendido esa "tensión" que existe entre ustedes dos, siempre pensé que ambas podrían ser amigas, pero si me dice que no es debido a la decisión de ella de quedarse un tiempo por aquí, la creo» dijo sonriendo.
Regina permaneció callada, y la anciana añadió.
«También creo que sería positivo que viajase. ¿Ya tiene el destino en mente?»
«No, estaba pensando en salir sin rumbo fijo, durante algunos días, visitar los sitios turísticos de Maine»
«Si Killian estuviese aquí, podría acompañarla» dijo la mujer mayor con los ojos brillando de felicidad.
Era increíble con la señora Swan amaba a sus tres nietos.
Robin, el mayor, después de que sus padres fallecerían en un trágico accidente de avión, cuando él tenía 22 años, asumió junto al señor Gold, un viejo amigo de los Swan, la responsabilidad de los negocios de la familia.
Ayudó a su abuela a criar a sus hermanos adolescentes, Emma, con quince años y Killian con trece.
Emma tenía verdadera devoción por su hermano mayor, y él fue el primero a quien tuvo el valor de confesarle su homosexualidad, recibiendo por su parte toda la comprensión y el cariño, incluso él estaba presente cuando la rubia decidió contárselo todo a su abuela.
«No sé si a Killian le gustaría los lugares tranquilos y paisajes bucólicos que pretendo visitar, pienso que no es mucho de su estilo» habló la morena, sonriendo.
«Es verdad, a veces me olvido de los gustos exóticos de mi nieto. Hablando de él, hoy recibí una postal. Está en la Riviera Francesa, mira lo que el condenado escribió.
Regina cogió la postal y leyó el mensaje
"Querida abuela
¡Te echo tanto de menos! Mientras tanto, mato mi carencia saliendo con viejas millonarias que me pagan todo.
Así que no se preocupe por la fortuna de nuestra familia, porque estoy dilapidando la riqueza de las señoras incautas del viejo continente.
Dígale a "Xena" que me encontré con tres de sus exnovias en mis andanzas por Francia y todas se quedaron muy contentas al saber que seguía soltera.
Dígale a "Regi" que ella continua siendo la mujer más hermosa de todos los reinos y que, cuando veo a algún chico mega musculoso y guapo por las playas francesas y pienso en experimentar cosas nuevas, me acuerdo de ella y mi lado hetero grita más alto.
Besos de su nieto moreno, alto, guapo y sensual"
Regina no contuvo la risa cuando terminó de leer aquel mensaje. Kllian era, de lejos, la persona más divertida y desenvuelta que conociera en su vida.
Ha convivido con él en pocas ocasiones, ya que el joven se la pasaba viajando y pasaba pocas semanas en la granja, pero no precisaba de mucho tiempo para cautivar a las personas a su alrededor y la morena había adorado a su cuñado nada más conocerlo.
«Killian es el bobo de la corte» dijo la anciana al ver a la joven sonriendo «Lo peor es que me creo todo lo que ha escrito, pero no sé cómo no querer a ese sinvergüenza» añadió con los ojos que reflejaban nostalgia.
Regina añadió «No sé cómo los tres hermanos pueden ser tan diferentes»
«Es verdad, si tuviese que definir a mis tres nietos con una palabra sería: Responsabilidad (Robin), Fuerza (Emma) y Espiritualidad (Killian) ¡He sido bendecida!» habló la señora con una linda sonrisa en el rostro.
«Querida, ¿se acuerda de Ariel Fish?» preguntó la anciana, siguiendo la conversación.
«Sí» Regina había sido presentada a la bonita pelirroja de ojos verdes en una fiesta que había tenido lugar unos años atrás en la granja.
«Hizo un curso de Enología y ha vuelto a vivir aquí en Storybrooke hace poco. Emma y ella están pensando en reactivar la empresa vinícola para producir sidra»
«¿De verdad?» indagó Regina, extrañamente incómoda con el rumbo de esa conversación.
«Sí, creo que ellas están saliendo. Killian una vez me dijo que Ariel estaba enamorada de Emma desde la adolescencia. Ellas estudiaron juntas y Killian pilló a la chica escribiendo ES & AF en un cuaderno que ella tenía» dijo la anciana sonriendo, pensando en las palabras del nieto, sin percibir la cara de enfado de la morena.
«Pienso que ya es hora de que Emma se case, no tengo mucho tiempo para ser bisabuela, y con el avance de la ciencia sé que dos mujeres ya pueden tener hijos, y creo que es más fácil que Emma me dé esa alegría que Killian»
En el momento en que terminó la frase, la señora miró preocupada a Regina que estaba cabizbaja con cara seria, y dijo «Querida, ¡perdóneme! ¡Qué comentario más idiota el mío!» la voz de la pobre anciana temblaba de arrepentimiento.
Mal sabía ella que el enfado de Regina no estaba relacionado con su comentario de tener biznietos.
No es que la morena no hubiese soñado con eso durante los años de su matrimonio con Robin, pero, en ese momento, lo que irritaba a la joven era la posibilidad de que Emma se fuese a casar con la bella pelirroja.
Para ocultar su irritación, Regina dijo lo primero que le vino a la cabeza.
«No se preocupe, señora Swan, no estoy pensativa por lo que ha dicho, sino porque me he dado cuenta de que estoy a punto de perder la partida» dijo, dándola a la anciana su más bella sonrisa, aunque forzada.
La anciana acepto de buen grado aquella disculpa.
No quería lastimar más a aquella joven con el asunto de Robin y el no haber podido tener hijos.
En realidad, la señora Swan había aprendido a amar a Regina como a una nieta y eso rebajaba la tristeza de no tener biznietos todavía.
Cuando terminaron de jugar, y siendo ganada una vez por la señora Swan con algunas jugadas sospechosas, Regina se encaminó para su cuarto y después de la conversación mantenida con la anciana, resolvió hacer las maletas.
Ante todos los acontecimientos recientes precisaba alejarse de aquella hacienda para reflexionar sobre sus sentimientos con respecto a aquella maldita rubia.
Iría a enfrentarse a las tranquilas carretas de Nueva Inglaterra en un viaje sin rumbo y quizás sin regreso.
