N. de A.: He dividido en dos el fic por cuestión de espacio pero es un sólo capítulo. Este fic está inspirado en un fanart que podéis encontrar en http: lovewolf.aquasky. jp/cg-poa /sorezore .html (Recordad que hay que quitar los espacios para que la dire funcione, esto de no dejarnos poner pages web es un tostón).

29-11-1982

9:30

"El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca... Nacido de aquellos que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor Tenebroso lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce... Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida... El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso nacerá al concluir el séptimo mes..."

El anciano terminó de hablar, apoyó los brazos en la mesa y cruzó las manos ante su rostro. Observaba a su interlocutor por encima de sus lentes de media luna. Éste era un hombre joven, de revuelto pelo negro, que parecía encontrar fascinante uno de los cachivaches plateados de la mesa porque no apartaba la vista de él.

- James -.

Los ojos castaños por fin se alzaron para mirar al director de Hogwarts.

- Me ha hecho venir a escuchar esa profecía, por lo que deduzco que usted cree en la posibilidad de que mi hijo... -. Se quitó las gafas y se pasó una mano por el rostro. La manga de la túnica resbaló, dejando al descubierto tres profundos cortes paralelos en el brazo, una marca de poderosas garras.

- Sí, creo que puede ser el niño de la profecía – se limitó a decir el anciano.

- Pero hay cientos de nacimientos en Julio, ¿cómo está tan seguro de que se trata de Harry? -.

- Sólo hay dos niños que responden a la profecía, porque sólo hay dos parejas en el mundo mágico que se enfrentaron a Voldemort tres veces y han escapado con vida: vosotros y los Longbottom -.

James se levantó de la silla y paseó arriba y abajo del despacho del director. Moverse siempre le había ayudado a pensar.

- ¿Y ahora qué?, aunque nos escondamos Voldemort acabará por dar con nosotros -.

- La Orden os protegerá, Neville y Harry son ahora la gran esperanza de futuro para el mundo -.

- ¿¡Protegernos!?, ¡la Orden está al borde del colapso! – gritó James – Edgar, Guinevere, Gideon, Fabian, los McKinnons... ¡apenas quedamos veinte personas, Dumbledore, veinte! ¡nos están matando como a cucarachas! -.

- Hay una forma de esconderos, una tan segura que aunque Voldemort en persona se paseara por delante de vuestra casa no podría encontraros -.

El arranque de ira del joven padre se difuminó tan rápido como había llegado.

- ¿Cómo? -.

- Con el encantamiento Fidelio, el mismo que usamos para proteger el emplazamiento de nuestro cuartel general -.

- Pero... eso significará que los Longbottom y Lily y yo no podremos ayudar a la Orden -.

Dumbledore sonrió, orgulloso de aquel muchacho que había crecido a base de travesuras y ahora no dudaba en entregar la vida por personas a las que ni conocía.

- Te lo repito, James, vuestras familias y su seguridad son ahora nuestra prioridad -.

- De acuerdo, haremos el encantamiento – concedió Potter – Mi guardián secreto será Sirius -.

La última afirmación hizo que Dumbledore frunciera el ceño.

- No deseo ofenderte, pero preferiría que me escogierais a mí como vuestro guardián -.

- ¿Por qué?, Sirius es la persona más leal y valiente que conozco, moriría antes que traicionarnos -.

- Sé que aprecias a Sirius como si fuera tu propio hermano, sin embargo tengo pruebas fidedignas de que alguien de la Orden está pasando información a Voldemort -. Dumbledore reflejaba una profunda desazón y tristeza – Era la única explicación a cómo pudieron tenderle la emboscada a los McKinnons -.

Era imposible. James repasó mentalmente los rostros de sus compañeros de Orden, a cada cual más querido. Había gente a la que conocía desde los once años, amigos que serían incapaces de una traición semejante.

- Confío en Sirius – dijo finalmente – Puede que haya un topo en el grupo, pero no es él. Es una seguridad que va más allá de lo racional, profesor. Sirius es mi mejor amigo, mi hermano, y sé que sería capaz de arrojarse a las fauces de un dragón por Lily, por Harry o por mí -.

- Es tu decisión James, la respeto -. Dumbledore asintió lentamente con la cabeza – Sea así, Sirius Black será el guardián secreto de los Potter -.

