CAPÍTULO I: Todo fin es un comienzo
Cinco años conviviendo con ellos en su barco y ahora, de vuelta en Ciudad Cherrygove, dedicó las últimas semanas a cuidarlos cuando su salud se vio en desmedro después de un día de tormenta en altamar. Nadie supo bien qué fue lo que les dio, pero Sazuke cuidó a su tío Victor como si fuera su propio padre el que estaba postrado en la cama, y a Furret como si se tratara de su propio pokémon, porque en cinco años los conoció tanto que llego a quererlos como a pocos en su corta vida. Ambos partieron esa tarde, con toda la familia de visita, porque se les veía en los ojos que la nostalgia de estar de vuelta los estaba reconciliando con sus últimos conflictos con este mundo y ya no les alcanzaría la vida para seguir viajando.
—No conocí todos los puertos del mundo como hubiese querido —dijo a Sazuke en su lecho de muerte, acariciando a Furret, que estaba acostada a su lado —, pero estoy feliz de haberlos conocido contigo. Gracias por estar ahí con nosotros.
Miró entonces por la ventana de su habitación y pidió al resto de la gente que se encontraba ahí que lo dejaran solo con Sazuke. Los familiares no dudaron un segundo y dejaron la habitación en seguida.
—Acércate, m'ijo —le dijo a Sazuke, quien obedeció y se sentó al borde de la cama, donde se puso también a acariciar a una senil Furret que apenas movía su canosa cola —. No es mucho lo que tengo, pero tampoco tengo mucha gente a quien legarlo. El resto de la familia se quedará con la mayoría de mis cosas, pero a ti te dejaré lo más valioso que tengo: Mi barco —.
Sazuke estaba sorprendido, puesto que siempre pensó que el barco se lo heredaría a alguno de sus hijos, pero ninguno de estos se dedicaba a algo relacionado con el mar y a ninguno le serviría, aunque él tampoco estaba seguro de que le fuera a servir de alguna cosa.
—Tío... —dijo mientras aguantaba las ganas de llorar.
—No digas nada — dijo mientras le sostenía la mano —. Quiero que lo tengas para recorrer el mundo, para que conozcas todo lo que yo no pude conocer. Sigues siendo joven y aún tienes tanto por ver.
Sazuke no pudo decir nada más que darle las gracias y ambos se sonrieron por un momento. Plácidamente y con una sonrisa, como si ya no tuviera nada que hacer en este mundo, dio su último suspiro casi al mismo tiempo que el pokémon que retozaba a su lado en la cama.
Ahora estaban toda la familia reunida en el cementerio de la ciudad, incluyendo los padres de Sazuke, que casi por milagro coincidieron con días libres justo por las fechas y no dudaron ni un segundo en viajar para despedir al tío Víctor. El funeral había terminado y se reunieron todos finalmente en la casa del tío para una última cena en su memoria antes de volver cada uno a sus vidas. Sazuke y su ahora Houndoom, estaban particularmente afectados por la situación. Perder a alguien con quien conviviste cinco años no es cualquier cosa. Ambos salieron de la casa y se instalaron en el pórtico para conversar como ya estaban acostumbrados. Él estaba sentado en el segundo escalón de la escalera de la entrada mientras que Houndoom, a sus pies, estaba acostado con la cabeza apoyada en el piso y sin intención de levantarla, ambos preocupados por sus vidas de ahora en adelante, sin el tío Víctor ni Furret.
—¿Qué crees tú, Houndoom? —le preguntaba a su pokémon —¿Deberíamos ir a recorrer el mundo? —.
Houndoom lo observaba desde el piso, sin levantar la cabeza, sino solamente los ojos, otorgándole una expresión de tristeza en su rostro canino.
—Sería tan raro tomar el barco del tío y navegar sin él ni Furret —agregó —, a demás estaríamos completamente solos. Una parte de mí tiene tantas ganas de hacerlo, pero la otra... la otra simplemente tiene miedo, como siempre. Soy un cobardica.
A esto último, Houndoom se levanta y se sienta al lado de Sazuke. Agacha su cabeza y, cuidando de no golpearlo con sus imponentes cuernos, abalanza su cabeza sutilmente y le acaricia la cara.
—No se pierde nada con intentar, ¿no? —le dice a su pokémon mientras le comienza a acariciar.
