Disclaimer: Los personajes pertenecen a S. Meyer solo la trama es mía.

"Hateful Lemonade Contest 2"

Título: ODIO O... ¿AMOR?

Penname: tany cullen

Summary: (HLC2) Desde que Edward y Bella se conocieron surgió una adversidad entre ellos, se odian mutuamente pero el destino les tiene reservada una sorpresa. ¿Le darán una oportunidad al amor?

Pareja: Edward & Bella

Número de palabras: 4,171


Mi vida era perfecta, tenía amigos maravillosos y los mejores padres que pudiera haber deseado; solamente había algo, o mejor dicho alguien, que ensombrecía esa perfección: Edward Cullen, el hermano de mi mejor amiga, Alice. Edward había llegado a la ciudad hacía cerca de un año, cuando Alice me dijo que su hermano vendría para terminar el instituto juntos pensé que seria genial, y que Edward sería como Alice o como Emmett, al menos que se parecieran en algo, pero estaba muy equivocada.

Edward era un arrogante, egocéntrico, idiota, mujeriego, imbécil... y podía seguir por horas con una interminable lista de palabras que lo describían a la perfección pero lo que más me desagradaba de él, era justamente que fuera un mujeriego; se había enrollado prácticamente con casi toda la población femenina del instituto, excluyendo a su hermana, a mi prima Rosalie, y porque era la novia de su hermano Emmett, y a mí.

Escuché como la puerta de mi habitación era abierta, de seguro era mi mamá, así que me hice la dormida.

—Bella, cariño despierta —me dijo Renné moviéndome ligeramente.

—Mamá, déjame dormir un momento más. En un par de semanas, el verano terminará y tendré que irme a la universidad —le respondí tapándome la cara con una de las almohadas.

—Bella ya son las once de la mañana, recuerdas que iremos a casa de los Cullen a medio día pues quedamos en comer con ellos, ¿verdad? —¡diablos! Lo había olvidado completamente.

Me levanté rápidamente y entré al baño casi corriendo, no tarde más de quince minutos en ducharme, salí del baño con una toalla alrededor de mi cuerpo y me acerqué al guardarropa para elegir que usaría.

Recorrí el guardarropa de un lado a otro con la mirada un par de veces y nada me convencía, al final terminé decidiéndome por unos jeans tubo color negro y una blusa azul claro tipo halter; me vestí y por último me maquillé y peiné, mi cabello lo llevaba suelto y dejé las ondas que se marcaban naturalmente, mi maquillaje era ligero pues no me gustaba muy cargado, me puse unos zapatos también negros de tacón y bajé a la sala donde estaban mis padres y mi prima Rosalie esperándome.

—Vaya, ya era hora. Vamos que se nos hace tarde —dijo Charlie levantándose de el sofá donde estaba sentado.

—Te ves hermosa, Edward se quedará con la boca abierta cuando te vea —me susurró Rosalie mientras caminábamos a donde estaba aparcado al coche de mi papá.

—Pues me importa muy poco lo que piense de mí, el idiota mírenme-soy-el-centro-del-universo Edward Cullen —le dije a mi prima y me adelanté para subirme al coche.

Rosalie sólo negó divertida antes de seguirme y subió al coche. Rosalie era como mi hermana, prácticamente habíamos crecido juntas y, cuando sus padres murieron hace siete años, su custodia había pasado a Charlie que era su único pariente. Unos minutos después llegamos a casa de los Cullen y suspiré sonoramente, tenía que prepararme mentalmente para pasar tanto tiempo cerca de Edward y no terminar en un psiquiátrico.

Alice y Esme fueron quienes salieron a recibirnos, Charlie dijo que iría a ayudar a Emmett y Carlisle, que según nos dijo Esme, estaban tratando de encender la parrilla en el jardín, sólo espero que no terminen quemando la casa.

Después de ayudar a Esme con las cosas para la parrillada salimos al jardín, estábamos de lo más divertidos charlando... hasta que apareció Edward; saludó amablemente a mis padres y a Rosalie, y después de unos minutos se acercó para saludarme.