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29-11-1982

21:45

El Cuartel General de la Orden del Fénix bullía de actividad. Diez magos se preparaban para atacar uno de los escondrijos mortífagos, el lugar dónde tenían retenidos a tres miembros de poderosas familias del mundo mágico con el objetivo de extorsionarles.

En un rincón, un atractivo joven de 23 años terminaba de equiparse. Anudó con fuerza los protectores de brazos y piernas antes de enfundarse una túnica azul, color que apenas hacía sombra al de sus ojos. Deslizó los dedos por el brillante pelo negro, que se estaba dejando crecer, y lo sujetó en una pequeña coleta baja.

- ¡Sirius Black, vamos a una misión no a un pase de modelos! -.

Los gritos de Alastor Moody arrancaron la carcajada general, incluido Sirius.

- Tranquilo, Ojoloco, el hecho de combatir no está reñido con la elegancia, tengo una reputación que mantener ¿sabes? -.

- Tiene razón, además si hay alguna mortífaga se distraerá mirando a Black – rió Elphias.

- Tú eres igual que él, Doge – dijo Anne.

- Pero yo tengo más clase, y soy más guapo – protestó Sirius - ¿A que sí, Anne? -.

Ella enrojeció y dijo algo que medio sonó a "en tus sueños, Black", desencadenando más risas. Moody renunció a imponer disciplina y fue a revisar las pociones de ataque entre gruñidos.

Sirius sonrió. Le gustaba crear buen ambiente antes de una misión, la gente rendía más si estaban alegres que rumiando los últimos asesinatos. Los Bones... parecía mentira que ya no volverían a ver ni a Edgar ni a Laura. Frunció el ceño. Hacía tres días ellos, dos semanas atrás Meadowes, un mes... ¿ya se había cumplido un mes desde la muerte de Andrómeda? Debía buscar tiempo y visitar a Ted, podría animarle y ver qué tal le iba a él con la niña. Adoraba a su prima de doce años tanto como había querido a su madre, aunque todavía se preguntaba se dónde narices habría sacado Adrómeda el nombre de Nymphadora.

- ¿Alguien ha visto a Lupin? -.

La pregunta de Kingsley sacó a Sirius de sus elucubraciones. Era cierto, hacía días que no tenía noticias de Remus, cuatro, desde la última luna llena que paso en compañía de James. Últimamente también tenía muy descuidado a su amigo licántropo.

- Estará descansando, ya sabes – replicó Sirius, casi con desgana.

- Sí, tienes razón -.

Cogieron las escobas a una orden de Moody y se "desilusionaron".

- Recordad, si alguno de nosotros cae, los demás debéis seguir adelante con la misión -.

- Ojoloco, agradeceríamos que dejaras de darnos ánimos antes de trabajar -.

Los dos ojos, el normal y el mágico, se clavaron furibundos en Sirius.

- Te encanta sacarle de sus casillas – rió Kingsley a su lado.

- No, sencillamente va a dar al traste con mi plan de crear buen rollo – gruñó Black - Quiero pasar buenos momentos con vosotros, porque nadie sabe quien faltará mañana -.

- Tú no -.

- ¿Cómo estás tan seguro? -.

- Te meriendas mortífagos como si fueran meigas fritas -.

Sirius miró ceñudo al mago de piel oscura durante un instante y luego soltó una carcajada.

- ¡Adelante! -.

Los diez magos se alzaron del suelo y desaparecieron entre las nubes.

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29-11-1982

23:35

Silencio y penumbra. La muchacha miró a sus dos compañeros adultos, encogidos de miedo y agotamiento. El hecho de tener doce años la había salvado hasta el momento de torturas mayores que los empujones y alguna bofetada.

Se escucharon varias explosiones y la pared del pasillo saltó por los aires. La chica retrocedió cuando la puerta se dobló por el impacto de un trozo de muro. Después se abrió bruscamente en medio de un chisporroteo de chispas azules; un hombre pelirrojo entró en la celda con gesto preocupado pero sonrió al descubrir a los tres prisioneros.

- ¿Se encuentran bien? -.

- ¿Quién es usted? –.

- Me llamo Arthur, hemos venido ha sacarles de aquí, ¿pueden andar? -.

- Sólo yo – dijo la chica.

- Vaya... ¡eh, necesito ayuda! -.