En ese instante, se abre la puerta y el ruido de la conversación al interior los saca de su nube, haciéndolos voltear. Parada en la puerta se encontraba Clair, su prima y líder de gimnasio de Ciudad Blackthorn. Sin ánimos de molestarlos como de costumbre, lo llama para que entre a cenar con todos, que la comida está servida. Ambos entraron a su llamado y Sazuke se dirigió a la mesa mientras que Houndoom tuvo que volver a su pokébola, por cuestiones de espacio.
En la mesa habían muchos familiares con los que Sazuke no estaba muy familiarizado. Habiendo crecido en Blackthorn, era más cercano a la familia de su padre, aunque no por eso los quería mucho más. Sazuke extrañaba la presencia de Nana, la Delibird de la familia, pues esta se encontraba enviando un par de mensajes por encargo de su padre y madre. Dentro de los que reconocía estaban los dos hijos del tío Víctor y la tía Tabatha, los únicos primos por parte madre, a los que reconcía vagamente; obviamente su madre y su padre y pues, los hermanos de éste y su prima Clair, miembros del Clan Dragón, grandes amigos de la tía Tabatha, la esposa fallecida del tío Víctor y entrenadora de Furret, quien fue una entrenadora pokémon muy reconocida de la Región Johto y a quien respetaban mucho, por lo que eran buenos amigos de la familia. Su padre no solía reunirse con ellos por los conflictos que tenían constantemente, debido a la decisión de éste de no formar parte del Clan. Aún habiéndose convertido en un gran entrenador reconocido internacionalmente y tener a su cargo varias investigaciones de importante renombre, sus hermanos seguían menospreciándolo por su decisión. La única dentro del clan que le tenía respeto era Clair, que siempre decía que era una pena que él no estuviera en el Clan, pero que había visto muchas de sus batallas e incluso había vivido una en carne propia durante su primera semana como líder, y pues por eso le había tomado mucho respeto. Pero aquel respeto no era compartido por Roy ni por Walden, sus hermanos, ambos respetados entrenadores que, al ver las habilidades de Clair, decidieron cederle el puesto de líder de gimnasio cuando Blake, su otro hermano, murió, para así seguir con las obligaciones que tenían desde hace ya tiempo. Aprovechaban la mínima oportunidad para menospreciar las hazañas de su hermano y, por lo mismo, Evan, el padre de Sazuke, decidió sentarse lejos en la mesa, porque a él no le gustaban los conflictos con sus hermanos. Sin embargo, en su ánimo de molestarlo, algún que otro comentario llegó a sus oídos.
—Vaya, Evan —le lanzó Walden deliberadamente por sobre la mesa —, tu hijo pasó los últimos años con su tío. A pesar de venir de ti, él al menos no abandona a su familia —.
Efectivamente se hablaba de Sazuke en ese momento, por la ayuda que le había brindado al viejo durante su último tiempo, pero nadie esperaba aquello. Todos callaron ante tan desatinado comentario. Todos estaban teniendo una buena cena recordando al tío Víctor y de repente todo eso se vio interrumpido por aquella intervención desubicada. Sofía, la madre de Sazuke, y el mismo Sazuke observaron a Evan, que seguía comiendo tranquilamente.
—Al menos él sí tiene un sentido de lo que es la familia —continúa Roy, tensando más el ambiente —. Qué lástima que no le hayas dado un pokémon dragón como le correspondía para comenzar, después de todo tiene la sangre del clan —.
—¿Le harás deshacerse de sus pokémon ahora y le harás una invitación al "club de fan de los dragones"? —respondió finalmente harto Evan, diciendo eso último con un dejo de burla —. No sé realmente si yo dejé la familia o si la familia me dejó a mí.
—¡Eras el hijo mayor, Evan! —dijo Roy elevando la voz —¡Eras quien se suponía tomara el puesto de líder de gimnasio cuando papá murió, en lugar de Blake! —.
—Encima arrastras a tu hijo contigo. Sabes bien que él tiene la misma sangre del clan —agregó Walden.
—¡Nadie nos pidió ser parte del clan, Walden! —dijo Evan golpeando la mesa y dejando a todos en un silencio aún más profundo —. A demás, la sangre del clan no nos otorga ningún tipo de poder ni nada parecido, es solamente una vieja tradición que viene de hace siglos. No veo ningún motivo para seguir con esa costumbre insulsa, ni mucho menos para arrastrar a mi hijo en ella.