—Hola, ¿cómo estas cabeza de tomate? —me dijo el muy idiota, desde una vez que me vio sonrojada, me llamaba así.

—Muy bien, cerebro de guisante —le respondí dándole una mirada envenenada, a lo cual, él se soltó riendo ruidosamente.

Bufé y me alejé hecha una furia, si me quedaba un segundo más cerca de él, era capaz de cometer un homicidio. ¡Argh! ¿Cómo es que el muy... desgraciado siempre sabe qué hacer para sacarme de mis casillas?

Después del desagradable encuentro con Edward las cosas habían mejorado de forma considerable, estaba charlando animadamente con Rosalie y Alice cuando mi celular comenzó a sonar, me disculpé con las chicas y me alejé para atender la llamada. Estaba cerca de la piscina, y cuando terminé de hablar, giré para regresar con las chicas pero... ¡Oh sorpresa! Choqué con Edward y, en un vano intento por no caer a la piscina, me sujeté de él causando que perdiera el equilibrio y los dos termináramos en el agua.

—¡Eres un idiota, Edward! —le grité.

—¿Yo? Pero si yo no hice nada. Además, es solamente agua Isabella, no te vas a encoger por mojarte, ¿verdad? —me dijo con voz burlona.

—Por qué no le haces un favor a la humanidad y te ahogas —salí de la piscina y me alejé, apenas un par de pasos, antes de que su voz me hiciera detenerme.

—¡Por Dios Isabella! Hieres mis sentimientos —dijo con sarcasmo y se limpió una lágrima imaginaria—. ¿Sabes? No deberías enojarte, es malo para tu salud.

Juró por lo más sagrado que traté de no hacerlo pero estaba totalmente fuera de mis cabales, así que me quité uno de mis zapatos y se la arrojé dándole en un hombro, aunque mi intención era darle justo en la cabeza y no sé, tal vez causarle una conmoción cerebral como mínimo. Él sólo rió con más fuerza y agarró mi zapato entre sus manos.

—Muchas gracias por el obsequio, pero no creo que me quede bien —comentó sin dejar de reír.

Respiré profundamente y me alejé, ¡Dios! ¿Por qué no me libras de este castigo y le mandas un rayo a Edward? Llegué a donde estaban todos, que al percatarse de que estaba completamente mojada, me miraron interrogantes pero los ignoré. Busqué con la mirada a Alice, pero no estaba por ningún lado.

—¿Qué te ocurrió Bella? —me preguntó Alice que venía con Jasper, su novio, tomados de la mano.

Abrí la boca para contestarle, pero la volví a cerrar cuando escuché las risas de Edward tras de mí.

—¿Por qué están mojados los dos? ¿Qué estaban haciendo par de pillos? —preguntó Emmett moviendo las cejas de forma sugestiva y con una sonrisa pícara en el rostro.

—Fue un accidente, Isabella estaba cerca de la piscina, chocamos y caímos al agua —respondió tranquilamente encogiéndose de hombros.

—¿Accidente? Estoy segura de que no fue ningún "accidente" y que lo hiciste a propósito —le reproché y marcando las comillas en el aire.

—Tranquila Bells, vamos adentro para que te seques —me dijo Alice y yo asentí.

Comencé a caminar junto a Alice y Rosalie al interior de la casa, pero unas risillas que reconocí inmediatamente como las de Edward, me obligaron a detenerme y voltear a verlo.

—Isabella, creo que necesitas tu zapato —dijo tratando de contener la risa el muy hijo de p… bueno, Esme no tiene la culpa de que su bendito hijo sea un redomado idiota.

¡Genial! Todos deben de estarse riendo de mí, ahora entiendo de qué se reía Edward, al llevar sólo uno de mis zapatos caminaba cojeando; tomé el zapato con un movimiento demasiado brusco, me lo puse con toda la dignidad posible y caminé hacia la casa.

