Disclaimer: la saga Final Fantasy pertenece a Square Enix.
PRÓLOGO
Esta historia está narrada desde la perspectiva de dos personajes originales: Eru y Rui (la forma japonesa de pronunciar Elle de "Ella" en francés, y Lui de "Él" en italiano). Ambos trabajarían como Turcos en la Nueva Midgar posterior a los acontecimientos de Advent Children, así que me he tomado varias licencias para crear los sucesos.
Espero que a los que os gusten los Turcos tanto como a mí, disfrutéis de todo esto y no sufráis muchos ataquitos de vergüenza ajena, algo un poco difícil de evitar cuando se meten OCs y no te llegas a sentir identificado/a con ellos. He intentado que las narraciones de los protagonistas sean lo más inmersivas posible y podáis sentirnos medianamente identificados con uno u otro (Eru es más simplona, Rui es más retorcido).
Sin más, ¡os dejo con la historia!
CAPÍTULO 1: EL ASCENSO
ERU – Miércoles 6:30PM
Me dirigía a la empresa tras mi última misión. Apenas acabé el trabajo, recibí un mensaje diciendo que el Presidente quería verme. No había tenido tiempo ni para ir a casa a cambiarme de ropa y mi blusa blanca estaba en parte teñida de un color carmín que no lograba ocultar con la chaqueta. Siempre solía dejar una muda de ropa en mi taquilla, en los vestuarios de la empresa, pero basta que no lo hagas una vez para que ese día la necesites.
…La buena noticia es que al menos hoy no era la encargada de escribir el informe de la misión. Thumbs up!
Los Turcos siempre hemos tenido la fama de encargarnos del trabajo sucio de la compañía. No obstante, mi trabajo no es para nada ése. Yo no me dedico a hacer daño (¡o al menos eso intento evitar!), pero sí muchos de los compañeros con los que voy a veces, así que es inevitable que de vez en cuando… me manche. No estoy orgullosa de ello... y no es que odie mi trabajo, pero ser granjera o cultivar mi propio huerto en medio del campo parece algo mucho más honrado y bonito. Ay, lo que daría por tener dinero para pagarme unas tierras por ahí…
• • •
Ya podía ver el edificio y leer el gran letrero: Shin-Ra Electric Power Company. Todavía no han podido cambiarle el nombre por un tema legal que desconozco. Es decir, hace ya muchos años que Shin-Ra dejó de proveer de energía eléctrica a la ciudad. Ahora la empresa se encarga de variedades, por decirlo de alguna forma. Ahora, entre otras cosas, tienen a toda una sección del laboratorio centrada en estudiar el geoestigma y cómo el agua de la iglesia de los suburbios lo ha podido curar. Variedades, como digo.
Para bien o para mal, no era la única que se acercaba al edificio un poco decaída. Mi compañero Rui, al que también habían llamado para la reunión, se encontraba apoyado en la muralla que rodeaba la empresa. Tenía mal aspecto.
–Tengo el estómago revuelto. El jefe quiere vernos a ti y a mí –dijo entre dientes y sin dejar de mirar al suelo.
–Espera, ¿sólo a nosotros? –Pregunté extrañada.
–Ajam.
–Eso suena mal…
No creo que me equivoque si digo que todos odiamos ir al despacho de algún jefe, y que el previo viaje en ascensor es como cruzar el mismísimo corredor de la muerte. Todos nos miramos con preocupación y suponemos que algo verdaderamente malo hemos tenido que hacer para que alguien tan importante y ocupado se quite unos minutos de tiempo por nosotros. ¡Terrorífico!
Afortunadamente, teniendo a Rui al lado no me sentía tan mal. Se veía el doble de nervioso y angustiado que yo. A veces tengo la sensación de que no debería haberse unido a los Turcos, siento que es un chico muy sensible.
Para los que vivan en una burbuja: actualmente, el Presidente de la corporación es Rufus Shinra. Mucho mejor que si lo comparamos con su anterior dueño, es decir, su propio padre. Rufus Shinra es bastante más… cómo decirlo… pues… es muy guapo, ¿no? Aunque supongo que eso no es razón suficiente para caerte bien.