Por la puerta entraron una mujer y un chico bastante joven.

- Emmeline encárgate de ese, Sirius lleva a la niña -.

- Tenemos un buen combate ahí fuera, por lo menos treinta mortífagos, Ojoloco dice que cojamos a los rehenes y nos larguemos – informó Emmeline, invocando una camilla.

Sirius se cargó a la espalda a la chiquilla.

- ¿Cómo te llamas? – le preguntó ella.

- Sirius Black -.

- Yo soy Leonor Haddock -.

- Bien, señorita Haddock, quiero que te agarres fuerte porque vamos a correr y no quiero que te caigas – le sonrió por encima del hombro.

Los tres miembros de la Orden salieron corriendo de allí con Black en vanguardia lanzando a diestro y siniestro maldiciones.

- ¡Impedimenta! -.

Sirius cayó al suelo, Leonor rodó por el suelo sin lastimarse.

- ¡Corred, no me esperéis! – gritó Sirius, bloqueando un hechizo desde el suelo.

Arthur agarró a Leonor del brazo y siguió adelante con una camilla flotando a su lado y Emmeline tras él con el otro rehén. Un rayo alcanzó al joven Black en el hombro, la sangre brotó junto con su ira.

- ¡Ignium! -.

Una ráfaga de llamas partió de la varita de Sirius prendiendo las túnicas de tres mortífagos.

- ¡Rupture! -.

Medio pasillo se hundió y el suelo se fragmentó bajo los magos oscuros. Jadeando, Sirius procuró recuperarse para seguir a sus compañeros. Al alzar la vista descubrió a un superviviente que, tras salir de bajo los cascotes, huía. El estómago de Sirius se contrajo, conocía esa forma de correr y el cuerpo rechoncho embutido en túnica negra, había estado corriendo con él por los pasillos de Hogwarts durante siete años.

Se incorporó, saltó el boquete que él mismo había creado y fue en pos del mortífago varita en ristre.

- ¡Desmaius! -.

El hechizo pasó por encima del fugitivo cuando éste tropezó. Sirius maldijo e intentó alcanzarle antes de que pudiera ponerse en pie. Estaba a escasos dos metros de él cuando seis mortífagos entraron en la sala y no tardaron mucho en hacer sus conjeturas. Sólo el instinto y los reflejos de Sirius le permitieron invocar un hechizo que derrumbó el techo y bloqueó el pasillo. Eso les entretendría lo suficiente para permitirle ir a la salida.

Regresó sobre sus pasos, un tanto inseguro. Al llegar al exterior se negó a que nadie le ayudase y, cogiendo su escoba, se desapareció.

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30-11-1982

2:15

Sirius tiró la puerta de una patada.

- ¡Peter! -.

Un aterrado, soñoliento y en pijama Pettigrew asomó su puntiaguda nariz fuera de su dormitorio. Sus pequeños ojos se abrieron de par en par al ver el aspecto de Sirius: encolerizado, desaliñado y empapado en sangre.

- Sirius... vaya... ¿qué ha pasado? -.

Black no abrió la boca. Se dedicó a destrozar la casa de su amigo como si buscara algo, hasta que se derrumbó exhausto sin haber encontrado nada.

- Padfoot, ¿qué ha pasado? -. Peter se arrodilló junto a su compañero.

- Rescatamos a los rehenes, me atacaron y yo vi... yo vi... -. El joven escondió el rostro entre sus manos – Perdona -.

- Deberías ir a que te curaran eso -.

- Sí... cierto... -. Sirius se levantó.

- Mañana vas a estar hecho un asco -.

- Sí... y tengo que ir a ver a James, me va a echar una bronca de las suyas... bye, Wormtail... ya me dirás lo que te debo por los destrozos -.

Sirius se desapareció.

Peter volvió a su habitación y se sentó en la cama. Respiró hondo. Su mano sacó de entre las desordenadas sábanas un hatillo de ropajes negros y una máscara manchados de yeso y sangre. Los contempló durante unos interminables minutos antes de arrojarlos con toda su ira contra la pared.

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30-11-1982

3:20

Remus revisó una última vez los paquetes en un discreto soportal. Había comprado un poco de todo lo que necesitaba, incluso el raro polvo de escamas de dragón. Odiaba tener que entrar en el Callejón Knockturn, pero era el único lugar donde vendían aquellos productos. Cerró las bolsas y caminó calle abajo, ocultando su rostro bajo la capucha.