En momentos como ése agradecía que Alice fuera una fanática de la moda y, que nos haya obligado a Rosalie y a mí, a dejar algo de ropa en su casa por si llegáramos a necesitarla. Veinte minutos después regresamos al jardín, el resto del día pasó sin más complicaciones; cuando regresamos a casa ya era muy tarde así que subí a mi habitación, me puse el pijama y me acosté. Esta vez no podía dejar que las cosas se quedaran así, tenía que encontrar la forma de desquitarme de Edward, con ese pensamiento me quedé profundamente dormida.

Los días pasaban muy de prisa y ya sólo faltaban dos semanas para que terminara el verano, así que hoy habíamos decidido salir solamente las chicas y yo, no lo pasamos bomba, fuimos a un club muy bueno y nos divertimos como hacía tiempo no lo hacíamos. Cuando Rosalie y yo regresamos a casa, Charlie y Renné nos estaban esperando en la sala.

—¿Ocurre algo? —les preguntó Rosalie.

—No querida, sólo las estábamos esperando para darles una noticia —respondió Charlie y, no sé por qué, pero presentía no me iba a gustar para nada.

—Hoy nos llamaron Esme y Carlisle para invitarnos a pasar unos días en su finca, aceptamos y nos iremos mañana al medio día —continuó Renné.

—¡Genial! Espero les vaya muy bien y que se diviertan.

—Creo que no entendiste Bella, iremos los cuatro, con todos los Cullen a su finca —me explicó mi adorada madre como si fuera una retrasada mental.

—¡Eso es estupendo, en este mismo momento prepararé mis cosas! —dijo una muy sonriente Rosalie y subió las escaleras como alma que lleva el diablo.

—Yo no puedo ir, mañana tengo que arreglar unos pendientes en la universidad —les respondí con una sonrisa. ¡Gracias Dios por librarme de este viaje!

—Eso ya lo sabíamos, le he dicho a Esme y me dijo que Edward tampoco puede viajar mañana por motivos personales y que viajará pasado mañana, así que te puedes ir con él —retiro lo dicho, ¡¿por qué me odias tanto Dios?!

—Mamá, no creo que sea buena idea. Edward y yo no nos llevamos muy bien que digamos, es más, no voy a mentir... ¡Lo odio, lo detesto, y no puedo ni quiero viajar con él! —chillé como niña chiquita haciendo berrinche por un caramelo.

—Pasado mañana, viajaras con Edward y no quiero escuchar nada más al respecto. ¿Entendido? —dijo Charlie con voz cansada y no tuve más remedio que asentir.

Al día siguiente, justo a medio día, Rosalie y mis padres se fueron con los Cullen a la dichosa finca ésa; por lo que me había dicho Alice, sabía era un lugar hermoso y que estaba a siete horas de la ciudad. Después de solucionar los pendiente que tenía en la universidad regresé a la casa, comí algo ligero y subí a mi habitación para hacer mi maleta, estaba terminando de cerrar la maleta cuando el teléfono sonó.

—¿Diga?

—Isabella, hubo cambio de planes y voy camino a tu casa, iremos a la finca hoy —me dijo Edward.

—¿Estás loco? No tarda en anochecer.

—Pues yo cumplo con avisarte, sino quieres ir, dime para no perder mi tiempo en pasar por tu casa —estuve a punto, a punto, de decirle que se fuera al diablo y que no iría con él a ningún maldito lugar, pero no quería tener problemas con Charlie y Renné.

—Está bien, aquí te espero —gruñí entre dientes y corté la llamada.

Salí de la casa y esperé a que llegara sentada en las escaleras del porche. Cuando llegó, hizo acopio de toda su caballerosidad, nótese el sarcasmo, para ayudarme a subir mi maleta al coche; ni siquiera se dignó a abrirme la cajuela del coche y al abrirla recordé mi dulce venganza por lo de la piscina.

Para Edward, su Volvo era lo más preciado que tenía y yo lo había usado como cuaderno para dibujar estropeando la pintura, había sido demasiado infantil lo sé, pero eso no me quita la satisfacción que sentí cuando vi su cara de horror, fue un momento digno de fotografía. Cerré la cajuela y creo que, accidentalmente lo hice con un poco más de fuerza, me subí al coche y noté que Edward tenía una expresión sería en el rostro, de seguro se molestó por mi exceso de fuerza al cerrar su cajuela.