A diferencia de su padre, Rufus Shinra consideró que un líder sólo se ganaría el respeto por medio de mano dura, siendo un hombre temido. Debido a esto, entre los trabajadores, su subida al poder se ganó el nombre del "reinado del terror" o algo así. Digamos que, aunque todos los Turcos llevan a cabo sus órdenes a rajatabla (poderoso caballero es Don Dinero), no le tienen mucho aprecio.
Aun así, de todo esto hace ya varios años. En lo personal creo que el Presidente ha cambiado y no deberíamos seguir juzgándolo por acciones del pasado. Ha crecido, es más maduro y… bueno, yo nunca he sido muy objetiva en lo que respecta a él. ¡Mejor no hacerme mucho caso!
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Tras un interminable viaje en ascensor hasta el último piso del edificio, nos encontramos frente a la puerta cerrada del despacho. Pude escuchar a Rui suspirando varias veces por el camino.
–Rui, si lo que te inquieta es que nos despidan… la verdad, dudo que lo hagan. Nos habrían enviado una carta y ya, ¿no crees? –Dije en un raro intento de tranquilizarlo, y de tranquilizarme a mí misma también.
–No me inquieta que me despidan, sino su mirada. No me gusta cuando se queda mirándome fijamente a los ojos –no sabía muy bien qué quería decir con eso.
–Lo dices como si te hubiese llamado a su despacho muchas veces.
–Sólo una.
Nada más llamar a la puerta y abrir, vimos a Scarlet acompañando al Presidente. Todavía desconozco su actual labor en Shin-Ra, pero siendo una mujer rubia extremadamente atractiva es posible que se tratase de algún tipo de secretaria.
–Luego nos vemos, Scarlet –dijo el Presidente al momento de vernos.
La mujer nos miró de arriba abajo mientras se marchaba con sus característicos andares presuntuosos.
–No esperaba veros tan pronto –continuó Rufus Shinra mientras dirigía su mirada a mi blusa–. Vaya, un día ajetreado por lo que parece.
Casi había olvidado que tenía la blusa manchada de sangre. De nuevo intenté, inútilmente y muy nerviosa, tapar las manchas con la chaqueta.
–Por vuestras caras imagino que desconocéis la razón por la que os he convocado, ¿me equivoco? –Dijo con una sonrisa mientras se levantaba de su silla–. He estado leyéndome vuestros expedientes e informes de estos últimos meses y, al parecer, de vuestra especialización, sois los Turcos con mejores resultados. Enhorabuena.
Me sonrojé, no sólo por el cumplido que habíamos recibido del mismísimo Presidente, sino porque recordé lo mal que salía en la foto que usaron para mi expediente. Debería haberla cambiado cuando tuve oportunidad… El lado positivo es que la reunión, aun habiendo empezado mal, comenzaba a mejorar.
–Sin rodeos: valoro en gran medida vuestro trabajo y esfuerzo, y me siento en la obligación de recompensároslo. Por esto mismo, me gustaría ascenderos y colocaros así directamente bajo mi mando… –vaciló un poco antes de seguir–. Claro que, esto no es algo que pueda hacer así sin más.
Se colocó delante de su escritorio y se apoyó de espaldas a él, con los brazos cruzados.
–Os ofrezco un contrato de prueba exactamente igual al primero que firmasteis en su día al entrar en la compañía, con la diferencia de que el puesto que ocuparíais ahora sería el de Turco de rango superior. En este caso cada uno seréis instruidos por un mentor, uno de los Turcos que trabajan directamente bajo mi mando. Una vez el período de prueba haya concluido, él se encargará de decidir si sois aptos o no para este trabajo.
Con esto último a Rui sólo le faltaba hiperventilar. No sé si estaba nervioso aún por estar frente a Rufus Shinra, o porque nos habían ofrecido un posible ascenso a un puesto de gran importancia.
–¿Tenéis alguna pregunta u objeción? ¿Os interesa o por el contrario preferís dejarlo y seguir en el puesto en el que estáis? No tengo ningún problema con la gente que no quiere… crecer.