La gentuza de aquel lugar no solía molestarle. Muchos de ellos disponían de formas para percibir que era un licántropo y los que no, lo averiguaban rápido. Se le consideraba una criatura de la oscuridad, un ser con pleno derecho a recorrer los pasajes de Knockturn, reino de la magia negra en el corazón de Londres. Sacudió la cabeza. Si seguía ahondando en pensamientos tan lúgubres sólo conseguiría deprimirse del todo.

Entró por fin en el Callejón Diagón, aunque a esas horas resultaba tan o más siniestro que el que acababa de dejar. La amenaza de los mortífagos retenía a todo el mundo en sus casas entre la puesta y la salida del sol, como si la luz pudiera hacer algo.

Lupin depositó unas monedas en la barra del Caldero Chorreante y usó una de las chimeneas para volver a su casa. Estaba tan cansado que ni siquiera le preocupó toparse con alguien del Ministerio controlando la Red Flú.

Aterrizó en el salón de su casa en medio de una llamarada verde. Dejó las bolsas en el suelo y se desplomó en el sofá. Se registró los bolsillos de la raída túnica hasta dar con una barrita de chocolate.

La última luna llena había sido especialmente dura a consecuencia de las preocupaciones que acarreaba pertenecer a la Orden. Incluso había atacado a James en su forma de ciervo, suerte que sólo fue un zarpazo lanzado con mal humor. Dumbledore, a saber cómo se había enterado, le visitó esa tarde y le ordenó descansar y olvidarse un poco de Voldemort. Cuando él intentó replicar, el director zanjó el problema con un "medio muerto no me sirves, Remus".

Unos golpes en la puerta le sobresaltaron. El reloj de pared marcaba las cuatro de la mañana. Desenfundó la varita y miró por la ventana. Era Sirius.

- ¿Qué haces a estas... demonios, ¡por Merlín!, ¿qué te ha pasado, Padfoot? -.

- ¿Me dejas pasar y te lo explico sentado?, te advierto que desmayado soy difícil de mover, Moony -.

Remus le llevó hasta el sofá y preparó té con mucho azúcar para los dos con un movimiento de varita. Luego sacó su botiquín y obligó a Sirius a estarse quieto mientras le examinaba la herida.

- No es grave, el problema ha sido la pérdida de sangre -.

- ¿Dónde estabas, Moony? – preguntó Black – Llevo más de una hora esperándote en la puerta -.

- Debiste ir a otro sitio a que te curaran al ver que yo no estaba -.

- Nah, tú lo haces mejor, tienes mucha práctica a la hora de tratar heridas – sonrió divertido – Y luego siempre me das chocolate -.

- No tienes remedio – suspiró Remus – Supongo que la misión habrá salido bien -.

- Sí, el rescate de unos rehenes, creo que yo fui quien salió peor parado -.

- Siempre eres de los que sale más perjudicado, cuando queremos darnos cuenta te estás batiendo con una veintena de mortífagos a la vez -.

- Exagerado -.

- No tienes que demostrarnos nada -.

- ¿Demostrar? -.

Remus sintió como Sirius se ponía tenso. Cogió un tarro de cristal, empapó un paño con su contenido y procedió a limpiar la sangre seca.

- Por lo de Regulus, por tu familia... no tienes que demostrar cada día que eres leal a la Orden -.

Black alcanzó la taza y se tragó el té casi sin respirar, el calor le sentó bien pero no disipó su enojo. Llevaba toda la noche, desde que vio a aquel mortífago idéntico a Peter, de mal en peor.

- Eso es asunto mío, Remus. Mi trabajo es cazar mortífagos y apear del poder a Voldemort, si fuera posible borrándolo del mapa, y eso es lo que hago -.

En otras circunstancias Lupin hubiera contestado de forma afable y pronto su amigo habría estado pidiéndole disculpas. Sin embargo, esa noche aún arrastraba las consecuencias de una de las peores transformaciones de los últimos cinco años, acababa de llegar de pasar una noche horrible en Knockturn y estaba demasiado cansado de todo.

- Perdone señor Black, a veces olvido que la Orden funciona gracias a que tú existes -.