Estábamos sumergidos en un tenso silencio, y la verdad estaba a punto de volverme loca; busqué en mi bolsa y por suerte traía mi iPod, me puse los auriculares y subí al volumen al máximo. No sé en qué momento del trayecto me quedé dormida, pero cuando desperté, el coche estaba detenido en medio de la nada y Edward no estaba dentro, asustada bajé del coche y lo busqué con la mirada, suspiré con alivio cuando lo vi a unos cuantos pasos de mí.

—¡Mierda! —dijo y estrelló su celular en el suelo, se pasó las manos por el cabello como lo hacía cuando estaba molesto o nervioso.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué detuviste el coche? —traté de que mi voz sonara firme, y lo logré, pero la verdad es que estaba un poco... ¡Oh está bien! Realmente estaba asustada.

—El coche se descompuso, siento desilusionarte si es que pensaste otra cosa.

—Al contrario, no sabes al alivio que siento —le respondí cruzando mis brazos sobre mi pecho—. ¿Por qué no llamas a alguien?

—¡Claro! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¡Eres una genio! —dijo con sarcasmo golpeando su frente con la palma de su mano—. Es sólo que hay un pequeño inconveniente, en éste maldito lugar no hay señal. No soy tan estúpido como crees, Isabella, ya lo había intentado.

—No tienes por que ser tan grosero conmigo, Edward —le reproché.

—¡Entonces no me trates como un idiota! —me gritó.

—¡Pues no puedo tratarte de otra manera, porque eso es lo que eres, un idiota! —le grite de vuelta.

—¡Argh! Deja tu papel de señorita perfección, ¿por qué que crees? ¡No. Eres. Perfecta! ¡Eres una niña caprichosa y mimada, que está acostumbrada a que todos hagan lo que ella dice! —así que eso pensaba de mí, pues ya era tiempo de que él supiera qué pensaba yo de él.

—¡Pues tú eres el idiota, egocéntrico, arrogante más grande del mundo y te odio como no te podrías siquiera imaginar! —era consciente de que esta discusión, a cada momento que pasa, se salía más y más de control, lo que nos llevaría a terminar lastimándonos o... ¿No?

—¡Pues el sentimiento es bien correspondido! —tiró de su cabello con frustración y se plantó frente a mí, su respiración era agitada y mi corazón se tuvo al ver la mezcla de sentimientos que sus ojos reflejaban—. Pero más me odio a mí mismo, por desearte como lo hago.

No pude siquiera asimilar lo que me dijo, porque apenas las palabras salieron de su boca, sus labios se posaron sobre los míos y, aunque traté con todas mis fuerzas de no corresponder a su beso, tan sólo bastaron unos segundos para que lo hiciera. Era un beso lleno de pasión y desesperación, nos separamos por falta de oxigeno y Edward comenzó a besar mi cuello, yo estaba sentada en el cofre del coche, ¿cómo había llegado hasta aquí? La vedad no lo sé y poco me interesaba esa respuesta.

—Dime que... me aleje y... lo haré —me dijo con voz ronca, sin dejar de besar mi cuello y acariciando mi espalda por debajo de mi blusa.

—Si te alejas... te juro que... te odiaré por el... resto de mi vida —le contesté sin pensarlo y entre jadeos, él sonrió y volvió a atacar mi labios.

Edward se deshizo de mi blusa y de mi sujetador en tan sólo cuestión de segundos; besó, lamió y mordisqueo mis pechos a su antojo, logrando arrancarme sonoros suspiros y gemidos. Llevé mis manos a los botones de su camisa, y después de unos segundos de batallar para abrirlos, terminé por desesperarme y tiré de la endemoniada prenda haciéndolos volar, acaricié con las puntas de mis dedos sus perfectos abdominales, marcando su contorno con suavidad y cerró los ojos con fuerza ante mis caricias, mis manos se movieron con un poco más de atrevimiento, bajando hasta tocar su abultada entrepierna, ganándome un suspiró y un ronco gemido.