–Yo… tengo una pregunta –dijo Rui–. Pensé que sólo había cuatro Turcos bajo su mando porque querría un círculo pequeño de personas de confianza. ¿Por qué iba a querer a más gente?
–Intento ampliar la cuadrilla. No es algo que deba importarte –respondió el Presidente con una sonrisa pero con un tono algo cortante–. Si os parece bien entonces, dejadme que os dé estas tarjetas. Serán vuestra identificación a partir de ahora, así que no las perdáis. Id al Departamento de Investigación y Asuntos Generales del noveno piso, primer pasillo al fondo y a la izquierda. Allí tendréis que enseñarles las tarjetas y Tseng os dará los contratos para que los firméis. Las demás dudas que tengáis os las resolverá él mismo.
En las tarjetas aparecía nuestra foto, nombre, especialización y número de identificación, así como el nombre de nuestro mentor. En mi caso resultó ser Rude.
–Ahora si no os importa, tengo mucho trabajo que hacer.
Tras despedirnos, salimos rápidamente de la oficina. Escuché a Rui suspirar por decimocuarta vez en el día.
–Me voy a morir –dijo.
–Oye, cálmate –respondí riendo–. Igual con los nervios no te has dado cuenta de que casi nos han ascendido.
Saqué la tarjeta de mi bolsillo y la miré bastante ilusionada con una sonrisa de oreja a oreja, mientras nos dirigíamos de vuelta al ascensor.
–Ascenso y ascensor se parecen mucho –susurré. Rui frunció el ceño.
RUI – Miércoles 2:00PM
Menuda mierda. El cielo está siempre encapotado. Aún dura la contaminación.
–¡Por favor, no me hagas más daño! –Suplicaba.
Las calles están llenas de niños huérfanos, pequeños sacos de enfermedades que se agarran a ti en cuanto pasas por su lado para ver si les das un cacho de pan. Las personas como Rufus nos intentan hacer creer que todo lo que ocurre es culpa nuestra y que debemos trabajar para mejorar el mundo. Se cagan sobre nosotros y encima nos piden que les limpiemos el culo.
–¡¿Qué más quieres que te diga?! ¡No sé nada más! ¡Por favor!
Le di un último golpe en la cabeza con la barra neutralizadora, acallando sus gritos.
–Pues claro que no sabes nada –dije.
Me senté a su lado y me encendí un cigarrillo.
Cobro una verdadera miseria para lo duro que es mi trabajo a veces. Me piden que vaya a sitios y me quede detrás de cajas escuchando a personas con corbata hablar de cosas. ¿Acaso no es más fácil ir directamente y preguntarles? Este hombre por ejemplo me ha atendido súper bien y me ha dicho todo lo que sabía. Así da gusto trabajar, pero si tengo que ceñirme a las normas… A ver qué escribo hoy en el informe.
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Cuando llegué a casa, nada más entrar puse todo mi modelito manchado de sangre a lavar. Mientras tanto me preparé algo de comer con lo poco que había en la despensa (que cabe decir, la gran mayoría estaba caducado o directamente podrido). Un poco de arroz con una lata de algún tipo de carne en una salsa espesa.
No es que haya gozado de muy buena vida antes de llegar a la Nueva Midgar, pero desde luego he comido cosas mejores que cualquiera de las porquerías que venden aquí. La mayoría se me acaba caducando por el mismo asco que me da comer. Incluso la comida de los restaurantes sabe mal. No sé si es problema de la contaminación, pero se suponía que esta ciudad estaba mejorando. A veces voy a casa de mi hermana, que tiene varios productos de importación de Wutai. Creo que ésas son las únicas veces que como bien en todo el mes.
Me senté frente al portátil y mientras comía me puse a escribir el informe de la misión. Una idea muy simple pero escrita con muchas palabras innecesarias, algo que le encanta a la empresa.
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Había terminado y me disponía a acostarme un rato cuando recordé que el jefe quería vernos hoy. Así que nada, a coger otro traje. Será por trajes, ¿verdad? Con el dineral que me pagan puedo permitirme comprar hasta tres uniformes completos. Una locura.