- El sarcasmo sobra, Remus, sé que los demás hacéis una estupenda labor pero yo soy el que más mortífagos mata, es lo único que me limitaba a señalar -.

- Ah, por supuesto, no todos podemos ser un asesino psicótico como tú -.

- ¡Yo no soy ningún psicótico!, ¡y si librar al mundo de esos engendros me convierte en un asesino, pues que así sea! Lo prefiero a ser un blando que perdonaría a un enemigo que le arrancaría el corazón sin dudar -.

- No eres ningún psicótico, pero casi todas las noches apareces empapado en sangre propia y ajena para que te cure porque no puedes ir al hospital, ¡eres un maldito sádico, Sirius!, comportándote así no eres mejor que ellos -.

El joven de cabello negro se levantó y recompuso su túnica lo mejor que pudo. Estaba pálido.

- ¿Dónde estabas, Remus? -.

- ¿Qué? -.

- Ya me has oído, ¿dónde demonios te habías metido a las tres de la madrugada? -.

- Tengo vida propia fuera de la Orden, a diferencia de otros, y es privada -.

- Mundungus me dijo que te ha visto varias veces en Knockturn -.

- Estás paranoico, ¿lo sabías? -.

- Entonces es cierto -.

- Sí, voy a Knockturn ¿y qué?, ¿acaso piensas que soy un mortífago? -.

La mirada de Sirius fue de sobra elocuente. Remus se puso en pie a una velocidad inhumana y le propinó un puñetazo que le mandó al suelo; Sirius sólo vio un destello dorado y el dolor del porrazo.

- Vete-a-la-mierda-Sirius Black – gruñó Lupin – Sal de mi casa, ¡ahora! -.

El joven animago se incorporó y, con una última enigmática mirada azul hacia su amigo, salió dando un portazo y se marchó en la escoba que había dejado tirada en el porche.

- Estoy harto de soportar ese maldito mal genio suyo, harto de pagar sus días malos. Esta vez o me pide perdón o no vuelvo a hablarle en mi maldita vida de licántropo -.

Quizás, si Remus Lupin hubiera sabido que sería la última vez que vería a su amigo en once años, si supiera que al día siguiente ese energúmeno al que tanto quería acabaría en Azkaban, habría obrado de otra manera.

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30-11-1982

12:05

James se echó hacia atrás y sonrió orgulloso al ver la estantería perfectamente montada con todos los libros en correcto orden. Desde que se casó con Lily, la Orden del Fénix les había tenido muy absorbidos y apenas pudieron acondicionar la casa que se compraron en el Valle de Godric.

Bajó las escaleras, siguiendo el aroma de uno de los famosos guisos "made in Lily Evans". Para llegar a la cocina James primero tuvo que esquivar a Harry, que parecía un puffskein alocado correteando de un lado a otro del salón con su nuevo tacatá.

- ¿No deberías vigilar un poco al niño? -.

Lily se giró hacia su marido con una radiante sonrisa.

- Es como su padre, no quiero ni pensar en el día que le compres su primera escoba -.

- Será un magnífico jugador... ¿qué cocinas? -.

- Pato al horno; ya sabes que Sirius viene a comer y he pensado en hacer su plato favorito, con lo poco que le vemos últimamente -.

- Es cierto, ¿dónde se habrá metido? -. James miró el reloj del salón – Ya tendría que estar aquí -.

- Cálmate, seguro que tuvo que trabajar hasta tarde y andará holgazaneando en la cama -.

- ¡Papá!, ¡papá! -.

Harry estaba en la entrada de la cocina alzando los bracitos. Apenas tenía un año pero ya se podía apreciar el negro cabello de su padre y los brillantes ojos verdes de su madre. James le cogió en brazos y le lanzó un par de veces al aire haciendo reír al pequeño.

- Ten cuidado, al final tú o Sirius me incrustáis al niño en el techo -.

- No exageres, Lily -.

La joven pelirroja apagó el horno y recogió los cacharros que había estado utilizando. Con un par de golpes de varita todo estuvo limpio y la mesa del salón preparada para tres comensales. James la observaba, cada gesto, cada expresión de su rostro.

- Esto ya está... James, ¿por qué me miras así? -.

- Porque eres preciosa y eres mía -.