—Pequeña traviesa —chasqueó la lengua y alejó mis manos de su cuerpo, aprisionándolas por detrás de mi espalda—. Creo que se merece un castigo, señorita Swan —susurró en mi oído, causando que me derritiera como mantequilla al fuego.

Sus labios volvieron a atrapar los míos, a la par que me recostó completamente sobre el capo del coche; con demasiada calma desabrochó mi pantalón y se deshizo de el, cada segundo que pasaba el fuego de la pasión se avivaba más y más dentro de mi cuerpo y mi sexo palpitaba pidiendo a gritos ser atendido. Edward jugó un poco con la cinta de mis bragas, clavó sus ojos en los míos y me sonrió para después rasgarlas, un gritito salió de mis labios por la sorpresa su sonrisa se ensanchó.

—Eso, fue por mi camisa —murmuró con voz endemoniadamente sexy para después morder el lóbulo de mi oreja.

Sus labios y sus manos recorrían todo mi cuerpo a su antojo, sentí su aliento en mi sexo y, cuando su lengua acarició mi clítoris, todo a mi alrededor desapareció. Edward introdujo un dedo un mi vagina y comenzó a moverlo con maestría, después introdujo otro y continuó con su labor mientras su lengua jugaba con mi clítoris, bastaron unos cuantos minutos, antes de que me dejara arrastrar al mejor orgasmo de mi vida.

—Simplemente deliciosa —dijo relamiéndose los labios sensualmente.

Lo atraje hacia mí y lo besé, probando mi esencia en sus labios, fue el momento más erótico que había experimentado en mi corta vida y provocó que mi sexo se humedeciera nuevamente. Desabroché el pantalón de Edward con demasiadas ansias, lo bajé llevándome su bóxer al mismo tiempo liberando su erección y él terminó de deshacerse de ellos. Se acomodó entre mis piernas, su miembro rozó mi entrada y ambos gemimos por el contacto, Edward estaba disfrutando torturándome, su miembro entraba un poco para después salir completamente y volver a repetir la acción.

—Por favor... no sigas... torturándome así —pedí entre jadeos, retorciéndome en busca de contacto y él besó mi cuello.

—¿Qué es lo que quieres, Bella? —me preguntó, desde que no conocimos esta era la primera vez que me llamaba Bella, y mi nombre es sus labios se oía de maravilla.

—Te quiero a ti... dentro de mí... y ahora —le susurré de forma pausada al oído y acaricié su miembro con mi mano.

Él gruño y me besó apasionadamente, sin dejar de besarme entro en mí de una sola estocada y solté un gemido que murió en sus labios.

Sus embestidas eran fuertes y profundas, enredé mis piernas en su cintura y con mis manos me sujetaba fuertemente de sus hombros, tanto, que estoy segura dejaría un par de marcas en su piel. Nuestra respiración era cada vez más errática, mis paredes se contrajeron aprisionando el miembro de Edward y tan sólo unos segundos después, ambos gritamos al alcanzar el clímax.

Nos quedamos un momento abrazados y en silencio mientras recuperábamos el aliento, después de todo no había que decir, o al menos yo no sabía qué decir en eso momento, o tal vez no quería romper la paz que nos rodeaba y comenzar a discutir de nuevo.

—Bella, después de esto no puedo seguir ocultando lo que siento por ti —abrí los ojos como platos y traté de hablar, pero no pude pronunciar palabra alguna así que él continuó hablando—. Bella, te amo. Te amo y quiero estar contigo el resto de mi vida. ¿Quieres ser mi novia?

—Es una broma, ¿verdad? Sí, claro, éste es otro de tus juegos —sentí como las lágrimas se acumulaban en mis ojos.

—¿Qué? ¡No! Te amo y es la verdad.

—Pues yo no, esto que pasó fue un error, no debimos dejarnos llevar por el momento —sentí como se tensó y se alejó de mí como si el contacto con mi piel le quemara.

Buscó su ropa y comenzó a vestirse con prisa, cuando terminó, se fue caminando y me dejó sola.