Afortunadamente, el edificio de la corporación quedaba medianamente cerca de mi casa (aunque eso no impide que llegue tarde todos los días). Por el camino empecé a arrepentirme de haber almorzado esa lata de carne en salsa…
–¡Rui! –Mi hermana acababa de llegar a la entrada del edificio–. ¿Qué haces aquí parado? ¿No entras? ¿Te encuentras mal?
–Tengo el estómago revuelto. El jefe quiere vernos a ti y a mí –dije sin dejar de mirar al suelo. ¿Era eso una jodida hormiga voladora? Odio los insectos.
–Espera, ¿sólo a nosotros?
–Ajam.
–Eso suena mal… –dijo llevándose las uñas a la boca. Solía mordérselas inconscientemente cuando estaba preocupada.
El despacho del jefe estaba en la planta más alta del edificio. El suertudo tiene unas vistas espectaculares… o eso diría si las vistas de esta ciudad mereciesen un mínimo la pena de ver.
El viaje en ascensor se me hizo eterno. Me dolía tanto la barriga por la basura que acababa de comer y tenía tantas ganas de vomitar, que no podía dejar de suspirar. Los suspiros son como el preludio de las arcadas, y lo último que quiero es mancharme también este traje. ¡Maldita sea, esto debería pagarlo la empresa!
–Rui, si lo que te inquieta es que nos despidan… la verdad, dudo que lo hagan. Nos habrían enviado una carta y ya, ¿no crees? –Dijo mi hermana con un extraño tono de tranquilidad.
–No me inquieta que me despidan, sino… es su mirada. No me gusta cuando se queda mirándome fijamente a los ojos –respondí. Un poco por decir algo.
Rufus es de los que antes de responderte a algún comentario, se quedan mirándote fijamente a los ojos con una sonrisa, como psicoanalizándote o intentando ponerte nervioso para que te rompas por dentro. Supongo que es una técnica genial para pillar a mentirosos y hablar con gente de su círculo, pero para una conversación de mierda como la que tendrá con unos Turcos de bajo rango como nosotros, pues… Bien se lo podría ahorrar.
–Lo dices como si te hubiese llamado a su despacho muchas veces –respondió ella.
–Sólo una.
Nada más entrar en su despacho nos encontramos con Scarlet. Sé que antes del meteorito, Scarlet se encargaba del tema de armamentística y máquinas, pero ahora… supongo que de dar el braguetazo con el jefe y mirar mal a todo el que se le acerque.
La charla con Rufus se resumió en mucha palabrería y algo de un período de prueba para ascendernos. Algo de que iba a darnos un contrato igual que al anterior y…
Carne en salsa. Ughhh…
–¿Tenéis alguna pregunta u objeción? ¿Os interesa o por el contrario preferís dejarlo y seguir en el puesto en el que estáis? No tengo ningún problema con la gente que no quiere… crecer –por la forma de decirlo, claramente sí lo tenía.
–Yo… tengo una pregunta –dije–. Pensé que sólo había cuatro Turcos bajo su mando porque querría un círculo pequeño de personas de confianza. ¿Por qué iba a querer a más gente?
Este tipo o se cree que es más inteligente de lo que realmente es, o se cree que nací ayer. Mi hermana y yo tenemos la misma especialización y, repito, somos hermanos. No nos va a coger a los dos por muy buenos que seamos. Además, las cuadrillas o parejas de compañeros de trabajo tienen rotundamente prohibidas las relaciones románticas o de parentesco. Por la misma razón nunca hemos llegado a coincidir en ninguna misión.
Este hombre sólo quiere ver el mundo arder, me cago en la…
Después de un poco más de palabrería, nos entregó las tarjetas de identificación. Mi mentor iba a ser Reno.
–Me voy a morir –dije tras salir del despacho de Rufus. Por suerte ya no tenía arcadas, pero me dolía el estómago como nunca antes.
Mi hermana se sacó del bolsillo la tarjeta y la miró con cierta admiración.
–Ascenso y ascensor se parecen mucho –susurró.
Ojalá pudiese sentirme tan feliz como ella lo parecía en ese momento.