Lily rió bajito y le besó en la boca. Quedó abrazada a él y al bullicioso Harry, que ya estaba pidiendo volver al tacatá para proseguir sus andanzas. Por un instante recordó la profecía, la sombra que se cernía sobre su felicidad, y se estremeció.

- Lily, cariño, ¿qué ocurre? -.

- Tengo miedo -.

Una mano se deslizó por las hebras rojizas de su cabello.

- Os protegeré pase lo que pase, sé que derrotaremos a Voldemort, igual que sabía que algún día serías mi esposa -.

- Siempre serás un maldito egocéntrico, Potty -.

El timbre de la puerta zanjó la conversación. James, con Harry en brazos, abrió la puerta y enarcó las cejas.

- Estás hecho un asco, Padfoot -.

- Yo también me alegro de verte, Prongs -.

- Anda pasa, Lily ha preparado tu plato favorito -.

Sirius, elegante como siempre, pero pálido y con unas ojeras del Valle de Godric a Birmingham, saludó a su anfitriona con un beso en la mejilla.

- Una noche movidita -.

- No lo sabes tú bien, hermana -. El atractivo joven cogió entonces a Harry y le dio un par de achuchones - ¿Quién es el mejor ahijado del mundo?, no sabes como te echo de menos coleguita -.

- Sirus, Sirus – rió Harry - ¿Amo jugá? -.

- Ni hablar, primero comeremos y luego podréis dedicaros a destrozarme la casa – intervino Lily.

Se sentaron a la mesa y la pelirroja se encargó de servir los platos. Sirius hacía saltar a su ahijado sobre su rodilla mientras Harry soltaba chillidos y carcajadas.

- ¿Cómo va el hipogrifo?... al trote, al trote... ¿y ahora?... ¡al galope, al galope! -.

- ¡Black, suelta al niño de una vez! -.

Éste hizo uno de sus famosos mohines, la carita de cachorrito abandonado que conseguía ablandar hasta a las piedras.

- Vade retro Sirius Black, no me pongas ojitos de perrito desvalido que ya nos conocemos -.

Sirius se transformó entonces en el gran perrazo negro y tumbó a Lily de un empujón para proceder a lamerle toda la cara, la pelirroja chillaba y pataleaba con escaso éxito. James era incapaz de hacer más que reír a carcajadas ante el espectáculo de su mejor amigo babeando a su esposa.

Por fin, con Harry correteando con su tacatá y los adultos correctamente sentados a la mesa, el joven Black pudo explicarles los últimos acontecimientos en la Orden del Fénix.

- La verdad es que estábamos más o menos al corriente de todo, ayer fui a ver a Dumbledore -.

- ¿Y eso, Prongs? -.

James le relató toda su conversación con el director de Hogwarts, todo sobre la profecía y el peligro que corrían ellos y los Longbottom, pero se guardó de mencionar el tema del traidor.

- Así que Dumbledore nos recomendó usar el encantamiento Fidelio, ¿te importaría ser nuestro guardián secreto? -.

- James, Lily, para mí es un honor que pongáis toda vuestra confianza en mí, pero me temo que no soy el más apropiado para ser vuestro guardián -.

Los Potter se quedaron desconcertados, tanto por la negativa como por la seriedad de su amigo.

- ¿Por qué opinas eso, Sirius? – inquirió la pelirroja.

- Soy un alocado, me conocéis de sobra, nunca pienso demasiado en las consecuencias de mis actos y más de una vez he metido la pata hasta el fondo -. Se llevó una mano al hombro y apretó un instante la herida oculta bajo la túnica gris – Y no son sólo mis defectos. Voldemort no tardaría mucho en averiguar, si no lo sabe ya, que soy vuestro mejor amigo y que para mí sois como la familia que nunca tuve. Irán a por mí, y yo no tengo la paciencia de esconderme y esperar a que pase la tormenta -.

- Sirius, precisamente por eso tienes que ser tú -. James extendió la mano y estrechó el brazo del animago – Sirius... hay un traidor en la Orden del Fénix -.

- ¿¡Qué!? -.

- Alguien le ha estado pasando información al bando enemigo, Dumbledore lo ha comprobado y quería ser nuestro guardián, pero yo quiero que lo seas tú, mi hermano -.