No pude contener más las lágrimas, sin dejar de llorar busqué mi ropa y tuve que sacar de mi maleta otras bragas, pues las otras estaban rotas. Me subí al coche en el asiento trasero y me acosté, ¿qué era lo que yo sentía por Edward? Hasta hace un momento pensaba odiarlo, pero después de haber hecho el amor con él, no estaba tan segura de eso, aunque tampoco podía decir que estaba perdidamente enamorada de él.

¿Él me amaba? De eso no podía estar segura, y en definitivo, no iba a arriesgarme a que me lastimara como a todas las demás, no iba a permitir que me destrozara al botarme cuando se enfadara de mí. Estuve pensando y llorando prácticamente hasta que amaneció, bajé del coche y vi a Edward sentado en el suelo con la espalda apoyada en el tronco de un árbol.

—Tendremos que caminar hasta la finca, estamos como a una hora de allí —me dijo sin mirarme y comenzó a caminar.

Yo lo seguí y me mantuve unos pasos atrás de él, justo una hora después, llegamos a la finca y todos se sorprendieron al vernos llegar y más caminando; Edward les explicó que el coche se había descompuesto anoche por el camino y que habíamos esperado a que amaneciera, pues caminar de noche hubiera sido peligroso. Emmett y Jasper fueron a donde estaba el coche por nuestras cosas y llamarían a alguien que lo arreglara, Alice me acompañó a la que sería mi habitación, le dije que necesitaba una ducha y salió dejándome sola.

Los días que estuvimos en la finca fueron los mas desagradables que hubiera tenido el desagrado de vivir, Edward me evitaba a todo momento y, cuando coincidíamos en un mismo lugar los dos, el ambiente se tornaba demasiado tenso.

Cuando regresamos a la ciudad los días se pasaron volando, y por fin hoy comenzaba la universidad, algo que espero me ayude a no seguir pensando en el tema X como había decido llamar a lo ocurrido con Edward. Rosalie y yo llegamos y en el estacionamiento encontramos a Alice, Jasper y Emmett.

—¿Qué te pasa Alice? Te ves triste —le pregunté y ella suspiró.

—Edward se fue de la ciudad, estudiará fuera del país otra vez.

¿Edward se había ido? Bien, tal vez eso era lo mejor para ambos, no sé si hubiera podido estar cerca de él, y más cuando en estos días me había dado cuenta de que lo amaba. Sí, contra todo pronóstico, me había enamorado de Edward Cullen.

Cuatro Años Después.

Me encontraba con mi prima en la boutique de Alice, hoy era la última prueba del vestido de novia de Rosalie, que en unos días se casaba con Emmett, y tanto ella como Alice estaban todas neuróticas.

—Te queda perfecto, serás la novia más hermosa —le dije a mi prima y ella sonrió.

—Gracias Bells, soy tan feliz —ya sabía yo que era feliz, y en el fondo, no podía evitar sentir envidia.

—Alice, ¿Edward vendrá a la boda? —le pregunté a mi amiga con falso desinterés, ya que me moría por saber si vendría.

—La verdad no lo sé, no he hablado mucho con él en estos cuatro años, Emmett le llamó para decirle... —el sonido de su celular la interrumpió, lo sacó de su bolsa y contestó sin siquiera ver el número—. ¿Diga? ¡Oh Edward! Justo estábamos hablando de ti, ¿cómo estás? —al escuchar el nombre de Edward sentí como si mi corazón saltara dentro de mi pecho—. ¡De verdad! No sabes lo feliz que me hace saberlo, Emmett también se pondrá muy contento al saber que vendrás para su boda...

No pude seguir escuchando lo que decía Alice, ya que en cuanto escuché que Edward vendría, fue como si me hubiera desconectado de todo.

El día de la boda llegó y nadie sabía nada de Edward, no había vuelto a llamar a nadie y Alice sospechaba que se había arrepentido de venir. Ya estábamos todos en la iglesia, Emmett estaba desesperado por la tardanza de Rosalie y no dejaba de dar vueltas de un lado a otro, poniéndonos los nervios de punta a todos los presentes. Cuando Alice comenzó a gritar y aplaudir, pensé que Rosalie ya había llegado, pero mi corazón se detuvo al ver a Edward acercarse... con una hermosa chica colgada de su brazo.