—Es su destino y lo sabes —le dijo Walden, ahora con más calma —¿verdad Sazuke? —
Ahora todos lo miraban a él. Nunca pidió formar parte de aquello y poco y nada sabía al respecto. Respetaba mucho a sus tíos y a su prima, pero nunca creció cerca de la idea de formar parte de todo aquello y, encima, eso significaría abandonar a todos sus pokémon para adaptarse a usar solamente los del tipo dragón, del cual no poseía ninguno. Los observó a todos sin saber bien qué responder, pero, como nunca lo hubiera hecho antes, decidió hacerlo de todos modos y hacerlo con lo que sentía en ese momento.
—Lo siento, tíos —comenzó tímidamente ante la expectación de hasta los menos entendidos —, pero no me interesa formar parte del clan. Yo quiero conocer el mundo.
Los tíos lo miraron con decepción y culparon a su padre por no haberlo criado como debía. Le reprocharon, encima, el no querer tampoco enfrentar la liga pokémon, sino dedicarse a viajar sin meta en específico, como si fuera una idea inconcebible sacada de las locuras más delirantes. Y es que Sazuke no sabía qué hacer con su vida a sus quince años, pero si de algo estaba seguro es de que quería averiguarlo. Pensó que su prima Clair lo reprocharía, pero al verla a ella, que estaba ajena a la discusión y seguía comiendo, se dio cuenta de que lo miraba de reojo y que una leve sonrisa se le dibujaba en los labios. Sus padres por su parte, lo miraban entre temerosos y orgullosos, como cualquier padre que sabe que no verá a su hijo por mucho tiempo. La discusión fue finalmente cortada por Claudia, la hija del tío Victor, que poseía el carácter fuerte de su madre y que les señaló que aquella discusión estaba totalmente fuera de lugar y que harían mejor de callarse y continuar comiendo en paz o los echaría a todos con su temible Feraligator. La cena siguió en paz y, al finalizar, todos se preparaban para volver a casa. Clair, antes de partir, se acercó a Sazuke y Houndoom, que estaban en el frontis de la casa despidiendo a la gente.
—Hey, bobo —le dijo a su primo al salir por la puerta —¿ya sabes dónde irás? —
—Lo estuve pensando toda la tarde —respondió acariciando a Houndoom —. Hay una región no muy lejos, pero que no tiene muchos puertos y que me gustaría bastante conocer mejor: La Región Ingka. Hay varios mitos interesantes allá y la gente me parece interesante.—
—Me parece que será un buen lugar —le dice sin mucha emoción, como solía dirigirse a él.
Se miraron por unos momentos y, como casi nunca lo hacía, Sazuke le sonrió, sin que Clair cambiara su expresión. Acto seguido, Clair avanzó un poco más, dejándolo atrás y liberó a Dragonite. Sus tíos la estaban esperando, uno en un Salamance y el otro en un Hydreigon.
—Has cambiado bastante —dijo Clair mientras montaba su pokémon —, pero no creas bajo ninguna circunstancia que estarás preparado para vencerme, ni ahora ni nunca.
Partieron entonces los miembros del Clan y se perdieron en el horizonte. Sazuke recibió el comentario con una sonrisa, pues a pesar de eso último, sabía que su prima estaba en cierto grado orgullosa de él, aunque no lo demostrara.
Todo mundo dejó la casa, salvo los padres de Sazuke, él mismo y Adam, el otro hijo del tío Víctor, que ayudaría a Sazuke a sacar todo lo perteneciente al tío que pudiera quedar en el barco y a ayudarlo a zarpar, como solía hacerlo con sus padres en los días que éste salía a investigar. Los padres de Sazuke se quedaron puesto que tenían un ticket para tomar el dirigible en la mañana siguiente y para así despedirse también de su hijo antes de que éste partiera.
—Conozco gente en la Región que podría ayudarte a movilizarte —le dijo su padre —. La región tiene una geografía bastante peculiar y... —
—Tranquilo, Evan —le dijo Sofía —, si él lo necesita, lo pedirá. ¿Verdad Sazuke?
Su padre lo miró sonriente, sabiendo en el fondo que su hijo respondía al mismo llamado que lo llevó a él a recorrer el mundo cuando era joven, el mismo llamado que lo llevó a donde se encontraba ahora. Desde que él se había escapado de casa hace ya cinco años, ambos habían aprendido a confiar en él y ahora, que partía totalmente por su cuenta, no sentían que hubiera motivos para sentir miedo o desconfianza. Sabían que él estaría bien.