Black sostuvo aquella profunda mirada de ojos castaños con un nudo en la garganta. "No tienes que demostrarnos nada" había dicho Remus y aquella era la prueba. James creía en él, jamás puso en duda su lealtad ni en el colegio ni años después.

- No puedo... pero tengo una idea -.

- ¿De qué hablas? -.

- Todo el mundo sabe que me escogeréis como vuestro guardián secreto, ¿verdad? -.

- En cuanto Mundungus y Hagrid lo sepan podremos dar por hecho que se enterarán hasta los habitantes de Australia – afirmó Lily, con una media sonrisa.

- Perfecto, Voldemort irá por mí pero lo que nadie sabrá es que el guardián será otra persona, aunque me cacen yo no podría confesarles nada -.

- ¿A quién sugieres que elijamos? -.

Sirius hizo un rápido repaso a todos los colaboradores de la Orden. Su mente se detuvo en Remus un momento, la sospecha carcomiéndole junto con la culpabilidad. Pasó al último merodeador, también tenía sus dudas, sobre todo después del asalto a la guarida, pero...

- Peter -.

Lily y James miraron al animago como si acabara de contarles un chiste muy malo.

- Pensadlo, Voldemort jamás imaginaría que alguien como Peter pudiera ser vuestro guardián, por no hablar de las dotes de nuestro colega para esconderse y desaparecer de la faz de la tierra cuando le conviene -.

- Tiene sentido – concedió James.

- ¿Tú crees?, ¿no será una carga excesiva para Pete? -. Lily se levantó y desatascó el tacatá de Harry de entre el sillón y el sofá.

- Siempre está protestando porque no tiene una participación más activa en la Orden, le haréis de lo más feliz al encargarle una tarea tan importante y, al tiempo, menos arriesgada que asaltar nidos de mortífagos -.

- De acuerdo Sirius, trae a Peter esta tarde y haremos el encantamiento -.

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30-11-1982

18:20

- ¡Crucio! -.

El alarido del mortífago resonó en las paredes de piedra. Unos brillantes ojos rojos contemplaron a aquel despojo humano desde la penumbra.

- No me has facilitado ninguna información útil en mucho tiempo –.

- Hago todo lo que puedo, mi excelentísimo señor – gimoteó el mortífago – Dumbledore se ha vuelto muy desconfiado, los grupos a los que encarga misiones son muy reducidos y se les comunican sus objetivos en el mismo instante de partir -.

- Eso me da igual -. La alta figura envuelta en ropajes negros caminó pausadamente alrededor de su siervo – Ha llegado a mi conocimiento los términos de una profecía, una que dice: "El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca... Nacido de aquellos que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes". ¿Quién ha conseguido esa hazaña, lo recuerdas, patético despojo? -.

- De la Orden... los Longbottom... y los Potter -.

Peter, echado de bruces sobre el gélido suelo, sintió como si su sangre se hubiera solidificado.

- Exacto, dos niños -. Se escuchó una siniestra risa carente de alegría – No tengo interés alguno en cómo vas a conseguirlo, pero averiguarás el paradero de los Potter. Tienes una semana. De lo contrario, espero que seas muy rápido, porque el castigo que te espera no tendrá precedentes -.

- Sí, mi señor, como ordenéis -.

El rechoncho mortífago se desapareció. Lord Voldemort se volvió entonces hacia tres personajes que habían permanecido ocultos en las sombras de la estancia. El trío se arrodilló al instante y bajaron las cabezas.

- ¿Habéis localizado a los Longbottom? -.

- Al sur de Gales, una casa junto a un bosque, serán presa fácil – respondió una voz que arrastraba las palabras – Los Lestrange se encargan de vigilarles -.

- ¿Queréis que ataquemos, señor? – dijo otro.

- No, no -. Voldemort cruzó las manos a su espalda – Primero quiero ocuparme de los Potter -.

- ¿Cree que su hijo tiene más posibilidades de ser el de la profecía? -.

- Eso no es de tu incumbencia Lucius, pero sí. Me he enfrentado a ambas parejas durante los últimos años, les conozco mejor de lo que creen, y el poder de los Potter es superior al de los Longbottom. Aunque no existiera la profecía, ellos supondrían un peligro constante al apoyar de manera tan directa a Dumbledore -.

- ¿Necesitáis algo más de nosotros, señor? -.

- Conseguidme a los Potter -.

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