Rosalie llegó y la ceremonia comenzó, cuando la ceremonia terminó todos fuimos al salón donde sería la recepción, yo no estuve mucho tiempo y cerca de las 9:00 de la noche me despedí de los recién casados y regresé a mi departamento, donde vivía desde hace dos años. Cuando llegué me acosté, sólo me quité los zapatos ya que no tenía ánimos para nada más; recordé a Edward y el cómo se veía de lo más feliz con ésa mujer... ¡Soy tan estúpida! Y por eso perdí a Edward, aunque tal vez nunca fue mío.

Un fuerte olor a humo me despertó, me levanté y encendí la luz, me sobresalté al ver que toda la habitación estaba llena de humo, salí corriendo y todo el departamento estaba igual. El pánico se comenzó a apoderar de mí, cada vez respiraba con más dificultad, comencé a toser y tuve que sostenerme de la pared para no caerme.

—¡Bella abre la puerta! —escuché que alguien gritaba, pero no pude identificar con claridad la voz.

Escuché un fuerte golpe y pasos que se acercaban a mí, creí haber visto a Edward a mi lado pero debió ser sólo mi imaginación, después todo se volvió negro.

Abrí los ojos y lo primero que vi, fueron unos hermosos orbes verdes frente a mí, que me veían con preocupación y al mismo tiempo con alivio.

—Por fin despiertas, estaba muy preocupado.

—¿Dónde estoy? —él tomó mi mano entre las suyas y una extraña pero agradable sensación me recorrió el cuerpo.

—Estás en mi departamento —sus palabras me respondieron y fruncí el ceño—. El departamento de Alice ahora es mío, fui yo quien lo compró cuando ella se mudó con Jasper, necesitaba un lugar propio para cuando regresara a la cuidad —me explicó, vaya, nunca me hubiera imaginado que el comprador misterioso, según Alice, fuera precisamente Edward.

—¿Ya no te vas a ir? —él negó y un sentimiento de felicidad me envolvió, aunque tan rápido como llegó se fue, cuando recordé a la mujer ésa que estaba con él—. ¿Qué fue lo que pasó?

—Hubo un incendio en tu edificio, tal parece ser que fue un problema con la instalación eléctrica.

—¿Cómo fue que salí del departamento? Recuerdo, vagamente, que alguien me gritaba y después como la puerta fue abierta.

—Fui yo quien te sacó del departamento —entonces no fue mi imaginación, fue él quien me salvó.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Cómo supiste del incendio? No tenías por qué hacerlo, te pudo haber pasado alg… —no pude continuar, porque él me silencio con sus labios.

—¿Sabes? Hablas demasiado —murmuró sobre mis labios—. Desde que saliste de la recepción, salí tras de ti pero no me atrevía a subir a tu departamento. Cuando vi el humo y las llamas, no lo pensé dos veces y quise entrar pero no me dejaban pasar, cuando unos de los bomberos se distrajo, entré y te saqué de ahí. Lo hice porque te amo, y si te pasara algo, no podría soportarlo.

—¿Y la mujer con la que fuiste a la boda?

—Ella es sólo una amiga que se va a mudar a la ciudad —me explicó y una sonrisa se extendió por mi rostro.

—Yo también te amo, y fui una tonta por no haberme dado cuenta antes, nunca debí permitir que te alejaras de mí —le dije y ahora fui yo quién lo besó.

—Eso significa, ¿qué ahora si quieres ser mi novia?

—Claro que sí —le respondí sin pensarlo.

Sus labios volvieron a encontrar los míos, poco a poco el beso fue subiendo de intensidad y pronto las prendas comenzaron a estorbarnos, por primera vez en estos cuatro años me sentía completa y feliz; no sabía que pasaría mañana, en unas semanas, meses o años, pero lo que sí sabía, era que amaba a Edward, el hombre que alguna vez fue la persona que mas odié, se había convertido en el amor de mi vida.

Continuará...