—Los echaré de menos, como siempre —Les dijo mientras que Houndoom ladraba en respuesta.
Esa noche, nana apareció en el cielo mientras Sazuke y Adam transportaban los enceres del viejo que era mejor dejar en casa y, apenas la vio en el firmamento, el joven entrenador la reconoció y la esperó en tierra con los brazos abiertos. Con su vuelo tranquilo de vieja pokémon, aterrizó en los brazos del joven, que la abrazó fuertemente.
—¡Nana! ¡Te echaba tanto de menos! — le dijo con alegría correspondida por la Delibird.
—¿Y esa Delibird? ¿Quién es? —preguntó Adam mientras transportaba una caja al interior de la casa.
—Es Nana, parte de mi familia. —
Entonces Nana recuerda algo de pronto y, pidiéndole a Sazuke que la deje en el suelo, se dirige rápidamente al interior. Aparentemente tenía que entregarle una carta importante a Evan, que se encontraba en la puerta de la casa, esperando la entrega. Al ver la carta, la abrió inmediatamente y una sombra de preocupación se posó en su rostro.
—¿Todo bien, Evan? —preguntó Sofía, que se había acercado al notar que algo no iba bien desde el interior.
—¿Todo bien, papá?—
—Sí, sí, tranquilos —dijo mientras se guardaba la carta —. Solamente decirte, Sazuke, que es posible que nos reencontremos en la Región Ingka. Tengo asuntos allá. No es seguro que nos crucemos, pero es una posibilidad.
—Deberías sentirte seguro con eso —dijo Adam, aún trasladando cosas —. Tener a un entrenador como tu padre rondando por la Región te mantendrá alejado de problemas.
Sofía sabía que algo no iba del todo bien, pero no quiso preguntar nada. Con el tiempo, había aprendido cómo funcionaba su marido, y si él no quería decir nada, sabía que debía respetar su decisión.
Sazuke pasó la noche en vela, ansioso por el viaje que comenzaría al día siguiente. Mientras estaba acostado en una de las habitaciones de la casa, tenía la ventana abierta, cuya vista daba hacia el mar y dejaba ver el barco. Houndoom le hacía compañía acostado a su lado y con la cabeza apoyada en su vientre, donde éste le estaba haciendo cariño.
—No tengo idea de lo que estoy haciendo. ¿Lo sabes, Houndoom? —El pokémon perro levantó la cabeza y le lamió la mano a su entrenador —. Es bueno saber que estás conmigo en esta locura. A pesar de tener miedo, estoy también muy ansioso por conocer lo que hay más allá. Espero no decepcionar a nadie.
Houndoom se acercó más a Sazuke y se acostó nuevamente, esta vez con la cabeza bajo el mentón de éste y, entonces, se durmió. El joven apenas pudo cerrar los ojos por unas horas antes de que el despertador sonara. La hora había llegado, la hora de partir lejos y sin mirar atrás. Sin saber bien hacia dónde, sin saber muy bien para qué, pero con la fuerte determinación de averiguarlo. Se despidió de sus padres en el puerto, de Nana que le saludaba desde el muelle con un pañuelo y de su primo Adam. Lo aprovisionaron con la comida necesaria para viajar al primer puerto que se le vino en mente que, si bien no era el más cercano, era el que más le interesaba: Ciudad Antiqua, una ciudad conocida por sus mitos y sus ruinas, donde seguro obtendría información suficiente para saber dónde seguir. La bahía de Ciudad Cherrygove se fue haciendo más pequeña a medida que pasaban las horas, hasta que poco a poco la ciudad se confundió con las formas de la geografía. La Región de Johto comenzaba a quedar atrás y junto con ella, todas las dudas y miedos de su infancia. Esperaba con ansias poner los pies en la tierra junto con Houndoom, que en la proa sacaba la lengua para sentir el aire entrar en sus fauces caninas. Dejó de mirar atrás al cabo de unas horas y entonces se dirigió con Houndoom, mirando al horizonte, mirando hacia adelante, sin nada más que un gran océano hasta donde alcanzaba la vista, donde tarde o temprano se comenzaría a dibujar tierra firme, al igual que en su futuro.
