Muda
Rachel le hubiera pedido a ese pez gordo que se metiera su dinero sucio en el culo, antes que tratarle como una de las putas que seguramente guardaría en alguna calle de mala muerte, según los buenos informantes para los que trabajaba. Entonces vio a la niña saludándole. Esa pequeña que seguramente estaba acostumbrada a clases de piano y danza, a jarrones repletos de flores costosas, a vestidos de fiesta y a poemas de autores difíciles, que seguramente no sabría ni la mitad del vocabulario nutrido que se le estaba ocurriendo para describir al padre que muy probablemente adoraba, feliz de haber retornado sana y salva a sus brazos. Se quedó muda.
[Enero, 2009]
